Una puerta se cierra, otra se abre.

por **Esthia Vikorida** Sáb Oct 20, 2018 7:58 am

“Lo llaman misiones de paz, porque queda más bonito en las noticias que decir que te mandan a la guerra.
Pero lo cierto es eso, que te mandan a la guerra.

Y tengo una bonita cicatriz en el brazo izquierdo para demostrarlo. Mi propia condición de superviviente y ese precioso secreto que me regalaron mis padres es lo que me ha salvado de ser un nombre más en esa lista que en unos días saldrá en todos los medios.

Vuelvo a casa. Sé que hace un año que no sabes nada de mí, pero sentí la necesidad de que lo supieras. No esperaré que estés en el aeropuerto para recibirme, pero tampoco quiero cruzarme contigo por la calle sin más.

Espero que estés bien y que algún día puedas perdonarme por la forma en que acabó todo.

Un abrazo,
Samuel.”

No podía creerlo. Ahora. Un año después, se dignaba a mandarle un mail para decirle que volvía a casa. ¿A qué casa? Ya no había una “casa” a la que volver. Su discreto apartamento estaba ahora ocupado por una familia y él se había mudado a vivir con su hermana pequeña, mucho más cerca del hospital donde ambos trabajaban.

La vida había seguido después de aquella abrupta ruptura y él había superado el trago como había hecho siempre, saliendo a divertirse, bailando, bebiendo y conociendo a otros chicos con los que pasar el rato. Porque siempre había sido así, alegre, despreocupado y fácil de tratar. Tenía una mentalidad abierta y el sexo casual y si compromiso era algo fantástico cuando no tenía pareja. Porque cuando la tenía era fiel como un cachorrito.

Bloqueó de nuevo el móvil con un gesto de fastidio y lo dejó en la mesilla para darse media vuelta y volver a acurrucarse contra aquel cuerpo caliente y firme que dormía a su lado. Hundió la nariz en su piel. La mezcla de olores era agradable, la sensación de sentirse envuelto en el calor de otro cuerpo y disfrutar de ese perezoso remoloneo en su día libre era demasiado buena como para dejar que un puñado de pixeles se lo amargase. Aunque no podía negar que había sentido algo raro. Tal vez porque el final fue demasiado drástico.