Let's see which of us wins this time // Privado - Beist

por **Ksenia** Sáb Jul 28, 2018 4:08 pm

Ese par de brujos tenía ojos y oídos en todas partes. Beist controlaba a los animales y, como tal, éstos le servían de informantes y constantemente le llegaban noticias relevantes. Y, aquella tarde, los susurros habían traídos buenas nuevas, pues se aproximaba una sangrienta guerra entre los Akkad y el Gran Consejo. Aquello prometía ser de lo más interesante y excitaba a la hechicera de manera inimaginable. Competir con su pareja era lo que más le gustaba y no dejaría pasar ni una sola oportunidad de batallar contra él, hacerle la zancadilla o incluso poner en riesgo su vida. Obviamente no permitiría que muriera, pero llevarlo al límite era de lo más estimulante.

Para celebrar la grata noticia, Ksenia había preparado una deliciosa cena mezcla de culturas. Ella era hindú, pero se había criado en Rusia, así que de primero sirvió una deliciosa crema de remolacha con nata agria y de segundo un riquísimo pollo Tikka Masala. Le pidió a Beist que eligiera un buen vino tinto acorde con la comida y, como sorpresa, se había hasta molestado en hacer unos rasmali caseros.

En cuanto estuvo todo acomodado en la mesa, decorada con velas y algunas rosas rojas que había podado del rosal de la entrada, fue hacia la puerta que daba al sótano que servía de bodega. -La cena está lista.- Esperó allí a que él subiera para ir juntos a tomar asiento en la mesa. La bruja solía vestir habitualmente con saree porque le parecían cómodos y prácticos, además de asemejarse a un vestido y por debajo ser pantalón, lo que facilitaba las cosas si, por sorpresa, se avecinaba un combate. Sonrió al ver la cicatriz en la cara de Beist, acercándose a acariciarla con el dorso de la mano. -Te ves increíblemente atractivo con ella, no me cansaré de decírtelo.- Se puso de puntillas hasta que sus labios rozaron los ajenos y le mordió suavemente el inferior al terminar el breve beso. -Vamos o se enfriará el delicioso pollo que he preparado.- Le tomó de la mano y tiró de él hasta que se acomodaron en sus sillas. La sopa ya estaba servida en los platos y la crema agria formaba una bonita espiral que enroscaba hacia el centro. La morena era bastante quisquillosa con las apariencias y algo maniática con la limpieza. Ella lo consideraba una ventaja, uno de sus puntos a favor, aunque a veces al hechicero lo sacaba de quicio.

por **Beist** Vie Ago 03, 2018 1:20 pm

París se encontraba en pie de guerra, el consejo nerviosos por la serie de acontecimientos y asesinatos que en las calles parisinas estaban aconteciendo, incluido la masacre del consejo anterior a manos de uno de los Black, había dictado unas “normas” que deseaba todos los cainitas cumplieran para mantener una convivencia con la humanidad.
Los Black no tardaron en sentirse insultados, ellos hambrientos de sangre encontraron razones para alzarse en guerra contra el consejo y así ,empieza una historia de la que se conoce el inicio pero no el final, uno en el que mi preciosa mujer y yo pensábamos contribuir.

¿Quienes eramos? Mercenarios, eramos brujos que se vendían al mejor postor, hasta ahí bien, pero..en nuestro caso sentimos cierto morbo ante la idea de enfrentar nuestras fuerzas y medirlas con el otro, esa noche, durante una deliciosa cena, decidiríamos quien contribuiría y con que, en uno u otro bando. La partida empezaba de nuevo.

Ksenia vestía un precioso saree en tonos rosas que marcaban sus deliciosas curvas, me hizo bajar a por un vino mientras ella terminaba de dar los toques a un plato que mezclaba nuestras culturas.
Ascendí las escaleras sin poder borrar la sonrisa, allí tras el último peldaño ella me esperaba impaciente, preciosa y con ese brillo de juego en la mirada.
Deslizó la yema de sus dedos por la cicatriz y poniéndose de puntillas besó mis labios con delicadeza, mi brazo rodeó su cintura cuando esta hizo ademan de dejarse ir.
-Espera, no tan rápido -pedí lamiendo con mi lengua su labio inferior, introduciendolo en su boca hambriento, rozando con mi punta la ajena y su paladar entre lamidas y después mordí su inferior con un deje de lascivia.
-Estas preciosa -susurré.

De la mano caminamos hacia el salón, moví la silla con cortesía para que la hechicera se sentara y después rodeé la mesa para tomar asiento frente a ella.
-Black o consejo, las damas eligen, yo me adapto a las exigencias de una mujer bella, la única a la que deseo.
Habíamos encontrado el modo de dar “morbo “ a nuestra relación y la verdad es que mi mirada oscurecida me delataba pues mis ojos no dejaban de recorrer su cuerpo, sus labios cuando acercaba la cuchara, estaba excitado y llevé mi diestra a mi verga para colocarla pues los pantalones la apretaban.
-¿Y si tomamos el postre en la cama? deseo usarte de plato Ksenia.

Serví la copa del vino tinto sin poder dejar de mirarla llevándola de inmediato a mis labios esperando su respuesta.

por **Ksenia** Sáb Ago 04, 2018 2:56 pm

La batalla había dado comienzo en otra punto de la ciudad y mientras la sangre era derramada, ellos brindaban con vino caro y disfrutaban de un banquete étnico digno de reyes. Nada se interponía entre ellos salvo el uno con el otro, algo que les encantaba, les excitaba y, hasta cierto punto, les volvía locos. Ambos eran impredecibles y poderosos, su ayuda en un bando o en otro podía, en un momento concreto, desequilibrar la balanza, aunque los dos estaban bastante igualados en fuerzas y estrategias, el conocerse a la perfección era, al mismo tiempo, una ventaja y una trampa mortal.

La hechicera se pasó la lengua por el labio inferior, recogiendo unas gotas del jugo de la vid que habían quedado tiñendo sus ya de por sí belfos carmesí. Sonrió ladina al escuchar las palabras ajenas. -El postre lo tomaremos, pues, en la cama, pero antes decidiremos quién irá con quién. A mí, por una vez, me parece que ambos bandos están muy igualados y no termino de decantarme por quién me atrae más como rival.- Porque ella era así, no se guiaba por el compañerismo sino en por quién sería un contrincante más duro y, por lo tanto, más excitante. -¿Qué te parece si lo echamos a suertes? El azar nos puso a uno en el camino del otro y nunca nos ha fallado.- Se levantó con una gracilidad digna de una bailarina y deslizó sus pies hasta un armario con cajones que reposaba, pegado a la pared, bajo un gran cuadro en el que se veían ellos representados como dos feroces leones, luchando a muerte por un corazón compuesto por suturados pedazos. Sonrió al verlo y, tras sacar una extraña moneda de una pequeña bolsa de terciopelo, se acercó a Beist. -Cara el Consejo y cruz los Akkad.- Afirmó, mostrándole la pieza que reposaba tranquila sobre la palma de su mano. -Dame suerte.- Susurró con sus labios rozando los foráneos y en cuanto el brujo la besó, ella lanzó la moneda al aire. Mordió los belfos del moreno mientras el objeto de oro giraba en el aire, ascendiendo primero para luego precipitarse sobre la mesa, donde danzó largos segundos hasta quedar, nuevamente, plana. Cara. -Voy a estar del lado del Consejo y tú serás el aliado de los Black.- Acarició la mejilla de su amado, tomando descarado asiento en su regazo. Llevó la zurda a jugar con los mechones de la nuca ajena, mientras la diestra se entretenía sacando los botones de sus ojales. -¿Estás ya listo para el postre o aún quieres comer algo más?- Inquirió con malicia, dejando que su lengua recorriera cada recoveco de la oreja foránea, humedeciéndola, al tiempo en que su cálido aliento chocaba con la piel empapada de su saliva. Dio un mordisco en el lóbulo y tiró de éste, antes de soltarlo y levantarse. -Vamos arriba.- Tendió su mano para que el hechicero la tomara, aceptando así su invitación a terminar la cena en la cama.

por **Beist** Lun Ago 27, 2018 1:09 pm

La moneda decidiría nuestra fortuna, no era la primera vez, ni sería la ultima que todo nos lo jugábamos al giro de una moneda, eramos una pareja nada convencional, digamos que eso mantenía la llama de nuestro amor encendida porque cada cierto tiempo eramos enemigos y jugábamos sobre el tablero una excitante partida.

Ladeé la sonrisa cuando mi preciosa chica aseguró me tocaba el bando de los Black, así lo había decidido la suerte, se dejo vencer sobre mis rodillas con picardia, mi boca acarició sus labios dejándome hacer, ella ascendió por mi mandíbula dando suaves mordiscos a mi barba.
Gruñí cuando humedeció mi oreja dejando lametazos y mordidas en mi ternilla.
-Si, quiero comer, arriba -apunté levantándome de golpe con ella entre mis brazos -coge la botella -pedí agachandome ligeramente para que la cazara por el cuello.

Ascendimos las escaleras besándonos apasionadamente, riéndonos, pronto llegaría el momento en el que no podríamos vernos, no de no ser encuentros furtivos y aun así sería un riesgo, si un bando o el otro nos descubrían podíamos acabar muertos y eramos profesionales en lo nuestro.
Abrí la puerta empujándola con el pie, mi preciosa mujer llevó la boquilla a sus labios bañándolos de alcohol y mi boca se embebió de la de ella incapaz de dejar de besarlsa.
-Voy a echarte de menos -aseguré -deja tu mancha en mi piel para que no olvide la noche.

La dejé caer en el lecho, la ropa se le había movido dejando al descubierto uno de sus pechos, mis ojos oscurecidos de deseo repasaron su semidesnudez mientras aflojaba el corbatín y desabrochaba mi camisa para quitármela, la deseaba.
La india gateó por la cama y tiró de la cinturilla de mi pantalón arrastrándome hacia ella, sus dedos dibujaron mi tronco ya muy abultado a través de la tela.
-Siempre tan dispuesto -susurró con un ronroneo alzando esa mirada parda mientras desabrochaba los pantalones para que emergiera la bestia.

por **Ksenia** Lun Ago 27, 2018 3:44 pm

En cuanto el brujo se levantó, en vez de tomar su mano la alzó al vuelo, logrando que ella riera con ganas. Agarró la botella por el cuello y subieron al piso superior donde estaba el dormitorio. Sin embargo, se pasaron todo el trayecto devorándose. Siempre eran muy activos sexualmente, pero siempre que se aproximaba el comienzo de un juego su libido se disparaba. Además, mientras durara la partida a penas podrían verse y si alguno de los dos descubría que el otro le había puesto las manos encima a alguien, las consecuencias serían peor que un huracán de fuerza doce.

Tras beber directamente de la botella unieron nuevamente sus bocas, pasándole ella parte del vino mientras se besaban. Se relamió, fijando sus pardos en los ajenos y le dedicó una amplia sonrisa. -Claro que vas a echarme de menos, como yo lo haré contigo.- Se mordió el labio al caer en la cama, dirigiendo su propia mirada a ese seno que asomaba tentador de entre las telas finas. Elevó de nuevo el rostro, encontrándose de nuevo con los orbes foráneos. -¿Te desnudas para mí?- Preguntó, incorporándose y después se puso a cuatro patas, gateando muy lentamente hacia el borde del colchón mientras Beist se quitaba la ropa que cubría su torso. Se detuvo justo al final y llevó la diestra a delinear la abultada verga que ansiaba salir de su prisión. Ella le desabrochó los pantalones y en cuanto el falo apareció erguido y endurecido Ksenia lo calcinó con su aliento. -Siempre tan dispuesto.- Susurró y sacó la lengua para acariciar el glande como si fuera un caramelo. Besó éste y le dio una suave succión en la zona de la uretra, apartándose al echarse hacia atrás y sentarse sobre sus propios talones. Llevó ambas manos al centro de la pieza con la que se vestía y de un tirón dejó las tetas al aire, alzadas y con los pezones ligeramente endurecidos. Alargó el brazo hasta la mesita, donde había dejado reposar la botella al caer en la cama y volcó parte del contenido sobre una de sus clavículas, dejando que el morado líquido se escurriera entre sus pechos, se colara en el ombligo y empapara la parte de la falda. -Bebe de mí. Emborráchate de mí.- Le pidió con una sonrisa ladeada y le dio un trago al vino.

Pudo ver el claro destello de la lujuria titilar en las pupilas de su pareja, algo que a ella la enardecía como ninguna otra cosa. Enfrentarse les excitaba sobremanera, era algo que llevaban haciendo desde que se conocieran hacía ya muchos años y jamás se cansaban, precisamente porque eran rivales en la batalla y salvajes amantes en la cama. Mantener el secreto era muy morboso y verse a escondidas con el creciente peligro, hacía que los escasos y furtivos encuentros que mantenían durante sus enfrentamientos, se convirtieran en gestas épicas.

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