AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Sands Of Time ~ Privado {+18}
El día por fin había llegado y era la hora en que el paréntesis se rompía y debíamos de volver a seguir, o a empezar, con el propósito que nos había llevado hasta allí. Fui hasta mí camarote para cambiarme de ropa cerciorándome de que tenía todo listo y preparado para en terminar de desayunar coger las cosas y partir, salí recorriendo los pasillos por última vez hasta el comedor donde me senté con el vikingo para desayunar de forma tranquila, y una vez terminado volver al camarote y coger las cosas, cuando fui a cubierta él ya estaba allí. Ya se podía empezar a notar el calor que hacía aquel día y en aquellas tierras, siempre hacía calor en Egipto y al menos me alegré de haber traído la ropa adecuada para la ocasión. Dejé que él llevara una de las maletas y antes de bajar del barco me despedí de la familia a la que habíamos salvado la niña y finalmente bajamos para pisar tierras egipcias.
Por un par de segundos cuando mis pies tocaron el suelo, por extraño que pareciera, me quedé quieta sintiendo de nuevo aquella sensación que había sentido cuando volví hacía poco tiempo. “Estoy en casa”, eso fue lo que cruzó mí mente y que me hizo portar una sonrisa en el rostro más animada, nada como estar en casa para sentirte mejor y así era como me sentía en esos momentos. Miré a mí acompañante y le hice un gesto con la cabeza para que me siguiera entre la multitud, debíamos de coger otro barco para poder llegar hasta Guiza aunque este era mucho más pequeño del que habíamos utilizado para llegar hasta allí y que era muy común para navegar por el Nilo.
El vikingo destacaba entre la multitud no solo porque era más alto que la media de los que allí había, sino por su tono de piel algo más pálida, su pelo, sus ojos azules y sobre todo por la ropa que llevaba que destacaba entre las que solían utilizar allí. Llegamos hasta la zona donde estaban los barcos y compré los dos pasajes que nos llevarían hasta Guiza, apenas sería el recorrido de un par de horas y no tardaríamos mucho en llegar, debíamos de navegar por el Nilo ya que el barco no podía hacerlo por las mismas dimensiones de este y porque aquellos barcos eran más prácticos para navegar por el Nilo.
-Seguro que este barco te hace sentir más nostalgia que el otro –apunté sentándome en la popa del barco, el sol brillaba en el cielo y se reflejaba en las aguas del Nilo que seguramente no tardarían dentro de poco en llenarse de cocodrilos y caimanes ya que se iba acercando el bueno tiempo. Este tipo de barco era más similar a los que usaban ellos y de hecho era el que más usábamos nosotros también. La leve brisa era bien recibida para soportar un poco el calor y lo miré durante unos segundos, ¿cuán bien se le daría aguantar el calor?- ¿Estás bien? –Pregunté para ver cómo estaba llevando ese calor y saqué uno de los libros que traía en una de las maletas- hay bebida por si te apetece tomar algo, quizás una cerveza egipcia bien fría te venga bien –le sonreí dejando que decidiera si quería o no y miré lo que tenía apuntado en el libro durante unos segundos. El escaso par de horas que estuvimos abordo pasaron –por suerte para mí- sin ningún incidente que comentar al respecto, parecía que él estaba bastante cansado y no sabía si era por el calor que hacía aquel día.
Conforme llegábamos a Guiza desde lejos se podían observar las pirámides que se alzaban en lo alto incluso desde esa distancia, pirámides que había ido a verlas cuando era pequeña y que en mí vuelta también había vuelto a ir. Mí madre había estado trabajando también en ellas y cuando era pequeña siempre había querido trabajar como lo hacía ella. Lancé un suspiro observándolas y ya que él no había estado nunca en Egipto, aunque si esperaba que hubiera oído hablar de las pirámides, le conté un poco por encima cuál era cada una y un poco su historia. La esfinge no se veía porque estaba detrás de una de las pirámides y esta la tapaba, así que no le comenté nada al respecto. Por fin llegamos hasta la ciudad de Guiza y le hice una seña para que me siguiera, volver a pisar sus calles, perderme entre su gente, el ambiente del lugar… era como si nunca me hubiera ido de aquel país, de aquella ciudad… sentía bien volver a pisar aquellas calles y caminar por la zona.
-No te pierdas vikingo, aquí dudo que puedan entenderte si te pierdes –le lancé una mirada divertida mientras seguíamos andando. Sabía exactamente dónde iba a llevarlo, al mismo lugar donde me había hospedado yo cuando hice aquel tour por Egipto y paré en aquella ciudad la primera. Era una zona tranquila y alejada, solamente habían familias viviendo allí y muchas de ellas se dedicaban a los mercados callejeros, así que sería el mejor lugar para quedarse que mejor cualquier hotel donde pudiéramos llamar más la atención como turistas. Viviendo en una casa, y yo al ser egipcia, sería más probable que pensaran que estábamos juntos a que pensaran que éramos turistas. No tardamos mucho más de media hora hasta que entramos en aquella zona residencial, allí vivía un amigo de mí madre de hacía mucho tiempo quien fue quien me encontró donde quedarme a mí vuelta y a quien iba a acudir de nuevo. Giré por una de las calles viendo que había niños jugando en ella y les sonreí mientras paraba en una de las puertas que había y tocaba esperando que estuvieran en casa. A los pocos segundos un hombre mayor me abrió la puerta a lo que yo le sonreí- Hawis –él apenas tardó un par de segundos en reconocerme y en saludarme, nos invitó a pasar y miré al vikingo para que estuviera tranquilo.
Hawis había sido compañero de mí padre mientras ella trabaja en las pirámides, me conocía desde pequeña y sabía mi pasión, la misma que la de mi madre. Se extrañó de verme de nuevo por allí y le conté brevemente que venía porque el museo me había mandado, no iba a contarle la razón principal porque eso no debía de saberlo nadie. Le pregunté si seguía teniendo aquella casa que una vez me dejó y si estaba disponible para que pudiéramos quedarnos, por suerte para nosotros estaba libre y no dudó en dejárnosla. Le dije que le pagaría por aquello y aunque dijo que lo hacía como favor por ser hija de Tahirah, yo me negué en rotundo y acordé en pagarle algo… ya había sido bastante generoso en el pasado. Como era de esperar el vikingo no se había enterado de nada porque Hawis no hablaba francés, así que cuando se fue a por la llave le comenté brevemente qué era lo que habíamos hablado, por si acaso pensaba que había dicho algo que no debiera.
-Shukran* Hawis –me despedí de él agradeciéndole y me giré para mirar al vikingo, era algo frustrante no poder llamarlo por su nombre, pero se había empeñado en no decirme nada- Vamos, ya tenemos sitio donde quedarnos –le sonreí y cogí la maleta para salir por la puerta y comenzar a andar calle abajo. La casa que nos había dejado estaba un poco más para abajo, así que apenas tardamos diez minutos en llegar, metí la llave en la cerradura y abrí la puerta pasando dentro y cerrando cuando él entró. Abrí todas las ventanas para que entrara la luz y ventilara el lugar, dejé la maleta en el suelo y lo miré a él- Mejor que cualquier hotel donde podamos llamar más la atención, ¿no crees? Esto es una zona residencial y aquí todos son comerciantes y mercaderes, no creo que encontremos problemas –fui abriendo ventana tras ventana y luego lo miré a él, parecía bastante cansado y llevé mis manos a la cintura- Pareces cansado, vikingo. ¿Estás bien? ¿Es por el calor? –Terminé preguntando porque hacía bastante para la época que estábamos, y se avecinaba más calor- Deberías de darte una ducha, te ayudará con el calor y seguro que hay ropa cómoda en alguna habitación –tampoco quería obligarle, pero parecía que realmente lo necesitaba. Yo misma estaba por darme una ducha y cambiarme de ropa, la humedad, la calima que seguramente se formaría conforme se acercara el calor hacían el ambiente mucho más caluroso- Ve y hazme caso por una vez, mientras veré qué hay para poder hacer la comida y hablaremos del plan a seguir, ¿te parece bien? –Me acerqué hasta él y puse mis manos en su espalda como si intentara moverlo, pero era más fuerte que yo y no conseguí hacerlo- Venga vamos, o sino me colaré yo primero en el baño –reí levemente y me acerqué hacia la cocina para ver qué era lo que podía hacer mientras él se bañaba. La casa era de dos plantas, las habitaciones y el aseo principal estaban arriba mientras que el salón y la cocina estaban bajo.
Terminé por subir antes que él y me metí para darme un baño rápido y ya dejarlo a él mientras hacía la comida, me puse un vestido de lino que era para verano de manga corta, escote en "U" de color blanco y ya bajé para empezar a preparar la comida. Faltaban algunos ingredientes así que salí mientras el se daba el baño a comprar lo que necesitaba y volví para terminar. Cuando él ya se había bañado yo estaba por terminar de cocinarlo, en su mayoría era arroz y carne y un poco de verduras, era lo más rápido para hacer. Cuando me giré en la cocina estaba observándome apoyado contra el marco y sonreí, ya estaba casi todo listo.
-¿Puedes sacar un par de platos y llevarlos al salón? Están en ese armario –le señalé con la cabeza y me giré para terminar con lo que estaba haciendo esperando que me hiciera caso. Dejé cada cosa en un bol y lo saqué al salón y luego volví a la cocina sacando una jarra y dos vasos que dejé sobre la mesa, me senté en la mesa y lo miré- ¿Mejor tras el baño? No pensaba que iba a hacer tanto calor –me puse en el plato un poco de cada cosa que había en el bol y lo miré- Después hablaremos de cuál es nuestro plan, ¿tienes un plan? –Enarqué una ceja observándolo, no sabía muy bien qué era lo que tenía en mente precisamente.
*Shukran: Gracias
Por un par de segundos cuando mis pies tocaron el suelo, por extraño que pareciera, me quedé quieta sintiendo de nuevo aquella sensación que había sentido cuando volví hacía poco tiempo. “Estoy en casa”, eso fue lo que cruzó mí mente y que me hizo portar una sonrisa en el rostro más animada, nada como estar en casa para sentirte mejor y así era como me sentía en esos momentos. Miré a mí acompañante y le hice un gesto con la cabeza para que me siguiera entre la multitud, debíamos de coger otro barco para poder llegar hasta Guiza aunque este era mucho más pequeño del que habíamos utilizado para llegar hasta allí y que era muy común para navegar por el Nilo.
El vikingo destacaba entre la multitud no solo porque era más alto que la media de los que allí había, sino por su tono de piel algo más pálida, su pelo, sus ojos azules y sobre todo por la ropa que llevaba que destacaba entre las que solían utilizar allí. Llegamos hasta la zona donde estaban los barcos y compré los dos pasajes que nos llevarían hasta Guiza, apenas sería el recorrido de un par de horas y no tardaríamos mucho en llegar, debíamos de navegar por el Nilo ya que el barco no podía hacerlo por las mismas dimensiones de este y porque aquellos barcos eran más prácticos para navegar por el Nilo.
-Seguro que este barco te hace sentir más nostalgia que el otro –apunté sentándome en la popa del barco, el sol brillaba en el cielo y se reflejaba en las aguas del Nilo que seguramente no tardarían dentro de poco en llenarse de cocodrilos y caimanes ya que se iba acercando el bueno tiempo. Este tipo de barco era más similar a los que usaban ellos y de hecho era el que más usábamos nosotros también. La leve brisa era bien recibida para soportar un poco el calor y lo miré durante unos segundos, ¿cuán bien se le daría aguantar el calor?- ¿Estás bien? –Pregunté para ver cómo estaba llevando ese calor y saqué uno de los libros que traía en una de las maletas- hay bebida por si te apetece tomar algo, quizás una cerveza egipcia bien fría te venga bien –le sonreí dejando que decidiera si quería o no y miré lo que tenía apuntado en el libro durante unos segundos. El escaso par de horas que estuvimos abordo pasaron –por suerte para mí- sin ningún incidente que comentar al respecto, parecía que él estaba bastante cansado y no sabía si era por el calor que hacía aquel día.
Conforme llegábamos a Guiza desde lejos se podían observar las pirámides que se alzaban en lo alto incluso desde esa distancia, pirámides que había ido a verlas cuando era pequeña y que en mí vuelta también había vuelto a ir. Mí madre había estado trabajando también en ellas y cuando era pequeña siempre había querido trabajar como lo hacía ella. Lancé un suspiro observándolas y ya que él no había estado nunca en Egipto, aunque si esperaba que hubiera oído hablar de las pirámides, le conté un poco por encima cuál era cada una y un poco su historia. La esfinge no se veía porque estaba detrás de una de las pirámides y esta la tapaba, así que no le comenté nada al respecto. Por fin llegamos hasta la ciudad de Guiza y le hice una seña para que me siguiera, volver a pisar sus calles, perderme entre su gente, el ambiente del lugar… era como si nunca me hubiera ido de aquel país, de aquella ciudad… sentía bien volver a pisar aquellas calles y caminar por la zona.
-No te pierdas vikingo, aquí dudo que puedan entenderte si te pierdes –le lancé una mirada divertida mientras seguíamos andando. Sabía exactamente dónde iba a llevarlo, al mismo lugar donde me había hospedado yo cuando hice aquel tour por Egipto y paré en aquella ciudad la primera. Era una zona tranquila y alejada, solamente habían familias viviendo allí y muchas de ellas se dedicaban a los mercados callejeros, así que sería el mejor lugar para quedarse que mejor cualquier hotel donde pudiéramos llamar más la atención como turistas. Viviendo en una casa, y yo al ser egipcia, sería más probable que pensaran que estábamos juntos a que pensaran que éramos turistas. No tardamos mucho más de media hora hasta que entramos en aquella zona residencial, allí vivía un amigo de mí madre de hacía mucho tiempo quien fue quien me encontró donde quedarme a mí vuelta y a quien iba a acudir de nuevo. Giré por una de las calles viendo que había niños jugando en ella y les sonreí mientras paraba en una de las puertas que había y tocaba esperando que estuvieran en casa. A los pocos segundos un hombre mayor me abrió la puerta a lo que yo le sonreí- Hawis –él apenas tardó un par de segundos en reconocerme y en saludarme, nos invitó a pasar y miré al vikingo para que estuviera tranquilo.
Hawis había sido compañero de mí padre mientras ella trabaja en las pirámides, me conocía desde pequeña y sabía mi pasión, la misma que la de mi madre. Se extrañó de verme de nuevo por allí y le conté brevemente que venía porque el museo me había mandado, no iba a contarle la razón principal porque eso no debía de saberlo nadie. Le pregunté si seguía teniendo aquella casa que una vez me dejó y si estaba disponible para que pudiéramos quedarnos, por suerte para nosotros estaba libre y no dudó en dejárnosla. Le dije que le pagaría por aquello y aunque dijo que lo hacía como favor por ser hija de Tahirah, yo me negué en rotundo y acordé en pagarle algo… ya había sido bastante generoso en el pasado. Como era de esperar el vikingo no se había enterado de nada porque Hawis no hablaba francés, así que cuando se fue a por la llave le comenté brevemente qué era lo que habíamos hablado, por si acaso pensaba que había dicho algo que no debiera.
-Shukran* Hawis –me despedí de él agradeciéndole y me giré para mirar al vikingo, era algo frustrante no poder llamarlo por su nombre, pero se había empeñado en no decirme nada- Vamos, ya tenemos sitio donde quedarnos –le sonreí y cogí la maleta para salir por la puerta y comenzar a andar calle abajo. La casa que nos había dejado estaba un poco más para abajo, así que apenas tardamos diez minutos en llegar, metí la llave en la cerradura y abrí la puerta pasando dentro y cerrando cuando él entró. Abrí todas las ventanas para que entrara la luz y ventilara el lugar, dejé la maleta en el suelo y lo miré a él- Mejor que cualquier hotel donde podamos llamar más la atención, ¿no crees? Esto es una zona residencial y aquí todos son comerciantes y mercaderes, no creo que encontremos problemas –fui abriendo ventana tras ventana y luego lo miré a él, parecía bastante cansado y llevé mis manos a la cintura- Pareces cansado, vikingo. ¿Estás bien? ¿Es por el calor? –Terminé preguntando porque hacía bastante para la época que estábamos, y se avecinaba más calor- Deberías de darte una ducha, te ayudará con el calor y seguro que hay ropa cómoda en alguna habitación –tampoco quería obligarle, pero parecía que realmente lo necesitaba. Yo misma estaba por darme una ducha y cambiarme de ropa, la humedad, la calima que seguramente se formaría conforme se acercara el calor hacían el ambiente mucho más caluroso- Ve y hazme caso por una vez, mientras veré qué hay para poder hacer la comida y hablaremos del plan a seguir, ¿te parece bien? –Me acerqué hasta él y puse mis manos en su espalda como si intentara moverlo, pero era más fuerte que yo y no conseguí hacerlo- Venga vamos, o sino me colaré yo primero en el baño –reí levemente y me acerqué hacia la cocina para ver qué era lo que podía hacer mientras él se bañaba. La casa era de dos plantas, las habitaciones y el aseo principal estaban arriba mientras que el salón y la cocina estaban bajo.
Terminé por subir antes que él y me metí para darme un baño rápido y ya dejarlo a él mientras hacía la comida, me puse un vestido de lino que era para verano de manga corta, escote en "U" de color blanco y ya bajé para empezar a preparar la comida. Faltaban algunos ingredientes así que salí mientras el se daba el baño a comprar lo que necesitaba y volví para terminar. Cuando él ya se había bañado yo estaba por terminar de cocinarlo, en su mayoría era arroz y carne y un poco de verduras, era lo más rápido para hacer. Cuando me giré en la cocina estaba observándome apoyado contra el marco y sonreí, ya estaba casi todo listo.
-¿Puedes sacar un par de platos y llevarlos al salón? Están en ese armario –le señalé con la cabeza y me giré para terminar con lo que estaba haciendo esperando que me hiciera caso. Dejé cada cosa en un bol y lo saqué al salón y luego volví a la cocina sacando una jarra y dos vasos que dejé sobre la mesa, me senté en la mesa y lo miré- ¿Mejor tras el baño? No pensaba que iba a hacer tanto calor –me puse en el plato un poco de cada cosa que había en el bol y lo miré- Después hablaremos de cuál es nuestro plan, ¿tienes un plan? –Enarqué una ceja observándolo, no sabía muy bien qué era lo que tenía en mente precisamente.
*Shukran: Gracias
Última edición por Naitiri Zahir el Dom Abr 02, 2017 9:01 pm, editado 1 vez
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Tomé las maletas que portaba Naitiri mientras desembarcabamos en aquella region nueva para mi, mas ciudad natal de aquella mujer que por su sonrisa en la cara parecía sentirse en su hogar.
A diferencia de ella para mi el calor era asfixiante, sentía el perlado sudor resbalar por mi frente, ademas de cansado, demasiado.
Si bien era cierto que habia pasado la noche luchando contra el temporal, era igual de cierto que estaba acostumbrado a las noches en vela, gestas me habían llevado a pasar gran parte de mi tiempo fuera de una mullida cama, así que, para que mentir, estaba acostumbrado a que el sueño no me venciera.
Dejé escapar el aire siguiendo a la egipcia y mis ojos se centraron en ese cuerpo cincelado por la misma Freya, pues era un pecado tenerla de frente y que la mirada de un hombre no se perdieran en ella.
Su cabello azabache era sacudida por la suave brisa, una que lejos de refrescarme, parecía pegarse a mi cuerpo la humedad del ambiente, el calor era sofocante.
Un leve gesto de cabeza despegó mi mirada de sus posaderas, ladeé la sonrisa, me había pillado mirándole el culo, aunque tampoco es que eso fuera algo que me preocupara especialmente dado que esa misma noche me había masturbado en el baño pensando en ella y era algo de lo que Naitiri era mas que consciente.
Nos detuvimos frente a otra embarcación mas pequeña, una que si me recordaba a esos Drakkar que surcaban nuestros embravecidos mares norteños.
Ladeé la sonrisa frente a las palabras de la egipcia.
-si no fuera por el calor, parecería que estoy en casa -bromeé guiñándole un ojo.
Había notado como me miraba, parecía preocupada, así que intenté poner un tinte cómico a aquella situación, aunque había estado bastante callado durante el trayecto, algo no muy propio de la gran bocaza que ostentaba en todo momento.
Tomamos asiento en el barco, los ojos de Naitiri seguían fijos en mi, como si no existiera nada mas en ese momento, conocía esa mirad, la haba visto ya en su futuro, la misma que se gastaba cuando las fiebres me subían.
-Estoy bien, solo he pasado una noche movida -dije con una sarcástica sonrisa.
Intuí que ella pensaría que hablaba de mi experiencia en el baño, desconocía mi aventura con la tormenta y para que contársela, cuando sabia que insistiría en que durmiera, descansara y teníamos prisa como para detener nuestra marcha.
Extendí la mano para tomar un botellin de cerveza, estaba sediento y la verdad fría entraba de maravilla. Mis labios se apoyaron en la boquilla y me deje embriagar por su sabor, era distinta a la hidromiel norteña, mas parecida a la negra que bebía con Hakon, mi hermano.
Me relamí los labios, entrecerrando por un instante los ojos, como si el alcohol pudiera mitigar un poco el dolor que sentía en todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo.
-Esta muy buen -apunté abriendo los orbes para centrarlos en sus pardos -así fría entra...-ladeé la sonrisa.
En el barco me había preguntado que porque aguantaba tanto el alcohol, en ese momento no respondí, mas ahora no veía el porque no.
-Aguantamos días celebrando con hidromiel, porque empezamos a beber cuando nos hacemos hombres, que para nosotros es mas pronto que para vosotros.
Recuerdo mi primera jarra, iba por los suelos y aun no la había ni terminado. Acompañé a mi padre con nueve años a mi primera gesta, esa noche frente a las llamas de una fogata, apuré mi primera jarra. Si matas como un hombre, es lógico que bebas y folles también como uno.
Sonreí divertido, al ver la cara que me ponía.
-y no -apunte casi intuyendo su siguiente pregunta - no folle con nueve años, si no con trece, con una esclava mayor que yo.
El barco atracó en Guiza, así que desembarcamos de nuevo y seguí a Naitiri por las calles de su ciudad, me explicaba a cada paso cada parte de su cultura, una de la que se notaba estaba muy orgullosa, las pirámides, la zona de los mercaderes, todo parecía lograr hacer brillar sus ojos con intensidad. Me gustaba verla así, la verdad.
Las calles se fueron estrechando ,el barullo de gente era molesto, me sentía mareado y no ayudaba aquel ir y venir de personas de tez oscura y vestidos casi del mismo modo.
Asentí cunado dijo que no me perdiera, cierto era que aparte de un par de palabras en su idioma, poco o nada sabia de este, si me perdía no seria capaz de encontrarme, aunque a fin de cuentas era un vikingo que sabia protegerme, de peores situaciones había salido con vida...
Así llegamos frente a una casa bastante vieja en un barrio humilde, sin duda muy alejada de las zonas donde los turistas se hospedarían.
Naitiri golpeo una puerta que pronto fue abierta por un hombre que con gran jubilo celebro su visita.
Enarqué una ceja, poco o nada me gustaban esas confianzas para con ellas, por no contar que no entendía ni papa, mas con el gesto serio y en silencio sepulcral esperé a que se produjera la despedida sin mas.
Unas calles mas abajo se encontraba la casa que me había explicado la Egipcia que el amigo de su madre nos había prestado, una que al parecer ya había ocupado Naitiri en alguna que otra ocasión, con lo cual pasaríamos bastante desapercibidos si eso podía ser posible dada mi blanca tez.
Nada mas entrar Naitiri abrió todos los ventanales de par en par y yo dejé caer las maletas tratando de tomar una brizna de aire en ese lugar de calor asfixiante.
Nai volvió a preguntarme que si me encontraba bien incluso me recomendó tomar una baño, la verdad lo necesitaba, lo que no sabia es que era tan evidente mi estado.
-Estoy bien, no estoy acostumbrado a este calor, supongo que es cuestión de un par de días para adaptarme -ladeé la sonrisa con chulería -quizás mas cerveza fría me ayude -pedí guiñándole un ojo.
No iba a admitir que me dolía todo el cuerpo, que me sentía bastante mareado, imaginé que un baño y descanso solucionaría el problema y que mañana estaría en perfecto estado para empuñar la espada.
Nai finalmente se adentro en el baño antes que yo, la vi salir con el pelo mojado cruzándonos por los pasillos, olía como siempre, a aquel peculiar olor a grosella que me abducía embriagándome de un modo que ni siquiera yo alcanzaba a comprender.
Acaricié su cintura con suavidad deteniéndola un instante frente a mi. Mis ojos recorrieron su cuerpo y mis labios se entreabrieron frente a los suyos.
-Hueles bien -apunté para dejarla seguir su camino poco después y adentrarme en el baño para hacer lo propio con el agua mas fría que fui capaz de poner.
Una vez limpio y algo mas fresco me vestí con la ropa vieja que había encontrado, tela mas fina que la propia, algo que agradecí enormemente y camine hasta la cocina donde me encontré con la egipcia que ya había preparado algo de comida para ambos.
La observé desde el marco con una ladeada sonrisa, podría acostumbrarme a esto, no a Egipto, si no a ella conmigo.
Sus ojos me buscaron, sonreía y eso logro contagiarme de un humor del que no había hecho gala el resto del día. Tomé lo que me pidió y tras ella fui al salón dejándolo sobre la mesa donde ella había colocado el bol y la jarra fría.
-Estoy bien Nai, no has de preocuparte, solo era eso, un golpe de calor, de allí donde vengo la temperatura es bien distinta -apunté alargando la mano para coger comida, estaba hambriento y la verdad, todo me sabia de maravilla.
Me serví una jarra fría y bebí de ella con cierto alivio, entumecía ligeramente el dolor.
-¿un plan? Claro, buscar esos diarios de tu madre para poder traducir los papiros, ese es el plan, lo que no se es por donde empezar, pero para eso estas tu ¿no?
Sonreí divertido y una vez acabé de cenar me fui al sofá con la jarra llena, di un par de toques a mi lado para invitarla a sentarse conmigo.
-¿cuéntame algo Nai? ¿un cuento? -bromeé devolviendole lo de la noche anterior.
Apoyé la jarra en mi pierna, me costaba bastante mantenerme despierto y poco a poco mi cabeza fue cediendo hasta quedar apoyado ligeramente en ella. Seguía muy caliente y el sopor del alcohol empezaba a adueñarse de mi, bueno la verdad llevaba con esa sensación de mareo el día entero.
-Solo estoy cansado -apunté cerrando los ojos -debería irme a dormir.
A diferencia de ella para mi el calor era asfixiante, sentía el perlado sudor resbalar por mi frente, ademas de cansado, demasiado.
Si bien era cierto que habia pasado la noche luchando contra el temporal, era igual de cierto que estaba acostumbrado a las noches en vela, gestas me habían llevado a pasar gran parte de mi tiempo fuera de una mullida cama, así que, para que mentir, estaba acostumbrado a que el sueño no me venciera.
Dejé escapar el aire siguiendo a la egipcia y mis ojos se centraron en ese cuerpo cincelado por la misma Freya, pues era un pecado tenerla de frente y que la mirada de un hombre no se perdieran en ella.
Su cabello azabache era sacudida por la suave brisa, una que lejos de refrescarme, parecía pegarse a mi cuerpo la humedad del ambiente, el calor era sofocante.
Un leve gesto de cabeza despegó mi mirada de sus posaderas, ladeé la sonrisa, me había pillado mirándole el culo, aunque tampoco es que eso fuera algo que me preocupara especialmente dado que esa misma noche me había masturbado en el baño pensando en ella y era algo de lo que Naitiri era mas que consciente.
Nos detuvimos frente a otra embarcación mas pequeña, una que si me recordaba a esos Drakkar que surcaban nuestros embravecidos mares norteños.
Ladeé la sonrisa frente a las palabras de la egipcia.
-si no fuera por el calor, parecería que estoy en casa -bromeé guiñándole un ojo.
Había notado como me miraba, parecía preocupada, así que intenté poner un tinte cómico a aquella situación, aunque había estado bastante callado durante el trayecto, algo no muy propio de la gran bocaza que ostentaba en todo momento.
Tomamos asiento en el barco, los ojos de Naitiri seguían fijos en mi, como si no existiera nada mas en ese momento, conocía esa mirad, la haba visto ya en su futuro, la misma que se gastaba cuando las fiebres me subían.
-Estoy bien, solo he pasado una noche movida -dije con una sarcástica sonrisa.
Intuí que ella pensaría que hablaba de mi experiencia en el baño, desconocía mi aventura con la tormenta y para que contársela, cuando sabia que insistiría en que durmiera, descansara y teníamos prisa como para detener nuestra marcha.
Extendí la mano para tomar un botellin de cerveza, estaba sediento y la verdad fría entraba de maravilla. Mis labios se apoyaron en la boquilla y me deje embriagar por su sabor, era distinta a la hidromiel norteña, mas parecida a la negra que bebía con Hakon, mi hermano.
Me relamí los labios, entrecerrando por un instante los ojos, como si el alcohol pudiera mitigar un poco el dolor que sentía en todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo.
-Esta muy buen -apunté abriendo los orbes para centrarlos en sus pardos -así fría entra...-ladeé la sonrisa.
En el barco me había preguntado que porque aguantaba tanto el alcohol, en ese momento no respondí, mas ahora no veía el porque no.
-Aguantamos días celebrando con hidromiel, porque empezamos a beber cuando nos hacemos hombres, que para nosotros es mas pronto que para vosotros.
Recuerdo mi primera jarra, iba por los suelos y aun no la había ni terminado. Acompañé a mi padre con nueve años a mi primera gesta, esa noche frente a las llamas de una fogata, apuré mi primera jarra. Si matas como un hombre, es lógico que bebas y folles también como uno.
Sonreí divertido, al ver la cara que me ponía.
-y no -apunte casi intuyendo su siguiente pregunta - no folle con nueve años, si no con trece, con una esclava mayor que yo.
El barco atracó en Guiza, así que desembarcamos de nuevo y seguí a Naitiri por las calles de su ciudad, me explicaba a cada paso cada parte de su cultura, una de la que se notaba estaba muy orgullosa, las pirámides, la zona de los mercaderes, todo parecía lograr hacer brillar sus ojos con intensidad. Me gustaba verla así, la verdad.
Las calles se fueron estrechando ,el barullo de gente era molesto, me sentía mareado y no ayudaba aquel ir y venir de personas de tez oscura y vestidos casi del mismo modo.
Asentí cunado dijo que no me perdiera, cierto era que aparte de un par de palabras en su idioma, poco o nada sabia de este, si me perdía no seria capaz de encontrarme, aunque a fin de cuentas era un vikingo que sabia protegerme, de peores situaciones había salido con vida...
Así llegamos frente a una casa bastante vieja en un barrio humilde, sin duda muy alejada de las zonas donde los turistas se hospedarían.
Naitiri golpeo una puerta que pronto fue abierta por un hombre que con gran jubilo celebro su visita.
Enarqué una ceja, poco o nada me gustaban esas confianzas para con ellas, por no contar que no entendía ni papa, mas con el gesto serio y en silencio sepulcral esperé a que se produjera la despedida sin mas.
Unas calles mas abajo se encontraba la casa que me había explicado la Egipcia que el amigo de su madre nos había prestado, una que al parecer ya había ocupado Naitiri en alguna que otra ocasión, con lo cual pasaríamos bastante desapercibidos si eso podía ser posible dada mi blanca tez.
Nada mas entrar Naitiri abrió todos los ventanales de par en par y yo dejé caer las maletas tratando de tomar una brizna de aire en ese lugar de calor asfixiante.
Nai volvió a preguntarme que si me encontraba bien incluso me recomendó tomar una baño, la verdad lo necesitaba, lo que no sabia es que era tan evidente mi estado.
-Estoy bien, no estoy acostumbrado a este calor, supongo que es cuestión de un par de días para adaptarme -ladeé la sonrisa con chulería -quizás mas cerveza fría me ayude -pedí guiñándole un ojo.
No iba a admitir que me dolía todo el cuerpo, que me sentía bastante mareado, imaginé que un baño y descanso solucionaría el problema y que mañana estaría en perfecto estado para empuñar la espada.
Nai finalmente se adentro en el baño antes que yo, la vi salir con el pelo mojado cruzándonos por los pasillos, olía como siempre, a aquel peculiar olor a grosella que me abducía embriagándome de un modo que ni siquiera yo alcanzaba a comprender.
Acaricié su cintura con suavidad deteniéndola un instante frente a mi. Mis ojos recorrieron su cuerpo y mis labios se entreabrieron frente a los suyos.
-Hueles bien -apunté para dejarla seguir su camino poco después y adentrarme en el baño para hacer lo propio con el agua mas fría que fui capaz de poner.
Una vez limpio y algo mas fresco me vestí con la ropa vieja que había encontrado, tela mas fina que la propia, algo que agradecí enormemente y camine hasta la cocina donde me encontré con la egipcia que ya había preparado algo de comida para ambos.
La observé desde el marco con una ladeada sonrisa, podría acostumbrarme a esto, no a Egipto, si no a ella conmigo.
Sus ojos me buscaron, sonreía y eso logro contagiarme de un humor del que no había hecho gala el resto del día. Tomé lo que me pidió y tras ella fui al salón dejándolo sobre la mesa donde ella había colocado el bol y la jarra fría.
-Estoy bien Nai, no has de preocuparte, solo era eso, un golpe de calor, de allí donde vengo la temperatura es bien distinta -apunté alargando la mano para coger comida, estaba hambriento y la verdad, todo me sabia de maravilla.
Me serví una jarra fría y bebí de ella con cierto alivio, entumecía ligeramente el dolor.
-¿un plan? Claro, buscar esos diarios de tu madre para poder traducir los papiros, ese es el plan, lo que no se es por donde empezar, pero para eso estas tu ¿no?
Sonreí divertido y una vez acabé de cenar me fui al sofá con la jarra llena, di un par de toques a mi lado para invitarla a sentarse conmigo.
-¿cuéntame algo Nai? ¿un cuento? -bromeé devolviendole lo de la noche anterior.
Apoyé la jarra en mi pierna, me costaba bastante mantenerme despierto y poco a poco mi cabeza fue cediendo hasta quedar apoyado ligeramente en ella. Seguía muy caliente y el sopor del alcohol empezaba a adueñarse de mi, bueno la verdad llevaba con esa sensación de mareo el día entero.
-Solo estoy cansado -apunté cerrando los ojos -debería irme a dormir.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Era agradable volver a sentirme como en casa, de hecho, es que realmente estaba en casa porque por muchos años que viviera en París, aquel país y aquella ciudad siempre las llevaba conmigo fuera donde fuera. Ese día hacía bastante calor y eso solo significaba que la primavera estaba a la vuelta de la esquina y que el calor iría aumentando de forma paulatina y gradual con el paso de los días, esperaba que el vikingo se acostumbrara pronto a aquel clima porque no sabía exactamente cuánto tiempo íbamos a estar allí, ni cuantos nos llevaría dar con los cuadernos de mí madre, ni la traducción de los papiros… quizás en un par de días se iría acostumbrando, pero debería también de cambiar de atuendo porque el que llevaba era demasiado grueso para estar por allí y eso le daría mucho más calor, no sabía como no se había quitado ya aquel abrigo de pieles que llevaba encima, desde luego que allí no iba a necesitarlos para nada.
Su respuesta de por qué aguantaba tanto el alcohol llegó tardía pero lo escuché mientras en mí mente me lo imaginaba con nueve años yendo con su padre en su primera batalla, ellos tenían esa costumbre ya que los instruían desde bien pequeños. No me podía creer que con esa edad hubiera empezado a beber y que además se pudiera llegar a beber una jarra él solo con lo pequeño que era. Mí boca se abrió de forma leve ante sus siguientes palabras, ¿me estaba diciendo que…? Pero al parecer ya conocía cuál iba a ser mí siguiente pregunta, en verdad una bastante obvia y que seguramente reflejara el desconcierto de mí rostro. Bueno, no fue con nueve años pero también empezó bastante joven en el mundo del placer… no comenté nada al respecto mientras el barco seguía su curso.
-Me alegra de que te guste la cerveza, la verdad es que para el tiempo que entra es una de las mejores cosas para refrescarse… el vino también, pero al llevar más grados te da más sueño luego –por fin llegamos a tomar tierra en la ciudad en la que nací, parecía que el tiempo no había pasado para nada porque todo seguía tal cual lo recordaba en mí mente; sus calles, la gente, los puestos que había en el mercado… todo parecía exactamente igual. Comencé a andar diciéndole que no se perdiera porque allí nadie sabía hablar francés y no iba a poder comunicarse con nadie, al girarme para mirarlo lo había pillado observando la parte baja de mí espalda y negué con la cabeza continuando por aquellas calles con una sonrisa ladeada. Mí plan era pasar desapercibidos todo lo que pudiéramos, algo un tanto complicado si teníamos en cuenta lo alto que era, su tez pálida que destacaba con la del resto y sobre todo aquella vestimenta que llevaba. Pero ir a la zona donde había más turistas sería llamar aún más la atención, así que esperaba que nos pudiéramos quedar en la misma casa donde me hospedé a mí vuelta de París. Conocía al dueño de ella y sabía que no iba a ser un problema para ninguno, por lo que una vez llegamos a su casa y le pedí la llave no me puso ninguna pega y no tardamos mucho más de diez minutos en llegar al lugar.
El sitio era una zona residencial donde vivían familias que eran mercaderes y comerciantes, era el mejor lugar para pasar desapercibidos teniendo en cuenta que aquel vikingo llamaba la atención por donde pasaba. Las ventanas al entrar fue lo que primero abrí para que se ventilara un poco todo, hacía calor pero la brisa que corría era fresquita y se agradecía bastante. Parecía bastante cansado y no me extrañaba, en donde él vivía solo tenían unas temperaturas parecidas en su verano y aquí íbamos de camino a la primavera, además las ropas que llevaba no eran las adecuadas para el lugar. Si a eso le sumábamos la humedad y la calima… sí, seguramente estuviera cansado por el cambio de clima que había de donde él vivía, París y ahora Guiza. Lo mejor era que se diera un baño y así también se despejaría un poco, yo también iba a hacer lo mismo antes de ponerme a mirar algo para hacer de comer.
-Vaya, ¿me vas a hacer caso por una vez? Creo que es todo un logro, la verdad –comenté con algo de diversión al ver que iba a hacerme caso y a tomarse un baño de agua fría- pero antes… voy yo –cogí una de las maletas y la subí arriba dejándola en una habitación, saqué ropa y me adentré para darme un baño de agua fría que quitó todo el calor que llevaba en el cuerpo, no me importó mojarme el pelo porque con el calor que había seguramente se secara pronto así que disfruté de la sensación refrescante del baño y no quise tardar demasiado porque él lo necesitaba más que yo. Aquel vestido blanco de lino era bastante fresco aunque seguramente acabaría por comprarme alguno típico que se vendían en los mercados, nada mejor como nuestro material y los vestidos que utilizábamos para aguantar bien el calor. Era de manga corta y el escote tapaba lo necesario y el color blanco resaltaba con mí tez morena, dejé el pelo suelto cayendo como una cascada por mí espalda y salí para dejar que él se diera ese baño que necesitaba.
Cuando me lo crucé por el pasillo le di una sonrisa breve e iba a continuar camino cuando sus manos me pararon de forma suave por la cintura dejándome delante de él, sus ojos recorrieron mí cuerpo mirando aquel vestido que llevaba, su rostro estaba ligeramente inclinado hacia delante y podía notar su aliento contra el mío. Sonreí ante sus palabras y lo miré con cierta diversión en los ojos, parecía que de alguna forma no podía evitar terminar por buscarme, incluso tras lo que había pasado la última noche en el barco. Parecía que era superior a sus fuerzas y corroboraba con cada una de sus acciones el hecho de que estaba pendiente de mí, y lo hacía en más de un sentido. Lo que no sabía es si era consciente de ello o, simplemente, se dejaba llevar.
-Claro que huelo bien… a diferencia de ti –con uno de mis dedos le di un golpe en su nariz y me alejé riéndome divertida por lo fácil que me había puesto aquello. Mientras él se bañaba preparé las cosas para comer y cuando casi lo tenía listo me giré encontrándomelo apoyado en el marco de la puerta, a saber cuánto llevaría ahí. Le sonreí viendo que parecía en mejor estado- Parece que el baño te ha sentado bien –observé la ropa que llevaba- y esa ropa mejor que lo que llevabas. Deberías de pensar en… bueno, comprarte ropa de aquí porque con las que llevas tú vas a pasar mucho calor, te lo digo por experiencia –yo ya le había dado el consejo, él que hiciera lo que quisiera. Sentados en la mesa con la comida lista y las jarras lo miré al ver que seguía cansado pese al baño- Te acostumbrarás a este clima, sé que para vosotros esto es como un verano aunque algo más húmedo… suerte que tenemos cerveza bien fría, ¿no? –Sonreí terminando de comer esperando que me dijera el plan a seguir- Lo más lógico sería empezar por mí casa, por las cosas que dejó mí madre a ver si puedo encontrar algo. Luego había pensado ir a su despacho por si allí podría haber dejado alguna pista si no encuentro nada en casa –miré hacia la ventana recordando la casa donde me había criado y la que visité la última vez que vine. Lo seguí con la mirada hasta que se sentó en el sofá que había con la jarra en la mano, al parecer el alcohol y él iban también de la mano. Iba a sentarme a su lado cuando un maullido captó mí atención mirando hacia una de las ventanas- Oh mira, tenemos visita –reconocía a ese gato de la última vez que vine, era uno que vivía por la zona y la gente le dejaba algo de comida, allí se amaba mucho a los gatos. Me acerqué despacio hacia la ventana viendo que el gato no se apartaba en ningún momento- ¿Todavía sigues por aquí pequeño? –Terminé por acercarme a él del todo y con cautela extendí mí mano hacia él.
Su pelaje era negro como la noche y sus ojos resplandecían con la luz, se dejó tocar y era bastante cariñoso para vivir en la calle. Lo cogí en brazos y me giré para sentarme en el sofá viendo que el vikingo me hacía señas para que me sentara a su lado, dejé el gato a un lado y me senté sobre el sofá doblando las piernas quedando de cara a él, le quité la jarra que tenía y dándole un trago para volver a dejársela.
-¿Sabías que antiguamente, para nosotros, los gatos eran señal de buen augurio y de buena suerte? –El sofá tenía una funda que acababa como en flecos, y con la parte de arriba comencé a mover un par viendo que el gato saltaba para intentar cogerlos, haciendo que me riera. Me giré para mirarlo cuando comentó lo del cuento y reí mirándolo- Sabes que soy capaz de contarte un cuento, ¿no es así? –Enarqué una ceja de lo más divertida- Tengo muchos para contarte, aunque en ninguno se hace mención a un soldado al que le clavan una flecha envenenada… -de repente me vino uno de los tantos cuentos que me había contado mí madre y que me hizo sonreír levemente- Te contaré uno: El nombre secreto de Ra –me mordí el labio y lo miré porque el cuento iba con doble sentido que sabía iba a entender por qué se lo contaba- Todos los dioses egipcios tienen varios nombres, pero ninguno de ellos es su verdadero nombre. Ese lo guardan en secreto para que los demás puedan utilizarlo para acrecentar su poder. Ra, como tantos otros, lo tenía oculto y ningún Dios ni ningún humano sabía realmente su verdadero nombre. Isis que también quería saberlo se preguntó cómo podría averiguar su nombre, sabía que por métodos tradicionales no lo conseguiría así que decidió idear un plan utilizando su sabiduría y la magia. Creó una serpiente para que mordiera a Ra de forma que solamente ella pudiera curar el veneno cuando este le dijera su verdadero nombre. Ra, pese al dolor que sentía, no quería hacerlo y le dijo todos aquellos nombres que ella ya conocía. Presa del dolor por la mordedura juró que le diría su nombre siempre que lo mantuviera en secreto y que solo lo compartiera con Horus, hijo de Isis. Ella aceptó el trato y solo cuando supo su verdadero nombre fue que lo curó del veneno… y así ella se convirtió en una diosa tan poderosa como Ra –lo miré con una sonrisa cuando terminé de contar el relato, parecía bastante cansado y le aparté la jarra cuando comenzó a vencerse hacia donde yo estaba hasta que su frente quedó contra mí hombro. Desde que había pasado aquello en el barco había tomado la decisión de mantenerme un poco alejada de él porque no quería que volviera a pasar lo mismo, así que intentaba no provocarlo y no buscarlo… aunque él, a veces, parecía que no podía evitarlo. Mis dedos apartaron los mechones del pelo y noté que seguía caliente- Vikingo, ¿seguro que estás bien? –No quería agobiarle con mis preguntas, quizás solamente fuera por el calor que hacía y al que no estaba acostumbrado. Dejé la jarra sobre la mesita que había enfrente y lo enderecé para mirarle, si mañana seguía igual que como estaba ahora significaba que no era por el calor- Venga vamos, te ayudaré a llegar arriba –tiré de su mano para que se pusiera en pie y poder avanzar hacia las escaleras, mí brazo rodeaba su cintura y lo ayudé hasta llegar a la habitación donde dejé que se tumbara en la cama observándolo, esperaba realmente que fuera solo un golpe de calor y que mañana estuviera mejor, iba a fijarme y a prestarle atención a ver cómo amanecía porque algo me decía que era algo que no me estaba diciendo, o no quería decirme- Descansa vikingo, seguro que mañana estás mucho mejor –le sonreí porque era lo que quería que fuera, no estaba preparada para sobresaltos de última hora- Yo debería de irme a dormir también, mañana empezaré la búsqueda de los cuadernos, hoy ha sido un día algo caluroso y con mucho viaje.
Su respuesta de por qué aguantaba tanto el alcohol llegó tardía pero lo escuché mientras en mí mente me lo imaginaba con nueve años yendo con su padre en su primera batalla, ellos tenían esa costumbre ya que los instruían desde bien pequeños. No me podía creer que con esa edad hubiera empezado a beber y que además se pudiera llegar a beber una jarra él solo con lo pequeño que era. Mí boca se abrió de forma leve ante sus siguientes palabras, ¿me estaba diciendo que…? Pero al parecer ya conocía cuál iba a ser mí siguiente pregunta, en verdad una bastante obvia y que seguramente reflejara el desconcierto de mí rostro. Bueno, no fue con nueve años pero también empezó bastante joven en el mundo del placer… no comenté nada al respecto mientras el barco seguía su curso.
-Me alegra de que te guste la cerveza, la verdad es que para el tiempo que entra es una de las mejores cosas para refrescarse… el vino también, pero al llevar más grados te da más sueño luego –por fin llegamos a tomar tierra en la ciudad en la que nací, parecía que el tiempo no había pasado para nada porque todo seguía tal cual lo recordaba en mí mente; sus calles, la gente, los puestos que había en el mercado… todo parecía exactamente igual. Comencé a andar diciéndole que no se perdiera porque allí nadie sabía hablar francés y no iba a poder comunicarse con nadie, al girarme para mirarlo lo había pillado observando la parte baja de mí espalda y negué con la cabeza continuando por aquellas calles con una sonrisa ladeada. Mí plan era pasar desapercibidos todo lo que pudiéramos, algo un tanto complicado si teníamos en cuenta lo alto que era, su tez pálida que destacaba con la del resto y sobre todo aquella vestimenta que llevaba. Pero ir a la zona donde había más turistas sería llamar aún más la atención, así que esperaba que nos pudiéramos quedar en la misma casa donde me hospedé a mí vuelta de París. Conocía al dueño de ella y sabía que no iba a ser un problema para ninguno, por lo que una vez llegamos a su casa y le pedí la llave no me puso ninguna pega y no tardamos mucho más de diez minutos en llegar al lugar.
El sitio era una zona residencial donde vivían familias que eran mercaderes y comerciantes, era el mejor lugar para pasar desapercibidos teniendo en cuenta que aquel vikingo llamaba la atención por donde pasaba. Las ventanas al entrar fue lo que primero abrí para que se ventilara un poco todo, hacía calor pero la brisa que corría era fresquita y se agradecía bastante. Parecía bastante cansado y no me extrañaba, en donde él vivía solo tenían unas temperaturas parecidas en su verano y aquí íbamos de camino a la primavera, además las ropas que llevaba no eran las adecuadas para el lugar. Si a eso le sumábamos la humedad y la calima… sí, seguramente estuviera cansado por el cambio de clima que había de donde él vivía, París y ahora Guiza. Lo mejor era que se diera un baño y así también se despejaría un poco, yo también iba a hacer lo mismo antes de ponerme a mirar algo para hacer de comer.
-Vaya, ¿me vas a hacer caso por una vez? Creo que es todo un logro, la verdad –comenté con algo de diversión al ver que iba a hacerme caso y a tomarse un baño de agua fría- pero antes… voy yo –cogí una de las maletas y la subí arriba dejándola en una habitación, saqué ropa y me adentré para darme un baño de agua fría que quitó todo el calor que llevaba en el cuerpo, no me importó mojarme el pelo porque con el calor que había seguramente se secara pronto así que disfruté de la sensación refrescante del baño y no quise tardar demasiado porque él lo necesitaba más que yo. Aquel vestido blanco de lino era bastante fresco aunque seguramente acabaría por comprarme alguno típico que se vendían en los mercados, nada mejor como nuestro material y los vestidos que utilizábamos para aguantar bien el calor. Era de manga corta y el escote tapaba lo necesario y el color blanco resaltaba con mí tez morena, dejé el pelo suelto cayendo como una cascada por mí espalda y salí para dejar que él se diera ese baño que necesitaba.
Cuando me lo crucé por el pasillo le di una sonrisa breve e iba a continuar camino cuando sus manos me pararon de forma suave por la cintura dejándome delante de él, sus ojos recorrieron mí cuerpo mirando aquel vestido que llevaba, su rostro estaba ligeramente inclinado hacia delante y podía notar su aliento contra el mío. Sonreí ante sus palabras y lo miré con cierta diversión en los ojos, parecía que de alguna forma no podía evitar terminar por buscarme, incluso tras lo que había pasado la última noche en el barco. Parecía que era superior a sus fuerzas y corroboraba con cada una de sus acciones el hecho de que estaba pendiente de mí, y lo hacía en más de un sentido. Lo que no sabía es si era consciente de ello o, simplemente, se dejaba llevar.
-Claro que huelo bien… a diferencia de ti –con uno de mis dedos le di un golpe en su nariz y me alejé riéndome divertida por lo fácil que me había puesto aquello. Mientras él se bañaba preparé las cosas para comer y cuando casi lo tenía listo me giré encontrándomelo apoyado en el marco de la puerta, a saber cuánto llevaría ahí. Le sonreí viendo que parecía en mejor estado- Parece que el baño te ha sentado bien –observé la ropa que llevaba- y esa ropa mejor que lo que llevabas. Deberías de pensar en… bueno, comprarte ropa de aquí porque con las que llevas tú vas a pasar mucho calor, te lo digo por experiencia –yo ya le había dado el consejo, él que hiciera lo que quisiera. Sentados en la mesa con la comida lista y las jarras lo miré al ver que seguía cansado pese al baño- Te acostumbrarás a este clima, sé que para vosotros esto es como un verano aunque algo más húmedo… suerte que tenemos cerveza bien fría, ¿no? –Sonreí terminando de comer esperando que me dijera el plan a seguir- Lo más lógico sería empezar por mí casa, por las cosas que dejó mí madre a ver si puedo encontrar algo. Luego había pensado ir a su despacho por si allí podría haber dejado alguna pista si no encuentro nada en casa –miré hacia la ventana recordando la casa donde me había criado y la que visité la última vez que vine. Lo seguí con la mirada hasta que se sentó en el sofá que había con la jarra en la mano, al parecer el alcohol y él iban también de la mano. Iba a sentarme a su lado cuando un maullido captó mí atención mirando hacia una de las ventanas- Oh mira, tenemos visita –reconocía a ese gato de la última vez que vine, era uno que vivía por la zona y la gente le dejaba algo de comida, allí se amaba mucho a los gatos. Me acerqué despacio hacia la ventana viendo que el gato no se apartaba en ningún momento- ¿Todavía sigues por aquí pequeño? –Terminé por acercarme a él del todo y con cautela extendí mí mano hacia él.
Su pelaje era negro como la noche y sus ojos resplandecían con la luz, se dejó tocar y era bastante cariñoso para vivir en la calle. Lo cogí en brazos y me giré para sentarme en el sofá viendo que el vikingo me hacía señas para que me sentara a su lado, dejé el gato a un lado y me senté sobre el sofá doblando las piernas quedando de cara a él, le quité la jarra que tenía y dándole un trago para volver a dejársela.
-¿Sabías que antiguamente, para nosotros, los gatos eran señal de buen augurio y de buena suerte? –El sofá tenía una funda que acababa como en flecos, y con la parte de arriba comencé a mover un par viendo que el gato saltaba para intentar cogerlos, haciendo que me riera. Me giré para mirarlo cuando comentó lo del cuento y reí mirándolo- Sabes que soy capaz de contarte un cuento, ¿no es así? –Enarqué una ceja de lo más divertida- Tengo muchos para contarte, aunque en ninguno se hace mención a un soldado al que le clavan una flecha envenenada… -de repente me vino uno de los tantos cuentos que me había contado mí madre y que me hizo sonreír levemente- Te contaré uno: El nombre secreto de Ra –me mordí el labio y lo miré porque el cuento iba con doble sentido que sabía iba a entender por qué se lo contaba- Todos los dioses egipcios tienen varios nombres, pero ninguno de ellos es su verdadero nombre. Ese lo guardan en secreto para que los demás puedan utilizarlo para acrecentar su poder. Ra, como tantos otros, lo tenía oculto y ningún Dios ni ningún humano sabía realmente su verdadero nombre. Isis que también quería saberlo se preguntó cómo podría averiguar su nombre, sabía que por métodos tradicionales no lo conseguiría así que decidió idear un plan utilizando su sabiduría y la magia. Creó una serpiente para que mordiera a Ra de forma que solamente ella pudiera curar el veneno cuando este le dijera su verdadero nombre. Ra, pese al dolor que sentía, no quería hacerlo y le dijo todos aquellos nombres que ella ya conocía. Presa del dolor por la mordedura juró que le diría su nombre siempre que lo mantuviera en secreto y que solo lo compartiera con Horus, hijo de Isis. Ella aceptó el trato y solo cuando supo su verdadero nombre fue que lo curó del veneno… y así ella se convirtió en una diosa tan poderosa como Ra –lo miré con una sonrisa cuando terminé de contar el relato, parecía bastante cansado y le aparté la jarra cuando comenzó a vencerse hacia donde yo estaba hasta que su frente quedó contra mí hombro. Desde que había pasado aquello en el barco había tomado la decisión de mantenerme un poco alejada de él porque no quería que volviera a pasar lo mismo, así que intentaba no provocarlo y no buscarlo… aunque él, a veces, parecía que no podía evitarlo. Mis dedos apartaron los mechones del pelo y noté que seguía caliente- Vikingo, ¿seguro que estás bien? –No quería agobiarle con mis preguntas, quizás solamente fuera por el calor que hacía y al que no estaba acostumbrado. Dejé la jarra sobre la mesita que había enfrente y lo enderecé para mirarle, si mañana seguía igual que como estaba ahora significaba que no era por el calor- Venga vamos, te ayudaré a llegar arriba –tiré de su mano para que se pusiera en pie y poder avanzar hacia las escaleras, mí brazo rodeaba su cintura y lo ayudé hasta llegar a la habitación donde dejé que se tumbara en la cama observándolo, esperaba realmente que fuera solo un golpe de calor y que mañana estuviera mejor, iba a fijarme y a prestarle atención a ver cómo amanecía porque algo me decía que era algo que no me estaba diciendo, o no quería decirme- Descansa vikingo, seguro que mañana estás mucho mejor –le sonreí porque era lo que quería que fuera, no estaba preparada para sobresaltos de última hora- Yo debería de irme a dormir también, mañana empezaré la búsqueda de los cuadernos, hoy ha sido un día algo caluroso y con mucho viaje.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Un gato negro se había colado por nuestro ventanal, Naitiri no dudó en acercarse para dedicarle esas caricias de las que a mi me privaba.
-Quien fuera gato -murmuré entre dientes al ver que lo cogía en brazos pegándolo a su pecho, ahora envidiaba a los cambiantes y mas le valía a ese felino ser un mero animal, pues de lo contrario se lo haría pagar.
Naitirí tomó asiento a mi lado, parecía dispuesta a contarme el cuento, al parecer no había comprendido que lo dije como uno de tantos comentario irónicos y maliciosos que le dedicaba a lo largo del día.
Ladeé la sonrisa escuchando su historia, sin duda me la estaba dedicando, pues desconocía mi nombre y a decir verdad, se asemejaba mas de lo que podía imaginar pues también un veneno corría por mis venas, y de no haberlo tratado la egipcia a estas alturas estaría muerto sin ninguna duda.
Mi cuerpo cedió, fruto del cansancio, del calor, no me encontraba demasiado bien, nada que unas horas de sueño reparador no pudieran solucionar o al menos eso pensaba yo.
Aunque era cierto que mi cuerpo pesaba, que los músculos parecían entumecidos y el costado donde estaba la herida de la saeta abrasaba sin dejar de supurar ese liquido amarillento que indicaba que eso estaba infectado.
No quería preocuparla, así que con una sonrisa que alzaba los mil y un escudos frente a ella y su pregunta, asentí y me deje ayudar para llegar al piso superior. No emití quejido alguno, eso no era de hombres, aunque cada paso me suponía un sobre esfuerzo que me esmeré en disimular, algo que no hizo el sudor perlado que invadía mi rostro indicando que algo iba mal.
La puerta se cerró y con ella mis ojos, mi respiración se sentía entrecortada, un duerme vela que no me daba tregua ,dolor y mas dolor.
La habitación daba vueltas a mi alrededor, como en la peor de las borracheras, parecía un Drakkar luchando contra la tempestad. Jadeé tratando de ponerme en pie, quería llegar a la cocina a por mas cerveza, calmar no solo mi sed, si no lanzadla sobre la herida para desinfectarla.
Camino lento, mis manos contra las paredes, mi cuerpo tenso sustentándose contra ellas, mi rostro cuadriculado, jadeaba a cada paso, las escaleras fueron mi talón de Aquiles, pues mis piernas trastrabillaron y mi cuerpo cedió con ellas cayendo rodando hasta el suelo del gran salón.
Siseé llevando mi mano a la herida, jadeé agotado, tratando de buscar algo a l oque aferrarme para poder alzarme.
Unos pasos descalzos corrieron hacia mi, alcé la mirada, era ella, Nai, ladeé la sonrisa mientras mis ojos se achicaban y abrían. Manchas marrones inundaban la estancia apagando de color mi noche. Todo se oscurecía, solo la egipcia parecía brillar frente a mis ojos.
Su mano aferró mis brazos, sonreí al sentir su piel contra la mía, estaba delirando, sentía su calor, su olor...
-No te enfades -susurré apresando su rostro entre mis manos, mi aliento choco contra sus labios -solo quería llegar a la hidromiel, el antídoto esta asqueroso, quema.
Mi respiración entrecortada se encontró con la suya, mis labios rozaron los ajenos despacio, nuestra nariz se acarició, sonreí contra su boca, presionándola, sintiendo su respiración. Baile de miradas, la mía en sus labios murió.
-No podía dejar ir a otro Nai. No podía -jadeé contra su boca.
-Quien fuera gato -murmuré entre dientes al ver que lo cogía en brazos pegándolo a su pecho, ahora envidiaba a los cambiantes y mas le valía a ese felino ser un mero animal, pues de lo contrario se lo haría pagar.
Naitirí tomó asiento a mi lado, parecía dispuesta a contarme el cuento, al parecer no había comprendido que lo dije como uno de tantos comentario irónicos y maliciosos que le dedicaba a lo largo del día.
Ladeé la sonrisa escuchando su historia, sin duda me la estaba dedicando, pues desconocía mi nombre y a decir verdad, se asemejaba mas de lo que podía imaginar pues también un veneno corría por mis venas, y de no haberlo tratado la egipcia a estas alturas estaría muerto sin ninguna duda.
Mi cuerpo cedió, fruto del cansancio, del calor, no me encontraba demasiado bien, nada que unas horas de sueño reparador no pudieran solucionar o al menos eso pensaba yo.
Aunque era cierto que mi cuerpo pesaba, que los músculos parecían entumecidos y el costado donde estaba la herida de la saeta abrasaba sin dejar de supurar ese liquido amarillento que indicaba que eso estaba infectado.
No quería preocuparla, así que con una sonrisa que alzaba los mil y un escudos frente a ella y su pregunta, asentí y me deje ayudar para llegar al piso superior. No emití quejido alguno, eso no era de hombres, aunque cada paso me suponía un sobre esfuerzo que me esmeré en disimular, algo que no hizo el sudor perlado que invadía mi rostro indicando que algo iba mal.
La puerta se cerró y con ella mis ojos, mi respiración se sentía entrecortada, un duerme vela que no me daba tregua ,dolor y mas dolor.
La habitación daba vueltas a mi alrededor, como en la peor de las borracheras, parecía un Drakkar luchando contra la tempestad. Jadeé tratando de ponerme en pie, quería llegar a la cocina a por mas cerveza, calmar no solo mi sed, si no lanzadla sobre la herida para desinfectarla.
Camino lento, mis manos contra las paredes, mi cuerpo tenso sustentándose contra ellas, mi rostro cuadriculado, jadeaba a cada paso, las escaleras fueron mi talón de Aquiles, pues mis piernas trastrabillaron y mi cuerpo cedió con ellas cayendo rodando hasta el suelo del gran salón.
Siseé llevando mi mano a la herida, jadeé agotado, tratando de buscar algo a l oque aferrarme para poder alzarme.
Unos pasos descalzos corrieron hacia mi, alcé la mirada, era ella, Nai, ladeé la sonrisa mientras mis ojos se achicaban y abrían. Manchas marrones inundaban la estancia apagando de color mi noche. Todo se oscurecía, solo la egipcia parecía brillar frente a mis ojos.
Su mano aferró mis brazos, sonreí al sentir su piel contra la mía, estaba delirando, sentía su calor, su olor...
-No te enfades -susurré apresando su rostro entre mis manos, mi aliento choco contra sus labios -solo quería llegar a la hidromiel, el antídoto esta asqueroso, quema.
Mi respiración entrecortada se encontró con la suya, mis labios rozaron los ajenos despacio, nuestra nariz se acarició, sonreí contra su boca, presionándola, sintiendo su respiración. Baile de miradas, la mía en sus labios murió.
-No podía dejar ir a otro Nai. No podía -jadeé contra su boca.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
La cena había pasado sin ningún incidente, el vikingo se veía cansado pero lo atribuí a los viajes que habíamos hecho hasta llegar allí y al calor sofocante que asolaba la ciudad de Guiza, para él sería una temperatura demasiado alta y solo esperaba que en un par de días estuviera acostumbrado o realmente iba a pasarlo mal el tiempo que estuviéramos allí. Al menos su apetito no había disminuido con el calor ya que comió bastante mientras bebía cerveza, una imagen a la que ya estaba acostumbrada pues la mayor parte del tiempo la pasaba con una jarra de hidromiel, o de cerveza, en la mano. La visita de aquel gato para mí fue como un preludio de que algo bueno debía de pasar, al menos nosotros teníamos esa costumbre y pensábamos que los gatos daban buena suerte. Este en concreto era cariñoso, algo un poco extraño en un gato, así que no dudé en dejarlo en el sofá.
Sabía de sobra que su comentario sobre contarle un cuento había sido totalmente irónico y algo burlesco al hacer referencia a algo que le había dicho yo en el barco, lo que él quizás no se había esperado es que le contara un cuento y que además fuera un cuento que hablaba sobre un nombre secreto. No entendía por qué no quería decirme su nombre y que relevancia tenía para no decírmelo, pero dado que había sido herido con una flecha impregnada de veneno veía el relato de lo más oportuno. Parecía más cansado de lo que podía aparentar y me pregunté si realmente estaría bien, ya le había dicho que me avisara si pasaba algo con la herida y al no decirme nada intuí que era cansancio y un golpe de calor.
Lo ayudé a subir a la habitación y lo dejé en la cama esperando que la noche fuera reparadora para él y que al día siguiente se despertara mejor, si resultaba que por la mañana no había mejorado me centraría entonces en la herida que todavía tenía sin curar. Lo dejé para yo también marcharme a dormir porque mañana empezaríamos ya con la búsqueda de los cuadernos y estaba algo nerviosa. No sabía exactamente si los íbamos a encontrar, ya le había advertido que no había garantía de ello aunque yo iba a poner todo mí empeño por encontrarlos… sentía curiosidad por saber qué era lo que mí madre había guardado con tanto recelo y por qué me había enseñado de pequeña esos cuadernos y de alguna forma hasta me hubiera preparado para ello.
Entre tanto pensamiento sobre lo que se nos avecinaba encima conseguí dormirme divagando sobre todo, desde la llegada de ese vikingo que había puesto mí vida patas arriba, hasta lo que aún teníamos por delante. Por suerte el hecho de no poder dormir se había quedado solamente en el barco porque al cabo de un rato mis ojos se cerraron por completo dando paso al sueño. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me había quedado dormida, pero al oír un fuerte golpe me desperté de pronto abriendo los ojos. Miré hacia la puerta que permanecía cerrada y me levanté de la cama para ver qué había sido. Al asomarme al pasillo pude ver que la puerta de la habitación donde lo había dejado a él estaba abierta, así que supuse que el ruido vendría de bajo. Cuando comencé a bajar por las escaleras oí unos jadeos que provenían de abajo, pero al bajar un poco más me di cuenta de que se encontraba tirado en el suelo, y parecía que le costaba levantarse.
-¡Oh, Maldición! –murmuré bajando deprisa lo que restaba de las escaleras hasta llegar a donde él estaba, tirado en mitad del salón terminando por acortar la distancia. Sus ojos se fijaron en los míos mientras me acercaba y ladeó la sonrisa al mismo tiempo que me arrodillaba a su lado buscando qué era lo que había hecho que se cayera. Ese era el golpe que había oído y que me había despertado, se había caído por las escaleras mientras bajaba. Su frente estaba perlada de sudor, su gesto parecía dolorido y su visión parecía que se enturbiaba porque a duras penas logró enfocarse en mí y solo lo hizo cuando me arrodillé a su lado y ya me tenía de cerca- Vikingo… ¡vikingo dime algo! – lo miré con algo de temor por lo que pudiera pasarle, así que le pedí que me hablara para saber que dentro de lo que cabía estaba bien, examinándolo a simple vista y con la escasa luz de la que contaba aunque mí intuición decía que el motivo iba a ser, precisamente, la herida que tenía sin curar. Lo incorporé un poco para poder examinarlo y antes de que pudiera hacer nada sus manos enmarcaron mí rostro notando su mirada puesta en mí y su aliento chocó contra mis labios. Me decía que no me enfadara, ¿por qué iba de enfadarme? Aunque si era por lo que pensaba sí que iba a tener motivos para estarlo.
Sus siguientes palabras llegaron a desconcertarme porque no sabía por qué las estaba diciendo, ¿antídoto? ¿Se estaría refiriendo al mismo que me había contado en el barco que lo había salvado? En el barco se había referido a que estaba asqueroso y que él hubiera querido que lo mezclaran con hidromiel… No comprendía nada de lo que me estaba diciendo aunque él parecía bastante seguro de lo que me estaba diciendo, sin soltar mi rostro en ningún momento. Debía de estar delirando por la fiebre que seguramente tendría y que sería también la causa de por qué había estado pasando tanto calor aquel día, ¿por qué entonces no me había dicho nada? Era un vikingo idiota y testarudo como él solo. Tenía que levantarlo de ahí y ponerlo en el sofá para poder examinarle bien esa herida que ya suponía que no iba a tener buen aspecto, era la única causa lógica del estado en el que se encontraba.
Siguió sujetando mí rostro entre sus manos sin apartar la mirada de mis ojos, notaba su respiración entrecortada y fue entonces cuando sus labios rozaron los míos apenas un momento, pude sentir que su nariz acariciaba la mía para luego notar sus labios presionando los míos apenas unos segundos, no me aparté ni lo alejé sino que me quedé a expensas de lo que fuera a hacer en aquel momento. Mis ojos bajaron una leve milésima a sus labios y mordí los míos para luego mirarlo a él, que hizo exactamente lo contrario dejando su vista en mis labios como había hecho otras veces. Por una fracción de segundo llegué a pensar que iba a besarme, su agarre era firme en mí rostro, sus labios estaban a escasos centímetros de los míos y su aliento chocaba contra ellos. Mis labios se entreabrieron dejando exhalar mí aliento cálido sobre sus labios. ¿Habría dejado que me besara? ¿Lo habría apartado? En esos momentos no sabría dar una respuesta exacta y precisa.
Sus palabras me hicieron mirarlo algo confundida ante la relevación que me estaba haciendo, algo que me confundió en sobremanera y que me hizo pensar que había algo más que no me estaba diciendo con aquellas simples palabras. Me dieron ganas de preguntarle muchas cosas, sobre todo por qué lo estaba diciendo… y por qué tenía la sensación de que él sabía de mí mucho más de lo que yo iba a poder saber de él. Podría haberle preguntado tantas cosas en ese momento que estaba convencida que, sin duda alguna, me las respondería sin dudar. Pero al final opté por hacerle caso en lo que fuera que él estuviera pensando o donde él creía que se encontraba, y llevé una de mis manos dejándola sobre una de las suyas.
-Lo sé, sé que no podías –no sabía a lo que se refería pero preferí tranquilizarlo dentro de su delirio y así todo sería más fácil. Cogí su mano y le sonreí para que estuviera tranquilo en ese sentido- No voy a enfadarme, te lo prometo, pero necesito que me ayudes a levantarte y llevarte a ese sofá –le sonreí levemente, calmándolo pese al dolor que debía de estar sintiendo- Vamos, arriba –cogí con mis manos su brazo y tiré de él poniéndolo en pie, las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo bastaron para conducirlo hasta el sofá y dejarlo tumbado. Mí mano fue a su rostro notando la fiebre que tenía y aparté los mechones de su frente para levantarme, coger un paño y mojarlo con agua fría para ponerlo sobre su frente volviendo a él con la esperanza de que le bajara la fiebre con aquello. Le subí la camisa que llevaba para ver la herida para darme cuenta de que esta tenía mal aspecto, estaba algo inflamada y supuraba un líquido amarillo que no presagiaba nada bueno. Su respiración subía y bajaba con rapidez y lo miré viendo que tenía los ojos cerrados. Debía de dolerle bastante y me dieron ganas de decirle cuatro cosas por aquello, pero no iba a hacerlo en aquella condición.
Me alejé para ir a la cocina y coger lo necesario para curarlo, cogí recipientes, más trapos y algo para desinfectar la herida y limpiarla así como un cubo de agua para ir cambiándole el paño e ir mojándolo cuando fuera necesario. Al llegar a su lado desgarré la camisa que llevaba viendo que su pecho también estaba lleno de sudor, cogí uno de los trapos y mojándolo en el agua lo pasé por su pecho quitando el sudor que había para que se enfriara también un poco este. Cogiendo unas gasas las mojé y las pasé sobre la herida que tenía quitando aquel líquido que supuraba de ella, limpiándola con cuidado para que no le doliera demasiado. Algo de piel fue llevaba al limpiarla debido a lo húmeda que estaba y poco a poco la fui limpiando viendo realmente como estaba. Una de sus manos cogió mí brazo y subí mí mirada a él, su respiración era irregular y parecía que le dolía.
-Sssssh, estoy aquí –una de mis manos fue a su rostro y le sonreí mirándolo- tranquilo, voy a curarte y verás que te encuentras mejor –me levanté para mirar en la cocina qué podía servirme para ponerle sobre la herida y aliviar su dolor, debía de comprobar también su sangre que no estuviera infectada, si era así esta saldría algo más oscura de lo normal. Miré en todos los armarios que había buscando lo que necesitaba y en un bol comencé a preparar y a mezclar las hierbas que había encontrado, mezclándolo hasta formar una pasta mezclando también algo de aceite que se utilizaba para alumbrar y volví a sentarme a su lado cogiendo la mezcla y extendiéndola por la herida. Sabía que iba a dolerle, sabía que iba a picarle pero era para parar la infección que tenía, aunque lo que más me preocupaba es que el veneno se hubiera extendido porque no sabía si iba a tener a mano los ingredientes necesarios para hacerlo. Se revolvió mientras le aplicaba en la herida pero aún así no paré y seguí hasta que esta quedó cubierta, limpié mis manos y volví a cambiarle el paño de la frente por otro nuevo. Extendí uno de sus brazos y le pinché un poco para comprobar si la sangre estaba infectada o no, por suerte no lo estaba porque tenía un color normal… pero igualmente no me quedaba tranquila. Llené un vaso con agua para dárselo y lo dejé sobre la mesa observándolo, debía de descansar y mañana volvería a revisarle la herida. Lancé un suspiro viendo cómo estaba de mal, ya le habían dicho que no estaba curado del todo y él se había lanzado a esta misión de cabeza sin pensar en nada… negué con la cabeza, había sido un idiota por haberse callado todo el día que se sentía mal y me había dado un susto cuando lo había visto tirado en el suelo. Una de mis manos recorrió su pecho esperando a que se relajara un poco y volviera a dormirse- Menudo susto me has dado –murmuré dándome cuenta de que me estaba mirando y le sonreí poniendo un dedo sobre sus labios para que no hablara- Descansa y duerme un poco, me aseguraré de cambiar los paños y controlar la herida –mí dedo recorrió su rostro y lo miré de forma fija, quería preguntarle muchas cosas, quería decirle muchas otras… pero por esa noche le daría ese descanso. Iba a ser una noche muy larga y debía de descansar.
Sabía de sobra que su comentario sobre contarle un cuento había sido totalmente irónico y algo burlesco al hacer referencia a algo que le había dicho yo en el barco, lo que él quizás no se había esperado es que le contara un cuento y que además fuera un cuento que hablaba sobre un nombre secreto. No entendía por qué no quería decirme su nombre y que relevancia tenía para no decírmelo, pero dado que había sido herido con una flecha impregnada de veneno veía el relato de lo más oportuno. Parecía más cansado de lo que podía aparentar y me pregunté si realmente estaría bien, ya le había dicho que me avisara si pasaba algo con la herida y al no decirme nada intuí que era cansancio y un golpe de calor.
Lo ayudé a subir a la habitación y lo dejé en la cama esperando que la noche fuera reparadora para él y que al día siguiente se despertara mejor, si resultaba que por la mañana no había mejorado me centraría entonces en la herida que todavía tenía sin curar. Lo dejé para yo también marcharme a dormir porque mañana empezaríamos ya con la búsqueda de los cuadernos y estaba algo nerviosa. No sabía exactamente si los íbamos a encontrar, ya le había advertido que no había garantía de ello aunque yo iba a poner todo mí empeño por encontrarlos… sentía curiosidad por saber qué era lo que mí madre había guardado con tanto recelo y por qué me había enseñado de pequeña esos cuadernos y de alguna forma hasta me hubiera preparado para ello.
Entre tanto pensamiento sobre lo que se nos avecinaba encima conseguí dormirme divagando sobre todo, desde la llegada de ese vikingo que había puesto mí vida patas arriba, hasta lo que aún teníamos por delante. Por suerte el hecho de no poder dormir se había quedado solamente en el barco porque al cabo de un rato mis ojos se cerraron por completo dando paso al sueño. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me había quedado dormida, pero al oír un fuerte golpe me desperté de pronto abriendo los ojos. Miré hacia la puerta que permanecía cerrada y me levanté de la cama para ver qué había sido. Al asomarme al pasillo pude ver que la puerta de la habitación donde lo había dejado a él estaba abierta, así que supuse que el ruido vendría de bajo. Cuando comencé a bajar por las escaleras oí unos jadeos que provenían de abajo, pero al bajar un poco más me di cuenta de que se encontraba tirado en el suelo, y parecía que le costaba levantarse.
-¡Oh, Maldición! –murmuré bajando deprisa lo que restaba de las escaleras hasta llegar a donde él estaba, tirado en mitad del salón terminando por acortar la distancia. Sus ojos se fijaron en los míos mientras me acercaba y ladeó la sonrisa al mismo tiempo que me arrodillaba a su lado buscando qué era lo que había hecho que se cayera. Ese era el golpe que había oído y que me había despertado, se había caído por las escaleras mientras bajaba. Su frente estaba perlada de sudor, su gesto parecía dolorido y su visión parecía que se enturbiaba porque a duras penas logró enfocarse en mí y solo lo hizo cuando me arrodillé a su lado y ya me tenía de cerca- Vikingo… ¡vikingo dime algo! – lo miré con algo de temor por lo que pudiera pasarle, así que le pedí que me hablara para saber que dentro de lo que cabía estaba bien, examinándolo a simple vista y con la escasa luz de la que contaba aunque mí intuición decía que el motivo iba a ser, precisamente, la herida que tenía sin curar. Lo incorporé un poco para poder examinarlo y antes de que pudiera hacer nada sus manos enmarcaron mí rostro notando su mirada puesta en mí y su aliento chocó contra mis labios. Me decía que no me enfadara, ¿por qué iba de enfadarme? Aunque si era por lo que pensaba sí que iba a tener motivos para estarlo.
Sus siguientes palabras llegaron a desconcertarme porque no sabía por qué las estaba diciendo, ¿antídoto? ¿Se estaría refiriendo al mismo que me había contado en el barco que lo había salvado? En el barco se había referido a que estaba asqueroso y que él hubiera querido que lo mezclaran con hidromiel… No comprendía nada de lo que me estaba diciendo aunque él parecía bastante seguro de lo que me estaba diciendo, sin soltar mi rostro en ningún momento. Debía de estar delirando por la fiebre que seguramente tendría y que sería también la causa de por qué había estado pasando tanto calor aquel día, ¿por qué entonces no me había dicho nada? Era un vikingo idiota y testarudo como él solo. Tenía que levantarlo de ahí y ponerlo en el sofá para poder examinarle bien esa herida que ya suponía que no iba a tener buen aspecto, era la única causa lógica del estado en el que se encontraba.
Siguió sujetando mí rostro entre sus manos sin apartar la mirada de mis ojos, notaba su respiración entrecortada y fue entonces cuando sus labios rozaron los míos apenas un momento, pude sentir que su nariz acariciaba la mía para luego notar sus labios presionando los míos apenas unos segundos, no me aparté ni lo alejé sino que me quedé a expensas de lo que fuera a hacer en aquel momento. Mis ojos bajaron una leve milésima a sus labios y mordí los míos para luego mirarlo a él, que hizo exactamente lo contrario dejando su vista en mis labios como había hecho otras veces. Por una fracción de segundo llegué a pensar que iba a besarme, su agarre era firme en mí rostro, sus labios estaban a escasos centímetros de los míos y su aliento chocaba contra ellos. Mis labios se entreabrieron dejando exhalar mí aliento cálido sobre sus labios. ¿Habría dejado que me besara? ¿Lo habría apartado? En esos momentos no sabría dar una respuesta exacta y precisa.
Sus palabras me hicieron mirarlo algo confundida ante la relevación que me estaba haciendo, algo que me confundió en sobremanera y que me hizo pensar que había algo más que no me estaba diciendo con aquellas simples palabras. Me dieron ganas de preguntarle muchas cosas, sobre todo por qué lo estaba diciendo… y por qué tenía la sensación de que él sabía de mí mucho más de lo que yo iba a poder saber de él. Podría haberle preguntado tantas cosas en ese momento que estaba convencida que, sin duda alguna, me las respondería sin dudar. Pero al final opté por hacerle caso en lo que fuera que él estuviera pensando o donde él creía que se encontraba, y llevé una de mis manos dejándola sobre una de las suyas.
-Lo sé, sé que no podías –no sabía a lo que se refería pero preferí tranquilizarlo dentro de su delirio y así todo sería más fácil. Cogí su mano y le sonreí para que estuviera tranquilo en ese sentido- No voy a enfadarme, te lo prometo, pero necesito que me ayudes a levantarte y llevarte a ese sofá –le sonreí levemente, calmándolo pese al dolor que debía de estar sintiendo- Vamos, arriba –cogí con mis manos su brazo y tiré de él poniéndolo en pie, las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo bastaron para conducirlo hasta el sofá y dejarlo tumbado. Mí mano fue a su rostro notando la fiebre que tenía y aparté los mechones de su frente para levantarme, coger un paño y mojarlo con agua fría para ponerlo sobre su frente volviendo a él con la esperanza de que le bajara la fiebre con aquello. Le subí la camisa que llevaba para ver la herida para darme cuenta de que esta tenía mal aspecto, estaba algo inflamada y supuraba un líquido amarillo que no presagiaba nada bueno. Su respiración subía y bajaba con rapidez y lo miré viendo que tenía los ojos cerrados. Debía de dolerle bastante y me dieron ganas de decirle cuatro cosas por aquello, pero no iba a hacerlo en aquella condición.
Me alejé para ir a la cocina y coger lo necesario para curarlo, cogí recipientes, más trapos y algo para desinfectar la herida y limpiarla así como un cubo de agua para ir cambiándole el paño e ir mojándolo cuando fuera necesario. Al llegar a su lado desgarré la camisa que llevaba viendo que su pecho también estaba lleno de sudor, cogí uno de los trapos y mojándolo en el agua lo pasé por su pecho quitando el sudor que había para que se enfriara también un poco este. Cogiendo unas gasas las mojé y las pasé sobre la herida que tenía quitando aquel líquido que supuraba de ella, limpiándola con cuidado para que no le doliera demasiado. Algo de piel fue llevaba al limpiarla debido a lo húmeda que estaba y poco a poco la fui limpiando viendo realmente como estaba. Una de sus manos cogió mí brazo y subí mí mirada a él, su respiración era irregular y parecía que le dolía.
-Sssssh, estoy aquí –una de mis manos fue a su rostro y le sonreí mirándolo- tranquilo, voy a curarte y verás que te encuentras mejor –me levanté para mirar en la cocina qué podía servirme para ponerle sobre la herida y aliviar su dolor, debía de comprobar también su sangre que no estuviera infectada, si era así esta saldría algo más oscura de lo normal. Miré en todos los armarios que había buscando lo que necesitaba y en un bol comencé a preparar y a mezclar las hierbas que había encontrado, mezclándolo hasta formar una pasta mezclando también algo de aceite que se utilizaba para alumbrar y volví a sentarme a su lado cogiendo la mezcla y extendiéndola por la herida. Sabía que iba a dolerle, sabía que iba a picarle pero era para parar la infección que tenía, aunque lo que más me preocupaba es que el veneno se hubiera extendido porque no sabía si iba a tener a mano los ingredientes necesarios para hacerlo. Se revolvió mientras le aplicaba en la herida pero aún así no paré y seguí hasta que esta quedó cubierta, limpié mis manos y volví a cambiarle el paño de la frente por otro nuevo. Extendí uno de sus brazos y le pinché un poco para comprobar si la sangre estaba infectada o no, por suerte no lo estaba porque tenía un color normal… pero igualmente no me quedaba tranquila. Llené un vaso con agua para dárselo y lo dejé sobre la mesa observándolo, debía de descansar y mañana volvería a revisarle la herida. Lancé un suspiro viendo cómo estaba de mal, ya le habían dicho que no estaba curado del todo y él se había lanzado a esta misión de cabeza sin pensar en nada… negué con la cabeza, había sido un idiota por haberse callado todo el día que se sentía mal y me había dado un susto cuando lo había visto tirado en el suelo. Una de mis manos recorrió su pecho esperando a que se relajara un poco y volviera a dormirse- Menudo susto me has dado –murmuré dándome cuenta de que me estaba mirando y le sonreí poniendo un dedo sobre sus labios para que no hablara- Descansa y duerme un poco, me aseguraré de cambiar los paños y controlar la herida –mí dedo recorrió su rostro y lo miré de forma fija, quería preguntarle muchas cosas, quería decirle muchas otras… pero por esa noche le daría ese descanso. Iba a ser una noche muy larga y debía de descansar.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Su respiración chocaba contra mis húmedos labios. Su boca se entreabrió, acogiendo mi cálido aliento. A escasos milímetros ladeé la cabeza, caricias mudas,nuestra nariz se rozo despacio, exhale decidido a acortar esa abrasadora distancia que como una bruma sobre un pantano lograba hacer que me perdiera. Un e necesito que no dije, mas si demostré cuando su mano aferro la mía y mis dedos la encarcelaron para impedir que escapara de mi lado.
Mis ojos se cerraron, su cercanía lograba calmar mi dolor. Mi frente contra la suya, jadeé extenuado antes de que sus palabras me hablaran. Abrí los ojos para mirarla, decía comprenderme, sonreí de medio lado mas tranquilo, sumido en mis propios delirios.
-¿estas aquí? -pregunté como si ahora creyera en los fantasmas y ella solo fuera eso, un ente, una imagen idílica de mi mente que decía con exactitud lo que yo deseaba escuchar.
Mis mano fría atrapaba la suya, acaricie con mis dedos su piel, estaba allí, era ella ¿ o no? Jadeé de nuevo cuando me pidió que la ayudara a ponerme en pie.
Asentir, clavando mis pies en el suelo y con un leve siseo me deje acompañar hasta el sofá.
-Estoy bien -susurré recobrando por un momento el sentido de mi espacio y de mi tiempo - solo necesito dormir.
Sus dedos recorrieron mi frente apartando los mechones de pelo que se pegaban en ella. Mi liento contra su antebrazo, jadeaba sin parar.
-Estoy bien -repetí odiaba sentirme vulnerable -es el maldito calor de Egipto.
Hundí mis ojos en los suyos cuando colocó un paño mojado sobre mi frente, admito que sentí alivio, ladeé la sonrisa.
-Vamos Egipcia, pareces preocupada, podrías librarte de tu captor -bromee tensando el gesto al sentir otra punzada en el costado.
No hizo ni caso a mis ironías, parece que ahora eso le importaba bien poco, el duelo dialéctico había acabado y sus ojos se centraban en la herida que quedaba a la vista al alzar mi camisa.
-Me la abrí en el barco -susurré mientras mis ojos se entrecerraban -la tempestad, estoy bien.
Naitiri se alzo del sofá, corrió hacia la cocina y en un tiempo que fue breve pero a mi se me hizo eterno regreso a mi lado con ciertas herramientas para mi cuidado.
Desgarró la camisa para mojar mi pecho en un intento de que me bajara la fiebre.
-Hielo, Nai, hielo -apunté. En el norte nos sumergían en hielo, era doloroso, pero eficaz. Aunque Nai no parecía muy dispuesta a ocasionarme mas dolor del que en ese momento ya sentía.
No me escuchaba, ahora limpiaba la herida con una gasa, mi respiración era irregular, y su rostro lo decía todo, veía la angustia cada vez que mi vientre se contraria al levantar mi piel.
Lleve mi mano a su brazo, esta alzo la mirada para calmarme, decirme que estaba ahí, y lo sabia, siempre estaba aunque no siempre lo merecía.
-No me duele -mentí - tranquila -mis palabras sonaban entrecortadas.
Nai empezó a moler algo, mis ojos se cerraron en ese breve descanso que me otorgaron sus manos, mas pronto volvió a la carga esparciendo esa pasta sobre la herida abierta. Apreté los dientes, mi costado subía y bajaba mientras me revolvía bajo sus dedos.
No se detuvo hasta que la herida quedo cubierta por aquella pasta espesa.
-Nai, a la próxima dame whisky -bromeé ladeando la sonrisa mientras esta se lavaba las manos para poco después cambiarme el paño de la frente -estoy bien -repetí por cuarta vez.
Sus dedos acariciaban mi pecho, absorta en sus propios pensamientos seguía decidida a velar mi sueño, la mire fijamente, era preciosa, era difícil apartar mis ojos de ella. La deseaba, la verdad es que era mucho mas que eso..y la había perdido, irme, cruzar el portal había acabado con lo que fuera que tuviéramos. ¿me arrepentía? No, porque si otro hubiera atravesado el portal y algo le hubiera pasado a la mujer amaba no me lo hubiera perdonado.
La quería y si su vida pasaba por encima de la mía, se lo debía.
Sonreí cuando sus ojos se centraron en los míos.
-Bueno, ya te acostumbraras a las heridas de los guerreros -bromeé aun con la voz entrecortada, estaba tan cansado, tiré de su mano haciéndole hueco en el sofá para que cediera y se tumbara conmigo.
-Por favor -pedí, algo que nunca hacíamos los vikingos, pero..ella me necesitó en el barco, ahora la necesitaba yo -duerme conmigo, no te pediré un cuento -bromeé ladeando la sonrisa de nuevo.
-Mañana empezaremos a buscar esos diarios -susurré esperando a que se acomodara a mi lado. La había notado mas fría desde lo que pasó en el barco y ahora desconocía si me concedería mi pequeña tregua, o se limitaría a seguir sentada cuidándome como una enfermera con su paciente sin mas implicación emocional que la que a eso corresponde.
Mis ojos se cerraron, su cercanía lograba calmar mi dolor. Mi frente contra la suya, jadeé extenuado antes de que sus palabras me hablaran. Abrí los ojos para mirarla, decía comprenderme, sonreí de medio lado mas tranquilo, sumido en mis propios delirios.
-¿estas aquí? -pregunté como si ahora creyera en los fantasmas y ella solo fuera eso, un ente, una imagen idílica de mi mente que decía con exactitud lo que yo deseaba escuchar.
Mis mano fría atrapaba la suya, acaricie con mis dedos su piel, estaba allí, era ella ¿ o no? Jadeé de nuevo cuando me pidió que la ayudara a ponerme en pie.
Asentir, clavando mis pies en el suelo y con un leve siseo me deje acompañar hasta el sofá.
-Estoy bien -susurré recobrando por un momento el sentido de mi espacio y de mi tiempo - solo necesito dormir.
Sus dedos recorrieron mi frente apartando los mechones de pelo que se pegaban en ella. Mi liento contra su antebrazo, jadeaba sin parar.
-Estoy bien -repetí odiaba sentirme vulnerable -es el maldito calor de Egipto.
Hundí mis ojos en los suyos cuando colocó un paño mojado sobre mi frente, admito que sentí alivio, ladeé la sonrisa.
-Vamos Egipcia, pareces preocupada, podrías librarte de tu captor -bromee tensando el gesto al sentir otra punzada en el costado.
No hizo ni caso a mis ironías, parece que ahora eso le importaba bien poco, el duelo dialéctico había acabado y sus ojos se centraban en la herida que quedaba a la vista al alzar mi camisa.
-Me la abrí en el barco -susurré mientras mis ojos se entrecerraban -la tempestad, estoy bien.
Naitiri se alzo del sofá, corrió hacia la cocina y en un tiempo que fue breve pero a mi se me hizo eterno regreso a mi lado con ciertas herramientas para mi cuidado.
Desgarró la camisa para mojar mi pecho en un intento de que me bajara la fiebre.
-Hielo, Nai, hielo -apunté. En el norte nos sumergían en hielo, era doloroso, pero eficaz. Aunque Nai no parecía muy dispuesta a ocasionarme mas dolor del que en ese momento ya sentía.
No me escuchaba, ahora limpiaba la herida con una gasa, mi respiración era irregular, y su rostro lo decía todo, veía la angustia cada vez que mi vientre se contraria al levantar mi piel.
Lleve mi mano a su brazo, esta alzo la mirada para calmarme, decirme que estaba ahí, y lo sabia, siempre estaba aunque no siempre lo merecía.
-No me duele -mentí - tranquila -mis palabras sonaban entrecortadas.
Nai empezó a moler algo, mis ojos se cerraron en ese breve descanso que me otorgaron sus manos, mas pronto volvió a la carga esparciendo esa pasta sobre la herida abierta. Apreté los dientes, mi costado subía y bajaba mientras me revolvía bajo sus dedos.
No se detuvo hasta que la herida quedo cubierta por aquella pasta espesa.
-Nai, a la próxima dame whisky -bromeé ladeando la sonrisa mientras esta se lavaba las manos para poco después cambiarme el paño de la frente -estoy bien -repetí por cuarta vez.
Sus dedos acariciaban mi pecho, absorta en sus propios pensamientos seguía decidida a velar mi sueño, la mire fijamente, era preciosa, era difícil apartar mis ojos de ella. La deseaba, la verdad es que era mucho mas que eso..y la había perdido, irme, cruzar el portal había acabado con lo que fuera que tuviéramos. ¿me arrepentía? No, porque si otro hubiera atravesado el portal y algo le hubiera pasado a la mujer amaba no me lo hubiera perdonado.
La quería y si su vida pasaba por encima de la mía, se lo debía.
Sonreí cuando sus ojos se centraron en los míos.
-Bueno, ya te acostumbraras a las heridas de los guerreros -bromeé aun con la voz entrecortada, estaba tan cansado, tiré de su mano haciéndole hueco en el sofá para que cediera y se tumbara conmigo.
-Por favor -pedí, algo que nunca hacíamos los vikingos, pero..ella me necesitó en el barco, ahora la necesitaba yo -duerme conmigo, no te pediré un cuento -bromeé ladeando la sonrisa de nuevo.
-Mañana empezaremos a buscar esos diarios -susurré esperando a que se acomodara a mi lado. La había notado mas fría desde lo que pasó en el barco y ahora desconocía si me concedería mi pequeña tregua, o se limitaría a seguir sentada cuidándome como una enfermera con su paciente sin mas implicación emocional que la que a eso corresponde.
Última edición por Ubbe Cannif el Dom Mar 26, 2017 6:23 am, editado 1 vez
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Me había dado un buen susto cuando lo había visto en el suelo tirado en mitad del salón, con lo grande que era y la fuerza que tenía, junto con esa sensación de seguridad y protección que te invadían cuando estabas con él había sido chocante verlo en ese estado en el suelo. Parecía tan perdido cuando acunó mí rostro entre sus manos, como si estuviera divagando y delirando en sus propios pensamientos y fantasías… en otro lugar, y en otro momento. Desconcertante fue cuando llegó a decirme que no había podido dejar que fuera otro, ¿no había podido qué, exactamente? Sus palabras solo me suscitaban más preguntas sin respuesta y aunque quería hacerle muchas más él no estaba en condiciones y no debería de preocuparme ahora en eso, sino en saber qué le pasaba y porqué no me había dicho lo mal que se encontraba. Podría haberle ayudado sin tener que llegar a ese extremo pero había decidido callarse y aguantar hasta que al final el dolor había sido más fuerte que él, y seguramente, la herida del costado había empezado a infectarse.
Su mano aferró la mía como si no quisiera que me fuera, anclándome a él de alguna manera mientras parecía divagar en su delirio pero no dejaba de buscarme. Pensé por un momento que había mezclado el delirio conmigo porque parecía o tenía presente que estaba allí, pero no sabía por qué me había dicho todo aquello. Sus dedos acariciaban mí mano y su frente terminó por apoyarse en la mía con él cerrando los ojos, aliento mezclados, su respiración entrecortada, su nariz acariciando la mía, mis labios entreabiertos y su aliento exhalando sobre ellos… era como si quisiera terminar por acortar la distancia pero no se atrevía a hacerlo. Me pregunté brevemente si estaría pensando en otra persona, pero luego había dicho nombre. Sonreí levemente cuando preguntó si estaba allí y suspiré tras ver que estaba algo más calmado.
-Sí, estoy aquí –fue lo único que dije en respuesta antes de levantarlo con su ayuda y dejarlo sobre el sofá, él no paraba de decir que estaba bien y yo hice caso omiso de sus palabras. Le lancé una mirada cuando dijo que era el calor de Egipto y enarqué una ceja por ello, ambos sabíamos que no era solamente el calor que había hecho, aunque él intentara maquillar que parte del por qué se encontraba así era la herida que tenía. Lo primero que debía de hacer era poner un paño frío sobre su frente para que comenzara a bajar la fiebre que tenía- Ambos sabemos que no es por el calor –no quería echarle una bronca en esas condiciones, pero sí quería decirle algo por cómo se había descuidado todo el día y había aguantado sin decir nada. Esperaba que el paño frío comenzara a aliviar la fiebre que tenía mientras revisaba la herida, tenía mala pinta y solo esperaba que el veneno no se hubiera extendido. Lo fulminé con la mirada cuando dijo que así podría librarme de él, ¿por qué decía esas cosas? No era el momento para hacer ese tipo de comentarios sarcásticos e irónicos- No vuelvas a decir eso –y no hice ningún comentario más mientras veía la herida y cómo pintaba. Al final acabó cediendo diciendo que se la había abierto en el barco, la noche de la tempestad… llevaba todo un día así, y se había callado- ¿Por qué no me lo has dicho antes? Te dije que me avisaras si algo pasaba con la herida, no la tienes curada y si no le prestas atención podrías acabar muerto por la infección… ¿es que no lo entiendes? –Me estaba empezando a cabrear aunque no debería de hacerlo, no en la situación en la que él estaba porque no nos ayudaba a ninguno de los dos- Te cuesta mucho hacer lo que los demás te dicen, ¿no es así? –Lo fulminé de nuevo con la mirada para luego ir a por todo lo que necesitaba para curarlo, vikingo cabezota, idiota y estúpido… le había costado mucho decirme que se le había abierto la herida y lo sabía desde hacía un día entero. Negué con la cabeza despejando esas ideas de mí mente, primero debía de limpiarle y ver que no había pasado a mayores, mañana le echaría la bronca y le haría ver que así no podía seguir.
Una vez con lo necesario empecé intentando también que al enfriar su pecho bajara así también la temperatura, él solamente dijo “hielo” y le lancé una mirada cómo dándole a entender que allí no teníamos hielo. No es como en donde él vivía que había hielo por doquier, en Egipto lo que más encontrabas eran dunas y arena… el hielo no era algo a lo que estuviéramos acostumbrados pero aunque pudiera encontrarlo sería perder tiempo, así que esperaba que aquella solución hiciera efecto. Limpié la herida viendo cómo le dolía el que lo hiciera y aunque cogió mí brazo para tranquilizarme a mí, en realidad, seguramente fuera para tranquilizarse él mismo. Tenía que estar tranquilo así que hice lo propio mientras terminaba con la herida. Sabía que le dolía aunque no le llevé la contrario cuando quiso que me asegurara de que no le dolía y seguí con aquello.
Más tarde elaboré una mezcla con lo que encontré para ponerla sobre la herida, no dejó de revolverse y no paré porque aquello le iba a hacer mucho bien aunque ahora estuviera rabiando y no parara de moverse. Cuando terminé de aplicarla sobre la herida le puse una gasa encima y le vendé el costado para que no se moviera del lugar y se quedara fijo, mañana lo miraría y esperaba que surtiera efecto. No paraba de decir que estaba bien cuando sabía que no lo estaba, reí levemente al decirme lo del whisky y negué levemente con la cabeza.
-El alcohol no te ayudaría mucho, no con esa herida –recogí las cosas que había utilizado y volvía a cambiarle el paño de la frente. Parecía que estaba un poco menos caliente que antes y por unos momentos me perdí en mis pensamientos mientras mí dedo recorría abstraída su pecho. Aún seguía un poco enfadada con él, había sido una imprudencia que se callara y pensaba decírselo en cuanto estuviera bien, ahora debía de dormir y recuperar fuerzas para mañana. Salí de mis pensamientos notando sus ojos sobre los míos y fruncí el ceño ante sus palabras, entendía que era un guerrero y que estaba acostumbrado a las heridas… pero aquello podía haber acabado muy mal- me acostumbraría mejor si fueras capaz de decírmelo en el momento en el que pasa algo. ¿Y si no me hubiera despertado, qué? Podrías haber acabado muerto en mitad del salón tirado en el suelo por ser un cabezota y no decirme que tenías la herida abierta… -me mordí el labio y terminé por mirar a la ventana mientras intentaba calmarme. No debía de reñirle ahora aunque se lo mereciera, pero me molestaba que se lo tomara como si realmente no pasara nada o fuera todo un juego.
El tirón de mí mano hizo que lo mirara de nuevo y me sorprendiera que me estuviera pidiendo aquello… ellos no pedían nada por favor y él ya me lo había hecho saber. Pero, ¿cómo decirle que no cuando yo había hecho lo mismo y él no se había negado? No iba a hacerlo, no iba a negarme ante su petición porque él así no lo hizo en su momento y porque además no me importaba tener que volver a dormir con él, no iba a ser la primera vez y así podía controlarlo mejor. Reí entre dientes cuando dijo lo del cuento a lo que me recordó que quizás ahora podría saber su nombre, dada la relevancia entre el cuento y lo que había pasado con su herida. Terminé por acomodarme a su lado llevando una mano a su rostro viendo que la fiebre seguía remitiendo y lo miré.
-¿Sabes? Eso me recuerda a que, si te paras a pensarlo, tú eres como Ra y yo soy como Isis –sonreí- te he salvado la vida y te he curado… ¿no crees que deberías de decirme ahora tú nombre? Es frustrante llamarte de diferente forma y siento curiosidad, me estoy planteando que realmente tú nombre es horrible para que no me lo quieras decir y por eso prefieres que te llame de cualquier otra forma –quise cambiar un poco cómo estaba el ambiente haciéndolo algo más ameno- ¿Draugr? ¿Garm? ¿Gullinkambi? –Reí sin poder evitarlo al mencionarle los nombres de varios monstruos que había en su mitología- Vamos, no puede ser peor que esos nombres –lo miré sin perder la sonrisa al darme cuenta que parecía de mejor humor por aquello dejando que mí dedo se perdiera por su pecho- ¿Me lo vas a decir en algún momento… o tengo que hacer algo más que salvarte la vida para que me concedas tal honor? –Acabé sonriendo para alzar mí mirada a la suya y mordí mí labio sabiendo que no iba a responderme, lo tenía asumido. Lancé un suspiro y negué levemente por sus palabras- No te preocupes ahora por los cuadernos, ahora debes de recuperarte –terminé por acomodarme del todo en el sofá notando ya su agarre entorno a mí cintura- Descansa vikingo, por esta noche seré yo quien te cuide a ti –murmuré notando ya como su respiración se iba haciendo más tranquila y pausada, notaba que poco a poco volvía a caer dormido y yo me mantuve despierta un buen rato hasta que cedí por el sueño.
Me desperté varias veces a lo largo de la noche y él parecía que salvo algún leve quejido por algún movimiento o algún roce en donde tenía la herida tenía mejor aspecto. Le cambié varias veces el paño notando que la fiebre remitía por completo y que el sudor ya no perlaba su cuerpo. Cada vez que me despertaba para cambiarle el paño tenía su rostro apoyado contra mí cabeza y su brazo rodeando mí cintura. Había costado moverme y que no se despertara pero lo había logrado en las ocasiones que le había cambiado el paño, viendo también que el vendaje que le había hecho estaba limpio así que la herida se estaría curando.
Cuando desperté por la mañana la luz del sol entraba por la ventana del salón dando directamente contra mí espalda, parpadeé para luego ver que él seguía dormido y me separé sin hacer mucho ruido y lentamente para dejar que siguiera durmiendo. No quedaba rastro de la fiebre y la venda seguía limpiando, algo que me hizo sonreír. Me levanté del sofá y subí para darme un baño y cambiarme de ropa, bajé despacio viendo que dormía todavía y caminé hasta la cocina donde comencé a preparar el desayuno. El gato que se había colado por la noche seguía por allí y se paseó entre mis piernas mientras preparaba la comida haciéndome algo de cosquillas por ello. Ni siquiera oí que él ya se había levantado y que se había acercado a la cocina, para cuando me giré estaba plantado en la puerta de esta, algo que me hizo sonreír divertida porque me lo había encontrado así ya varias veces.
-Buenos días –comenté con una sonrisa- ¿has tomado por costumbre quedarte ahí parado observándome? –Dije divertida mientras terminaba de poner las cosas en los platos y dejarlos sobre el banco de esta, acercándome para ver la venda que le había puesto- tiene buena pinta, que no esté manchada quiere decir que se está curando –alcé mí vista a él- Déjatelo así el resto del día y procura no darte ningún golpe o hacer ningún esfuerzo más del necesario. Y si pasa algo, avísame –me crucé de brazos sin dejar de mirarlo- Te lo digo en serio, ayer me diste un buen susto y no podrías no haberlo contado, ¿en qué demonios estabas pensando? Podrías haber muerto por la infección, o peor aún, por el veneno extendiéndose por tú cuerpo… ¿es qué acaso no te importa nada? –Bufé fulminándolo con la mirada y terminé por girarme, coger los platos e ir hasta el salón donde los dejé sobre la mesa sentándome sin querer decir mucho más. El gato se subió sobre mis piernas y se acomodó con un leve maullido que me hizo sonreír de lado- Si no te encuentras del todo bien puedo ir yo sola a mí casa a buscar pistas –llené los vasos con el zumo de la jarra y di un trago- no estoy segura de que encuentre algo pero es donde debería de empezar a buscar –seguí desayunando mientras acariciaba al gato con la otra mano escuchando sus ronroneos de fondo. Sabía que no iba a hacerme caso y que no iba a dejar que fuera sola, lo sabía, pero aún así también sabía que no iba a pasar nada si iba yo sola a mí casa, los papiros los dejaría allí a buen recaudo.
Su mano aferró la mía como si no quisiera que me fuera, anclándome a él de alguna manera mientras parecía divagar en su delirio pero no dejaba de buscarme. Pensé por un momento que había mezclado el delirio conmigo porque parecía o tenía presente que estaba allí, pero no sabía por qué me había dicho todo aquello. Sus dedos acariciaban mí mano y su frente terminó por apoyarse en la mía con él cerrando los ojos, aliento mezclados, su respiración entrecortada, su nariz acariciando la mía, mis labios entreabiertos y su aliento exhalando sobre ellos… era como si quisiera terminar por acortar la distancia pero no se atrevía a hacerlo. Me pregunté brevemente si estaría pensando en otra persona, pero luego había dicho nombre. Sonreí levemente cuando preguntó si estaba allí y suspiré tras ver que estaba algo más calmado.
-Sí, estoy aquí –fue lo único que dije en respuesta antes de levantarlo con su ayuda y dejarlo sobre el sofá, él no paraba de decir que estaba bien y yo hice caso omiso de sus palabras. Le lancé una mirada cuando dijo que era el calor de Egipto y enarqué una ceja por ello, ambos sabíamos que no era solamente el calor que había hecho, aunque él intentara maquillar que parte del por qué se encontraba así era la herida que tenía. Lo primero que debía de hacer era poner un paño frío sobre su frente para que comenzara a bajar la fiebre que tenía- Ambos sabemos que no es por el calor –no quería echarle una bronca en esas condiciones, pero sí quería decirle algo por cómo se había descuidado todo el día y había aguantado sin decir nada. Esperaba que el paño frío comenzara a aliviar la fiebre que tenía mientras revisaba la herida, tenía mala pinta y solo esperaba que el veneno no se hubiera extendido. Lo fulminé con la mirada cuando dijo que así podría librarme de él, ¿por qué decía esas cosas? No era el momento para hacer ese tipo de comentarios sarcásticos e irónicos- No vuelvas a decir eso –y no hice ningún comentario más mientras veía la herida y cómo pintaba. Al final acabó cediendo diciendo que se la había abierto en el barco, la noche de la tempestad… llevaba todo un día así, y se había callado- ¿Por qué no me lo has dicho antes? Te dije que me avisaras si algo pasaba con la herida, no la tienes curada y si no le prestas atención podrías acabar muerto por la infección… ¿es que no lo entiendes? –Me estaba empezando a cabrear aunque no debería de hacerlo, no en la situación en la que él estaba porque no nos ayudaba a ninguno de los dos- Te cuesta mucho hacer lo que los demás te dicen, ¿no es así? –Lo fulminé de nuevo con la mirada para luego ir a por todo lo que necesitaba para curarlo, vikingo cabezota, idiota y estúpido… le había costado mucho decirme que se le había abierto la herida y lo sabía desde hacía un día entero. Negué con la cabeza despejando esas ideas de mí mente, primero debía de limpiarle y ver que no había pasado a mayores, mañana le echaría la bronca y le haría ver que así no podía seguir.
Una vez con lo necesario empecé intentando también que al enfriar su pecho bajara así también la temperatura, él solamente dijo “hielo” y le lancé una mirada cómo dándole a entender que allí no teníamos hielo. No es como en donde él vivía que había hielo por doquier, en Egipto lo que más encontrabas eran dunas y arena… el hielo no era algo a lo que estuviéramos acostumbrados pero aunque pudiera encontrarlo sería perder tiempo, así que esperaba que aquella solución hiciera efecto. Limpié la herida viendo cómo le dolía el que lo hiciera y aunque cogió mí brazo para tranquilizarme a mí, en realidad, seguramente fuera para tranquilizarse él mismo. Tenía que estar tranquilo así que hice lo propio mientras terminaba con la herida. Sabía que le dolía aunque no le llevé la contrario cuando quiso que me asegurara de que no le dolía y seguí con aquello.
Más tarde elaboré una mezcla con lo que encontré para ponerla sobre la herida, no dejó de revolverse y no paré porque aquello le iba a hacer mucho bien aunque ahora estuviera rabiando y no parara de moverse. Cuando terminé de aplicarla sobre la herida le puse una gasa encima y le vendé el costado para que no se moviera del lugar y se quedara fijo, mañana lo miraría y esperaba que surtiera efecto. No paraba de decir que estaba bien cuando sabía que no lo estaba, reí levemente al decirme lo del whisky y negué levemente con la cabeza.
-El alcohol no te ayudaría mucho, no con esa herida –recogí las cosas que había utilizado y volvía a cambiarle el paño de la frente. Parecía que estaba un poco menos caliente que antes y por unos momentos me perdí en mis pensamientos mientras mí dedo recorría abstraída su pecho. Aún seguía un poco enfadada con él, había sido una imprudencia que se callara y pensaba decírselo en cuanto estuviera bien, ahora debía de dormir y recuperar fuerzas para mañana. Salí de mis pensamientos notando sus ojos sobre los míos y fruncí el ceño ante sus palabras, entendía que era un guerrero y que estaba acostumbrado a las heridas… pero aquello podía haber acabado muy mal- me acostumbraría mejor si fueras capaz de decírmelo en el momento en el que pasa algo. ¿Y si no me hubiera despertado, qué? Podrías haber acabado muerto en mitad del salón tirado en el suelo por ser un cabezota y no decirme que tenías la herida abierta… -me mordí el labio y terminé por mirar a la ventana mientras intentaba calmarme. No debía de reñirle ahora aunque se lo mereciera, pero me molestaba que se lo tomara como si realmente no pasara nada o fuera todo un juego.
El tirón de mí mano hizo que lo mirara de nuevo y me sorprendiera que me estuviera pidiendo aquello… ellos no pedían nada por favor y él ya me lo había hecho saber. Pero, ¿cómo decirle que no cuando yo había hecho lo mismo y él no se había negado? No iba a hacerlo, no iba a negarme ante su petición porque él así no lo hizo en su momento y porque además no me importaba tener que volver a dormir con él, no iba a ser la primera vez y así podía controlarlo mejor. Reí entre dientes cuando dijo lo del cuento a lo que me recordó que quizás ahora podría saber su nombre, dada la relevancia entre el cuento y lo que había pasado con su herida. Terminé por acomodarme a su lado llevando una mano a su rostro viendo que la fiebre seguía remitiendo y lo miré.
-¿Sabes? Eso me recuerda a que, si te paras a pensarlo, tú eres como Ra y yo soy como Isis –sonreí- te he salvado la vida y te he curado… ¿no crees que deberías de decirme ahora tú nombre? Es frustrante llamarte de diferente forma y siento curiosidad, me estoy planteando que realmente tú nombre es horrible para que no me lo quieras decir y por eso prefieres que te llame de cualquier otra forma –quise cambiar un poco cómo estaba el ambiente haciéndolo algo más ameno- ¿Draugr? ¿Garm? ¿Gullinkambi? –Reí sin poder evitarlo al mencionarle los nombres de varios monstruos que había en su mitología- Vamos, no puede ser peor que esos nombres –lo miré sin perder la sonrisa al darme cuenta que parecía de mejor humor por aquello dejando que mí dedo se perdiera por su pecho- ¿Me lo vas a decir en algún momento… o tengo que hacer algo más que salvarte la vida para que me concedas tal honor? –Acabé sonriendo para alzar mí mirada a la suya y mordí mí labio sabiendo que no iba a responderme, lo tenía asumido. Lancé un suspiro y negué levemente por sus palabras- No te preocupes ahora por los cuadernos, ahora debes de recuperarte –terminé por acomodarme del todo en el sofá notando ya su agarre entorno a mí cintura- Descansa vikingo, por esta noche seré yo quien te cuide a ti –murmuré notando ya como su respiración se iba haciendo más tranquila y pausada, notaba que poco a poco volvía a caer dormido y yo me mantuve despierta un buen rato hasta que cedí por el sueño.
Me desperté varias veces a lo largo de la noche y él parecía que salvo algún leve quejido por algún movimiento o algún roce en donde tenía la herida tenía mejor aspecto. Le cambié varias veces el paño notando que la fiebre remitía por completo y que el sudor ya no perlaba su cuerpo. Cada vez que me despertaba para cambiarle el paño tenía su rostro apoyado contra mí cabeza y su brazo rodeando mí cintura. Había costado moverme y que no se despertara pero lo había logrado en las ocasiones que le había cambiado el paño, viendo también que el vendaje que le había hecho estaba limpio así que la herida se estaría curando.
Cuando desperté por la mañana la luz del sol entraba por la ventana del salón dando directamente contra mí espalda, parpadeé para luego ver que él seguía dormido y me separé sin hacer mucho ruido y lentamente para dejar que siguiera durmiendo. No quedaba rastro de la fiebre y la venda seguía limpiando, algo que me hizo sonreír. Me levanté del sofá y subí para darme un baño y cambiarme de ropa, bajé despacio viendo que dormía todavía y caminé hasta la cocina donde comencé a preparar el desayuno. El gato que se había colado por la noche seguía por allí y se paseó entre mis piernas mientras preparaba la comida haciéndome algo de cosquillas por ello. Ni siquiera oí que él ya se había levantado y que se había acercado a la cocina, para cuando me giré estaba plantado en la puerta de esta, algo que me hizo sonreír divertida porque me lo había encontrado así ya varias veces.
-Buenos días –comenté con una sonrisa- ¿has tomado por costumbre quedarte ahí parado observándome? –Dije divertida mientras terminaba de poner las cosas en los platos y dejarlos sobre el banco de esta, acercándome para ver la venda que le había puesto- tiene buena pinta, que no esté manchada quiere decir que se está curando –alcé mí vista a él- Déjatelo así el resto del día y procura no darte ningún golpe o hacer ningún esfuerzo más del necesario. Y si pasa algo, avísame –me crucé de brazos sin dejar de mirarlo- Te lo digo en serio, ayer me diste un buen susto y no podrías no haberlo contado, ¿en qué demonios estabas pensando? Podrías haber muerto por la infección, o peor aún, por el veneno extendiéndose por tú cuerpo… ¿es qué acaso no te importa nada? –Bufé fulminándolo con la mirada y terminé por girarme, coger los platos e ir hasta el salón donde los dejé sobre la mesa sentándome sin querer decir mucho más. El gato se subió sobre mis piernas y se acomodó con un leve maullido que me hizo sonreír de lado- Si no te encuentras del todo bien puedo ir yo sola a mí casa a buscar pistas –llené los vasos con el zumo de la jarra y di un trago- no estoy segura de que encuentre algo pero es donde debería de empezar a buscar –seguí desayunando mientras acariciaba al gato con la otra mano escuchando sus ronroneos de fondo. Sabía que no iba a hacerme caso y que no iba a dejar que fuera sola, lo sabía, pero aún así también sabía que no iba a pasar nada si iba yo sola a mí casa, los papiros los dejaría allí a buen recaudo.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Abrí los ojos cuando el sol me dio directamente en ellos, emití un ligero bostezo mientras estiraba mi cuerpo en el sofá, ni rastro de la egipcia, era consciente de que se tumbo conmigo, pero no sabia si a media noche abandonó o no el improvisado lecho y a decir verdad tampoco iba a preguntárselo.
La venda parecía estar limpia, a decir verdad me encontraba bastante bien, tenia hambre, mucha y sed. Así que descalzó me puse en pie y caminé hacia la cocina, allí oía los ruidos de Nai trasteando para improvisar un desayuno.
Apoyé la espalda en el marco de la puerta ladeando mi sonrisa, no me cansaba de verla, sus bucles castaños caían por una estrecha espalda hasta media cintura. Su cuerpo pequeño, curvilíneo y vigoroso danzaba de un lado a otro repartiendo su olor por la estancia, pero si algo me gustaba de ella eran esos ojos pardos, desafiantes capaces de mover el mundo con solo abanicarlo con sus largas pestañas, al menos era capaz de mover mi mudo.
Posiblemente estaría enfadada, podría mentir y decir que ese carácter que mostraba, altivo, fuerte e irascible no me gustaba, pero por Odin, yo era un vikingo, nada me gustaba mas en una mujer ni encontraba mas fascinante que justamente eso, que me retara con cada palabra que me arrastrara al infierno aunque fuera discutiendo.
Deje escapar una leve risa que acaparó su atención dirigiéndola hacia mi.
-Buenos días ¿has dormido bien? -pregunté con cierta ironía en mi voz. Era consciente de que no y que cuidar a un enfermo no era el plan de la noche de ninguna mujer en su sano juicio.
-es una sana costumbre -bromeé sin poder quitar esa picara sonrisa mientras deslizaba mis ojos por su cuerpo con cierto descaro -me tendré que alegrar los ojos de alguna manera.
La vi enarcar una ceja por mis palabras, algo que de nuevo me hizo reír, la verdad es que estaba de muy buen humor esa mañana.
-Deberías de agradecerme que te suba el animo cada mañana diciéndote cosas bonitas
Acorte la distancia para ayudarla a bajar un tazón de la parte alta del mueble, su espalda quedo pegada contra mi pecho, alzo la mirada y nuestros ojos se buscaron hambrientos
-¿que harías sin mi? Susurré bajándole la vajilla que necesitaba.
Ahora había llegado la hora de la reprimenda, lo supe en cuanto su gesto cambio poniéndose seria, casi poniendo los brazos en jarra como hacia cuando estaba realmente molesta.
Escuché sus palabras, sabia que tenia parte de razón, pero yo era así, no le di importancia a la herida porque era pequeña, no sangraba, solo supuraba y no quería preocupara. No teníamos tiempo que perder y de habérselo dicho antes hubiera insistido en hacer una parada en cualquier parte, así, había pasado una mala noche, pero al menos..estábamos en el lugar correcto.
-¿estabas preocupada por mi? -pregunté dando una nota cómica al hecho de que podría haber muerto -podrías haberme rebanado el cuello y en cambio... -mis ojos se fundieron en los ajenos, escasa la distancia que nos separaba y que Nai amplio cogiendo los platos para irse al comedor.
Estaba fría conmigo desde aquella noche en el barco, mi buen humor se fue a la mierda y ofuscado tomé asiento en la mesa junto a ella.
-Iré, estoy bien -fue mi escueta respuesta. Nai acariciaba al gato, parecía decidida a poner distancia entre nosotros y quizás era mejor así- Ahora estaba seguro de que solo se tumbo hasta que me dormí, que no quería discutir con un enfermo y como a los niños pequeños me dijo lo que quería oír.
Me puse en pie acabado el desuno, y subí a la zona alta de la casa para darme un baño antes de partir. Poco después regresé frente a la egipcia que como no, me esperaba en el salón jugando con aquel pequeño felino que se había convertido en su sombra.
-¿Nos vamos? -pregunté enarcando una ceja -tenemos mucho que hacer y es cuestión de tiempo que den con notros, así que...
La egipcia preparó todo lo que creía necesario para ir a su casa, puede que ella pensara que no correría peligro alguno, mas ese seria el primero de los sitios donde buscarían, a fin de cuentas era muy posible que quien nos buscara conociera la implicación emocional que yo y Naitiri teníamos.
La detuve antes de cruzar el umbral de la puerta, me costaba bastante decir esto peor, supongo que era de bien nacido ser agradecido. Mi mano en su muñeca, nuestros ojos se buscaron despacio.
-Gracias -dije en tono calmo, no había un ápice de ironía en mi voz -por lo de anoche, por cuidarme.
“gracias por acostarte conmigo aunque de inmediato te levantases” pensé para mi mismo aflojando el agarré para dejarla ir.
Re coloque la hebilla de la espada bien enganchada a mi espalda y camine ahora si tras ella dispuesto a abandonar la estancia.
La venda parecía estar limpia, a decir verdad me encontraba bastante bien, tenia hambre, mucha y sed. Así que descalzó me puse en pie y caminé hacia la cocina, allí oía los ruidos de Nai trasteando para improvisar un desayuno.
Apoyé la espalda en el marco de la puerta ladeando mi sonrisa, no me cansaba de verla, sus bucles castaños caían por una estrecha espalda hasta media cintura. Su cuerpo pequeño, curvilíneo y vigoroso danzaba de un lado a otro repartiendo su olor por la estancia, pero si algo me gustaba de ella eran esos ojos pardos, desafiantes capaces de mover el mundo con solo abanicarlo con sus largas pestañas, al menos era capaz de mover mi mudo.
Posiblemente estaría enfadada, podría mentir y decir que ese carácter que mostraba, altivo, fuerte e irascible no me gustaba, pero por Odin, yo era un vikingo, nada me gustaba mas en una mujer ni encontraba mas fascinante que justamente eso, que me retara con cada palabra que me arrastrara al infierno aunque fuera discutiendo.
Deje escapar una leve risa que acaparó su atención dirigiéndola hacia mi.
-Buenos días ¿has dormido bien? -pregunté con cierta ironía en mi voz. Era consciente de que no y que cuidar a un enfermo no era el plan de la noche de ninguna mujer en su sano juicio.
-es una sana costumbre -bromeé sin poder quitar esa picara sonrisa mientras deslizaba mis ojos por su cuerpo con cierto descaro -me tendré que alegrar los ojos de alguna manera.
La vi enarcar una ceja por mis palabras, algo que de nuevo me hizo reír, la verdad es que estaba de muy buen humor esa mañana.
-Deberías de agradecerme que te suba el animo cada mañana diciéndote cosas bonitas
Acorte la distancia para ayudarla a bajar un tazón de la parte alta del mueble, su espalda quedo pegada contra mi pecho, alzo la mirada y nuestros ojos se buscaron hambrientos
-¿que harías sin mi? Susurré bajándole la vajilla que necesitaba.
Ahora había llegado la hora de la reprimenda, lo supe en cuanto su gesto cambio poniéndose seria, casi poniendo los brazos en jarra como hacia cuando estaba realmente molesta.
Escuché sus palabras, sabia que tenia parte de razón, pero yo era así, no le di importancia a la herida porque era pequeña, no sangraba, solo supuraba y no quería preocupara. No teníamos tiempo que perder y de habérselo dicho antes hubiera insistido en hacer una parada en cualquier parte, así, había pasado una mala noche, pero al menos..estábamos en el lugar correcto.
-¿estabas preocupada por mi? -pregunté dando una nota cómica al hecho de que podría haber muerto -podrías haberme rebanado el cuello y en cambio... -mis ojos se fundieron en los ajenos, escasa la distancia que nos separaba y que Nai amplio cogiendo los platos para irse al comedor.
Estaba fría conmigo desde aquella noche en el barco, mi buen humor se fue a la mierda y ofuscado tomé asiento en la mesa junto a ella.
-Iré, estoy bien -fue mi escueta respuesta. Nai acariciaba al gato, parecía decidida a poner distancia entre nosotros y quizás era mejor así- Ahora estaba seguro de que solo se tumbo hasta que me dormí, que no quería discutir con un enfermo y como a los niños pequeños me dijo lo que quería oír.
Me puse en pie acabado el desuno, y subí a la zona alta de la casa para darme un baño antes de partir. Poco después regresé frente a la egipcia que como no, me esperaba en el salón jugando con aquel pequeño felino que se había convertido en su sombra.
-¿Nos vamos? -pregunté enarcando una ceja -tenemos mucho que hacer y es cuestión de tiempo que den con notros, así que...
La egipcia preparó todo lo que creía necesario para ir a su casa, puede que ella pensara que no correría peligro alguno, mas ese seria el primero de los sitios donde buscarían, a fin de cuentas era muy posible que quien nos buscara conociera la implicación emocional que yo y Naitiri teníamos.
La detuve antes de cruzar el umbral de la puerta, me costaba bastante decir esto peor, supongo que era de bien nacido ser agradecido. Mi mano en su muñeca, nuestros ojos se buscaron despacio.
-Gracias -dije en tono calmo, no había un ápice de ironía en mi voz -por lo de anoche, por cuidarme.
“gracias por acostarte conmigo aunque de inmediato te levantases” pensé para mi mismo aflojando el agarré para dejarla ir.
Re coloque la hebilla de la espada bien enganchada a mi espalda y camine ahora si tras ella dispuesto a abandonar la estancia.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Me empezaba a molestar el hecho de que estuviera repitiendo constantemente si me importaba o si había estado preocupada. A la vista saltaba que sí había estado preocupada cuando lo había visto, no entendía por qué se le hacía tan difícil entender aquello pero no iba a ponerme ahora a rebatirle ninguna de sus palabras. Pero lo que más me cabreaba y me enfadaba sin duda alguna, era que reiterara que podría haberlo matado, que lo había tenido bastante fácil para liberarme de él y que por consta podría haber dejado que muriera. Si hubiera querido escapar de él no lo habría dejado entrar en mí casa, eso para empezar, hubiera aprovechado la más mínima oportunidad para intentar escabullirme de él y sin embargo había hecho todo lo contrario. Nadie le pide ayuda a la persona de la que está intentando escapar, no tenía mucha lógica.
Preferí no contestarle a eso aunque lo fulminé con la mirada mientras me alejaba hacia el salón, podría decirle mil y una cosas pero al parecer no iba a hacerme caso en ninguna de ellas porque no me hacía caso en nada de lo que le decía. Él solo ordenaba y mandaba y yo parecía que tenía que obedecerle como si fuera mí amo y mí señor y, para qué mentir, me estaba empezando a cansar la situación. No entendía que no le estaba obedeciendo sino que lo estaba ayudando, que tanto el uno como el otro nos necesitábamos para conseguir el mismo objetivo. Un solo “iré” fue lo que obtuve como respuesta durante el desayuno y en verdad lo preferí, estaba bastante cabreada y molesta con él y no me apetecía demasiado hablar con él ni escuchar ninguna otra de sus órdenes.
Cuando se levantó de la mesa una vez terminó lo seguí con la mirada hasta perderlo de vista por las escaleras dejándome sola terminando de desayunar, recogí las cosas y me entretuve jugando con el gato sentada en el sofá viendo como intentaba coger los flecos que había en el borde de la funda del mismo, viendo como saltaba para intentar cogerlo distraída mientras esperaba a que el vikingo bajara. Giré mí rostro cuando lo hizo y lo miré enarcando una ceja, podría ser cierto que nos estuvieran buscando aunque no sabía ni quienes lo estaban haciendo ni porqué quizás lo sabían, pero como había decidido aquel día no discutir con él aunque me estuviera costando, me levanté dejando al gato en el sofá.
Ya no sabía si era mejor decisión o peor el llevarnos el papiro, así que finalmente opté por meterlos en el maletín ya que así nos asegurábamos de que estaban a salvo y cogí lo que pudiera necesitar para encontrar los cuadernos. Una vez con todo preparo sin decir nada comencé a andar hacia la puerta para poner rumbo a la que había sido mí casa, cuando su mano en mí muñeca paró todo tipo de avance. Me giré de forma lenta para quedar de cara a él esperando a que dijera lo que tuviera que decirme, quizás esperaba una disculpa por la actitud que había tenido en la mañana, quizás esperaba que me dijera algo sobre su forma de actuar y que no iba a volver a hacerlo de nuevo… lo único que obtuve fue un gracias por haberlo cuidado durante la noche. Lo estaba diciendo de verdad, al menos su tono y su sinceridad fueron palpables mientras mis ojos estaban fijos en los suyos.
-No tienes por qué darlas, tú cuidaste de mí por dos noches así que es lo mínimo que podía hacer –cuando su mano soltó mí muñeca para dejarme ir me giré ahora sí saliendo por la puerta, hacía un poco de calor pero la brisa era refrescante y aliviaba a combatirlo. Comencé a andar por las calles que empezaban a llenarse de vida, los mercaderes ya tenían los puestos montados y me paré en uno de ellos comprando un par de piezas de fruta, dándole al vikingo para seguir con el camino que nos llevaría hasta mí casa. Era consciente de que la gente se nos quedaba mirando porque era un poco extraño ver a un hombre que destacaba entre la multitud y que encima portaba aquella espada, allí solamente llevaban sables los guardias, así que ya por eso llamábamos un poco la atención.
No sabía qué nos íbamos a encontrar cuando llegáramos allí, la última vez que estuve la mujer de la familia que vivía allí junto a su marido y a su hija pequeña de seis años me había entregado un cofre con cosas que había encontrado de cuando vivíamos allí, entre aquellas cosas no encontré nada que fuera destacable ni llamativo, claro que no sabía o no recordaba lo de los cuadernos. Le dije que lo guardara y esperaba que no hubiera tirado las cosas porque había muchas cosas variadas, tendría que examinar todo con atención por si me había saltado alguna cosa. El camino estaba siendo algo tenso incluso en el silencio que había entre ambos mientras él se limitaba a seguirme con la espada atada en su espalda, di un mordisco de la manzana que había comprado y lo miré por el rabillo del ojo recordando lo que había dicho la noche anterior, había hablado en sueños y creía que lo que había dicho había sido producto de los delirios que había sufrido por la fiebre.
-¿Te ha dicho alguien alguna vez, que hablas en sueños? –Dejé caer siguiendo andando por las calles, la casa donde yo vivía estaba en una de las calles más altas de la ciudad desde donde había una excelente vista y aún nos quedaba un poco de camino- Anoche fue la primera vez que te oí hablar en sueños, pensé que me estabas diciendo algo pero seguías dormido –seguí andando dándole otro mordisco a la manzana- Hablabas en tú idioma y no pude distinguir mucho por los murmullos… pero parecías hablar con alguien que se llamaba… -hice una leve pausa- ¿Puede ser mmm… Hoor? –Giré mí vista para ver su expresión que me diría si había acertado o no- Decías que aunque se enfadara debías de ir tú, tenías que ser tú… que no podía obligarte a o no ir… y que la cuidaras –lo miré esperando a que afirmara o negara algo de lo que había dicho, pero había parecido más bien un recuerdo- ¿Es tú padre? –Lo miré enarcando una ceja, ya sabía que era de la realeza así que era probable que su padre fuera el rey. Esperé tras sus palabras y seguí el camino hasta que por fin divisé la casa donde me había criado, esperaba encontrar a alguien y que el camino no hubiera sido en vano. Al llegar a la puerta toqué con los nudillos rezando porque alguien abriera, pasados unos segundos que parecieron eternos la misma mujer que me había atendido la primera vez ahora nos abría la puerta. Tardó un par de segundos en reconocerme y le pregunté si había guardado las cosas que había encontrado cuando se mudó allí a vivir, asintió con la cabeza y entonces reparó en el vikingo. Podía entender que se sintiera intimidada, ¿quién no lo haría con alguien que era más alto, mucho más fuerte y que encima portaba una espada? Le dije que era un amigo y que me estaba acompañando, pareció dudar pero al final acabó por dejarnos pasar.
Estaba tal y como la recordaba de la última vez, no había muchas cosas que fueran diferentes y nos dejó en el salón donde su hija de seis años estaba jugando con un juguete y parecía divertirse bastante. Le hice una seña al vikingo para que se sentara y guardara la espada y me acerqué a la niña para hablar con ella, jugaba con varios peluches y me hizo sonreír con algo de nostalgia… de pequeña yo había sido igual. La mujer volvió con el cofre entre sus manos y me levanté para ir hacia ella, le pregunté si podía ver las cosas que había guardado y nos dijo que podíamos estar fuera en un patio que tenía, con una mesa y con sillas donde estaríamos tranquilos. Me dirigí hacia allí y dejé el cofre sobre la mesa sentándome en una de las sillas, para luego abrirlo y ver su contenido.
Había una muñeca algo ya vieja con un vestido que mí padre había hecho al ser sastre, varias cartas que le había escrito a mí madre, una pulsera que ella solía llevar y varios libros que fue lo que saqué para observarlos. Era algo triste ver recuerdos de una vida pasada que se truncó de una forma tan… abrupta y violenta. Abrí los libros que había dejado sobre la mesa y los miré de forma detenida, pero en ellos no había nada que me hiciera ver que podía ayudarnos a traducir los papiros. Lancé un suspiro frustrada por ello aunque sabía que no íbamos a encontrarlos a la primera de cambio dejando cerrando el libro sobre la mesa y apoyándome en el respaldo de la silla. Las búsquedas nunca eran fáciles y no se hallaba siempre en el primer lugar, era algo que ya había contemplado. Cerré los ojos unos segundos y me mordí el labio pensando, quizás algo que se me estaba escapando y no me había percatado de ello. Debía de examinar la habitación que mí madre utilizaba para guardar sus cosas. Abrí los ojos y me fijé en el vikingo que me miraba sin entender demasiado.
-Ahora vengo –me levanté dejándolo allí y volví a hablar con la mujer preguntando si podía mirar en una de las habitaciones para comprobar una cosa, ella no se negó y me condujo hasta una que parecía que utilizaban de trastero. Había cambiado un poco la habitación pero recordaba donde mí madre había tenido su mesa, las estanterías… todo. Como si hubiera conectado algún punto de mí cerebro, o una información concreta, miré hacia una de las paredes donde ella tenía una estantería. Recordaba que siempre llevaba especial cuidado en que no me acercara a ella y me decía que era porque guardaba un gran secreto en su interior, como las pirámides, y que algún día encontraría. Había un gran mueble en ese lugar y debíamos de moverlo- Vikingo -lo llamé asomándome por el pasillo para que me oyera hasta que lo vi entrando del patio- Ven, necesito tú ayuda –esperé hasta que llegara y me planté delante del mueble- ayúdame a mover este mueble, tengo que ver lo que hay detrás de el –era bastante alto y pesado, casi como un armario pero más estrecho. Con su ayuda y sobre todo su fuerza fuimos capaces de moverlo hacia un lado y separarlo, me quedé observando la pared donde a simple vista no había nada que llamara la atención. Pasé mí mano por el lugar liso donde no parecía que hubiera nada, así que comencé a dar golpes buscando algo que fuera diferente… en un punto el ruido que hizo fuer diferente al resto, sonaba como hueco, busqué sus ojos dándole a entender que habíamos encontrado algo y me aparté- Tenemos que romper esto, ahí dentro hay algo que dejó mí madre escondido –no hacía falta decirle mucho más para saber, quizás, de qué hablaba. Le dejé a él que hiciera el agujero mientras hablaba con la mujer y le daba dinero por las molestias causadas y el destrozo de parte de la pared, cuando terminó me acerqué para ver que dentro había un pequeño papiro que estaba cerrado con un sello de cera que tenía el mismo dibujo que había en la parte inferior de los papiros, y lo abrí para ver qué contenía dentro escrito- Es la letra de mí madre –la reconocí enseguida apoyando mí espalda contra la pared leyendo lo que ponía. Estaba dirigida a mí, a que algún día encontraría la carta y la leería… como si mí madre supiera que iba a pasar. No era una carta muy extensa pero su poco contenido era más que suficiente; nos daba una pista de dónde podríamos encontrar los cuadernos. Aún un poco en shock por aquello miré al vikingo mientras asimilaba lo que ponía en esa carta- Tenemos que irnos, debemos de ir al despacho de mí madre donde ella trabaja en el museo –no dije mucho más, me despedí de la mujer agradeciéndole su ayuda y disculpándome por el pequeño destrozo y salí a la calle en busca de un poco de aire mientras intentaba aclarar mis ideas y por qué parecía que mí madre, de alguna forma, sabía que yo encontraría la carta con el paso del tiempo y no podía pensar que fuera ella misma quien me lo dijera… era todo demasiado extraño y confuso como para hallarle una lógica razonable.
Preferí no contestarle a eso aunque lo fulminé con la mirada mientras me alejaba hacia el salón, podría decirle mil y una cosas pero al parecer no iba a hacerme caso en ninguna de ellas porque no me hacía caso en nada de lo que le decía. Él solo ordenaba y mandaba y yo parecía que tenía que obedecerle como si fuera mí amo y mí señor y, para qué mentir, me estaba empezando a cansar la situación. No entendía que no le estaba obedeciendo sino que lo estaba ayudando, que tanto el uno como el otro nos necesitábamos para conseguir el mismo objetivo. Un solo “iré” fue lo que obtuve como respuesta durante el desayuno y en verdad lo preferí, estaba bastante cabreada y molesta con él y no me apetecía demasiado hablar con él ni escuchar ninguna otra de sus órdenes.
Cuando se levantó de la mesa una vez terminó lo seguí con la mirada hasta perderlo de vista por las escaleras dejándome sola terminando de desayunar, recogí las cosas y me entretuve jugando con el gato sentada en el sofá viendo como intentaba coger los flecos que había en el borde de la funda del mismo, viendo como saltaba para intentar cogerlo distraída mientras esperaba a que el vikingo bajara. Giré mí rostro cuando lo hizo y lo miré enarcando una ceja, podría ser cierto que nos estuvieran buscando aunque no sabía ni quienes lo estaban haciendo ni porqué quizás lo sabían, pero como había decidido aquel día no discutir con él aunque me estuviera costando, me levanté dejando al gato en el sofá.
Ya no sabía si era mejor decisión o peor el llevarnos el papiro, así que finalmente opté por meterlos en el maletín ya que así nos asegurábamos de que estaban a salvo y cogí lo que pudiera necesitar para encontrar los cuadernos. Una vez con todo preparo sin decir nada comencé a andar hacia la puerta para poner rumbo a la que había sido mí casa, cuando su mano en mí muñeca paró todo tipo de avance. Me giré de forma lenta para quedar de cara a él esperando a que dijera lo que tuviera que decirme, quizás esperaba una disculpa por la actitud que había tenido en la mañana, quizás esperaba que me dijera algo sobre su forma de actuar y que no iba a volver a hacerlo de nuevo… lo único que obtuve fue un gracias por haberlo cuidado durante la noche. Lo estaba diciendo de verdad, al menos su tono y su sinceridad fueron palpables mientras mis ojos estaban fijos en los suyos.
-No tienes por qué darlas, tú cuidaste de mí por dos noches así que es lo mínimo que podía hacer –cuando su mano soltó mí muñeca para dejarme ir me giré ahora sí saliendo por la puerta, hacía un poco de calor pero la brisa era refrescante y aliviaba a combatirlo. Comencé a andar por las calles que empezaban a llenarse de vida, los mercaderes ya tenían los puestos montados y me paré en uno de ellos comprando un par de piezas de fruta, dándole al vikingo para seguir con el camino que nos llevaría hasta mí casa. Era consciente de que la gente se nos quedaba mirando porque era un poco extraño ver a un hombre que destacaba entre la multitud y que encima portaba aquella espada, allí solamente llevaban sables los guardias, así que ya por eso llamábamos un poco la atención.
No sabía qué nos íbamos a encontrar cuando llegáramos allí, la última vez que estuve la mujer de la familia que vivía allí junto a su marido y a su hija pequeña de seis años me había entregado un cofre con cosas que había encontrado de cuando vivíamos allí, entre aquellas cosas no encontré nada que fuera destacable ni llamativo, claro que no sabía o no recordaba lo de los cuadernos. Le dije que lo guardara y esperaba que no hubiera tirado las cosas porque había muchas cosas variadas, tendría que examinar todo con atención por si me había saltado alguna cosa. El camino estaba siendo algo tenso incluso en el silencio que había entre ambos mientras él se limitaba a seguirme con la espada atada en su espalda, di un mordisco de la manzana que había comprado y lo miré por el rabillo del ojo recordando lo que había dicho la noche anterior, había hablado en sueños y creía que lo que había dicho había sido producto de los delirios que había sufrido por la fiebre.
-¿Te ha dicho alguien alguna vez, que hablas en sueños? –Dejé caer siguiendo andando por las calles, la casa donde yo vivía estaba en una de las calles más altas de la ciudad desde donde había una excelente vista y aún nos quedaba un poco de camino- Anoche fue la primera vez que te oí hablar en sueños, pensé que me estabas diciendo algo pero seguías dormido –seguí andando dándole otro mordisco a la manzana- Hablabas en tú idioma y no pude distinguir mucho por los murmullos… pero parecías hablar con alguien que se llamaba… -hice una leve pausa- ¿Puede ser mmm… Hoor? –Giré mí vista para ver su expresión que me diría si había acertado o no- Decías que aunque se enfadara debías de ir tú, tenías que ser tú… que no podía obligarte a o no ir… y que la cuidaras –lo miré esperando a que afirmara o negara algo de lo que había dicho, pero había parecido más bien un recuerdo- ¿Es tú padre? –Lo miré enarcando una ceja, ya sabía que era de la realeza así que era probable que su padre fuera el rey. Esperé tras sus palabras y seguí el camino hasta que por fin divisé la casa donde me había criado, esperaba encontrar a alguien y que el camino no hubiera sido en vano. Al llegar a la puerta toqué con los nudillos rezando porque alguien abriera, pasados unos segundos que parecieron eternos la misma mujer que me había atendido la primera vez ahora nos abría la puerta. Tardó un par de segundos en reconocerme y le pregunté si había guardado las cosas que había encontrado cuando se mudó allí a vivir, asintió con la cabeza y entonces reparó en el vikingo. Podía entender que se sintiera intimidada, ¿quién no lo haría con alguien que era más alto, mucho más fuerte y que encima portaba una espada? Le dije que era un amigo y que me estaba acompañando, pareció dudar pero al final acabó por dejarnos pasar.
Estaba tal y como la recordaba de la última vez, no había muchas cosas que fueran diferentes y nos dejó en el salón donde su hija de seis años estaba jugando con un juguete y parecía divertirse bastante. Le hice una seña al vikingo para que se sentara y guardara la espada y me acerqué a la niña para hablar con ella, jugaba con varios peluches y me hizo sonreír con algo de nostalgia… de pequeña yo había sido igual. La mujer volvió con el cofre entre sus manos y me levanté para ir hacia ella, le pregunté si podía ver las cosas que había guardado y nos dijo que podíamos estar fuera en un patio que tenía, con una mesa y con sillas donde estaríamos tranquilos. Me dirigí hacia allí y dejé el cofre sobre la mesa sentándome en una de las sillas, para luego abrirlo y ver su contenido.
Había una muñeca algo ya vieja con un vestido que mí padre había hecho al ser sastre, varias cartas que le había escrito a mí madre, una pulsera que ella solía llevar y varios libros que fue lo que saqué para observarlos. Era algo triste ver recuerdos de una vida pasada que se truncó de una forma tan… abrupta y violenta. Abrí los libros que había dejado sobre la mesa y los miré de forma detenida, pero en ellos no había nada que me hiciera ver que podía ayudarnos a traducir los papiros. Lancé un suspiro frustrada por ello aunque sabía que no íbamos a encontrarlos a la primera de cambio dejando cerrando el libro sobre la mesa y apoyándome en el respaldo de la silla. Las búsquedas nunca eran fáciles y no se hallaba siempre en el primer lugar, era algo que ya había contemplado. Cerré los ojos unos segundos y me mordí el labio pensando, quizás algo que se me estaba escapando y no me había percatado de ello. Debía de examinar la habitación que mí madre utilizaba para guardar sus cosas. Abrí los ojos y me fijé en el vikingo que me miraba sin entender demasiado.
-Ahora vengo –me levanté dejándolo allí y volví a hablar con la mujer preguntando si podía mirar en una de las habitaciones para comprobar una cosa, ella no se negó y me condujo hasta una que parecía que utilizaban de trastero. Había cambiado un poco la habitación pero recordaba donde mí madre había tenido su mesa, las estanterías… todo. Como si hubiera conectado algún punto de mí cerebro, o una información concreta, miré hacia una de las paredes donde ella tenía una estantería. Recordaba que siempre llevaba especial cuidado en que no me acercara a ella y me decía que era porque guardaba un gran secreto en su interior, como las pirámides, y que algún día encontraría. Había un gran mueble en ese lugar y debíamos de moverlo- Vikingo -lo llamé asomándome por el pasillo para que me oyera hasta que lo vi entrando del patio- Ven, necesito tú ayuda –esperé hasta que llegara y me planté delante del mueble- ayúdame a mover este mueble, tengo que ver lo que hay detrás de el –era bastante alto y pesado, casi como un armario pero más estrecho. Con su ayuda y sobre todo su fuerza fuimos capaces de moverlo hacia un lado y separarlo, me quedé observando la pared donde a simple vista no había nada que llamara la atención. Pasé mí mano por el lugar liso donde no parecía que hubiera nada, así que comencé a dar golpes buscando algo que fuera diferente… en un punto el ruido que hizo fuer diferente al resto, sonaba como hueco, busqué sus ojos dándole a entender que habíamos encontrado algo y me aparté- Tenemos que romper esto, ahí dentro hay algo que dejó mí madre escondido –no hacía falta decirle mucho más para saber, quizás, de qué hablaba. Le dejé a él que hiciera el agujero mientras hablaba con la mujer y le daba dinero por las molestias causadas y el destrozo de parte de la pared, cuando terminó me acerqué para ver que dentro había un pequeño papiro que estaba cerrado con un sello de cera que tenía el mismo dibujo que había en la parte inferior de los papiros, y lo abrí para ver qué contenía dentro escrito- Es la letra de mí madre –la reconocí enseguida apoyando mí espalda contra la pared leyendo lo que ponía. Estaba dirigida a mí, a que algún día encontraría la carta y la leería… como si mí madre supiera que iba a pasar. No era una carta muy extensa pero su poco contenido era más que suficiente; nos daba una pista de dónde podríamos encontrar los cuadernos. Aún un poco en shock por aquello miré al vikingo mientras asimilaba lo que ponía en esa carta- Tenemos que irnos, debemos de ir al despacho de mí madre donde ella trabaja en el museo –no dije mucho más, me despedí de la mujer agradeciéndole su ayuda y disculpándome por el pequeño destrozo y salí a la calle en busca de un poco de aire mientras intentaba aclarar mis ideas y por qué parecía que mí madre, de alguna forma, sabía que yo encontraría la carta con el paso del tiempo y no podía pensar que fuera ella misma quien me lo dijera… era todo demasiado extraño y confuso como para hallarle una lógica razonable.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Frías sus palabras que fueron respondidas con un mero asentimiento, sabia que estaba enfadada, conocía aquel carácter endiablado del que gozaba cuando las cosas no eran o no las hacia como ella pensaba que debía.
Nunca nos entenderíamos en ciertos temas, eso era un echo, yo había sido templado con fuego y acero, para mi la gesta corría por mis venas como el trueno, mas ella supongo anhelaba otro tipo de vida.
Amaba su trabajo en París, en el museo, la arqueología y la cultura egipcia era su pasión y el norte un mero estudio para conocer culturas distintas, nuevos mundos.
Quizás yo solo era eso, algo nuevo que conocer, ella gozaba de la inmortalidad, yo por ende era efímero y de algún modo u otro, mi afán por buscar el Valhalla la desesperaba.
Lo entendía, había salvado mi vida, pero del mismo modo tenia que entender que yo nunca seria un hombre de paz, nunca encontraría en mi a un hombre calmo, capaz de simplemente vivir la vida, opera, museos y llevarla a misa los domingos. Yo no era así, podía ofrecerle tempestad, ratos de risa hacer el amor frente a las llamas de la hoguera mientras nuestros hijos corrían con las espadas fuera.
Madre siempre entendió a padre con una mirada, nunca fue un tipo fácil, pero madre era feliz a su lado, nos contaba como se enamoro de sus tempestades cuando la saco del agua y que desde entonces nunca mas volvieron a separarse. Se casaron a la noche siguiente, nunca he conocido mayor amor que el que ambos se procesan. Eran distintos en muchos aspectos, hasta en las religiones que uno y otro procesan, pero aun así..siempre se respetaron ,amaron y cuidaron, y criaron a tres hijos que no se lo habíamos puesto nada fácil.
Pronto me di cuenta que sumergido en mis pensamientos de lo que para mi era una vida idílica y posiblemente para ella no, la había seguido entre los distintos puestos coloridos de mercaderes egipcios.
Al parecer muchos ojos estaban puestos en mi, diría que porque mi aspecto era arrebatadoramente sexy, ladeé la sonrisa sin poder evitarlo, mas la verdad era que mi altura y corpulencia destacaba sobre el resto, así como la bastarda de mi espalda parecía intimidar mas de lo necesario.
Tenso el silencio que se había abierto paso entre nosotros, trate de distraer mi mente con otra cosa que no fuera su cuerpo y aquel enfado que parecía perdurarle en el tiempo, no iba a disculparme si eso esperaba por haberme abierto la herida en el barco, fue necesario para llegar a puerto, tampoco iba a hacerlo por el echo de guardarlo en secreto, era obvio que de habérselo contado no hubiéramos llegado a la casa, hubiera insistido en que descansara sin tomar el barco que cruzaba el Nilo, y no teníamos tiempo.
Estaba allí, vivo, tenia el feo vicio de esquivar la muerte y su guadaña y si alguna vez me alcanzaba iría al Valhalla a cenar y follar ocn las valquirias que me llevaban, tampoco pintaba tan mal ¿no crees?
Una pregunta interrumpió de nuevo mis pensamientos, era lo malo del silencio que te daba mucho tiempo a pensar. Enarqué una ceja ¿hablar en sueños?
-Se que como todos los guerreros que deliran por las altas fiebres delirar es uno de los síntomas, también que no se pueden tener muy en cuenta esos delirios, no siempre corresponden a la realidad, o al menos puede estar parcialmente sesgada -dije tratando de quitar hierro al asunto.
Desconocía que había dicho y temía haberle revelado algo trascendental que la ayudara a hilar cabos.
“Höor” mi gesto cambio, creo que me quede pálido y mis ojos se desviaron hacia un lado tratando de que no viera la verdad en ellos.
-Es mi tío -apunté quitandole importancia al echo mientras seguia caminando tras ella.
Dudaba que relacionase ese nombre con nada ni con nadie, pues a fin de cunetas el Höor futuro conoció a Nai en ese viaje a nuestro castillo.
Lo que no dije era el nombre de mi padre, pues madre era cortesana como lo fue Nai y aunque esta dejo de ejercer el oficio mas antiguo del mundo cuando padre y ella se conocieron, desconocía si habían coincidido en época o en algún sitio y era mas lógico que aunque no en persona si conociera el nombre de mi padre dicho de boca de mi madre.
Dudaba hubiera muchos Erlend u Höor en París, así que atar cabos a una mujer como ella no le costaría demasiado.
Por suerte alcanzamos la casa que buscábamos así que las preguntas sobre mi procedencia no continuaron algo que me hizo respirar francamente aliviado.
Golpeó con los nudillos la puerta y una mujer de mediana edad con una niña pequeña que jugaba con una bonita muñeca nos abrió la puerta.
Sus ojos se perdieron en mis azules, parecía intimidarle mi presencia, sin embargo la pequeña me miraba curiosa desde el otro lado de las faldas de esta.
Le guiñe el ojo con una mueca divertida y esta sonrió con descaro mientras sacudía ligeramente la muñeca para mostrármela.
Nai logro que la mujer nos invitara a su humilde morada, así que pronto tomamos asiento en el salón, la niña parloteaba en su idioma fingiendo las voces de los peluches mientras Nai hablaba con ella, no pude evitar sonreír al ver la escena embobado, algún día seria una buena madre, aunque la inmortalidad la había privado de algún modo de ello..siempre habían soluciones..eso lo sabia bien por experiencia propia, de no ser así, yo no estaría en este mundo.
La mujer volvió trayendo con ella un cofre que pronto la egipcia empezó a inspeccionar, era recuerdos de su pasado, así que le di cierto espacio para que pudiera recordar, entendía la nostalgia que debía sentir al tocarlos, pues ella adoraba a su madre y esto era lo mas cerca que en estos momento podía estar de ella, aunque el futuro le deparaba buenas nuevas.
Me puse en pie y me acerque a la niña para dejarme caer con ella sobre la alfombra, ella me dejo una de sus muñecas a la que le coloqué en la mano un palo como espada que sacudió frente al monstruo oso para darle caza. La risa de la niña se perdió en la estancia mientras yo interpretaba la mejor de las batallas.
Alcé la mirada cuando Nai se puso en pie con el semblante serio, al parecer no había encontrado nada, así que me pedía paciencia para ir a investigar al parecer su propio cuarto o el de su madre, no lo sabia bien.
Asentí volviendo a centrarme en mi cómica parodia mientras Nai desaparecía bajo el umbral de la puerta.
No se el tiempo que paso, pero al rato escuche mi nombre, al parecer había encontrado algo, me puse en pie y subí escaleras arriba buscando a Naitiri.
Necesitaba que le moviera una especie de armario, y por supuesto ella y la mujer no podían moverlo un ápice pues el mueble era muy pesado.
Ladeé la sonrisa dispuesto a devolverle en cierto modo su comportamiento para conmigo, había estado fría el día entero porque yo no me había cuidado y ahora me pedía que hiciera un sobre esfuerzo aun a riesgo de abrir la herida recién sanada y aun tierna.
-¿entonces ¿lo muevo? -pregunte con cierta picardia antes de empezar a empujar y con cierta facilidad apartarlo del sitio.
La egipcia me fulmino con la mirada, algo que aun me divirtió mucho mas, mujeres, siempre tan contradictorias.
No se quedo ahí la chanza, pues después de inspeccionar la pared encontró una zona hueca que me pidió nuevamente y con el ceño fruncido que rompiera.
Mi diversión aumentaba por momentos casi a la vez que su cabreo épico, mas pronto obtuvo lo que buscaba o al menos parecía ser la clave para encontrar los diarios. Era una carta manuscrita de puño y letra de su madre.
A Nai el cambio el semblante y me instigo con urgencia a que abandonáramos la estancia para ir a un despacho donde al parecer trabajaba en el pasado su madre.
Asentí siguiéndola, pues esta había salido a tomar el aire, demasiadas emociones para una mujer que no tendía a vivir grandes aventuras o al menos eso es lo que yo creía.
Cuando alcancé su posición su rostro estaba perdido en pensamientos que la hacían dudar de todo ¿de mi también?
Acaricié despacio su rostro apartando un mechón de pelo para colocarlo tras su oreja, era el gesto mas afectivo que nos habíamos dedicado durante todo el día.
-¿estas bien? -pregunté preocupado.
Poco duro esa pequeña tregua, pues por la calle contigua cuatro hombre con rasgos norteños avanzaban hacia la casa que acabábamos de abandonar.
Tiré de Nai hacia una de las esquinas de la calle, nuestros cuerpos quedaron pegados, su pecho contra el mio, mi aliento contra sus labios y mi dedo indicándole que guardara silencio mientras mis ojos seguían aquellas figuras que se paraban delante de la casa posiblemente trazando el plan para adentrarse en ella sin mas.
Tensé el gesto, podríamos irnos, seria lo mas sensato, mas no lo correcto y para que mentir la sensatez nunca fue lo mio. Sabia que a Nai no le iba a gustar aquello, pero yo era así.
-Escucha pequeña, coge la carta y ve al despacho de tu madre, tengo que volver a esa casa -mis ojso se perdieron en sus pardos, abrió la boca para responder algo mas mi mano la silencio.
-Te prometo que volveré a ti -la misma promesa le hice cuando convencí a mi tío de que atravesar yo y no otro era la mejor y única opción, claro que en ese instante Nai no pareció conforme y fue ella misma a convencer a mi tío de lo contrario ,algo que no consiguió, pues los vikingos tomamos nuestras propias decisiones y yo ya lo había echo aun conociendo los riesgos que podía suponer ese acto.
-Las mataran si no vuelvo -concluí despojando su cuerpo de mi calor -y no me sigas, llevas encima algo muy valioso si cayera en manos inapropiadas...mi mundo estaría en ruinas. Nos vemos en el despacho de tu madre...
Esas fueron mis ultimas palabras antes de alejarme camino al caserón.
Nunca nos entenderíamos en ciertos temas, eso era un echo, yo había sido templado con fuego y acero, para mi la gesta corría por mis venas como el trueno, mas ella supongo anhelaba otro tipo de vida.
Amaba su trabajo en París, en el museo, la arqueología y la cultura egipcia era su pasión y el norte un mero estudio para conocer culturas distintas, nuevos mundos.
Quizás yo solo era eso, algo nuevo que conocer, ella gozaba de la inmortalidad, yo por ende era efímero y de algún modo u otro, mi afán por buscar el Valhalla la desesperaba.
Lo entendía, había salvado mi vida, pero del mismo modo tenia que entender que yo nunca seria un hombre de paz, nunca encontraría en mi a un hombre calmo, capaz de simplemente vivir la vida, opera, museos y llevarla a misa los domingos. Yo no era así, podía ofrecerle tempestad, ratos de risa hacer el amor frente a las llamas de la hoguera mientras nuestros hijos corrían con las espadas fuera.
Madre siempre entendió a padre con una mirada, nunca fue un tipo fácil, pero madre era feliz a su lado, nos contaba como se enamoro de sus tempestades cuando la saco del agua y que desde entonces nunca mas volvieron a separarse. Se casaron a la noche siguiente, nunca he conocido mayor amor que el que ambos se procesan. Eran distintos en muchos aspectos, hasta en las religiones que uno y otro procesan, pero aun así..siempre se respetaron ,amaron y cuidaron, y criaron a tres hijos que no se lo habíamos puesto nada fácil.
Pronto me di cuenta que sumergido en mis pensamientos de lo que para mi era una vida idílica y posiblemente para ella no, la había seguido entre los distintos puestos coloridos de mercaderes egipcios.
Al parecer muchos ojos estaban puestos en mi, diría que porque mi aspecto era arrebatadoramente sexy, ladeé la sonrisa sin poder evitarlo, mas la verdad era que mi altura y corpulencia destacaba sobre el resto, así como la bastarda de mi espalda parecía intimidar mas de lo necesario.
Tenso el silencio que se había abierto paso entre nosotros, trate de distraer mi mente con otra cosa que no fuera su cuerpo y aquel enfado que parecía perdurarle en el tiempo, no iba a disculparme si eso esperaba por haberme abierto la herida en el barco, fue necesario para llegar a puerto, tampoco iba a hacerlo por el echo de guardarlo en secreto, era obvio que de habérselo contado no hubiéramos llegado a la casa, hubiera insistido en que descansara sin tomar el barco que cruzaba el Nilo, y no teníamos tiempo.
Estaba allí, vivo, tenia el feo vicio de esquivar la muerte y su guadaña y si alguna vez me alcanzaba iría al Valhalla a cenar y follar ocn las valquirias que me llevaban, tampoco pintaba tan mal ¿no crees?
Una pregunta interrumpió de nuevo mis pensamientos, era lo malo del silencio que te daba mucho tiempo a pensar. Enarqué una ceja ¿hablar en sueños?
-Se que como todos los guerreros que deliran por las altas fiebres delirar es uno de los síntomas, también que no se pueden tener muy en cuenta esos delirios, no siempre corresponden a la realidad, o al menos puede estar parcialmente sesgada -dije tratando de quitar hierro al asunto.
Desconocía que había dicho y temía haberle revelado algo trascendental que la ayudara a hilar cabos.
“Höor” mi gesto cambio, creo que me quede pálido y mis ojos se desviaron hacia un lado tratando de que no viera la verdad en ellos.
-Es mi tío -apunté quitandole importancia al echo mientras seguia caminando tras ella.
Dudaba que relacionase ese nombre con nada ni con nadie, pues a fin de cunetas el Höor futuro conoció a Nai en ese viaje a nuestro castillo.
Lo que no dije era el nombre de mi padre, pues madre era cortesana como lo fue Nai y aunque esta dejo de ejercer el oficio mas antiguo del mundo cuando padre y ella se conocieron, desconocía si habían coincidido en época o en algún sitio y era mas lógico que aunque no en persona si conociera el nombre de mi padre dicho de boca de mi madre.
Dudaba hubiera muchos Erlend u Höor en París, así que atar cabos a una mujer como ella no le costaría demasiado.
Por suerte alcanzamos la casa que buscábamos así que las preguntas sobre mi procedencia no continuaron algo que me hizo respirar francamente aliviado.
Golpeó con los nudillos la puerta y una mujer de mediana edad con una niña pequeña que jugaba con una bonita muñeca nos abrió la puerta.
Sus ojos se perdieron en mis azules, parecía intimidarle mi presencia, sin embargo la pequeña me miraba curiosa desde el otro lado de las faldas de esta.
Le guiñe el ojo con una mueca divertida y esta sonrió con descaro mientras sacudía ligeramente la muñeca para mostrármela.
Nai logro que la mujer nos invitara a su humilde morada, así que pronto tomamos asiento en el salón, la niña parloteaba en su idioma fingiendo las voces de los peluches mientras Nai hablaba con ella, no pude evitar sonreír al ver la escena embobado, algún día seria una buena madre, aunque la inmortalidad la había privado de algún modo de ello..siempre habían soluciones..eso lo sabia bien por experiencia propia, de no ser así, yo no estaría en este mundo.
La mujer volvió trayendo con ella un cofre que pronto la egipcia empezó a inspeccionar, era recuerdos de su pasado, así que le di cierto espacio para que pudiera recordar, entendía la nostalgia que debía sentir al tocarlos, pues ella adoraba a su madre y esto era lo mas cerca que en estos momento podía estar de ella, aunque el futuro le deparaba buenas nuevas.
Me puse en pie y me acerque a la niña para dejarme caer con ella sobre la alfombra, ella me dejo una de sus muñecas a la que le coloqué en la mano un palo como espada que sacudió frente al monstruo oso para darle caza. La risa de la niña se perdió en la estancia mientras yo interpretaba la mejor de las batallas.
Alcé la mirada cuando Nai se puso en pie con el semblante serio, al parecer no había encontrado nada, así que me pedía paciencia para ir a investigar al parecer su propio cuarto o el de su madre, no lo sabia bien.
Asentí volviendo a centrarme en mi cómica parodia mientras Nai desaparecía bajo el umbral de la puerta.
No se el tiempo que paso, pero al rato escuche mi nombre, al parecer había encontrado algo, me puse en pie y subí escaleras arriba buscando a Naitiri.
Necesitaba que le moviera una especie de armario, y por supuesto ella y la mujer no podían moverlo un ápice pues el mueble era muy pesado.
Ladeé la sonrisa dispuesto a devolverle en cierto modo su comportamiento para conmigo, había estado fría el día entero porque yo no me había cuidado y ahora me pedía que hiciera un sobre esfuerzo aun a riesgo de abrir la herida recién sanada y aun tierna.
-¿entonces ¿lo muevo? -pregunte con cierta picardia antes de empezar a empujar y con cierta facilidad apartarlo del sitio.
La egipcia me fulmino con la mirada, algo que aun me divirtió mucho mas, mujeres, siempre tan contradictorias.
No se quedo ahí la chanza, pues después de inspeccionar la pared encontró una zona hueca que me pidió nuevamente y con el ceño fruncido que rompiera.
Mi diversión aumentaba por momentos casi a la vez que su cabreo épico, mas pronto obtuvo lo que buscaba o al menos parecía ser la clave para encontrar los diarios. Era una carta manuscrita de puño y letra de su madre.
A Nai el cambio el semblante y me instigo con urgencia a que abandonáramos la estancia para ir a un despacho donde al parecer trabajaba en el pasado su madre.
Asentí siguiéndola, pues esta había salido a tomar el aire, demasiadas emociones para una mujer que no tendía a vivir grandes aventuras o al menos eso es lo que yo creía.
Cuando alcancé su posición su rostro estaba perdido en pensamientos que la hacían dudar de todo ¿de mi también?
Acaricié despacio su rostro apartando un mechón de pelo para colocarlo tras su oreja, era el gesto mas afectivo que nos habíamos dedicado durante todo el día.
-¿estas bien? -pregunté preocupado.
Poco duro esa pequeña tregua, pues por la calle contigua cuatro hombre con rasgos norteños avanzaban hacia la casa que acabábamos de abandonar.
Tiré de Nai hacia una de las esquinas de la calle, nuestros cuerpos quedaron pegados, su pecho contra el mio, mi aliento contra sus labios y mi dedo indicándole que guardara silencio mientras mis ojos seguían aquellas figuras que se paraban delante de la casa posiblemente trazando el plan para adentrarse en ella sin mas.
Tensé el gesto, podríamos irnos, seria lo mas sensato, mas no lo correcto y para que mentir la sensatez nunca fue lo mio. Sabia que a Nai no le iba a gustar aquello, pero yo era así.
-Escucha pequeña, coge la carta y ve al despacho de tu madre, tengo que volver a esa casa -mis ojso se perdieron en sus pardos, abrió la boca para responder algo mas mi mano la silencio.
-Te prometo que volveré a ti -la misma promesa le hice cuando convencí a mi tío de que atravesar yo y no otro era la mejor y única opción, claro que en ese instante Nai no pareció conforme y fue ella misma a convencer a mi tío de lo contrario ,algo que no consiguió, pues los vikingos tomamos nuestras propias decisiones y yo ya lo había echo aun conociendo los riesgos que podía suponer ese acto.
-Las mataran si no vuelvo -concluí despojando su cuerpo de mi calor -y no me sigas, llevas encima algo muy valioso si cayera en manos inapropiadas...mi mundo estaría en ruinas. Nos vemos en el despacho de tu madre...
Esas fueron mis ultimas palabras antes de alejarme camino al caserón.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Si de algo me había mentalizado cuando íbamos de camino a la que fue mí casa era que no había garantías de que encontráramos algo. Ya había ido una vez y no había encontrado nada relevante entre las pertenencias que nos habíamos dejado, y eso era algo que también él sabía y que le había dejado claro antes incluso de abandonar París… no podía garantizarle nada, y era algo que tenía en mente. Claro que aquella vez no había ido buscando nada en concreto, sino que más bien había ido por pura nostalgia. Pronto sabríamos si había algo que nos ayudara o solamente nos iríamos tal cual habíamos llegado. Parecía que la suerte estaba de nuestro lado al haber alguien en la casa, y la misma mujer nos abrió la puerta para dejarnos pasar.
Al poco rato me trajo aquel cofre donde estaban todas las cosas y me senté mientras lo abría y lo observaba dejando todas las cosas que había sobre el sofá donde estaba sentada, el vikingo se había puesto a jugar ahora con la niña mientras yo revisaba las cosas en busca de algo que nos pudiera servir. Las risas de fondo de la niña mientras jugaba con él fue algo que me distrajo durante unos segundos haciendo que mí vista se fijara en ellos durante un momento, él había cogido una de las muñecas y parecía como si llevara una espada luchando contra un oso y que hacía que la niña riera, y que a mí me hizo sonreír también. Los observé siendo aquella imagen algo chocante, viéndolo tumbado jugando con la niña con lo grande y corpulento que era mientras la niña se reía con él. Era un aspecto muy diferente del vikingo mandón y fiero que me hizo bastante gracia.
Los libros que había en el cofre no me aportaron ninguna pista y decidí mirar en la habitación donde había tenido el despacho, dejé al vikingo con la niña y miré hasta que al final tuve que llamarlo para que me ayudara a mover uno de los muebles. Parecía bastante divertido contra el hecho de que le había dicho por la mañana que no hiciera esfuerzos, y ahora le estuviera pidiendo que moviera un mueble. Podía ver en su rostro su diversión ante mí contradicción y esperé a que me hiciera caso y lo moviera. Resultó que sí había algo tras aquel mueble y volví a pedirle que abriera el hueco que había encontrado en la pared para ver qué había dentro… cosa que, cabía añadir, también le había resultado tremendamente divertido mientras que yo por el contrario me ofuscaba el hecho de que se divirtiera con ello.
Para suerte de los dos y dando gracias a que algo parecía que había activado como un mecanismo en mí interior que me había hecho recordar, encontramos una carta que portaba un sello de cera con el símbolo que reconocí y me hizo acordarme de los cuadernos, escrita a mano por mí madre. El shock al leer su contenido fue demasiado grande como para seguir encerrada en aquella casa ante lo que había escrito, no solo dónde encontrar sus cuadernos, sino también el hecho de que ella había sabido de alguna forma que algún día encontraría la carta y seguiría un camino que, al parecer, ella había dejado a mitad y que a mí me había enseñado para que lo encontrara… como una guía inducida de forma inconsciente en mí memoria, dispuesta a despertar llegado el momento preciso.
Tuve que salir en busca de aire sintiendo una presión que me oprimía el pecho y que me hizo al dar unos pasos ya en la calle apoyar mí espalda contra la pared, mientras en mí mente miles de preguntas sin respuesta se cruzaban sin saber muy bien qué debía de interpretar de aquello o qué debía de pensar. No había entendido absolutamente nada, ¿cómo es que ella parecía saber que algún día lo encontraría? ¿Por qué no pensar, más bien, que ella me lo diría sin más con el paso del tiempo? Era como… como si supiera que, de alguna forma, todo aquello podría pasar y me había ido dejando migas de pan por el camino… era de locos pensarlo.
Solo salí de mis pensamientos y de aquellas preguntas para las que no tenía respuestas cuando el vikingo salió de la casa y se paró frente a mí, sus dedos en mí rostro acariciándolo y recorriéndolo de forma despacio fue lo que me devolvió a la realidad en la que estábamos, apartó un mechón de mí pelo poniéndolo tras mí oreja y mis ojos subieron a los suyos ante su pregunta y la preocupación que había en el tono. Una pregunta tan simple de la que no sabía con certeza la respuesta… ¿lo estaba? No, sin duda alguna en aquellos momentos no estaba bien, no sabía exactamente lo que pensar de aquella carta y jamás hallaría una respuesta, al menos no directa de mí madre.
-Yo… no, no lo estoy –negué levemente con la cabeza- ¿Por qué mí madre me ocultaría algo como eso? ¿Por qué parece que ella sabía lo que iba a pasar y lo ocultó todo? ¿Por qué me preparó para que siguiera unas migas de pan que ella ya había dejado? ¿Por qué…? –Me callé porque todo eran preguntas sin respuesta, preguntas que ella nunca llegaría a responderme y a darme las respuestas que ahora mismo necesitaba. Me mordí el labio bastante frustrada con la situación de ese momento, ahora mismo navegaba en un mar de dudas constante- No lo entiendo… no entiendo nada y necesito respuestas –murmuré observándole, todo lo que tenía era una breve carta que no explicaba demasiado junto con lo que habíamos estado buscando al ir allí. Sin saber muy bien por qué noté que él tiraba de mí hasta quedar tras la esquina de la calle notando mí espalda contra la pared, su cuerpo pegado al mío por completo, su aliento chocando contra mis labios, subí mí vista para ver que me miraba de forma fija y ponía un dedo en sus labios para que no hablara e hiciera ruido. Entendí entonces por qué lo había hecho cuando vi a cuatro hombres parados a unos pasos de la casa, hombres que parecían proceder de donde era él y que también iban armados. Mí vista volvió a él cuando dijo que lo escuchara, que cogiera las cosas y que me fuera, iba a decir algo cuando puso un dedo en mis labios silenciándome haciendo que mí aliento cálido diera directo contra su dedo y siguió hablando sin darme la oportunidad a decir nada.
“Te prometo que volveré a ti” fueron esas palabras lo que me hizo saber qué era lo que estaba pensando hacer en aquel momento, sus ojos fijos en los míos y esa promesa hecha de forma solemne que me daban a entender que cumpliría con su palabra. Él había dicho que siempre cumplía con lo que se proponía y con sus objetivos, y no podía hacer otra cosa que creerle. Sabía que había mucho más tras esas palabras, no era como lanzarse a rescatar a una niña… esto era cruzar un nivel mucho más superior que eso. Eran cuatro y él uno, y aunque sabía de alguna forma que sería capaz de vencerlos la lógica, en esa situación, decía todo lo contrario. Siguió hablando mientras esas palabras seguían resonando en mí mente una y otra vez, como si al repetirlas cobraran más fuerza de las que ya tenían. Mordí de forma muy suave la yema del dedo sobre mis labios para que lo quitara y me dejara hablar.
-Sálvalas –fue lo primero que dije cuando se separó de mí cuerpo- no te seguiré, pero sálvalas –casi fue como un ruego- nadie merece morir por mí culpa y de alguna forma yo los he conducido hasta ellas… no se lo merecen y no tienen nada que ver con todo esto. Ten –abrí el maletín y rasgué un trozo de una de las hojas que llevaba siempre encima donde escribí de forma rápida una palabra- si te pierdes enseña esto, te indicarán donde está el museo –se lo entregué para que se lo guardara viendo como se alejaba hacia la esquina dispuesto a volver a aquella casa y enfrentarse a esos hombres para salvarlas. Antes de que me diera cuenta de lo que hacía había llegado hasta él antes de que llegara a la esquina y quedara visible del todo ante aquellos hombres- Vikingo –lo llamé cogiendo su muñeca para girarlo de cara a mí y… abrazarlo. Mis brazos rodearon su espalda y mí rostro lo apoyé contra su pecho- Ten cuidado, por favor –ya había perdido a mucha gente a lo largo de mí vida, no quería perder a nadie más… no más. Alcé mi rostro para mirarlo a los ojos- Me has hecho una promesa… cúmplela –apoyé una de mis manos en su pecho, me elevé hasta que nuestros rostros quedaron cerca sintiendo mis labios rozar los suyos durante unos segundos mezclando nuestros alientos cálidos, mí mirada puesta en la suya hasta que la bajé a sus labios y dejé un mordisco en su labio inferior antes de separarme del todo, coger las cosas y encaminarme al museo.
**********
Hacía media hora que había llegado al museo y para mí suerte me había encontrado con Hawis en la entrada, pensaba que iba por lo que le había comentado del museo así que vi que era la coartada perfecta. Le pedí que tenía que entrar al despacho de mí madre para comprobar unas cosas pero, para mí desgracia, este estaba ocupado por otra persona cuando mí madre se fue y no podía entrar así sin más. Le pregunté qué había sido de todos los documentos y libros que mí madre había tenido allí y me dijo que estarían en un almacén guardado, al que no tenía acceso. Le pedí que era importante para mí y que mí madre me había dejado algo para que yo lo buscara, no di mucha más información porque no quería meterlo a él en ningún problema como había pasado al haber ido a mí antigua casa, esperaba que todo hubiera salido bien y que las lograra salvar.
Estaba preocupada, decir que no sería una auténtica mentira y necesitaba distraer mí mente para no seguir pensando demasiado en aquello. Me costó pero al final conseguí convencer a Hawis para que me llevara al almacén y me ayudara a encontrar las cosas que eran de mí madre. El almacén era enorme y estaba en el sótano, con su ayuda pronto pudimos encontrar lo que andaba buscando y me ayudó a llevar las cajas de mí madre a su despacho, donde podría examinarlas con atención. Sabía que me ayudaba porque eran las cosas de mí madre y porque él sentía respeto por ella, creía que yo estaba siguiendo su mismo camino y en realidad no se alejaba demasiado de ese pensamiento.
Una vez llegamos a su despacho dejé las tres cajas que había sobre la mesa y me puse a mirar entre todos los libros que habían dentro, sabía que no estaría a simple vista así que debía de estar en algún sitio escondido, o quizás en alguno de ellos hallara alguna pista que me condujera a ellos. En la carta no decía mucho más que encontraríamos la pista en el despacho, así que o bien los encontrábamos ahí… o bien la pista nos llevaría al sitio donde los habría guardado. La única que podía encontrarlos era yo, ahora entendía que desde pequeña me había preparado para ello y no podía fallarla, si no encontraba nada en todos esos libros en cuanto su despacho estuviera libre tendría que colarme para ver si podía hallar alguna pista, no los dejaría a simple vista si eran tan importantes. Conociendo a mí madre, tal como hizo con la carta, los habría guardado bajo la vista de todos sin que nadie supiera dónde se encontraban… y yo iba a dar con ellos costara lo que costara.
Al poco rato me trajo aquel cofre donde estaban todas las cosas y me senté mientras lo abría y lo observaba dejando todas las cosas que había sobre el sofá donde estaba sentada, el vikingo se había puesto a jugar ahora con la niña mientras yo revisaba las cosas en busca de algo que nos pudiera servir. Las risas de fondo de la niña mientras jugaba con él fue algo que me distrajo durante unos segundos haciendo que mí vista se fijara en ellos durante un momento, él había cogido una de las muñecas y parecía como si llevara una espada luchando contra un oso y que hacía que la niña riera, y que a mí me hizo sonreír también. Los observé siendo aquella imagen algo chocante, viéndolo tumbado jugando con la niña con lo grande y corpulento que era mientras la niña se reía con él. Era un aspecto muy diferente del vikingo mandón y fiero que me hizo bastante gracia.
Los libros que había en el cofre no me aportaron ninguna pista y decidí mirar en la habitación donde había tenido el despacho, dejé al vikingo con la niña y miré hasta que al final tuve que llamarlo para que me ayudara a mover uno de los muebles. Parecía bastante divertido contra el hecho de que le había dicho por la mañana que no hiciera esfuerzos, y ahora le estuviera pidiendo que moviera un mueble. Podía ver en su rostro su diversión ante mí contradicción y esperé a que me hiciera caso y lo moviera. Resultó que sí había algo tras aquel mueble y volví a pedirle que abriera el hueco que había encontrado en la pared para ver qué había dentro… cosa que, cabía añadir, también le había resultado tremendamente divertido mientras que yo por el contrario me ofuscaba el hecho de que se divirtiera con ello.
Para suerte de los dos y dando gracias a que algo parecía que había activado como un mecanismo en mí interior que me había hecho recordar, encontramos una carta que portaba un sello de cera con el símbolo que reconocí y me hizo acordarme de los cuadernos, escrita a mano por mí madre. El shock al leer su contenido fue demasiado grande como para seguir encerrada en aquella casa ante lo que había escrito, no solo dónde encontrar sus cuadernos, sino también el hecho de que ella había sabido de alguna forma que algún día encontraría la carta y seguiría un camino que, al parecer, ella había dejado a mitad y que a mí me había enseñado para que lo encontrara… como una guía inducida de forma inconsciente en mí memoria, dispuesta a despertar llegado el momento preciso.
Tuve que salir en busca de aire sintiendo una presión que me oprimía el pecho y que me hizo al dar unos pasos ya en la calle apoyar mí espalda contra la pared, mientras en mí mente miles de preguntas sin respuesta se cruzaban sin saber muy bien qué debía de interpretar de aquello o qué debía de pensar. No había entendido absolutamente nada, ¿cómo es que ella parecía saber que algún día lo encontraría? ¿Por qué no pensar, más bien, que ella me lo diría sin más con el paso del tiempo? Era como… como si supiera que, de alguna forma, todo aquello podría pasar y me había ido dejando migas de pan por el camino… era de locos pensarlo.
Solo salí de mis pensamientos y de aquellas preguntas para las que no tenía respuestas cuando el vikingo salió de la casa y se paró frente a mí, sus dedos en mí rostro acariciándolo y recorriéndolo de forma despacio fue lo que me devolvió a la realidad en la que estábamos, apartó un mechón de mí pelo poniéndolo tras mí oreja y mis ojos subieron a los suyos ante su pregunta y la preocupación que había en el tono. Una pregunta tan simple de la que no sabía con certeza la respuesta… ¿lo estaba? No, sin duda alguna en aquellos momentos no estaba bien, no sabía exactamente lo que pensar de aquella carta y jamás hallaría una respuesta, al menos no directa de mí madre.
-Yo… no, no lo estoy –negué levemente con la cabeza- ¿Por qué mí madre me ocultaría algo como eso? ¿Por qué parece que ella sabía lo que iba a pasar y lo ocultó todo? ¿Por qué me preparó para que siguiera unas migas de pan que ella ya había dejado? ¿Por qué…? –Me callé porque todo eran preguntas sin respuesta, preguntas que ella nunca llegaría a responderme y a darme las respuestas que ahora mismo necesitaba. Me mordí el labio bastante frustrada con la situación de ese momento, ahora mismo navegaba en un mar de dudas constante- No lo entiendo… no entiendo nada y necesito respuestas –murmuré observándole, todo lo que tenía era una breve carta que no explicaba demasiado junto con lo que habíamos estado buscando al ir allí. Sin saber muy bien por qué noté que él tiraba de mí hasta quedar tras la esquina de la calle notando mí espalda contra la pared, su cuerpo pegado al mío por completo, su aliento chocando contra mis labios, subí mí vista para ver que me miraba de forma fija y ponía un dedo en sus labios para que no hablara e hiciera ruido. Entendí entonces por qué lo había hecho cuando vi a cuatro hombres parados a unos pasos de la casa, hombres que parecían proceder de donde era él y que también iban armados. Mí vista volvió a él cuando dijo que lo escuchara, que cogiera las cosas y que me fuera, iba a decir algo cuando puso un dedo en mis labios silenciándome haciendo que mí aliento cálido diera directo contra su dedo y siguió hablando sin darme la oportunidad a decir nada.
“Te prometo que volveré a ti” fueron esas palabras lo que me hizo saber qué era lo que estaba pensando hacer en aquel momento, sus ojos fijos en los míos y esa promesa hecha de forma solemne que me daban a entender que cumpliría con su palabra. Él había dicho que siempre cumplía con lo que se proponía y con sus objetivos, y no podía hacer otra cosa que creerle. Sabía que había mucho más tras esas palabras, no era como lanzarse a rescatar a una niña… esto era cruzar un nivel mucho más superior que eso. Eran cuatro y él uno, y aunque sabía de alguna forma que sería capaz de vencerlos la lógica, en esa situación, decía todo lo contrario. Siguió hablando mientras esas palabras seguían resonando en mí mente una y otra vez, como si al repetirlas cobraran más fuerza de las que ya tenían. Mordí de forma muy suave la yema del dedo sobre mis labios para que lo quitara y me dejara hablar.
-Sálvalas –fue lo primero que dije cuando se separó de mí cuerpo- no te seguiré, pero sálvalas –casi fue como un ruego- nadie merece morir por mí culpa y de alguna forma yo los he conducido hasta ellas… no se lo merecen y no tienen nada que ver con todo esto. Ten –abrí el maletín y rasgué un trozo de una de las hojas que llevaba siempre encima donde escribí de forma rápida una palabra- si te pierdes enseña esto, te indicarán donde está el museo –se lo entregué para que se lo guardara viendo como se alejaba hacia la esquina dispuesto a volver a aquella casa y enfrentarse a esos hombres para salvarlas. Antes de que me diera cuenta de lo que hacía había llegado hasta él antes de que llegara a la esquina y quedara visible del todo ante aquellos hombres- Vikingo –lo llamé cogiendo su muñeca para girarlo de cara a mí y… abrazarlo. Mis brazos rodearon su espalda y mí rostro lo apoyé contra su pecho- Ten cuidado, por favor –ya había perdido a mucha gente a lo largo de mí vida, no quería perder a nadie más… no más. Alcé mi rostro para mirarlo a los ojos- Me has hecho una promesa… cúmplela –apoyé una de mis manos en su pecho, me elevé hasta que nuestros rostros quedaron cerca sintiendo mis labios rozar los suyos durante unos segundos mezclando nuestros alientos cálidos, mí mirada puesta en la suya hasta que la bajé a sus labios y dejé un mordisco en su labio inferior antes de separarme del todo, coger las cosas y encaminarme al museo.
**********
Hacía media hora que había llegado al museo y para mí suerte me había encontrado con Hawis en la entrada, pensaba que iba por lo que le había comentado del museo así que vi que era la coartada perfecta. Le pedí que tenía que entrar al despacho de mí madre para comprobar unas cosas pero, para mí desgracia, este estaba ocupado por otra persona cuando mí madre se fue y no podía entrar así sin más. Le pregunté qué había sido de todos los documentos y libros que mí madre había tenido allí y me dijo que estarían en un almacén guardado, al que no tenía acceso. Le pedí que era importante para mí y que mí madre me había dejado algo para que yo lo buscara, no di mucha más información porque no quería meterlo a él en ningún problema como había pasado al haber ido a mí antigua casa, esperaba que todo hubiera salido bien y que las lograra salvar.
Estaba preocupada, decir que no sería una auténtica mentira y necesitaba distraer mí mente para no seguir pensando demasiado en aquello. Me costó pero al final conseguí convencer a Hawis para que me llevara al almacén y me ayudara a encontrar las cosas que eran de mí madre. El almacén era enorme y estaba en el sótano, con su ayuda pronto pudimos encontrar lo que andaba buscando y me ayudó a llevar las cajas de mí madre a su despacho, donde podría examinarlas con atención. Sabía que me ayudaba porque eran las cosas de mí madre y porque él sentía respeto por ella, creía que yo estaba siguiendo su mismo camino y en realidad no se alejaba demasiado de ese pensamiento.
Una vez llegamos a su despacho dejé las tres cajas que había sobre la mesa y me puse a mirar entre todos los libros que habían dentro, sabía que no estaría a simple vista así que debía de estar en algún sitio escondido, o quizás en alguno de ellos hallara alguna pista que me condujera a ellos. En la carta no decía mucho más que encontraríamos la pista en el despacho, así que o bien los encontrábamos ahí… o bien la pista nos llevaría al sitio donde los habría guardado. La única que podía encontrarlos era yo, ahora entendía que desde pequeña me había preparado para ello y no podía fallarla, si no encontraba nada en todos esos libros en cuanto su despacho estuviera libre tendría que colarme para ver si podía hallar alguna pista, no los dejaría a simple vista si eran tan importantes. Conociendo a mí madre, tal como hizo con la carta, los habría guardado bajo la vista de todos sin que nadie supiera dónde se encontraban… y yo iba a dar con ellos costara lo que costara.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Una mano aferró mi muñeca, desvié mi mirada calmando el gesto tenso que ya se había instaurado en mi cara fruto de la inminente batalla.
El corazón bombeaba sangre con fuerza los truenos de Odin corrían por mis venas listos para fluir a través de mi bastarda.
Me detuve dejando que Nai me alcanzara, su cuerpo se pego al mio, sus brazo rodearon mi cintura hasta perderse en mi espalda. Ladeé la sonrisa cuando su frente quedo contra mi pecho “vikingo” al final ese era el nombre dispuesto por la dama para mi.
Su rostro se alzó y nuestros alientos se encontraron “ten cuidado” susurró contra mis labios, boca que se entreabrió para acoger aquella petición mientras mi pecho subía y bajaba con intensidad.
“Me has hecho una promesa..cumplela” sus labios rozaron los míos, en ese instante era capaz de pensar con claridad, como si la gesta no me esperara, mi boca la busco desesperada. No recordaba lo mucho que anhelaba sus besos.
-Ubbe -musité dejando que su boca apresara mi labio inferior y dio un tirón de este como despedida y promesa que quedo en el aire -ese es mi nombre.
Su cuerpo abandonó el mio, la seguí con la mirada mientras se perdía por el callejón.
Dejé escapar el aire relamiendo el labio inferior en un vano intento de atesorar su sabor y como alma que lleva el diablo salí a la callé llevando mi mano al mango de mi bastarda.
-¿buscáis algo? -pregunté ladeando la sonrisa mientras acortaba la distancia que me separaba de dos de los guerreros que habían quedado en la puerta, los otros dos al parecer habían tirado la puerta abajo y se habían colado por la puerta.
El acero despunto chirriando al ser desenvainado, gruñí envistiendo hacia sendos hombres que pronto sacaron sus espadas dispuestos a dar batalla.
Embisto en su dirección, dos mandobles directos al pecho que intercepta con el filo de su hacha haciendo que de nuevo las chispas de los aceros salten frente a sus cuerpos, ruidos metálicos de las hojas que suben al firmamento chocando con los truenos que Thor envía sobre ellos.
El ultimo movimiento de la bastarda el mas peligroso, el mas certero, giro mi cuerpo con prisa buscando su costado derecho.
Sonrió de medio lado esperando ese movimiento que lo eleve a la gloria o que lo haga por un instante caer al suelo.
El corazón bombeaba sangre con fuerza los truenos de Odin corrían por mis venas listos para fluir a través de mi bastarda.
Me detuve dejando que Nai me alcanzara, su cuerpo se pego al mio, sus brazo rodearon mi cintura hasta perderse en mi espalda. Ladeé la sonrisa cuando su frente quedo contra mi pecho “vikingo” al final ese era el nombre dispuesto por la dama para mi.
Su rostro se alzó y nuestros alientos se encontraron “ten cuidado” susurró contra mis labios, boca que se entreabrió para acoger aquella petición mientras mi pecho subía y bajaba con intensidad.
“Me has hecho una promesa..cumplela” sus labios rozaron los míos, en ese instante era capaz de pensar con claridad, como si la gesta no me esperara, mi boca la busco desesperada. No recordaba lo mucho que anhelaba sus besos.
-Ubbe -musité dejando que su boca apresara mi labio inferior y dio un tirón de este como despedida y promesa que quedo en el aire -ese es mi nombre.
Su cuerpo abandonó el mio, la seguí con la mirada mientras se perdía por el callejón.
Dejé escapar el aire relamiendo el labio inferior en un vano intento de atesorar su sabor y como alma que lleva el diablo salí a la callé llevando mi mano al mango de mi bastarda.
-¿buscáis algo? -pregunté ladeando la sonrisa mientras acortaba la distancia que me separaba de dos de los guerreros que habían quedado en la puerta, los otros dos al parecer habían tirado la puerta abajo y se habían colado por la puerta.
El acero despunto chirriando al ser desenvainado, gruñí envistiendo hacia sendos hombres que pronto sacaron sus espadas dispuestos a dar batalla.
Sonrisa sádica se dibuja en mi rostro, esa que paladea la batalla, la sangre corriendo por el filo de la espada. Debería estar satisfecho hoy las valkirias tendrán su cabeza en bandeja de plata.
Les daré motivos para bajar a la tierra a por estos guerreros norteños.
Parece que son cortos de miras, pues no les ha bastado el desenvainado de mi bastarda para comprender que su voz, por mucho que haga eco en ese callejón no me hará retroceder.
Hoy correrá la sangre, de uno, otro o de los dos.
Les daré motivos para bajar a la tierra a por estos guerreros norteños.
Parece que son cortos de miras, pues no les ha bastado el desenvainado de mi bastarda para comprender que su voz, por mucho que haga eco en ese callejón no me hará retroceder.
Hoy correrá la sangre, de uno, otro o de los dos.
Sus espaldas encuentran la mia, chispas, ruido metálico que ensordece a los soldados y que hace que las gentes de bien corran por la calle gritando aterrados no acostumbrados al infierno desatado.
Sin mas preámbulos tomé el mango de la bastarda con mis dos manos lanzando un ataque hacia su costado.
Peso que descargué en mi pierna izquierda mientras mi cuerpo se ladea del impulso, sonrisa ladina en ambos, juego de aceros que acaba con uno de ellos.
Peso que descargué en mi pierna izquierda mientras mi cuerpo se ladea del impulso, sonrisa ladina en ambos, juego de aceros que acaba con uno de ellos.
Cuervos que se acumulan sobre el cielo enviados por Loqui para ver el duelo, los oigo graznar, reclamando que se abran los cielos para nosotros, que la oscuridad que nos envuelve se torne eterna y que los gigantes voceen nuestros nombres para contar esta gesta.
Su hacha mas pesada y a dos manos gruñe frente a la bastarda que ahora sujeta con una sola palma danza con mi muñeca esquivando el agravio dejada llevar por la inercia de mi siguiente movimiento.
Agacho mi cuerpo esquivando el puño que raudo como una cobra trata de golpear y hacer sangrar. Bastarda que acaricia el suelo lanzando chispas contra el pavimento, distracción que aprovecho para sacar la pequeña daga de mi cinto dispuesto a morder la parte trasera de sus rodillas.
Pie derecho en el suelo que gira como una peonza moviendo el izquierdo como las agujas del viejo reloj del campanario, para a su espalda recoger el pie derecho dispuesto a asestar el golpe de gracia en sus ligamentos.
Agacho mi cuerpo esquivando el puño que raudo como una cobra trata de golpear y hacer sangrar. Bastarda que acaricia el suelo lanzando chispas contra el pavimento, distracción que aprovecho para sacar la pequeña daga de mi cinto dispuesto a morder la parte trasera de sus rodillas.
Pie derecho en el suelo que gira como una peonza moviendo el izquierdo como las agujas del viejo reloj del campanario, para a su espalda recoger el pie derecho dispuesto a asestar el golpe de gracia en sus ligamentos.
El norteño aulla, cae de bruces al suelo y la sangre salpica mi rostro que sonríe con saña dando muerte al guerrero.
Trueno, relámpago, Heimdall, nos mira desde el puente de Bifröst. Oigo el cuerno que reclama que se abran las puertas de Asgard que los soldados de su ejercito están de camino.
Tu, yo o los dos, hoy cruzaremos esas puertas para reunirnos con los ancestros que en silencio observan esta gesta en el que solo puede quedar uno, y ese seré yo.
Tu, yo o los dos, hoy cruzaremos esas puertas para reunirnos con los ancestros que en silencio observan esta gesta en el que solo puede quedar uno, y ese seré yo.
Me adentro en la casa, los gritos de la mujer en el gran salón guían mis pasos hasta dar con los otros dos.
El Ragnarok esta cerca, empezar a correr, pues ni los dioses ni los mortales se salvaran de el.
Pobres infelices que creen que en el ultramundo estarán a salvo, pues no hay salvación para nuestras almas ni para las de ningún desgraciado.
Pobres infelices que creen que en el ultramundo estarán a salvo, pues no hay salvación para nuestras almas ni para las de ningún desgraciado.
Embisto en su dirección, dos mandobles directos al pecho que intercepta con el filo de su hacha haciendo que de nuevo las chispas de los aceros salten frente a sus cuerpos, ruidos metálicos de las hojas que suben al firmamento chocando con los truenos que Thor envía sobre ellos.
El ultimo movimiento de la bastarda el mas peligroso, el mas certero, giro mi cuerpo con prisa buscando su costado derecho.
Sonrió de medio lado esperando ese movimiento que lo eleve a la gloria o que lo haga por un instante caer al suelo.
Su cuerpo es sentenciado a muerte por mi espada que grita pidiendo mas batalla. El ultimo hombre reculo ante la devastadora imagen de la muerte y su guadaña.
La puerta trasera le sirve como escapatoria mientras mi tiempo se agota tratando de socorrer a la mujer que se desmalla en mi presencia.
No la culpo, pocas aguantan una batalla de vikingos.
Me aseguro de que ambas están bien antes de partir papel en mano en busca de la egipcia.
Por suerte ese papel consigue guiarme directo al museo, aunque la gente huye de mi y de mi ensangrentado aspecto, atravieso el umbral que me lleva directo al despacho de la madre de Nai, allí esta ella sumergida entre papeles varios.
Apoyo mi cuerpo en el marco de la puerta observando como muerde el lápiz, ladeo la sonrisa jamas he visto nada tan bello.
Alza la mirada cuando carraspeo ligeramente. Sus ojos se llenan de miedo, sonrió divertido.
-No es mía -reconozco adentrándome en la cámara en su búsqueda.
Esa es la frase mas habitual en todos los vikingos, pues nuestras mujeres tiemblan al vernos de ese modo.
-No he echo ningún esfuerzo -bromeó entre risas acortando la abrasadora distancia que separa nuestros cuerpos.
Mi brazo rodea su cintura, la atraigo hacia mi, la promesa quedo en el aire y la adrenalina corre desaforada por mis venas tras la batalla.
Mi boca colisiona salvaje contra la ajena, deje que mi lengua atraviese el precipicio de sus labios, paladeando su sabor, aquel a fruta madura, a maderos, a fuego. Jadeé contra estos dejando que nuestros alientos se incendiaran.
Mi mano en sus nalgas la alce sin miramientos buscando con mi otra mano la pared como improvisado lecho.
Dos golpes secos en la puerta me hizo emitir un gruñido, me había dejado llevar por la pasión de la gesta que aun corría por mis venas, por su cuerpo, por el amor que le procesaba pero...
Me aparté quedándome vació para desviar la mirada hacia la entrada, allí estaba un hombre al que al parecer la egipcia conocía y que desde luego era de todo menos bien recibido en ese preciso momento.
Enarque una ceja molesto mientras recolocaba mi hombría desenfundada que ahora rozaba los pantalones.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Al final en aquella esquina de la calle contigua a mí casa había terminado por parar su avance hacia los cuatro hombres que estaban preparados para entrar en esta, y seguramente, matar a la mujer y a la niña que nos habían dejado entrar y donde gracias a ello pudimos encontrar aquella carta que nos conducía hasta el museo. Sabía que no podía parar el hecho de que fuera a protegerlas, quería que lo hiciera porque nadie debía de morir por algo que no les incumbía y que no estaban involucrados… esa familia se merecía ser feliz y vivir su vida como estaban haciendo hasta ahora, esa madre podría ver crecer a su hija y ella crecería hasta convertirse en adulta a su lado, como debió ser en mí caso.
Quizás había esperado que el vikingo me dijera algo sobre que no podía hacerle cambiar de idea, pero no era lo que estaba buscando cuando me acerqué para pararlo. Mis palabras fueron sinceras en todo momento al igual que así lo fue mi petición. Me había hecho una promesa y esperaba que no prometiera nada en vano y no lo dijera por dejarme tranquila ante el hecho de que ellos eran cuatro y él solamente uno. Había acabado por abrazarlo siento el gesto más cercano que había hecho con él en todo el día, donde mayormente lo había estado evitando un poco por el mosqueo y el cabreo monumental que había tenido esa mañana producto de la noche anterior.
Y no sólo eso, sino que de una forma que no pude prever que haría y más bien dejándome llevar en todo momento había vuelto a cruzar esa línea que, la última noche del barco, me había propuesto no cruzar de nuevo. Aunque solamente había acercado mí rostro al suyo dejando mis labios casi sobre los de él, quien había acortado las distancias buscando su boca con la mía había sido el vikingo. Casi más como de forma desesperada lo había hecho, como si temiera que volviera a apartarme como lo había estado haciendo todas las veces que nos habíamos quedado a escasos centímetros el uno del otro. Y mientras yo mordía su labio inferior él me decía su nombre haciendo que sonriera de lado, al final había cedido y había terminado por decirme su nombre… para ello había echo falta dejar que me besara.
No le dije mucho más y me aparté para salir de allí y encaminarme hacia el museo donde debía de buscar el despacho de mí madre si es que este no estaba ocupado ya como seguramente estaba pensando, había pasado muchos años desde entonces y estaría otra persona ocupando dicho lugar. Por suerte para mí volví a encontrarme con Hawis quien tras convencerlo de que me ayudara a encontrar las cosas de mí madre me acompañó hasta el almacén, ya que sin su ayuda jamás habría podido bajar hasta allí y coger las tres cajas donde estaba todo lo referente a mí madre. Las subimos hasta su despacho como lugar improvisado ya que tal y como había temido el de mí madre estaba ocupado. Y una cosa era pedirle a Hawis que me ayudara ya que me conocía desde que nací y a mí madre de toda la vida, y otra muy diferente a pedírselo a alguien el cual no conocía de nada y no tenía garantías de que pudiera ayudarme.
Caja a caja comencé a sacar los libros que había dentro dejándolos en una pila sobre la mesa y comencé a revisarlos uno a uno, había bastante por revisar y no sabía exactamente qué era lo que debía de estar buscando, o si habría algún libro en concreto que nos pudiera ayudar a dar con los cuadernos… la verdad es que estaba un poco perdida en ese momento, eran muchos los libros y en un día iba a ser imposible revisarlos bien todos. En un papel le hice a Hawis el dibujo del símbolo que estaba buscando, él alegaba que nunca lo había visto y yo le dije que era lo que estaba buscando, y que debía de estar en uno de esos libros que mí madre había dejado en el museo… o eso esperaba realmente.
Había pasado bastante tiempo desde que había llegado al museo, no sabría decir cuanto, pero había revisado unos seis o siete libros en busca de esa nueva pista que necesitábamos, tenía varios libros abiertos encima de la mesa, varios otros cerrados apilados a un lado, las cajas por el suelo que seguían sin tocar y donde todavía no había mirado. Repasaba página a página para que no pudiera saltarme nada, no había margen de error y si madre había dejado alguna pista yo era la única que podía encontrarla. Hawis hacía un rato que se había ido a buscar otras cosas y me cedía su despacho hasta entonces, lo que no me hubiera dado tiempo me lo tendría que llevar para examinarlo por la noche. Mí pensamiento pasó entonces por el vikingo, había pasado ya un tiempo considerable y ya debería de estar en el museo.
Como si mis propios pensamientos lo hubieran invocado un leve carraspeo llamó mí atención haciendo que alzara mí vista hacia la puerta para verlo apoyado contra el marco de esta, había cogido la costumbre de quedarse de esa forma mirándome y en cuanto lo vi pude ver que estaba manchado de sangre, pero al menos estaba ahí. Pareció saber lo que pensaba porque pronto me corroboró que no era suya y se adentraba en el despacho. Me levanté de la silla siguiéndolo con la mirada mientras él acortaba el espacio que nos separaba, parecía divertido en recordarme que no había hecho ningún esfuerzo y aquello me hizo rodar los ojos… no tenía solución alguna aquel hombre.
Su brazo rodeó mí cintura y me pegó a su cuerpo, su boca no tardó demasiado en buscar la mía de nuevo de una forma salvaje, ruda, apenas mis labios se abrieron su lengua me invadió por completo y yo reí levemente ante su impaciencia, ante la necesidad en aquel beso. Mis manos aferraron con fuerza su camisa cuando me alzó mientras le seguía el ritmo de aquel beso que demostraba claramente el carácter del vikingo. Su respiración acelerada contra mis labios tras separarse, el jadeo que emitió y que me hizo dejar un breve beso sobre sus labios, mí espalda contra la pared, su mano en esta mientras su cuerpo me aprisionaba y me buscaba… solo el ruido de unos golpes en la puerta me hizo volver en sí, recordando dónde nos encontrábamos y que aquel no era el lugar ni el momento para ello.
-Por Ra –murmuré mirándolo viendo el gesto que tenía, claramente le había molestado que nos interrumpieran y yo puse un dedo en sus labios cuando me bajó- Tranquilo vikingo, recuerda que esto no es el norte, que no es mí despacho y que debemos de guardar un respeto –sí, le había dicho vikingo pese a que me había dicho su nombre. Me lo había negado durante mucho tiempo y ahora si quería que le llamara por su nombre… tendría que ganárselo. Sonreí divertida porque parecía que había notado que le había vuelto a decir vikingo, y lo miré dándole un repaso rápido- Deberías de… cambiarte, ahí tienes un aseo y encontrarás algo de ropa para ponerte… no puedes llamar la atención con toda esa sangre –en la puerta Hawis se había quedado parado al ver que el vikingo estaba manchado de sangre- Ve, luego me cuentas qué ha pasado –aunque podía deducir por mí misma qué había pasado. Le hice un gesto a Hawis para que entrara no sabiendo muy bien qué decirle sobre lo que había visto y me disculpé por ello, intentando hallar la forma de explicar de que estuviera manchado de sangre. Había traído una bandeja con algo de té que le agradecí mientras hablábamos sobre si había encontrado algo, no lo había hecho y él tenía que marcharse a comprobar unos trabajos. Me dijo que podía utilizar el despacho pero que no llamáramos la atención, claramente refiriéndose al vikingo que me acompañaba y le prometí que no lo haríamos, en revisar los libros nos marcharíamos.
Poco tardó el vikingo en salir del aseo mientras yo terminaba de tomarme una taza de té sentada sobre el borde del escritorio, se había cambiado de ropa y así llamaríamos mucho menos la atención que de la otra manera. Le sonreí hasta que se acercó hasta donde estaba sentada y le señalé la bandeja con el té y las pastas que había traído Hawis y que nos había interrumpido. Mejor así, debíamos de centrarnos primero en aprovechar que estábamos allí y encontrar pistas sobre los cuadernos… debíamos de esperar hasta que el despacho de mí madre estuviera vacío para entrar en el y buscar lo que necesitábamos.
-¿Quieres un poco de té? –Pregunté dejando la taza ya vacía sobre la bandeja que a su vez estaba sobre varios libros abiertos- ¿Las has salvado? –Aunque ya sabía la respuesta, quería saberlo dicho por él y que me confirmara que sí, que estaban a salvo- aún no he encontrado nada, mí madre tenía más libros de los que pensaba realmente –miré las cajas con las que aún no había empezado- El despacho de mí madre está ocupado y no podemos entrar, Hawis nos ha dejado quedarnos mientras él está fuera así que he pensado que en cuanto dejen el despacho vacio colarnos –lo miré con algo de diversión- de eso sabéis algo los vikingos, ¿no? –Sonreí divertida por ello- el despacho es el que está justo enfrente, así que sabremos cuando lo han abandonado, mientras tanto… -lo miré de forma fija, me levanté del escritorio y me acerqué a él elevando mí rostro para verlo con una sonrisa ladina dejando mis labios cerca de los suyos- sigamos buscando, ya sabes cómo es el símbolo así que… no hay tiempo que perder –me alejé para bordear el escritorio y sentarme en la silla cogiendo otro de los libros para seguir buscando. Mí madre tenía muchas anotaciones sobre sus investigaciones, pero nada que fuera sobre los cuadernos. Mí vista subió al vikingo que estaba mirando también uno de los libros buscando tal y como le había dicho, aunque estaba convencida de que le hubiera gustado pasar ese tiempo de otra forma muy diferente- ¿Estás bien, vikingo? –Acabé preguntando- ¿Seguro que no tienes ninguna herida de la que deba preocuparme más tarde? –Enarqué una ceja por eso, prefería saberlo ahora que no me diera un susto a la noche. Iba a decirle algo más cuando oí que la puerta del despacho de enfrente se cerraba, me levanté y le hice un gesto para que me siguiera. La luz estaba apagada y no parecía haber nadie dentro- Vamos, es nuestra oportunidad –con sigilo nos adentramos en el despacho que había pertenecido a mí madre y ya sabía de sobra que no iba a estar nada a la vista- Mira en las paredes, si está aquí estará escondido a la vista de todos los que entran –como había estado escondido en mí casa, mí madre no iba a dejar nada al azar. Tras pasar un buen rato en el que no encontramos nada acabé por sentándome en la silla del escritorio sin poder creer que no hubiera nada, no dejaría una nota escondida si no fura porque allí había algo- No puedo creer que no haya nada, tiene que estar aquí –estaba convencida de ello, completamente segura.
Habíamos mirado en cada uno de los rincones, el despacho no era tan grande como para habernos pasado algo por alto salvo… miré hacia abajo, no habíamos mirado en el suelo bajo el escritorio. Me levanté, aparté la silla y me arrodillé mirando bajo el escritorio, donde a simple vista no parecía haber nada. Presioné con mis manos cada una de las baldosas notando que había un pequeño hueco que cedía más entre una de ellas, deslicé mí dedo por los bordes hasta que encontré un pequeño recoveco donde tiré hacia arriba y en donde encontré otra nota igual que en la casa. Cerré la baldosa de nuevo y lo miré.
-Tenemos lo que buscábamos, vámonos de aquí –salimos sin hacer ruido y me encaminé al despacho de Hawis donde dejé la carta sobre la mesa- Sabía que no nos había dado una pista falsa –rompí el sello de cera donde había una simple frase escrita en el centro con la letra de ella- “Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera” –leí en voz alta y miré al vikingo- Acertijos, le encantaban –volví a leer la frase de nuevo, una engendraba a la otra…- Tiene que ser el sol y la una, no puede haber una sin la otra –fruncí un poco el ceño- el sol es Ra, la luna es Iah o Yah… no lo entiendo –concluí paseándome por el despacho mientras intentaba hallar una solución a ello- No tiene sentido alguno, los templos que hay sobre ellos son diversos y están en diferentes localizaciones… sería imposible ir a todas y examinarlas todas –lancé un suspiro mientras seguía pensando- No puedo entender por qué nos dejó una pista como esta, no es una pista demasiado exacta a seguir y aquí no hay nada que pueda significar o tener… -me callé parándome de golpe para girarlo a mirarlo, no estaría entendiendo nada pero había dado con la solución- ¡Eso es! –Volví a coger la nota entre mis manos y me giré para mirarlo de nuevo- Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera… es un acertijo, un acertijo de la esfinge –concluí para que me entendiera- es el menos conocido de todos pero también lo decía… Vikingo, sé exactamente hacia donde tenemos que ir –me giré para guardar los libros en las cajas y dejarlas bajo el escritorio, una vez todo listo me acerqué con la carta enrollada de nuevo y una sonrisa en los labios- Suerte que hayas escogido a la mejor egiptóloga de todos, ¿no crees? La única que, de verdad, podía ayudarte –era un poco extraño, parecía que era como si supiera que tenía que ser yo y no otra persona. No lo pensé demasiado y me acerqué hasta quedar delante de él, elevarme y dejar un beso en sus labios, estaba de mejor humor- Creo que te voy a hacer un tour por la ciudad, nuestra siguiente parada es la Esfinge. Allí encontraremos los cuadernos.
Quizás había esperado que el vikingo me dijera algo sobre que no podía hacerle cambiar de idea, pero no era lo que estaba buscando cuando me acerqué para pararlo. Mis palabras fueron sinceras en todo momento al igual que así lo fue mi petición. Me había hecho una promesa y esperaba que no prometiera nada en vano y no lo dijera por dejarme tranquila ante el hecho de que ellos eran cuatro y él solamente uno. Había acabado por abrazarlo siento el gesto más cercano que había hecho con él en todo el día, donde mayormente lo había estado evitando un poco por el mosqueo y el cabreo monumental que había tenido esa mañana producto de la noche anterior.
Y no sólo eso, sino que de una forma que no pude prever que haría y más bien dejándome llevar en todo momento había vuelto a cruzar esa línea que, la última noche del barco, me había propuesto no cruzar de nuevo. Aunque solamente había acercado mí rostro al suyo dejando mis labios casi sobre los de él, quien había acortado las distancias buscando su boca con la mía había sido el vikingo. Casi más como de forma desesperada lo había hecho, como si temiera que volviera a apartarme como lo había estado haciendo todas las veces que nos habíamos quedado a escasos centímetros el uno del otro. Y mientras yo mordía su labio inferior él me decía su nombre haciendo que sonriera de lado, al final había cedido y había terminado por decirme su nombre… para ello había echo falta dejar que me besara.
No le dije mucho más y me aparté para salir de allí y encaminarme hacia el museo donde debía de buscar el despacho de mí madre si es que este no estaba ocupado ya como seguramente estaba pensando, había pasado muchos años desde entonces y estaría otra persona ocupando dicho lugar. Por suerte para mí volví a encontrarme con Hawis quien tras convencerlo de que me ayudara a encontrar las cosas de mí madre me acompañó hasta el almacén, ya que sin su ayuda jamás habría podido bajar hasta allí y coger las tres cajas donde estaba todo lo referente a mí madre. Las subimos hasta su despacho como lugar improvisado ya que tal y como había temido el de mí madre estaba ocupado. Y una cosa era pedirle a Hawis que me ayudara ya que me conocía desde que nací y a mí madre de toda la vida, y otra muy diferente a pedírselo a alguien el cual no conocía de nada y no tenía garantías de que pudiera ayudarme.
Caja a caja comencé a sacar los libros que había dentro dejándolos en una pila sobre la mesa y comencé a revisarlos uno a uno, había bastante por revisar y no sabía exactamente qué era lo que debía de estar buscando, o si habría algún libro en concreto que nos pudiera ayudar a dar con los cuadernos… la verdad es que estaba un poco perdida en ese momento, eran muchos los libros y en un día iba a ser imposible revisarlos bien todos. En un papel le hice a Hawis el dibujo del símbolo que estaba buscando, él alegaba que nunca lo había visto y yo le dije que era lo que estaba buscando, y que debía de estar en uno de esos libros que mí madre había dejado en el museo… o eso esperaba realmente.
Había pasado bastante tiempo desde que había llegado al museo, no sabría decir cuanto, pero había revisado unos seis o siete libros en busca de esa nueva pista que necesitábamos, tenía varios libros abiertos encima de la mesa, varios otros cerrados apilados a un lado, las cajas por el suelo que seguían sin tocar y donde todavía no había mirado. Repasaba página a página para que no pudiera saltarme nada, no había margen de error y si madre había dejado alguna pista yo era la única que podía encontrarla. Hawis hacía un rato que se había ido a buscar otras cosas y me cedía su despacho hasta entonces, lo que no me hubiera dado tiempo me lo tendría que llevar para examinarlo por la noche. Mí pensamiento pasó entonces por el vikingo, había pasado ya un tiempo considerable y ya debería de estar en el museo.
Como si mis propios pensamientos lo hubieran invocado un leve carraspeo llamó mí atención haciendo que alzara mí vista hacia la puerta para verlo apoyado contra el marco de esta, había cogido la costumbre de quedarse de esa forma mirándome y en cuanto lo vi pude ver que estaba manchado de sangre, pero al menos estaba ahí. Pareció saber lo que pensaba porque pronto me corroboró que no era suya y se adentraba en el despacho. Me levanté de la silla siguiéndolo con la mirada mientras él acortaba el espacio que nos separaba, parecía divertido en recordarme que no había hecho ningún esfuerzo y aquello me hizo rodar los ojos… no tenía solución alguna aquel hombre.
Su brazo rodeó mí cintura y me pegó a su cuerpo, su boca no tardó demasiado en buscar la mía de nuevo de una forma salvaje, ruda, apenas mis labios se abrieron su lengua me invadió por completo y yo reí levemente ante su impaciencia, ante la necesidad en aquel beso. Mis manos aferraron con fuerza su camisa cuando me alzó mientras le seguía el ritmo de aquel beso que demostraba claramente el carácter del vikingo. Su respiración acelerada contra mis labios tras separarse, el jadeo que emitió y que me hizo dejar un breve beso sobre sus labios, mí espalda contra la pared, su mano en esta mientras su cuerpo me aprisionaba y me buscaba… solo el ruido de unos golpes en la puerta me hizo volver en sí, recordando dónde nos encontrábamos y que aquel no era el lugar ni el momento para ello.
-Por Ra –murmuré mirándolo viendo el gesto que tenía, claramente le había molestado que nos interrumpieran y yo puse un dedo en sus labios cuando me bajó- Tranquilo vikingo, recuerda que esto no es el norte, que no es mí despacho y que debemos de guardar un respeto –sí, le había dicho vikingo pese a que me había dicho su nombre. Me lo había negado durante mucho tiempo y ahora si quería que le llamara por su nombre… tendría que ganárselo. Sonreí divertida porque parecía que había notado que le había vuelto a decir vikingo, y lo miré dándole un repaso rápido- Deberías de… cambiarte, ahí tienes un aseo y encontrarás algo de ropa para ponerte… no puedes llamar la atención con toda esa sangre –en la puerta Hawis se había quedado parado al ver que el vikingo estaba manchado de sangre- Ve, luego me cuentas qué ha pasado –aunque podía deducir por mí misma qué había pasado. Le hice un gesto a Hawis para que entrara no sabiendo muy bien qué decirle sobre lo que había visto y me disculpé por ello, intentando hallar la forma de explicar de que estuviera manchado de sangre. Había traído una bandeja con algo de té que le agradecí mientras hablábamos sobre si había encontrado algo, no lo había hecho y él tenía que marcharse a comprobar unos trabajos. Me dijo que podía utilizar el despacho pero que no llamáramos la atención, claramente refiriéndose al vikingo que me acompañaba y le prometí que no lo haríamos, en revisar los libros nos marcharíamos.
Poco tardó el vikingo en salir del aseo mientras yo terminaba de tomarme una taza de té sentada sobre el borde del escritorio, se había cambiado de ropa y así llamaríamos mucho menos la atención que de la otra manera. Le sonreí hasta que se acercó hasta donde estaba sentada y le señalé la bandeja con el té y las pastas que había traído Hawis y que nos había interrumpido. Mejor así, debíamos de centrarnos primero en aprovechar que estábamos allí y encontrar pistas sobre los cuadernos… debíamos de esperar hasta que el despacho de mí madre estuviera vacío para entrar en el y buscar lo que necesitábamos.
-¿Quieres un poco de té? –Pregunté dejando la taza ya vacía sobre la bandeja que a su vez estaba sobre varios libros abiertos- ¿Las has salvado? –Aunque ya sabía la respuesta, quería saberlo dicho por él y que me confirmara que sí, que estaban a salvo- aún no he encontrado nada, mí madre tenía más libros de los que pensaba realmente –miré las cajas con las que aún no había empezado- El despacho de mí madre está ocupado y no podemos entrar, Hawis nos ha dejado quedarnos mientras él está fuera así que he pensado que en cuanto dejen el despacho vacio colarnos –lo miré con algo de diversión- de eso sabéis algo los vikingos, ¿no? –Sonreí divertida por ello- el despacho es el que está justo enfrente, así que sabremos cuando lo han abandonado, mientras tanto… -lo miré de forma fija, me levanté del escritorio y me acerqué a él elevando mí rostro para verlo con una sonrisa ladina dejando mis labios cerca de los suyos- sigamos buscando, ya sabes cómo es el símbolo así que… no hay tiempo que perder –me alejé para bordear el escritorio y sentarme en la silla cogiendo otro de los libros para seguir buscando. Mí madre tenía muchas anotaciones sobre sus investigaciones, pero nada que fuera sobre los cuadernos. Mí vista subió al vikingo que estaba mirando también uno de los libros buscando tal y como le había dicho, aunque estaba convencida de que le hubiera gustado pasar ese tiempo de otra forma muy diferente- ¿Estás bien, vikingo? –Acabé preguntando- ¿Seguro que no tienes ninguna herida de la que deba preocuparme más tarde? –Enarqué una ceja por eso, prefería saberlo ahora que no me diera un susto a la noche. Iba a decirle algo más cuando oí que la puerta del despacho de enfrente se cerraba, me levanté y le hice un gesto para que me siguiera. La luz estaba apagada y no parecía haber nadie dentro- Vamos, es nuestra oportunidad –con sigilo nos adentramos en el despacho que había pertenecido a mí madre y ya sabía de sobra que no iba a estar nada a la vista- Mira en las paredes, si está aquí estará escondido a la vista de todos los que entran –como había estado escondido en mí casa, mí madre no iba a dejar nada al azar. Tras pasar un buen rato en el que no encontramos nada acabé por sentándome en la silla del escritorio sin poder creer que no hubiera nada, no dejaría una nota escondida si no fura porque allí había algo- No puedo creer que no haya nada, tiene que estar aquí –estaba convencida de ello, completamente segura.
Habíamos mirado en cada uno de los rincones, el despacho no era tan grande como para habernos pasado algo por alto salvo… miré hacia abajo, no habíamos mirado en el suelo bajo el escritorio. Me levanté, aparté la silla y me arrodillé mirando bajo el escritorio, donde a simple vista no parecía haber nada. Presioné con mis manos cada una de las baldosas notando que había un pequeño hueco que cedía más entre una de ellas, deslicé mí dedo por los bordes hasta que encontré un pequeño recoveco donde tiré hacia arriba y en donde encontré otra nota igual que en la casa. Cerré la baldosa de nuevo y lo miré.
-Tenemos lo que buscábamos, vámonos de aquí –salimos sin hacer ruido y me encaminé al despacho de Hawis donde dejé la carta sobre la mesa- Sabía que no nos había dado una pista falsa –rompí el sello de cera donde había una simple frase escrita en el centro con la letra de ella- “Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera” –leí en voz alta y miré al vikingo- Acertijos, le encantaban –volví a leer la frase de nuevo, una engendraba a la otra…- Tiene que ser el sol y la una, no puede haber una sin la otra –fruncí un poco el ceño- el sol es Ra, la luna es Iah o Yah… no lo entiendo –concluí paseándome por el despacho mientras intentaba hallar una solución a ello- No tiene sentido alguno, los templos que hay sobre ellos son diversos y están en diferentes localizaciones… sería imposible ir a todas y examinarlas todas –lancé un suspiro mientras seguía pensando- No puedo entender por qué nos dejó una pista como esta, no es una pista demasiado exacta a seguir y aquí no hay nada que pueda significar o tener… -me callé parándome de golpe para girarlo a mirarlo, no estaría entendiendo nada pero había dado con la solución- ¡Eso es! –Volví a coger la nota entre mis manos y me giré para mirarlo de nuevo- Hay dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra, y ésta a su vez engendra a la primera… es un acertijo, un acertijo de la esfinge –concluí para que me entendiera- es el menos conocido de todos pero también lo decía… Vikingo, sé exactamente hacia donde tenemos que ir –me giré para guardar los libros en las cajas y dejarlas bajo el escritorio, una vez todo listo me acerqué con la carta enrollada de nuevo y una sonrisa en los labios- Suerte que hayas escogido a la mejor egiptóloga de todos, ¿no crees? La única que, de verdad, podía ayudarte –era un poco extraño, parecía que era como si supiera que tenía que ser yo y no otra persona. No lo pensé demasiado y me acerqué hasta quedar delante de él, elevarme y dejar un beso en sus labios, estaba de mejor humor- Creo que te voy a hacer un tour por la ciudad, nuestra siguiente parada es la Esfinge. Allí encontraremos los cuadernos.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Enarqué una ceja al escuchar su exclamación nombrando a ese dios del que en su casa me habló.
Rugí molesto mientras sus dedos acariciaban mis labios y sus palabras los incendiaban diciendome bien claro que este no era el lugar para dar rienda suelta a la pasión.
Mis azules se perdieron desafiantes en sus pardos.
-Si esto fuera el norte a ese hombre que nos mira como un pasmarote le faltaría la cabeza por la afrenta de interrumpir a un guerrero que viene sediento de una gesta -gruñí contra sus labios dejandole claro mi malestar en ese preciso momento.
El y no yo era quien debería de desaparecer de esa habitación, ella debería de complacerme, de entender que yo era quien merecía su atención en este preciso momento y así saciar mis necesidades pues la adrenalina hacia estragos en mi.
Apunté con el dedo al intruso decidido a encararme con él, no estaba dispuesto a dejar que ese tipo me cortara el momento de necesidad, eso era inconcebible en el norte, eso era una afrenta demasiado fuerte como para dejarla simplemente pasar.
Mas Nai tiró de mi brazo empujándome hacia el baño y pidiéndome en cierto modo que me lavara, me vistiera y de paso que me despejara.
Era cierto que estábamos allí buscando esos documentos, pero...gruñí de nuevo frente a ella con el ceño fruncido.
En ese momento parecía un animal salvaje acorralado por la egipcia que no me daba tregua ni la razón.
Así entré en el baño, me mojé la cara, la nuca con agua fría y poco a poco fui calmando mis ganas y así pasándose mi desazón.
No salí hasta que me coloqué la ropa y se me fueron las ganas de despellejar a aquel hombre que tenia de oportuno lo que yo de cobarde.
La egipcia me ofreció té ¿te? ¿en serio? Negué con la cabeza -¿hidromiel? Pegunté centrando mis azules en sus pardos.
-Por Odin, vengo de matar a cuatro hombres y no tengo ni sexo, ni alcohol... Egipto esta corrompido.
Nai sonrió, al parecer mi enfado le resultaba gracioso, algo que no entendida, esto seria en el norte una ofensa para el guerrero.
Entonces vino la siguiente pregunta ¿que si las he salvado? Mi cara de superioridad fue la respuesta perfecta, mas por si no le había quedado claro respondí con claridad.
-Por supuesto -dije con altivez.
Me centré en el mar de libros abiertos que había escampados por el despacho, en todo ese tiempo no había encontrado absolutamente nada, así que sabiendo exactamente el símbolo que buscaba traté de centrarme en los libros que aun quedaban sin inspeccionar haber si encontraba algún tipo de pista que nos llevara a esos diarios que Nai buscaba y que nos ayudaría a descifrar los viejos pergaminos que yo había traído del futuro.
Mas nada, allí no había nada, algo que me desesperó . Lancé cabreado un libro contra la pared, necesitaba esa reliquia y mi ímpetu e impaciencia hacia que aquellos juegos de pistas me llevaran al abismo.
Eso y la testosterona que aun corría por mis venas pues no había sido saciado por la egipcia, algo a lo que no estaba acostumbrado tras una gesta.
Nai me comento que en cuanto el hombre ese se largara de allí nos colaríamos en el despacho de su madre, algo que me hizo ladear la sonrisa, al parecer en ese despacho tendríamos una nueva oportunidad.
-¿mi herida? - ladeé la sonrisa con cierta diversión -puedes mirarla después, ya que este no es el lugar correcto...busquemos cual es y te lo enseño.
Un puñetazo en mi pecho fue el no que me regalo la egipcia que ni siquiera se había dignado a llamarme por mi nombre. Tanto insistir en saberlo para ahora seguir llamándome vikingo, esa mujer era una eterna contradicción.
Pronto nos adentramos en el despacho, pues al parecer el “sr oportuno” se había largado dejándonos libre el camino.
Buscamos con rapidez por las paredes, entre los muebles, en la gran biblioteca plagada de distintos libros todos ellos de esa cultura egipcia que parecía no conocer fin.
Mas de nuevo todos nuestros intentos quedaron frustrados y mi mala leche aumentaba con el tiempo que pasaba frente a nosotros.
Nai tomo asiento en el escritorio, tratando de pensar una solución que no hiciera caer mas nuestro animo, fue entonces cuando se percató que una baldosa del suelo estaba ligeramente suelta y pronto se arrodillo para comprobar si estaba en lo cierto.
Ladeé la sonrisa contemplando sus preciosas posaderas.
-¿Ahora tampoco es el momento? -pregunté con picardia sin apartar mis ojos de ese culo torneado y duro.
Si las miradas mataran estaría muerto, por suerte no eran de acero, así que me limité a dejar escapar unas carcajadas mientras la dama seguía peleándose con el ladrillo para poco después sacar una nueva nota.
Un acertijo escrito en ella, uno que me sonaba a chino pero que la parecer para ella tenia algún sentido.
La esfinge, esa fue la solución de aquel trabalenguas que yo jamas hubiera descifrado, mas lo que me hizo fruncir el ceño fue que volviera a llamarme vikingo.
-Ubbe -corregí enfrentando mis ojos a los ajenos -y tu tienes suerte de que le vikingo mas valiente haya venido para protegerte en esta peligrosa misión.
Acortó la distancia con una picara sonrisa, para depositar un casto beso en mis labios que me hizo relamerme. Todo estaba oscuro, estebamos solos...
-¿y ahora? Estamos en el lugar adecuado para que me recompenses por mi gesta? -pregunté acortando la distancia hasta que nuestros alientos se encontraron desafiantes. Dejé escapar el aire contra ellos en una clara invitación a encontrarnos de nuevo y perdernos como aun no lo habíamos hecho.
Rugí molesto mientras sus dedos acariciaban mis labios y sus palabras los incendiaban diciendome bien claro que este no era el lugar para dar rienda suelta a la pasión.
Mis azules se perdieron desafiantes en sus pardos.
-Si esto fuera el norte a ese hombre que nos mira como un pasmarote le faltaría la cabeza por la afrenta de interrumpir a un guerrero que viene sediento de una gesta -gruñí contra sus labios dejandole claro mi malestar en ese preciso momento.
El y no yo era quien debería de desaparecer de esa habitación, ella debería de complacerme, de entender que yo era quien merecía su atención en este preciso momento y así saciar mis necesidades pues la adrenalina hacia estragos en mi.
Apunté con el dedo al intruso decidido a encararme con él, no estaba dispuesto a dejar que ese tipo me cortara el momento de necesidad, eso era inconcebible en el norte, eso era una afrenta demasiado fuerte como para dejarla simplemente pasar.
Mas Nai tiró de mi brazo empujándome hacia el baño y pidiéndome en cierto modo que me lavara, me vistiera y de paso que me despejara.
Era cierto que estábamos allí buscando esos documentos, pero...gruñí de nuevo frente a ella con el ceño fruncido.
En ese momento parecía un animal salvaje acorralado por la egipcia que no me daba tregua ni la razón.
Así entré en el baño, me mojé la cara, la nuca con agua fría y poco a poco fui calmando mis ganas y así pasándose mi desazón.
No salí hasta que me coloqué la ropa y se me fueron las ganas de despellejar a aquel hombre que tenia de oportuno lo que yo de cobarde.
La egipcia me ofreció té ¿te? ¿en serio? Negué con la cabeza -¿hidromiel? Pegunté centrando mis azules en sus pardos.
-Por Odin, vengo de matar a cuatro hombres y no tengo ni sexo, ni alcohol... Egipto esta corrompido.
Nai sonrió, al parecer mi enfado le resultaba gracioso, algo que no entendida, esto seria en el norte una ofensa para el guerrero.
Entonces vino la siguiente pregunta ¿que si las he salvado? Mi cara de superioridad fue la respuesta perfecta, mas por si no le había quedado claro respondí con claridad.
-Por supuesto -dije con altivez.
Me centré en el mar de libros abiertos que había escampados por el despacho, en todo ese tiempo no había encontrado absolutamente nada, así que sabiendo exactamente el símbolo que buscaba traté de centrarme en los libros que aun quedaban sin inspeccionar haber si encontraba algún tipo de pista que nos llevara a esos diarios que Nai buscaba y que nos ayudaría a descifrar los viejos pergaminos que yo había traído del futuro.
Mas nada, allí no había nada, algo que me desesperó . Lancé cabreado un libro contra la pared, necesitaba esa reliquia y mi ímpetu e impaciencia hacia que aquellos juegos de pistas me llevaran al abismo.
Eso y la testosterona que aun corría por mis venas pues no había sido saciado por la egipcia, algo a lo que no estaba acostumbrado tras una gesta.
Nai me comento que en cuanto el hombre ese se largara de allí nos colaríamos en el despacho de su madre, algo que me hizo ladear la sonrisa, al parecer en ese despacho tendríamos una nueva oportunidad.
-¿mi herida? - ladeé la sonrisa con cierta diversión -puedes mirarla después, ya que este no es el lugar correcto...busquemos cual es y te lo enseño.
Un puñetazo en mi pecho fue el no que me regalo la egipcia que ni siquiera se había dignado a llamarme por mi nombre. Tanto insistir en saberlo para ahora seguir llamándome vikingo, esa mujer era una eterna contradicción.
Pronto nos adentramos en el despacho, pues al parecer el “sr oportuno” se había largado dejándonos libre el camino.
Buscamos con rapidez por las paredes, entre los muebles, en la gran biblioteca plagada de distintos libros todos ellos de esa cultura egipcia que parecía no conocer fin.
Mas de nuevo todos nuestros intentos quedaron frustrados y mi mala leche aumentaba con el tiempo que pasaba frente a nosotros.
Nai tomo asiento en el escritorio, tratando de pensar una solución que no hiciera caer mas nuestro animo, fue entonces cuando se percató que una baldosa del suelo estaba ligeramente suelta y pronto se arrodillo para comprobar si estaba en lo cierto.
Ladeé la sonrisa contemplando sus preciosas posaderas.
-¿Ahora tampoco es el momento? -pregunté con picardia sin apartar mis ojos de ese culo torneado y duro.
Si las miradas mataran estaría muerto, por suerte no eran de acero, así que me limité a dejar escapar unas carcajadas mientras la dama seguía peleándose con el ladrillo para poco después sacar una nueva nota.
Un acertijo escrito en ella, uno que me sonaba a chino pero que la parecer para ella tenia algún sentido.
La esfinge, esa fue la solución de aquel trabalenguas que yo jamas hubiera descifrado, mas lo que me hizo fruncir el ceño fue que volviera a llamarme vikingo.
-Ubbe -corregí enfrentando mis ojos a los ajenos -y tu tienes suerte de que le vikingo mas valiente haya venido para protegerte en esta peligrosa misión.
Acortó la distancia con una picara sonrisa, para depositar un casto beso en mis labios que me hizo relamerme. Todo estaba oscuro, estebamos solos...
-¿y ahora? Estamos en el lugar adecuado para que me recompenses por mi gesta? -pregunté acortando la distancia hasta que nuestros alientos se encontraron desafiantes. Dejé escapar el aire contra ellos en una clara invitación a encontrarnos de nuevo y perdernos como aun no lo habíamos hecho.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Sabía de las costumbres que tenían los norteños cuando llegaban de librar una batalla a sus hogares, las había estudiado cuando aprendí el idioma ya que conocer uno implicaba aprender el otro… sabía lo que él estaba buscando pero al parecer se estaba olvidando de lo más importante de todo: no estábamos en el norte y yo no tenía las mismas costumbres que él tenía, no iba a ofrecerle alcohol y dejar que me desnudara –o no- para perderse en mí cuerpo como era a lo que estaba acostumbrado. Debía de entender eso por mucho que ahora estuviera mirando a Hawis con ganas de querer matarlo, estábamos en su despacho que él nos había cedido aún cuando no tenía motivos para ello, y debíamos de guardar un decoro y un respeto. Por suerte me hizo caso y se metió al aseo mientras yo hablaba con él y nos dejaba el despacho pues tenía que atender otros asuntos, sabía que iba a colarme en el despacho de mí madre cuando la persona que lo ocupaba actualmente se fuera, así que sabía que no iba a poder pararme.
Los libros estaban esparcidos por todo el despacho y luego el vikingo cuando salió ya cambiado de ropa me ayudó a seguir buscando el que necesitábamos, el golpe de uno de los libros contra la pared me hizo mirarlo y enarcar una ceja por aquello. Podía entender cómo se sentía, pero las búsquedas de las reliquias era lo que tenía… que no eran rápidas, y no eran precisas para nada. Apenas acabábamos de empezar y era lógico que no lo encontráramos ya, esas cosas llevaban su tiempo y aunque podía intuir que era importante y que la necesitaba… frustrados nada podíamos hacer.
-Estas cosas llevan su tiempo, ¿lo sabes no? –Pregunté aunque esperaba que lo supiera- No es como llegar y encontrarlo a la primera, hay gente que se ha pasado años para dar con lo que buscaba… nosotros en un día que llevamos aquí ya hemos encontrado una pista, créeme, es más de lo que muchos han logrado obtener –quería que se tranquilizara un poco porque yo tampoco quería alterarme y no podía tirar por los dos yo sola… iba a ser imposible. No pude evitar sonreír cuando hizo referencia de que venía de una batalla y no obtenía lo que estaba acostumbrado a tener- Es Egipto, no el norte… harías bien en recordarlo –mí pregunta sobre si las había salvado le hizo cambiar el rostro y asentí cuando dijo que sí, que lo había hecho. Le pregunté por la herida y como única respuesta fue que lo mirara más tarde, que no era el lugar apropiado ni correcto… iba a decirle algo cuando vi la oportunidad que había estado esperando. Habían dejado libre el despacho de mí madre.
Nos colamos dentro sin hacer ruido y comenzamos a mirar por todos lados para encontrar los cuadernos, pero allí no parecía haber nada que nos indicara que estaban allí… me senté en la silla intentando pensar, dudaba que mí madre nos diera una pista falsa sobre su ubicación y fue cuando, por un golpe de suerte, pudimos encontrarlo. Pasé de responderle cuando de forma divertida preguntó si era el momento, pero lo fulminé con la mirada dándole a entender que no era el momento y que no tenía nada de divertido lo que había dicho. El acertijo que llevaba dentro aquella carta fue algo que me extrañó bastante, algo que tuve que pensar a que se estaba refiriendo y preguntándome por qué nos daría una pista que condujera hacia varios lugares que no íbamos a poder examinar bien, parecía algo absurdo todo aquello hasta que finalmente logré adivinar cuál era la pista: la Esfinge. Aunque la frase había sido originaria de la esfinge griega allí en Guiza teníamos otra esfinge como monumento y que sería precisamente el destino al que teníamos que ir si queríamos encontrar los cuadernos.
Sonreí sin poder evitarlo cuando lo vi fruncir el ceño al ver que le seguía llamando vikingo, seguramente se estaría preguntando por qué lo hacía cuando ya me había dicho cómo se llamaba. Volvió a repetirme su nombre y yo no me aparté estando frente a él con aquella carta enrollada en mí mano que contenía el acertijo. Su mirada estaba fija en la mía y ahora él decía que yo tenía suerte por tener al más valiente de todos para la peligrosa misión… aún no entendía por qué era tan peligrosa, sabía que las búsquedas de reliquias tenían siempre un toque de peligro pero él parecía saber bien de lo que hablaba y, como siempre, no iba a decirme nada. De hecho aún no sabía para qué quería aquella reliquia que tanto quería encontrar.
-Ya, ya sé como te llamas no hace falta que me lo repitas otra vez –lo miré con una sonrisa en los labios, de mejor humor tras haber encontrado la pista de mí madre- Te pregunté varias veces por tú nombre y no quisiste decírmelo… así que perdiste tú oportunidad y vikingo es como te has quedado oficialmente –reí entre dientes al ver su cara, algo que sin duda alguna no se había esperado y que a mí me producía gracia- ¿Quieres que te llame por tú nombre? Gánatelo –volví a reírme para luego escuchar su pregunta que me hizo enarcar la ceja- Por supuesto… -comenté dejando que mí aliento chocara contra sus labios de forma premeditada como él estaba haciendo, provocándome de alguna forma para que sucumbiera a lo que él quería y de alguna forma necesitaba- … que no –terminé la frase y lo fulminé con la mirada- No es momento para que te mire la herida, que podría llevarte a una infección de nuevo… pero sí es momento para que te “recompense” por la gesta… ¿por qué he de recompensarte, vikingo? Olvidas que yo no soy del norte, no tengo vuestras mismas costumbres y desde luego que no voy a pasar por alto lo de la herida para que te lleves una recompensa –me separé para coger las cosas y encaminarme a la puerta- Venga vamos, tenemos un lugar al que ir y es mejor aprovechar la luz del día –aunque dentro desde luego iba a importar más bien poco que fuera de día o de noche.
Abandonamos el museo y nos dirigimos hacia el lugar donde estaba la esfinge que estaba algo más apartada de la ciudad y un poco adentrada en el desierto, así que por el camino compré y aprovisioné bastante de agua porque intuía que íbamos a necesitarlas, sobre todo el vikingo que aunque se hubiera cambiado de ropa por una que le produjera menos calor lo iba a sentir igualmente. Durante el camino para hacerlo un poco más ameno le fui contando algunas anécdotas sobre la Esfinge ahora que el ambiente entre los dos era diferente al de esta mañana, nuestros ánimos habían cambiado ante la idea de conseguir los cuadernos y eso se notaba. No paraba de meterme de alguna forma con él, sobre todo llamándole vikingo aun sabiendo que prefería que le llamara por su nombre y sabiendo, de alguna forma, que me las haría pagar como siquiera así… pero no me importaba, estábamos próximos a encontrar algo importante también para mí y el bueno humor me podía.
Finalmente llegamos hasta la entrada donde había varios grupos de turistas que también pensaban entrar dentro, aunque seguramente nosotros debiéramos de mirar en otro sitio diferente al que los llevan en el tour. Recordaba cuando mí madre había trabajado allí y la vez que junto a mí padre fuimos de excursión que nos enseñó en lo que ella estaba trabajando, y el lugar donde se encontraba. Ahora, después de lo que sabía, comenzaba a preguntarme si sería para que yo lo supiera y me estuviera preparando para un futuro… quizás fuera así realmente. Me había perdido en mis pensamientos por completo y solamente la mano del vikingo en mí rostro me trajo de vuelta al lugar donde me encontraba. Mis ojos lo buscaron y no hacía falta decirle exactamente en qué me había quedado perdida.
-Al entrar deberíamos de quedarnos detrás del grupo y aprovechar el momento para dispersarnos y alejarnos… sé donde hay que ir a buscarlo –aquella me ponía un poco triste y melancólica el recordar que lo que yo creía que eran recuerdos felices, que seguían siéndolo, en verdad eran migas de pan que mí madre me dejaba de forma inconsciente. Mí mano subió a la suya en mí rostro y la cogí enredando mis dedos- Estoy bien –una mentira a medias más bien, pero debía de estar bien. Pronto fue el turno de entrar junto con un grupo grande, el suficiente como para perdernos de vista. Nos quedamos detrás del grupo adentrándonos por las escaleras que nos conducían a las galerías de la Esfinge. Eran pasillos como laberintos de los cuales podías perderte si no llevabas cuidado, había cámaras secretas de las cuales aún quedaba mucho por conocer y descubrir.
Teníamos que llevar antorchas para poder ver ya que no había mucha luz dentro, las paredes estaban llenas de jeroglíficos y de imágenes de lo que era el pasillo que conectaba la Esfinge con la Pirámide de Kefrén o eso es lo que los expertos decían. Llegado un punto en el que todos estaban distraídos cogí la mano del vikingo y tiré de él portando una antorcha corriendo por los pasillos que había en el interior pasando por delante de algunas cámaras que componían el interior de la Esfinge. Finalmente llegamos hasta una de ellas con unas puertas grandes que tuvimos que abrir para poder entrar dentro, como ya había pensado todo estaba a oscuras dentro, así que iluminé con la antorcha para pasar dentro, sabía lo que debía de hacer porque mí madre ya lo había mostrado.
-¿Sabes lo que me gusta de esta cámara? Esto –me alejé dejándolo bajando por unas escaleras hasta llegar a un punto en concreto, era un espejo enorme que moví un poco hasta que este comenzó a reflejarse de uno a otro por la sala hasta que esta se llenó de luz- Impresionante, ¿verdad? –sonreí volviendo donde estaba él- Tenemos de tiempo hasta que empiece a ponerse el sol, entonces no lograremos ver nada –lancé un suspiro observando la sala- Bien madre, veamos donde escondiste esos cuadernos –murmuré para luego alzar la vista al vikingo- Ves mirando por esa parte, quizás en algún lado esté dibujado el símbolo y tengamos un poco de suerte. Si encuentras algo avísame –me fui hacia el lado contrario a donde estaba él y comencé a mirar en los dibujos que había en las paredes, en los jeroglíficos intentando hallar cualquier pista que nos fuera relevante. Lo que pasamos por alto y que no nos dimos cuenta, o al menos yo no me di cuenta de ello, fue que no éramos los únicos que estábamos en busca de esa cámara. Cuando me quise dar cuenta tenía un hombre pegado a mí que intentó cogerme, grité para que me soltara y al no hacerlo le di un sonoro guantazo para echar a correr poniendo distancia, pero que consiguió cogerme de todas formas. Apresó mis manos poniéndolas detrás de mí espalda y atándolas para que no las moviera y luego puso una daga en mí cuello para que me callara llevándome hacia el centro de la sala donde había tres más y uno de ellos parecía el jefe de todos. Me fijé en que el vikingo estaba peleando en el otro lado y cuando terminó para acercarse donde estábamos nosotros los dos restantes sacaron sus armas y lo apuntaron con ellas mientras el otro no quitaba la daga de mí cuello.
-Volvemos a vernos –el que parecía el jefe le habló dirigiéndose a él como si lo conociera, hablando en su idioma aunque podía entenderlo perfectamente- Baja el arma –pidió aunque el vikingo no parecía dispuesto a hacerlo- Tira el arma –lanzó un suspiro y chasqueó los dedos haciendo que el hombre apretara más la daga contra mí cuello- O el arma, o la chica –la sonrisa maliciosa que traía en el rostro daba a entender que así cedería finalmente a lo que él pedía, mis ojos buscaron al vikingo y lo miré sabiendo que no era de rendirse pero, en aquel momento, ¿qué era lo que podíamos hacer? Nos tenían contra las cuerdas y al parecer eso lo sabían.
Los libros estaban esparcidos por todo el despacho y luego el vikingo cuando salió ya cambiado de ropa me ayudó a seguir buscando el que necesitábamos, el golpe de uno de los libros contra la pared me hizo mirarlo y enarcar una ceja por aquello. Podía entender cómo se sentía, pero las búsquedas de las reliquias era lo que tenía… que no eran rápidas, y no eran precisas para nada. Apenas acabábamos de empezar y era lógico que no lo encontráramos ya, esas cosas llevaban su tiempo y aunque podía intuir que era importante y que la necesitaba… frustrados nada podíamos hacer.
-Estas cosas llevan su tiempo, ¿lo sabes no? –Pregunté aunque esperaba que lo supiera- No es como llegar y encontrarlo a la primera, hay gente que se ha pasado años para dar con lo que buscaba… nosotros en un día que llevamos aquí ya hemos encontrado una pista, créeme, es más de lo que muchos han logrado obtener –quería que se tranquilizara un poco porque yo tampoco quería alterarme y no podía tirar por los dos yo sola… iba a ser imposible. No pude evitar sonreír cuando hizo referencia de que venía de una batalla y no obtenía lo que estaba acostumbrado a tener- Es Egipto, no el norte… harías bien en recordarlo –mí pregunta sobre si las había salvado le hizo cambiar el rostro y asentí cuando dijo que sí, que lo había hecho. Le pregunté por la herida y como única respuesta fue que lo mirara más tarde, que no era el lugar apropiado ni correcto… iba a decirle algo cuando vi la oportunidad que había estado esperando. Habían dejado libre el despacho de mí madre.
Nos colamos dentro sin hacer ruido y comenzamos a mirar por todos lados para encontrar los cuadernos, pero allí no parecía haber nada que nos indicara que estaban allí… me senté en la silla intentando pensar, dudaba que mí madre nos diera una pista falsa sobre su ubicación y fue cuando, por un golpe de suerte, pudimos encontrarlo. Pasé de responderle cuando de forma divertida preguntó si era el momento, pero lo fulminé con la mirada dándole a entender que no era el momento y que no tenía nada de divertido lo que había dicho. El acertijo que llevaba dentro aquella carta fue algo que me extrañó bastante, algo que tuve que pensar a que se estaba refiriendo y preguntándome por qué nos daría una pista que condujera hacia varios lugares que no íbamos a poder examinar bien, parecía algo absurdo todo aquello hasta que finalmente logré adivinar cuál era la pista: la Esfinge. Aunque la frase había sido originaria de la esfinge griega allí en Guiza teníamos otra esfinge como monumento y que sería precisamente el destino al que teníamos que ir si queríamos encontrar los cuadernos.
Sonreí sin poder evitarlo cuando lo vi fruncir el ceño al ver que le seguía llamando vikingo, seguramente se estaría preguntando por qué lo hacía cuando ya me había dicho cómo se llamaba. Volvió a repetirme su nombre y yo no me aparté estando frente a él con aquella carta enrollada en mí mano que contenía el acertijo. Su mirada estaba fija en la mía y ahora él decía que yo tenía suerte por tener al más valiente de todos para la peligrosa misión… aún no entendía por qué era tan peligrosa, sabía que las búsquedas de reliquias tenían siempre un toque de peligro pero él parecía saber bien de lo que hablaba y, como siempre, no iba a decirme nada. De hecho aún no sabía para qué quería aquella reliquia que tanto quería encontrar.
-Ya, ya sé como te llamas no hace falta que me lo repitas otra vez –lo miré con una sonrisa en los labios, de mejor humor tras haber encontrado la pista de mí madre- Te pregunté varias veces por tú nombre y no quisiste decírmelo… así que perdiste tú oportunidad y vikingo es como te has quedado oficialmente –reí entre dientes al ver su cara, algo que sin duda alguna no se había esperado y que a mí me producía gracia- ¿Quieres que te llame por tú nombre? Gánatelo –volví a reírme para luego escuchar su pregunta que me hizo enarcar la ceja- Por supuesto… -comenté dejando que mí aliento chocara contra sus labios de forma premeditada como él estaba haciendo, provocándome de alguna forma para que sucumbiera a lo que él quería y de alguna forma necesitaba- … que no –terminé la frase y lo fulminé con la mirada- No es momento para que te mire la herida, que podría llevarte a una infección de nuevo… pero sí es momento para que te “recompense” por la gesta… ¿por qué he de recompensarte, vikingo? Olvidas que yo no soy del norte, no tengo vuestras mismas costumbres y desde luego que no voy a pasar por alto lo de la herida para que te lleves una recompensa –me separé para coger las cosas y encaminarme a la puerta- Venga vamos, tenemos un lugar al que ir y es mejor aprovechar la luz del día –aunque dentro desde luego iba a importar más bien poco que fuera de día o de noche.
Abandonamos el museo y nos dirigimos hacia el lugar donde estaba la esfinge que estaba algo más apartada de la ciudad y un poco adentrada en el desierto, así que por el camino compré y aprovisioné bastante de agua porque intuía que íbamos a necesitarlas, sobre todo el vikingo que aunque se hubiera cambiado de ropa por una que le produjera menos calor lo iba a sentir igualmente. Durante el camino para hacerlo un poco más ameno le fui contando algunas anécdotas sobre la Esfinge ahora que el ambiente entre los dos era diferente al de esta mañana, nuestros ánimos habían cambiado ante la idea de conseguir los cuadernos y eso se notaba. No paraba de meterme de alguna forma con él, sobre todo llamándole vikingo aun sabiendo que prefería que le llamara por su nombre y sabiendo, de alguna forma, que me las haría pagar como siquiera así… pero no me importaba, estábamos próximos a encontrar algo importante también para mí y el bueno humor me podía.
Finalmente llegamos hasta la entrada donde había varios grupos de turistas que también pensaban entrar dentro, aunque seguramente nosotros debiéramos de mirar en otro sitio diferente al que los llevan en el tour. Recordaba cuando mí madre había trabajado allí y la vez que junto a mí padre fuimos de excursión que nos enseñó en lo que ella estaba trabajando, y el lugar donde se encontraba. Ahora, después de lo que sabía, comenzaba a preguntarme si sería para que yo lo supiera y me estuviera preparando para un futuro… quizás fuera así realmente. Me había perdido en mis pensamientos por completo y solamente la mano del vikingo en mí rostro me trajo de vuelta al lugar donde me encontraba. Mis ojos lo buscaron y no hacía falta decirle exactamente en qué me había quedado perdida.
-Al entrar deberíamos de quedarnos detrás del grupo y aprovechar el momento para dispersarnos y alejarnos… sé donde hay que ir a buscarlo –aquella me ponía un poco triste y melancólica el recordar que lo que yo creía que eran recuerdos felices, que seguían siéndolo, en verdad eran migas de pan que mí madre me dejaba de forma inconsciente. Mí mano subió a la suya en mí rostro y la cogí enredando mis dedos- Estoy bien –una mentira a medias más bien, pero debía de estar bien. Pronto fue el turno de entrar junto con un grupo grande, el suficiente como para perdernos de vista. Nos quedamos detrás del grupo adentrándonos por las escaleras que nos conducían a las galerías de la Esfinge. Eran pasillos como laberintos de los cuales podías perderte si no llevabas cuidado, había cámaras secretas de las cuales aún quedaba mucho por conocer y descubrir.
Teníamos que llevar antorchas para poder ver ya que no había mucha luz dentro, las paredes estaban llenas de jeroglíficos y de imágenes de lo que era el pasillo que conectaba la Esfinge con la Pirámide de Kefrén o eso es lo que los expertos decían. Llegado un punto en el que todos estaban distraídos cogí la mano del vikingo y tiré de él portando una antorcha corriendo por los pasillos que había en el interior pasando por delante de algunas cámaras que componían el interior de la Esfinge. Finalmente llegamos hasta una de ellas con unas puertas grandes que tuvimos que abrir para poder entrar dentro, como ya había pensado todo estaba a oscuras dentro, así que iluminé con la antorcha para pasar dentro, sabía lo que debía de hacer porque mí madre ya lo había mostrado.
-¿Sabes lo que me gusta de esta cámara? Esto –me alejé dejándolo bajando por unas escaleras hasta llegar a un punto en concreto, era un espejo enorme que moví un poco hasta que este comenzó a reflejarse de uno a otro por la sala hasta que esta se llenó de luz- Impresionante, ¿verdad? –sonreí volviendo donde estaba él- Tenemos de tiempo hasta que empiece a ponerse el sol, entonces no lograremos ver nada –lancé un suspiro observando la sala- Bien madre, veamos donde escondiste esos cuadernos –murmuré para luego alzar la vista al vikingo- Ves mirando por esa parte, quizás en algún lado esté dibujado el símbolo y tengamos un poco de suerte. Si encuentras algo avísame –me fui hacia el lado contrario a donde estaba él y comencé a mirar en los dibujos que había en las paredes, en los jeroglíficos intentando hallar cualquier pista que nos fuera relevante. Lo que pasamos por alto y que no nos dimos cuenta, o al menos yo no me di cuenta de ello, fue que no éramos los únicos que estábamos en busca de esa cámara. Cuando me quise dar cuenta tenía un hombre pegado a mí que intentó cogerme, grité para que me soltara y al no hacerlo le di un sonoro guantazo para echar a correr poniendo distancia, pero que consiguió cogerme de todas formas. Apresó mis manos poniéndolas detrás de mí espalda y atándolas para que no las moviera y luego puso una daga en mí cuello para que me callara llevándome hacia el centro de la sala donde había tres más y uno de ellos parecía el jefe de todos. Me fijé en que el vikingo estaba peleando en el otro lado y cuando terminó para acercarse donde estábamos nosotros los dos restantes sacaron sus armas y lo apuntaron con ellas mientras el otro no quitaba la daga de mí cuello.
-Volvemos a vernos –el que parecía el jefe le habló dirigiéndose a él como si lo conociera, hablando en su idioma aunque podía entenderlo perfectamente- Baja el arma –pidió aunque el vikingo no parecía dispuesto a hacerlo- Tira el arma –lanzó un suspiro y chasqueó los dedos haciendo que el hombre apretara más la daga contra mí cuello- O el arma, o la chica –la sonrisa maliciosa que traía en el rostro daba a entender que así cedería finalmente a lo que él pedía, mis ojos buscaron al vikingo y lo miré sabiendo que no era de rendirse pero, en aquel momento, ¿qué era lo que podíamos hacer? Nos tenían contra las cuerdas y al parecer eso lo sabían.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Nuestra nariz se rozaba, desafiantes, nuestro aliento impactaba contra los húmedos labios de uno y otro mas la distancia no se acortaba por contra las palabras suponían un reto imposible de quebrantar.
Enarqué una ceja frente a la desfachatez de la dama, me había preguntado miles de veces mi nombre desde el día que nos conocimos y ahora que se lo había dicho decía tener que ganarme el privilegio de que sus labios lo pronunciaran.
Resoplé contra su boca mientras negaba tan cerca de ella que casi la rozaba.
-¿y como me he de ganar tal honor egipcia? -bromeé sin dejar de mirarla.
Al parecer no había sido suficiente el salvar a esa familia de los cuatro norteños. Mis dedos se deslizaron por su brazo, al menos esperaba que me permitiera saciarme, estaba demasiado necesitado de ello como para irme de tour por Egipto.
Sus labios acortaron la distancia prometiéndome un encuentro ardiente, mi boca se entreabrió esperando la ajena, mas..lejos de hacer aquello que esperaba, interpuso distancias recordándome dos cosas. La primera que esto no era el norte, la segunda que no era el momento. Rugí frustrado cuando se dio la vuelta para encaminar sus pasos hacia la puerta con la carta enrollada en la mano.
-¿Vamos? ¿en serio? -pregunté francamente frustrado, creo era evidente que no estaba acostumbrado a las negativas de las mujeres.
Resoplé recolocando mi hombría para caminar tras ella poco después con el ceño fruncido, algo que debió divertirle pues su humor había variado y ahora reía feliz contándome todas esas historias de su país.
Yo me limitaba a seguirla en silencio, cabreado como Loqui por los desprecios de Odin. Bebía agua a cada rato, desde luego allí el calor era asfixiante, entendía que no se bebiera tanto alcohol como en el norte, que prácticamente era el mejor modo de calentarte aparte de las gruesas pieles curtidas por nuestras mujeres.
Así alcanzamos la esfinge, el plan había sido perfectamente trazado por la egipcia, nos colaríamos junto a un grupo en ella colocándonos al final para en un momento determinado separarnos de estos para colarnos en una parte de ella.
Me encogí de hombros asintiendo, yo había ido allí para luchar, los tejemanejes se los dejaba a Naitiri, ella y no yo era la experta en Egipto y todos sus misterios.
-Espero que tengas también un plan para la noche, ya sabes, tu, yo...-ladeé la sonrisa con picardia dándole un manotazo en el culo.
Sus ojos volvieron a aniquilarme, algo a lo que ya estaba mas que acostumbrado y que siempre me divirtió.
Por su cara paso un atisbo de tristeza que me hizo mirarla fijamente, un estoy bien que no me convenció. Deposité un beso entre cuello y hombro con suavidad que sabia que le iba a gustar siempre lo hacia ..la calmaba y decía que le hacia cosquillas con la barba logrando hacerla reír.
No tardamos en colarnos junto al grupo y siguiendo el plan nos perdimos por las distintas galerías de la esfinge que parecían auténticos laberintos solo recorridos con antorchas por lo poco iluminados que estaban.
Finalmente alcanzamos una cámara bastante grande, como el resto completamente oscura. Nai subió escaleras arriba recolocando una especie de espejo que reflejo la luz de la antorcha iluminando la estancia al completo. Parecía magia, algo que me hizo sonreír mientras esta volvía junto a mi.
-¿aquí tampoco podemos hablar de mi merecida recompensa? -pregunté sonriendo deliberadamente mientras empezaba a buscar el símbolo que según Nai nos llevaría a los cuadernos.
Recorría con mi dedo los distintos jeroglíficos, cuando a mi espalda aparecieron tres hombres espada en mano, tensé el gesto desenvainando con rapidez mi bastarda. Como el trueno el sonido de aceros que entrechocaron con fuerza acompañado de los gruñidos de los guerreros en cada salvaje embestida. Mi espada pedía sangre, y no tardo en morder el vientre de uno de ellos sajandole la carne hasta que las tripas se esparcieron en el suelo.
Mi rostro salpicado de carmesí invitaba a los otros dos a continuar el tétrico baile, baile que se detuvo en seco cuando escuche la voz en el lateral de uno de los capitanes del ejercito enemigo.
Mi mirada desafiante se perdió en la ajena, mas pronto se quebró al ver que tenia a Nai y que el acero de su daga acariciaba su inmaculado cuello.
-Juro ante Odin que si le tocas un pelo no habrá Valhalla para ti, Hell sera donde enviare tu alma.
Apreté los dientes rugiendo al escuchar que me instigaba a tirar el arma, los dos hombres llevaron su espada hacia mi, pero sin atreverse a rozar mi piel por si respondía a la ofensa aun con la bastarda en la mano.
Sabia que dejar el arma haría que nos mataran a ambos ¿por que dejarnos vivir?
-Vale -dije agachándome para dejar caer la suelo mi arma cuando vi que el filo del cuchillo se hundía mas en su cuello- pero no le hagas daño, déjala ir, es solo una mujer, ya me tienes a mi, el rey te recompensará si me llevas frente a él vivo o muerto que mas da..me dejaré coger, pero déjala ir.
Los dos soldados me apresaron, ahora nos tenia a ambos, pero me guardaba un as en la manga que no dudé en utilizar aunque eso significara que Nai desconfiaría de mi..pero..
-Tu -rugí mirando al jefe – buscas la misma reliquia, pero aunque encuentres donde se encuentra te falta algo.
El jefe me miro desafiante, parecía que acababa de captar toda su atención, me aseguré que ya no hubiera cuchillo en el cuello de la egipcia, ahora simplemente la sujetaban por los brazos para llevarla como prisionera.
-Necesitas la llave que abre la cámara donde esta la reliquia y esa llave la tengo yo. -ladeé la sonrisa al ver su cara -desconozco que abre, pro se que sin esto -dije metiendo dos dedos lentamente en mi chaleco para sacar un medallon grabado con runas egipcias que Nai rápidamente identifico.
Era de su madre, el que siempre pendió de su cuello y que le regaló a la Nai del futuro y esta me dejo en mi lecho sabiendo que cruzaría el portal ese día.
La Egipcia me miraba completamente perdida, ni siquiera sabia que se le estaría pasando en este instante por su cabeza pero tenia que salvar su vida a toda costa.
-Dame el medallon -ordeno el jefe norteño.
Deje que la cuerda se estirara al completo dejando el medallon pendiendo de esta como un péndulo.
Una patada en un circulo del suelo basto para que se abriera una especia de portón.
Me había dado cuenta como la sangre del hombre que maté se había colado por las rendijas dejando esa baldosa ligeramente en alto a modo de algo que poder presionar.
Mi mano fue hacia ese abismo, ahora era el jefe quien extendía mas manos para que no dejara caer la joya por el.
-déjala ir y te daré el medallon, pide a tus hombres que se aparten y nos dejen libres..si no lo dejare caer y jamas encontraras esa reliquia ¿que crees que hará el rey contigo?
Enarqué una ceja frente a la desfachatez de la dama, me había preguntado miles de veces mi nombre desde el día que nos conocimos y ahora que se lo había dicho decía tener que ganarme el privilegio de que sus labios lo pronunciaran.
Resoplé contra su boca mientras negaba tan cerca de ella que casi la rozaba.
-¿y como me he de ganar tal honor egipcia? -bromeé sin dejar de mirarla.
Al parecer no había sido suficiente el salvar a esa familia de los cuatro norteños. Mis dedos se deslizaron por su brazo, al menos esperaba que me permitiera saciarme, estaba demasiado necesitado de ello como para irme de tour por Egipto.
Sus labios acortaron la distancia prometiéndome un encuentro ardiente, mi boca se entreabrió esperando la ajena, mas..lejos de hacer aquello que esperaba, interpuso distancias recordándome dos cosas. La primera que esto no era el norte, la segunda que no era el momento. Rugí frustrado cuando se dio la vuelta para encaminar sus pasos hacia la puerta con la carta enrollada en la mano.
-¿Vamos? ¿en serio? -pregunté francamente frustrado, creo era evidente que no estaba acostumbrado a las negativas de las mujeres.
Resoplé recolocando mi hombría para caminar tras ella poco después con el ceño fruncido, algo que debió divertirle pues su humor había variado y ahora reía feliz contándome todas esas historias de su país.
Yo me limitaba a seguirla en silencio, cabreado como Loqui por los desprecios de Odin. Bebía agua a cada rato, desde luego allí el calor era asfixiante, entendía que no se bebiera tanto alcohol como en el norte, que prácticamente era el mejor modo de calentarte aparte de las gruesas pieles curtidas por nuestras mujeres.
Así alcanzamos la esfinge, el plan había sido perfectamente trazado por la egipcia, nos colaríamos junto a un grupo en ella colocándonos al final para en un momento determinado separarnos de estos para colarnos en una parte de ella.
Me encogí de hombros asintiendo, yo había ido allí para luchar, los tejemanejes se los dejaba a Naitiri, ella y no yo era la experta en Egipto y todos sus misterios.
-Espero que tengas también un plan para la noche, ya sabes, tu, yo...-ladeé la sonrisa con picardia dándole un manotazo en el culo.
Sus ojos volvieron a aniquilarme, algo a lo que ya estaba mas que acostumbrado y que siempre me divirtió.
Por su cara paso un atisbo de tristeza que me hizo mirarla fijamente, un estoy bien que no me convenció. Deposité un beso entre cuello y hombro con suavidad que sabia que le iba a gustar siempre lo hacia ..la calmaba y decía que le hacia cosquillas con la barba logrando hacerla reír.
No tardamos en colarnos junto al grupo y siguiendo el plan nos perdimos por las distintas galerías de la esfinge que parecían auténticos laberintos solo recorridos con antorchas por lo poco iluminados que estaban.
Finalmente alcanzamos una cámara bastante grande, como el resto completamente oscura. Nai subió escaleras arriba recolocando una especie de espejo que reflejo la luz de la antorcha iluminando la estancia al completo. Parecía magia, algo que me hizo sonreír mientras esta volvía junto a mi.
-¿aquí tampoco podemos hablar de mi merecida recompensa? -pregunté sonriendo deliberadamente mientras empezaba a buscar el símbolo que según Nai nos llevaría a los cuadernos.
Recorría con mi dedo los distintos jeroglíficos, cuando a mi espalda aparecieron tres hombres espada en mano, tensé el gesto desenvainando con rapidez mi bastarda. Como el trueno el sonido de aceros que entrechocaron con fuerza acompañado de los gruñidos de los guerreros en cada salvaje embestida. Mi espada pedía sangre, y no tardo en morder el vientre de uno de ellos sajandole la carne hasta que las tripas se esparcieron en el suelo.
Mi rostro salpicado de carmesí invitaba a los otros dos a continuar el tétrico baile, baile que se detuvo en seco cuando escuche la voz en el lateral de uno de los capitanes del ejercito enemigo.
Mi mirada desafiante se perdió en la ajena, mas pronto se quebró al ver que tenia a Nai y que el acero de su daga acariciaba su inmaculado cuello.
-Juro ante Odin que si le tocas un pelo no habrá Valhalla para ti, Hell sera donde enviare tu alma.
Apreté los dientes rugiendo al escuchar que me instigaba a tirar el arma, los dos hombres llevaron su espada hacia mi, pero sin atreverse a rozar mi piel por si respondía a la ofensa aun con la bastarda en la mano.
Sabia que dejar el arma haría que nos mataran a ambos ¿por que dejarnos vivir?
-Vale -dije agachándome para dejar caer la suelo mi arma cuando vi que el filo del cuchillo se hundía mas en su cuello- pero no le hagas daño, déjala ir, es solo una mujer, ya me tienes a mi, el rey te recompensará si me llevas frente a él vivo o muerto que mas da..me dejaré coger, pero déjala ir.
Los dos soldados me apresaron, ahora nos tenia a ambos, pero me guardaba un as en la manga que no dudé en utilizar aunque eso significara que Nai desconfiaría de mi..pero..
-Tu -rugí mirando al jefe – buscas la misma reliquia, pero aunque encuentres donde se encuentra te falta algo.
El jefe me miro desafiante, parecía que acababa de captar toda su atención, me aseguré que ya no hubiera cuchillo en el cuello de la egipcia, ahora simplemente la sujetaban por los brazos para llevarla como prisionera.
-Necesitas la llave que abre la cámara donde esta la reliquia y esa llave la tengo yo. -ladeé la sonrisa al ver su cara -desconozco que abre, pro se que sin esto -dije metiendo dos dedos lentamente en mi chaleco para sacar un medallon grabado con runas egipcias que Nai rápidamente identifico.
Era de su madre, el que siempre pendió de su cuello y que le regaló a la Nai del futuro y esta me dejo en mi lecho sabiendo que cruzaría el portal ese día.
La Egipcia me miraba completamente perdida, ni siquiera sabia que se le estaría pasando en este instante por su cabeza pero tenia que salvar su vida a toda costa.
-Dame el medallon -ordeno el jefe norteño.
Deje que la cuerda se estirara al completo dejando el medallon pendiendo de esta como un péndulo.
Una patada en un circulo del suelo basto para que se abriera una especia de portón.
Me había dado cuenta como la sangre del hombre que maté se había colado por las rendijas dejando esa baldosa ligeramente en alto a modo de algo que poder presionar.
Mi mano fue hacia ese abismo, ahora era el jefe quien extendía mas manos para que no dejara caer la joya por el.
-déjala ir y te daré el medallon, pide a tus hombres que se aparten y nos dejen libres..si no lo dejare caer y jamas encontraras esa reliquia ¿que crees que hará el rey contigo?
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Habíamos llegado a la Esfinge teniendo la suerte de que como todos los días hacían excursiones en el interior y lo mejor sin duda alguna era colarnos con algún grupo y después separarnos llegado cierto momento para ir a la sala donde encontraríamos los cuadernos. Ahora entendía que todo lo que mí madre me había enseñado, de alguna forma, lo había hecho dejando un camino como migas de pan para que yo pudiera seguir los pasos, había aprovechado que me gustaba y entusiasmaba tanto como a ella nuestra cultura y me había ido preparando sin yo saberlo. Me pregunté también si el viaje a Mykonos había sido planeado o no, quizás fue a por más pistas y nos había tenido engañados de alguna forma a mí padre y a mí.
Ahora todo dependía de mí y de lo que me había enseñado, debía de recordar todas las cosas que dentro de la esfinge me había mostrado porque sin duda alguna en algunas cosas, como lo del estudio en casa, había puesto especial interés para que de alguna forma se me quedara y pudiera recordarlo algún día. También había ayudado que fuera una mujer curiosa por naturaleza, siempre había querido saber todo y sin duda alguna aprovechó eso para que se me quedaran las cosas importantes que debía de recordar. Era algo de locos, no entendía la gran mayoría de las cosas y todo estaba sucediendo tan rápido que apenas tenía un tiempo para asimilarlo realmente.
Fulminé con la mirada al vikingo cuando me dio aquel golpe en mí trasero, claro que tenía un plan para esa noche, y ese era exactamente: dormir. Estaba convencida de que no iba a cejar en su empeño así que yo me divertiría viéndole la cara que se le quedaba ante mí negativa, como había pasado en el despacho porque al parecer no era un hombre que estuviera acostumbrado a tanta negativa por parte de una mujer. Bueno, se había encontrado con la horna de su zapato y para todo siempre había una primera vez. Negué con la cabeza perdiéndome en mis propios pensamientos hasta que él me sacó, un simple “estoy bien” que era una verdad a medias fue todo lo que obtuvo de mí y por su parte dejó un beso entre el cuello y mí hombro que me hizo sonreír, agradeciéndole el gesto.
Pronto pasamos junto al grupo bajando las escaleras que nos llevaban al interior de la Esfinge, se debía de tener mucho cuidado porque de separarte e ir por un camino totalmente diferente podrías perderte… dentro habían muchas salas y cámaras que habían preparado para el faraón cuando construyeron la Esfinge, pero yo recordaba dónde había trabajado mí madre y llegado el momento pudimos separarnos para ir hacia aquella cámara. Gracias a los reflejos de los espejos pude iluminar la habitación para comenzar a buscar, negué con la cabeza mirando al vikingo ante su insistencia de nuevo de que le recompensara, no entendía que cuánto más me lo dijera más iba a negarme.
-Oh, te doy por un vikingo inteligente, así que seguro que das con la respuesta sin que yo te lo diga –sonreí respondiéndole a su pregunta de qué debía hacer para que lo llamara por su nombre. Le dije que comenzara a mirar por uno de los lados mientras yo miraba el otro sin darme cuenta de que no éramos los únicos que habíamos en aquel lugar, y para cuando lo hice ya me tenían apresada y con una daga en mí cuello mientras ahora el vikingo se daba cuenta de lo que estaba pasando. Le decían que bajara y tirara su arma o yo sufriría las consecuencias, hablaban en su idioma que pude entender y esperé a ver qué era lo que hacía el vikingo. No teníamos otra alternativa, debíamos por el momento hacer lo que ellos pedían porque no teníamos las condiciones a nuestro favor. Él alegaba que yo era solo una mujer que no tenía nada que ver para que me dejaran marchar, aunque algo me decía que si nos habían seguido hasta allí seguramente no se creyeran aquella mentira del vikingo. Sus palabras me desconcertaron, ¿rey? ¿Por qué iban a cobrar una recompensa si lo llevaran vivo o muerto? Si él era de la realeza… ¿cómo…? No entendía absolutamente nada de lo que estaba diciendo. Parecía que se lo creyeron porque quitaron la daga de mí cuello aunque aquel hombre me seguía apresando de un brazo con fuerza para que no me escapara de nuevo.
Hablaba sobre la reliquia, ¿esos hombres también iban a por ella? No entendía nada, no sabía quienes eran esos hombres, ni por qué lo seguían, ni por qué nos habían encontrado, ni… nada, no sabía nada. Decía que tenía la llave para abrir la cámara que llevaba a la reliquia… ¿qué narices estaba diciendo? Si era un farol lo iban a pillar completamente. No tenía noción de que se necesitara de ninguna llave, pero… ¿y si era verdad? Cuanto más decía más navegaba en un mar de dudas sobre todo aquello. Para lo que no estaba preparada en ninguno de los sentidos es para lo que sacó que llevaba guardado en su chaleco… y que reconocí al instante.
Mí boca se abrió por la sorpresa y mis ojos se fijaron en aquello que el vikingo portaba ahora en sus manos. Lo reconocía, lo reconocería en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de mí vida: era el medallón de mí madre. Mis ojos pasaron a mirar ahora al vikingo totalmente desconcertada y descolocada mientras miles de preguntas azotaban mí mente. ¿Cómo tenía él ese medallón? Se había perdido cuando me separé de mí madre pues era ella quien lo llevaba… ¿cómo había llegado a sus manos? En ese momento me di cuenta de que, realmente, no sabía nada sobre aquel hombre.
Había aparecido de la nada en mí lugar de trabajo, me había raptado, parecía que me conociera de algo porque me trataba con cierta familiaridad. A veces era demasiado amable conmigo para no conocerme de nada y ahora… ahora tenía el medallón de mí madre. No supe qué empezó primero a recorrerme por dentro, si la rabia, la frustración, la ira o el odio… me sentí engañada y en cierta parte hasta traicionada por aquel hombre que me había estado ocultando algo tan importante para mí. ¿Qué sabía de él? Nada salvo su nombre y que venía del norte… todo lo demás estaba sumergido en una bruma de misterio. Me pregunté qué más cosas me había ocultado, y qué más sabía que no me había dicho referente a mí. Ahora se peleaban por ver quién obtenía el medallón y fue el vikingo quien dando una patada a una de las losas del suelo se abrió un portón donde dejó caer el medallón colgando de la cuerda, balanceándose como un péndulo mientras ponía las condiciones al otro hombre, que al parecer era el jefe… y fue la gota que colmó mí vaso de la paciencia, rebasándolo.
-No –fue lo que dije haciendo que ahora se centraran en mí mientras mis ojos desafiaban al vikingo, presa de la rabia y de la ira. Intenté soltarme del hombre que me agarraba del brazo pero ejercía más presión- ¡Suéltame! –Dije en su idioma para que todos me entendieran hasta que me zafé y me planté frente a aquel hombre que me miraba con una ceja alzada, yo no les presentaba problema alguno- No le hagas caso, en realidad a quien necesitas… es a mí –el hombre parecía un poco contradictorio porque hablara su idioma, llevó una de sus manos a mí rostro y me elevó el mentón para mirarme de forma fija como si estuviera evaluándome.
-¿Ah si? ¿Y por qué crees que te necesito más de lo que lo necesito a él? –Sonreí de lado como si supiera, de alguna forma, que ahora tenía yo el control.
-Porque de todos los aquí presentes, yo soy la única que sabe de historia egipcia, que es egiptóloga y la única que puede leer los jeroglíficos e interpretar las pistas… ¿o alguno de tus amigos también sabe? –Enarqué una ceja mirándolo con la seguridad firme y férrea de mis palabras brotando en la sala- ¿Quién te crees que lo ha guiado hasta aquí? ¿Odín? –Reí levemente dándole más fuerza a mis palabras, podía ver que él me había creído totalmente y pasó su mirada del vikingo a mí de nuevo.
-Además de belleza inteligencia… no te culpo por haberla elegido –lo miró sonriendo de lado y quitó su mano de mí mentón- Bien, te escucho –se cruzó de brazos esperando a que hablara.
-Déjame coger el medallón y te llevaré hasta la reliquia, a mí me da igual quién la tenga –me encogí de hombros e hizo un gesto con la cabeza para que fuera a por el medallón. Me giré para encarar al vikingo y me aproximé a él para pararme delante y contemplarlo por unos segundos mirándolo de forma fija. Mí mano voló con rapidez estampándose contra su rostro haciendo que este se girara hacia un lado, los presentes corearon el golpe que le había asestado y cogí el medallón quitándoselo de sus manos en su conmoción al no esperarse el golpe. Mí pecho subía y bajaba con rapidez por lo que estaba pasando y aún podía sentir el picor en mí mano tras haberle asestado el golpe. No sabía qué decirle en aquel momento, era un completo desconocido el cual no sabía nada de él- Te odio –lo dije aunque mis ojos estaban ahora mirando hacia su espada que estaba en el suelo a unos pocos centímetros de él y gesticulé un “lo siento” que nada más pudo ver él- Necesito coger mis cosas y ya podemos irnos –dije en voz alta para volver a mirar la espada, dándole a entender que la cogiera, y me encaminé hacia el centro de la sala de nuevo. En un momento dado que nadie se esperó ya que estaban centrados en él en todo momento moví el espejo que hacía que la habitación quedara iluminada, haciendo que esta volviera a estar a oscuras el tiempo suficiente para que le diera tiempo a coger la espada y tras unos cuantos segundos la volví a iluminar mientras yo me mantenía alejada y miraba el medallón que había pertenecido a mí madre. En el había escrito con jeroglíficos una simple palabra “luna”, ella siempre decía que cuando uno se sentía perdido debía alzar la mirada hacia la luna… porque la luna caminaba despacio pero atraviesa el mundo. Alcé mí mirada, de nuevo la luna aparecía como pista y ya supe lo que debía de buscar en aquella sala, a Tot, el dios de la Luna.
Ahora todo dependía de mí y de lo que me había enseñado, debía de recordar todas las cosas que dentro de la esfinge me había mostrado porque sin duda alguna en algunas cosas, como lo del estudio en casa, había puesto especial interés para que de alguna forma se me quedara y pudiera recordarlo algún día. También había ayudado que fuera una mujer curiosa por naturaleza, siempre había querido saber todo y sin duda alguna aprovechó eso para que se me quedaran las cosas importantes que debía de recordar. Era algo de locos, no entendía la gran mayoría de las cosas y todo estaba sucediendo tan rápido que apenas tenía un tiempo para asimilarlo realmente.
Fulminé con la mirada al vikingo cuando me dio aquel golpe en mí trasero, claro que tenía un plan para esa noche, y ese era exactamente: dormir. Estaba convencida de que no iba a cejar en su empeño así que yo me divertiría viéndole la cara que se le quedaba ante mí negativa, como había pasado en el despacho porque al parecer no era un hombre que estuviera acostumbrado a tanta negativa por parte de una mujer. Bueno, se había encontrado con la horna de su zapato y para todo siempre había una primera vez. Negué con la cabeza perdiéndome en mis propios pensamientos hasta que él me sacó, un simple “estoy bien” que era una verdad a medias fue todo lo que obtuvo de mí y por su parte dejó un beso entre el cuello y mí hombro que me hizo sonreír, agradeciéndole el gesto.
Pronto pasamos junto al grupo bajando las escaleras que nos llevaban al interior de la Esfinge, se debía de tener mucho cuidado porque de separarte e ir por un camino totalmente diferente podrías perderte… dentro habían muchas salas y cámaras que habían preparado para el faraón cuando construyeron la Esfinge, pero yo recordaba dónde había trabajado mí madre y llegado el momento pudimos separarnos para ir hacia aquella cámara. Gracias a los reflejos de los espejos pude iluminar la habitación para comenzar a buscar, negué con la cabeza mirando al vikingo ante su insistencia de nuevo de que le recompensara, no entendía que cuánto más me lo dijera más iba a negarme.
-Oh, te doy por un vikingo inteligente, así que seguro que das con la respuesta sin que yo te lo diga –sonreí respondiéndole a su pregunta de qué debía hacer para que lo llamara por su nombre. Le dije que comenzara a mirar por uno de los lados mientras yo miraba el otro sin darme cuenta de que no éramos los únicos que habíamos en aquel lugar, y para cuando lo hice ya me tenían apresada y con una daga en mí cuello mientras ahora el vikingo se daba cuenta de lo que estaba pasando. Le decían que bajara y tirara su arma o yo sufriría las consecuencias, hablaban en su idioma que pude entender y esperé a ver qué era lo que hacía el vikingo. No teníamos otra alternativa, debíamos por el momento hacer lo que ellos pedían porque no teníamos las condiciones a nuestro favor. Él alegaba que yo era solo una mujer que no tenía nada que ver para que me dejaran marchar, aunque algo me decía que si nos habían seguido hasta allí seguramente no se creyeran aquella mentira del vikingo. Sus palabras me desconcertaron, ¿rey? ¿Por qué iban a cobrar una recompensa si lo llevaran vivo o muerto? Si él era de la realeza… ¿cómo…? No entendía absolutamente nada de lo que estaba diciendo. Parecía que se lo creyeron porque quitaron la daga de mí cuello aunque aquel hombre me seguía apresando de un brazo con fuerza para que no me escapara de nuevo.
Hablaba sobre la reliquia, ¿esos hombres también iban a por ella? No entendía nada, no sabía quienes eran esos hombres, ni por qué lo seguían, ni por qué nos habían encontrado, ni… nada, no sabía nada. Decía que tenía la llave para abrir la cámara que llevaba a la reliquia… ¿qué narices estaba diciendo? Si era un farol lo iban a pillar completamente. No tenía noción de que se necesitara de ninguna llave, pero… ¿y si era verdad? Cuanto más decía más navegaba en un mar de dudas sobre todo aquello. Para lo que no estaba preparada en ninguno de los sentidos es para lo que sacó que llevaba guardado en su chaleco… y que reconocí al instante.
Mí boca se abrió por la sorpresa y mis ojos se fijaron en aquello que el vikingo portaba ahora en sus manos. Lo reconocía, lo reconocería en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de mí vida: era el medallón de mí madre. Mis ojos pasaron a mirar ahora al vikingo totalmente desconcertada y descolocada mientras miles de preguntas azotaban mí mente. ¿Cómo tenía él ese medallón? Se había perdido cuando me separé de mí madre pues era ella quien lo llevaba… ¿cómo había llegado a sus manos? En ese momento me di cuenta de que, realmente, no sabía nada sobre aquel hombre.
Había aparecido de la nada en mí lugar de trabajo, me había raptado, parecía que me conociera de algo porque me trataba con cierta familiaridad. A veces era demasiado amable conmigo para no conocerme de nada y ahora… ahora tenía el medallón de mí madre. No supe qué empezó primero a recorrerme por dentro, si la rabia, la frustración, la ira o el odio… me sentí engañada y en cierta parte hasta traicionada por aquel hombre que me había estado ocultando algo tan importante para mí. ¿Qué sabía de él? Nada salvo su nombre y que venía del norte… todo lo demás estaba sumergido en una bruma de misterio. Me pregunté qué más cosas me había ocultado, y qué más sabía que no me había dicho referente a mí. Ahora se peleaban por ver quién obtenía el medallón y fue el vikingo quien dando una patada a una de las losas del suelo se abrió un portón donde dejó caer el medallón colgando de la cuerda, balanceándose como un péndulo mientras ponía las condiciones al otro hombre, que al parecer era el jefe… y fue la gota que colmó mí vaso de la paciencia, rebasándolo.
-No –fue lo que dije haciendo que ahora se centraran en mí mientras mis ojos desafiaban al vikingo, presa de la rabia y de la ira. Intenté soltarme del hombre que me agarraba del brazo pero ejercía más presión- ¡Suéltame! –Dije en su idioma para que todos me entendieran hasta que me zafé y me planté frente a aquel hombre que me miraba con una ceja alzada, yo no les presentaba problema alguno- No le hagas caso, en realidad a quien necesitas… es a mí –el hombre parecía un poco contradictorio porque hablara su idioma, llevó una de sus manos a mí rostro y me elevó el mentón para mirarme de forma fija como si estuviera evaluándome.
-¿Ah si? ¿Y por qué crees que te necesito más de lo que lo necesito a él? –Sonreí de lado como si supiera, de alguna forma, que ahora tenía yo el control.
-Porque de todos los aquí presentes, yo soy la única que sabe de historia egipcia, que es egiptóloga y la única que puede leer los jeroglíficos e interpretar las pistas… ¿o alguno de tus amigos también sabe? –Enarqué una ceja mirándolo con la seguridad firme y férrea de mis palabras brotando en la sala- ¿Quién te crees que lo ha guiado hasta aquí? ¿Odín? –Reí levemente dándole más fuerza a mis palabras, podía ver que él me había creído totalmente y pasó su mirada del vikingo a mí de nuevo.
-Además de belleza inteligencia… no te culpo por haberla elegido –lo miró sonriendo de lado y quitó su mano de mí mentón- Bien, te escucho –se cruzó de brazos esperando a que hablara.
-Déjame coger el medallón y te llevaré hasta la reliquia, a mí me da igual quién la tenga –me encogí de hombros e hizo un gesto con la cabeza para que fuera a por el medallón. Me giré para encarar al vikingo y me aproximé a él para pararme delante y contemplarlo por unos segundos mirándolo de forma fija. Mí mano voló con rapidez estampándose contra su rostro haciendo que este se girara hacia un lado, los presentes corearon el golpe que le había asestado y cogí el medallón quitándoselo de sus manos en su conmoción al no esperarse el golpe. Mí pecho subía y bajaba con rapidez por lo que estaba pasando y aún podía sentir el picor en mí mano tras haberle asestado el golpe. No sabía qué decirle en aquel momento, era un completo desconocido el cual no sabía nada de él- Te odio –lo dije aunque mis ojos estaban ahora mirando hacia su espada que estaba en el suelo a unos pocos centímetros de él y gesticulé un “lo siento” que nada más pudo ver él- Necesito coger mis cosas y ya podemos irnos –dije en voz alta para volver a mirar la espada, dándole a entender que la cogiera, y me encaminé hacia el centro de la sala de nuevo. En un momento dado que nadie se esperó ya que estaban centrados en él en todo momento moví el espejo que hacía que la habitación quedara iluminada, haciendo que esta volviera a estar a oscuras el tiempo suficiente para que le diera tiempo a coger la espada y tras unos cuantos segundos la volví a iluminar mientras yo me mantenía alejada y miraba el medallón que había pertenecido a mí madre. En el había escrito con jeroglíficos una simple palabra “luna”, ella siempre decía que cuando uno se sentía perdido debía alzar la mirada hacia la luna… porque la luna caminaba despacio pero atraviesa el mundo. Alcé mí mirada, de nuevo la luna aparecía como pista y ya supe lo que debía de buscar en aquella sala, a Tot, el dios de la Luna.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
- Mensajes : 928
Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Un “No” hizo que todas las miradas norteñas se sumieran en la egipcia, enarqué una ceja, algo me decía que verme con el medallon la había desestabilizado, no la culpaba para ella debía ser un shock verme con el objeto que pendía del cuello de su madre la ultima vez que la vio siendo aun una niña. Imagine las mil y una preguntas que se hacia y posiblemente como me odiaba en ese momento pensando que la había traicionado, quizás incluso sospechando que yo se lo había arrancado a su madre del cuello, que tenia algo que ver con lo que les paso.... Como explicarle sin decirle nada de lo que pasaría en el futuro que ella misma me lo había dado, que tenia que confiar en mi, que yo no era su enemigo si no todo lo contrario.
Se revolvió con ese fuerte carácter que poseía hasta que tras un “suéltame” que mostraba la rabia que la invadía quedo libre para correr frente al líder de los norteños.
Unas carcajadas se oyeron al verla luchar como una fiera salvaje tratando de convencer al jefe que ella era la parte mas valiosa de la estancia, algo que yo sabia, pero que no entendía como tenia la desfachatez de decírselo a ese tipo y así acabar con mis mentiras.
Fruncí el ceño fulminándola con la mirada cuando aseguro que poco le importaba uno u otro bando que los llevaría a ellos frente a la reliquia.
Estaba claro que pensaba que yo era el culpable de la muerte de su madre, de su sino como cortesana y seguramente de todos los males del mundo.
Acorto la distancia que nos separaba con el permiso del norteño que con cara de satisfacción parecía disfrutar de la traición que la mujer que amaba me acababa de restregar por toda la cara, mas si pensaba que ahí quedaría mi humillación me equivoque, un mandoble de su mano en mi cara hizo que la girara dejándome un picor en la mejilla y risotadas del groso del ejercito que quebraban mi orgullo de vikingo.
Rugí tirando de mi cuerpo hacia ella para enfrentarla, mas en ese momento ella cogió la cuerda del collar dejándome completamente perdido al arrebatarlo de mi mano ¿que estaba haciendo? No le había demostrado nada en todo este maldito tiempo? ¿no tenia derecho al menos el derecho de la duda y no el de ser sentenciado sin juicio?
-Nai, te estas equivocando, por favor -susurré esperando que me devolviera la joya que ahora aferraba entre sus manos.
“Te odio” nunca una frase me había dolido de ese modo, mi gesto cambio, dolor, eso es l oque por unos momentos pudo leer todo aquel que lo miro.
-Cannif parece que la hembra no ha quedado saciada cuando la montas, esta noche cabalgará en mi lecho.
Tensé el gesto avanzando hacia el, me importaba poco o nada si moría en esa cámara, nada podía destruirme mas que las palabras usadas por la egipcia, mas fueron sus ojos los que forzaron a que me detuviera
Un “ lo siento” que solo yo leí de sus labios y que interprete como mi propia sentencia de muerte, mas me equivoqué esa mujer no dejaba de sorprenderme, ahora entendía por que sentía por ella lo que sentía.
Sus ojos en la espada, un claro gesto para que la tomara mientras encaminaba sus pasos hacia le centro de la sala, en un descuido de los norteños movió el espejo dejando la estancia en la oscuridad mas absoluta, ladeé la sonrisa alcanzando el acero y rodando por le suelo me situé frente al jefe que desde luego no esperaba aquella treta de la egipcia.
Al volver la luz descargue mi mandoble en su cuello, sangre salpico nuestros rostros, ropas, y la cabeza cayo como un fruto maduro a mis pies.
-Naitiri nunca te cabalgará -asegure dándole una patada a la cabeza que impacto con una de ls paredes rebotando de forma sádica.
Pronto el baño de sangre empezó, hachas, espadas, escudos todos tenían un festín aquella tarde en la que los cuervos graznaban dispuestos ha abrir el Valhalla para sus guerreros.
Uno tras otro fueron cayendo, mi espada mordía la carne, la rabia se había apoderado de mi brazo y el dolor de las heridas infligidas en mi cuerpo no detenía mis embestidas que ni siquiera paraban los escudos quebrados.
Heimdall abrió sus puertas, las valquirias se acercaron, la mía me miró de frente, parecía reclamar mi cuerpo ensangrentado, mas hoy no seria el día que la complacería, Nairtiri me necesitaba, el norte lo hacia.
Mi cena tendría que esperar, un ultimo rugido para asestar el golpe de gracia al malnacido que alzando su hacha buscaba mi costado.
Mi bastarda en su estomago, las tripas por el corte se desquebrajaron, sangre por su boca y el final de un combate que había llenado la cámara sagrada de demasiada sangre.
Llevé mi mano al costado, sujetando la herida para acercarme a una Nai completamente perdida en ese collar que sostenía.
-No puedo explicarte por que lo tengo, pero confía en mi por favor -susurré entre jadeos mientras mi pecho subía y bajaba frente a sus ojos.
Lleve mi mano a su cuello, no tenia herida pero si estaba ligeramente enrojecido y amoratado por la presión ejercida, deslicé por el mis dedos, mi gesto estaba tenso.
Tenia que haberte protegido, te han echo daño -mi mandíbula se cuadriculo, mientras mis ojos se deslizaban por la herida.
Había aceptado la misión con el único propósito de protegerla, aun estaba débil, algo que se notaba en mi destreza para empuñar la espada bastarda, pero aun así estaba convencido de que no me había equivocado viniendo yo y no otro, pues nadie moriría por ella como lo haría yo.
Se revolvió con ese fuerte carácter que poseía hasta que tras un “suéltame” que mostraba la rabia que la invadía quedo libre para correr frente al líder de los norteños.
Unas carcajadas se oyeron al verla luchar como una fiera salvaje tratando de convencer al jefe que ella era la parte mas valiosa de la estancia, algo que yo sabia, pero que no entendía como tenia la desfachatez de decírselo a ese tipo y así acabar con mis mentiras.
Fruncí el ceño fulminándola con la mirada cuando aseguro que poco le importaba uno u otro bando que los llevaría a ellos frente a la reliquia.
Estaba claro que pensaba que yo era el culpable de la muerte de su madre, de su sino como cortesana y seguramente de todos los males del mundo.
Acorto la distancia que nos separaba con el permiso del norteño que con cara de satisfacción parecía disfrutar de la traición que la mujer que amaba me acababa de restregar por toda la cara, mas si pensaba que ahí quedaría mi humillación me equivoque, un mandoble de su mano en mi cara hizo que la girara dejándome un picor en la mejilla y risotadas del groso del ejercito que quebraban mi orgullo de vikingo.
Rugí tirando de mi cuerpo hacia ella para enfrentarla, mas en ese momento ella cogió la cuerda del collar dejándome completamente perdido al arrebatarlo de mi mano ¿que estaba haciendo? No le había demostrado nada en todo este maldito tiempo? ¿no tenia derecho al menos el derecho de la duda y no el de ser sentenciado sin juicio?
-Nai, te estas equivocando, por favor -susurré esperando que me devolviera la joya que ahora aferraba entre sus manos.
“Te odio” nunca una frase me había dolido de ese modo, mi gesto cambio, dolor, eso es l oque por unos momentos pudo leer todo aquel que lo miro.
-Cannif parece que la hembra no ha quedado saciada cuando la montas, esta noche cabalgará en mi lecho.
Tensé el gesto avanzando hacia el, me importaba poco o nada si moría en esa cámara, nada podía destruirme mas que las palabras usadas por la egipcia, mas fueron sus ojos los que forzaron a que me detuviera
Un “ lo siento” que solo yo leí de sus labios y que interprete como mi propia sentencia de muerte, mas me equivoqué esa mujer no dejaba de sorprenderme, ahora entendía por que sentía por ella lo que sentía.
Sus ojos en la espada, un claro gesto para que la tomara mientras encaminaba sus pasos hacia le centro de la sala, en un descuido de los norteños movió el espejo dejando la estancia en la oscuridad mas absoluta, ladeé la sonrisa alcanzando el acero y rodando por le suelo me situé frente al jefe que desde luego no esperaba aquella treta de la egipcia.
Al volver la luz descargue mi mandoble en su cuello, sangre salpico nuestros rostros, ropas, y la cabeza cayo como un fruto maduro a mis pies.
-Naitiri nunca te cabalgará -asegure dándole una patada a la cabeza que impacto con una de ls paredes rebotando de forma sádica.
Pronto el baño de sangre empezó, hachas, espadas, escudos todos tenían un festín aquella tarde en la que los cuervos graznaban dispuestos ha abrir el Valhalla para sus guerreros.
Uno tras otro fueron cayendo, mi espada mordía la carne, la rabia se había apoderado de mi brazo y el dolor de las heridas infligidas en mi cuerpo no detenía mis embestidas que ni siquiera paraban los escudos quebrados.
Heimdall abrió sus puertas, las valquirias se acercaron, la mía me miró de frente, parecía reclamar mi cuerpo ensangrentado, mas hoy no seria el día que la complacería, Nairtiri me necesitaba, el norte lo hacia.
Mi cena tendría que esperar, un ultimo rugido para asestar el golpe de gracia al malnacido que alzando su hacha buscaba mi costado.
Mi bastarda en su estomago, las tripas por el corte se desquebrajaron, sangre por su boca y el final de un combate que había llenado la cámara sagrada de demasiada sangre.
Llevé mi mano al costado, sujetando la herida para acercarme a una Nai completamente perdida en ese collar que sostenía.
-No puedo explicarte por que lo tengo, pero confía en mi por favor -susurré entre jadeos mientras mi pecho subía y bajaba frente a sus ojos.
Lleve mi mano a su cuello, no tenia herida pero si estaba ligeramente enrojecido y amoratado por la presión ejercida, deslicé por el mis dedos, mi gesto estaba tenso.
Tenia que haberte protegido, te han echo daño -mi mandíbula se cuadriculo, mientras mis ojos se deslizaban por la herida.
Había aceptado la misión con el único propósito de protegerla, aun estaba débil, algo que se notaba en mi destreza para empuñar la espada bastarda, pero aun así estaba convencido de que no me había equivocado viniendo yo y no otro, pues nadie moriría por ella como lo haría yo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Todo ahora mismo lo teníamos en contra de nosotros, eran más que nosotros, el vikingo no podía hacer nada para salvarnos a los dos y de alguna forma sabía que tarde o temprano aquella treta de la que él se estaba haciendo gala pronto cojearía por algún lado y entonces los dos sufriríamos las consecuencias. Ellos no parecían ser del todo unos idiotas, debían de saber que si estábamos allí era porque yo principalmente había hecho posible aquello, porque ¿quién se iba a creer que un vikingo pudiera averiguar lo que yo había averiguado? Nadie, nadie lo haría y tenía la sensación de que aquellos hombres sabían bastante bien que de alguna forma iban a necesitar mí ayuda.
Intentaba ver lo que hacía el vikingo y si aquello nos aportaría algún beneficio a largo plazo, pero no lo haría y pronto se darían cuenta que la treta que tenía montada caería por su propio peso. Aunque el jefe de ellos parecía bastante interesado ahora en el medallón que el vikingo había sacado y del cual yo no había podido evitar poner mis ojos encima. Lo reconocería en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de mí vida; era el medallón de mí madre y no sabía ni entendía cómo había logrado tenerlo él en su poder. El medallón no había ninguna puerta, ¿o sí lo hacía? No, seguro que era otra mentira más de las que había dicho para que intentaran dejarme libre… pero no podía permitir que tirara aquel medallón, me daba igual la reliquia, me daba igual en esos momentos quien la pudiera tener… ahora solo pensaba en conseguir ese medallón de nuevo.
Miles de preguntas pasaron por mí mente y noté los ojos de él puestos en los míos, de alguna forma él sabía que iba a reconocerlo y por eso me había mirado fijamente. La rabia se apoderó de mí, la ira, el odio… me sentí engañada, me sentí traicionada por él por no haberme dicho que lo tenía, por no decirme que me tendría que conocer de algo para haberme mirado de esa forma cuando sacó el medallón, por… por tantas cosas en general. Todo mí interior estaba revolucionado, la sangre me hervía y no podía dejar que soltara aquel medallón y perderlo… porque se podría despedir de mí para siempre y sin mí jamás encontraría los cuadernos ni la reliquia.
Todos parecían centrarse demasiado en ellos, al parecer las mujeres no pintábamos demasiado para ellos y me estaban pasando por alto… y debía de hacer algo. Pronto todo quedaría descubierto y correríamos grave peligro… debía de hacer algo, y debía de hacerlo pronto. Por eso hice lo que hice, ellos no parecían verme como una amenaza para ellos y debía de aprovechar ese factor para darle la vuelta a todo. Por eso le dije la verdad al jefe, por eso dejé que pensara que iba a ayudarles, y por eso me planté delante del vikingo. Decir que no me dolió darle aquel guantazo sería estar mintiendo, pero necesitaba que todos incluido él pensaran que mis palabras eran ciertas.
Aunque no sabía muy bien quién era, no sabía absolutamente nada de él y me estaba pidiendo que confiara… ¿en base a qué? No tenía motivos para confiar en nadie, pero una vez con el medallón en la mano que era mí objetivo le hice entender que debía de tomar su espada, un “lo siento” fue también algo que esperé que viera y no quise ver sus ojos que me miraban de esa forma y ese gesto de dolor cuando le dije que lo odiaba. En parte no mentía, una parte de mí lo estaba odiando en aquel momento por haberme ocultado aquello. Aprovechando que no se fijaba ninguno de ellos en mí apagué el lugar para que le diera tiempo a coger la espada, y volví a encender la luz para que pudiera luchar contra ellos.
Mientras yo estaba apartada en un lugar de la sala intentando averiguar qué era lo que escondía el medallón podía oír el ruido de las espadas chocando de fondo, los ruidos típicos de una batalla a los que yo no estaba acostumbrada a escucharlos, no como el vikingo. Pasaron unos minutos y todo volvió a quedar en silencio, no se oía nada en esa sala y por un momento temí saber quién había ganado… pero el único que se acercaba llevando una mano a la herida era el vikingo que ahora venía en mí dirección. Tenía aún el collar en mis manos aunque ya había descifrado la última pista que nos faltaba, pero en mí mente no podía dejar de querer respuestas… mientras que el enfado seguía recorriéndome el cuerpo.
Mis ojos lo observaron, estaba lleno de sangre y tenía algunas heridas por la batalla así como que quizás la herida se le hubiera abierto de nuevo, mis ojos miraron sus orbes azules y escuché sus palabras que decía que no podía explicarme por qué tenía el medallón, y que confiara en él. ¿Qué no podía? Eso no me servía para nada, la última vez que había visto ese objeto colgaba del cuello de mí madre cuando nos separamos en aquel barco, y de eso hacía muchísimos años. Sus dedos se pasearon por donde había estado la daga en mí cuello, ni siquiera me acordaba de eso y a decir verdad no me dolía. Decía que debía de haberme protegido y que me habían hecho daño, podrían haberme hecho mucho más si él no hubiera soltado la espada.
-Estoy bien, no me duele –fue todo lo que dije y me aparté del tacto de sus dedos en la herida mientras lo seguía mirando- No pienso pedirte perdón por el guantazo que te he dado, es lo único de lo que no me retracto y arrepiento -apreté la mano con que le había golpeado cerrándola en un puño, para que supiera que de lo demás lo sentía lo que había dicho, pues no eran verdad… al menos no lo era todo- te lo merecías y volvería a darte de nuevo si no fuera porque estás herido, y no me parece ético ni moral pegar a alguien que ya lo está –me mordí el labio con fuerza y con rabia, tenía tantas cosas que decirle, tantas cosas que preguntarle que no sabía siquiera por donde empezar- No puedo dejar pasar por alto esto, sencillamente es algo superior a mí –negué levemente con la cabeza- no me importa que me digas que no puedes decirme nada, vas a explicarme por qué narices tienes tú este colgante –lo apreté con fuerza entre mis dedos y se lo mostré aunque al parecer él ya lo había visto de sobra- la última vez que lo vi colgaba del cuello de mí madre, en el barco, en el mismo maldito barco que nos separaron hace ya más de dieciséis años… -mí tono se tornó bajo, serio y afilado mientras lo fulminaba con la mirada- así que déjate de estupideces y dime cómo es que lo tienes tú –todo mí cuerpo estaba tenso, la rabia me corroía y la sangre me hervía por todo el cuerpo. No quería pensar demasiado pero solo había y hallaba una opción viable del por qué tenía él ese medallón… y no quería pensarlo.
Pero, ¿qué más podía pensar sino? No lo conocía de nada, él parecía saber demasiado de mí aunque cuando yo no sabía nada de él. Me abordaba en mí trabajo, me traba mal, luego me trataba bien, me daba un trato familiar cuando no lo había visto en mí vida, y él sabía que yo iba a reconocer ese medallón… ¿por qué, era la pregunta? Si no sabía que era de mí madre, ¿por qué pensar que yo lo reconocería? Podría ser otro medallón más de todos los que había y, sin embargo, sabía que era de mí madre y que iba a saber reconocerlo. Me crucé de brazos esperando sus respuestas, unas respuestas que parecía que no iba a concederme y yo me estaba exasperando por momentos… iba a estallar como no obtuviera una respuesta, demasiadas cosas en tan poco tiempo como para que terminaran estallando como estaba a punto de pasar.
-No puedo con esto… no puedo más –gruñí, algo brotó del interior de mí pecho que sonó como un gruñido exasperado y desesperado, presa de la rabia y de la frustración que recorría todo mí cuerpo al no decirme y contestarme a unas simples preguntas que necesitaba oír, más que nunca. Sin importarme nada le di un empujón a su pecho con ambas manos con rabia y con fuerza, sacando todo lo que lleva dentro de alguna forma, expulsándolo- ¿Tienes idea de lo que esto significa para mí? No te importa nada salvo que te ayude a conseguir tú adorada reliquia… ¡sabías que ese medallón era mí madre, y te lo has callado todo este tiempo! –Volví a darle otro golpe en el pecho con rabia- ¿Por qué lo tienes tú? ¡Qué le has hecho a mí madre! ¿Dónde está, dónde la tienes? –Volví a darle de nuevo mientras no paraba, había tomado carrerilla y todo salía al exterior sin que pudiera evitarlo- ¿La has matado? ¡Maldito hijo de puta! –Esta vez mí puño se estampó contra su pecho- Dices que confié en ti ¡Pero no das muestras para que lo haga! Me mientes, me ocultas cosas y tienes algo que no te pertenece –mí mirada era fría, mis palabras cortantes y afiladas como cuchillos y el tono igual… en ese momento nada me importaba, salvo saber la verdad- Se lo quitaste después de muerta, ¿no es así? La torturaste para sacarle información que te pudiera servir y luego le quitaste esto… es lo que mejor sabéis hacer, arrasar, matar y luego saquear a los muertos –mí tono cortante ya hablaba por si solo mientras lo fulminaba con la mirada y le di otro golpe en el pecho, quitando la rabia y todo lo que llevaba acumulado en mí interior y que él estaba pagando en ese momento- ¿Qué me hace pensar que no eres igual que ellos, eh? ¡No sé absolutamente nada de ti! Podrías estar interpretando el papel de tú vida para que te ayude a conseguir lo que quieres. Acercarte a la chica y hacer que confiara en ti, era tú plan desde el principio ¿me equivoco? –Entorné la mirada- ¿Intentar acostarte conmigo que era, un plus añadido a ver si colaba? –Escupí con rabia y con asco- … pero esto, ¡esto! –Le estampé el medallón contra su pecho- ¡Te has visto obligado a utilizarlo! Sabías que lo iba a reconocer, ¡¿por qué?! ¿Por qué te importaba que muriera o viviera? ¡No soy nada para ti, no me conoces de nada! –Más y más golpes que no sabía si él no quería parar, o simplemente no podía- ¡Habla joder! ¡Contéstame! –Volví a darle otro puñetazo en el pecho y dejé ahí la mano- Contéstame… contéstame… -por cada vez que lo decía un golpe, pero mi voz iba perdiendo fuerza al igual que mí puño en su pecho. Al igual que todo lo que había subido de repente ahora bajaba con velocidad por mí cuerpo provocando un bajón en este el cual ya comenzaba a notar poco a poco. Acabé por apoyar mí frente contra su pecho tras haber aguanto aquel tsunami que había arrecido contra él, para cerrar los ojos y notar como las lágrimas querían salir de mis ojos- No puedo más… -murmuré antes de que la congoja invadiera mí pecho y provocara que comenzara a llorar por todo lo que había pasado. Demasiadas emociones, demasiados descubrimientos que habían hecho mella y ahora había explotado tras ver ese medallón el cual daba por perdido, como lo estaba mí madre. Sencillamente… había llegado a mí límite.
Intentaba ver lo que hacía el vikingo y si aquello nos aportaría algún beneficio a largo plazo, pero no lo haría y pronto se darían cuenta que la treta que tenía montada caería por su propio peso. Aunque el jefe de ellos parecía bastante interesado ahora en el medallón que el vikingo había sacado y del cual yo no había podido evitar poner mis ojos encima. Lo reconocería en cualquier parte del mundo y en cualquier momento de mí vida; era el medallón de mí madre y no sabía ni entendía cómo había logrado tenerlo él en su poder. El medallón no había ninguna puerta, ¿o sí lo hacía? No, seguro que era otra mentira más de las que había dicho para que intentaran dejarme libre… pero no podía permitir que tirara aquel medallón, me daba igual la reliquia, me daba igual en esos momentos quien la pudiera tener… ahora solo pensaba en conseguir ese medallón de nuevo.
Miles de preguntas pasaron por mí mente y noté los ojos de él puestos en los míos, de alguna forma él sabía que iba a reconocerlo y por eso me había mirado fijamente. La rabia se apoderó de mí, la ira, el odio… me sentí engañada, me sentí traicionada por él por no haberme dicho que lo tenía, por no decirme que me tendría que conocer de algo para haberme mirado de esa forma cuando sacó el medallón, por… por tantas cosas en general. Todo mí interior estaba revolucionado, la sangre me hervía y no podía dejar que soltara aquel medallón y perderlo… porque se podría despedir de mí para siempre y sin mí jamás encontraría los cuadernos ni la reliquia.
Todos parecían centrarse demasiado en ellos, al parecer las mujeres no pintábamos demasiado para ellos y me estaban pasando por alto… y debía de hacer algo. Pronto todo quedaría descubierto y correríamos grave peligro… debía de hacer algo, y debía de hacerlo pronto. Por eso hice lo que hice, ellos no parecían verme como una amenaza para ellos y debía de aprovechar ese factor para darle la vuelta a todo. Por eso le dije la verdad al jefe, por eso dejé que pensara que iba a ayudarles, y por eso me planté delante del vikingo. Decir que no me dolió darle aquel guantazo sería estar mintiendo, pero necesitaba que todos incluido él pensaran que mis palabras eran ciertas.
Aunque no sabía muy bien quién era, no sabía absolutamente nada de él y me estaba pidiendo que confiara… ¿en base a qué? No tenía motivos para confiar en nadie, pero una vez con el medallón en la mano que era mí objetivo le hice entender que debía de tomar su espada, un “lo siento” fue también algo que esperé que viera y no quise ver sus ojos que me miraban de esa forma y ese gesto de dolor cuando le dije que lo odiaba. En parte no mentía, una parte de mí lo estaba odiando en aquel momento por haberme ocultado aquello. Aprovechando que no se fijaba ninguno de ellos en mí apagué el lugar para que le diera tiempo a coger la espada, y volví a encender la luz para que pudiera luchar contra ellos.
Mientras yo estaba apartada en un lugar de la sala intentando averiguar qué era lo que escondía el medallón podía oír el ruido de las espadas chocando de fondo, los ruidos típicos de una batalla a los que yo no estaba acostumbrada a escucharlos, no como el vikingo. Pasaron unos minutos y todo volvió a quedar en silencio, no se oía nada en esa sala y por un momento temí saber quién había ganado… pero el único que se acercaba llevando una mano a la herida era el vikingo que ahora venía en mí dirección. Tenía aún el collar en mis manos aunque ya había descifrado la última pista que nos faltaba, pero en mí mente no podía dejar de querer respuestas… mientras que el enfado seguía recorriéndome el cuerpo.
Mis ojos lo observaron, estaba lleno de sangre y tenía algunas heridas por la batalla así como que quizás la herida se le hubiera abierto de nuevo, mis ojos miraron sus orbes azules y escuché sus palabras que decía que no podía explicarme por qué tenía el medallón, y que confiara en él. ¿Qué no podía? Eso no me servía para nada, la última vez que había visto ese objeto colgaba del cuello de mí madre cuando nos separamos en aquel barco, y de eso hacía muchísimos años. Sus dedos se pasearon por donde había estado la daga en mí cuello, ni siquiera me acordaba de eso y a decir verdad no me dolía. Decía que debía de haberme protegido y que me habían hecho daño, podrían haberme hecho mucho más si él no hubiera soltado la espada.
-Estoy bien, no me duele –fue todo lo que dije y me aparté del tacto de sus dedos en la herida mientras lo seguía mirando- No pienso pedirte perdón por el guantazo que te he dado, es lo único de lo que no me retracto y arrepiento -apreté la mano con que le había golpeado cerrándola en un puño, para que supiera que de lo demás lo sentía lo que había dicho, pues no eran verdad… al menos no lo era todo- te lo merecías y volvería a darte de nuevo si no fuera porque estás herido, y no me parece ético ni moral pegar a alguien que ya lo está –me mordí el labio con fuerza y con rabia, tenía tantas cosas que decirle, tantas cosas que preguntarle que no sabía siquiera por donde empezar- No puedo dejar pasar por alto esto, sencillamente es algo superior a mí –negué levemente con la cabeza- no me importa que me digas que no puedes decirme nada, vas a explicarme por qué narices tienes tú este colgante –lo apreté con fuerza entre mis dedos y se lo mostré aunque al parecer él ya lo había visto de sobra- la última vez que lo vi colgaba del cuello de mí madre, en el barco, en el mismo maldito barco que nos separaron hace ya más de dieciséis años… -mí tono se tornó bajo, serio y afilado mientras lo fulminaba con la mirada- así que déjate de estupideces y dime cómo es que lo tienes tú –todo mí cuerpo estaba tenso, la rabia me corroía y la sangre me hervía por todo el cuerpo. No quería pensar demasiado pero solo había y hallaba una opción viable del por qué tenía él ese medallón… y no quería pensarlo.
Pero, ¿qué más podía pensar sino? No lo conocía de nada, él parecía saber demasiado de mí aunque cuando yo no sabía nada de él. Me abordaba en mí trabajo, me traba mal, luego me trataba bien, me daba un trato familiar cuando no lo había visto en mí vida, y él sabía que yo iba a reconocer ese medallón… ¿por qué, era la pregunta? Si no sabía que era de mí madre, ¿por qué pensar que yo lo reconocería? Podría ser otro medallón más de todos los que había y, sin embargo, sabía que era de mí madre y que iba a saber reconocerlo. Me crucé de brazos esperando sus respuestas, unas respuestas que parecía que no iba a concederme y yo me estaba exasperando por momentos… iba a estallar como no obtuviera una respuesta, demasiadas cosas en tan poco tiempo como para que terminaran estallando como estaba a punto de pasar.
-No puedo con esto… no puedo más –gruñí, algo brotó del interior de mí pecho que sonó como un gruñido exasperado y desesperado, presa de la rabia y de la frustración que recorría todo mí cuerpo al no decirme y contestarme a unas simples preguntas que necesitaba oír, más que nunca. Sin importarme nada le di un empujón a su pecho con ambas manos con rabia y con fuerza, sacando todo lo que lleva dentro de alguna forma, expulsándolo- ¿Tienes idea de lo que esto significa para mí? No te importa nada salvo que te ayude a conseguir tú adorada reliquia… ¡sabías que ese medallón era mí madre, y te lo has callado todo este tiempo! –Volví a darle otro golpe en el pecho con rabia- ¿Por qué lo tienes tú? ¡Qué le has hecho a mí madre! ¿Dónde está, dónde la tienes? –Volví a darle de nuevo mientras no paraba, había tomado carrerilla y todo salía al exterior sin que pudiera evitarlo- ¿La has matado? ¡Maldito hijo de puta! –Esta vez mí puño se estampó contra su pecho- Dices que confié en ti ¡Pero no das muestras para que lo haga! Me mientes, me ocultas cosas y tienes algo que no te pertenece –mí mirada era fría, mis palabras cortantes y afiladas como cuchillos y el tono igual… en ese momento nada me importaba, salvo saber la verdad- Se lo quitaste después de muerta, ¿no es así? La torturaste para sacarle información que te pudiera servir y luego le quitaste esto… es lo que mejor sabéis hacer, arrasar, matar y luego saquear a los muertos –mí tono cortante ya hablaba por si solo mientras lo fulminaba con la mirada y le di otro golpe en el pecho, quitando la rabia y todo lo que llevaba acumulado en mí interior y que él estaba pagando en ese momento- ¿Qué me hace pensar que no eres igual que ellos, eh? ¡No sé absolutamente nada de ti! Podrías estar interpretando el papel de tú vida para que te ayude a conseguir lo que quieres. Acercarte a la chica y hacer que confiara en ti, era tú plan desde el principio ¿me equivoco? –Entorné la mirada- ¿Intentar acostarte conmigo que era, un plus añadido a ver si colaba? –Escupí con rabia y con asco- … pero esto, ¡esto! –Le estampé el medallón contra su pecho- ¡Te has visto obligado a utilizarlo! Sabías que lo iba a reconocer, ¡¿por qué?! ¿Por qué te importaba que muriera o viviera? ¡No soy nada para ti, no me conoces de nada! –Más y más golpes que no sabía si él no quería parar, o simplemente no podía- ¡Habla joder! ¡Contéstame! –Volví a darle otro puñetazo en el pecho y dejé ahí la mano- Contéstame… contéstame… -por cada vez que lo decía un golpe, pero mi voz iba perdiendo fuerza al igual que mí puño en su pecho. Al igual que todo lo que había subido de repente ahora bajaba con velocidad por mí cuerpo provocando un bajón en este el cual ya comenzaba a notar poco a poco. Acabé por apoyar mí frente contra su pecho tras haber aguanto aquel tsunami que había arrecido contra él, para cerrar los ojos y notar como las lágrimas querían salir de mis ojos- No puedo más… -murmuré antes de que la congoja invadiera mí pecho y provocara que comenzara a llorar por todo lo que había pasado. Demasiadas emociones, demasiados descubrimientos que habían hecho mella y ahora había explotado tras ver ese medallón el cual daba por perdido, como lo estaba mí madre. Sencillamente… había llegado a mí límite.
Naitiri Zahir- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/11/2015
Re: The Sands Of Time ~ Privado {+18}
Se apartó para que mis dedos no siguieran acariciando su cuello, no la culpé, sabia que esto solo seria el inicio de lo que pronto llegaría en forma de tempestad y que yo tendría que aguantar en pie pues no podía permitirme caer.
Era consciente de que esto podía en algún momento pasar, pero contarle la verdad no era una opción, tenia que vivir su vida, del modo que estaba trazada para ella y si yo ahora le contara la increíble historia que me predecía, que había atravesado el portal espacio temporal y todo lo demás, las consecuencias podrían ser desastrosas para ella.
Tensé los músculos volviendo a llevar la mano a mi herida, mis ojos bailaron por su precioso rostro que mostraba la frustración, la ira ,el odio y por supuesto mucho dolor.
Trague saliva sintiendo la boca reseca, me mantuve quieto dejando que descargara sobre mi pecho un empujón que me dolió bastante menos que sus palabras afiladas, hirientes, que demostraban que me odiaba, que lo hacia de un modo intenso y que me creía a mi el asesino de su madre, ni siquiera era capaz de pensar que de ser de este tiempo, yo también hubiera sido solo un niño cuando los piratas las atraparon.
Sus manos aferraban el collar que impactaba contra mi pecho con cada empujón, necesitaba respuestas, lo entendía, pero yo no podía darle ninguna, no si no quería cambiarle de algún modo la vida.
Deje escapar el aire cuando volvió a empujarme, tantas veces que ni las conté, seguía guardando silencia, sabia que esa actitud la devoraba por dentro ¿pero acaso no lo haría si le contaba la historia que conocía?
Me di cuenta de que le estaba pidiendo demasiado, que tenia razón en algo que había sido egoísta, quería la reliquia para salvar el norte pero a cambio estaba hundiendo su vida.
Tensé mas el gesto cuando su frente acabó contra mi pecho, en un principio seguí inmóvil admito que no sabia como hacerlo. Su llanto empapó mi camisa y sus dedos la aferraron desesperados a ella, arrugandola bajo estos. Por un momento sentí que se desmoronaría acabando contra el suelo.
Mi brazo rodeo su cintura atrayendola contra mi, con otra mano acaricie despacio su pelo tratando de calmarla. No soportaba verla así, estaba matándome por dentro, pero no podía decirle lo que me hacia sentir en ese momento en el que mis ojos se humedecían. Hice un esfuerzo por no romper y mantenerme firme contra su piel, mis labios se apoyaron en su pelo mientras trataba de pensar que hacer.
-Naitiri, tenemos que encontrar lo que hemos venido a buscar e irnos de aquí, esto no es seguro.
Sus ojos se alzaron buscando los míos, me odiaba, cada mirada me gritaba esa palabra y la verdad, no la culpaba, quizás era mejor así, algún día entendería que no era el monstruo que ella ahora veía, que todo lo que hice fue por ella y no por mi.
De no haber cruzado yo el portal, lo hubiera hecho otro vikingo, la reliquia era necesaria para salvar el norte y mi tío estaba decidido a encontrarla. Vine yo para protegerla, era el único que estaba tan implicado en esto emocionalmente que sabia cuidaría de ella por encima de ese objeto, cualquier otro norteño hubiera ante-puesto el norte a ella, mas no yo.
-Escúchame -dije sujetándola de los brazos para que me mirara -no voy a pedirte que confines en mi, ni que creas en que nunca he hecho daño a tu madre, ni a ti. El colgante lo adquirí de otro modo distinto a lo que tu piensas. Cree que soy un mentiroso, ódiame, piensa que mi deseo por ti también es una patraña ..pero has de ayudarme a encontrar la reliquia, es el único modo de que ambos podamos seguir nuestras vidas. Tu te libraras de mi, juro que no volverás a verme y podrás volver a París, a tu trabajo, olvidaras todo lo que tiene que ver conmigo y tu vida seguirá como tiene que ser.
No lo entendía, hasta que yo no tuviera la reliquia ella tampoco estaría a salvo, ahora no solo la necesitaban los míos si no el otro ejercito norteño, no tenia mas opciones que continuar, era imposible recular.
-Nai, tenemos que salir de aquí. Ayúdame a buscar el símbolo, hablaremos en casa ¿de acuerdo?
Me separé de ella, la sangre bañaba el suelo, mis ojos en ese momento se dieron cuenta que esta se colaba por ranuras trazando nuevos símbolos similares al embaldosado que presione con anterioridad.
Caminé hacia una de las baldosas, el símbolo parecía el mismo, deje caer parte de la sangre de mi herida para completar el dibujo que pronto quedo trazado con exactitud.
-Nai, esta aquí -aseguré presionando la baldosa. Al lado se abrió un agujero, este no llevaba al abismo si no a un engranaje con unos símbolos raros.
Reconocí el del medallon y lo recorrí con la yema ensangrentada de mi dedo.
Una parte de la estancia se ilumino, el espejo apunto esa parte de la habitación que señalaba un trozo de pared que había emitido un ligero clik.
Me puse en pie y caminé hacia allí, la pared tenia un saliente, no me costó demasiado tirar de el abriendo así una especie de cajón dorado, como de oro macizo, dentro unos cuadernos que saque para entregarle a una Nai que parecía decidida a no hacer nada que me pudiera ayudar.
Resoplé mirándola fijamente, no tenia mas opción que esta, así que, colé mi hombro bajo su vientre y me alce de nuevo levantándola como un saco, pataleo, gruño, incluso me mordió la espalda.
-Me estoy desangrando, se que no te importa, pero agradecería o a que andarás por ti misma o al menos que dejes de moverte o no llegaremos a casa ¿quieres? Lo creas o no, soy el único al que le preocupa tu seguridad ahora mismo.
Era consciente de que esto podía en algún momento pasar, pero contarle la verdad no era una opción, tenia que vivir su vida, del modo que estaba trazada para ella y si yo ahora le contara la increíble historia que me predecía, que había atravesado el portal espacio temporal y todo lo demás, las consecuencias podrían ser desastrosas para ella.
Tensé los músculos volviendo a llevar la mano a mi herida, mis ojos bailaron por su precioso rostro que mostraba la frustración, la ira ,el odio y por supuesto mucho dolor.
Trague saliva sintiendo la boca reseca, me mantuve quieto dejando que descargara sobre mi pecho un empujón que me dolió bastante menos que sus palabras afiladas, hirientes, que demostraban que me odiaba, que lo hacia de un modo intenso y que me creía a mi el asesino de su madre, ni siquiera era capaz de pensar que de ser de este tiempo, yo también hubiera sido solo un niño cuando los piratas las atraparon.
Sus manos aferraban el collar que impactaba contra mi pecho con cada empujón, necesitaba respuestas, lo entendía, pero yo no podía darle ninguna, no si no quería cambiarle de algún modo la vida.
Deje escapar el aire cuando volvió a empujarme, tantas veces que ni las conté, seguía guardando silencia, sabia que esa actitud la devoraba por dentro ¿pero acaso no lo haría si le contaba la historia que conocía?
Me di cuenta de que le estaba pidiendo demasiado, que tenia razón en algo que había sido egoísta, quería la reliquia para salvar el norte pero a cambio estaba hundiendo su vida.
Tensé mas el gesto cuando su frente acabó contra mi pecho, en un principio seguí inmóvil admito que no sabia como hacerlo. Su llanto empapó mi camisa y sus dedos la aferraron desesperados a ella, arrugandola bajo estos. Por un momento sentí que se desmoronaría acabando contra el suelo.
Mi brazo rodeo su cintura atrayendola contra mi, con otra mano acaricie despacio su pelo tratando de calmarla. No soportaba verla así, estaba matándome por dentro, pero no podía decirle lo que me hacia sentir en ese momento en el que mis ojos se humedecían. Hice un esfuerzo por no romper y mantenerme firme contra su piel, mis labios se apoyaron en su pelo mientras trataba de pensar que hacer.
-Naitiri, tenemos que encontrar lo que hemos venido a buscar e irnos de aquí, esto no es seguro.
Sus ojos se alzaron buscando los míos, me odiaba, cada mirada me gritaba esa palabra y la verdad, no la culpaba, quizás era mejor así, algún día entendería que no era el monstruo que ella ahora veía, que todo lo que hice fue por ella y no por mi.
De no haber cruzado yo el portal, lo hubiera hecho otro vikingo, la reliquia era necesaria para salvar el norte y mi tío estaba decidido a encontrarla. Vine yo para protegerla, era el único que estaba tan implicado en esto emocionalmente que sabia cuidaría de ella por encima de ese objeto, cualquier otro norteño hubiera ante-puesto el norte a ella, mas no yo.
-Escúchame -dije sujetándola de los brazos para que me mirara -no voy a pedirte que confines en mi, ni que creas en que nunca he hecho daño a tu madre, ni a ti. El colgante lo adquirí de otro modo distinto a lo que tu piensas. Cree que soy un mentiroso, ódiame, piensa que mi deseo por ti también es una patraña ..pero has de ayudarme a encontrar la reliquia, es el único modo de que ambos podamos seguir nuestras vidas. Tu te libraras de mi, juro que no volverás a verme y podrás volver a París, a tu trabajo, olvidaras todo lo que tiene que ver conmigo y tu vida seguirá como tiene que ser.
No lo entendía, hasta que yo no tuviera la reliquia ella tampoco estaría a salvo, ahora no solo la necesitaban los míos si no el otro ejercito norteño, no tenia mas opciones que continuar, era imposible recular.
-Nai, tenemos que salir de aquí. Ayúdame a buscar el símbolo, hablaremos en casa ¿de acuerdo?
Me separé de ella, la sangre bañaba el suelo, mis ojos en ese momento se dieron cuenta que esta se colaba por ranuras trazando nuevos símbolos similares al embaldosado que presione con anterioridad.
Caminé hacia una de las baldosas, el símbolo parecía el mismo, deje caer parte de la sangre de mi herida para completar el dibujo que pronto quedo trazado con exactitud.
-Nai, esta aquí -aseguré presionando la baldosa. Al lado se abrió un agujero, este no llevaba al abismo si no a un engranaje con unos símbolos raros.
Reconocí el del medallon y lo recorrí con la yema ensangrentada de mi dedo.
Una parte de la estancia se ilumino, el espejo apunto esa parte de la habitación que señalaba un trozo de pared que había emitido un ligero clik.
Me puse en pie y caminé hacia allí, la pared tenia un saliente, no me costó demasiado tirar de el abriendo así una especie de cajón dorado, como de oro macizo, dentro unos cuadernos que saque para entregarle a una Nai que parecía decidida a no hacer nada que me pudiera ayudar.
Resoplé mirándola fijamente, no tenia mas opción que esta, así que, colé mi hombro bajo su vientre y me alce de nuevo levantándola como un saco, pataleo, gruño, incluso me mordió la espalda.
-Me estoy desangrando, se que no te importa, pero agradecería o a que andarás por ti misma o al menos que dejes de moverte o no llegaremos a casa ¿quieres? Lo creas o no, soy el único al que le preocupa tu seguridad ahora mismo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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