Si la sangre hablase (privado)

No había palabras para describirlo. Cuando Asura le daba su sangre era como ser dueña del cielo, explotar como un volcán y recomponerse de nuevo, brillar como una estrella y ser capaz de todo. Unas gotas de esa bendita sangre la habían liberado, le dieron en su niñez la fuerza que necesitaba para quitarse todo aquello que la lastraba a ser quien era, sacaron a flote su verdadera esencia.

Mika no era una chica corriente, eso lo sabían ella y Asura pero no había llegado todavía su momento, intuía que tendría un papel importante en la historia, intuía que Asura la querría a su lado por sus dones y porque podía sentir que la apreciaba. Aprecio era una palabra inexacta porque aquellos seres milenarios no mostraban sentimientos humanos ni los calibraban de la misma manera, pero la rubia le tenía cariño, o compartían algo especial, por así decirlo.

Sí, Mika estaba segura de que ella sería la elegida, la hija de Set no convertía a neófitos desde hacía más de un milenio, y si lo había hecho no era por "soledad", compasión o algo similar, sino por necesidad para salir de algún entuerto. Pero con ella sería diferente, sería su amiga, su confidente para toda la eternidad, o al menos eso deseaba ella.

Repasaba un libro de pedidos del cabaret, tratando de centrarse en sus números, pero hacía ya un mes que no recibía esas gotas de elixir y Asura había desaparecido de la ciudad sin dejar rastro tras algo que sucedió relacionado con Utukki Black y que no tenía claro por qué. Nunca se marchaba tanto tiempo sin avisarla. Mika era adicta, como cualquier esclavo de sangre, pero en su caso sabía que Asura también la necesitaba a ella y si se había marchado sería por causa de fuerza mayor.

Había doblado en el hospital guardia dos noches, estaba sumamente cansado pero la falta de médicos y el incremento del crimen en la ciudad de París me había llevado a atender un buen numero de pacientes con heridas varias por no contar los niños enfermos, las mujeres preñadas con alguna que otra problemática.
Llegaba a casa sacudiendo la cabeza para poder mantenerme despierto, mi hijo estaba en casa de la vecina, le pagaba un pequeño sueldo para que se ocupara de Nico, así que ahora le recogería y podríamos tras darle un baño cenar juntos, tenia ganas de que me contara como le había ido el colegio y tumbarme un rato con él en el sofá hasta quedarnos ambos dormidos.

Subí al piso de arriba, María era una joven estudiante universitaria bastante responsable, sus ondas rojas caían alborotadas siempre sobre su rostro algo pálido, era sumamente agradable y le tenía mucho afecto a Nico, así que en cuanto llamé a su puerta ya lo tenía preparado, nos despedimos tras mantener una breve conversación en la que me informó de algunas travesuras de mi hijo que nos hicieron reír a los dos.

Nico era un niño muy vivo, era afectuoso y como a la mayoría de los niños le encantaba jugar a la pelota con sus amigos, Maria lo llevaba al parque a menudo, habían hecho muy buenas migas.
Metí la llave en la cerradura y la gire, Nico corría hacia la cocina con un gesto alegre pues quería coger las galletas que habían sobrado del desayuno, escuché el grito de Nico y corrí hacía allí pensando que debía haber resbalado y caído, mas nada mas lejos de lo que de verdad había ocurrido, una rubia con los ojos rojos como brasas estaba sentada en la mesa de la cocina con las piernas cruzadas, Nico se había hecho pipi encima, mi gesto se endureció.

-No se quien es, pero márchese o llamaré a la policía.

Lo siguiente que recuerdo es que esa mujer con un movimiento propio de una pantera se colocó a mi espalda y me hundió los colmillos en la yugular.
El resto lo recuerdo lleno de luces y sombras, bebí de su muñeca casi abducido no se por que poder que ejercía sobre mi su mirada. Los gritos de mi hijo sonaban ahogadas, entonces entró un hombre que se enfrentó con mi asesina, María lo acompañaba.

Todo me daba vueltas, vomité sangre en el suelo, sentía el olor de la vitae, era embriagador, los sonidos retumbaban en mi cabeza y con ellos la pelea entre mi atacante y mi salvador.
Al final no se como acabé en una mansión ,todo era caos, todo pasaba ante mis ojos como una película en blanco y negro, estaba sumamente mareado, como si hubiera bebido demasiado.

-quiero irme a casa -pedí mientras el hombre me sujetaba y Maria tumbaba a mi hijo en el sofá frente a la lumbre tapándole con una manta.

Una chica miraba desde las escaleras, llevé mis manos a la sien

-quiero irme a casa.

Asura no regresaba, y pasaban los días. El dedo que repasaba las líneas del libro de cuentas del cabaret tembló ligeramente y tuvo que parar y respirar hondo. La maldición de la sangre lo llamaban, pero a ella le parecía una bendición, veía más claro, escuchaba más alto, se sentía pletórica de fuerzas y todo parecía en general ir mejor con tan sólo unas gotas de ese líquido rojo. Lo que Asura no dejaba que ocurriera era que su Djinn interior saliese a flote. Como demonio de fuego que era, respondía a la llamada ardiente de quien lo deseaba y con la sangre de la inmortal se desbloqueaba su poder dormido, así que la hija de Set todavía cavilaba cómo proceder con Mika, sería un error tremendo convertirla, nadie podía prever qué sucedería entonces, quizás anularía al genio, o quizás lo haría aflorar y quién sabe si Mika sobreviviría o sólo los monstruos que habitaban en ella se harían con el control.

La sed la estaba matando y necesitaba su elixir como un drogadicto. Cerró el libro de cuentas, se colocó una capa azul con capucha, se la echó por encima y salió a la calle, algo la llamaba poderosamente hacia la zona residencial. Cuando alcanzó el rastro su mente entró en un modo automático que la guió hasta la mansión de Utukki Black, empuñó los barrotes con ambas manos e inspiró hondo, era inconfundible el rastro de la sangre de Asura, los ojos se le tornaron negros y la energía del Djinn envolvió a la armenia camuflando sus latidos.*

Me estaba volviendo loco, los sonidos golpeaban mi cabeza de forma estruendosa, las voces oía miles de voces ¿por que? no entendía que enfermedad era la que había contraído por la mordida de esa loca, pero la rabia no cursaba con esos síntomas.
Hice o lo intente mas bien hacer un repaso mental de las enfermedades raras que conocía, sabía que por Africa y otros países habían enfermedades sumamente extrañas, ademas, mi hijo no estaba, lo llamaba a gritos desde el otro lado de la puerta de madera maciza.

-Si es un puto secuestro os pagaré, no iré a la policía, pero por favor, soltadme, mi hijo no es responsable de nada.

Era medico, me dedicaba a salvar vidas pero en ocasiones y por desgracía había gente que se quedaba en la mesa de operaciones ¿seria una venganza.

-Por favor, dejad a mi hijo, no tiene a nadie mas, por favor -suplicaba arañando la madera.

Estaba hambriento, sentía como un vacío en la boca del estomago, gruñía fruto de la rabia, los golpes me hacían daño en la cabeza estaba muy mareado.*