El fuego se puede descontrolar - Libre

por **Frederick Ivanov** Sáb Sep 22, 2018 6:53 pm

La realidad es que los éxitos se los llevan los fuertes y el fracaso los débiles,
y eso es todo.
Oscar Wilde

El caballo comenzó a galopar con bastante velocidad, en sus ancas Ivanov aquel día andaba con suerte, se había ganado aquel caballo en las carreras a clandestinas en la aldea que estaba muy pronta a Paris, Ivanov era un amante de las apuestas y siempre apostaba a ganador, ese día no fue la excepción. Salió muy temprano de la prisión para recorrer sus alrededores, como buen dueño de una prisión conocía a todos sus presos, escucho de ellos mismos la locación de las carreras a caballo, minucioso le tomo días escuchar toda la historia, decían que los forasteros era siempre bienvenidos si llevaban un saco con francos y algunas piezas de oro, cosa que Frederick siempre andaba trayendo, cuando supo la locación y la forma de apostar fue hacia la aldea, no se vistió de manera elegante, ni mucho menos parecía un pordiosero. Un pantalón oscuro de tela desteñida una camisa y una chaqueta de cuero degastada, un sombrero “deportivo” para la época. Su carruaje lo esperaba a las afuera de la prisión, el chofer un ruso conocido de la familia. Cuando escucho a donde el joven quería ir, sabía perfectamente a lo que iba.

Se adentró al bosque con su nueva adquisición, un caballo color zaino, bajo la velocidad y acaricio la cresta del caballo que parecía bastante cómodo con el Lican sobre sus ancas. Al ingresar a la espesura del bosque decidió bajarse del corcel, y lo tomo de las riendas para dirigir su camino. Ivanov llevaba una semana distraído de sus labores, aun no encontraba alguien de confianza para poder sacar de su vista al director adjunto que lo tenía fastidiado por su manera tan poco ortodoxa de manejar los asuntos de la Prisión, en unos meses vendría el patriarca de su familia y no podía mostrarle una Prisión en las condiciones que actualmente se encontraba. Se detuvo en seco cuando llego al borde del riachuelo que cruzaba el bosque –Vamos por buena dirección – hablo naturalmente a su caballo, mientras dejaba que el caballo bebiera agua él se puso en cuclillas para mojarse la cabeza, miro su reflejo en el rio y levanto su cabeza para tomar nuevamente las riendas del caballo – Deberé tener más de uno, y si esos campesinos son tan ineptos seguirán perdiendo sus caballos ante mis apuestas – el joven tenía una fascinación por los caballos, encontraba que eran unos animales nobles y útiles para todo tipo de fines, emprendió de nuevo su camino orillando el rio debía encontrar un lugar despejado para poder cruzar sin problemas.

Avanzaron varios metros hasta que el caballo pareció inquietarse por sonidos del interior del bosque, aquello alerto aún más al licántropo, que ya había percibido que algo andaba mal en la espesura del bosque– Shhhh – rato de tranquilizar al caballo mientras de un impulso montaba al zaino, y sin pensarlo se dirigió en dirección al interior del bosque, llevado por la adrenalina que le hacía sentir los imprevistos, utilizando su visión compartida tranquilizo al caballo mientras avanzaban por el bosque escuchando gritos, y ruidos extraños… el caballo se detuvo en seco cuando ambos se toparon con una inmensa fogata que parecía querer arrasar con el bosque, los gritos se alejaban del lugar, desmonto al caballo y con su fuerza bruta comenzó a tirarle rocas al fuego para acabar con el fuego, ya que sabía que sería un desastre si se expandía. Volvió a mirar por el lugar pero no encontró nada que pudiera llenar de agua para traer con su caballo del rio y apagar las llamas, opto por tierra y brutalidad. Junto varios montículos de tierra y comenzó a tirarlos a las llamas, el calor bajaba lentamente y aquello le llevaría tiempo pero era efectivo, su caballo lo observaba de atrás de un tronco, temeroso pero fiel, aun cuando se conocían hacía poco, el joven se había conectado con el animal y eso no era más que fidelidad pura. Siguió con su trabajo mientras notaba que los gritos ya se habían alejado y comenzó a sentirse observado, aquello no fue impedimento para que continuara hasta terminar el desastre que alguien más había dejado.

por **Kezia Dabija** Dom Sep 30, 2018 9:41 pm

En la mañana había desayunado con mi padre y algunos otros amigos, luego me había encargado de lavar la ropa

La tarde pasaba cálida y dulce en el lindero del bosque que colindaba con el campamento. Los gitanos en cierta medida nos habíamos convertido en los señores de ese bosque, creando rutas de mercadeo o “contrabando” que definía mejor nuestras actividades. Yo, por otro lado, usaba los senderos para recoger hierbas y cortezas de árboles que convertía en las medicinas y polvos para pagar por la comida y lograr vivir una vida tranquila y sin complicaciones. Me despedí de mi padre y seguí el sendero de siempre, ese que se bifurcaba cubriendo buena cantidad del costado norte de París y llevaba a los caminos del Rey y otras rutas importantes, también a varios arbustos de bayas silvestres y otras hierbas. Con el cuchillo al cinto, la canasta en el brazo y las botas llenas de barro empecé el recorrido de algunas horas para conseguir lo que necesitaba.

El camino era relativamente callado, fuera de algunas aves y el susurro de mi falda al andar nada más interrumpía el murmullo de los árboles. Estar en la comunidad me gustaba pero necesitaba estos momentos de silencio lejos de la gente, lejos de las visiones y de mis sueños que cada vez se volvían más y más fuertes convirtiendo mis noches en una esfera de intranquilidad. Luego de un par de paradas acá y allá para recoger alguna hierba y otra, salvia salvaje y corteza de eucalipto, unas risas y murmullos me guiaron hasta un claro del bosque. Un grupo de jovencitos adinerados retozaba en un claro, los caballos atados, las jovencitas con los labios pintados de carmín y sus narices polveadas. Los vestidos con cintas y boleros y los cabellos relucientes; a veces, solo a veces quería ser como ellos, sin trabajo, sin preocupaciones, sin las manos ajadas por el trabajo. Agaché la mirada y suspiré, ese destino no se presentaría jamás a un romaní, ese destino simplemente no era el nuestro. Seguí mi camino por el borde del claro, retirándome de sus risas y canciones para adentrarme de nuevo en la soledad del bosque para recoger algunas bayas de verano y llevar a casa para hacer una mermelada.

Los minutos pasaron sin contarlos, mis ojos solo sentían que la luz del bosque cambiaba y se empezaba a hacer tarde así que luego de llenar tanto un atado a mi espalda como mi canasta tejida dí vuelta atrás por el mismo sendero que había seguido hasta los arbustos de bayas. Un olor me alertó, el claro olor a naturaleza quemándose. Levanté la mirada, por entre las copas de los árboles un hilillo de humo contrastaba con el claro cielo azul. Aceleré el paso hacia el claro que había visitado hacía unos minutos, esperando lo peor.

La cama de hojas secas se había encendido en minutos y una enorme llamarada se alzaba en el centro del claro, estaba lejos de cualquier río o riachuelo y sola era imposible tratar de apagar el fuego. -Malditos niños- dije en romaní, seguramente nos iban a culpar a nosotros como todas las cosas malas que pasaban en esta maldita ciudad, los culpables habían salido corriendo y habían dejado el desastre corriendo libre por el bosqueun ruido a mi siniestra hizo que mis ojos se desviaran de las llamas hacia una figura masculina bien vestida, el hombre se abalanzó hacia el fuego sin duda en su hacer y pronto se encontraba arrancando pedazos de tierra del suelo y lanzándolos al fuego sin mucho esfuerzo físico.

Los chiquillos habían corrido hacia sus caballos, habían montado a las doncellas y se habían ido como cobardes dejando el problema en manos de otros. No me sorprendía.

En un par de intentos las llamas parecieron separarse en varias pequeñas fogatas ahogadas por la tierra, avancé sin dudarlo, si el fuego era controlado no habría consecuencias, no habría soldados entrando al campamento a destruirlo todo como ya lo habían hecho y no habría impuestos adicionales. Me quité el chal, grueso y colorido, dejé la canasta sobre el césped y me apresuré a ahogar la fogata más cercana a mi.

por **Frederick Ivanov** Dom Oct 21, 2018 11:53 am

El licántropo no era una persona de muy buenas intenciones, o mejor dicho no siempre tenía intenciones buenas. Pero algo que respetaba más que nada era la naturaleza entendía que de ahí provenía todo los frutos y riquezas del mundo, un incendio en un bosque sería una verdadera catástrofe tanto para animales, como para la misma naturaleza, apresurado luego de separar la gran fogata en unas más pequeñas comenzó una a una ahogando el fuego con la tierra que sacaba con sus manos como si de un poco de arena fuera, su fuerza bruta le ayudaba, mientras apagaba una de las fogatas vio a la joven moverse con gracia, haciendo lo mismo con el pero con una prenda de vestir, asintió con la cabeza y continuo, no podía detenerse a saludar a la desconocida, ya que un movimiento en falso y hasta ellos podían quedar envueltos en llamas y eso sería sin lugar a dudas una gran fatalidad. Al cabo de algunos minutos, el calor se disipo, el chirrido del fuego quemando alguna madera seso y solo quedaba en el ambiente ese aroma a quemado, espeso, amargo, tocio varias veces y se comenzó alejar de aquel que parecía ser el mismo infierno, le hizo una seña a la joven para que se alejara de ahí igual que él.

Se alejó lo que pudo hasta que logro respirar mejor, aun sintiendo en sus fosas nasales el aroma a ahumado tocio nuevamente mientras de su saliva salía aquella mezcla cenizosa movió la cabeza, y cuando la joven que estaba en las mismas condiciones que el llego cerca de él se atrevió recién hablar - ¿Se encuentra bien? ¿Vio a los responsables de esta atrocidad? – pregunto, mientras se refregaba un poco los ojos ya que le picaban debido al humo. – Debemos ir al rio, beber un poco de agua y lavarnos la cara y manos… el hollín puede ser dañino – Si, así lo era, pero el licántropo poseía una capacidad de regenerarse y curarse solo, pero no podía andar divulgando aquello como si fuera algo natural.

El caballo se acercó hacia el Ivanov, haciéndole cariño con su cabeza en la cabeza del humano – Ya… si no ha pasado nada zaino- le dijo acariciando la mejilla del caballo mientras esperaba respuesta de la mujer, que cuando pudo observarla de mejor manera, se dio cuenta por sus ropajes y por su animada aura que se trataba de una gitana, curioso pensó el licántropo. El joven no era un prejuicioso y ella se había ganado su respeto cuando había ayudado ahogar las llamaradas, quizás ella lo hacía por otros motivos pero de igual forma sin su ayuda tal vez la historia habría sido diferente. - ¿No se ha hecho daño o quemado? – volvio a preguntar mientras se acercaba a ella para inspeccionarla visualmente, de vez en cuando era un hombre de buen vivir, educado y preocupado por los demás, el otro tiempo era todo lo contrario un maldito ególatra poco empático para con los demás.

El licántropo sabía que el humo había llegado al claro y este sería visto por cualquiera que le pusiera un poco de atención y alarmaría a personas tal vez no deseada – Creo que mejor nos alejamos, luego llegaran a revisar el sector y si nos ven por aquí nos pueden culpar de algo que asumo ni tu ni yo comenzamos - Cierto era que aun cuando nadie tuviera pruebas en contra de ambos, ellos habían estado implicado en el fuego, sabía bien que él podía salvarse e inventar cualquier cosa, su clase, su trabajo y su estatus podía ocuparlo para aquello, pero para la jovencita podía ser todo muy diferente, podían hasta tratarla de hereje, hechicera y todo aquello que dicen para juzgar a los demás que son pequeñamente diferente al común de un humano ordinario.

por **Kezia Dabija** Miér Oct 24, 2018 9:38 am

Por fin el fuego cedió dejando solo humo y más humo a su alrededor, tenía un poco de dificultad para respirar pues mi garganta ardía como si me hubiera tragado el fuego que había apagado, mis manos también ardían del calor aunque no tenía ninguna quemadura visible, tendría que tratarlas de igual manera. Una vez el trabajo estuvo completo, y junto al hombre, nos alejamos hacia el borde del claro, donde los árboles los protegían y el humo no se extendía. Tosí cubriéndome los labios con la mano -Fueron unos chicos, bien vestidos, a caballo- fue todo lo que me animé a decir, fuera del incendio, los gitanos no nos metíamos en los líos de la gente de la ciudad. Mi raza había aprendido bien que no eramos bien recibidos por la religión o la ley. -Pero yo no me meto en líos de gorgers- afirmé rápidamente, lo último que deseaba era ser llamada testificar en una corte gorger. Tosí de nuevo y me limpió un poco el rostro con el dorso de la mano, mis ojos lloraban un poco. En esos momentos me sentía muy vulnerable y eso no me gustaba, había sido criada independiente, fuerte e indomable y no era fácil para mí aceptar que no era invencible.

El hombre sugería que se fueran a lavar y a beber agua, era una buena idea. Miré al rededor -Mi canasta- dije para mí buscando todo lo que había recogido ese día, pensé en ponerme el chal sobre los hombros pero al verlo con más detalle noté que estaba manchado de hollín. Lo enrollé en mis manos, era una triste pérdida no sabía cuanto iba a poder recuperar o si lo iba a poder volver a usar, en el mejor de los casos podría hacer una colcha de retazos con él.

Me distraje cuando un caballo se acercó con el sigilo de un tonel de clavos, irrumpiendo a través de unos arbustos, el hombre lo trató como si de una persona se tratara, era sorprendente que un animal así hubiera venido a buscarlo, seguramente significaba que él había sido bueno con su “mascota” y eso me daba un poco de esperanza por él, en ese momento lo vi con otros ojos, era apuesto aún cubierto de hollín, pero también se veía adinerado por lo blanco de su camisa donde no estaba manchada de hollín y la calidad del cuero de sus botas. Me preguntó si estaba herida, escondí las manos llenas de hollín, tierra y algunos cortes dentro del chal -Estoy bien- le sonreí suavemente, era hora de irnos, antes de que más gente o peor aún, guardias dieran con nosotros -El riachuelo es hacia allá- le dije como respuesta adelantándome con la canasta en las manos.

Este hombre era rico y gorger, no me daba mucha confianza a excepción de que su caballo lo quisiera tantp. Para los gitanos relacionarse con gorgers fuera del trabajo era casi impensable, luego de la caza de brujas y los juicios donde siempre teníamos las de perder era difícil confiar en ellos. Me mantuve callada por el camino, recorriendo un sendero de animales de camino al riachuelo, con el cuidado de escoger un camino por el cual el caballo se sintiera cómodo -¡Qué… lo trae al bosque?- pregunté tratando de hacer conversación, él estaba siendo amable conmigo, no había ninguna razón para no serlo con él.

por Contenido patrocinado

El fuego se puede descontrolar - Libre

El fuego se puede descontrolar - Libre

Re: El fuego se puede descontrolar - Libre

Re: El fuego se puede descontrolar - Libre

Re: El fuego se puede descontrolar - Libre

Re: El fuego se puede descontrolar - Libre