Regreso a Venecia - Privado

por **Giulia Di Moncalieri** Mar Sep 25, 2018 8:03 pm

Había decidido hacer el viaje, a pesar de que no se había podido comunicar con el inquisidor. Pero en el fondo de su corazón, necesitaba volver a su hogar, intentar ponerse en contacto con sus hermanos, decirles que estaba bien, y que si era posible pronto viajaría a París. Les extrañaba horrores y se sentía muy sola. Se aferraba a su hija, como un naufrago a un madero en mitad del océano, pero, era consciente de que no podía seguir así.

El viaje, lo había hecho en una diligencia, y aunque le había parecido lento y agotador, solo fueron tres días. Cuando llegó a Venecia, se sitió renacer, estar allí, caminar por sus calles estrechas, y tomar una góndola, la emocionaron hasta las lagrimas. Se aferró a su hija, quien con sus manitas, tocó su rostro bañado en lagrimas, y pareció decirle que no estaría jamas sola, pues ella siempre la amaría. Besó aquella mano pequeña y sonrió complacida con el gesto de su niña. acomodándola sobre su pecho y arropando su cuerpito con la manta que su vecina le regalara antes de partir.

Sus ropas, su rostro n tanto demacrado, nada tenían de parecido, con l mujer que alguna vez fuer dueña de uno de los palacetes de la ciudad. Pero allí se encontraba, su villa, una hermosa y pequeña isla, que en su centro se alzaba una mansión, una de las pocas que poseía jardín y hasta un pequeño cementerio, al lado de una diminuta capilla. Recordar aquel lugar, en el que viviera por tan corto tiempo, pero que amara con la misma intensidad con la que había amado a su difunto esposo, la hicieron imaginarse cada recodo de aquel lugar.

Una sombra de tristeza se posó en su rostro, recordando a todos los amigos y afectos que había perdido, su amado Hayden, su amigo Hero, su hermano Girolamo, y tantos otros afectos de los que solo le restaba mantenerlos vivos en su corazón. Su mirada fue iluminándose, cuando al recodo del canal, la silueta de su hogar se hizo presente, su corazón se apresuró, y la sonrisa no se hizo esperar en su rostro. Iba a despertar a su niña, pero, prefirió dejarla dormida, pues quería llegar lo antes posible y comprobar como estaba el lugar, de no ser habitable, debería refugiarse en una pensión o en la misma inquisición.

Cuando por fin pudo bajar en el embarcadero de la isla, la tarde comenzaba a decaer. Un grito de alegría se escuchó a sus espaldas, Marianella, la hija del mayordomo, llegó hasta donde estaba, temblaba como una hoja, y sus ojos, abiertos como plato, mostraban el asombro. - Mi señora, por Dios, esta viva - dijo sollozando, - no puede ser, cuanto sufrimos, al creerla muerta -. Giulia se sintió apenada, aunque ella no tenía la culpa, lo mismo se sintió en falta, ya que habían pasado mas de tres meses en compañía del inquisidor y no había dado señales de vida. - Lo lamento, es que no he podido volver antes, ni comunicarme con nadie - se excusó. La joven movió sus manos negando, secándose las lagrimas con su delantal, - nada, nada, no importa, ahora usted está aquí y eso es lo importante - contestó, mientras tiraba de su brazo para llevarla hasta el jardín que daba a las galerías vidriadas de la mansión.

Fue recién cuando se encontraban frente a la cristalera, que la joven reparó en el pequeño mantillón. Sus ojos volvieron a abrirse como platos, - es... es... el bebé que esperaba cuando abandonó la mansión - dijo nuevamente entre sollozos, - si, es Eleonore, mi hija y del señor Hayden - quiso dejar claro, pues sabía que podrían surgir suspicacias, no con sus empleados, pero si en la ciudad.