AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Buenos días... el placer es solo mio - Privado
2 participantes
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Buenos días... el placer es solo mio - Privado
En todos los años que había permanecido en el monasterio, si algo jamás había podido dejar, y que para sus superiores, era un pecado de codicia, era su amor a la música, él amaba tocar el piano, único lujo que se negaba a desprenderse. Por eso, al salir del claustro monacal, sus dotes de pianista, no se habían resentido en lo mas mínimo. Como para algunos, escribir era todo en sus vidas, para él, el arte, la música y las ciencias, lo eran todo, el mismo aire que necesitaba para vivir. Fue por esa necesidad, y comprendiendo que por la tensa situación que se viví en la mansión de su hermano, era imposible dejar volar su amor por la música, que había buscado un trabajo, un simple trabajo de pianista. No era que necesitaba dinero, pues éste le sobraba, era un hombre de clase alta, un terrateniente, como cada uno de sus hermanos, primos y parientes, pero, prefería mezclarse con el hombre común, vivir como ellos, y así, poder entenderlos mejor, ¿acaso no era eso lo que un hombre de la iglesia debía lograr? Se detuvo en el escaparate de un negocio, y se miró en el reflejo, - tu no eres mas, un hombre de la iglesia, un religioso... ahora, se supone que eres... eres... - enarcó una ceja, pues, en aquel momento comprendió que su vida no tenía un sentido, un rumbo al cual debía dirigir su destino. Suspiró, llevando una mano a su barba incipiente, - Vaya, eres un completo desastre - se dijo, mientras continuaba acariciando su barbilla.
Su mirada, volvió a recorrer su reflejo, - Pero mira esas pintas, pareces un pordiosero - se reprendió mentalmente, mientras caía en la cuenta que el comercio era una tienda de trajes masculinos. Sonrió de costado, siempre había sido un hombre con suerte, por lo que lograba salir delas peores dificultades y circunstancias. Rebuscó en sus bolsillos y encontró la pequeña bolsa de terciopelo verde, en que su hermana le pusiera una generosa cantidad de francos, con la severa advertencia que volviera a la mansión, con una apariencia mas prolija. Se apresuró a entrar, y aunque al principio, el dueño del salón, le miró con desconfianza, todos los prejuicios se disolvieron, en cuanto las monedas de oro rodaron por el mostrador.
una hora después, parecía otro hombre, un verdadero caballero, que caminaba despreocupado, por las calles de París, con una sonría en los labios, su mirada serena, y la melodía de su última composición, rondando su cabeza.
Su mirada, volvió a recorrer su reflejo, - Pero mira esas pintas, pareces un pordiosero - se reprendió mentalmente, mientras caía en la cuenta que el comercio era una tienda de trajes masculinos. Sonrió de costado, siempre había sido un hombre con suerte, por lo que lograba salir delas peores dificultades y circunstancias. Rebuscó en sus bolsillos y encontró la pequeña bolsa de terciopelo verde, en que su hermana le pusiera una generosa cantidad de francos, con la severa advertencia que volviera a la mansión, con una apariencia mas prolija. Se apresuró a entrar, y aunque al principio, el dueño del salón, le miró con desconfianza, todos los prejuicios se disolvieron, en cuanto las monedas de oro rodaron por el mostrador.
una hora después, parecía otro hombre, un verdadero caballero, que caminaba despreocupado, por las calles de París, con una sonría en los labios, su mirada serena, y la melodía de su última composición, rondando su cabeza.
Raffaello Di Fiorenza- Humano Clase Alta
- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 13/04/2015
Re: Buenos días... el placer es solo mio - Privado
Era uno de esos días en los que no querías salir de la cama, aunque hiciera calor. En la mansión del Leahy estaba todo el ambiente en silencio. Evidentemente, las doncellas no se habían levantado aún y ya eran las siete de la mañana. Orpheus tenía abierto los ojos de par en par debido a que no tenía demasiado sueño o más bien de que no ha podido dormir durante toda la noche. El calor no le venía nunca bien pues la mayoría de las veces le daba dolor de cabeza. Cuando se levantó de la cama para beber un vaso de agua en la cocina, este vio que la servidumbre se levantaba poco a poco y al momento le sirvieron el desayuno. Todo parecía ir más o menos bien pues su dolor de cabeza aún estaba persistente. Una doncella le puso un poco de hielo, pero solo lo agravió, entonces otra doncella le puso un ungüento de hierbas y le vendo los ojos acompañándolo a acostarse a un lugar a oscuras y que estuviera fresco.
Pasaron unas horas desde que se encontraba mal y ya parecía que se encontraba mucho mejor. Se fue levantando con cuidado de donde se había quedado reposando, se vistió con cuidado con unas ropas que una doncella le había otorgado con delicadeza. Cuando estuvo listo, fue estirándose poco a poco hasta levantarse del todo y ponerse los zapatos para poder salir a la calle a respirar algo de aire fresco que quizás le serviría de algo. Estuvo caminando durante todo el día por las calles, observando que poder hacer o que ver en realidad. Se conocía bastante bien las calles de París y todo le resultaba demasiado usado, demasiado conocido, demasiado repetido que no sabia por dónde ir.
Su camino fue de vuelta a su mansión pero en cuanto estaba caminando sin mirar por donde iba se topó con un hombre que al parecer iba bien vestido, casi parecía demasiado galán con las ropas que portaba en aquel momento. Se le quedo observando con los brazos en alto, como pidiendo disculpas por lo que había hecho sin haberse dado cuenta. No le gusto su rostro, puso mala cara y sinceramente encogió los hombros – Cuidado por donde vas – Dijo al desconocido que en realidad había sido por su culpa pero eso le daba igual. Orpheus seguía su camino pero en realidad sentía la mirada de aquel extraño en su cogote. Se dio la vuelta y no vio a nadie, se fijó detenidamente y probablemente se lo estaría imaginando, como siempre se imaginaba las cosas.
Pasaron unas horas desde que se encontraba mal y ya parecía que se encontraba mucho mejor. Se fue levantando con cuidado de donde se había quedado reposando, se vistió con cuidado con unas ropas que una doncella le había otorgado con delicadeza. Cuando estuvo listo, fue estirándose poco a poco hasta levantarse del todo y ponerse los zapatos para poder salir a la calle a respirar algo de aire fresco que quizás le serviría de algo. Estuvo caminando durante todo el día por las calles, observando que poder hacer o que ver en realidad. Se conocía bastante bien las calles de París y todo le resultaba demasiado usado, demasiado conocido, demasiado repetido que no sabia por dónde ir.
Su camino fue de vuelta a su mansión pero en cuanto estaba caminando sin mirar por donde iba se topó con un hombre que al parecer iba bien vestido, casi parecía demasiado galán con las ropas que portaba en aquel momento. Se le quedo observando con los brazos en alto, como pidiendo disculpas por lo que había hecho sin haberse dado cuenta. No le gusto su rostro, puso mala cara y sinceramente encogió los hombros – Cuidado por donde vas – Dijo al desconocido que en realidad había sido por su culpa pero eso le daba igual. Orpheus seguía su camino pero en realidad sentía la mirada de aquel extraño en su cogote. Se dio la vuelta y no vio a nadie, se fijó detenidamente y probablemente se lo estaría imaginando, como siempre se imaginaba las cosas.
Orpheus Leahy- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 18/04/2017
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