El pasado siempre nos acompaña

por **Zenevieva Nikoláievich** Miér Ago 22, 2018 8:40 am

La noche en que todo inicio...

Todo era tan común, tan carente de magnificencia que Eliana se encontraba harta, cansada de la misma monótona vida en la que conseguía todo lo que quería pero en la que a la vez, nunca podía experimentar nada nuevo. ¿Qué necesitaba hacer para que todo cambiara y fuera mejor? Eliana fue dotada de habilidad para llamar la atención de maneras fuera de lo común, también era capaz de obtener lo que quería y parecer mucho más inocente y bondadosa de lo que realmente era, aunque claro, lo que más deseaba tener era lo único que le faltaba, paciencia. Esa que se decía a si misma la ayudaría a mantenerse firme, esperando por la llegada de la situación o persona que le ayudaría a salir de la miseria en que hasta esos momentos había vivido. Quién le hubiera dicho que aquella noche en que se permitía sentirse la reina del mundo atraería la atención de un habitante de la oscuridad, mismo que cambiaría su destino.

Rodeada de un grupo de muchachos que no hacían más que halagar su belleza y prometerle el mar, la luna y las estrellas, Eliana se disponía a pasar la noche. Le gustaba sentirse más atractiva que otras mujeres, así como necesaria para todos aquellos atractivos muchachos, por eso era que no existía noche en que las calles no gozaran de su presencia. Con una sonrisa en los labios y llevando su mirada juguetona de un muchacho a otro, Eliana permanecía de pie en el centro del circulo masculino.
– Exagerados todos, no soy nada diferente a las demás – sus palabras eran meramente una pantalla, una manera de invitar a todo el grupo que la rodeaba a seguir halagando su persona, a engrandecer su ego.
– Eliana e… – uno de los más apuestos jóvenes comenzaba a hablar cuando una voz fuerte, profunda y sumamente masculina provoco que tanto la muchacha como todos los hombres que la rodeaban girasen el rostro para ver al dueño de la voz.

El hombre que se acercaba hasta ella distaba de todos los que hasta la fecha había conocido. Era sumamente alto, de cabellos oscuros y tez pálida además de misterioso y poseer un acento que delataba que venía de otro lugar. Lo extraño que resultaba que no la mirase fue pasado por alto. La sonrisa en sus labios se amplió y antes de que los jóvenes con quienes antes estuviera comenzaran a reclamar al desconocido, Eliana decidió intervenir.
– Si, retírense que yo les buscare más tarde – sus palabras fueron dulces, calmas, como si al pronunciarlas estuviera dando una caricia. Tras haber hablado, los murmullos entre sus antiguos acompañantes se hicieron presentes pero ninguno se quedó, todos comenzaron a alejarse, maldiciendo al entrometido que robaba tan fácilmente la atención de la muchacha.

– ¿Qué es lo que piensa enseñarme? – Preguntó curiosa, dando un pequeño paso para quedar mucho más cerca del apuesto caballero. Las palabras que siguieron a su pregunta la hicieron entreabrir los labios. ¿Estaba aquello pasando? ¿Era posible que al fin su sueño de toda la vida se volviera realidad y aquel individuo fuera su salvación? No, aquello no era tan sencillo. Se dijo a si misma, sacudiendo ligeramente la cabeza antes de entrecerrar los ojos y desviar la mirada, apenada – ¿Es tan obvio mi anhelo? – cuestionó antes de volver a mirarlo, creyendo entonces que sus deseos eran predecibles pero siendo sus dudas acalladas por completo en el segundo que frente a sus ojos era revelado un anillo de lo más fino. El alma se le fue al suelo ante las últimas palabras del hombre y su mirada se mantuvo clavada en el anillo durante varios minutos.

– El mundo a mis pies… – susurró, pensando nuevamente en que las cosas no podían ser tan fáciles, pero ¿Y si lo eran? Con cuidado estiró la mano hasta rozar con su dedo índice por encima el anillo. La sonrisa nuevamente se hizo presente en su rostro, indicio de que ya sabía como proceder. Con decisión pronunció las palabras que sellarían para siempre su destino – Dame lo que quiero y haré lo que quieras, te seguiré al fin del mundo si es que me lo pides – No tenía nada que perder más que una vida aburrida, misma que ya no quería más, así que de aquella decisión solo podrían salir ganancias o al menos, eso creyó esa noche.