Obsesión calé (Priv. Rafe)

Una vez llegada la noche, el mercado ambulante comenzaba a ser recogido. Si bien el puesto de Rafe, dedicado a la adivinación del futuro por medio de cartas y manos, era fácil de preparar para ser llevado de regreso al asentamiento, siempre que no estaba Kyle cerca, se tomaba la molestia de ayudar a Elle con su puesto de flores. La joven gitana de no más de 18 años había crecido como él, rechazada la caravana debido al mestizaje en su sangre, pero ella de cierta forma, con su carisma y suavidad de trato, había ganado el cariño de algunos otros gitanos, contrario de él que solo había tenido Kyle en toda su vida.

La ayudó a subir las flores que no habían sido vendidas durante la jornada en la carreta, y la ayudó a subir a ella, quedándose abajo para comenzar su caminata. El viaje en la carreta no le estaba prohibido, pero para evitar sentir el rechazo de quienes se sentasen a su lado prefería caminar, eso además le ayudaba a despejar la mente y relajarlo considerablemente. No era que su trabajo fuese duro o forzado, simplemente no soportaba tratar con otras personas, mucho menos el contacto físico, y tenía mucho de eso a diario.

Desde pequeño Kyle le había aconsejado mantenerse lo más alejado posible de los callejones solitarios cuando fuese de noche. Por sus habilidades, Rafe había aprendido que Kyle no era un humano común, y pronto se había atrevido a preguntarle ¿Qué era? Al principio el licántropo se había sorprendido de que pudiera saberlo, pero le prometió que no diría una palabra a nadie. ¿Qué ganaría él con hacer que echasen a Kyle de la caravana? Absolutamente nada. Los demás gitanos creerían que estaba aliado a la bestia, y terminarían echándolos a ambos. Se quedaría finalmente sin nadie.

Rafe solía tomar muy en cuenta los consejos del mayor, pero no temía a los callejones, eran la mejor manera de acortar camino y evitar la muchedumbre que se movía como una ola de gente de vuelta a sus hogares después de un largo día de trabajo, agotados y sudorosos. Sin embargo, su ausencia de temor podría estar a punto de salirle cara.

A mitad de uno de los callejones, una joven mujer se le acercó con descaro y seguridad, como si no tuviera nada que perder. Y no lo tenía. A pesar de su apariencia frágil y pequeña, el aura que emanaba le permitía saber que no era humana. Era una bellísima vampiresa, de largos y rubios cabellos, y ojos de azul más intenso que los propios. Sin medir sus acciones, hizo un gesto de rechazo ante el toque de la mujer en su cabello y dio un paso atrás sin dejar de mirarla directamente a los ojos. ¿Cómo podía temer a la muerte alguien que no tenía absolutamente nada que perder? Si esa mujer lo mataba, seguro que estaría haciéndole un favor.

Con la mesa plegable en una mano y un pequeño bolso con todos sus implementos en la otra, se mantuvo rígido. – Hasta donde sé no me he metido en tu camino, así que no te metas en el mío. – Sus ojos se entrecerraron, mirándola con suspicacia. Ningún ser, humano o sobrenatural, había sentido nunca curiosidad alguna por él, era un hombre común con una suerte maldita y carácter hosco, incluso aunque fuese un varón atractivo ninguna joven humana sería lo suficientemente irracional como para querer tener algún tipo de trato con él, no creía que con una vampiresa fuese distinto.

Resopló no queriendo tener que seguir conversando con ella e hizo un intento por seguir con su camino, siendo nuevamente interceptado. – ¿Qué quieres, chupa sangre? – Cuestionó finalmente, agarrando con más fuerza los objetos en sus manos. No tenía ningún conocimiento sobre pelea, era más del tipo pasivo en ese sentido, por lo que, si la mujer se iba contra él, no tendría mucho qué hacer. Eso no lo hizo mostrarse menos agresivo en su trato con ella.