El alma de la música [libre]

por **Arwel Reiss** Mar Ago 21, 2018 5:49 pm

Las estaciones no le afectaban, los cambios o inclemencias del clima eran algo que al inmortal de los cabellos rojizos no le interesaba en lo más mínimo simplemente por el hecho de que nada podía afectar aquel cuerpo. Desde su conversión, Arwel se dio cuenta de que no debía sufrir más los males humanos así que pudo emplear el espacio mental reservado para la supervivencia mortal, en algo que le agradaba mucho más. Todo aquello que representara arte le atraía enormemente, no solo la pintura, escultura y el diseño arquitectónico sino también lo que podía admirarse o escucharse solo una vez como obras de teatro, conciertos y otras cosas.

Aquella noche recorría las calles con andar tranquilo y sin preocupación alguna, sus sentidos aumentados se llenaban de aquel espectáculo que solo podía ser quizás verdaderamente apreciado por pocos; la vida y aunque todos los inmortales contaban con aquellas capacidades, pocos eran los que observaban la vida mortal y lo que les ofrecía en la manera que Arwel lo hacía, por eso es que era demasiado solitario y por eso claro, era que le costaba tanto adaptarse, su mente estaba en cosas más allá que ni otros inmortales se detenían a admirar debidamente.

En su andanza nocturna, se interno por callejones y lugares a los que no estaba acostumbrado a visitar, aun así eso no le importo. Se dejaba guiar por lo maravillosa que era París y en determinado momento, sin darse cuenta de ello, se dejo además guiar por el sonido nostálgico de lo que parecía ser una presentación de música callejera, que otorgaba a la noche un rasgo mucho más especial. Como si la música le llamara solo a él, Arwel termina en la Plaza Tertre y sin necesidad de buscar mucho, da con un grupo de personas que deleitan a la noche con la melodía. Los jóvenes que toca tienen un pequeño grupo de personas que al igual que el inmortal, se han detenido para disfrutar del momento.

Reiss quien solo busca rodearse de aquellos que sean capaces de brindarle algo que pueda llevarse en su memoria para siempre se siente agradecido de dar con un espectáculo como aquel y el grupo de desconocidos que tocan, pasan a ser un grupo que él desea atesorar. Conforme pasan los segundos y la música va llegando a su fin, las personas comienzan a alejarse lentamente. Algunos dejan francos para los artistas y les elogian mientras se retiran siendo Arwel el ultimo en permanecer en su sitio. El silencio de la noche absorbe entonces a los hombres, pero esa ausencia de sonido no dura mucho. Reiss se atreve a aplaudir y observa nuevamente satisfecho al grupo, ese que le observa receloso, hasta que uno de ellos se decide a acercarse y a preguntar si es que ha disfrutado de la música.