AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tejiendo para ti // Privado - Derrick
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Tejiendo para ti // Privado - Derrick
Aunque sólo tenía veintidós años, un gran peso recaía sobre los hombros de Iona de la Rouge. Ella, la última de su familia, de su especie. Cualquiera diría que eso era exagerar que había muchas mujeres en el mundo, muchas brujas incluso si a eso se refería al catalogarse como diferente. Pero la cosa iba mucho más allá, pues ella era descendiente de los primeros caníbales. Pero la cosa no quedaba ahí, porque de alimentarse a base de humanos, habían evolucionado en diversos sentidos. Tenían más fuerza, eran más rápidos y también vivían más años. Era equiparable casi a ser un esclavo de sangre, aunque la alimentación era, claramente, distinta. Y lo suyo se transmitía en los genes, mas no cualquier hijo que tuviera un de la Rouge tendría esas características, era difícil conseguirlas, por eso muchas veces se habían emparentado dentro de la misma familia, para asegurar una descendencia pura y perfecta. Pero Iona no tenía esa posibilidad. Una plaga se había llevado a los últimos de los suyos y solamente ella permanecía con vida.
Y allí estaba la joven, sosteniendo el último intento de traer al mundo a otro caníbal. Pero había sido un niño humano, normal. No quería ni verlo, se le revolvían las tripas de pensar que, una vez más, había fracasado. Lo dejó sobre la cama, cogió una almohada y la apoyó sobre el recién nacido mientras por sus muslos aún escurría sangre, resultado del parto. Apretó hasta que el llanto enmudeció y sin molestarse siquiera en apartar el cojín, fue directa a por el marido que estaba buscando agua en la cocina. Descendió los escalones, dejando manchas de ponzoña por allí donde pasaba. Se detuvo bajo el umbral de la puerta y desplegó sus poderes. El cuerpo de la mujer empezó a deformarse y del torso crecieron apéndices. La dama se convirtió en araña y así inició el ritual de la Viuda Negra. El sigiloso arácnido alzó las dos primeras patas y las mandíbulas, dejándose caer sobre el cuerpo del varón para engullir su cabeza. Lo decapitó de un bocado y después se dio un festín con el resto.
Sobre el charco de vísceras y sangre la bruja volvió a su forma original. Se aseó bastamente con una palangana y dejó atrás la escena del crimen para ir a buscar a su hija. La única que había merecido sobrevivir y que, por desgracia, había nacido con la cara deformada y sin un brazo.
Tras consultar con una vidente, ésta le dijo que para que su descendencia diera los frutos que ella anhelaba, debía buscar la sangre concreta de un linaje. Por suerte para Iona, su familia tenía renombre y dinero, así que podía permitirse el lujo de ocultar su pasado con cuantiosos pagos y venderse como una mujer de alta cuna con un futuro maravilloso. Era la pobre única heredera, una mujer hermosa e inteligente que hacía las delicias de los hombres.
Le costó encontrar al candidato ideal, o al menos a uno de ellos. Las opciones eran dos: Irse a España o al norte. A la araña no le gustaba mucho el frío, así que se decantó por dirigirse al sur al encuentro del que esperaba fuera su futuro marido, el definitivo. Aquel que le permitiera traer al mundo hijos como ella.
Había arreglado un encuentro con el joven Derrick Cannif-Blackmore, el segundo hijo de los reyes. No había sido fácil conseguir audiencia por culpa de los protocolos. Pero cuando un de la Rouge se proponía algo, rara vez se le escapaba de las manos.
El carruaje se detuvo frente al palacete, ese edificio dedicado a las reuniones y festejos oficiales. La dama portaba un vestido negro, era su color predilecto y aunque no solía ser muy bien recibido porque parecía anunciar el luto, por el motivo que fuera pocos eran los que osaban comentarle nada al respecto. Tal vez fuera por su penetrante mirada o porque a ella ese color le sentaba como un guante.
Recogió el bajo del vestido con una mano y se encaminó hacia las escaleras donde un mayordomo aguardaba para guiarla por el interior hasta el encuentro con su anfitrión, donde esperaba fueran dejados a solas.
Y allí estaba la joven, sosteniendo el último intento de traer al mundo a otro caníbal. Pero había sido un niño humano, normal. No quería ni verlo, se le revolvían las tripas de pensar que, una vez más, había fracasado. Lo dejó sobre la cama, cogió una almohada y la apoyó sobre el recién nacido mientras por sus muslos aún escurría sangre, resultado del parto. Apretó hasta que el llanto enmudeció y sin molestarse siquiera en apartar el cojín, fue directa a por el marido que estaba buscando agua en la cocina. Descendió los escalones, dejando manchas de ponzoña por allí donde pasaba. Se detuvo bajo el umbral de la puerta y desplegó sus poderes. El cuerpo de la mujer empezó a deformarse y del torso crecieron apéndices. La dama se convirtió en araña y así inició el ritual de la Viuda Negra. El sigiloso arácnido alzó las dos primeras patas y las mandíbulas, dejándose caer sobre el cuerpo del varón para engullir su cabeza. Lo decapitó de un bocado y después se dio un festín con el resto.
Sobre el charco de vísceras y sangre la bruja volvió a su forma original. Se aseó bastamente con una palangana y dejó atrás la escena del crimen para ir a buscar a su hija. La única que había merecido sobrevivir y que, por desgracia, había nacido con la cara deformada y sin un brazo.
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Tras consultar con una vidente, ésta le dijo que para que su descendencia diera los frutos que ella anhelaba, debía buscar la sangre concreta de un linaje. Por suerte para Iona, su familia tenía renombre y dinero, así que podía permitirse el lujo de ocultar su pasado con cuantiosos pagos y venderse como una mujer de alta cuna con un futuro maravilloso. Era la pobre única heredera, una mujer hermosa e inteligente que hacía las delicias de los hombres.
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Le costó encontrar al candidato ideal, o al menos a uno de ellos. Las opciones eran dos: Irse a España o al norte. A la araña no le gustaba mucho el frío, así que se decantó por dirigirse al sur al encuentro del que esperaba fuera su futuro marido, el definitivo. Aquel que le permitiera traer al mundo hijos como ella.
Había arreglado un encuentro con el joven Derrick Cannif-Blackmore, el segundo hijo de los reyes. No había sido fácil conseguir audiencia por culpa de los protocolos. Pero cuando un de la Rouge se proponía algo, rara vez se le escapaba de las manos.
El carruaje se detuvo frente al palacete, ese edificio dedicado a las reuniones y festejos oficiales. La dama portaba un vestido negro, era su color predilecto y aunque no solía ser muy bien recibido porque parecía anunciar el luto, por el motivo que fuera pocos eran los que osaban comentarle nada al respecto. Tal vez fuera por su penetrante mirada o porque a ella ese color le sentaba como un guante.
Recogió el bajo del vestido con una mano y se encaminó hacia las escaleras donde un mayordomo aguardaba para guiarla por el interior hasta el encuentro con su anfitrión, donde esperaba fueran dejados a solas.
Iona de la Rouge- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 09/10/2018
Re: Tejiendo para ti // Privado - Derrick
España necesitaba acuerdos, mi hermano comprometido con una dama de alta clase y acostándose con su fulana había cumplido su papel para con la corona y ahora llegaba mi turno, mi padre había mandado una misiva a Lobbo para unirme en matrimonio a Grettel, pero al parecer había algún problema que implicaba que las respuestas fueran esquivas y no claras así que madre tomó la batuta y escogió a una dama con gran renombre de la que no se sabía demasiado mas allá de lo llenas que estaban sus arcas.
Según madre había tenido mala suerte en el amor quedando viuda con una hija deforme, motivo por lo que pocos hombres la aceptarían pero madre aseguró que me gustaría, que había mantenido con ella conversaciones y que parecía una buena chica bastante sensata.
No estaba especialmente ilusionado con la idea, pero me debía a mi patria y a la voluntad de mis progenitores y aunque padre seguía insistiendo que necesitaba a una mujer salvaje a mi lado porque yo había salido a mi madre y no tenia nada de bárbaro, madre acaba consiguiendo lo que quería abriendo sus piernas y dejando entrar al vikingo en ellas.
Pasaron meses hasta que se acordó la primer encuentro, aquel día el palacio estaba engalardonado para la ocasión, aquella misma noche darían un baile en honor a nuestro futuro enlace.
Los fuegos artificiales retumbaron en el cielo anunciando la llegada de la preciosa dama que vestida de riguroso negro se apeo del carro contemplando lo que sería su nuevo hogar de ir bien esta presentación formal.
Seguida de un séquito de doncellas risueñas ascendió las escaleras cogida del brazo de mi madre, ambas hablaban como viejas amigas, yo miraba por la ventana nerviosos mientras mi padre bufaba en el trono y mi hermano con su bella prometida susurraba palabras al oído entre risas vanas.
Las compuertas se abrieron anunciando a Lady de la Rouge que hizo una ligera reverencia al encontrarse conmigo de frente. Amplié la sonrisa con galantería tomando su mano para besar el dorso ocn suavidad.
-Los rumores no os hacen gala, sois infinitamente mas bella de lo que madre me había contado, encantado, Sr Cannif, mas podéis tutearme y llamarme solo Derrick
Según madre había tenido mala suerte en el amor quedando viuda con una hija deforme, motivo por lo que pocos hombres la aceptarían pero madre aseguró que me gustaría, que había mantenido con ella conversaciones y que parecía una buena chica bastante sensata.
No estaba especialmente ilusionado con la idea, pero me debía a mi patria y a la voluntad de mis progenitores y aunque padre seguía insistiendo que necesitaba a una mujer salvaje a mi lado porque yo había salido a mi madre y no tenia nada de bárbaro, madre acaba consiguiendo lo que quería abriendo sus piernas y dejando entrar al vikingo en ellas.
Pasaron meses hasta que se acordó la primer encuentro, aquel día el palacio estaba engalardonado para la ocasión, aquella misma noche darían un baile en honor a nuestro futuro enlace.
Los fuegos artificiales retumbaron en el cielo anunciando la llegada de la preciosa dama que vestida de riguroso negro se apeo del carro contemplando lo que sería su nuevo hogar de ir bien esta presentación formal.
Seguida de un séquito de doncellas risueñas ascendió las escaleras cogida del brazo de mi madre, ambas hablaban como viejas amigas, yo miraba por la ventana nerviosos mientras mi padre bufaba en el trono y mi hermano con su bella prometida susurraba palabras al oído entre risas vanas.
Las compuertas se abrieron anunciando a Lady de la Rouge que hizo una ligera reverencia al encontrarse conmigo de frente. Amplié la sonrisa con galantería tomando su mano para besar el dorso ocn suavidad.
-Los rumores no os hacen gala, sois infinitamente mas bella de lo que madre me había contado, encantado, Sr Cannif, mas podéis tutearme y llamarme solo Derrick
Derrick Cannif Blackmore- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: Tejiendo para ti // Privado - Derrick
La araña era astuta y sabía tejer bien la red para atrapar a la presa, por eso se había ganado primero la confianza de su madre, la reina, porque por lo que le habían indicado sus fuentes ella era quien realmente llevaba los pantalones en la casa real española. Además, por lo visto, el joven Derrick estaba más apegado a ella que a su padre, conocido por ser un bárbaro, así que si Enola de Trenor daba el visto bueno al enlace, seguro que ésta se llevaba a término. La viuda no podía permitirse otro error, ya habían sido muchos los intentos y empezaba a hacerse mayor. Cualquiera se reiría de escuchar aquello porque únicamente tenía veintidós años, pero Iona quería tener hijos, muchos, y volver a poblar el mundo con descendencia que purificara su raza. Debía ponerse ya manos a la obra si deseaba tener éxito en dicha tarea.
El reencuentro con la mujer que ostentaba la corona fue como había esperado y ambas se tomaron del brazo, charlando amenamente entre risas, mientras subían las escaleras hacia el palacete donde las aguardaba el segundo heredero al trono, aquel que no ocuparía tal lugar a no ser que su hermano, el faldero, renunciara o falleciera. Eso a la joven de la Rouge no le importaba, no era un título lo que buscaba, sino la genética que corría por aquellas venas.
Se soltó del brazo de mujer, ofreciendo la mano al muchacho y sonrió cuando éste le besó el dorso, justo por encima de los nudillos, como dictaba el protocolo. La reverencia de ella vino antes de tal gesto, leve, pero elegante y perfectamente ejecutada. -Sois muy amable, señor Cannif.- Él le había ofrecido la posibilidad de tutearle, pero era pronto y había más gente allí delante. Se guardaría tal honor para cuando estuvieran a solas y lo considerase oportuno. -Vos también sois un hombre mucho más atractivo y galante de lo que me habían dicho.- Miró con una sonrisa cómplice a la reina. -Y os aseguro que su majestad fue muy generosa con los halagos hacia su querido hijo.- Dejó escapar un breve suspiro, aunque enseguida se recompuso, regresando la atención a lo que concernía en aquel momento. -¿Os parece bien si damos un paseo antes de la cena? He llegado algo mareada del viaje...- Se dio aire con la mano libre, exagerando la sensación que la sobrevenía.
Por suerte, el caballero accedió a la casta petición de la joven. -Ruego disculpen mi osadía al no terminar de saludar a los presentes.- Hizo una nueva reverencia, más exagerada y acorde a su actuación. Él y la dama descendieron nuevamente los peldaños, dejando atrás al séquito innecesario de doncellas y a al resto de la familia real que quedaron conversando y observándoles marchar. Había podido ver al príncipe heredero con una muchacha que supuso debía ser su prometida por el descaro con el que intimaban frente a los ojos de sus padres. El rey no parecía muy contento, Iona no sabía si por su llegada o si, tal vez, tuviera que ver con otros asuntos más serios y que tuvieran que ver con el peso de la corona que cargaba sobre su cabeza.
Mientras paseaban en silencio por los jardines, uno junto al otro pero sin llegar a tocarse, la joven observó al que esperaba fuera el futuro padre de sus hijos. -Me gustaría saber qué opináis sobre nuestro futuro enlace.- Necesitaba conocer cuánta persuasión debería utilizar para hacerle ceder, para convencerlo de que ella sería la esposa perfecta para él.
El reencuentro con la mujer que ostentaba la corona fue como había esperado y ambas se tomaron del brazo, charlando amenamente entre risas, mientras subían las escaleras hacia el palacete donde las aguardaba el segundo heredero al trono, aquel que no ocuparía tal lugar a no ser que su hermano, el faldero, renunciara o falleciera. Eso a la joven de la Rouge no le importaba, no era un título lo que buscaba, sino la genética que corría por aquellas venas.
Se soltó del brazo de mujer, ofreciendo la mano al muchacho y sonrió cuando éste le besó el dorso, justo por encima de los nudillos, como dictaba el protocolo. La reverencia de ella vino antes de tal gesto, leve, pero elegante y perfectamente ejecutada. -Sois muy amable, señor Cannif.- Él le había ofrecido la posibilidad de tutearle, pero era pronto y había más gente allí delante. Se guardaría tal honor para cuando estuvieran a solas y lo considerase oportuno. -Vos también sois un hombre mucho más atractivo y galante de lo que me habían dicho.- Miró con una sonrisa cómplice a la reina. -Y os aseguro que su majestad fue muy generosa con los halagos hacia su querido hijo.- Dejó escapar un breve suspiro, aunque enseguida se recompuso, regresando la atención a lo que concernía en aquel momento. -¿Os parece bien si damos un paseo antes de la cena? He llegado algo mareada del viaje...- Se dio aire con la mano libre, exagerando la sensación que la sobrevenía.
Por suerte, el caballero accedió a la casta petición de la joven. -Ruego disculpen mi osadía al no terminar de saludar a los presentes.- Hizo una nueva reverencia, más exagerada y acorde a su actuación. Él y la dama descendieron nuevamente los peldaños, dejando atrás al séquito innecesario de doncellas y a al resto de la familia real que quedaron conversando y observándoles marchar. Había podido ver al príncipe heredero con una muchacha que supuso debía ser su prometida por el descaro con el que intimaban frente a los ojos de sus padres. El rey no parecía muy contento, Iona no sabía si por su llegada o si, tal vez, tuviera que ver con otros asuntos más serios y que tuvieran que ver con el peso de la corona que cargaba sobre su cabeza.
Mientras paseaban en silencio por los jardines, uno junto al otro pero sin llegar a tocarse, la joven observó al que esperaba fuera el futuro padre de sus hijos. -Me gustaría saber qué opináis sobre nuestro futuro enlace.- Necesitaba conocer cuánta persuasión debería utilizar para hacerle ceder, para convencerlo de que ella sería la esposa perfecta para él.
Iona de la Rouge- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 09/10/2018
Re: Tejiendo para ti // Privado - Derrick
La joven de ojos claros parecía predispuesta a otorgarme su mano, entendía que abrumada necesitara tomar aire y cuanto antes, apresé su mano con fuerza, mi zurda acarició su cintura mientras la guiaba con suavidad hacia los jardines del Palacio Real.
No tardamos en pasear entre rosas rojas y claveles, el Jazmín oía mecido por la brisa y sin duda la señorita pronto empezó a recuperar el color que habían perdido sus mejillas.
-¿Os encontráis mejor? -pregunté con galantería.
La chica asintió dejando caer su mano con suavidad sobre mi antebrazo, la señorita estaba impaciente pro saber que esperaba, había escuchado rumores acerca de esa hija deforma y deduzco era algo que le preocupaba.
-Espero que nuestro matrimonio sea oportuno para mi reino, pero no os mentiré, soy un hombre y ahora puedo confesar que rezaba por que fuerais agraciada, admito mis expectativas han sido superadas con creces. Hemos de conocernos, saber si nuestros caracteres encajan, si podéis ser feliz a mi lado y a su vez hacerme feliz a mi.
Hice un silencio señalandole un banco que había bajo un arco hecho con una planta de flor pequeña en tonos morados.
-Si lo que os preocupa es lo de vuestra hija, no me asusta, ni preocupa, buscaremos médicos que la traten, le daremos una buena vida, y tendremos nuestra propia descendencia pues como sabéis y aunque en inicio es mi hermano el que heredará el trono, si algo le sucediera, que por Los dioses espero no pase, yo tomaría la corona y necesito descendencia ¿pensáis tener mas hijos?
Eso era importante pues quizás el trauma de haber tenido una niña deforma la había dejado sin ganas de engendrar o quizás algún problema en ese parto la había dejado estéril.
Era un tema complicado a tratar, mas cuanto antes dijéramos lo que pensábamos y atajáramos nuestras preocupaciones antes podríamos tomar la decisión que esperaban mis padres.
No tardamos en pasear entre rosas rojas y claveles, el Jazmín oía mecido por la brisa y sin duda la señorita pronto empezó a recuperar el color que habían perdido sus mejillas.
-¿Os encontráis mejor? -pregunté con galantería.
La chica asintió dejando caer su mano con suavidad sobre mi antebrazo, la señorita estaba impaciente pro saber que esperaba, había escuchado rumores acerca de esa hija deforma y deduzco era algo que le preocupaba.
-Espero que nuestro matrimonio sea oportuno para mi reino, pero no os mentiré, soy un hombre y ahora puedo confesar que rezaba por que fuerais agraciada, admito mis expectativas han sido superadas con creces. Hemos de conocernos, saber si nuestros caracteres encajan, si podéis ser feliz a mi lado y a su vez hacerme feliz a mi.
Hice un silencio señalandole un banco que había bajo un arco hecho con una planta de flor pequeña en tonos morados.
-Si lo que os preocupa es lo de vuestra hija, no me asusta, ni preocupa, buscaremos médicos que la traten, le daremos una buena vida, y tendremos nuestra propia descendencia pues como sabéis y aunque en inicio es mi hermano el que heredará el trono, si algo le sucediera, que por Los dioses espero no pase, yo tomaría la corona y necesito descendencia ¿pensáis tener mas hijos?
Eso era importante pues quizás el trauma de haber tenido una niña deforma la había dejado sin ganas de engendrar o quizás algún problema en ese parto la había dejado estéril.
Era un tema complicado a tratar, mas cuanto antes dijéramos lo que pensábamos y atajáramos nuestras preocupaciones antes podríamos tomar la decisión que esperaban mis padres.
Derrick Cannif Blackmore- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 28/05/2018
Re: Tejiendo para ti // Privado - Derrick
El joven se veía cortés, educado y, lo más importante de todo, sano. Sin embargo las apariencias podían engañar y nadie mejor para saberlo que ella, la viuda negra. Estudió al muchacho con atención, el tono de su piel, el ritmo de su corazón, la temperatura que su cuerpo desprendía cuando la tomaba de la mano para guiarla, la dilatación de sus pupilas y la constancia y fuerza de su respiración. Físicamente se veía saludable y eso era una noticia excelente. Sin embargo, al estar concentrada en eso descuidó por unos instantes la conversación y eso hizo que el castaño pensara que ella andaba preocupada por algún motivo. Sabía que el estado de su hija se había hecho saber por una mujer poco discreta que antaño estuviera en su servicio y que ahora ya no existía, pues la propia Iona se la había comido. Pero no era algo que le preocupara, ya que en aquella época tener hijos con ciertas deformaciones no era de extrañar, mas lo que sí era poco habitual era que no los sacrificaran como si fueran mero ganado tarado. Pero ella no se podía permitir ese lujo, pues era la única descendiente que había salido con los genes adecuados, aunque estuvieran mal dispuestos en la cadena del ADN.
De todos modos, aprovechó el momento y la situación para descubrir más cosas sobre el caballero. Una sonrisa se dibujó en los labios de la mujer cuando escuchó la pregunta. Esa cuestión era sumamente interesante y el principal motivo por el que ella se encontraba allí. -Dios no quiera que nada malo le ocurra a vuestro hermano.- Confirmó ella, pues heredar la corona no era de su interés, ya que ello podría atraer más atenciones de las necesarias sobre su futura descendencia y la existencia de su raza. Posó una mano en el antebrazo ajeno, recorriéndolo suavemente con una leve caricia sin dejar de mirarle a los ojos. -Yo deseo tener más hijos. Los niños me encantan y desde niña siempre quise ser una excelente madre.- Asintió con una sonrisa aún más amplia, una un tanto fingida pues estaba cargada de amabilidad y ternura. Si bien era una buena madre para su pequeña, no podía tildarse de ser una mujer tradicional en lo que hacía referencia a la crianza. Al menos por ahora, pues estaba más preocupada por conseguir mejor descendencia que en educar a su hija, pero tenía quien lo hiciera por ella. Pero cariño no le faltaba, pues ella quería a la chiquilla aunque estuviera tullida. -De hecho y sin pretender asustaros, desearía tener varios hijos todavía.- No especificó el número, porque tampoco tenía uno fijo, pero cuanto más pudieran procrear, mejor para ella.
Se sentaron en aquel banco bajo el arco de flores hacia el que habían dirigido sus pasos y ella acomodó la falda para que no se arrugara al tomar asiento con cuidado. De nuevo buscó la mirada del príncipe. -¿Qué consideráis que podría haceros feliz?- Ya que él esperaba que se hicieran dichosos mutuamente, debía indagar en esa dirección y modificar su propio comportamiento para encajar con las expectativas de aquel hombre. Era su última oportunidad para traer al mundo hijos sanos, fuertes y caníbales. Haría lo que fuera por convencerle de que ella era la candidata perfecta, la mujer que necesitaba a su lado, tanto para su reino como para sí mismo.
De todos modos, aprovechó el momento y la situación para descubrir más cosas sobre el caballero. Una sonrisa se dibujó en los labios de la mujer cuando escuchó la pregunta. Esa cuestión era sumamente interesante y el principal motivo por el que ella se encontraba allí. -Dios no quiera que nada malo le ocurra a vuestro hermano.- Confirmó ella, pues heredar la corona no era de su interés, ya que ello podría atraer más atenciones de las necesarias sobre su futura descendencia y la existencia de su raza. Posó una mano en el antebrazo ajeno, recorriéndolo suavemente con una leve caricia sin dejar de mirarle a los ojos. -Yo deseo tener más hijos. Los niños me encantan y desde niña siempre quise ser una excelente madre.- Asintió con una sonrisa aún más amplia, una un tanto fingida pues estaba cargada de amabilidad y ternura. Si bien era una buena madre para su pequeña, no podía tildarse de ser una mujer tradicional en lo que hacía referencia a la crianza. Al menos por ahora, pues estaba más preocupada por conseguir mejor descendencia que en educar a su hija, pero tenía quien lo hiciera por ella. Pero cariño no le faltaba, pues ella quería a la chiquilla aunque estuviera tullida. -De hecho y sin pretender asustaros, desearía tener varios hijos todavía.- No especificó el número, porque tampoco tenía uno fijo, pero cuanto más pudieran procrear, mejor para ella.
Se sentaron en aquel banco bajo el arco de flores hacia el que habían dirigido sus pasos y ella acomodó la falda para que no se arrugara al tomar asiento con cuidado. De nuevo buscó la mirada del príncipe. -¿Qué consideráis que podría haceros feliz?- Ya que él esperaba que se hicieran dichosos mutuamente, debía indagar en esa dirección y modificar su propio comportamiento para encajar con las expectativas de aquel hombre. Era su última oportunidad para traer al mundo hijos sanos, fuertes y caníbales. Haría lo que fuera por convencerle de que ella era la candidata perfecta, la mujer que necesitaba a su lado, tanto para su reino como para sí mismo.
Iona de la Rouge- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2018
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