AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
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Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
"Para ver un mundo en un grano de arena y un cielo en la pequeña flora,
sostén el infinito con la mano abierta y detén la eternidad en una hora.
Busca a las dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra,
y ésta a su vez engendra a la primera.
La caja del Udyat, fragmento."
ESTE TEMA VIENE DE AQUÍ
sostén el infinito con la mano abierta y detén la eternidad en una hora.
Busca a las dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra,
y ésta a su vez engendra a la primera.
La caja del Udyat, fragmento."
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Cuando los dioses se empeñan en algo, no hay voluntad humana que se oponga, plazo que no se cumpla, ni barreras que lo contengan. Y el Udyat está deseando ser liberado para volver con aquél al que pertenece. Los siglos han transcurrido y su poder está completo. Al tiempo que despierta las mentes humanas, hay maquinarias de las que no hay formas de esconderse. Los dioses son caprichosos en sus maneras y determinaciones, moviendo todo lo que está a su alcance para crear las condiciones propicias para sus venideras llegadas al mundo después de siglos sin pisar la tierra. Algunos más bondadosos que otros, permiten que sus elegidos se reúnan. Otros, más determinados, buscan la manera de reobtener lo que les pertenece y mandan a sus hijos incitándolos a la guerra. La maldición egipcia atacará París, llegará a imponerse en la ciudad creando grandes catástrofes y mientras haya un solo cuervo para enviar su mensaje, Odín intervendrá para regresar a Mimir lo que es suyo y que Loki se llevase tan lejos, deseando venganza, que eligió un lugar caliente para que los dioses nórdicos no se atrevan a pisar estas tierras. Con lo que no cuenta el Dios del Engaño, es que el Dios Tuerto no necesita caminar para hacer su voluntad, para eso tiene a quien mandar. Y como tal, el guerrero está en movimiento.
En contrapartida, justo cuando el Udyat apareció ante los ojos de una humana causando su curiosidad, un enemigo extiende la mano para crear una tormenta de arena y así dificultar la visión de los dioses que protegen la tierra. A lo lejos de las ciudades europeas, pasando el mar Mediterráneo, los ojos se mueven hacia las profundidades de una vieja pirámide erigida para la gloria del Faraón Kefrén. Es en ese lugar, en la inmensa oscuridad de las cámaras todavía sin explorar, un mar de reptiles sinuosos se despiertan lentamente. Uno a uno, van recuperando la movilidad, se despegan del suelo rompiendo los capullos que los contuvieron en hibernación durante siglos. Llamados por el amo a quien sirven sin barreras, sus cuerpos se arrastran hasta un sarcófago semiabierto donde se introducen, buscando las telas de la mortaja, hincando los colmillos repletos de veneno para darle a este sirviente la fuerza en sus venas. El líquido que para los humanos sería mortal, rellena cada arteria y el resto del sistema circulatorio, dando alimento al cuerpo.
Una voz a lo lejos, de otro tiempo y espacio, se escucha en el sitio. Es una orden que al penetrar por los oídos del cuerpo embalsamado, produce una descarga eléctrica que trae a la vida el latir de dos corazones simultáneos. Uno en la zona tradicional del cuerpo. El otro, oculto a la misma altura del primero, en el lado contrario. El amo quiso que su guerrero fuera inmortal y se aseguró de ello. Le dio facultades que pocos en la tierra pueden tener, como la regeneración de sus miembros, incluyendo la cabeza. Personalmente lo diseñó para que ningún guerrero de su enemigo mortal lo destruyera. Su objetivo: el Udyat. Su poder: la magia. Desde la atmokinesis, hasta la nigromancia, este ser tiene la facultad de invocar a las más grandes bestias a su beneficio y de dominar las mentes para hacer su voluntad. Pocos pueden escapar de su control.
Los ojos se abren, amarillos en su totalidad, con una pupila propia de los bífidos seres que le rodean y siguen mordiendo para darle su esencia vital con cada gota de veneno, pereciendo y haciéndose cenizas en tanto el horrendo espectáculo se desarrolla. Una vez lista la primera parte de la regeneración, la figura embalsamada se sienta en su sarcófago. La cubierta de metal de su prisión cae al piso creando un horrible sonido en el eco de la enorme cámara cuasi vacía. El siseo que emerge de su boca, crea una corriente de aire que llega hasta las bestias que todavía se encuentran en el sitio, avanzando hacia su nido, serpenteando por el suelo. Se cuelan entre los huecos sagrados, sacrificando sus vidas para activar la maquinaria, dejando que con el peso de sus cuerpos, la balanza se desequilibre y con ello, las cadenas se muevan al unísono de las grandes ruedas permitiendo que la zona repleta de trampas, forme un camino hacia la salida.
Los colmillos ahora repletos de veneno del elegido, aparecen de entre sus labios, cortando la mortaja creando un hoyo en su boca, la fuerza de sus brazos se incrementa, con un crujir de la tela, el enemigo se deshace de sus amarras. Poniéndose en pie, camina con paso lento, con el cuerpo moviéndose como si serpenteara en el aire. La cabeza imita este sinuoso compás que podría verse aterrador a ojos extraños, más las sierpes a su alrededor se apuran a llegar a donde les corresponde. Las vendas caen al piso, dejando su cuerpo al descubierto. La piel marchita y escamosa parece papiro, el ente se acerca a la enorme fuente donde las serpientes están entregando sus vidas, sumergiéndose en otros orificios para ser trituradas y su sangre va llenando lento esa estructura donde nuestro protagonista introduce primero un pie, luego el otro, dejando que el líquido carmesí envuelva su piel. Se acuesta en el estanque, la sangre forma un nuevo capullo, enorme para el tamaño de la bestia que mide más de dos metros. Y antes de cerrar los ojos, un nuevo siseo se escucha por todo el sistema de ventilación de estas catacumbas.
En otras habitaciones, ocultas a la vista de los exploradores humanos, el proceso se repite. Los capullos empiezan a romperse, las sierpes a dividirse para cumplir sus funciones. Esta vez, sus esbirros recibirán la energía para regresar a la vida y dejar a la vista de la humanidad, sólo una pequeña fracción del ejército que emergerá de las tinieblas como el Udyat termine en poder de este enemigo.
En contrapartida, justo cuando el Udyat apareció ante los ojos de una humana causando su curiosidad, un enemigo extiende la mano para crear una tormenta de arena y así dificultar la visión de los dioses que protegen la tierra. A lo lejos de las ciudades europeas, pasando el mar Mediterráneo, los ojos se mueven hacia las profundidades de una vieja pirámide erigida para la gloria del Faraón Kefrén. Es en ese lugar, en la inmensa oscuridad de las cámaras todavía sin explorar, un mar de reptiles sinuosos se despiertan lentamente. Uno a uno, van recuperando la movilidad, se despegan del suelo rompiendo los capullos que los contuvieron en hibernación durante siglos. Llamados por el amo a quien sirven sin barreras, sus cuerpos se arrastran hasta un sarcófago semiabierto donde se introducen, buscando las telas de la mortaja, hincando los colmillos repletos de veneno para darle a este sirviente la fuerza en sus venas. El líquido que para los humanos sería mortal, rellena cada arteria y el resto del sistema circulatorio, dando alimento al cuerpo.
Una voz a lo lejos, de otro tiempo y espacio, se escucha en el sitio. Es una orden que al penetrar por los oídos del cuerpo embalsamado, produce una descarga eléctrica que trae a la vida el latir de dos corazones simultáneos. Uno en la zona tradicional del cuerpo. El otro, oculto a la misma altura del primero, en el lado contrario. El amo quiso que su guerrero fuera inmortal y se aseguró de ello. Le dio facultades que pocos en la tierra pueden tener, como la regeneración de sus miembros, incluyendo la cabeza. Personalmente lo diseñó para que ningún guerrero de su enemigo mortal lo destruyera. Su objetivo: el Udyat. Su poder: la magia. Desde la atmokinesis, hasta la nigromancia, este ser tiene la facultad de invocar a las más grandes bestias a su beneficio y de dominar las mentes para hacer su voluntad. Pocos pueden escapar de su control.
Los ojos se abren, amarillos en su totalidad, con una pupila propia de los bífidos seres que le rodean y siguen mordiendo para darle su esencia vital con cada gota de veneno, pereciendo y haciéndose cenizas en tanto el horrendo espectáculo se desarrolla. Una vez lista la primera parte de la regeneración, la figura embalsamada se sienta en su sarcófago. La cubierta de metal de su prisión cae al piso creando un horrible sonido en el eco de la enorme cámara cuasi vacía. El siseo que emerge de su boca, crea una corriente de aire que llega hasta las bestias que todavía se encuentran en el sitio, avanzando hacia su nido, serpenteando por el suelo. Se cuelan entre los huecos sagrados, sacrificando sus vidas para activar la maquinaria, dejando que con el peso de sus cuerpos, la balanza se desequilibre y con ello, las cadenas se muevan al unísono de las grandes ruedas permitiendo que la zona repleta de trampas, forme un camino hacia la salida.
Los colmillos ahora repletos de veneno del elegido, aparecen de entre sus labios, cortando la mortaja creando un hoyo en su boca, la fuerza de sus brazos se incrementa, con un crujir de la tela, el enemigo se deshace de sus amarras. Poniéndose en pie, camina con paso lento, con el cuerpo moviéndose como si serpenteara en el aire. La cabeza imita este sinuoso compás que podría verse aterrador a ojos extraños, más las sierpes a su alrededor se apuran a llegar a donde les corresponde. Las vendas caen al piso, dejando su cuerpo al descubierto. La piel marchita y escamosa parece papiro, el ente se acerca a la enorme fuente donde las serpientes están entregando sus vidas, sumergiéndose en otros orificios para ser trituradas y su sangre va llenando lento esa estructura donde nuestro protagonista introduce primero un pie, luego el otro, dejando que el líquido carmesí envuelva su piel. Se acuesta en el estanque, la sangre forma un nuevo capullo, enorme para el tamaño de la bestia que mide más de dos metros. Y antes de cerrar los ojos, un nuevo siseo se escucha por todo el sistema de ventilación de estas catacumbas.
En otras habitaciones, ocultas a la vista de los exploradores humanos, el proceso se repite. Los capullos empiezan a romperse, las sierpes a dividirse para cumplir sus funciones. Esta vez, sus esbirros recibirán la energía para regresar a la vida y dejar a la vista de la humanidad, sólo una pequeña fracción del ejército que emergerá de las tinieblas como el Udyat termine en poder de este enemigo.
PARÍS, TRES DÍAS DESPUÉS
Un vikingo sale de su hogar, sin saber a dónde dirigirse, ni por dónde empezar con un perro pegado a sus talones obedeciendo sus órdenes. Un cuervo agazapado en las ramas de un árbol, le observa con interés. Grazna para ser escuchado, extiende las alas sacudiéndolas para llamar la atención. Eleva el vuelo para dirigir a la figura que deberá seguirlo. Le conducirá hacia donde debe estar, lo demás será cuestión de la habilidad cuasi nula de socialización de Ubbe. A Odín le importa un comino cuán difícil le sea al guerrero convencer a quien deba para salir airoso de esta misión. En cuanto el pájaro se aleja, el perro ladra empezando a perseguirlo como si las órdenes de Ubbe sirvieran para dos cosas: para nada y para ignorarlas. El ave va de techo en techo, dejando que el perro le dé alcance para seguir su camino hasta una gran plaza donde se posa en el respaldo de una banca agitando el plumaje, graznando una y otra vez para el fastidio y la sorpresa de los hombres y mujeres que le observan.
Justo cuando el vikingo se detiene, en tanto el perro está ladrando al cuervo con la cola agitándose de izquierda a derecha con efusivos movimientos, alguien choca con él sin proponérselo. Lo interesante es que ambos caen al suelo. Uno con el dolor de la muñeca al rojo vivo por el brazalete que Odín le diera. Y el otro, sujetándose el rostro con fuerza, ocultando a la vista sus facciones. - Por Ra - gruñe el desconocido en tanto el tatuaje en su siniestro ojo se ilumina con un halo dorado, con el dolor de como si estuviera congelándose. Se mantiene en el piso. Sus ropajes son tan sencillos como unos pantalones, una camisa blanca, botas pesadas y un abrigo que le cubre en este otoño incipiente. Y justo cuando se mueve un poco para paliar el dolor de su rostro, Ubbe puede notar una espada en su cintura que ocultaba bajo las ropas. Algo que ahora, tras la caída, es un poco imposible de mantener en el anonimato. Y tampoco pasa de su observación, el cinturón con varios compartimientos y dagas bien ocultas.
Thor, su perro, ladra acercándose a ambos, moviendo el rabo mirando al desconocido ahora que el cuervo desapareció. Corre entre ellos con tal alegría, como si estuviera ante Naitiri y no ante este hombre en situación precaria. - Horus, por favor, basta - ruega a su Dios quitándose las manos del rostro esperando que el aire disminuya la sensación de congelación. La marca en su ojo, al contrario, sigue mostrando rastros como si hubiera estado durante mucho tiempo expuesta al frío intenso. Para fortuna de ambos, el brillo dorado se desvaneció, lo que evita miradas curiosas. Kefrén sacude la cabeza apretando el párpado izquierdo en tanto el derecho se levanta con la intención de mirar qué pasó, fijándose en el vikingo y el perro que sigue corriendo a su alrededor, feliz de la vida.
Los dioses no hacen las cosas fáciles, cada vez que Ubbe toque a Kefrén, se quemará como si estuviera expuesto al sol en su máximo esplendor. Cada que el egipcio toque al vikingo, se congelará como si estuviera en una tormenta invernal.
Justo cuando el vikingo se detiene, en tanto el perro está ladrando al cuervo con la cola agitándose de izquierda a derecha con efusivos movimientos, alguien choca con él sin proponérselo. Lo interesante es que ambos caen al suelo. Uno con el dolor de la muñeca al rojo vivo por el brazalete que Odín le diera. Y el otro, sujetándose el rostro con fuerza, ocultando a la vista sus facciones. - Por Ra - gruñe el desconocido en tanto el tatuaje en su siniestro ojo se ilumina con un halo dorado, con el dolor de como si estuviera congelándose. Se mantiene en el piso. Sus ropajes son tan sencillos como unos pantalones, una camisa blanca, botas pesadas y un abrigo que le cubre en este otoño incipiente. Y justo cuando se mueve un poco para paliar el dolor de su rostro, Ubbe puede notar una espada en su cintura que ocultaba bajo las ropas. Algo que ahora, tras la caída, es un poco imposible de mantener en el anonimato. Y tampoco pasa de su observación, el cinturón con varios compartimientos y dagas bien ocultas.
Thor, su perro, ladra acercándose a ambos, moviendo el rabo mirando al desconocido ahora que el cuervo desapareció. Corre entre ellos con tal alegría, como si estuviera ante Naitiri y no ante este hombre en situación precaria. - Horus, por favor, basta - ruega a su Dios quitándose las manos del rostro esperando que el aire disminuya la sensación de congelación. La marca en su ojo, al contrario, sigue mostrando rastros como si hubiera estado durante mucho tiempo expuesta al frío intenso. Para fortuna de ambos, el brillo dorado se desvaneció, lo que evita miradas curiosas. Kefrén sacude la cabeza apretando el párpado izquierdo en tanto el derecho se levanta con la intención de mirar qué pasó, fijándose en el vikingo y el perro que sigue corriendo a su alrededor, feliz de la vida.
Los dioses no hacen las cosas fáciles, cada vez que Ubbe toque a Kefrén, se quemará como si estuviera expuesto al sol en su máximo esplendor. Cada que el egipcio toque al vikingo, se congelará como si estuviera en una tormenta invernal.
Última edición por Kefrén Tausret el Dom Feb 10, 2019 10:28 am, editado 2 veces
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Elevé la mirada hacía el cuervo negro que fuera como una sombra esperaba que saliera a su encuentro, conocía las leyendas de mi pueblo, ladeé la sonrisa cuando Thor salió tras el batir de alas corriendo. Odin no era de lso que dejaban todo a la suerte y decidió sin duda poner guia a su guerrero.
Hugin y Munin viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e información para Odín. Hugin es el pensamiento y Munin es la memoria, fuere cual fuere la orden era clara.
Afiancé las correas a mi pecho antes de salir corriendo tras mi belga que mas enjugatado que de caza corría tras el pajarraco negro.
-¡No lo pierdas! -ordené enarcando una ceja al verle dar un par de saltos moviendo la cola, maldita egipcia tantos mimos a mi perro acabarían haciéndolo medio tonto si es que ya no lo era.
Tras cruzarme medio París corriendo por el adoquinado suelo, haciendo al lado a indignadas damas de paraguas emplumado y a caballeros que por defender su honor se crecían moviendo aquella tercera pierna que por desgracia para ellas no era su verga si no un bastón de mierda. Llegamos a una plaza bastante amplia, allí estaba el teatro y la opera, no habíamos salido de la zona de clase alta, aunque admito que a mi me gustaba perderme en los suburbios, me sentía mas como en casa.
Iba algo distraído buscando a Thor que había dado con su presa y le ladraba esperando que soltara el queso, cuando sin esperarlo un tipo chocó conmigo yendonso ambos de bruces al suelo.
-Se hvor du er drittsekker. (mira por donde andas gilipollas) -maldije apretando los dientes al sentir que el brazalete prendía vida alrededor de mi muñeca y como si el mismo reino de Muspellheim se alojara dentro, aquel brazalete parecía la tierra de fuego gobernada por gigantes -¡Basta! -ordené a Odin para que me diera descanso mientras apretaba mi muñeca con la otra mano como si de un torniquete se tratara sintiendo que me acababa de cercenar la otra mano.
El otro desgraciado se quejaba del ojo, en inicio no me fije, ya era suficiente mi desgracia, mas pronto me percaté de que sin duda aquel era el hombre que necesitaba para abrir el sello, por Ra, decía, esa frase me sonaba en demasía.
Solo cuando ambos nos liberamos de aquel dolor que nuestros dioses habían decidido infligirnos como diversión me alcé para enfrentar al egipcio.
-Soy Ubbe y tu vienes conmigo -dije tan directo como solía ser ,en el norte no habían medias tintas, ya le explicarían esas mujeres que necesitaban del tipo, mi trabajo era solo encontrarlo y me había resultado sencillo.
La cara del tipo era un poema, pero la verdad es que a mi como si era un verso o una prosa, se venía conmigo aunque fuera a rastras.
Me había percatado de que iba armado y por los cayos de su mano sabía usarla, mas no igualaba en tamaño mi acero, aun así, no era tan necio como para subestimar al enemigo por eso era general y no un mero raso.
Ladeé ligeramente esperando su respuesta mientras Thor daba vueltas a nuestro alrededor en forma pacifica, pero no debía olvidar nadie que a ese chucho lo había criado yo y sabía atacar y morder carnaza.
-¿Y bien? Tu decides, a las buenas o a las malas pero no se porque motivo nuestros dioses han decidido que nos convirtamos en socios, así que mueve tu culo egipcio.
Hugin y Munin viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e información para Odín. Hugin es el pensamiento y Munin es la memoria, fuere cual fuere la orden era clara.
Afiancé las correas a mi pecho antes de salir corriendo tras mi belga que mas enjugatado que de caza corría tras el pajarraco negro.
-¡No lo pierdas! -ordené enarcando una ceja al verle dar un par de saltos moviendo la cola, maldita egipcia tantos mimos a mi perro acabarían haciéndolo medio tonto si es que ya no lo era.
Tras cruzarme medio París corriendo por el adoquinado suelo, haciendo al lado a indignadas damas de paraguas emplumado y a caballeros que por defender su honor se crecían moviendo aquella tercera pierna que por desgracia para ellas no era su verga si no un bastón de mierda. Llegamos a una plaza bastante amplia, allí estaba el teatro y la opera, no habíamos salido de la zona de clase alta, aunque admito que a mi me gustaba perderme en los suburbios, me sentía mas como en casa.
Iba algo distraído buscando a Thor que había dado con su presa y le ladraba esperando que soltara el queso, cuando sin esperarlo un tipo chocó conmigo yendonso ambos de bruces al suelo.
-Se hvor du er drittsekker. (mira por donde andas gilipollas) -maldije apretando los dientes al sentir que el brazalete prendía vida alrededor de mi muñeca y como si el mismo reino de Muspellheim se alojara dentro, aquel brazalete parecía la tierra de fuego gobernada por gigantes -¡Basta! -ordené a Odin para que me diera descanso mientras apretaba mi muñeca con la otra mano como si de un torniquete se tratara sintiendo que me acababa de cercenar la otra mano.
El otro desgraciado se quejaba del ojo, en inicio no me fije, ya era suficiente mi desgracia, mas pronto me percaté de que sin duda aquel era el hombre que necesitaba para abrir el sello, por Ra, decía, esa frase me sonaba en demasía.
Solo cuando ambos nos liberamos de aquel dolor que nuestros dioses habían decidido infligirnos como diversión me alcé para enfrentar al egipcio.
-Soy Ubbe y tu vienes conmigo -dije tan directo como solía ser ,en el norte no habían medias tintas, ya le explicarían esas mujeres que necesitaban del tipo, mi trabajo era solo encontrarlo y me había resultado sencillo.
La cara del tipo era un poema, pero la verdad es que a mi como si era un verso o una prosa, se venía conmigo aunque fuera a rastras.
Me había percatado de que iba armado y por los cayos de su mano sabía usarla, mas no igualaba en tamaño mi acero, aun así, no era tan necio como para subestimar al enemigo por eso era general y no un mero raso.
Ladeé ligeramente esperando su respuesta mientras Thor daba vueltas a nuestro alrededor en forma pacifica, pero no debía olvidar nadie que a ese chucho lo había criado yo y sabía atacar y morder carnaza.
-¿Y bien? Tu decides, a las buenas o a las malas pero no se porque motivo nuestros dioses han decidido que nos convirtamos en socios, así que mueve tu culo egipcio.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Dejando afuera la visión de los dioses y los distintos escenarios, nos concentraremos en Kefrén, quien la noche pasada tuvo una experiencia interesante con una vampiresa al atrapar a uno de los esbirros del enemigo que la Liga le ordenó eliminar. A pesar del cansancio, tiene demasiadas pesquisas que hacer todavía, considerar quedarse más tiempo en la cama no es algo que pueda hacer. Desde muy temprano está revisando algunas zonas, rastrillando otras para encontrar los datos que necesita. Concentrado está en la labor que le pasa desapercibido el perro que se le atraviesa como previo aviso a lo que se viene a continuación. El golpe, el dolor en el ojo, la caída al piso, la quemadura como si fuera hielo que sólo en los Himalaya podía sentir y que entrenó para mitigar la sensación, se instala en su ojo. En realidad, en el tatuaje que fuera un recuerdo de una de sus misiones en su propia vida. Creyó que no volvería a reaccionar. Su error.
Sacude la cabeza cuando parece aminorar. El zumbido en sus oídos es lo que permanece. El otro con el que se golpeó, se pone en pie, su pinta dista de ser normal. Desde la larga trenza, los ojos tan azules y la piel blanca, el fornido cuerpo acostumbrado a la batalla, Kefrén entiende que está con un guerrero. Uno que tiene una espada más grande que la suya cuya ventaja reside en la fuerza bruta que imprime con cada golpe por el tamaño y la forma en que sus bíceps están marcados bajo la ropa. Se pone en pie, sacudiendo sus ropas por inercia, con tal de tener unos instantes meditando sus palabras - soy Kefrén - responde al educado saludo, incapaz de dejarlo así. Sus ojos son desconfiados, el resto de la conversación le da un panorama diferente. En primera, no es cualquier salvaje, entiende que es un egipcio por lo que pudo estar en su natal país o es erudito.
O tiene alguien muy cercano que le ayuda en eso porque por la pinta, dista de ser un estudioso de las culturas. El mango de la espada, el brazalete que utiliza, la barba, la trenza. ¿Vikingo quizá? Por el idioma con que dijo el insulto -que lo fue, así se oyó-, pareciera ser que sí. Se cruza de brazos en posición de franca defensa - ¿Y por qué he de ir contigo, Ubbe? Dices que nuestros dioses nos quieren de socios, explícame, pero que sea en un lugar diferente a éste, ¿Quieres? Vamos a un callejón donde no seamos interrumpidos o escuchados - es desconfiado de nacimiento. Mira al perro con poco interés, cómo los rodea, cómo sigue al vikingo. El egipcio enfila deshaciendo su camino recordando que por ahí hay un sitio que podría servir para hablar de ésto. No va a ir así como así. Procura cuidarse las espaldas, teme que sea un enviado del enemigo y quiera apuñalarlo a traición.
Sacude la cabeza cuando parece aminorar. El zumbido en sus oídos es lo que permanece. El otro con el que se golpeó, se pone en pie, su pinta dista de ser normal. Desde la larga trenza, los ojos tan azules y la piel blanca, el fornido cuerpo acostumbrado a la batalla, Kefrén entiende que está con un guerrero. Uno que tiene una espada más grande que la suya cuya ventaja reside en la fuerza bruta que imprime con cada golpe por el tamaño y la forma en que sus bíceps están marcados bajo la ropa. Se pone en pie, sacudiendo sus ropas por inercia, con tal de tener unos instantes meditando sus palabras - soy Kefrén - responde al educado saludo, incapaz de dejarlo así. Sus ojos son desconfiados, el resto de la conversación le da un panorama diferente. En primera, no es cualquier salvaje, entiende que es un egipcio por lo que pudo estar en su natal país o es erudito.
O tiene alguien muy cercano que le ayuda en eso porque por la pinta, dista de ser un estudioso de las culturas. El mango de la espada, el brazalete que utiliza, la barba, la trenza. ¿Vikingo quizá? Por el idioma con que dijo el insulto -que lo fue, así se oyó-, pareciera ser que sí. Se cruza de brazos en posición de franca defensa - ¿Y por qué he de ir contigo, Ubbe? Dices que nuestros dioses nos quieren de socios, explícame, pero que sea en un lugar diferente a éste, ¿Quieres? Vamos a un callejón donde no seamos interrumpidos o escuchados - es desconfiado de nacimiento. Mira al perro con poco interés, cómo los rodea, cómo sigue al vikingo. El egipcio enfila deshaciendo su camino recordando que por ahí hay un sitio que podría servir para hablar de ésto. No va a ir así como así. Procura cuidarse las espaldas, teme que sea un enviado del enemigo y quiera apuñalarlo a traición.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
El egipcio era desconfiado, no lo culpaba a fin de cuantas no me conocía de nada y mi aspecto no invitaba a venirse conmigo a nadie a la primera de cambio, bueno quizás si a las féminas, pero en este caso eso no venia a cuento.
Ladeé la sonrisa enarcando una ceja cuando me pidió que lo acompañara a un callejón para poder hablar sin ser interrumpidos, como si eso fuera posible por los medio hombres que caminaban bastón en mano a nuestro alrededor.
-Bien -escueto emprendí camino hacia ese famoso callejón donde al parecer el egipcio hacia sus negocios.
No era un necio, los egipcios eran buenos con los venenos, tenía que estar atento. Ser el marido de una me convertía en ligero conocedor de su cultura y ellos como yo temían y adoraban a sus dioses así que dudaba el egipcio quisiera contradecirlos.
Me detuve a mitad del callejón, una farola rota medio iluminaba las enladrilladas paredes arrojando sobre nuestros cuerpos un millón de luces y sombras.
Kefrén sin cambiar aquel gesto defensivo esperó que hablara, si esperaba una deserción sobre el asunto se equivocaba.
-Mi dios me ha pedido que te busque, el dios tuerto no acepta una negativa y ademas no escatima en amenazas, cosas de mi cultura -añadí restando a la situación importancia -al parecer tu dios también está en el ajo -dije señalandole la marca de su ojo que se había incendiado al chocar conmigo -así que si quieres saber mas tendrás que acompañarme, hay una caja que te espera y solo tu puedes abrirla ¿que suerte he tío? -le dije dándole un manotazo en el hombro ladeando la sonrisa -vamos, que si llegamos pronto aun nos da tiempo a irnos de jarras.
-Joder -rugí al sentir de nuevo mi mano arder al tocarlo, apreté los dientes sujetando mi muñeca con la zurda mientras de nuevo su ojo se iluminaba lo que lo hizo aullar de dolor – acabemos con esto cuanto antes -rugí maldiciendo a los dioses.
Thor empezó a ladrar sacando los dientes, gruñía hacia la boca del callejón.
-No estamos solos -aseguré justo antes de que la luz se apagara por completo dejándonos en penumbra.
Desenvaine la espada que quedaba anclada a mi espalda sintiendo el rugoso mango amoldarse a mis dedos.
Ladeé la sonrisa enarcando una ceja cuando me pidió que lo acompañara a un callejón para poder hablar sin ser interrumpidos, como si eso fuera posible por los medio hombres que caminaban bastón en mano a nuestro alrededor.
-Bien -escueto emprendí camino hacia ese famoso callejón donde al parecer el egipcio hacia sus negocios.
No era un necio, los egipcios eran buenos con los venenos, tenía que estar atento. Ser el marido de una me convertía en ligero conocedor de su cultura y ellos como yo temían y adoraban a sus dioses así que dudaba el egipcio quisiera contradecirlos.
Me detuve a mitad del callejón, una farola rota medio iluminaba las enladrilladas paredes arrojando sobre nuestros cuerpos un millón de luces y sombras.
Kefrén sin cambiar aquel gesto defensivo esperó que hablara, si esperaba una deserción sobre el asunto se equivocaba.
-Mi dios me ha pedido que te busque, el dios tuerto no acepta una negativa y ademas no escatima en amenazas, cosas de mi cultura -añadí restando a la situación importancia -al parecer tu dios también está en el ajo -dije señalandole la marca de su ojo que se había incendiado al chocar conmigo -así que si quieres saber mas tendrás que acompañarme, hay una caja que te espera y solo tu puedes abrirla ¿que suerte he tío? -le dije dándole un manotazo en el hombro ladeando la sonrisa -vamos, que si llegamos pronto aun nos da tiempo a irnos de jarras.
-Joder -rugí al sentir de nuevo mi mano arder al tocarlo, apreté los dientes sujetando mi muñeca con la zurda mientras de nuevo su ojo se iluminaba lo que lo hizo aullar de dolor – acabemos con esto cuanto antes -rugí maldiciendo a los dioses.
Thor empezó a ladrar sacando los dientes, gruñía hacia la boca del callejón.
-No estamos solos -aseguré justo antes de que la luz se apagara por completo dejándonos en penumbra.
Desenvaine la espada que quedaba anclada a mi espalda sintiendo el rugoso mango amoldarse a mis dedos.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
El otro pareciera ser de un lugar demasiado lejano de París. En primera, por las galas que porta. Desde el tipo de peinado, los rasgos faciales y las cicatrices visibles, denotan que es un guerrero. En segunda, es tosco. Los refinados movimientos de los franceses son dispares a lo que él muestra. En tercera, la raza del perro. Grande, capaz de ser tanto de ataque, de defensa y búsqueda. En cuarta, su acento. Incluso Kefrén lo tiene. Alejándose de la vista de los curiosos, guiándole hasta un callejón donde pueden tener privacidad, se cruza de brazos recargando la espalda en la pared esperando que él empiece a hablar. A finales de cuentas, es este extranjero quien parece buscarlo y no al revés.
Son las doce del día, el sol está en el cenit, las personas siguen caminando yendo a algunos lugares para cumplir con mandados; otras, están avanzando para llegar a tiempo a sus almuerzos en sus casas o bien, en lugares ajenos o comercios. La ciudad está en pleno movimiento a estas diurnas horas. Kefrén no sabe que el vikingo tiene menos de tres horas desde que saliera de su hogar, visitado por Annabeth en cuanto dieron las nueve de la mañana y después de los intercambios de impresiones, el cuervo tardó sólo un poco en encontrar al egipcio que estaba haciendo diligencias y por ello, se movía de lugar en lugar, siendo complicado para el enviado de Odín ubicarlo en un lugar fijo. Es por ello que lo hallaron en plena calle. El sol de otoño no es tan fuerte, aún así, hace calor. Uno rico para un ser como Kefrén, acostumbrado a las altas temperaturas de Egipto. Fastidioso para Ubbe, criado en el frío de los glaciares.
Lo primero que atrae su atención es que menciona al dios tuerto. Para los egipcios, el único con esas características es Horus, dios al cual sirve Kefrén. Eso lo pone en tensión. El resto de las palabras tienen coherencia cuando le pone una mano en el hombro y vuelve a sentir que el tatuaje le quema como si estuviera expuesto a la materia congelada del norte. Gruñe zafando su hombro del contacto. - Sin roces, sin tocarme - parece que cada que este hombre lo hace, le quema. ¿Por qué? Es quemadura de congelación. - ¿Caja? ¿Dioses? ¿Cómo sé que ésta sensación no es producto de un hechizo? Tengo demasiados enemigos como para creer que mi señor está dispuesto a hacer un trato con un extranjero. ¿Por qué de entre...? - se interrumpe de pronto.
De reojo, observa a su siniestra, ruidos en el callejón. Pasos acercándose y podría jugar que escuchó también un par de objetos de gran peso caer a lo lejos. El maldito callejón tiene una bifurcación que está oculta a los ojos de cualquiera. El perro está en guardia, mostrando los colmillos. La advertencia del extranjero es atendida por el egipcio. - ¿Tus amigos? ¿Veniste a ponerme una trampa? Ubbe, eso sí que fue considerado - se sonríe con maldad sacando la cimitarra de su funda cuando aparecen tres figuras en lo profundo del callejón. Con la luz del sol tan fuerte, hace una sombra debido a algunos techos y mantas de otros edificios. Algo le pica en la nuca al egipcio que se rasca. - Tengo un mal presentimiento de todo ésto - susurra por lo bajo.
Una atmósfera lúgubre se instala en el callejón, el tufo a muerto asciende hasta sus fosas nasales aturdiendo su olfato con tales aromas. - Diablos, huele a... - se queda callado, abre los ojos de inmediato mirando hacia el fondo. Ondulaciones avanzan más oscuras que la propia sombra. Tres cobras egipcias aparecen en el lugar. Thor se lanza a defender a su amo, plantando cara. - Saca a tu animal de ahí, una sola mordida y está muerto - advierte Kefrén.
Un par de instantes después, las tres sierpes empiezan a formar un capullo de piel muerta alrededor suyo que va creciendo conforme los segundos pasan. Los ladridos del perro intensifican su frecuencia y agresividad. - No sé qué sea eso, pero no quiero quedarme a comprobarlo porque si es lo que creo, necesitaremos refuerzos - da un paso atrás, mirando hacia sus espaldas. Sus ojos se abren como platos. - ¿Qué diablos? - la salida ha sido cubierta por ladrillo. Una pared lisa les impide la salida. El egipcio se acerca para tocarla. Es sólida - ¿Cómo pudo crecer una pared de la nada? - un siseo mayor se escucha del fondo, de los tres capullos que ahora tienen el tamaño de hombres y están haciéndose rojizos. Lo que sea que estén incubando, Thor considera que no es bueno porque sigue ladrando como endemoniado.
De pronto, la luz colapsa. Están sumidos en la más absoluta oscuridad de la noche. ¿Cómo puede ser si hace unos instantes era mediodía?
Son las doce del día, el sol está en el cenit, las personas siguen caminando yendo a algunos lugares para cumplir con mandados; otras, están avanzando para llegar a tiempo a sus almuerzos en sus casas o bien, en lugares ajenos o comercios. La ciudad está en pleno movimiento a estas diurnas horas. Kefrén no sabe que el vikingo tiene menos de tres horas desde que saliera de su hogar, visitado por Annabeth en cuanto dieron las nueve de la mañana y después de los intercambios de impresiones, el cuervo tardó sólo un poco en encontrar al egipcio que estaba haciendo diligencias y por ello, se movía de lugar en lugar, siendo complicado para el enviado de Odín ubicarlo en un lugar fijo. Es por ello que lo hallaron en plena calle. El sol de otoño no es tan fuerte, aún así, hace calor. Uno rico para un ser como Kefrén, acostumbrado a las altas temperaturas de Egipto. Fastidioso para Ubbe, criado en el frío de los glaciares.
Lo primero que atrae su atención es que menciona al dios tuerto. Para los egipcios, el único con esas características es Horus, dios al cual sirve Kefrén. Eso lo pone en tensión. El resto de las palabras tienen coherencia cuando le pone una mano en el hombro y vuelve a sentir que el tatuaje le quema como si estuviera expuesto a la materia congelada del norte. Gruñe zafando su hombro del contacto. - Sin roces, sin tocarme - parece que cada que este hombre lo hace, le quema. ¿Por qué? Es quemadura de congelación. - ¿Caja? ¿Dioses? ¿Cómo sé que ésta sensación no es producto de un hechizo? Tengo demasiados enemigos como para creer que mi señor está dispuesto a hacer un trato con un extranjero. ¿Por qué de entre...? - se interrumpe de pronto.
De reojo, observa a su siniestra, ruidos en el callejón. Pasos acercándose y podría jugar que escuchó también un par de objetos de gran peso caer a lo lejos. El maldito callejón tiene una bifurcación que está oculta a los ojos de cualquiera. El perro está en guardia, mostrando los colmillos. La advertencia del extranjero es atendida por el egipcio. - ¿Tus amigos? ¿Veniste a ponerme una trampa? Ubbe, eso sí que fue considerado - se sonríe con maldad sacando la cimitarra de su funda cuando aparecen tres figuras en lo profundo del callejón. Con la luz del sol tan fuerte, hace una sombra debido a algunos techos y mantas de otros edificios. Algo le pica en la nuca al egipcio que se rasca. - Tengo un mal presentimiento de todo ésto - susurra por lo bajo.
Una atmósfera lúgubre se instala en el callejón, el tufo a muerto asciende hasta sus fosas nasales aturdiendo su olfato con tales aromas. - Diablos, huele a... - se queda callado, abre los ojos de inmediato mirando hacia el fondo. Ondulaciones avanzan más oscuras que la propia sombra. Tres cobras egipcias aparecen en el lugar. Thor se lanza a defender a su amo, plantando cara. - Saca a tu animal de ahí, una sola mordida y está muerto - advierte Kefrén.
Un par de instantes después, las tres sierpes empiezan a formar un capullo de piel muerta alrededor suyo que va creciendo conforme los segundos pasan. Los ladridos del perro intensifican su frecuencia y agresividad. - No sé qué sea eso, pero no quiero quedarme a comprobarlo porque si es lo que creo, necesitaremos refuerzos - da un paso atrás, mirando hacia sus espaldas. Sus ojos se abren como platos. - ¿Qué diablos? - la salida ha sido cubierta por ladrillo. Una pared lisa les impide la salida. El egipcio se acerca para tocarla. Es sólida - ¿Cómo pudo crecer una pared de la nada? - un siseo mayor se escucha del fondo, de los tres capullos que ahora tienen el tamaño de hombres y están haciéndose rojizos. Lo que sea que estén incubando, Thor considera que no es bueno porque sigue ladrando como endemoniado.
De pronto, la luz colapsa. Están sumidos en la más absoluta oscuridad de la noche. ¿Cómo puede ser si hace unos instantes era mediodía?
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Enarqué una ceja mirando de reojo al egipcio cuando hizo ese comentario sobre mis amigos y el detalle de haberlos traído conmigo.
-No necesito amigos para matarte -ladeé la sonrisa con un deje de superioridad, como si poco me importara que fuera a atacarnos -y no tengo amigos en París -añadí divertido por la situación.
El egipcio desenvaina su cimitarra con rapidez dispuesto a enfrentarlos, ya era hora de una buena pelea, por mis venas corre el fuego de las fraguas de mi tierra, Thor ladra mostrando sus dientes, pegado a mi pierna derecha gruñe sin parar con el lomo completamente erizado esperando mi orden de atacar.
-¿Ahora también eres adivino? -pregunté cuando el tipo me asegura que algo le huele mal -es el hedor de los callejones de Paris, huelen a putas y a meados de medio hombres.
Kefren niega ante mis palabras, aunque veo como una media sonrisa se dibuja en sus labios por mis palabras, dura poco la diversión, sus ojos se abren como platos al ver tres serpientes serpentear por el empedrado, es Thor quien avanza dispuesto a que no nos den caza y el egipcio el que me advierte que retire a mi animal o lo mataran.
-En ese caso yo cenaré en le Valhalla y tu..donde vayan los egipcios que estiran la pata.
Thor pretende atacar, es rápido y puede esquivar los venenosos bocados, pero en ese momento los reptiles se unen formando un capullo rojizo que incuba en su interior no se que abominación.
-Apartá -rujo avanzando hacia aquello dispuesto a atravesarlo antes de que nazca.
La noche toma su lugar en el cielo, el egipcio preocupado ruge que no hay escape, como si yo lo necesitara, los vikingos no huimos, atacamos hasta la muerte.
-Si sabes usar ese arma que llevas en la mano es el momento -le aconsejé al ver que cuatro tipos se adentran por el callejón para cortarme el paso y que no llegue ante el capullo.
No me detengo, mi bastarda silva voraz, hambrienta y entre mis dedos baila dispuesta a morder carnaza, pero los otros no van desarmados, uno saca un par de tridentes con los que espera detener mi ataque, absurdo cuando cerceno su brazo de cuajo mientras la sangre salpica mi rostro, rujo enardecido,abro los brazos espada en mano y golpe con los puños mi pecho incitándolos a venir, intimidándolos mientras una risa sádica se dibuja en mi cara.
-¡Venid!
-No necesito amigos para matarte -ladeé la sonrisa con un deje de superioridad, como si poco me importara que fuera a atacarnos -y no tengo amigos en París -añadí divertido por la situación.
El egipcio desenvaina su cimitarra con rapidez dispuesto a enfrentarlos, ya era hora de una buena pelea, por mis venas corre el fuego de las fraguas de mi tierra, Thor ladra mostrando sus dientes, pegado a mi pierna derecha gruñe sin parar con el lomo completamente erizado esperando mi orden de atacar.
-¿Ahora también eres adivino? -pregunté cuando el tipo me asegura que algo le huele mal -es el hedor de los callejones de Paris, huelen a putas y a meados de medio hombres.
Kefren niega ante mis palabras, aunque veo como una media sonrisa se dibuja en sus labios por mis palabras, dura poco la diversión, sus ojos se abren como platos al ver tres serpientes serpentear por el empedrado, es Thor quien avanza dispuesto a que no nos den caza y el egipcio el que me advierte que retire a mi animal o lo mataran.
-En ese caso yo cenaré en le Valhalla y tu..donde vayan los egipcios que estiran la pata.
Thor pretende atacar, es rápido y puede esquivar los venenosos bocados, pero en ese momento los reptiles se unen formando un capullo rojizo que incuba en su interior no se que abominación.
-Apartá -rujo avanzando hacia aquello dispuesto a atravesarlo antes de que nazca.
La noche toma su lugar en el cielo, el egipcio preocupado ruge que no hay escape, como si yo lo necesitara, los vikingos no huimos, atacamos hasta la muerte.
-Si sabes usar ese arma que llevas en la mano es el momento -le aconsejé al ver que cuatro tipos se adentran por el callejón para cortarme el paso y que no llegue ante el capullo.
No me detengo, mi bastarda silva voraz, hambrienta y entre mis dedos baila dispuesta a morder carnaza, pero los otros no van desarmados, uno saca un par de tridentes con los que espera detener mi ataque, absurdo cuando cerceno su brazo de cuajo mientras la sangre salpica mi rostro, rujo enardecido,abro los brazos espada en mano y golpe con los puños mi pecho incitándolos a venir, intimidándolos mientras una risa sádica se dibuja en mi cara.
-¡Venid!
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Kefrén hace cuentas con rapidez, tres enemigos en el piso, las cobras que se envolvieron en capullos que van creciendo conforme el tiempo pasa. En tanto el vikingo está listo para atacar, el egipcio es más precavido conociendo las leyendas de su cultura, sabe que no se puede hacer el héroe porque en el pecado llevará la penitencia. - No estiramos la pata, llegamos a con Anubis, el Dios del Inframundo - corrige belicoso y socarrón. El ánimo de su compañero es bien recibido hasta cierto punto cuando se abalanza para enfrentar la batalla con gloria, pero también de forma inconsciente. - ¡Espera! La pelea no se irá, pero tienes que ser cuidadoso - le adiestra, más sus palabras caen en saco roto. El otro tiene ansias de sangrar tanto a los enemigos como recibir sus propias heridas. Como se muera, se ve enfrentando a estos tres entes solo y si son lo que supone, estará en aprietos.
Cuatro enemigos más aparecen, haciendo un gran total de siete. Y el vikingo se lanza como si no hubiera mañana. Kefrén sacude la cabeza con molestia, intenta estar atento a lo que sea que salga de esos malditos capullos en tanto se lanza a apoyar al compañero esperando que sean lo suficientemente rápidos para hacerlos trizas antes de que lo que sea que contengan esos sacos, salga. Las espadas se trenzan contra los tridentes. ¿Tridentes? En su vida supo que fueran utilizados en Egipto, donde parece que por sus rasgos, estos hombres pertenecen. Las habilidades de los cuatro se equiparan a las de los protegidos por los dioses. Uno de los enemigos pierde una mano en tanto el vikingo alardea de su habilidad. - Déjate de estupideces y pelea, cuidado con los capullos - grita molesto porque ésto de atacar porque se mueve algo, es propio de un gato y no de un ser pensante.
El perro tampoco ayuda un ápice. Se dirige a toda velocidad para atacar a los rivales de su amo, procurando morder las piernas para incapacitarlos, jalando hacia atrás cuando tiene a su presa, impidiendo el movimiento. Kefrén se deshace del primero, hundiendo la cimitarra en su abdomen hasta la empuñadura, jala con rapidez para cortar los pies, sintiendo cómo una pesadez se instala en su pecho, el olor es insoportable cuando el primer capullo se abre. Es como vómito entremezclado con la carne putrefacta y otras lindezas. Provoca una arcada en el egipcio que contiene al tiempo que su cimitarra evita el golpe del segundo oponente. Aquél que Thor tomara del pie para jalar, que se soltara y ahora está combatiendo al egipcio. El perro ladra de un lado al otro, sin dejar de buscar una presa, hasta que un gemido lastimero emana de su boca.
Cuando Ubbe y Kefrén voltean, el primer capullo se ha abierto. De su interior, una mujer salió con una rapidez inusitada, atrapando al perro del cuello, apretando con tal fuerza que va constriñendo su tráquea. Los gemidos de dolor del animal aumentan cuando el otro brazo femenino aprieta el cuerpo haciendo que se oiga el crujir de los huesos. La piel de la mujer se desfigura, apareciendo manchas en los hombros y el resto de la epidermis, con el rostro transformado con unos colmillos que podrían parecer vampíricos de no ser por la forma y las manchas de sus facciones alteradas. Al abrir la boca, el ataque es brutal contra el cuello de la bestia que tiembla incontrolable cuando las dagas bucales perforan el pelaje y la piel succionando la sangre. Los ojos serpentinos los observan mientras bebe. - Por los dioses. Sirvientes de Seth - susurra Kefrén con cierto temor en la voz. Los otros dos capullos empiezan a abrirse. Las manos rematadas en garras los rompen emergiendo de ellos dos más.
La sirviente de Seth separa el rostro del cuello del animal antes de abrir las fauces desmesuradamente empezando a engullir la cabeza el perro. En un acto por completo sobrenatural, el que fuera Thor, va marchitándose conforme ella lo traga palmo a palmo. Los otros dos entes, varones al parecer, se levantan mirando con sus ojos serpentinos a los dos guerreros en tanto Kefrén sostiene bien la cimitarra. - Ten cuidado, no hay registro de cómo se les mata. Ni siquiera al decapitarlos dejan de moverse. Si te matan y te engullen, dice la leyenda que se apropian de tus recuerdos, por lo que van a tu casa adoptando tu figura para matar a los tuyos si tienen una suerte favorable, de lo contrario, los transforman y sirven a Seth por el resto de sus existencias que son muy largas - advierte pensando con rapidez en todos sus estudios sobre la cultura egipcia. Intentando encontrar una forma de salir vivos de esta maldita pesadilla.
Algo debe entender Ubbe, como falle en esta encomienda, Naitiri correrá un peligro mayor.
Cuatro enemigos más aparecen, haciendo un gran total de siete. Y el vikingo se lanza como si no hubiera mañana. Kefrén sacude la cabeza con molestia, intenta estar atento a lo que sea que salga de esos malditos capullos en tanto se lanza a apoyar al compañero esperando que sean lo suficientemente rápidos para hacerlos trizas antes de que lo que sea que contengan esos sacos, salga. Las espadas se trenzan contra los tridentes. ¿Tridentes? En su vida supo que fueran utilizados en Egipto, donde parece que por sus rasgos, estos hombres pertenecen. Las habilidades de los cuatro se equiparan a las de los protegidos por los dioses. Uno de los enemigos pierde una mano en tanto el vikingo alardea de su habilidad. - Déjate de estupideces y pelea, cuidado con los capullos - grita molesto porque ésto de atacar porque se mueve algo, es propio de un gato y no de un ser pensante.
El perro tampoco ayuda un ápice. Se dirige a toda velocidad para atacar a los rivales de su amo, procurando morder las piernas para incapacitarlos, jalando hacia atrás cuando tiene a su presa, impidiendo el movimiento. Kefrén se deshace del primero, hundiendo la cimitarra en su abdomen hasta la empuñadura, jala con rapidez para cortar los pies, sintiendo cómo una pesadez se instala en su pecho, el olor es insoportable cuando el primer capullo se abre. Es como vómito entremezclado con la carne putrefacta y otras lindezas. Provoca una arcada en el egipcio que contiene al tiempo que su cimitarra evita el golpe del segundo oponente. Aquél que Thor tomara del pie para jalar, que se soltara y ahora está combatiendo al egipcio. El perro ladra de un lado al otro, sin dejar de buscar una presa, hasta que un gemido lastimero emana de su boca.
Cuando Ubbe y Kefrén voltean, el primer capullo se ha abierto. De su interior, una mujer salió con una rapidez inusitada, atrapando al perro del cuello, apretando con tal fuerza que va constriñendo su tráquea. Los gemidos de dolor del animal aumentan cuando el otro brazo femenino aprieta el cuerpo haciendo que se oiga el crujir de los huesos. La piel de la mujer se desfigura, apareciendo manchas en los hombros y el resto de la epidermis, con el rostro transformado con unos colmillos que podrían parecer vampíricos de no ser por la forma y las manchas de sus facciones alteradas. Al abrir la boca, el ataque es brutal contra el cuello de la bestia que tiembla incontrolable cuando las dagas bucales perforan el pelaje y la piel succionando la sangre. Los ojos serpentinos los observan mientras bebe. - Por los dioses. Sirvientes de Seth - susurra Kefrén con cierto temor en la voz. Los otros dos capullos empiezan a abrirse. Las manos rematadas en garras los rompen emergiendo de ellos dos más.
La sirviente de Seth separa el rostro del cuello del animal antes de abrir las fauces desmesuradamente empezando a engullir la cabeza el perro. En un acto por completo sobrenatural, el que fuera Thor, va marchitándose conforme ella lo traga palmo a palmo. Los otros dos entes, varones al parecer, se levantan mirando con sus ojos serpentinos a los dos guerreros en tanto Kefrén sostiene bien la cimitarra. - Ten cuidado, no hay registro de cómo se les mata. Ni siquiera al decapitarlos dejan de moverse. Si te matan y te engullen, dice la leyenda que se apropian de tus recuerdos, por lo que van a tu casa adoptando tu figura para matar a los tuyos si tienen una suerte favorable, de lo contrario, los transforman y sirven a Seth por el resto de sus existencias que son muy largas - advierte pensando con rapidez en todos sus estudios sobre la cultura egipcia. Intentando encontrar una forma de salir vivos de esta maldita pesadilla.
Algo debe entender Ubbe, como falle en esta encomienda, Naitiri correrá un peligro mayor.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Hundí la espada en el vientre de uno de aquello gilipollas que jamas habían enfrentado a un vikingo y que iban a entender porque mis dioses eran bélicos y porque el mundo se formo a base de sangre, destrucción y muerte.
Con un golpe seco abrí la carnaza de su estomago viendo como las tripas se derramaban por los suelos y mi sonrisa sádica alentaba las ultimas bocanadas de sangre del enemigo.
El aullido lastimero de Thor me hizo girarme con el ceño fruncido y la mandíbula cuadriculada por apretar los dientes.
-¡Pero que cojones! -rugí al ver que de la mierda de huevo ese había salido una especie de vampiro mal formado con pinta reptilinea y pechos escamosos que sujetaba a mi perro por el cuello.
Mi diestra bajó hasta la daga que mantenía en mi cinto, la imagen de esa zorra primero chupándole la sangre a Thor y luego engullendo su cabeza era dantesca.
-Puta serpiente de mierda suelta a mi perro -aullé lanzando la daga con tal fuerza que se hincó en su cuello partiendolo en dos trozos.
La serpiente siseo de dolor mostrándome su lengua bífida, Thor cayó al suelo con la cabeza llena de babas convulsionando.
-Voy a matarte puta -gruñí abalanzándome hacia ella mientras atrás el egipcio me gritaba que no había forma de darle muerte, eso era porque no me conocía -si sangra, muere.
Un liquido negruzco resbalaba por el cuello de la muy zorra, los machos trataron de protegerla mientras la sierpe herida se rehacía recolocando la cabeza que pendía sobre su hombro tras el golpe.
-No pretendo servir a Seth y menos dejar que esos me coman la cabeza. Mueve el culo egipcio, vamos a arrancarles el corazon.
Los culebros atacaban con sus garras, eran fieros, dispuestos a darnos muerte, dejarnos secos, paré varias embestidas mientras uno de ellos que gritaba como un loco sacándome los dos colmillos. El cielo encapotado se llenó de rayos, truenos, Thor estaba enfadado, ladeé la sonrisa sintiendo el agua arrastrar la sangre que resbalaba carmesí por mi rostro, estaba acostumbrado a enfrentar a Hela, el miedo no anidaba en nuestras almas guerreras.
Embestí a la serpiente macho atravesando su pecho, dejándola clavada contra una de las paredes del callejón, la abominación lanzo su zarpa desgarrando mi pecho, siseé de dolor, mas eso no me detuvo, con el otro puñal clave en horizontal la filo de la espada y haciendo palanca abrí sus costillas dejando a la vista su palpitante órgano. Hundí mi diestra y de un tirón lo arranqué de cuajo mirando al demonio de Seth
Con un golpe seco abrí la carnaza de su estomago viendo como las tripas se derramaban por los suelos y mi sonrisa sádica alentaba las ultimas bocanadas de sangre del enemigo.
El aullido lastimero de Thor me hizo girarme con el ceño fruncido y la mandíbula cuadriculada por apretar los dientes.
-¡Pero que cojones! -rugí al ver que de la mierda de huevo ese había salido una especie de vampiro mal formado con pinta reptilinea y pechos escamosos que sujetaba a mi perro por el cuello.
Mi diestra bajó hasta la daga que mantenía en mi cinto, la imagen de esa zorra primero chupándole la sangre a Thor y luego engullendo su cabeza era dantesca.
-Puta serpiente de mierda suelta a mi perro -aullé lanzando la daga con tal fuerza que se hincó en su cuello partiendolo en dos trozos.
La serpiente siseo de dolor mostrándome su lengua bífida, Thor cayó al suelo con la cabeza llena de babas convulsionando.
-Voy a matarte puta -gruñí abalanzándome hacia ella mientras atrás el egipcio me gritaba que no había forma de darle muerte, eso era porque no me conocía -si sangra, muere.
Un liquido negruzco resbalaba por el cuello de la muy zorra, los machos trataron de protegerla mientras la sierpe herida se rehacía recolocando la cabeza que pendía sobre su hombro tras el golpe.
-No pretendo servir a Seth y menos dejar que esos me coman la cabeza. Mueve el culo egipcio, vamos a arrancarles el corazon.
Los culebros atacaban con sus garras, eran fieros, dispuestos a darnos muerte, dejarnos secos, paré varias embestidas mientras uno de ellos que gritaba como un loco sacándome los dos colmillos. El cielo encapotado se llenó de rayos, truenos, Thor estaba enfadado, ladeé la sonrisa sintiendo el agua arrastrar la sangre que resbalaba carmesí por mi rostro, estaba acostumbrado a enfrentar a Hela, el miedo no anidaba en nuestras almas guerreras.
Embestí a la serpiente macho atravesando su pecho, dejándola clavada contra una de las paredes del callejón, la abominación lanzo su zarpa desgarrando mi pecho, siseé de dolor, mas eso no me detuvo, con el otro puñal clave en horizontal la filo de la espada y haciendo palanca abrí sus costillas dejando a la vista su palpitante órgano. Hundí mi diestra y de un tirón lo arranqué de cuajo mirando al demonio de Seth
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
¿Quién dijo que sangraban? A ojos de Kefrén, de la piel de la que fuera una mujer y ahora es una servidora de Seth, escapan sólo unos pequeños granos de arena antes de reconstruir su rostro. ¿Por qué el vikingo dice que sangran? El egipcio sacude la cabeza mirando lo que debiera ser una carnicería quizá en la mente de Ubbe y a sus ojos, sólo es un juego constante de los seguidores del dios oscuro, expertos en crear ilusiones y matar así a sus presas. Que le rodean, le sisean en tanto él sigue dando mandobles con la espada en tanto su perro sigue convulsionando en el piso, con los pulmones rotos. Todo ésto parece sacado de la más insana imaginación. El assassin piensa en todo lo que leyó en su momento, al menos lo intenta cuando dos de las sierpes se lanzan contra él, en tanto la hembra sigue siseando al oído del vikingo sumiéndolo más en la ilusión. El egipcio pelea con uñas y dientes, la espada se encuentra con los brazos de sus enemigos que no portan armas, su propio cuerpo lo es.
Se distorsionan a sus ojos, se ensanchan por el cuello, cuales capuchones de cobra, haciendo más terrible su apariencia. Golpea, perfora, pelea con todas sus fuerzas haciendo que uno de ellos caiga sin la cabeza, sabiendo que se recuperará, pero esperando que tarde lo suficiente para deshacerse del otro y ver qué diablos se le ocurre para sacar de su trance a Ubbe. Los colmillos de la primera bestia se encajan en su hombro, el dolor es indescriptible, más no proviene de su cuello, si no de su ojo. Sin darse cuenta, en su pelea acelerada, sus pasos le llevaron a con el vikingo posicionándose espalda con espalda con él. Esa sensación de quemadura por hielo le obliga a cerrar los ojos, el tatuaje de Horus brilla en la penumbra de la oscuridad. El brazalete de Ubbe está igual de incandescente, como las arenas del desierto.
Cuando ambos abren los ojos, no hay nadie en el callejón, están solos tirados en el piso sin señal alguna de las heridas que les provocaran los esclavos de Seth. No hay señal alguna de enemigo, ni siquiera los cuerpos caídos de los cuatro primeros cuando se formaban los capullos. Thor viaja ladrando de uno al otro, jaloneando la pernera del pantalón de Ubbe en su afán de hacerlo reaccionar. El sol está a punto de ocultarse. Han pasado más de seis horas tirados. ¿En trance? Kefrén sacude la cabeza mirando hacia atrás, a donde está Ubbe. - ¿Te crees que es tan fácil de enterrar la espada en los esclavos de Seth? Cuando te topes con uno, sabrás que sólo tu fierro se siente engullido cuando se los hundes, como si fueran sus cuerpos ventosas - se queda callado de pronto. ¿Cómo es que sabe eso?
Sus ojos pasean por el callejón, se pone en pie intentando comprender qué fue lo que pasó. Observando las paredes, buscando en los rincones - ¡Una puta ilusión! ¿De quién? ¿De qué hechicero? Fue demasiado real - resopla iracundo hasta encontrar algo tirado en el piso. Lo levanta con el filo de su espada, sin atreverse a tocarlo. Una serpiente muerta, con varios jeroglíficos en el cuerpo. - Necesitaría a una sacerdotisa de los dioses para que me explique qué clase de hechicería es ésta - busca hasta encontrar una bolsa, echando dentro al reptil, mirando de reojo a Ubbe. - Tienes toda mi atención. Ahora dime, ¿Qué debemos...? - un ruido le calla. Busca con la mirada queriendo encontrar el origen.
Ubbe siente que se le eriza todo el cabello de la nuca del frío viento que asciende en el lugar en tanto tres serpientes aparecen del fondo del callejón, sinuosas, mortales, en tanto Thor corre a ladrarles.
Se distorsionan a sus ojos, se ensanchan por el cuello, cuales capuchones de cobra, haciendo más terrible su apariencia. Golpea, perfora, pelea con todas sus fuerzas haciendo que uno de ellos caiga sin la cabeza, sabiendo que se recuperará, pero esperando que tarde lo suficiente para deshacerse del otro y ver qué diablos se le ocurre para sacar de su trance a Ubbe. Los colmillos de la primera bestia se encajan en su hombro, el dolor es indescriptible, más no proviene de su cuello, si no de su ojo. Sin darse cuenta, en su pelea acelerada, sus pasos le llevaron a con el vikingo posicionándose espalda con espalda con él. Esa sensación de quemadura por hielo le obliga a cerrar los ojos, el tatuaje de Horus brilla en la penumbra de la oscuridad. El brazalete de Ubbe está igual de incandescente, como las arenas del desierto.
Cuando ambos abren los ojos, no hay nadie en el callejón, están solos tirados en el piso sin señal alguna de las heridas que les provocaran los esclavos de Seth. No hay señal alguna de enemigo, ni siquiera los cuerpos caídos de los cuatro primeros cuando se formaban los capullos. Thor viaja ladrando de uno al otro, jaloneando la pernera del pantalón de Ubbe en su afán de hacerlo reaccionar. El sol está a punto de ocultarse. Han pasado más de seis horas tirados. ¿En trance? Kefrén sacude la cabeza mirando hacia atrás, a donde está Ubbe. - ¿Te crees que es tan fácil de enterrar la espada en los esclavos de Seth? Cuando te topes con uno, sabrás que sólo tu fierro se siente engullido cuando se los hundes, como si fueran sus cuerpos ventosas - se queda callado de pronto. ¿Cómo es que sabe eso?
Sus ojos pasean por el callejón, se pone en pie intentando comprender qué fue lo que pasó. Observando las paredes, buscando en los rincones - ¡Una puta ilusión! ¿De quién? ¿De qué hechicero? Fue demasiado real - resopla iracundo hasta encontrar algo tirado en el piso. Lo levanta con el filo de su espada, sin atreverse a tocarlo. Una serpiente muerta, con varios jeroglíficos en el cuerpo. - Necesitaría a una sacerdotisa de los dioses para que me explique qué clase de hechicería es ésta - busca hasta encontrar una bolsa, echando dentro al reptil, mirando de reojo a Ubbe. - Tienes toda mi atención. Ahora dime, ¿Qué debemos...? - un ruido le calla. Busca con la mirada queriendo encontrar el origen.
Ubbe siente que se le eriza todo el cabello de la nuca del frío viento que asciende en el lugar en tanto tres serpientes aparecen del fondo del callejón, sinuosas, mortales, en tanto Thor corre a ladrarles.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Mi cara de gilipollas fue todo un poema cuando la espalda del egipcio se pegó a la mía, y aquella sensación de quemazón en mi muñeca incendió el brazalete haciéndome apretar los dientes entre gruñidos.
Al abrir los ojos todo había desaparecido y Thor tiraba de mi camal sacándome de no se bien que maldita ensoñación. Abrí los brazos golpeando mi pecho con los puños en busca de mas pelea, la adrenalina corría rauda por mis venas.
El egipcio aseguró que todo era una ilusión, un hechicero jugaba con los dos, y una serpiente que guardo no se para que en una bolsita de cartón, gesto que me hizo enarcar una ceja mirándolo, parecía ser el método usado para llevar acabo el hechizo..
-Cuando pille a ese hechicero le arrancare los huevos y te dejaré guardarlos en una de esas bolsitas de cartón para que te masturbes por las noches imaginando la épica batalla que ambos mantendremos contra tus dioses y los míos.
El egipcio me advirtió que debía pensar con la cabeza.
-Tranquilo egipcio, se me da bien esquivar a la muerte.
Fue entonces cuando de nuevo el gélido frio de antes caló en nuestros huesos y las espeluznantes serpientes serpentearon por el callejón al que Thor se lanzó dispuesto a darles muerte.
-¿que puta broma es esta? -rugí furioso mirando al discípulo de Orus -¿y bien? - pregunté esperando que el recogedor de serpientes tuviera alguna milagrosa idea.
-Thor – lo llamé. Mi can viró con rapidez situándose a mi lado, mostraba los colmillos mas no atacaba a los reptialianos animales.
Ladeé la sonrisa con un deje de diversión al ver a las sierpes que en nada se parecían a nuestro Ragnarok – Tengo una idea -dije clavando mis mares en la mirada furibunda del Egipcio – y si salimos por ahí -dije señalando la pared alta que había a nuestras espaldas y prendemos fuego a este callejón -señalé con mi dedo un bidón inflamable que seguramente algunos vagabundos usaban para prender fuego y calentarse.
Deslice el arco de mi espalda atrapando una flecha del carcaj, acaricié las plumas colocandola con maestría al tiempo que abría las 40 libras tirando de espalda. Mi pecho quedo abierto, la cuerda en mis labios y mi mirada centrada en el bidón, ahora solo necesitaba fuego.
-¿podrás hacer fuego egipcio? Yo derramaré el contenido, de todos modos, no se bien por que cuando nos tocamos mi brazalete se incendia, no tengo ni puta idea de que hace exactamente, pero voy a descubrirlo.
Al abrir los ojos todo había desaparecido y Thor tiraba de mi camal sacándome de no se bien que maldita ensoñación. Abrí los brazos golpeando mi pecho con los puños en busca de mas pelea, la adrenalina corría rauda por mis venas.
El egipcio aseguró que todo era una ilusión, un hechicero jugaba con los dos, y una serpiente que guardo no se para que en una bolsita de cartón, gesto que me hizo enarcar una ceja mirándolo, parecía ser el método usado para llevar acabo el hechizo..
-Cuando pille a ese hechicero le arrancare los huevos y te dejaré guardarlos en una de esas bolsitas de cartón para que te masturbes por las noches imaginando la épica batalla que ambos mantendremos contra tus dioses y los míos.
El egipcio me advirtió que debía pensar con la cabeza.
-Tranquilo egipcio, se me da bien esquivar a la muerte.
Fue entonces cuando de nuevo el gélido frio de antes caló en nuestros huesos y las espeluznantes serpientes serpentearon por el callejón al que Thor se lanzó dispuesto a darles muerte.
-¿que puta broma es esta? -rugí furioso mirando al discípulo de Orus -¿y bien? - pregunté esperando que el recogedor de serpientes tuviera alguna milagrosa idea.
-Thor – lo llamé. Mi can viró con rapidez situándose a mi lado, mostraba los colmillos mas no atacaba a los reptialianos animales.
Ladeé la sonrisa con un deje de diversión al ver a las sierpes que en nada se parecían a nuestro Ragnarok – Tengo una idea -dije clavando mis mares en la mirada furibunda del Egipcio – y si salimos por ahí -dije señalando la pared alta que había a nuestras espaldas y prendemos fuego a este callejón -señalé con mi dedo un bidón inflamable que seguramente algunos vagabundos usaban para prender fuego y calentarse.
Deslice el arco de mi espalda atrapando una flecha del carcaj, acaricié las plumas colocandola con maestría al tiempo que abría las 40 libras tirando de espalda. Mi pecho quedo abierto, la cuerda en mis labios y mi mirada centrada en el bidón, ahora solo necesitaba fuego.
-¿podrás hacer fuego egipcio? Yo derramaré el contenido, de todos modos, no se bien por que cuando nos tocamos mi brazalete se incendia, no tengo ni puta idea de que hace exactamente, pero voy a descubrirlo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Ésto parece una broma creada por un imbécil que está intentando desestabilizar a ambos para matarlos cuando menos lo esperen. O bien, están haciendo que pierdan un precioso tiempo porque lo que más le preocupa a Kefrén, es que caiga la noche. Algo le dice que esas cosas se ocultan mejor entre las sombras y que una vez que el sol desaparezca, saldrán realmente a jugar. El perro vuelve a ladrar como lo hiciera antes, causando que el egipcio alzara una ceja deseando que ésto termine. - ¿Y como para qué me masturbaría con los testículos de alguien? ¿Es que tú lo haces y por eso quieres que siga tu ejemplo? - reniega revisando de nuevo las paredes, haciendo caso omiso a las tres serpientes que empiezan a formar los capullos a su alrededor, al tiempo que cuatro enemigos aparecen para combatirlos.
Igual a la primera vez. - Ésto es un maldito bucle, escuché de ellos de donde provengo, como hagamos algo mal, volverá a iniciar - le advierte - y no podremos salir hasta que nos maten - busca entre sus bolsillos lo que pide, saca la caja de fósforos - ¿Te sirve? - se acerca ignorando a los que se aventuran en su contra, echándole la caja a las manos del vikingo, voltea para contenerlos. Caen uno tras otro, hasta que el fuego empieza. La luz que ilumina el oscuro lugar, demuestra que están encerrados en cuatro paredes muy altas, grandes y fuertes. El fuego va acercándose cada vez más y más a los dos guerreros. - ¿Crees que ésto funcione? - se preocupa cuando ve que las flamas están más y más cerca. Casi quemando sus pieles hasta que vuelven a tocarse.
Los ladridos de Thor hacen que Ubbe abra sus ojos por segunda vez. Está de nueva cuenta en el callejón. Kefrén se incorpora hasta quedarse sentado con rabia. - ¿QUÉ DIABLOS TENEMOS QUE HACER PARA SALIR DE AQUÍ? - golpea con fuerza el piso mirando a Ubbe. - Esta vez lo haremos a mi manera ¿Entendiste? Deja de ser un maldito terco, eres un estúpido que piensa que todo se soluciona a golpes. ¿Es que la cabeza se te dio de adorno? ¡Piensa primero, deja de ser un imbécil! - le empuja el hombro con rabia. Se incorpora buscando pistas de nuevo - pónte a buscar algo, un símbolo, un pentagrama, una estupidez así, tenemos que romperlo - su mal genio está cada vez incrementándose.
Lo que ambos no saben, es que es justo lo que el hechicero está provocando, alterando sus estados de ánimo para que se frustren por no salir del ciclo, pelearse entre ellos y que se maten, así no se manchará las manos. En tanto Ubbe y Kefrén siguen ahí, tres serpientes aparecen del fondo del callejón en tanto Thor corre a ladrarles frenético, defendiendo a su amo de la amenaza. Al verlas, Kefrén gruñe con rabia mesándose los cabellos con las manos, - no entiendo una mierda, de verdad que no entiendo y tú tienes la culpa, si dejaras tus malditas ínfulas de guerrero mal pagado, podríamos salir de aquí - si bien Kefrén no es un ser agresivo, este hechizo está haciendo su efecto. Y en contraste, Ubbe sentirá algo parecido.
Igual a la primera vez. - Ésto es un maldito bucle, escuché de ellos de donde provengo, como hagamos algo mal, volverá a iniciar - le advierte - y no podremos salir hasta que nos maten - busca entre sus bolsillos lo que pide, saca la caja de fósforos - ¿Te sirve? - se acerca ignorando a los que se aventuran en su contra, echándole la caja a las manos del vikingo, voltea para contenerlos. Caen uno tras otro, hasta que el fuego empieza. La luz que ilumina el oscuro lugar, demuestra que están encerrados en cuatro paredes muy altas, grandes y fuertes. El fuego va acercándose cada vez más y más a los dos guerreros. - ¿Crees que ésto funcione? - se preocupa cuando ve que las flamas están más y más cerca. Casi quemando sus pieles hasta que vuelven a tocarse.
Los ladridos de Thor hacen que Ubbe abra sus ojos por segunda vez. Está de nueva cuenta en el callejón. Kefrén se incorpora hasta quedarse sentado con rabia. - ¿QUÉ DIABLOS TENEMOS QUE HACER PARA SALIR DE AQUÍ? - golpea con fuerza el piso mirando a Ubbe. - Esta vez lo haremos a mi manera ¿Entendiste? Deja de ser un maldito terco, eres un estúpido que piensa que todo se soluciona a golpes. ¿Es que la cabeza se te dio de adorno? ¡Piensa primero, deja de ser un imbécil! - le empuja el hombro con rabia. Se incorpora buscando pistas de nuevo - pónte a buscar algo, un símbolo, un pentagrama, una estupidez así, tenemos que romperlo - su mal genio está cada vez incrementándose.
Lo que ambos no saben, es que es justo lo que el hechicero está provocando, alterando sus estados de ánimo para que se frustren por no salir del ciclo, pelearse entre ellos y que se maten, así no se manchará las manos. En tanto Ubbe y Kefrén siguen ahí, tres serpientes aparecen del fondo del callejón en tanto Thor corre a ladrarles frenético, defendiendo a su amo de la amenaza. Al verlas, Kefrén gruñe con rabia mesándose los cabellos con las manos, - no entiendo una mierda, de verdad que no entiendo y tú tienes la culpa, si dejaras tus malditas ínfulas de guerrero mal pagado, podríamos salir de aquí - si bien Kefrén no es un ser agresivo, este hechizo está haciendo su efecto. Y en contraste, Ubbe sentirá algo parecido.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Los dos acabamos resoplando y gruñendo mientras las putas serpientes volvían en bucle a copar la entrada del callejón. Thor gruñía y ladraba, las sierpes con su espectáculo sinuoso formaban capullos y después salieron las mujeres escamosas feas como demonios engullidoras de cabezas y no precisamente de vergas. Nosotros nos recriminábamos el uno al otro el no conseguir salir de aquella mierda de callejón, sin prestarles la menor atención a los bichos esos, nos enfrentábamos en una discusión sin sentido, debíamos admitir que la situación era surrealista cuanto menos, pero en algo tenía Kefren razón, si se hacía de noche estábamos perdidos, así que teníamos que salir de allí y pronto.
-¿Tiene que haber una manera? -rugí furibundo centrando mis dos mares ahora revueltos en la marca del ojo de Egipcio -antes, cuando nos hemos tocado, la visión ha desaparecido, es la primera vez que hemos entrado en bucle, creo que si logro activar esta mierda -dije señalando el brazalete que Odin me había puesto como grillete para asegurar que su fiel soldado ejecutara sus ordenes, podremos salir de aquí, así que allá voy.
Estiré la mano posándola en el hombro de Kefrén, aullé de dolor al sentir de nuevo aquel fuerte quemazón y del mismo modo el egipcio que hasta ese momento no hacía mas que quejarse de todo, gruñó sintiendo el fuego arder en su ojo.
Centre mi mirada en la boca del callejón esperando que la mierda esta funcionara y ahora si saliéramos de aquella maldita ensoñación.
En el callejón no había marca alguna, así que dudaba la encotraramos, lo que el nervioso egipcio esperaba hallar, tenía que ser esto, activar el poder que los dioses nos habían dado.
-¿Tiene que haber una manera? -rugí furibundo centrando mis dos mares ahora revueltos en la marca del ojo de Egipcio -antes, cuando nos hemos tocado, la visión ha desaparecido, es la primera vez que hemos entrado en bucle, creo que si logro activar esta mierda -dije señalando el brazalete que Odin me había puesto como grillete para asegurar que su fiel soldado ejecutara sus ordenes, podremos salir de aquí, así que allá voy.
Estiré la mano posándola en el hombro de Kefrén, aullé de dolor al sentir de nuevo aquel fuerte quemazón y del mismo modo el egipcio que hasta ese momento no hacía mas que quejarse de todo, gruñó sintiendo el fuego arder en su ojo.
Centre mi mirada en la boca del callejón esperando que la mierda esta funcionara y ahora si saliéramos de aquella maldita ensoñación.
En el callejón no había marca alguna, así que dudaba la encotraramos, lo que el nervioso egipcio esperaba hallar, tenía que ser esto, activar el poder que los dioses nos habían dado.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Si bien el vikingo sería buena compañía en medio de un combate, contra un hechicero dista de ser lo que necesita a su lado. Ambos están en una constante línea en ascenso donde sus caracteres están por llegar al límite y estallar hasta no dejar nada de ellos, ni siquiera huesos para que Thor mastique. Y en medio de toda esta locura, al vikingo se le enciende el foco, porque descubre algo que al egipcio se le pasa: cuando se tocan, el bucle inicia de nuevo. ¿Cómo es que no se dio cuenta antes? Voltea hacia Ubbe con una sonrisa que se le esfuma porque el otro le toca sin pensarlo dos veces. El dolor que le provoca es insoportable, la quemadura por hielo es idéntica en potencia a la quemadura por fuego. Y el brazalete se enciende, así como el ojo de Horus en el rostro Kefrén quien sacude la cabeza intentando contener todo lo que tiene encima.
Cuando Ubbe quiere separar la mano, Kefrén le coloca la suya en el hombro contrario mirándolo a los ojos. - Soporta, soporta e invoca a tu dios - podría ser una frase común, pero el tono de voz es diferente y por un instante, el nórdico aprecia cómo cambian las vestimentas del sureño: de ser oscuras se convierte en una corta armadura blanca. El nemes (tocado) de líneas de color blanco y rojo alternadas, le adorna la cabeza rapada a primera vista, como símbolo de su casta, los guerreros. Los ojos están delineados a la antigua usanza egipcia. En su cinturón se encuentra una kophesh con la empuñadura en forma de halcón. El hombre le mira a Ubbe - invoca a tu dios, como yo invocaré a mi padre Horus. Salve, Horus, permite con tu bendición que tengamos tu visión, padre - las palabras se quedan en el aire, la respuesta es otorgada con halos de luz que provienen de los propios cielos en tanto Ubbe siente las palabras atoradas en la boca.
Sea pues que Odín hable a través de su guerrero, invocando a aquéllas que le sirven para que le enseñen qué debe hacer y después de ello, cada invocación significará la pérdida de su energía vital hasta que caiga muerto si es que abusa de aquél don que el Dios tuerto le da a su campeón.
Y en tanto Kefrén invoca a Horus, los ojos de ambos se abren como si estuvieran cerrados durante todo este tiempo para encontrarse en el callejón, observando el cielo que está a punto de oscurecer con el sol a punto del ocaso y en la orilla del lugar, un hechicero les observa sorprendido sabiendo que sus tretas acaban de terminar para bien o para mal, dependiendo de las acciones de ambos enemigos que tiene ahora con las manos una sobre el hombro del otro. Creando un vínculo irrompible.
Cuando Ubbe quiere separar la mano, Kefrén le coloca la suya en el hombro contrario mirándolo a los ojos. - Soporta, soporta e invoca a tu dios - podría ser una frase común, pero el tono de voz es diferente y por un instante, el nórdico aprecia cómo cambian las vestimentas del sureño: de ser oscuras se convierte en una corta armadura blanca. El nemes (tocado) de líneas de color blanco y rojo alternadas, le adorna la cabeza rapada a primera vista, como símbolo de su casta, los guerreros. Los ojos están delineados a la antigua usanza egipcia. En su cinturón se encuentra una kophesh con la empuñadura en forma de halcón. El hombre le mira a Ubbe - invoca a tu dios, como yo invocaré a mi padre Horus. Salve, Horus, permite con tu bendición que tengamos tu visión, padre - las palabras se quedan en el aire, la respuesta es otorgada con halos de luz que provienen de los propios cielos en tanto Ubbe siente las palabras atoradas en la boca.
Sea pues que Odín hable a través de su guerrero, invocando a aquéllas que le sirven para que le enseñen qué debe hacer y después de ello, cada invocación significará la pérdida de su energía vital hasta que caiga muerto si es que abusa de aquél don que el Dios tuerto le da a su campeón.
Y en tanto Kefrén invoca a Horus, los ojos de ambos se abren como si estuvieran cerrados durante todo este tiempo para encontrarse en el callejón, observando el cielo que está a punto de oscurecer con el sol a punto del ocaso y en la orilla del lugar, un hechicero les observa sorprendido sabiendo que sus tretas acaban de terminar para bien o para mal, dependiendo de las acciones de ambos enemigos que tiene ahora con las manos una sobre el hombro del otro. Creando un vínculo irrompible.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Al egipcio se le encendieron las luces, si bien yo no sabía como cojones funcionaba el brazalete, Kefren guiado no se bien por quien engarzó su diestra a mi hombro. Su ojo se ilumino, algo cambió, ademas de ese dolor de fuego y hielo en nuestra piel, la vestimenta del egipcio se trasformó en una no muy diferente a la que había visto en los grabados de la pirámide donde mi mujer y yo conseguimos el orbe.
“invoca a tu dios, como yo invocaré a mi padre Horus. Salve, Horus, permite con tu bendición que tengamos tu visión, padre “
Aquel hombre parecía un monaguillo de iglesia, siempre hablando en ese tono tan rotundo.
-¿Invocar que? -dije apretando los dientes, mas lo cierto es que en mi garganta se acumulaban las palabras.
-¡Odin! Maldito dios tuerto, dejame ver a través de ti -Rugí.
En ese momento ambos giramos la cabeza hacia el frente, allí estaba el hechicero que había jugado a placer con nuestras mentes, mas su gesto cambió de repente al sentirse descubierto por ambos guerreros. Como si nuestras mentes pensaran del mismo modo las espadas fueron desenvainadas al unisono, la suya era curva, la mía una gran bastarda, mas cuando sendas se unieron en el centro del cuello del brujo la cabeza salió disparada del cuello siendo sajada hasta caer rodando por el suelo.
Sangre salpicó nuestros rostro, me relamí los labios excitado pro la masacre, abrí los brazos en cruz mirando al inicio del callejón.
-¡Alguien mas! -aullé provocando a la nada
Mas nada retumbó al otro lado, así que mis aceros se dirigieron raudos al egipcio.
-Nos largamos, mi mujer y una amiga te necesitan en casa y no voy a aceptar un no como respuesta, así que estirate la faldita que nos piramos de aquí antes de que mas víboras de esas se unan a la fiesta.
“invoca a tu dios, como yo invocaré a mi padre Horus. Salve, Horus, permite con tu bendición que tengamos tu visión, padre “
Aquel hombre parecía un monaguillo de iglesia, siempre hablando en ese tono tan rotundo.
-¿Invocar que? -dije apretando los dientes, mas lo cierto es que en mi garganta se acumulaban las palabras.
-¡Odin! Maldito dios tuerto, dejame ver a través de ti -Rugí.
En ese momento ambos giramos la cabeza hacia el frente, allí estaba el hechicero que había jugado a placer con nuestras mentes, mas su gesto cambió de repente al sentirse descubierto por ambos guerreros. Como si nuestras mentes pensaran del mismo modo las espadas fueron desenvainadas al unisono, la suya era curva, la mía una gran bastarda, mas cuando sendas se unieron en el centro del cuello del brujo la cabeza salió disparada del cuello siendo sajada hasta caer rodando por el suelo.
Sangre salpicó nuestros rostro, me relamí los labios excitado pro la masacre, abrí los brazos en cruz mirando al inicio del callejón.
-¡Alguien mas! -aullé provocando a la nada
Mas nada retumbó al otro lado, así que mis aceros se dirigieron raudos al egipcio.
-Nos largamos, mi mujer y una amiga te necesitan en casa y no voy a aceptar un no como respuesta, así que estirate la faldita que nos piramos de aquí antes de que mas víboras de esas se unan a la fiesta.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
La unión entre ambos panteones se realiza con una simpleza que podría burlarse de los sabios. Ambos guerreros mantienen la habilidad de seguir contactados con una mano en el hombro del otro hasta que la ilusión cae gracias a la potestad de los dioses que les permiten disipar la neblina que obstruía su entendimiento. El hechicero se sorprende porque su trampa queda deshecha a jirones. Los siguientes movimientos son cadenciosos, la muerte coquetea con su víctima, que cae presa de su enorme presencia. Los dos aceros encuentran su objetivo desprendiendo la cabeza y bañando sus rostros con la sangre del enemigo dando a ésto un tinte del tipo sacramental. Con el contacto de la linfa, ambos hombres obtienen lo que buscaban: la visión sobre las ilusiones que pretenden retenerlos.
El contacto se pierde, Kefrén se aleja antes de observar a su alrededor y sin dudar, empezar a desvalijar al ahora occiso buscando pistas que le den un sentido a lo que aconteció y sobre todo, de quién es aquél que los persigue. Ni la potencia del norteño cesa su empeño hasta que encuentra lo que buscaba. Frunce los labios sacudiendo la cabeza de diestra a siniestra. La imagen de su vida pasada se desvanece recuperando los ropajes que tuviera antes del contacto con el vikingo. - Parece que sí, vendrán muchos más. Lo que me temía está aquí - le muestra un símbolo en la muñeca del hechicero. - Seth, el dios del caos es su señor - se pone en pie alzando una ceja por la impaciencia de su compañero.
En todo el caos reinante, algo sale a la luz. Este hombre quiere llevarlo a su casa para que su esposa lo vea. - Vamos si es lo que quieres, pero desde ya te informo que si Seth está inmiscuido, tu esposa corre grave peligro y tú más - toma sus cosas para retirarse de ahí sin mirar atrás. Arreglando sus ropas siguiendo al nórdico en silencio. Sus ojos no cesan en su empeño de verificar una y otra vez los alrededores y justo cuando están llegando al hogar del vikingo, nota algo fuera de lugar. Un hombre a quien ya había visto antes, un sirviente de Sabah. - Espera - le informa a su compañero para dirigir sus pasos hacia él. Le sorprende que le hable en egipcio, pero continúa la conversación hasta que hace una mueca regresando la mirada al nórdico.
- Dice que tu esposa y su amiga corrían grave peligro y fueron llevadas a otro lugar. Él puede llevarnos. ¿Te quedas o vas? - la mansión de Sabah se encuentra en la zona aristócrata de París y hacia allá deberán ir. La pregunta es: ¿Llegarán con bien o alguien se les entrometerá? El cielo oscuro ya está, el sol cayó desde que salieran del callejón. Lo que significa que el mal está libre para pasear por las calles y atacar a quien se le ponga al alcance de la mano.
El contacto se pierde, Kefrén se aleja antes de observar a su alrededor y sin dudar, empezar a desvalijar al ahora occiso buscando pistas que le den un sentido a lo que aconteció y sobre todo, de quién es aquél que los persigue. Ni la potencia del norteño cesa su empeño hasta que encuentra lo que buscaba. Frunce los labios sacudiendo la cabeza de diestra a siniestra. La imagen de su vida pasada se desvanece recuperando los ropajes que tuviera antes del contacto con el vikingo. - Parece que sí, vendrán muchos más. Lo que me temía está aquí - le muestra un símbolo en la muñeca del hechicero. - Seth, el dios del caos es su señor - se pone en pie alzando una ceja por la impaciencia de su compañero.
En todo el caos reinante, algo sale a la luz. Este hombre quiere llevarlo a su casa para que su esposa lo vea. - Vamos si es lo que quieres, pero desde ya te informo que si Seth está inmiscuido, tu esposa corre grave peligro y tú más - toma sus cosas para retirarse de ahí sin mirar atrás. Arreglando sus ropas siguiendo al nórdico en silencio. Sus ojos no cesan en su empeño de verificar una y otra vez los alrededores y justo cuando están llegando al hogar del vikingo, nota algo fuera de lugar. Un hombre a quien ya había visto antes, un sirviente de Sabah. - Espera - le informa a su compañero para dirigir sus pasos hacia él. Le sorprende que le hable en egipcio, pero continúa la conversación hasta que hace una mueca regresando la mirada al nórdico.
- Dice que tu esposa y su amiga corrían grave peligro y fueron llevadas a otro lugar. Él puede llevarnos. ¿Te quedas o vas? - la mansión de Sabah se encuentra en la zona aristócrata de París y hacia allá deberán ir. La pregunta es: ¿Llegarán con bien o alguien se les entrometerá? El cielo oscuro ya está, el sol cayó desde que salieran del callejón. Lo que significa que el mal está libre para pasear por las calles y atacar a quien se le ponga al alcance de la mano.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
El egipcio tenia algún tipo de trauma o manía persecutoria pues no dejaba de estar atento a cada cosa que se movía como si esperara que una mujer lagarta le saltara encima con las bragas bajadas.
No pude evitar ladear la sonrisa mientras caminaba rumbo a mi casa, con suerte aun me daría tiempo a cenar ese asado que había hecho y a beberme una buena jarra de hidromiel antes de continuar con el jueguecito este extraño de dioses de Egipto.
Mas Loqui tendía a jugar cada partida hasta el fin de la mano y en esta ocasión la suerte no llegó a ser distinta. El egipcio se acercó a hablar ocn otro tipo, los dos hablaban en la lengua de mi mujer, no necesite tradución, pues aunque no hablaba el idioma si lo entendía bastante bien, incluso era capaz de chapurrearlo de ser necesario.
-Mas vale a es “Phoenix” que mi esposa no este en peligro porque por mis dioses y los tuyos juro que arrasaré sendas culturas y las convertiré en ceniza desde sus cimientos si la pierdo.
Puede que para el egipcio mis palabras solo resultaran meras amenazas, seguramente era porque no conocía un vikingo enfadado.
-Que nos guie, y que lo haga rápido -urgí dando un empujón al tipo nuevo para que se pusiera en movimiento mientras mi ceño se fruncía y de mis labios emergía una especie de gruñido gutural que mostraba la rabia que me causaba la situación.
Sabía que esto iba a traer problemas a mi esposa, peor no, ella nunca escuchaba, era terca, demasiado, por los dioses que iba a azotar esas nalgas que se gastaba en cuanto ambos estuviéramos solos.
No pude evitar ladear la sonrisa mientras caminaba rumbo a mi casa, con suerte aun me daría tiempo a cenar ese asado que había hecho y a beberme una buena jarra de hidromiel antes de continuar con el jueguecito este extraño de dioses de Egipto.
Mas Loqui tendía a jugar cada partida hasta el fin de la mano y en esta ocasión la suerte no llegó a ser distinta. El egipcio se acercó a hablar ocn otro tipo, los dos hablaban en la lengua de mi mujer, no necesite tradución, pues aunque no hablaba el idioma si lo entendía bastante bien, incluso era capaz de chapurrearlo de ser necesario.
-Mas vale a es “Phoenix” que mi esposa no este en peligro porque por mis dioses y los tuyos juro que arrasaré sendas culturas y las convertiré en ceniza desde sus cimientos si la pierdo.
Puede que para el egipcio mis palabras solo resultaran meras amenazas, seguramente era porque no conocía un vikingo enfadado.
-Que nos guie, y que lo haga rápido -urgí dando un empujón al tipo nuevo para que se pusiera en movimiento mientras mi ceño se fruncía y de mis labios emergía una especie de gruñido gutural que mostraba la rabia que me causaba la situación.
Sabía que esto iba a traer problemas a mi esposa, peor no, ella nunca escuchaba, era terca, demasiado, por los dioses que iba a azotar esas nalgas que se gastaba en cuanto ambos estuviéramos solos.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Entiende que esté furioso porque su esposa está metida en ésto hasta las manitas, pero por otro lado, esa pulsera que se carga no le exime de responsabilidad porque se nota que él también fue elegido. - Si te vas a poner así, de una vez te lo digo - sigue al hombre que es obligado casi a trompicones a dirigirlos a un carruaje. - Ésto de tu esposa y tú, no me sorprendería que fuera orquestado por los propios dioses y ustedes no hayan sido más que sus marionetas - se sube con rapidez al carruaje y en cuanto el vikingo le imita, golpea la madera para que inicien la marcha.
Su tono se torna más firme - deja de hacer berrinche. Si sus caminos estuvieron trazados por los dioses, es obvio que tendrán que pasar por varias aventuras antes de que les den el descanso del guerrero. Me parecía que tú, siendo vikingo lo entenderías mejor que nadie. ¿Acaso tu esposa no puede también pelear como lo hacen las mujeres de tu patria? - busca debajo de los asientos hasta encontrar lo que quería. La botella de licor está casi llena. La abre y da un largo trago - bendita Sabah y su pensamiento por las necesidades humanas - se burla entregándole la botella al vikingo.
- Bebe y olvídate de tus penas y agradece que se enteraron antes de que los esbirros de Seth nos atacaran con más fuerza - de ser así, todos estarían muertos. No hay forma de que puedan contrarrestar a sus esbirros sin un aditamento adecuado. - Creo que necesitaremos otras armas, pero dónde podríamos conseguirlas - se come la cabeza antes de sacudirla con fuerza. - Estamos llegando a la casa de Sabah y te aseguro vikingo, que si sus caminos fueron por obra de los dioses, nunca pudieron evitar algo así - le quita la botella para que no se la termine dando un muy largo trago. Para esta clase de noticias, prefiere olvidarse de que es un miembro de la Liga y beber un poco más.
Su tono se torna más firme - deja de hacer berrinche. Si sus caminos estuvieron trazados por los dioses, es obvio que tendrán que pasar por varias aventuras antes de que les den el descanso del guerrero. Me parecía que tú, siendo vikingo lo entenderías mejor que nadie. ¿Acaso tu esposa no puede también pelear como lo hacen las mujeres de tu patria? - busca debajo de los asientos hasta encontrar lo que quería. La botella de licor está casi llena. La abre y da un largo trago - bendita Sabah y su pensamiento por las necesidades humanas - se burla entregándole la botella al vikingo.
- Bebe y olvídate de tus penas y agradece que se enteraron antes de que los esbirros de Seth nos atacaran con más fuerza - de ser así, todos estarían muertos. No hay forma de que puedan contrarrestar a sus esbirros sin un aditamento adecuado. - Creo que necesitaremos otras armas, pero dónde podríamos conseguirlas - se come la cabeza antes de sacudirla con fuerza. - Estamos llegando a la casa de Sabah y te aseguro vikingo, que si sus caminos fueron por obra de los dioses, nunca pudieron evitar algo así - le quita la botella para que no se la termine dando un muy largo trago. Para esta clase de noticias, prefiere olvidarse de que es un miembro de la Liga y beber un poco más.
Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 27/06/2018
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Acabamos dentro del carro, gruñí aposentando mi culo en los mullidos sillones con Thor a mis piernas, iba maldiciendo en norteño a todo aquel que se cruzaba por mi cabeza y por Odin que solo pensaba en meter la espada por el recto a cualquier hijo de puta que osara tocar o dañar lo que era mío.
El egipcio que parecía divertido me pasó una botella de alcohol para que ahogara las penas, enarqué una ceja.
-Yo necesito mas de esto para ahogarme en alcohol -aseguré con una sonrisa altiva dándole un buen trago.
El egipcio no parecía entender aquello que para mi era tan claro, el problema no es que fuera mujer mi civilización estaba llena de escuderas muy validas que alzaban la espada y que como yo ascenderían al Valhalla, el problema era que mi esposa no estaba hecha para la guerra, de estarlo viviríamos en el norte, en Akershus, no hubiera tenido que dejarlo todo por vivir en París.
Mi esposa quería paz, una familia y mantener su trabajo, uno que no debería meterla en problemas.
Acabamos llegando a la casa de esa mujer de la que el egipcio hablaba sin parar, y a la que había que agradecerle la botella de alcohol que ahora estaba vaciá.
Al menos llegaríamos algo animados después de una día de mierda enfrentando fantasmas y mujeres feas con pinta de putas baratas de burdel malo.
El egipcio que parecía divertido me pasó una botella de alcohol para que ahogara las penas, enarqué una ceja.
-Yo necesito mas de esto para ahogarme en alcohol -aseguré con una sonrisa altiva dándole un buen trago.
El egipcio no parecía entender aquello que para mi era tan claro, el problema no es que fuera mujer mi civilización estaba llena de escuderas muy validas que alzaban la espada y que como yo ascenderían al Valhalla, el problema era que mi esposa no estaba hecha para la guerra, de estarlo viviríamos en el norte, en Akershus, no hubiera tenido que dejarlo todo por vivir en París.
Mi esposa quería paz, una familia y mantener su trabajo, uno que no debería meterla en problemas.
Acabamos llegando a la casa de esa mujer de la que el egipcio hablaba sin parar, y a la que había que agradecerle la botella de alcohol que ahora estaba vaciá.
Al menos llegaríamos algo animados después de una día de mierda enfrentando fantasmas y mujeres feas con pinta de putas baratas de burdel malo.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Udyat «The Horus' prodigal son» [Ubbe Cannif]
Gruñidos y muestras de disconformidad vienen del otro lado del carruaje lo que le parece lo más obvio, a finales de cuentas, él es el que está arriesgando el pellejo de su mujer en tanto Kefrén sólo tiene que mirar a Sabah defenderse sola y crear una matanza. Chasquea la lengua con la mención de que el alcohol de una botella no es suficiente para el norteño. - ¿Y crees que en el sur necesitamos menos? Por favor, tus heladas hacen que las nuestras sean de juguete, pero ya te quiero ver con el sol golpeando cuando es verano sobre tu cabeza, te derretirás - toma la botella sonriendo con un largo trago más.
El contenido del envase dura poco, va intercambiándose de mano en mano ante la atenta mirada del perro que por supuesto conoce el olor. Y por fin, el carruaje va acercándose a su destino final, la morada de la vampiresa que de seguro se pondrá muy de malas cuando vea que ambos, Ubbe y Kefrén, se encuentran golpeados, pero más cuando se entere de que despacharon la botella sin miramientos. Bueno, si se enoja tiene dos trabajos, enojarse y contentarse.
Fácil y sencillo. Se baja del carruaje con intriga en sus ojos, avanzando por donde el sirviente le conduce acompañado por el nórdico y el perro que de momento estuvo inquieto, pero al ser dirigido parece olfatear algo y sale como alma que lleva el diablo lo cual le da buenos motivos al sureño de pensar que ya llegaron.
Y tal cual, entran en la estancia después de que el sirviente toca la puerta y Kefrén observa cómo el nórdico no lo piensa, llega a abrazar a su esposa y a gruñirle algo por lo bajo mientras que el miembro de la Liga se acerca a Sabah sonriendo un poco. - Si me cuentas tus desventuras, te contaré las mías y te prometo que lo mío es de leyenda - se mofa mirando a su alrededor para desviar la cabeza al sirviente que se estaba por retirar - por favor, una jarra con agua bien fresca y para el señor, una botella de alcohol del que sea el más fuerte de su bodega - mira a la vampiresa con un encogimiento de hombros - cosas del destino, necesitamos beber algo a ver si así nos quitamos el mal sabor de boca. Ahora sí, dime ¿De qué nos perdimos y por qué están ellas aquí? - su pregunta tiene sentido.
Así, todos sabrán el por qué están reunidos, de una vez por todas.
El contenido del envase dura poco, va intercambiándose de mano en mano ante la atenta mirada del perro que por supuesto conoce el olor. Y por fin, el carruaje va acercándose a su destino final, la morada de la vampiresa que de seguro se pondrá muy de malas cuando vea que ambos, Ubbe y Kefrén, se encuentran golpeados, pero más cuando se entere de que despacharon la botella sin miramientos. Bueno, si se enoja tiene dos trabajos, enojarse y contentarse.
Fácil y sencillo. Se baja del carruaje con intriga en sus ojos, avanzando por donde el sirviente le conduce acompañado por el nórdico y el perro que de momento estuvo inquieto, pero al ser dirigido parece olfatear algo y sale como alma que lleva el diablo lo cual le da buenos motivos al sureño de pensar que ya llegaron.
Y tal cual, entran en la estancia después de que el sirviente toca la puerta y Kefrén observa cómo el nórdico no lo piensa, llega a abrazar a su esposa y a gruñirle algo por lo bajo mientras que el miembro de la Liga se acerca a Sabah sonriendo un poco. - Si me cuentas tus desventuras, te contaré las mías y te prometo que lo mío es de leyenda - se mofa mirando a su alrededor para desviar la cabeza al sirviente que se estaba por retirar - por favor, una jarra con agua bien fresca y para el señor, una botella de alcohol del que sea el más fuerte de su bodega - mira a la vampiresa con un encogimiento de hombros - cosas del destino, necesitamos beber algo a ver si así nos quitamos el mal sabor de boca. Ahora sí, dime ¿De qué nos perdimos y por qué están ellas aquí? - su pregunta tiene sentido.
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Kefrén Tausret- Cazador Clase Alta
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