AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hunting is just a game // Privado - Hannibal
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Hunting is just a game // Privado - Hannibal
La espera era una de las partes que más inquietaba a la cambiante. Saber que Hannibal estaba por ahí seduciendo alguna mujer a la que traer a casa, agasajándola con su voz profunda y áspera, recorriendo su cintura con aquellas manos grandes y fuertes y fingiendo devorarla con esa mirada profunda que se gastaba. Belle sentía que le hervía la sangre y como el Rhodesian que era, se le encrespaba toda la piel de la columna en señal de amenaza. Ella sabía que él disfrutaba incluso los previos, que verla ponerse agresiva le gustaba. La salvaje no soportaba que tocaran lo que era suyo y cuanto más sonriente llegaba la presa a la masía, con más saña le arrancaría a mordiscos la cara cuando la derribara.
Caminaba por el vestíbulo de un lado a otro, casi haciendo surco en el suelo con su pesado andar lleno de furia. Sus sentidos alerta a cualquier estímulo, pues en cuanto escuchara parar el carro debía correr a esconderse hasta que su dueño le diera la señal de que era momento de iniciar la caza. Sus ojos fulguraban con odio y voracidad. Había muchas maneras de conseguir presas, pero él se empeñaba en que el más discreto era traer mujerzuelas deseosas de encamarse con él tras seducirlas.
El relinchar del caballo al enfilar el camino de entrada la alertó y a toda prisa subió las escaleras para ir a esconderse en su habitación. De poder controlarse, sería tan sencillo como adoptar su forma animal y fingir ser un perro de compañía, a pesar de su aspecto imponente, pero tanto ella como Hannibal sabían que sería incapaz de contenerse y se abalanzaría sobre la mujer sin parpadear siquiera, tirando por los suelos la diversión de la persecución. Belle disfrutaba despedazando a la presa cuando aún estaba viva, pero el derecho de asustarla inicialmente, de hacerla huir, eso le pertenecía al carnicero y ella no se lo arrebataría, por muchos celos que sintiera de aquellas putas perfumadas que contoneaban sus caderas con necesidad y se arrimaban a lo que no era suyo, insinuándose, reclamando que las tomara como a las furcias que eran. Algunas iban de damiselas, pero al final todas eran perras en celo, perras sin raza. Inmundicia que sólo tenía un propósito en la vida: Alimentar a los cerdos o, con suerte, a los caníbales.
Caminaba por el vestíbulo de un lado a otro, casi haciendo surco en el suelo con su pesado andar lleno de furia. Sus sentidos alerta a cualquier estímulo, pues en cuanto escuchara parar el carro debía correr a esconderse hasta que su dueño le diera la señal de que era momento de iniciar la caza. Sus ojos fulguraban con odio y voracidad. Había muchas maneras de conseguir presas, pero él se empeñaba en que el más discreto era traer mujerzuelas deseosas de encamarse con él tras seducirlas.
El relinchar del caballo al enfilar el camino de entrada la alertó y a toda prisa subió las escaleras para ir a esconderse en su habitación. De poder controlarse, sería tan sencillo como adoptar su forma animal y fingir ser un perro de compañía, a pesar de su aspecto imponente, pero tanto ella como Hannibal sabían que sería incapaz de contenerse y se abalanzaría sobre la mujer sin parpadear siquiera, tirando por los suelos la diversión de la persecución. Belle disfrutaba despedazando a la presa cuando aún estaba viva, pero el derecho de asustarla inicialmente, de hacerla huir, eso le pertenecía al carnicero y ella no se lo arrebataría, por muchos celos que sintiera de aquellas putas perfumadas que contoneaban sus caderas con necesidad y se arrimaban a lo que no era suyo, insinuándose, reclamando que las tomara como a las furcias que eran. Algunas iban de damiselas, pero al final todas eran perras en celo, perras sin raza. Inmundicia que sólo tenía un propósito en la vida: Alimentar a los cerdos o, con suerte, a los caníbales.
Belle- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 16/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Pocas eran las mujeres que se acercaban hasta el burdel, aunque las había, en mi caso era uno de los hombres que trabajaban allí por libre, mi posición económica era media, mas este trabajo me gustaba y me ofrecía victimas para llevar a cabo mi mayor pasión.
Por eso cada noche acudía de caza al burdel aunque las mujeres pensaban que era mas bien al revés.
Aquella noche tomaba una copa de bourbon en la barra cuando la madam me señaló a una mujer de edad media que desde uno de los sofás rojos circulares fumaba un cigarro.
Sus ojos se fundían entre las brumas del tabaco que escapaba como un blanquecino humo entre sus labios, le sonreí alzando la copa a la que me había invitado y sin mas preámbulos me acerqué a la rubia de pelo recogido en un moño discreto.
-Madam ¿puedo sentarme? -pedí con una ladeada sonrisa que daba el pistoletazo de salida a la seducción.
Tras un par de copas, unos cuantos besos discretos y caricias bajo la mesa la mujer estuvo a punto de caramelo su impaciencia por sentirme dentro era tal que aceptó un viaje sin destino hasta mi mansión.
Mi casa estaba a las afueras, pero la dama no se percato de la marcha del carro pues entre besos y jadeos la mujer apenas miraba por el ventanal acristalado.
Bajamos frente a la escalinata de piedra blanca y ascendimos por ella cogiendo una de las botellas por el cuello.
Besos húmedos en cada esquina, difícil acertar con la llave en el bombillo cuando la mujer no soltaba mi rostro ni se separaba de mis labios mordiéndolos.
Sabia que arriba mi perro de presa me esperaba, esperaba a mi presa, su odio por cada hembra que traía era realmente excitante, casi podía escuchar sus gruñidos cuando mi espalda se estampó contra la pared del recibidos y el cuerpo de la mujer encajó contra el mio.
Llegaba el momento de la verdad, me separé un instante tirando de sus caderas para que me admirase. La doncella no comprendió aunque deduzco que pensó era un juego y mientras yo ladeaba la cabeza se quitó el corseé dejando sus voluptuosos pechos asomando a través de la camisola.
Ladeé la sonrisa al ver lo entregada que estaba peor us cara de deseo cambio cuando saqué del cinto un cuchillo de carnicero.
Pude ver como se le desencajaba el gesto, gritó al ver como lo alzaba y emprendió una carrera rompiéndose uno de los tacones mientras lloraba y el maquillaje se le corría por los ojos.
Unas zancadas bastaron para hundir el filo en su brazo marcando a la presa.
Un silbido era la señal para mi preciosa perra que salió corriendo tras la presa.
Por eso cada noche acudía de caza al burdel aunque las mujeres pensaban que era mas bien al revés.
Aquella noche tomaba una copa de bourbon en la barra cuando la madam me señaló a una mujer de edad media que desde uno de los sofás rojos circulares fumaba un cigarro.
Sus ojos se fundían entre las brumas del tabaco que escapaba como un blanquecino humo entre sus labios, le sonreí alzando la copa a la que me había invitado y sin mas preámbulos me acerqué a la rubia de pelo recogido en un moño discreto.
-Madam ¿puedo sentarme? -pedí con una ladeada sonrisa que daba el pistoletazo de salida a la seducción.
Tras un par de copas, unos cuantos besos discretos y caricias bajo la mesa la mujer estuvo a punto de caramelo su impaciencia por sentirme dentro era tal que aceptó un viaje sin destino hasta mi mansión.
Mi casa estaba a las afueras, pero la dama no se percato de la marcha del carro pues entre besos y jadeos la mujer apenas miraba por el ventanal acristalado.
Bajamos frente a la escalinata de piedra blanca y ascendimos por ella cogiendo una de las botellas por el cuello.
Besos húmedos en cada esquina, difícil acertar con la llave en el bombillo cuando la mujer no soltaba mi rostro ni se separaba de mis labios mordiéndolos.
Sabia que arriba mi perro de presa me esperaba, esperaba a mi presa, su odio por cada hembra que traía era realmente excitante, casi podía escuchar sus gruñidos cuando mi espalda se estampó contra la pared del recibidos y el cuerpo de la mujer encajó contra el mio.
Llegaba el momento de la verdad, me separé un instante tirando de sus caderas para que me admirase. La doncella no comprendió aunque deduzco que pensó era un juego y mientras yo ladeaba la cabeza se quitó el corseé dejando sus voluptuosos pechos asomando a través de la camisola.
Ladeé la sonrisa al ver lo entregada que estaba peor us cara de deseo cambio cuando saqué del cinto un cuchillo de carnicero.
Pude ver como se le desencajaba el gesto, gritó al ver como lo alzaba y emprendió una carrera rompiéndose uno de los tacones mientras lloraba y el maquillaje se le corría por los ojos.
Unas zancadas bastaron para hundir el filo en su brazo marcando a la presa.
Un silbido era la señal para mi preciosa perra que salió corriendo tras la presa.
Hannibal- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 20/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Podía escuchar el roce de las telas, el choque de labios, los tirones de dientes y la lascivia con la que se unían las lenguas. Su sangre hervía y su cuerpo cambiaba. La furia aceleraba el proceso, el cambio se tornaba más agresivo y visceral, más doloroso. Los huesos se rompieron y desmontaron, su piel se dilató y comenzó a crecerle pelo por toda la piel. Los dientes se afilaran, aumentando de tamaño. Sus dedos se encogieron y pronto se vino abajo, venciéndose contra el suelo a cuatro patas. Se dobló sobre sí misma, encogiendo el cuello, pegando el mentón contra el pecho. Aún con el crujir óseo, en su cabeza sólo resonaban aquellos malditos besos y jadeos.
Entonces llegó el silbido y de los tablones se alzó un perro de tamaño grande, con más de cincuenta kilos de peso, corpulento, mandíbula con tremenda fuerza y encaje perfecto. Arrugó los belfos, gruñendo, antes de salir a toda prisa y bajar las escaleras a saltos. Frenó, deslizándose sobre la madera y quedó en posición de advertencia frente a la mujer que estaba tendida en el suelo, sujetándose el brazo sangrante y gritando, con Hannibal sobre ella, aprisionándola con su cuerpo. Volvió a gruñir, mostrando sus grandes caninos y la furcia se echó a llorar, suplicando por su vida.
El hombre, observó sonriendo a su mascota y se apartó para que la rubia intentara levantarse y escapara, de hecho, incluso la instó a ello con gestos y palabras. Quería que lo hiciera, que intentara huir, que corriera, que tropezara, que se golpeara con los muebles, que se le disparara el riego sanguíneo, el ritmo cardíaco. Ansiaba ver a Belle darle caza, morderle los tobillos, el muslo, la mano y derribarla. Le excitaba la violencia, el sadismo, los salpicones de sangre.
La supuesta dama se dio la vuelta e intentó largarse a gatas, pero la perra se acercó a paso calmo hacia ella sin dejar de dar dentelladas amenazantes al aire. Se situó a su lado, acercando la nariz hasta el pelo de la ramera y lo olisqueó, arrugando seguidamente la trufa. Apestaba a perfume caro y a deseo. Deseo por lo que era suyo y no de la puta que intentaba irse como si nada. Le gruñó al oído antes de darle un brutal mordisco que le arrancó la oreja de cuajo lo que hizo que la mujer se pusiera a berrear como un niño que llevaba tiempo sin mamar. Belle pensó “tú ya no volverás a hacerlo, zorra” y de poder hablar en ese momento, le hubiese escupido las palabras a la cara, junto con aquel pedazo de carne que acababa de quitarle.
Entonces llegó el silbido y de los tablones se alzó un perro de tamaño grande, con más de cincuenta kilos de peso, corpulento, mandíbula con tremenda fuerza y encaje perfecto. Arrugó los belfos, gruñendo, antes de salir a toda prisa y bajar las escaleras a saltos. Frenó, deslizándose sobre la madera y quedó en posición de advertencia frente a la mujer que estaba tendida en el suelo, sujetándose el brazo sangrante y gritando, con Hannibal sobre ella, aprisionándola con su cuerpo. Volvió a gruñir, mostrando sus grandes caninos y la furcia se echó a llorar, suplicando por su vida.
El hombre, observó sonriendo a su mascota y se apartó para que la rubia intentara levantarse y escapara, de hecho, incluso la instó a ello con gestos y palabras. Quería que lo hiciera, que intentara huir, que corriera, que tropezara, que se golpeara con los muebles, que se le disparara el riego sanguíneo, el ritmo cardíaco. Ansiaba ver a Belle darle caza, morderle los tobillos, el muslo, la mano y derribarla. Le excitaba la violencia, el sadismo, los salpicones de sangre.
La supuesta dama se dio la vuelta e intentó largarse a gatas, pero la perra se acercó a paso calmo hacia ella sin dejar de dar dentelladas amenazantes al aire. Se situó a su lado, acercando la nariz hasta el pelo de la ramera y lo olisqueó, arrugando seguidamente la trufa. Apestaba a perfume caro y a deseo. Deseo por lo que era suyo y no de la puta que intentaba irse como si nada. Le gruñó al oído antes de darle un brutal mordisco que le arrancó la oreja de cuajo lo que hizo que la mujer se pusiera a berrear como un niño que llevaba tiempo sin mamar. Belle pensó “tú ya no volverás a hacerlo, zorra” y de poder hablar en ese momento, le hubiese escupido las palabras a la cara, junto con aquel pedazo de carne que acababa de quitarle.
Belle- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 16/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Belle bajó las escaleras derrapando, su belfo superior completamente arrugado dejaba a la vista sus colmillos afilados.
La mujer luchaba por su vida bajo mi cuerpo, aterrada gritaba bombeando sangre de forma desbocada porque toda presa se sabe sentirse frente al depredador y ella era consciente de que no saldría de allí con vida.
Era estimulante descubrir como el ser humano era capaz de sacar lo mejor de si en situaciones limite, en las que la vida y la muerte se miden por el valor de los hechos y aun sin esperanza tratas de salir a flote.
Las dentelladas de Belle a nuestro alrededor me excitaron en demasía, ahora mismo solo podía imaginarla desnuda galopando sobre mi cuerpo, ambos manchados de carmesí.
La mujer gritaba aterrada, hiperventilando mientras la perra le daba vueltas gruñendo y escupiendo babas.
La animé a que corriera, que se pusiera en pie, yo quería verla gritar, sufrir, sangrar y sin duda jadear y no precisamente por le placer.
-Vamos Belle, que empiece el juego -susurré sacando la lengua para pasarla por la hoja del acero manchando mi boca de carmesí.
Las fauces de la perra de presa arrancaron la oreja de la fulana, ella odiaba que oliera a mi y a mi me ponía muy cachondo que se encelara.
Bajé el pantalón y me saque la verga sacudiendomela mientras observaba con cara sádica como mi mujer daba buena cuenta a los temores de la mujerzuela.
-Despedazala -pedí con la voz ronca.
La mujer gateaba histérica por el suelo intentando buscar la puerta de la salida, un reguero de sangre a su paso, las paredes eran cascadas escarlatas al igual que los belfos de mi preciosa compañera de caza.
Caminé sin dejar de movermela hacia ellas, la imagen de bella era demencial.
La mujer luchaba por su vida bajo mi cuerpo, aterrada gritaba bombeando sangre de forma desbocada porque toda presa se sabe sentirse frente al depredador y ella era consciente de que no saldría de allí con vida.
Era estimulante descubrir como el ser humano era capaz de sacar lo mejor de si en situaciones limite, en las que la vida y la muerte se miden por el valor de los hechos y aun sin esperanza tratas de salir a flote.
Las dentelladas de Belle a nuestro alrededor me excitaron en demasía, ahora mismo solo podía imaginarla desnuda galopando sobre mi cuerpo, ambos manchados de carmesí.
La mujer gritaba aterrada, hiperventilando mientras la perra le daba vueltas gruñendo y escupiendo babas.
La animé a que corriera, que se pusiera en pie, yo quería verla gritar, sufrir, sangrar y sin duda jadear y no precisamente por le placer.
-Vamos Belle, que empiece el juego -susurré sacando la lengua para pasarla por la hoja del acero manchando mi boca de carmesí.
Las fauces de la perra de presa arrancaron la oreja de la fulana, ella odiaba que oliera a mi y a mi me ponía muy cachondo que se encelara.
Bajé el pantalón y me saque la verga sacudiendomela mientras observaba con cara sádica como mi mujer daba buena cuenta a los temores de la mujerzuela.
-Despedazala -pedí con la voz ronca.
La mujer gateaba histérica por el suelo intentando buscar la puerta de la salida, un reguero de sangre a su paso, las paredes eran cascadas escarlatas al igual que los belfos de mi preciosa compañera de caza.
Caminé sin dejar de movermela hacia ellas, la imagen de bella era demencial.
Hannibal- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 20/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Ni siquiera se molestó en masticar aquel pedazo de la fulana, lo escupió contra su cara, manchándole la mejilla de sangre, sumada a la que se escurría por el pelo rubio ahora teñido de carmesí a mechones, por el cuello y que goteaba en el parqué dejando un reguero, un camino a seguir. La perra dejó que la mujer avanzara de nuevo y le mordió el muslo, desgarrando el vestido, dejando al aire su culo y las marcas de sus dientes que no habían llegado a perforar la piel, pero que sí habían oscurecido la zona por la presión ejercida con sus potentes mandíbulas.
Gruñó, antes de desviar la mirada hacia Hannibal y jadeó, dejando caer la lengua. La actitud cambiaba al observar a aquel hombre perfecto que se pajeaba con el escenario de sangre y pánico que se desarrollaba frente a sus ojos. Belle dio la vuelta, moviendo la cola y de un salto tumbó a la presa antes de empezar a atacarla a dentelladas concisas y profundas. A veces estiraba de la musculatura cuando los dientes tenían aferrada la carne y otras, simplemente, soltaba. Se relamía los restos de sangre que iban escurriendo por sus belfos junto con las babas. Salivaba mucho por la excitación y el hambre voraz que sentía.
Entre gritos y golpes desesperados, la puta intentaba sacarse a la bestia de encima, pero ni por peso ni por fuerza era posible que la apartara un poco siquiera. El perro se dedicó a arrancar carnaza, pero sin dañar los puntos vitales, buscando prolongar la agonía y el dolor de la que había osado lo que a ella le pertenecía. Quería que sufriera como una cerda el día de la matanza, que muriera por desangre y no de manera rápida. Ansiaba escucharla chillar como un gorrino al que le cortan el gaznate y patalear en busca de una escapatoria que no existía.
Los jadeos y gemidos de placer del carnicero a sus espaldas, encendían a la cambiante que cada vez daba mordiscos más profundos y se dejaba llevar por la lascivia. No había gula ahí, porque aunque ella se comería parte del cadáver, no era lo que más le gustaba de la caza, sino las reacciones que le provocaba a su pareja. Hannibal era el centro de su mundo, aquel que la comprendía y la instaba a liberar su verdadera naturaleza. Nadie más había sido capaz de empatizar con ella y compartir sus necesidades, sus deseos. Pero aquel hombre era distinto, no sólo la superaba en cuanto a sadismo hacia referencia, sino que, además, la deseaba carnalmente como para poseerla.
Dio un mordisco a la cara de la pelandusca, desfigurándola y se detuvo, observando como ésta intentaba cubrirse el rostro con las manos. Mentalmente, Belle, sonrió, antes de morderle los dedos y arrancarle dos de cuajo.
Gruñó, antes de desviar la mirada hacia Hannibal y jadeó, dejando caer la lengua. La actitud cambiaba al observar a aquel hombre perfecto que se pajeaba con el escenario de sangre y pánico que se desarrollaba frente a sus ojos. Belle dio la vuelta, moviendo la cola y de un salto tumbó a la presa antes de empezar a atacarla a dentelladas concisas y profundas. A veces estiraba de la musculatura cuando los dientes tenían aferrada la carne y otras, simplemente, soltaba. Se relamía los restos de sangre que iban escurriendo por sus belfos junto con las babas. Salivaba mucho por la excitación y el hambre voraz que sentía.
Entre gritos y golpes desesperados, la puta intentaba sacarse a la bestia de encima, pero ni por peso ni por fuerza era posible que la apartara un poco siquiera. El perro se dedicó a arrancar carnaza, pero sin dañar los puntos vitales, buscando prolongar la agonía y el dolor de la que había osado lo que a ella le pertenecía. Quería que sufriera como una cerda el día de la matanza, que muriera por desangre y no de manera rápida. Ansiaba escucharla chillar como un gorrino al que le cortan el gaznate y patalear en busca de una escapatoria que no existía.
Los jadeos y gemidos de placer del carnicero a sus espaldas, encendían a la cambiante que cada vez daba mordiscos más profundos y se dejaba llevar por la lascivia. No había gula ahí, porque aunque ella se comería parte del cadáver, no era lo que más le gustaba de la caza, sino las reacciones que le provocaba a su pareja. Hannibal era el centro de su mundo, aquel que la comprendía y la instaba a liberar su verdadera naturaleza. Nadie más había sido capaz de empatizar con ella y compartir sus necesidades, sus deseos. Pero aquel hombre era distinto, no sólo la superaba en cuanto a sadismo hacia referencia, sino que, además, la deseaba carnalmente como para poseerla.
Dio un mordisco a la cara de la pelandusca, desfigurándola y se detuvo, observando como ésta intentaba cubrirse el rostro con las manos. Mentalmente, Belle, sonrió, antes de morderle los dedos y arrancarle dos de cuajo.
Belle- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 12
Fecha de inscripción : 16/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Belle era implacable, me gustaba llevarla al limite y sabía que su posesividad hacía mi persona desataba a la bestia que en ella anidaba.
A mi preciosa perra le gustaba disfrutar del asesinato, mordía puntos no vitales arrancándola carnaza mientras escupía la misma contra la puta que gritaba desesperada gimiendo consciente de que la muerte bailaba a nuestro alrededor para llevársela.
Sacudí mi verga jadeando roncamente mientras alentaba a mi pequeña fiera a darle caza, muerte, me excitaba muchísimo verla resarcirse de que la zorra me hubiera puesto sus manos encima.
-Así, mas -pedí al borde del clímax al ver como de un mordisco le arrancaba la cara y de regalo los dedos en una escena macabra.
Mi polla se sacudió entre mis dedos, entre espasmos mi simiente salió disparado cayendo sobre la cara de la fulana rubia y manchó el hocico del animal manchado de carmesí y ahora de semen.
Su mirada turbia se alzó para centrarse en mis ojos mis labios entreabiertos emitían roncos jadeos completamente saciado por las convulsiones de mi verga.
Belle recuperó su forma humana para enfrentarme furiosa porque me había corrido, estaba preciosa con toda la cara sucia mientras la rubia trataba de arrastrarse hacia la puerta muriéndose.
Ataje a Belle por la nuca para lamer sus labios de forma provocadora, paladeando la sangre de nuestra victima y mi propia esencia entremezclada, nuestras bocas colisionaron ansiosas, jadeando ambos mientras mi polla quedaba morcillona entre ambos.
Era placentero escuchar a la muerte, la victima aun luchaba por enfrentarla, pero ambos sabíamos no pasaría de la puerta de la mansión, solo que aquella tortura era brutalmente excitante.
-Voy a comerte el coño y luego a follarte -prometí contra su boca dándole el cuchillo para que continuara la masacre.
Le arranqué la ropa con violencia haciéndola gemir de placer y me arrodillé sobre el charco de sangre quedando frente a su empapado coño abierto.
-Ummmmm -susurré abriendo con mis dedos manchados de carmesí sus labios antes de colgar entre sus bajos mi lengua para recorrer cada pliegue y emborracharme de ella.
A mi preciosa perra le gustaba disfrutar del asesinato, mordía puntos no vitales arrancándola carnaza mientras escupía la misma contra la puta que gritaba desesperada gimiendo consciente de que la muerte bailaba a nuestro alrededor para llevársela.
Sacudí mi verga jadeando roncamente mientras alentaba a mi pequeña fiera a darle caza, muerte, me excitaba muchísimo verla resarcirse de que la zorra me hubiera puesto sus manos encima.
-Así, mas -pedí al borde del clímax al ver como de un mordisco le arrancaba la cara y de regalo los dedos en una escena macabra.
Mi polla se sacudió entre mis dedos, entre espasmos mi simiente salió disparado cayendo sobre la cara de la fulana rubia y manchó el hocico del animal manchado de carmesí y ahora de semen.
Su mirada turbia se alzó para centrarse en mis ojos mis labios entreabiertos emitían roncos jadeos completamente saciado por las convulsiones de mi verga.
Belle recuperó su forma humana para enfrentarme furiosa porque me había corrido, estaba preciosa con toda la cara sucia mientras la rubia trataba de arrastrarse hacia la puerta muriéndose.
Ataje a Belle por la nuca para lamer sus labios de forma provocadora, paladeando la sangre de nuestra victima y mi propia esencia entremezclada, nuestras bocas colisionaron ansiosas, jadeando ambos mientras mi polla quedaba morcillona entre ambos.
Era placentero escuchar a la muerte, la victima aun luchaba por enfrentarla, pero ambos sabíamos no pasaría de la puerta de la mansión, solo que aquella tortura era brutalmente excitante.
-Voy a comerte el coño y luego a follarte -prometí contra su boca dándole el cuchillo para que continuara la masacre.
Le arranqué la ropa con violencia haciéndola gemir de placer y me arrodillé sobre el charco de sangre quedando frente a su empapado coño abierto.
-Ummmmm -susurré abriendo con mis dedos manchados de carmesí sus labios antes de colgar entre sus bajos mi lengua para recorrer cada pliegue y emborracharme de ella.
Hannibal- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 20/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
En cuanto escupió los dedos y se giró para ver al carnicero, este eyaculó, salpicando esperma en abundancia, un chorro del cual le cayó a ella en el hocico. La perra arrugó los belfos, enojada porque se había corrido sin esperarla. Era bastante habitual que así ocurriera, pero ella se molestaba cada vez como si fuera la primera. Gruñó, enseñando sus caninos llenos de saliva y sangre, al tiempo en que su cuerpo empezaba a quebrarse. El crujido de los huesos quedó ensordecido por los desesperados y agonizantes gritos de la puta que se desangraba en su intento huida, reptando por el suelo como el gusano sucio que era. La bestia dejó paso a la mujer, desnuda, llena de sangre y el semen de su pareja. El hedor a muerte impregnaba la casa entera, algo que ambos dementes les excitaba sobremanera.
-Has vuelto a correrte sin mí.- Le recriminó la morena, justo cuando la firme mano del hombre la atraía de la nuca, agarrándola fuertemente del pelo. Las bocas de ambos chocaron en un ferviente y ansioso beso en el que sus lenguas no cesaron de lamerse la una a la otra, recorriendo cada muela y recoveco de la boca ajena. Se conocían desde hacía años, desde la adolescencia de Hannibal y enseguida se habían atraído, no como polos opuestos, sino como iguales. Como si hubiesen leído el alma contraria y sus deseos que a ojos de los demás ocultaban. Ellos se leían como libros abiertos, porque encontraron en el otro a su igual, a aquel que le comprendería y sería capaz de andar a su lado por el sendero de la vida.
Sujetó la empuñadura de aquel cuchillo en cuanto el moreno se lo dio y lo primero que hizo fue recorrer el filo con la lengua, presionando lo justo para limpiar los restos de sangre del lado cortante sin llegar a abrirse la sinhueso en el proceso. El carnicero la observaba cachondo de nuevo y de un tirón le vio rasgarse la camisa para dejarse caer de rodillas en el suelo con su perfecto torso musculado al descubierto. Ella estaba ya desnuda porque había bajado las escaleras siendo solamente un perro, así que sólo tuvo que separar las piernas para que el cuerpo foráneo cupiera entre ellas y le dejó hacer cuanto quisiera con su coño.
La mano que no sostenía el puñal fue a acariciar la cabeza de Hannibal, enredando los dedos entre los cortos mechones de su pelo negro. Los ojos de ambos se miraban fijamente, porque les excitaba tanto una matanza como no perder detalle del otro. Eran dos bestias salvajes aunque sólo uno de ellos fuera cambiante. Los dos se comportaban como animales, siempre sedientos de sangre y con ganas de follar en todas partes. Él sabía cómo encontrar presas y ella adoraba ir de caza. A veces se dejaban llevar por tanta ansia que la víctima ni siquiera llegaba a salir de la casa, como aquella noche, pero muchas veces le daban cierta ventaja y llevaban la excitante persecución hasta el bosque.
Los fluidos de Belle se mezclaban con la saliva del carnicero, cuya lengua exploraba con esmero y perfecto conocimiento cada pliego del sexo que se estaba comiendo. Ella gruñía entre jadeos, cachonda perdida, empujando la cabeza ajena para que la sinhueso la penetrara de nuevo.
-Has vuelto a correrte sin mí.- Le recriminó la morena, justo cuando la firme mano del hombre la atraía de la nuca, agarrándola fuertemente del pelo. Las bocas de ambos chocaron en un ferviente y ansioso beso en el que sus lenguas no cesaron de lamerse la una a la otra, recorriendo cada muela y recoveco de la boca ajena. Se conocían desde hacía años, desde la adolescencia de Hannibal y enseguida se habían atraído, no como polos opuestos, sino como iguales. Como si hubiesen leído el alma contraria y sus deseos que a ojos de los demás ocultaban. Ellos se leían como libros abiertos, porque encontraron en el otro a su igual, a aquel que le comprendería y sería capaz de andar a su lado por el sendero de la vida.
Sujetó la empuñadura de aquel cuchillo en cuanto el moreno se lo dio y lo primero que hizo fue recorrer el filo con la lengua, presionando lo justo para limpiar los restos de sangre del lado cortante sin llegar a abrirse la sinhueso en el proceso. El carnicero la observaba cachondo de nuevo y de un tirón le vio rasgarse la camisa para dejarse caer de rodillas en el suelo con su perfecto torso musculado al descubierto. Ella estaba ya desnuda porque había bajado las escaleras siendo solamente un perro, así que sólo tuvo que separar las piernas para que el cuerpo foráneo cupiera entre ellas y le dejó hacer cuanto quisiera con su coño.
La mano que no sostenía el puñal fue a acariciar la cabeza de Hannibal, enredando los dedos entre los cortos mechones de su pelo negro. Los ojos de ambos se miraban fijamente, porque les excitaba tanto una matanza como no perder detalle del otro. Eran dos bestias salvajes aunque sólo uno de ellos fuera cambiante. Los dos se comportaban como animales, siempre sedientos de sangre y con ganas de follar en todas partes. Él sabía cómo encontrar presas y ella adoraba ir de caza. A veces se dejaban llevar por tanta ansia que la víctima ni siquiera llegaba a salir de la casa, como aquella noche, pero muchas veces le daban cierta ventaja y llevaban la excitante persecución hasta el bosque.
Los fluidos de Belle se mezclaban con la saliva del carnicero, cuya lengua exploraba con esmero y perfecto conocimiento cada pliego del sexo que se estaba comiendo. Ella gruñía entre jadeos, cachonda perdida, empujando la cabeza ajena para que la sinhueso la penetrara de nuevo.
Belle- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Mi perra gemía presa de los mechones negros de mi pelo, mi lengua se abría paso por cada pliegue relamiendo los fluidos que bajaban calientes de su coño fruto de la excitación, la sangre resbalaba por su cuerpo llenando mi lengua de aquel sabor metálico. El hedor a la muerte, los agónicos gritos de la victima y la pasión era una mezcla demasiado excitante y mi verga se alzó de nueva empujada por mi instinto sádico y violento.
Belle cuchillo en mano se acariciaba las tetas, pasando el filo sin cortarse por sus pezones que se endurecían bajo el filo del acero, eramos dos dementes, dos cazadores que adoraban la masacre y la muerte.
-Eres preciosa -susurré contra su coño sorbiendo los fluidos que resbalaban por mi garganta antes de hacerme hueco para meter dos de mis dedos sacudiéndolos con fuerza en su agujero.
La perra se estaba volviendo loca, exigía mas y sus gritos de placer acallaban los llantos de la moribunda que ya ni fuerzas tenia para arrastrarse y en un charco de sangre se moría agonizando.
Le aticé en el trasero empujándola mas contra mi boca mordí su clítoris, estaba deliciosa, notaba como estaba a nada a punto de correrse, sus piernas temblaban, gritaba mas fuerte mi nombre y de pronto noté como escupía en mi cara su corrida, ladeé la sonrisa relamiendome.
-Perrita mala te has corrido -dije devolviendole la recriminación anterior.
La empujé contra el suelo lleno de sangre y trepé por su piel sin dejar que recobrara el aliento, su pelo se quedaba adherido a los coágulos de sangre. Metí mi polla hasta el fondo, la perra gritó mordiendo después mi hombro gruñendo con fuerza al notar mis embestidas rudas y salvajes.
El cuchillo se venció de su mano, ambos estábamos locos, locos de deseo.
Sus piernas se abrían para acogerme, me empujaba el trasero con los talones mientras nuestras bocas se enredaban en un duelo de lenguas salvaje y violento a la par que muy excitante.
Belle cuchillo en mano se acariciaba las tetas, pasando el filo sin cortarse por sus pezones que se endurecían bajo el filo del acero, eramos dos dementes, dos cazadores que adoraban la masacre y la muerte.
-Eres preciosa -susurré contra su coño sorbiendo los fluidos que resbalaban por mi garganta antes de hacerme hueco para meter dos de mis dedos sacudiéndolos con fuerza en su agujero.
La perra se estaba volviendo loca, exigía mas y sus gritos de placer acallaban los llantos de la moribunda que ya ni fuerzas tenia para arrastrarse y en un charco de sangre se moría agonizando.
Le aticé en el trasero empujándola mas contra mi boca mordí su clítoris, estaba deliciosa, notaba como estaba a nada a punto de correrse, sus piernas temblaban, gritaba mas fuerte mi nombre y de pronto noté como escupía en mi cara su corrida, ladeé la sonrisa relamiendome.
-Perrita mala te has corrido -dije devolviendole la recriminación anterior.
La empujé contra el suelo lleno de sangre y trepé por su piel sin dejar que recobrara el aliento, su pelo se quedaba adherido a los coágulos de sangre. Metí mi polla hasta el fondo, la perra gritó mordiendo después mi hombro gruñendo con fuerza al notar mis embestidas rudas y salvajes.
El cuchillo se venció de su mano, ambos estábamos locos, locos de deseo.
Sus piernas se abrían para acogerme, me empujaba el trasero con los talones mientras nuestras bocas se enredaban en un duelo de lenguas salvaje y violento a la par que muy excitante.
Hannibal- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Según los cánones de la sociedad ellos eran dos dementes, dos locos, dos asesinos y dos psicópatas, pero a ambos les importaba un jodido pimiento lo que opinara nadie de su naturaleza. Porque sí, ellos eran así desde pequeños, ese instinto había crecido al tiempo en que ellos mismos lo hacían. Había evolucionado con su pensamiento y madurez, volviéndose más retorcido y necesitado cada vez. Habían sido seres solitarios durante años, hasta que tuvieron la gran suerte de encontrarse, de cruzarse en el sendero de la vida con la horma de su zapato. Y desde aquel día que no se habían separado. Se habían reconocido como bestias en celo, oliendo el sadismo que cargaba el otro y lo mucho que matar les excitaba a ambos.
Y allí estaban, revolcándose en la sangre de aquella pobre desgraciada. De una mujer cuyo único crimen había sido fijarse en el hombre equivocado. No sólo porque éste le perteneciera a otra, sino porque el plan estaba urdido ya desde el principio y ella iba a terminar muerta, tras agonizar como una cerda, medio mutilada y gritando desesperada, hasta quedar completamente afónica o morir desangrada.
El carnicero penetró a la perra y ésta aulló de placer, enmarañando su largo cabello negro con los coágulos de sangre que ya se estaban formando en el suelo. Belle arqueó la espalda al aferrarse con ambas piernas a la cintura ajena y golpeó las nalgas de Hannibal con los talones como si espoleara a un caballo para que aumentara el ritmo, para que galopara al follársela como los animales salvajes que eran.
Se retaban en multitud de actividades, aunque su favorita era la de matar de manera sanguinaria. Una buena caza se convertía en el mejor de los afrodisíacos para aquella pareja y terminaban por competir a bien quién lograba correrse más tarde, intentando esperar al otro o, mejor dicho, sobrepasarle en aguante. Se gruñían y castigaban físicamente por hacerlo antes, porque era inaceptable que uno de los dos alcanzara el orgasmo mientras el otro lo seguía intentando. Era otro de sus juegos.
Giró la cabeza, buscando el cuchillo que se había caído hacía un par de minutos. Lo agarró del mango y se lo acercó al pecho. Lo pasó lentamente en un instante que el hombre le dio de tregua, clavando en ella su intensa mirada. -Bebe de mí.- Pidió la perra, cortándose justo en la zona de la clavícula. Debajo había hueso y no perforaría músculo en exceso, sin embargo era una zona que sangraba en abundancia y pronto una de sus tetas se tiñó de carmesí hasta la areola. Belle sonrió antes de lamer lascivamente el cuchillo, limpiando el filo con su lengua ancha y húmeda.
Y allí estaban, revolcándose en la sangre de aquella pobre desgraciada. De una mujer cuyo único crimen había sido fijarse en el hombre equivocado. No sólo porque éste le perteneciera a otra, sino porque el plan estaba urdido ya desde el principio y ella iba a terminar muerta, tras agonizar como una cerda, medio mutilada y gritando desesperada, hasta quedar completamente afónica o morir desangrada.
El carnicero penetró a la perra y ésta aulló de placer, enmarañando su largo cabello negro con los coágulos de sangre que ya se estaban formando en el suelo. Belle arqueó la espalda al aferrarse con ambas piernas a la cintura ajena y golpeó las nalgas de Hannibal con los talones como si espoleara a un caballo para que aumentara el ritmo, para que galopara al follársela como los animales salvajes que eran.
Se retaban en multitud de actividades, aunque su favorita era la de matar de manera sanguinaria. Una buena caza se convertía en el mejor de los afrodisíacos para aquella pareja y terminaban por competir a bien quién lograba correrse más tarde, intentando esperar al otro o, mejor dicho, sobrepasarle en aguante. Se gruñían y castigaban físicamente por hacerlo antes, porque era inaceptable que uno de los dos alcanzara el orgasmo mientras el otro lo seguía intentando. Era otro de sus juegos.
Giró la cabeza, buscando el cuchillo que se había caído hacía un par de minutos. Lo agarró del mango y se lo acercó al pecho. Lo pasó lentamente en un instante que el hombre le dio de tregua, clavando en ella su intensa mirada. -Bebe de mí.- Pidió la perra, cortándose justo en la zona de la clavícula. Debajo había hueso y no perforaría músculo en exceso, sin embargo era una zona que sangraba en abundancia y pronto una de sus tetas se tiñó de carmesí hasta la areola. Belle sonrió antes de lamer lascivamente el cuchillo, limpiando el filo con su lengua ancha y húmeda.
Belle- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
Dentro y fuera su coño chapoteaba como una charca mientras bajo nuestras manos enlazadas la sangre grumosa se deslizaba por el suelo, nuestros cuerpos friccionaban rozándose, astas erguida que rajaban mi torso pintado en carmesí.
La deseaba, cada poro de mi piel era suyo y ella mía, eramos dos sádicos necesitados de sexo y sobre todo de muerte y ahora nos dábamos lo mejor de todo.
La perra se sajó la clavícula con el filo, lo lamí hambriento, jadeando como un loco, emborrachándome de ella mientras se la clavaba tan dentro que la perra empezó a gritar arañando mi espalda con el cuchillo hasta hacerme sangrar.
-Joder -gruñí tirando de su pelo, deslicé mi lengua por su mandíbula, mordiendo su piel con aquel sabor férreo.
La giré de golpe para hundirla en su culo, las paredes del recto se dilataron, ella buscaba mis labios por encima del hombro metiéndose los dedos en el coño para masturbarse mientras seguía follándomela.
Tiré de sus pezones pellizcándoselos, acariciando sus dos enormes tetas, esa mujer me estaba volviendo completamente loco.
Azoté sus nalgas con rudeza a punto de volver a correrme, ella gritaba como si fuera yo quien estaba matándola mientras la otra, la victima real de aquel entuerto daba sus últimos coletazos de vida escupiendo sangre por la boca sin parar.
-Córrete para mi perrita, quiero ver como te corres -pedí uniendo ahora mis dedos a la fiesta de su coño sin dejar de penetrarla por detrás como un perro -córrete y escupe tus fluidos, quiero comérmelos, vamos perrita mala.
La deseaba, cada poro de mi piel era suyo y ella mía, eramos dos sádicos necesitados de sexo y sobre todo de muerte y ahora nos dábamos lo mejor de todo.
La perra se sajó la clavícula con el filo, lo lamí hambriento, jadeando como un loco, emborrachándome de ella mientras se la clavaba tan dentro que la perra empezó a gritar arañando mi espalda con el cuchillo hasta hacerme sangrar.
-Joder -gruñí tirando de su pelo, deslicé mi lengua por su mandíbula, mordiendo su piel con aquel sabor férreo.
La giré de golpe para hundirla en su culo, las paredes del recto se dilataron, ella buscaba mis labios por encima del hombro metiéndose los dedos en el coño para masturbarse mientras seguía follándomela.
Tiré de sus pezones pellizcándoselos, acariciando sus dos enormes tetas, esa mujer me estaba volviendo completamente loco.
Azoté sus nalgas con rudeza a punto de volver a correrme, ella gritaba como si fuera yo quien estaba matándola mientras la otra, la victima real de aquel entuerto daba sus últimos coletazos de vida escupiendo sangre por la boca sin parar.
-Córrete para mi perrita, quiero ver como te corres -pedí uniendo ahora mis dedos a la fiesta de su coño sin dejar de penetrarla por detrás como un perro -córrete y escupe tus fluidos, quiero comérmelos, vamos perrita mala.
Hannibal- Prostituto Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/07/2018
Re: Hunting is just a game // Privado - Hannibal
El carnicero y la perra eran dos bestias con piel humana en aquellos momentos. Dos sádicos retorcidos, dos seres que se excitaban con la sangre, el sudor, el olor a sexo y, especialmente, con la muerte. La mujer rubia yacía ya muerta a varios metros de distancia de donde ellos seguían follando, con su cara medio arrancada y un charco de sangre lleno de huellas de manos y zapatos que habían quedado tras el vano intento de huida de la presa. Ellos eran dos cazadores, dos depredadores que nunca fallaban. Acechaban a la víctima a conciencia y cuando la tenían acorralada y confiada, se abalanzaban sobre ésta y la destrozaban mientras aún seguía con vida, porque era ese juego el que a ellos les gustaba y les hacía crecerse en adrenalina.
Hannibal bebía de la cambiante, lamiendo y succionando los cortes. Ella se dejaba llevar y le arañaba la espalda con sus afiladas garras y, de vez en cuando, incluso se permitía el lujo de cortar con el cuchillo. Él no tenía poderes, no sanaría rápido, pero marcarle ella era algo que la ponía muy cachonda y también a él le gustaba.
Entre gemidos y gruñidos el mortal le dio la vuelta a la hembra y sin miramientos ni preámbulos, se la metió directamente por el culo hasta que los huevos le chocaron con las nalgas de la perra. Belle aulló de placer, porque el dolor a ambos los ponía a cien y se conocían tanto como para saber cuál era el umbral del dolor que eran capaces de tolerar por separado y juntos. La mano de la morena se coló entre sus piernas y con los dedos índice, corazón y anular se empezó a masturbar, colando los dígitos en su coño hasta los nudillos. Los metía y sacaba con rapidez, a veces los flexionaba o los separaba entre sí, completamente excitada.
El cuerpo de la cambiante cedió hasta que se apoyó con los hombros y la mejilla izquierda en el suelo, sobre parte del charco de sangre. Las rodillas separadas y las ajenas entre las propias, arremetiendo con violencia, logrando que la espalda de la hembra se arqueara entre gemidos guturales que resonaban en aquella enorme casa que, prácticamente, estaba vacía. Ambos pasaban de las posesiones materiales, de lo único que hacían acúmulo era de cadáveres y armas de filo variadas. Desde hachas a guadañas, pasando por machetes y espadas. Pero los cuchillos de carnicero eran sus predilectos, por eso Hannibal había escogido aquella profesión de cara al público y mientras laboraba practicaba los cortes precisos y expertos.
Por el interior de los muslos de Belle escurrían sus fluidos y también los del hombre. Ella era capaz de correrse repetidas veces y en abundancia, algo que el mortal sabía y por eso le exigía que lo hiciera para después deleitarse tragándoselos como si fueran pura ambrosía de los dioses. -Me corro, me corro… ¡Me corro!- Gritó, sacando después la lengua para beber de la vitae que tenía frente a la boca.
Hannibal bebía de la cambiante, lamiendo y succionando los cortes. Ella se dejaba llevar y le arañaba la espalda con sus afiladas garras y, de vez en cuando, incluso se permitía el lujo de cortar con el cuchillo. Él no tenía poderes, no sanaría rápido, pero marcarle ella era algo que la ponía muy cachonda y también a él le gustaba.
Entre gemidos y gruñidos el mortal le dio la vuelta a la hembra y sin miramientos ni preámbulos, se la metió directamente por el culo hasta que los huevos le chocaron con las nalgas de la perra. Belle aulló de placer, porque el dolor a ambos los ponía a cien y se conocían tanto como para saber cuál era el umbral del dolor que eran capaces de tolerar por separado y juntos. La mano de la morena se coló entre sus piernas y con los dedos índice, corazón y anular se empezó a masturbar, colando los dígitos en su coño hasta los nudillos. Los metía y sacaba con rapidez, a veces los flexionaba o los separaba entre sí, completamente excitada.
El cuerpo de la cambiante cedió hasta que se apoyó con los hombros y la mejilla izquierda en el suelo, sobre parte del charco de sangre. Las rodillas separadas y las ajenas entre las propias, arremetiendo con violencia, logrando que la espalda de la hembra se arqueara entre gemidos guturales que resonaban en aquella enorme casa que, prácticamente, estaba vacía. Ambos pasaban de las posesiones materiales, de lo único que hacían acúmulo era de cadáveres y armas de filo variadas. Desde hachas a guadañas, pasando por machetes y espadas. Pero los cuchillos de carnicero eran sus predilectos, por eso Hannibal había escogido aquella profesión de cara al público y mientras laboraba practicaba los cortes precisos y expertos.
Por el interior de los muslos de Belle escurrían sus fluidos y también los del hombre. Ella era capaz de correrse repetidas veces y en abundancia, algo que el mortal sabía y por eso le exigía que lo hiciera para después deleitarse tragándoselos como si fueran pura ambrosía de los dioses. -Me corro, me corro… ¡Me corro!- Gritó, sacando después la lengua para beber de la vitae que tenía frente a la boca.
Belle- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 16/07/2018
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