AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Once upon a time...[Privado]
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Once upon a time...[Privado]
Londres, Inglaterra... hace 15 años atrás...
-¡ABBEY LYNN APPLEBY!.
Cuánto ruido molesto, la voz de su institutriz se oía en toda la mansión Appleby. La mujer de mediana edad, de ojos hundidos y cabello desaliñado, perdía las formas y la paciencia con la pequeña de los Appleby. Indomable, rebelde y testaruda, incapaz de aceptar órdenes y terminar haciendo lo que le venía en gana.
Las horas perdidas con las clases de protocolo, cómo debe comportarse una señorita. ¿Para qué quería saber eso? No servía de nada aprender algo cuando ni era valioso ni de su interés. Mucho más divertido corretear por el jardín con los niños del servicio...y qué decir del barro. Hundirse en el barro, saltar charcos y perderse por los jardínes exteriores para cazar bichos de todas clases. Eso era vida y no la que pretendían acostumbrarla.
Desaparecía sin más, encontrándola cuando ella deseaba, se conocía todos los sitios más escondidos y olvidados en donde pasar el día. Ese día, cumplía cinco años, para ella otro día nada especial. Mañana sería la misma con un año de diferencia, seguir en el mismo sitio y aguantar a las insolentes y pesadas de sus hermanas. Algunas ya tenían pretendiente, su único fin en la vida, cuando había tanto por explorar, descubrir y conocer ¿para qué querrían un marido? Sólo daban dolores de cabeza.
-¿Qué? -murmuró silbando por lo bajo, como si tal cosa. Esa tarde tenían fiesta, en dónde niños desconocidos corretearían por todas partes, llorones e igual de ruidosos que esa gente incansable, esa mujer imposible que no dejaba de perseguirla por todas partes -¡Baje, señorita! Tenemos que dar la clase de piano y ya llevamos media hora de retraso -Abbey no respondió, en lo alto de una de las ramas , miraba al horizonte con añoranza... deseaba tanto salir de allí, ser libre.
No iba a bajar, no hasta que se hiciese de noche y por fin aquellas aburridas clases acabasen. Se tumbó en la rama más ancha, dejando caer su cuerpo y enredar los pies en la rama, el cabello dorado caía como una cascada, boca abajo, todo se veía diferente aunque fuese lo mismo.
-No voy a ir a la fiesta de cumpleaños, antes prefiero quemarlo todo y no bromeo. Vayáse a recolocar el cabello, gritar no es de señoritas ¿no me dice eso?-no esperó que la rama cediese, desquebrajándose, despacio...e intentó cogerse a otra para no caer... no daría tiempo, la tensión del momento, un grito ahogado de aquella mujer que corrió despavorida intentando pedir ayuda.
-¡ABBEY LYNN APPLEBY!.
Cuánto ruido molesto, la voz de su institutriz se oía en toda la mansión Appleby. La mujer de mediana edad, de ojos hundidos y cabello desaliñado, perdía las formas y la paciencia con la pequeña de los Appleby. Indomable, rebelde y testaruda, incapaz de aceptar órdenes y terminar haciendo lo que le venía en gana.
Las horas perdidas con las clases de protocolo, cómo debe comportarse una señorita. ¿Para qué quería saber eso? No servía de nada aprender algo cuando ni era valioso ni de su interés. Mucho más divertido corretear por el jardín con los niños del servicio...y qué decir del barro. Hundirse en el barro, saltar charcos y perderse por los jardínes exteriores para cazar bichos de todas clases. Eso era vida y no la que pretendían acostumbrarla.
Desaparecía sin más, encontrándola cuando ella deseaba, se conocía todos los sitios más escondidos y olvidados en donde pasar el día. Ese día, cumplía cinco años, para ella otro día nada especial. Mañana sería la misma con un año de diferencia, seguir en el mismo sitio y aguantar a las insolentes y pesadas de sus hermanas. Algunas ya tenían pretendiente, su único fin en la vida, cuando había tanto por explorar, descubrir y conocer ¿para qué querrían un marido? Sólo daban dolores de cabeza.
-¿Qué? -murmuró silbando por lo bajo, como si tal cosa. Esa tarde tenían fiesta, en dónde niños desconocidos corretearían por todas partes, llorones e igual de ruidosos que esa gente incansable, esa mujer imposible que no dejaba de perseguirla por todas partes -¡Baje, señorita! Tenemos que dar la clase de piano y ya llevamos media hora de retraso -Abbey no respondió, en lo alto de una de las ramas , miraba al horizonte con añoranza... deseaba tanto salir de allí, ser libre.
No iba a bajar, no hasta que se hiciese de noche y por fin aquellas aburridas clases acabasen. Se tumbó en la rama más ancha, dejando caer su cuerpo y enredar los pies en la rama, el cabello dorado caía como una cascada, boca abajo, todo se veía diferente aunque fuese lo mismo.
-No voy a ir a la fiesta de cumpleaños, antes prefiero quemarlo todo y no bromeo. Vayáse a recolocar el cabello, gritar no es de señoritas ¿no me dice eso?-no esperó que la rama cediese, desquebrajándose, despacio...e intentó cogerse a otra para no caer... no daría tiempo, la tensión del momento, un grito ahogado de aquella mujer que corrió despavorida intentando pedir ayuda.
- Little apple:
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 505
Fecha de inscripción : 23/03/2011
Localización : París-Londres
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Re: Once upon a time...[Privado]
A casi un año de emprender aquel viaje, su padre había prometido que aquella sería la última visita antes de regresar. Aunque, estaba seguro, en su camino de regreso harían unas cuantas paradas más en residencias de otras viejas amistades de su padre.
Antes de llegar a la residencia, le había comentado respecto a aquella familia. David, su amigo, se había casado y tenido sólo hijas. Era un hombre emprendedor y trabajador, clase alta como la mayoría de sus amigos, con quien claramente estaría encantado de emparentar, pero consideraba que incluso la mayor de las Appleby era muy joven para el nuevo heredero. Cosa que a él, aunque disimuló, le alegró saber.
La pareja Appleby los recibió con mucha cortesía apenas llegaron, presentando a sus 4 hijas mayores y disculpándose por la ausencia de la menor, quien, al parecer, era una bastante problemática para su corta edad. “Es su cumpleaños, y ni siquiera por eso ha dejado de darle problemas a su institutriz.” Comentó a modo de queja la madre de la criatura en cuestión, mientras parecía bastante orgullosa y conforme con el comportamiento de las otras 4 hermanas, jovencitas preciosas y bien portadas.
Cuando la presentación y los asuntos protocolares finalizaron, Lorenzo se sintió libre de pasear por los jardines. En lugar desconocido siempre se sentía mucho más cómodo al aire libre que entre cuatro paredes extrañas, por lo que no le resultó difícil conseguir un árbol bajo el cual refugiarse y simplemente poner su mente en blanco.
Se encontraba ya bastante cómodo cuando un grito angustiado y molesto se dejó escuchar por todo el lugar. Al parecer, la niña problemática seguía haciendo de las suyas y, por alguna razón, en lugar de sentirse escandalizado se sintió divertido, recordando sus propias travesuras infantiles.
A los pocos minutos, una mujer mayor se acercó lo más rápido que le permitían sus cortas y regordetas piernas al árbol en el que él se encontraba apoyado, por el lado visible desde la casona por lo que de seguro ignoraba su presencia allí. Tras un breve intercambio entre la mujer y la pequeña niña que, apenas notaba, se encontraba en lo alto del árbol, se puso de pie con intención de ayudar.
Lo siguiente pasó todo muy rápido. La niña, en medio de sus despreocupadas quejas, no notó que la rama cedía y, cuando intentó agarrarse de otra ya había sido muy tarde. La rama se dobló completamente, dejando caer a la pequeña. La mujer cerró los ojos a la vez que gritaba. Para su fortuna, no había estado lejos del lugar donde la chica caería, por lo que no le fue difícil dar el par de pasos restantes y cogerla en brazos antes de que cayera al suelo.
La mujer mayor lloraba entre la angustia y la tranquilidad de que nada le hubiera sucedido a la pequeña, mientras le agradecía hecha un mar de lágrimas. - No se preocupe, señora. Sólo me alegro de haber estado cerca en el momento adecuado. De lo contrario, el día habría resultado en tragedia. - Dedicó entonces, por primera vez, una mirada a la niña.
Abbey, como la había escuchado nombrar, era una niña delgada, de apariencia angelical, bonitos ojos azules y cabello rubio oscuro. Al ver su carita no supo descifrar si estaba a punto de llorar por el susto, de darle un golpe por haber interferido o un abrazo por la ayuda. Ella simplemente lo observaba, por lo que, ante su falta de palabras, no se atrevió a dejarla en el suelo todavía. - ¿Te encuentras bien? ¿Te hiciste algún daño? -
Antes de llegar a la residencia, le había comentado respecto a aquella familia. David, su amigo, se había casado y tenido sólo hijas. Era un hombre emprendedor y trabajador, clase alta como la mayoría de sus amigos, con quien claramente estaría encantado de emparentar, pero consideraba que incluso la mayor de las Appleby era muy joven para el nuevo heredero. Cosa que a él, aunque disimuló, le alegró saber.
La pareja Appleby los recibió con mucha cortesía apenas llegaron, presentando a sus 4 hijas mayores y disculpándose por la ausencia de la menor, quien, al parecer, era una bastante problemática para su corta edad. “Es su cumpleaños, y ni siquiera por eso ha dejado de darle problemas a su institutriz.” Comentó a modo de queja la madre de la criatura en cuestión, mientras parecía bastante orgullosa y conforme con el comportamiento de las otras 4 hermanas, jovencitas preciosas y bien portadas.
Cuando la presentación y los asuntos protocolares finalizaron, Lorenzo se sintió libre de pasear por los jardines. En lugar desconocido siempre se sentía mucho más cómodo al aire libre que entre cuatro paredes extrañas, por lo que no le resultó difícil conseguir un árbol bajo el cual refugiarse y simplemente poner su mente en blanco.
Se encontraba ya bastante cómodo cuando un grito angustiado y molesto se dejó escuchar por todo el lugar. Al parecer, la niña problemática seguía haciendo de las suyas y, por alguna razón, en lugar de sentirse escandalizado se sintió divertido, recordando sus propias travesuras infantiles.
A los pocos minutos, una mujer mayor se acercó lo más rápido que le permitían sus cortas y regordetas piernas al árbol en el que él se encontraba apoyado, por el lado visible desde la casona por lo que de seguro ignoraba su presencia allí. Tras un breve intercambio entre la mujer y la pequeña niña que, apenas notaba, se encontraba en lo alto del árbol, se puso de pie con intención de ayudar.
Lo siguiente pasó todo muy rápido. La niña, en medio de sus despreocupadas quejas, no notó que la rama cedía y, cuando intentó agarrarse de otra ya había sido muy tarde. La rama se dobló completamente, dejando caer a la pequeña. La mujer cerró los ojos a la vez que gritaba. Para su fortuna, no había estado lejos del lugar donde la chica caería, por lo que no le fue difícil dar el par de pasos restantes y cogerla en brazos antes de que cayera al suelo.
La mujer mayor lloraba entre la angustia y la tranquilidad de que nada le hubiera sucedido a la pequeña, mientras le agradecía hecha un mar de lágrimas. - No se preocupe, señora. Sólo me alegro de haber estado cerca en el momento adecuado. De lo contrario, el día habría resultado en tragedia. - Dedicó entonces, por primera vez, una mirada a la niña.
Abbey, como la había escuchado nombrar, era una niña delgada, de apariencia angelical, bonitos ojos azules y cabello rubio oscuro. Al ver su carita no supo descifrar si estaba a punto de llorar por el susto, de darle un golpe por haber interferido o un abrazo por la ayuda. Ella simplemente lo observaba, por lo que, ante su falta de palabras, no se atrevió a dejarla en el suelo todavía. - ¿Te encuentras bien? ¿Te hiciste algún daño? -
Lorenzo Baldini- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 11
Fecha de inscripción : 20/11/2017
Re: Once upon a time...[Privado]
Grito desolador de aquella mujer infernal que se había propuesto hacer de su vida un infierno. Como si el tiempo y el espacio se detuviesen, Abbey sintió caer muy despacio... observando la escena como si de un sueño se tratase. La caída sería dolorosa, estaría semanas en cama y atada, no sería la primera vez que se rompía huesos, ¡ni la primera ni la última!. Heridas de toda índole, moratones y cicatrices que permanecerían por siempre, tatuadas en su dorada piel, ¡heridas de guerra!, así las llamaba aquel niño que siempre andaba con ella y sus trastadas.
Saber con ciencia cierta cuánto tiempo había pasado con los ojos cerrados, era imposible. Sentía como si flotase, alguien no sólo detuvo el impacto, se preocupaba por si estaba bien. ¿Qué si estaba bien? ¡había sido lo más alucinante que experimentó nunca!
-¡Otra vez, otra vez! ¡ha sido......ha sido.......! -la risa infantil se mezcló con el llanto de la mujer desesperada, unos ojos azules que aún veían borroso. Un rostro desconocido, su sonrisa infantil, traviesa no se desvanecía de su rostro. Sus pequeñas manos, se aferraron a la ropa del joven que confuso, la miraba sin comprender y menos entendería qué hacía subida en un árbol -¡Estoy de fábula! -poco a poco, la visión volvía en sí cuando ambas miradas se cruzaron por primera vez, después del incidente.
-¿Quién eres? ¿Mi príncipe azul?-la institutriz al oír la voz de la niña, no tardó en arrebatársela de los brazos, tenía órdenes de los Appleby. Debía de preparar a la pequeña para el evento pero Abbey no estaba por la labor. Se aferró con más fuerza a la ropa, por más que tiraba de ella era imposible separarla de aquel que se había convertido en su salvador -¡Te daré veinte caramelos de fresa! Pero no me dejes con ella... me hará ponerme esos vestidos que pican horrores y...¡no quiero ir a la fiesta! Es para casar a Eleonore...¿y a mí qué me importa? ¡déjame! -el grito desolador de la pequeña, la fuerza con la que la mujer tiraba de su menuda cintura y … qué decir de la súplica en aquellos ojos azules, fingidas lágrimas para conseguir su objetivo.
Saber con ciencia cierta cuánto tiempo había pasado con los ojos cerrados, era imposible. Sentía como si flotase, alguien no sólo detuvo el impacto, se preocupaba por si estaba bien. ¿Qué si estaba bien? ¡había sido lo más alucinante que experimentó nunca!
-¡Otra vez, otra vez! ¡ha sido......ha sido.......! -la risa infantil se mezcló con el llanto de la mujer desesperada, unos ojos azules que aún veían borroso. Un rostro desconocido, su sonrisa infantil, traviesa no se desvanecía de su rostro. Sus pequeñas manos, se aferraron a la ropa del joven que confuso, la miraba sin comprender y menos entendería qué hacía subida en un árbol -¡Estoy de fábula! -poco a poco, la visión volvía en sí cuando ambas miradas se cruzaron por primera vez, después del incidente.
-¿Quién eres? ¿Mi príncipe azul?-la institutriz al oír la voz de la niña, no tardó en arrebatársela de los brazos, tenía órdenes de los Appleby. Debía de preparar a la pequeña para el evento pero Abbey no estaba por la labor. Se aferró con más fuerza a la ropa, por más que tiraba de ella era imposible separarla de aquel que se había convertido en su salvador -¡Te daré veinte caramelos de fresa! Pero no me dejes con ella... me hará ponerme esos vestidos que pican horrores y...¡no quiero ir a la fiesta! Es para casar a Eleonore...¿y a mí qué me importa? ¡déjame! -el grito desolador de la pequeña, la fuerza con la que la mujer tiraba de su menuda cintura y … qué decir de la súplica en aquellos ojos azules, fingidas lágrimas para conseguir su objetivo.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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