Nuevo comienzo, buenas amistades... privado

por **Ji - Hye Gu** Jue Ago 02, 2018 7:28 pm

Tan cansada se sentía de los tormentos que debía pasar en la mansión de su tio, que aquella tarde, tras salir del trabajo, se quedó mas de media hora, sentada en uno de los bancos que poblaban la plaza frente al imponente edificio. A pesar de ser verano, éste, no legraba calmar esa extraña sensación que le invadía el alma y la helaba, haciendo que el estomago se apretara. La misma sensación, que sintiera unos años atrás, cuando descubrió sus poderes, o cuando comenzó a darse cuenta, que esos sueños, en los que recordaba haber vivido una vida diferente, no eran simples imaginaciones suyas, ni producto de una fiebre alta. No, eran recuerdos, vividos recuerdos de una vida vivida, de una vida que se negaba a desaparecer.

Sentada en aquel lugar, suspiró, mientras abrazada, intentaba calmar los espasmos. Con los ojos cerrados, y apunto de llorara por la desesperación, mordió sus labios. - No - se dijo, mientras intentaba con todas sus fuerzas encontrar el aire para sus pulmones, y la tranquilidad para su alma. - No, volveré a ese lugar - se prometió en silencio, - ya demasiado he sufrido, dejando a mi madre, a mi padre, para tener que aguantar los desplantes, el odio encubierto y el recelo, de aquel hombre, que dice ser mi tío, pero que desde luego, nada mas que sus palabras y la de mi madre, son las que aseguran que eso sea verdad - volvió a suspirar, tirando su cabeza hacia atrás, dejando que su cuerpo se amoldara a las duras tablas del respaldo, - debo encontrar un nuevo lugar en donde refugiarme - susurró, para luego enarcar una ceja, y pensar, - pero, ¿en donde? -.

Las puertas de aquella posada, de aquel hostal, eran de madera, firmes, solidas, como si se intentara demostrar que al cerrarse, ningún ser malvado podría traspasarlas. Cruzó el umbral de la puerta, observando todo, con sumo cuidado, pues, no parecía ser un lugar, muy frecuentado por señoritas, aunque lo bueno, era que se encontraba a medio camino del centro mismo del París, y su trabajo, - el lugar es indiscutiblemente mejor, que los que he podido encontrar...pero... - existía un solo inconveniente, ella, no contaba con muchos recursos económicos, no hasta que sus padres, pudieran depositar un poco de dinero en la cuenta del banco de Francia, que acababa de abrir, por lo que el dueño del lugar, debería permitirle deber unos cuantos días, hasta que la suma quedara bien depositada en aquella entidad y ella, pudiera disponer de ésta.

Con cautela, se adentró hasta lo que parecía ser el despacho del dueño, y con sorpresa, descubrió que se trataba de una mujer, una hermosa mujer, dueña de una triste y misteriosa mirada, pero generosa y cálida. Tanto así, que le ofreció vivir en el apartamento contiguo al suyo, ya que ninguno de los invitados, ni de sus empleados, se atreverá a molestarlas. Tras dejar sus escasas pertenencias, se apresuró a salir a la calle, deseaba recorrer los alrededores, para así, no perderse, cuando volviera aquella noche, de las largas jornadas en el hospital.