Lo echamos a suertes (privado)

La guerra contra el aquelarre de la Reina Bruja había dejado profundas cicatrices sobre la tierra de Oltenia. Campos arrasados, sembradíos quemados, riachuelos que habían dejado de existir... y dos países en duelo. La duquesa de Serbia había caído a manos de esos hechiceros voraces defendiendo al príncipe Landvik de la Inquisición y de las brujas. La familia real se encontró sin comerlo ni beberlo en medio de un fuego cruzado entre la Iglesia y el aquelarre oscuro. La purga se hizo un hecho, las bajas una realidad, y las brasas de ese fuego quedaron en la tierra y en las gentes.

Cinco días de luto oficial, el funeral en Serbia, al otro lado del Danubio, justo en la frontera, y ahora una nueva complicación: la duquesa no dejaba descendencia, los cuervos se reunirían para quedarse con sus propiedas y de nuevo los Landvik tendrían vecinos al otro lado, que a saber qué lealtades y prioridades tendrían.

En Oltenia las cosas fueron regresando poco a poco a la normalidad tras el luto y los funerales, recomponiendo aquello que el campo de batalla dejó roto y yermo. En el campamento de gitanos esa guerra sólo había resonado un poco, las cosas seguían como siempre y ellos siempre sobrevivían a las desgracias.

Sibel había fabricado un buen arco y algunos cuchillos de uso normal, así que fue con Yanko al mercado de  la ciudad a venderlos. Pudieron sacar algunas monedas por ellos, pero siempre hacía falta más, pues su padre, Milosh se quejaba de un dolor intenso en la espalda y necesitaban comprar algun calmante, ya que los hierbajos de la vieja Mariska no le hacían nada.

Caía la tarde y las tabernas comenzaban a llenarse de gente que quería remojar el gaznate con alcohol, tras una dura jornada de trabajo, era lo que los campesinos merecían. Se detuvieron en la puerta de la Campana Dorada, la taberna de más caché del lugar y la gitana sacó una moneda mirando a su "hermano".

— ¿Lo echamos a suertes?.— el joven asintió divertido, eran ya expertos en el arte de robar y rajar bolsas. La moneda salió cara, que era lo que siempre pedía Sibel. Le tocaba a ella.

Entraron y se fundieron con la gente que fumaba, reía, charlaba y bebía. Pidieron en la barra sendas jarras de cerveza y ocuparon una mesa cerca de la puerta, observando al "ganado". En una de las mesas jugaban a los dados y había un hombre con ropa de caza bien parecido y con pinta de tener dinero, que le rechistaba a uno de sus compañeros de juego por una jugada mal hecha.

Se miraron, no necesitaban hablar porque sabían lo que significaba. Yanko se levantó con su jarra, simulando ir un poco bebido y cuando pasó cerca de Velkan se "tropezó" y la derramó a su lado, propiciando que la mesa se mojase y tambien el pantalón del joven. De inmediato los jugadores se quejaron y se levantaron, apresurándose a quitar de encima el tapete, los dados y el dinero. Mientras ese pequeño caos se daba, Sibel que pasaba por allí de forma disimulada rajó la bolsa de Velkan con sigilo y la agarró por donde estaba antes atada a su pantalón. Pan comido.

Yanko:

La guerra entre lobos y hechiceros dejo Rumanía árida, todos tenían algo que llorar y en Serbia como cuervos todos buscaban como hacerse con las tierras que Dasha, fallecida sin heredero, había dejado sin dueño.
Cinco días de luto, abanderas a media asta y silencio, en sus calles se contaban sus hazañas y como mi padre estaba en deuda con ella y su ejercito y no les restaba razón.
Yermo estaba todo, en especial mi estado de animo, la duquesa falleció protegiéndome, por eso y aunque siempre fui un hombre sensato, últimamente acudía a la taberna mas de lo necesario, me perdía en el alcohol y en el juego para volver al castillo lo suficiente borracho como para tumbarme en el lecho y no recordar el calor de su cuerpo.

Aquel día la taberna estaba llena, jugábamos a los dados y yo increpaba a uno que no había lanzado de forma muy limpia. La sangre no llegaría al rio pues todos eramos amigos, padre entendía me divirtiera pero no era tan necio como para no mandar conmigo a algunos de sus hombres, a fin de cuentas era el príncipe, heredero al trono y si no me había perdido en batalla no lo haría por ir ebrio a manos de un ratero.

Nos echábamos unas risas cuando un muchacho de corta edad que iba aun mas borracho que yo a decir verdad lanzó pro encima del tapete su bebida manchando mi pantalón obligándome a ponerme en pie mientras el resto trataban de limpiar el tapete.
El caos se impuso en esa mesa de juegos, eso y que iba pasado de copas le sirvió a la doncella de pelo azabache a pasar por mi lado y cortar la bolsa.

En inicio no me entere volviendo a tomar asiento para seguir jugando, mas cuando llevé la mano al cinto y toqué el cuero me di cuenta de que no pesaba y que estaba roto. Elevé la mirada, mis sentidos desatollados captaron el aroma de la joven que junto al chico habían estado cerca y la seguí con la mirada viendo como se reunía con el compinche borracho, ahora la parecer mas recuperado en la puerta dispuestos a largarse con el botín.

Sin mediar palabra me separé de la mesa de juego y justo antes de que atravesaran en umbral de la puerta me situé tras ella aferrando su muñeca.
-¡Me debes algo, algo que me pertenece y que me has robado.
La gitana forcejeó esperando que la soltara y su hermano intentó darme un puñetazo que esquivé con suma facilidad ladeando la sonrisa de forma engreída -no te han enseñado que no hay que robar -dije ocn sarcasmo extendiendo la mano para que me devolviera mis monedas sin soltarla.

El hermano iba a atacarme con una daga cuando tres espadas se posaron en su cuello.
-Y que si robas, deberías saber que puedes perder una mano o la cabeza.

Iban a largarse en sigilo como tantas y tantas veces habían hecho antes, pero algo salió mal, el tipo se dio cuenta del ardid y los alcanzó en la puerta. Todo podria haber quedado en una pequeña discusión, pero Yanko sacó el puñal y d e pronto se vieron rodeados de varios hombres portando espadas, el extraño debía ser un hombre importante o rico. Si el levantó la mano libre pidiendo tregua, mirando de reojo a su hermano.

— no ha sido el, he sido yo!! Dejadlo en paz, fue idea mía!!.— los hombres no se retiraron, ellos eran dos gitanos y los otros varios caballeros bien armados y algunos con el blasón de los Landvik en la armadura o el peto.— oh!! Ya veo!, que valientes!! Cinco contra dos!!! Sois tan cobardes como vuestro rey!! Mi padre se muere, enfermo y lisiado por culpa de sus despistes... y vosotros en vez de defender al pueblo a que os dedicáis? A beber en la tabernas y acosar a dos rateros que sólo quieren sobrevivir al invierno...

La chica era locuaz, incisiva como una avispa, pero mientras soltaba su sarta de improperios y mantenía la atención fija en ella, Yanko se escabulló empujando a un soldado y corriendo como un gramo por la callejuelas de la ciudad. Ellos tenían ese pacto, el que se queda atrás, se le deja atrás, más valía uno preso, que ambos, el honor no tenía cabida en la vida de los pobres que no tenían ni pan que comer. Debían ser prácticos, y por su puesto que el muchacho buscaría el modo de sacar a su hermana del calabozo.

El lobo le había puesto la mano encima a la gitana, notó su energía, además de su aura y de inmediato sintió una sombra que se cernía sobre el. Su capacidad de adivinación del futuro era innata y podía a veces ver ciertas imágenes que intuían lo que estaba por venir. En este caso sólo fue una intensa oscuridad que no desvelaba el misterio de su esencia y eso la inquietó, se revolvió, tratando de soltarse, era como si le quemara el tacto de Velkan.

La joven era locuaz, lo suficiente como para que su hermano aprovechara un renuncio de uno de los hombres de mi manada que quería hacerla callar como para escapar, iba a perseguirlo cuando ordené que lo dejara ir, solo era un muchacho y bueno, bastaba con llevarnos a su hermana presa ya que había confesado ser la incitadora de ello.
-No digo que el hambre no sea un arma afilada, seguramente casi tanto o mas como tu lengua, peor si eso puede justificarlo todo, pronto no solo hablaremos de robos, sino de muertes y otras cosas mas y después la muerte se combatirá con sangre y la ley del Talion volverá a las calles.
Robáis sin discriminar ni conocer la vida de aquel que porta en su cinto la bolsa, lo que hacéis es un delito y justificarlo con el hambre no os convierte en inocentes de pertrecharlo.

Ell luchaba por apartar su cuerpo de mi agarre, como si quemara mi diestra sobre su piel, no tenía tiempo de chorradas, francamente esa noche solo quería perderme en el final de la botella y olvidar, olvidar a la mujer que ame y que murió protegiendo a su futuro rey.
-Hay muchos motivos para justificar los actos de un hombre y no todos ellos nos eximen de culpa. Llevaosla -ordené.

Culpa, eso era lo que me carcomía, nunca debí permitir que me siguiera y aun así lo hizo, el dolor se había instaurado en mi pecho y era difícil bajar el nudo de mi garganta si no era con dosis suficientes de liquido ambarino.
-Nos volvemos -ordené a todos ya que al parecer mi noche se había truncado.
Montamos sobre nuestros corceles y uno de los de la manada me la paso para que la llevara conmigo rumbo a palacio, hoy dormiría en las mazmorras.
-Se te juzgara en unos días -susurré mientras con mi diestra afianzaba las riendas y con mi zurda rodeaba su cintura para que no tratara de escapar.

La joven no supo de quién se trataba hasta que alguien lo llamó por su nombre: el príncipe Velkan. Esa revelación las dejó algo tocada…estaba maldito, notaba la oscuridad cerniéndose sobre él, y eso traería más desgracias al reino.

Todos sabían lo que había sucedido con la reina bruja, y como la la condesa serbia que tenía una relación con él, perecía en una batalla para acabar con el poder del aquelarre oscuro. Pero aunque lo hubieran finiquitado, el licántropo se había llevado algo de regalo: una maldición. No sabía cuál era ni qué le provocaría, sólo sabía que las hebras de la magia oscura pululaban por su futuro y eso la hizo estremecer.

¿Debería decir algo? Su padre siempre le dijo que al buen callado le llaman sabio, era mejor no dar toda la información, guardarla siempre sería un bien con el comerciar en caso de necesidad. El trayecto hasta el castillo real no fue largo, pero si entraba en esos calabozos cabía una posibilidad de que no saliera o saliera con una mano menos.

— vale, lo entiendo, robar está mal…pero es que mi padre necesita las medicinas y no nos alcanza con lo que podemos fabricar y vender. Por favor, haced una excepción.¡Nos lo debéis! Nuestro pueblo sufrió mucho y el rey no hizo nada!!

Lo cierto es que recriminarle al príncipe las decisiones políticas de su padre no era la opción más inteligente pero Sibel no había hablado nunca con nadie que tuviera cargo y dinero como él, estaba más acostumbrada a moverse entre gente sencilla y de baja clase. Si Velkan no hubiera estado jodido y de mal humor, quizás la hubiese perdonado, pero acabó siendo empujada por un pasillo que descendía a los sótanos del castillo. Allí había varias hileras de celdas y la metieron en una de ellas, tenía un ventanuco semicircular que al parecer daba al patio de armas. Eso ya era algo, porque había visto otras en las que se hacinaban varias personas o que no tenían ni un miserable agujero de ventilación. Sólo esperaba que Yanko diera con ella. Quizás pudieran urdir alguna forma de escapar de allí, aunque fácil no sería, pero su padre seguro que le daba ideas, él había escapado de alguna que otra situación comprometida.

Yanko regresó al campamento gitano donde dio la voz de alarma. Milosh reunió a un par de vecinos y todos sentados entorno a su vieja mesa se pusieron a discutir cómo sacar a Sibel de aquel entuerto. El castillo estaba protegido por lobos, eso era inexpugnable, tendrían que hacerlo de otra forma. ¿No tenían a Mariska trabajando en el servicio de cocinas? Quizás la joven pudiera echarles adormidera en las jarras a los guardias y ellos podrían luego liberarla…había muchas posibles opciones pero todas entrañaban peligros, mas de ningún modo iban a dejarla allí abandonada.

Acabó en las mazmorras, una noche allí no le iba a ir nada mal, así que mientras yo dormía la mona en mi cama lamentando mi perdida, ella lo hizo entre las frías piedras grises y acompañada de ratas.
El sol ya brillaba en lo alto cuando bajé acompañado del carcelero las escalinatas de piedra hasta quedar de frente a su jaula.
Mi sonrisa se afiló cuando sus dos esferas se hundieron en mi mirada, estaba enfadada, pero una parte de ella también asustada, cortar la mano a un ladrón era una practica habitual en Rumanía y en muchas otras partes del mundo así que cuando le pedí se acercara negó con la cabeza.
-Abre -pedí al compañero.

La puerta rechino al ser abierta, entré tranquilo acercándome a ella despacio.
-Puedes irte, no voy a tomar represalias contra ti, bastara una noche de reflexión aquí para que aprendas que el robo no es el modo para dar de comer a tu familia.
Sajé la misma bolsa que me robó aquella noche para ofrecérsela bajo su desconcierto.
-Cogela, es tuya -dije mientras ella buscaba la trampa en mi acto.
Finalmente tras unos segundos en los que deliberó los pros y los contra extendió su mano cogiendo la bolsa de piel.

Antes de aflojar el agarre elevé la mirada para encontrarme con sus pardos sorprendidos por mi acto.
-¿que viste? Se que viste algo ¿que fue? -pregunté ahora si dejándola hacerse con la bolsa.
La morena no parecía dispuesta a hablar de nada, así que reculó negando con la cabeza para después preguntarme si podía irse.
-Si, dejala ir -pedí al soldado para que la acompañara a la puerta de la fortaleza y la dejara ir.

Sigue el tema en la boda de Damon y Brianna:

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