AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
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Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Hubo un tiempo en el que surcaba los cielos, en el que los dragones gobernábamos con inteligencia este mundo, hubo un tiempo en el que los humanos eran una raza mas entre otras, y hubo un tiempo en el que una corona reposaba sobre mi cabeza.
Hoy custodio la corona de espinas que Jesús portó en su muerte, una clara paradoja, hoy era tiempo de hombres y con ellos surgió mi decadencias.
La historia se remonta al inicio de los tiempos, antes de que el hombre fuera hombre o al menos plagara la tierra como una rata. Por aquel entonces Eva y Adan se reproducían en su paraíso y los hijos de estos empezaron a plagar un mundo que Dios tildaba como pagano, uno que estaba lleno de seres extraños, ángeles caídos cohabitaban con elfos, enanos, cíclopes y seres legendarios de los que hoy solo quedan las leyendas escritas para facilitar el sueño de los niños.
Un día creí en el amor, y este vino de mano de una humana de cabellos de fuego, creí en su palabra, en que nuestras razas podrían andar de la mano y cometí el mayor pecado, confiar en la humanidad una condenada a pecar. Desde la manzana a Cain y su matanza, todo demostraba que lo que estaba hecho a imagen y semejanza de dios estaba mas cerca del diablo.
Nuestra noche de bodas mi esposa me condeno, con su espada en mi pecho hirió mi corazón, la espada formada con escamas de los míos logró traspasar mi piel y ahí se conformó la orden de los mata-dragones que bajo su mando acabó con mi especie, con todos menos conmigo. Ella no deseaba mi muerte, no me sonó convincente pues lo que ella llamó piedad a mi me sonó a condena y así quedé ligado a ella y a su descendencia, encadenado en Notre Damm, en un sótano secreto para custodiar aquel objeto consagrado por la inquisición y que no debía caer en malas manos..
Hoy custodio la corona de espinas que Jesús portó en su muerte, una clara paradoja, hoy era tiempo de hombres y con ellos surgió mi decadencias.
La historia se remonta al inicio de los tiempos, antes de que el hombre fuera hombre o al menos plagara la tierra como una rata. Por aquel entonces Eva y Adan se reproducían en su paraíso y los hijos de estos empezaron a plagar un mundo que Dios tildaba como pagano, uno que estaba lleno de seres extraños, ángeles caídos cohabitaban con elfos, enanos, cíclopes y seres legendarios de los que hoy solo quedan las leyendas escritas para facilitar el sueño de los niños.
Un día creí en el amor, y este vino de mano de una humana de cabellos de fuego, creí en su palabra, en que nuestras razas podrían andar de la mano y cometí el mayor pecado, confiar en la humanidad una condenada a pecar. Desde la manzana a Cain y su matanza, todo demostraba que lo que estaba hecho a imagen y semejanza de dios estaba mas cerca del diablo.
Nuestra noche de bodas mi esposa me condeno, con su espada en mi pecho hirió mi corazón, la espada formada con escamas de los míos logró traspasar mi piel y ahí se conformó la orden de los mata-dragones que bajo su mando acabó con mi especie, con todos menos conmigo. Ella no deseaba mi muerte, no me sonó convincente pues lo que ella llamó piedad a mi me sonó a condena y así quedé ligado a ella y a su descendencia, encadenado en Notre Damm, en un sótano secreto para custodiar aquel objeto consagrado por la inquisición y que no debía caer en malas manos..
Última edición por Neo Knight el Dom Ene 13, 2019 10:45 am, editado 1 vez
Anshar Knight- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 30/08/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Pues para despertar al único ángel que puede traer el apocalipsis,
deberán reunirse el alma de un ser sin pecado;
las púas que cambiaron la frente de Dios
y la sangre del Creador que será derramada en pecado forzado,
nunca expiado por los hombres.
Pues será el ángel quien fomente su propio despertar,
uniendo fuerzas con quienes decía enemistar.
Y de entre los contrarios nacerá el nuevo Edén.
Oh mi Dios. ¿Qué atrocidades veo?
No permitas, mi señor, que este ángel baje a la tierra
porque traerá el temor y el pecado
de la mano de su única hija y esposa mortal."
Rollos del Qumrán (Manuscritos del Mar Muerto)
´deberán reunirse el alma de un ser sin pecado;
las púas que cambiaron la frente de Dios
y la sangre del Creador que será derramada en pecado forzado,
nunca expiado por los hombres.
Pues será el ángel quien fomente su propio despertar,
uniendo fuerzas con quienes decía enemistar.
Y de entre los contrarios nacerá el nuevo Edén.
Oh mi Dios. ¿Qué atrocidades veo?
No permitas, mi señor, que este ángel baje a la tierra
porque traerá el temor y el pecado
de la mano de su única hija y esposa mortal."
Rollos del Qumrán (Manuscritos del Mar Muerto)
I'm only human after all
Don't put the blame on me
Don't put the blame on me
Armada con lo pertinente, a sabiendas de que la situación puede salirse de control como algunos factores externos intervengan, Betzabell avanza por las calles de París de camino a la Catedral de Notre Dame donde tiene cita una nueva misión. Una encomienda que será la segunda de tres, que le ayudarán a invocar a su padre. Sus pasos son presurosos, estuvo investigando hasta encontrar una forma de colarse en el interior de la Catedral sin ser detenida. Se dirige hacia las catacumbas, lugares bajo la ciudad que pretendían guardar los cuerpos de cientos de muertos y que si se saben utilizar, desembocan en sitios inimaginables. La hechicera se introduce en éstas, iniciando el camino que se sabe ahora de memoria, ignorando los susurros, el calor que desaparece haciendo que se instale una frialdad propia del polo norte o de un invierno duro. Cualquier espíritu que quiera adherirse a su vera, será mal venido. Se tomará como un ente hostil y se le enviará muy, pero mucho muy lejos.
Reconociendo los pilares de la Catedral de Notre Dame, la joven busca el pasadizo. Lo acciona y entra a la enorme construcción que no sabrá qué la golpeó pues sus propios cimientos son los que la traicionan. Avanza por la oscuridad, siendo guiada por un candelabro. Sus pasos le llevan hasta el sitio donde puede percibir la energía de la corona de espinas. Sabe quién le custodia, por qué y para qué. Sus pies se apresuran a continuar uno tras otro hasta llegar a la enorme habitación. Dice la leyenda que la corona será custodiada por un rey, un rey con escamas. Un rey dragón. Y temiendo que el mismo fuego emane de su pecho y la rostice sin oportunidad de abrir la boca, lo primero que hace es crear una barrera de agua alrededor de su cuerpo. Ni siquiera podría evaporar un agua mágica. Se introduce en la enorme cámara sorprendiéndose de no verlo por ningún lado. ¿A dónde iría?
En realidad, no espera respuesta. Busca con rapidez la corona, la vez pasada no tuvo que hacer tanto aspaviento, sólo robar la bóveda de uno de los Cardenales. Ésto es diferente, su padre se lo contó cuando le dijo dónde buscar. Se desliza por el lugar, buscando en silencio, hasta encontrarla. ¿Estaría tan a la vista? Hay algo que no le gusta. Antes de hacer nada, busca en su bolso sacando la esfera que deja sobre una de las superficies pulidas que parecen sus muebles. Coloca la misma y bajo ésta, una misiva. Ahora sí, alza la mirada hacia la corona, busca la forma de llegar hasta ahí sin caer en una trampa o algo por el estilo. ¿Cómo... cómo? Y justo cuando va a dar el salto, habiendo decidido la estrategia, un ruido la saca de su concentración. Se pone atenta para encontrar la causa de esta interrupción. Sus ojos se pasean por el lugar sin éxito hasta que decide soltar un hechizo - Mis ojos ven lo que a mi alma no se le escapa por la luz que la divinidad le proveyó - susurra el conjuro.
Un halo de color azul claro la envuelve dejando que vea la realidad en cada sitio en el que fija la mirada. Se relame cuando de entre las sombras, aparecen un par de ojos reptilianos y lento, muy lento, la figura del dragón la amedrenta por unos instantes que parecen eternos. - Salve guardián. Sé que custodias la Corona de Espinas y ofrezco un trato. Dejad que me lleve una sola de sus espinas, sólo una y a cambio te daré lo que buscas - susurra bajo haciendo una reverencia esperando que el dragón pueda ver más allá de lo que a simple vista parece. Que vea su aura, que entienda que no es una humana per se, si no una nephillim porque se sabe que los dragones son enemigos de los hijos de Adán. Y si bien ella es hija de Lilith, su padre no puede definirse como el primer hombre en la tierra.
Reconociendo los pilares de la Catedral de Notre Dame, la joven busca el pasadizo. Lo acciona y entra a la enorme construcción que no sabrá qué la golpeó pues sus propios cimientos son los que la traicionan. Avanza por la oscuridad, siendo guiada por un candelabro. Sus pasos le llevan hasta el sitio donde puede percibir la energía de la corona de espinas. Sabe quién le custodia, por qué y para qué. Sus pies se apresuran a continuar uno tras otro hasta llegar a la enorme habitación. Dice la leyenda que la corona será custodiada por un rey, un rey con escamas. Un rey dragón. Y temiendo que el mismo fuego emane de su pecho y la rostice sin oportunidad de abrir la boca, lo primero que hace es crear una barrera de agua alrededor de su cuerpo. Ni siquiera podría evaporar un agua mágica. Se introduce en la enorme cámara sorprendiéndose de no verlo por ningún lado. ¿A dónde iría?
En realidad, no espera respuesta. Busca con rapidez la corona, la vez pasada no tuvo que hacer tanto aspaviento, sólo robar la bóveda de uno de los Cardenales. Ésto es diferente, su padre se lo contó cuando le dijo dónde buscar. Se desliza por el lugar, buscando en silencio, hasta encontrarla. ¿Estaría tan a la vista? Hay algo que no le gusta. Antes de hacer nada, busca en su bolso sacando la esfera que deja sobre una de las superficies pulidas que parecen sus muebles. Coloca la misma y bajo ésta, una misiva. Ahora sí, alza la mirada hacia la corona, busca la forma de llegar hasta ahí sin caer en una trampa o algo por el estilo. ¿Cómo... cómo? Y justo cuando va a dar el salto, habiendo decidido la estrategia, un ruido la saca de su concentración. Se pone atenta para encontrar la causa de esta interrupción. Sus ojos se pasean por el lugar sin éxito hasta que decide soltar un hechizo - Mis ojos ven lo que a mi alma no se le escapa por la luz que la divinidad le proveyó - susurra el conjuro.
Un halo de color azul claro la envuelve dejando que vea la realidad en cada sitio en el que fija la mirada. Se relame cuando de entre las sombras, aparecen un par de ojos reptilianos y lento, muy lento, la figura del dragón la amedrenta por unos instantes que parecen eternos. - Salve guardián. Sé que custodias la Corona de Espinas y ofrezco un trato. Dejad que me lleve una sola de sus espinas, sólo una y a cambio te daré lo que buscas - susurra bajo haciendo una reverencia esperando que el dragón pueda ver más allá de lo que a simple vista parece. Que vea su aura, que entienda que no es una humana per se, si no una nephillim porque se sabe que los dragones son enemigos de los hijos de Adán. Y si bien ella es hija de Lilith, su padre no puede definirse como el primer hombre en la tierra.
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Dormía enterrado en oro, al parecer los humanos pensaban que eso complacería al temido dragón, mas nada mas lejos de la realidad. Una jaula dorada no implicaba mi felicidad, yo lo que ansiaba era mi libertad, eso que me coartaba la magia de aquel lugar.
Era preso de mi propia condena, olvidado o convertido en meras historias para infundir temor a los niños, ese rey que un día surcó el cielo, ahora solo era un reflejo pobre de la opulencia, obligado a custodiar la corona de espinas de Jesucristo, yo solo ansiaba la muerte de todos los hijos de Adan, odiaba la humanidad.
Mi ojo reptiliano se abrió al sentir las pisadas raudas por encima del oro, mi sonrisa se afiló al ver a la pelirroja frente a mi, ostentando tanto valor como falta de cordura y razón.
Hacía mucho que no comía carne humana y la idea de engullirla me hacía la boca agua.
Cuando me moví quedando al descubierto, rodeando a mi presa como un gato hace al jugar con el ratón, la hija de Adan habló, su voz no temblaba, aunque debería.
-¿Un trato? -pregunté con la voz ronca mientras seguía acechándola -¿que podría alguien como yo querer de alguien tan insignificante como tu?.
Sabía que su sangre no solo era humana, parte de ella era un ángel, una cruzada, quizás si pudiera ayudarme a fin de cuentas.
Me relamí deteniéndome frente a ella sin cambiar un ápice mi actitud beligerante.
-¿y bien, soy todo oídos? Sea como sea voy a ganar algo en este día, o mi libertad o un buen almuerzo ¿que es lo que me darás?
Era preso de mi propia condena, olvidado o convertido en meras historias para infundir temor a los niños, ese rey que un día surcó el cielo, ahora solo era un reflejo pobre de la opulencia, obligado a custodiar la corona de espinas de Jesucristo, yo solo ansiaba la muerte de todos los hijos de Adan, odiaba la humanidad.
Mi ojo reptiliano se abrió al sentir las pisadas raudas por encima del oro, mi sonrisa se afiló al ver a la pelirroja frente a mi, ostentando tanto valor como falta de cordura y razón.
Hacía mucho que no comía carne humana y la idea de engullirla me hacía la boca agua.
Cuando me moví quedando al descubierto, rodeando a mi presa como un gato hace al jugar con el ratón, la hija de Adan habló, su voz no temblaba, aunque debería.
-¿Un trato? -pregunté con la voz ronca mientras seguía acechándola -¿que podría alguien como yo querer de alguien tan insignificante como tu?.
Sabía que su sangre no solo era humana, parte de ella era un ángel, una cruzada, quizás si pudiera ayudarme a fin de cuentas.
Me relamí deteniéndome frente a ella sin cambiar un ápice mi actitud beligerante.
-¿y bien, soy todo oídos? Sea como sea voy a ganar algo en este día, o mi libertad o un buen almuerzo ¿que es lo que me darás?
Anshar Knight- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Una sola pizca de oro pegada en el cuerpo o en los bolsillos significará que el dragón la persiga durante el resto de su existencia para eliminarla por atrevida. Se mordisquea el labio inferior al ver su expresión, sus enormes ojos reptiloides, las escamas y sobre todo, ese pequeño humo que exhala de sus mandíbulas. Causa temor, si fuera con las manos vacías, correría en dirección contraria, pero no es así. Mantiene la mirada fija en él, escucha cada una de sus palabras a sabiendas que algo así podría esperarse de quien se siente invencible.
Se sonríe divertida - y por eso es que eres el último de tu estirpe. La soberbia fue la que les causó todos sus males y los sirvientes de Dios están dispuestos a darte lo que quieres a cambio de que me entregues una sola espina de la corona que custodias - avanza entre el oro, observando las monedas las joyas, cuidando que ninguna de éstas se introduzca en sus botas o en los bolsillos. Siente cómo se deslizan un par cuando se reacomoda, se las saca con los dedos índice y medio. Las deja caer sin interés. - ¿Te interesa dragoncito? No es que quieras tu libertad, quieres venganza - sonríe de lado recordando lo que su padre le dijo durante su última reunión.
Se queda muy cerca de él, admirando su cuerpo, sus escamas, - para tener la libertad, necesitas primero librarte de tu odio. Y para eso, podría invocar a la última de los Venator. Dicen en el cielo, que una Venator fue tu esposa y quien inició el legado sobre los cimientos donde tus escamas abiertas y tu sangre fueron el cemento y los ladrillos. Y sé que sólo queda una en el mundo, te la traeré y podrás vengarte, luego de ello, te liberarás de tus cadenas y grilletes - ofrece con una sonrisa alargando la mano - y a diferencia de los humanos que conoces, mi sangre responde por mis promesas. Un ángel no puede faltar a su palabra, la traeré aquí, pero tú serás quien tenga que vengarse, en eso no puedo ayudar - ofrece el brazo para que en él se marque un hechizo que la obligue a cumplir su palabra.
Espera paciente su respuesta, sabiendo por su padre que el dragón aceptará con tal de obtener lo que siempre quiso. - Y por cierto, ella tiene en su mano derecha la espada hecha con tu sangre y escamas. Es la descendiente directa de tu esposa, pues sólo los parientes en línea recta podrían usar tal portento. ¿Verdad? - otra puñalada. Betzabell sabe dónde golpear y más cuando tiene la ayuda divina de su padre que está ahora mismo maquinando y dominando la mente del vampiro al que sirve la matadragones.
Se sonríe divertida - y por eso es que eres el último de tu estirpe. La soberbia fue la que les causó todos sus males y los sirvientes de Dios están dispuestos a darte lo que quieres a cambio de que me entregues una sola espina de la corona que custodias - avanza entre el oro, observando las monedas las joyas, cuidando que ninguna de éstas se introduzca en sus botas o en los bolsillos. Siente cómo se deslizan un par cuando se reacomoda, se las saca con los dedos índice y medio. Las deja caer sin interés. - ¿Te interesa dragoncito? No es que quieras tu libertad, quieres venganza - sonríe de lado recordando lo que su padre le dijo durante su última reunión.
Se queda muy cerca de él, admirando su cuerpo, sus escamas, - para tener la libertad, necesitas primero librarte de tu odio. Y para eso, podría invocar a la última de los Venator. Dicen en el cielo, que una Venator fue tu esposa y quien inició el legado sobre los cimientos donde tus escamas abiertas y tu sangre fueron el cemento y los ladrillos. Y sé que sólo queda una en el mundo, te la traeré y podrás vengarte, luego de ello, te liberarás de tus cadenas y grilletes - ofrece con una sonrisa alargando la mano - y a diferencia de los humanos que conoces, mi sangre responde por mis promesas. Un ángel no puede faltar a su palabra, la traeré aquí, pero tú serás quien tenga que vengarse, en eso no puedo ayudar - ofrece el brazo para que en él se marque un hechizo que la obligue a cumplir su palabra.
Espera paciente su respuesta, sabiendo por su padre que el dragón aceptará con tal de obtener lo que siempre quiso. - Y por cierto, ella tiene en su mano derecha la espada hecha con tu sangre y escamas. Es la descendiente directa de tu esposa, pues sólo los parientes en línea recta podrían usar tal portento. ¿Verdad? - otra puñalada. Betzabell sabe dónde golpear y más cuando tiene la ayuda divina de su padre que está ahora mismo maquinando y dominando la mente del vampiro al que sirve la matadragones.
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Habían pasado unos días desde mi ultimo encuentro con la medio ángel, aun sentía el hormigueo de aquel beso impregnando mis labios, mas eso no restaba que sabía lo que sucedería si Betz conseguía llevar a cabo su ritual y traer a las hordas de ángeles a la tierra. No podía permitir que eso pasara, así que tras hacer varias averiguaciones y mover unos cuantos hilos descubrí por fin donde estaba la maldita corona de espinas del pringado de Jesucristo, ahora solo tenía que ir y cogerla.
Ladeé la sonrisa, no parecía tan difícil ¿arrebatársela de las fauces a un dragón? Nah, destripé un gato con 4 años, no debía serme tan complicado.
Iba a salir de mi habitación rumbo a Notre Dame cuando la tigresa se interpuso en mi camino con aquella sonrisa pérfida que se gastaba y el pelo desordenado.
Enarqué una ceja, las veces que me visitaba solía ser porque Yared estaba ocupado con otros menesteres para saciar a su pequeño juguete felino, en otras circunstancias me hubiera alegrado de verla ¿a quien no le gusta que lo despierten con sexo desenfrenado? Pero esta vez tenía prisa, el destino del mundo conocido estaba en mis manos.
Tiré de su cintura colándola dentro de mi cámara mientras mi cabeza iba a toda velocidad, Yared estaba en casa, así que si estaba allí la tigresa tenía que ser por un motivo, seguramente porque a sus oídos habían llegado informaciones acerca de mi “tonteo” con la chica medio ángel y mandaba a su juguete para tantear cuan de serio era esto que me traía entre manos.
Empotré a la mata dragones contra la mesa mientras la sujetaba por la nuca pegando su cabeza contra la madera de roble, la botella de bourbon se vertió por el golpe y el liquido se escurrió sobre la superficie muriendo en un goteo incesante contra el suelo.
-Te había echado de menos -me mofé bajándome la bragueta para sacar mi enorme verga.
La tigresa estaba cachonda, siempre lo estaba en época de celo, así que sus glúteos buscaron mi hombría con impaciencia mientras ronroneaba sin poder levantar la cabeza de la superficie plana.
No me dediqué a las florituras, tenía prisa, abrí mas sus piernas con mi otra mano de forma ruda haciéndola gemir de placer y sujetando el tronco deslicé mi glande por sus labios bajos masturbandola, impregnándolo de los fluidos de la felino que escurrían por sus muslos.
-Siempre tan dispuesta – susurré en su oído cuando mi pecho se volcó sobre su espalda para cubrirla y colarme en su hendidura con saña.
Ladeé la sonrisa, no parecía tan difícil ¿arrebatársela de las fauces a un dragón? Nah, destripé un gato con 4 años, no debía serme tan complicado.
Iba a salir de mi habitación rumbo a Notre Dame cuando la tigresa se interpuso en mi camino con aquella sonrisa pérfida que se gastaba y el pelo desordenado.
Enarqué una ceja, las veces que me visitaba solía ser porque Yared estaba ocupado con otros menesteres para saciar a su pequeño juguete felino, en otras circunstancias me hubiera alegrado de verla ¿a quien no le gusta que lo despierten con sexo desenfrenado? Pero esta vez tenía prisa, el destino del mundo conocido estaba en mis manos.
Tiré de su cintura colándola dentro de mi cámara mientras mi cabeza iba a toda velocidad, Yared estaba en casa, así que si estaba allí la tigresa tenía que ser por un motivo, seguramente porque a sus oídos habían llegado informaciones acerca de mi “tonteo” con la chica medio ángel y mandaba a su juguete para tantear cuan de serio era esto que me traía entre manos.
Empotré a la mata dragones contra la mesa mientras la sujetaba por la nuca pegando su cabeza contra la madera de roble, la botella de bourbon se vertió por el golpe y el liquido se escurrió sobre la superficie muriendo en un goteo incesante contra el suelo.
-Te había echado de menos -me mofé bajándome la bragueta para sacar mi enorme verga.
La tigresa estaba cachonda, siempre lo estaba en época de celo, así que sus glúteos buscaron mi hombría con impaciencia mientras ronroneaba sin poder levantar la cabeza de la superficie plana.
No me dediqué a las florituras, tenía prisa, abrí mas sus piernas con mi otra mano de forma ruda haciéndola gemir de placer y sujetando el tronco deslicé mi glande por sus labios bajos masturbandola, impregnándolo de los fluidos de la felino que escurrían por sus muslos.
-Siempre tan dispuesta – susurré en su oído cuando mi pecho se volcó sobre su espalda para cubrirla y colarme en su hendidura con saña.
Belcebu Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/04/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
“y por eso es que eres el último de tu estirpe.” La medio ángel era atrevida en sus afirmaciones, pocos hubieran tenido la desfachatez e cuestionar la caída de los míos, claro que..
-No veo a los tuyos plagar la tierra, deberías reconocer, que dios os ha abandonado y que Jesucristo se sacrifico por las ratas inmundas que tu puedes llamar medio hermanos, dicho esto...enterremos nuestros problemas filosóficos para otro momento en el que debatir sobre porque os extinguisteis vosotros y el porque lo hicimos nosotros tenga algún sentido.
En algo tenía razón la medio ángel, necesitaba venganza casi tanto como la libertad y si era cierto y esa mujer podía poner frente a mi a la Venator no pensaba rechazar su propuesta, por mi podía meterse las espinas por el culo una a una, yo solo quería ser libre de nuevo y acabar con la estirpe de la que un día fue mi esposa, solo quedaba una, eso simplificaba bastante las cosas, tenía que reconocerlo.
Ladeé la sonrisa hundiendo mis amarillentos ojos reptilianos en los de ella, teníamos un trato, uno que por su bien esperaba que cumpliera porque por los designios del destino ambos nos necesitábamos.
-Sea, traela ante mi y la corona de espinas será tuya, yo tendré mi venganza y tu lo que quiera que necesites de ese objeto sagrado que custodio.
Ladeé la sonrisa de forma pérfida.
-aceptame un medio consejo, los humanos siempre acaban pudriendolo todo, son como la carcoma, ten cuidado con esa mitad que eres, puede acabar corrompiendote.
-No veo a los tuyos plagar la tierra, deberías reconocer, que dios os ha abandonado y que Jesucristo se sacrifico por las ratas inmundas que tu puedes llamar medio hermanos, dicho esto...enterremos nuestros problemas filosóficos para otro momento en el que debatir sobre porque os extinguisteis vosotros y el porque lo hicimos nosotros tenga algún sentido.
En algo tenía razón la medio ángel, necesitaba venganza casi tanto como la libertad y si era cierto y esa mujer podía poner frente a mi a la Venator no pensaba rechazar su propuesta, por mi podía meterse las espinas por el culo una a una, yo solo quería ser libre de nuevo y acabar con la estirpe de la que un día fue mi esposa, solo quedaba una, eso simplificaba bastante las cosas, tenía que reconocerlo.
Ladeé la sonrisa hundiendo mis amarillentos ojos reptilianos en los de ella, teníamos un trato, uno que por su bien esperaba que cumpliera porque por los designios del destino ambos nos necesitábamos.
-Sea, traela ante mi y la corona de espinas será tuya, yo tendré mi venganza y tu lo que quiera que necesites de ese objeto sagrado que custodio.
Ladeé la sonrisa de forma pérfida.
-aceptame un medio consejo, los humanos siempre acaban pudriendolo todo, son como la carcoma, ten cuidado con esa mitad que eres, puede acabar corrompiendote.
Anshar Knight- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Hay muchos que dicen y juran que el amor es lo que mueve al mundo. En realidad, es el odio lo que moviliza a legiones enteras de soldados con tal de vengar la muerte de alguien. ¿Cómo podría ser un dragón diferente? ¿Cómo, si tiene cierta afinidad con los humanos por más que se lo niegue? En este aspecto, ninguno es diferente. Sobrenaturales y hombres, son capaces de las peores atrocidades con tal de obtener su venganza. De igual forma, hacen pactos sin pensar en lo que pueda significar. En eso confiaba Betzabell al acudir sin muchos aditamentos a Notre Dame y observar al cambiante ante ella. Su padre le contó su historia, una que podría hacerla sentir pena de no ser porque va a aprovecharse de ello para obtener lo que necesita: las espinas.
Asiente cuando él la incita a traer a la Venator. - Lo haré, pero tendrás que hacer algo para saber que es ella. Traer o estar al lado de Bellamy. Intentará atraparlo, él no lo sabe y que lo hagas de su conocimiento no te traerá nada bueno. Guarda el secreto y espera a que ella llegue, en cuanto lo haga, dile a Bellamy que te harás cargo del insecto - sonríe con diversión cruzándose de brazos mirando al hermoso ejemplar ante ella. El único por lo que tiene entendido. Es una pena que no pueda estrechar lazos con él, pero de hacerlo, estaría en completo peligro.
Sonríe con petulancia - ¡Por supuesto que no confío en esa parte de mí! Si fuera posible la extirparía. Los humanos son grotescos, incapaces de piedad o de comprender a cualquiera de los indefensos. Si por mí fuera, daría inicio al apocalipsis para que sólo queden aquéllos que valga la pena conocer - observa a su alrededor con curiosidad. Incluso se atreve a tomar una pequeña joya que revisa con interés dejándola en su lugar. - Tienes cosas interesantes en este sitio. ¿Cuál es tu mayor tesoro? Prometo que no voy a robarte, sólo es curiosidad. Cuando escuché que tú custodiabas las espinas, me pareció maravilloso conocerte, pero mucho lamento que quizá mi compañía no te sea agradable, pero si quieres comprobar que ella viene en camino, mejor que esté aquí. Así cuando la tengas, podrás darme lo que necesito. Por cierto, necesito hablar con Bellamy, ¿Crees que pueda ir a buscarlo? - ahora que recuerda, podría ser factible de una vez solicitar todo.
Le falta el permiso, ahora que las gárgolas despertaron, para hacer el ritual que invocará a su padre. De lo contrario, puede que lo interrumpan. Que eso suceda, sería horrible. La paradoja podría reventar toda la catedral y por supuesto que no lo desea, eso seguramente disgustaría a su padre o a sus hermanos. - Por favor, te lo agradecería mucho - sonríe con amabilidad esperando a que él acceda. De lo contrario, deberá venir otro día y hablar con las gárgolas. Y tal cual le dijo su padre, debería ser de noche, porque de día, éstas duermen.
Asiente cuando él la incita a traer a la Venator. - Lo haré, pero tendrás que hacer algo para saber que es ella. Traer o estar al lado de Bellamy. Intentará atraparlo, él no lo sabe y que lo hagas de su conocimiento no te traerá nada bueno. Guarda el secreto y espera a que ella llegue, en cuanto lo haga, dile a Bellamy que te harás cargo del insecto - sonríe con diversión cruzándose de brazos mirando al hermoso ejemplar ante ella. El único por lo que tiene entendido. Es una pena que no pueda estrechar lazos con él, pero de hacerlo, estaría en completo peligro.
Sonríe con petulancia - ¡Por supuesto que no confío en esa parte de mí! Si fuera posible la extirparía. Los humanos son grotescos, incapaces de piedad o de comprender a cualquiera de los indefensos. Si por mí fuera, daría inicio al apocalipsis para que sólo queden aquéllos que valga la pena conocer - observa a su alrededor con curiosidad. Incluso se atreve a tomar una pequeña joya que revisa con interés dejándola en su lugar. - Tienes cosas interesantes en este sitio. ¿Cuál es tu mayor tesoro? Prometo que no voy a robarte, sólo es curiosidad. Cuando escuché que tú custodiabas las espinas, me pareció maravilloso conocerte, pero mucho lamento que quizá mi compañía no te sea agradable, pero si quieres comprobar que ella viene en camino, mejor que esté aquí. Así cuando la tengas, podrás darme lo que necesito. Por cierto, necesito hablar con Bellamy, ¿Crees que pueda ir a buscarlo? - ahora que recuerda, podría ser factible de una vez solicitar todo.
Le falta el permiso, ahora que las gárgolas despertaron, para hacer el ritual que invocará a su padre. De lo contrario, puede que lo interrumpan. Que eso suceda, sería horrible. La paradoja podría reventar toda la catedral y por supuesto que no lo desea, eso seguramente disgustaría a su padre o a sus hermanos. - Por favor, te lo agradecería mucho - sonríe con amabilidad esperando a que él acceda. De lo contrario, deberá venir otro día y hablar con las gárgolas. Y tal cual le dijo su padre, debería ser de noche, porque de día, éstas duermen.
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
¿La gárgola? No pude evitar ladear la sonrisa con un deje de mofa, no todos los monstruos teníamos el mismo concepto acerca de la humanidad, Bellamy aun creía en ella, era un ingenuo, preso de esa torre desde el inicio de los tiempos, atado a la catedral por amor..pero mejor que la historia la contara él cuando quisiera hacerlo.
-Hablar con Bellamy, puedo concederte eso, ademas lo haré gratis.
Bellamy era un buen hombre, no coincidíamos en la forma de ver el mundo, mas eso no restaba que hubiéramos compartido largas conversaciones, a veces estábamos demasiado solos ambos, nuestra prisión era esa catedral, nuestra condena la lacra de la humanidad.
Mi cuerpo mutó ante sus ojos, frente a ella quedó lo que en apariencia era un hombre desnudo, la ropa no era importante para mi, así que caminé bajo su atenta mirada hacía una de las esquinas de aquella mazmorra repleta de oro.
-Juraría que estaba por aquí mi armadura -aseguré enarcando una ceja mientras repasaba mentalmente mis últimos movimientos hecho hombre.
Metí la mano y escarbé entre el oro, me costó unos minutos dar con la vestimenta necesaria para cubrir mi desnudez.
-Listo, vamos a por Bellamy.
La guié a través de unos pasadizos hasta la zona alta de la catedral, los torreones, Bellamy estaba sentado al borde de uno de sus muros observando como de costumbre el tiempo pasar.
-¿estas pensando en lanzarte amigo? -pregunté con cierta mofa
-¿serviría de algo? -respondió con un deje de diversión -he traído cerveza -aseguró al girarse para mirarme dándose cuenta entonces de que no estabamso solos -ella no debería estar aquí -dijo cambiando el gesto.
A Bellamý no le gustaban las visitas, a mi tampoco ,pero esta era especial, me otorgaría la venganza y la libertad, Bellamy tendría que lidiar su propia gesta si quería quedar libre de la maldición del amuleto.
-Hablar con Bellamy, puedo concederte eso, ademas lo haré gratis.
Bellamy era un buen hombre, no coincidíamos en la forma de ver el mundo, mas eso no restaba que hubiéramos compartido largas conversaciones, a veces estábamos demasiado solos ambos, nuestra prisión era esa catedral, nuestra condena la lacra de la humanidad.
Mi cuerpo mutó ante sus ojos, frente a ella quedó lo que en apariencia era un hombre desnudo, la ropa no era importante para mi, así que caminé bajo su atenta mirada hacía una de las esquinas de aquella mazmorra repleta de oro.
-Juraría que estaba por aquí mi armadura -aseguré enarcando una ceja mientras repasaba mentalmente mis últimos movimientos hecho hombre.
Metí la mano y escarbé entre el oro, me costó unos minutos dar con la vestimenta necesaria para cubrir mi desnudez.
-Listo, vamos a por Bellamy.
La guié a través de unos pasadizos hasta la zona alta de la catedral, los torreones, Bellamy estaba sentado al borde de uno de sus muros observando como de costumbre el tiempo pasar.
-¿estas pensando en lanzarte amigo? -pregunté con cierta mofa
-¿serviría de algo? -respondió con un deje de diversión -he traído cerveza -aseguró al girarse para mirarme dándose cuenta entonces de que no estabamso solos -ella no debería estar aquí -dijo cambiando el gesto.
A Bellamý no le gustaban las visitas, a mi tampoco ,pero esta era especial, me otorgaría la venganza y la libertad, Bellamy tendría que lidiar su propia gesta si quería quedar libre de la maldición del amuleto.
Anshar Knight- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Curiosa es la forma en que cambian las tornas entre ellos. De ser enemigos, ahora parecía dispuesto a llevarla con Bellamy. Sonríe divertida cruzando los brazos intentando encontrar un lugar donde acomodarse sin que las monedas intenten meterse por sus bolsillos. Lo encuentra: en una esquina hay un asiento que no duda en limpiar y poner el trasero mirando sus acciones. La transformación de dragón a humano es única. Ver cómo va cambiando de tamaño, el momento en que las escamas dan paso a la piel suave y brillante del hombre. Incluso, sabe que no debe mirar su desnudez, pero le llama la atención las diferencias entre su cuerpo y el del cambiante. Y no es por su condición sobrenatural, es porque es un hombre. Las líneas de sus músculos, la ausencia de desarrollo en los senos, la diferencia de sexos son para ella subyugantes.
Ladea la cabeza mientras él habla de una armadura que debe estar en algún sitio. Por la forma en que busca, se nota que hace mucho que no era un humano. Parpadea observando cómo se agacha, la curva de las nalgas, incluso el falo o las dos grandes y arrugadas bolsas de piel que le cuelgan. Se sonríe divertida colocando los codos en las piernas y la barbilla sobre las muñecas analizando todo lo que puede ver del cuerpo del dragón sorprendida porque no tenga pudor y conforme va encontrando cada parte de su armadura, se la va colocando hasta que se cubre casi en su totalidad. Suspira con resignación una vez que se acabó el espectáculo recuperando la vertical para seguir sus pasos.
Le lleva por la catedral, por lugares que jamás se imaginó que existieran hasta encontrar a un hombre relativamente joven que está en la orilla del muro mirando hacia el hermoso espectáculo de la ciudad en la noche. La conversación inició relajada, pero en cuanto la vio, se notó que la gárgola no deseaba verla. - Oh, vamos, no vas a tratar mal a alguien que te trae noticias ¿Verdad? - sonríe un poco cruzada de brazos. Va a ser su ritual haya gárgolas o dragones de por medio. Si tiene que ganárselos, bien, pero como no lo logre, tendrá que hacerlo a la fuerza. - No te disgustes porque te traigo noticias de los Black y de paso, puede que Notre Dame esté sentenciada a muerte. A cambio de lo que te digo, quiero que me dejes una noche hacer un ritual para invocar a un ángel. Es mi padre, pues soy una nephillim y me gustaría hablar con él. ¿Podrías oponerte a que una hija vea a su padre? Por favor, señor Bellamy, escúcheme y concédame mi deseo - ruega con lágrimas en los ojos.
Y no está fingiendo, de verdad se siente oprimida porque un ser como él la descarte sin darle oportunidad a completar por fin, su hechizo. Quiere ver a su padre, ¿Por qué todos se niegan a eso?
Ladea la cabeza mientras él habla de una armadura que debe estar en algún sitio. Por la forma en que busca, se nota que hace mucho que no era un humano. Parpadea observando cómo se agacha, la curva de las nalgas, incluso el falo o las dos grandes y arrugadas bolsas de piel que le cuelgan. Se sonríe divertida colocando los codos en las piernas y la barbilla sobre las muñecas analizando todo lo que puede ver del cuerpo del dragón sorprendida porque no tenga pudor y conforme va encontrando cada parte de su armadura, se la va colocando hasta que se cubre casi en su totalidad. Suspira con resignación una vez que se acabó el espectáculo recuperando la vertical para seguir sus pasos.
Le lleva por la catedral, por lugares que jamás se imaginó que existieran hasta encontrar a un hombre relativamente joven que está en la orilla del muro mirando hacia el hermoso espectáculo de la ciudad en la noche. La conversación inició relajada, pero en cuanto la vio, se notó que la gárgola no deseaba verla. - Oh, vamos, no vas a tratar mal a alguien que te trae noticias ¿Verdad? - sonríe un poco cruzada de brazos. Va a ser su ritual haya gárgolas o dragones de por medio. Si tiene que ganárselos, bien, pero como no lo logre, tendrá que hacerlo a la fuerza. - No te disgustes porque te traigo noticias de los Black y de paso, puede que Notre Dame esté sentenciada a muerte. A cambio de lo que te digo, quiero que me dejes una noche hacer un ritual para invocar a un ángel. Es mi padre, pues soy una nephillim y me gustaría hablar con él. ¿Podrías oponerte a que una hija vea a su padre? Por favor, señor Bellamy, escúcheme y concédame mi deseo - ruega con lágrimas en los ojos.
Y no está fingiendo, de verdad se siente oprimida porque un ser como él la descarte sin darle oportunidad a completar por fin, su hechizo. Quiere ver a su padre, ¿Por qué todos se niegan a eso?
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/12/2018
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
De un salto me apeé del borde de la cornisa para quedar frente a la Nephillim, mi mirada se hundió en los ojos azules, casi celestiales de la mujer durante el tiempo suficiente para ver a través de su alma, puede que fuera pura, mas estaba errando en su cometido.
-Te arrepentirás ángel, si llevas a cabo el ritual lloraras lagrimas de sangre -predije ladeando la cabeza ligeramente -hazme caso, el apocalipsis es lo que traerás con tu acto, uno que juzgará a propios y extraños y aunque se que Anshar disfrutara viendo como las llamas del infierno devoran a aquellos impíos que no sean merecedores de la gloria del señor, tu no lo disfrutaras y yo no te lo permitiré.
Traía información acerca de los Black, era cierto, mi sumisión ante el amuleto me obligaba a obedecer a mi dueña, tenía que empezar una guerra contra los Black una que no sabía si podría ganar, mas eso no restaba la esencia que me había atado a Notre Dame, proteger a la humanidad y si permitía que la Nephillim trajera de vuelta a su padre, muchos humanos sufrirían.
-Lo lamento, no tienes mi bendición, protegeré a todos los humanos sin excepción aunque eso me lleve a estar en el bando contrarío a los dos.
El dragón me lanzó una de las cervezas que tomé al vuelo ladeando la sonrisa.
-No nos pongamos tan dramáticos Bellamy, de momento somos amigos ¿no? -preguntó -pues bebamos -dijo alzando su botellin de cristal en mi dirección – de momento me conformo con una sola muerte, ya hablaremos del resto de la humanidad a la hora del desayuno con menos hambre.
Anshar era muy practico, la mitad de las cosas las tomaba a mofa, supongo que cada uno llevaba el encierro como podía para no volverse loco de atar.
-Necesitas un buen polvo chaval -dijo el dragón dando un trago -aprovecha ahora que no eres piedra y no lo acumulas encima.
Abrí mi botellin y di un trago negando con la cabeza después, lo que tenía que decir estaba dicho, no dañarían a los humanos si yo podía evitarlo, no tenía nada en contra de los reencuentros, pero este no debía producirse en ninguno de los casos.
-Te arrepentirás ángel, si llevas a cabo el ritual lloraras lagrimas de sangre -predije ladeando la cabeza ligeramente -hazme caso, el apocalipsis es lo que traerás con tu acto, uno que juzgará a propios y extraños y aunque se que Anshar disfrutara viendo como las llamas del infierno devoran a aquellos impíos que no sean merecedores de la gloria del señor, tu no lo disfrutaras y yo no te lo permitiré.
Traía información acerca de los Black, era cierto, mi sumisión ante el amuleto me obligaba a obedecer a mi dueña, tenía que empezar una guerra contra los Black una que no sabía si podría ganar, mas eso no restaba la esencia que me había atado a Notre Dame, proteger a la humanidad y si permitía que la Nephillim trajera de vuelta a su padre, muchos humanos sufrirían.
-Lo lamento, no tienes mi bendición, protegeré a todos los humanos sin excepción aunque eso me lleve a estar en el bando contrarío a los dos.
El dragón me lanzó una de las cervezas que tomé al vuelo ladeando la sonrisa.
-No nos pongamos tan dramáticos Bellamy, de momento somos amigos ¿no? -preguntó -pues bebamos -dijo alzando su botellin de cristal en mi dirección – de momento me conformo con una sola muerte, ya hablaremos del resto de la humanidad a la hora del desayuno con menos hambre.
Anshar era muy practico, la mitad de las cosas las tomaba a mofa, supongo que cada uno llevaba el encierro como podía para no volverse loco de atar.
-Necesitas un buen polvo chaval -dijo el dragón dando un trago -aprovecha ahora que no eres piedra y no lo acumulas encima.
Abrí mi botellin y di un trago negando con la cabeza después, lo que tenía que decir estaba dicho, no dañarían a los humanos si yo podía evitarlo, no tenía nada en contra de los reencuentros, pero este no debía producirse en ninguno de los casos.
Bellamy Menier- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/06/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Algo no está bien. En cuanto él empieza a hablar y a juzgar el ritual que tiene que utilizar para llamar a su padre, los ojos de Betzabell se entrecierran tomándose muy a mal sus palabras. - ¿Traer el apocalipsis con el llamado a mi padre? - repite como si ese día no se hubiera lavado las orejas y la cerilla hiciera un tapón que impide que le lleguen bien las palabras. Se cruza de brazos en franca posición de defensa. - Y si así fuera, si trajera el apocalipsis, me importa nada lo que suceda. No hay nadie por quién llorar y nadie vale la pena para pelear por la humanidad, estás perdido creyendo que los humanos son buenos y deberás protegerlos. Ellos cavaron su tumba - lo señala con el índice diestro apuntando hacia su pecho más que enojada.
Anshar mete sus narices bajando la intensidad del momento invitando una cerveza a Bellamy que por supuesto, la toma para hacer el ejercicio más antiguo y favorito de todos los hombres después del sexo: el levantamiento de envase de licor. Mira a diestra y a siniestra pensando en algo que podría ayudarla. Sus ojos se desvían de Bellamy hacia Anshar. Ya lo dijo el brujo, el dragón estaría más que dispuesto a que se lleve a cabo el ritual. ¿Por qué no usarlo a su favor?
Se sonríe con mofa. - Mi padre me dijo que estáis todos atados a Notre Dame. ¿Qué harán cuando Notre Dame sea atacada y de ella no quede piedra sobre piedra? Vengo a advertirte, Bellamy. Sus días en esta Catedral están contados, la van a destruir y a ustedes con ella. Tu humanidad le ha puesto fecha de caducidad a esta construcción, espero puedan resolver sus asuntos antes de que lleguen demasiado lejos - le deja en la cabeza para que se preocupe, para que comprenda lo que se le avecina y sobre todo, que entienda de una vez por todos, que las personas no son buenas y están podridas. - Quizá la que tenga el amuleto tampoco sea tan pura como imaginas - da media vuelta para volver por el camino donde llegó sin más.
No le importa, de todas formas va a hacer el ritual. - ¡Te veo abajo, dragón! La altura hace que muchos pierdan el piso - rezonga con mala voluntad. Le molesta en extremo estos defensores de la humanidad cuando ella sabe bien de qué son capaces. - Imbécil, si tengo que quitarle el amuleto a la mujer para hacer mi ritual, lo haré y tendrás que responder a mis órdenes, lo quieras o no - susurra en voz alta más que incordiada y en cuanto Anshar vuelve, le mira con detenimiento. - Necesito un lugar en el interior de Notre Dame para hacer mi ritual. ¿Qué quieres a cambio de utilizar tu cámara? No es cierto lo que Bellamy dice y si lo es, a mí qué me importa. Mi única familia es ese ángel y con gusto mandaría al juicio final a todo el mundo a cambio de conocerlo - blasfema iracunda.
Anshar mete sus narices bajando la intensidad del momento invitando una cerveza a Bellamy que por supuesto, la toma para hacer el ejercicio más antiguo y favorito de todos los hombres después del sexo: el levantamiento de envase de licor. Mira a diestra y a siniestra pensando en algo que podría ayudarla. Sus ojos se desvían de Bellamy hacia Anshar. Ya lo dijo el brujo, el dragón estaría más que dispuesto a que se lleve a cabo el ritual. ¿Por qué no usarlo a su favor?
Se sonríe con mofa. - Mi padre me dijo que estáis todos atados a Notre Dame. ¿Qué harán cuando Notre Dame sea atacada y de ella no quede piedra sobre piedra? Vengo a advertirte, Bellamy. Sus días en esta Catedral están contados, la van a destruir y a ustedes con ella. Tu humanidad le ha puesto fecha de caducidad a esta construcción, espero puedan resolver sus asuntos antes de que lleguen demasiado lejos - le deja en la cabeza para que se preocupe, para que comprenda lo que se le avecina y sobre todo, que entienda de una vez por todos, que las personas no son buenas y están podridas. - Quizá la que tenga el amuleto tampoco sea tan pura como imaginas - da media vuelta para volver por el camino donde llegó sin más.
No le importa, de todas formas va a hacer el ritual. - ¡Te veo abajo, dragón! La altura hace que muchos pierdan el piso - rezonga con mala voluntad. Le molesta en extremo estos defensores de la humanidad cuando ella sabe bien de qué son capaces. - Imbécil, si tengo que quitarle el amuleto a la mujer para hacer mi ritual, lo haré y tendrás que responder a mis órdenes, lo quieras o no - susurra en voz alta más que incordiada y en cuanto Anshar vuelve, le mira con detenimiento. - Necesito un lugar en el interior de Notre Dame para hacer mi ritual. ¿Qué quieres a cambio de utilizar tu cámara? No es cierto lo que Bellamy dice y si lo es, a mí qué me importa. Mi única familia es ese ángel y con gusto mandaría al juicio final a todo el mundo a cambio de conocerlo - blasfema iracunda.
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/12/2018
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Tiene su misión, la cual implica ir a con el único vampiro con el que también se aparea. Si bien su celo es un período que le dura dos semanas cada seis meses, es para cortarse los ovarios sin pensarlo. Le es difícil hacer sus actividades teniendo a los hombres enloquecidos por tener sexo con ella. Lo peor es que no cualquiera puede estar con la cambiante. Debe ser alguien muy dominante, agresivo incluso y con fuerza desarrollada porque de lo contrario, la versión animal que habita en su interior, sale para rebelarse y no es la primera vez que termina recuperando el control de su mente con el cuerpo lleno de tripas, músculo y piel de lo que fuera su amante. Por eso, tiene mucho cuidado de a quién elige, por eso Yared y Belcebú son los únicos a los que les tiene "confianza" para ello. Si esta vez Yared titubeó y tuvo que someter a la tigresa dorada, los demás se quedan paralizados cuando tienen ante ellos a cualquiera de sus tres formas, cada una más peligrosa que las otras.
Y todo estaría bien, se mantendría en casa sin salir, de no ser porque a Yared le surgió la grandiosa idea de querer que atrape a una gárgola. En ocasiones piensa que la manda a misiones en pleno período de celo porque sabe que tiene un punto a favor como uno en contra. En cuanto está en el rango de percepción sensorial del hombre, las hormonas que segrega la felina, son capaces de enloquecer a cualquiera y centrarlo en un solo aspecto: fornicar con ella, pero en contra tiene que su agresividad aumenta y su sentido de la territorialidad no se queda atrás. Es un arma de doble filo porque es propensa a estallidos de rabia, a dejarse llevar por los instintos sin pensar en las consecuencias o bien, en una buena estrategia. Por eso eligió venir a por Belcebú. Si bien el vampiro puede ser tentado por sus hormonas, tiene la fuerza para someterla y, aparte, la capacidad para ir con ella en esta misión y salir avante. La tercera razón es la consigna de Yared: investigar qué está pasando con una mujer que lo trae por la calle de la amargura y calibrar qué tan importante es.
Si resulta que puede afectar la concentración de Belcebú en la guerra de los Black, habrá que eliminarla y Yared sabe que nadie mejor que Dallilah para eso. Su espada es mortífera, hasta el propio amo de la cambiante es precavido cuando emerge de su mano. Va a tocar a la puerta de Belcebú cuando ésta se abre dejando ver que el vampiro iba de salida. ¡Qué suerte! Sonríe divertida, porque es verla y notar que las hormonas de la cambiante afectan al hombre. Antes de decir nada, él la toma por la cintura para introducirla. Ella niega con la cabeza intentando abrir la boca sin éxito. Sabiendo Belcebú lo que tiene en manos, de inmediato la somete contra la mesa. Podría negarse, podría rebelarse y el vampiro la soltaría, pero en cuanto su mano le toma la nuca, sus instintos priman dejándose hacer, abriendo las piernas en franca posición de lo que quiere, lo que exige, lo que necesita.
El hombre no se lo piensa dos veces. Con un par de comentarios que buscan mofarse de ella, pero lo único que logran es que se ría a carcajadas, la penetra. Las uñas de la felina dejan rastros en la madera de la mesa donde está sujeta. Su sexo le busca impaciente, con esa fiebre que la atosiga en estos períodos y sólo puede ser aliviada con estos movimientos de caderas que se escuchan rítmicos, pues con cada embate raudo y rudo del vampiro, ella siente mayor alivio. En algo prefiere a Belcebú que a Yared, quizá tenga que ver con la composición de su simiente porque al momento de eyacular, queda más satisfecha con el primero y durante más tiempo, que con el segundo. Con Yared la tranquilidad es por un lapso de media hora y vuelve a insistir en tenerlo con ella; con Belcebú tarda hasta dos horas en empezar a sentir cómo la temperatura aumenta, lo que puede alargarse hasta cuatro o cinco horas dependiendo de qué tanto retozaron en la cama.
Desconoce las razones, pero mientras su compañero empieza a gemir con fuerza anunciando el orgasmo, la cambiante golpea la mesa en una franca demostración de que ella lo alcanzó. Su interior recibe la semilla del hombre y al mismo tiempo, siente cómo disminuye gradualmente su excitación y su hinchazón hasta casi desaparecer. Se relame los labios antes de susurrar divertida. - Ésto no era lo que quería cuando vine a buscarte, pero no está del todo mal. Necesito que me acompañes a Notre Dame, hay un grupito que debemos neutralizar antes de que ataque a la familia - gime al sentir que se pierde el contacto cuando sale de su interior. Remueve las piernas y su postura, para sentarse en la mesa sonriendo con lascivia al ver su rostro. - Así que tienes cinco minutos para arreglarte, voy a hacer lo mismo y nos vemos en las caballerizas - le toma de la camisa para darle un beso en la mejilla.
No, nada de besos en la boca. Eso no es para ella, quizá a Yared lo complazca porque es su jefe, pero a ningún otro. - Nos vemos entonces - se baja de la mesa transformándose de un solo salto en esa tigresa dorada con la cual gusta de recorrer la casa para estirar las patas. Siete minutos después, está bajando a las caballerizas a toda velocidad, para irse hacia Notre Dame.
Y todo estaría bien, se mantendría en casa sin salir, de no ser porque a Yared le surgió la grandiosa idea de querer que atrape a una gárgola. En ocasiones piensa que la manda a misiones en pleno período de celo porque sabe que tiene un punto a favor como uno en contra. En cuanto está en el rango de percepción sensorial del hombre, las hormonas que segrega la felina, son capaces de enloquecer a cualquiera y centrarlo en un solo aspecto: fornicar con ella, pero en contra tiene que su agresividad aumenta y su sentido de la territorialidad no se queda atrás. Es un arma de doble filo porque es propensa a estallidos de rabia, a dejarse llevar por los instintos sin pensar en las consecuencias o bien, en una buena estrategia. Por eso eligió venir a por Belcebú. Si bien el vampiro puede ser tentado por sus hormonas, tiene la fuerza para someterla y, aparte, la capacidad para ir con ella en esta misión y salir avante. La tercera razón es la consigna de Yared: investigar qué está pasando con una mujer que lo trae por la calle de la amargura y calibrar qué tan importante es.
Si resulta que puede afectar la concentración de Belcebú en la guerra de los Black, habrá que eliminarla y Yared sabe que nadie mejor que Dallilah para eso. Su espada es mortífera, hasta el propio amo de la cambiante es precavido cuando emerge de su mano. Va a tocar a la puerta de Belcebú cuando ésta se abre dejando ver que el vampiro iba de salida. ¡Qué suerte! Sonríe divertida, porque es verla y notar que las hormonas de la cambiante afectan al hombre. Antes de decir nada, él la toma por la cintura para introducirla. Ella niega con la cabeza intentando abrir la boca sin éxito. Sabiendo Belcebú lo que tiene en manos, de inmediato la somete contra la mesa. Podría negarse, podría rebelarse y el vampiro la soltaría, pero en cuanto su mano le toma la nuca, sus instintos priman dejándose hacer, abriendo las piernas en franca posición de lo que quiere, lo que exige, lo que necesita.
El hombre no se lo piensa dos veces. Con un par de comentarios que buscan mofarse de ella, pero lo único que logran es que se ría a carcajadas, la penetra. Las uñas de la felina dejan rastros en la madera de la mesa donde está sujeta. Su sexo le busca impaciente, con esa fiebre que la atosiga en estos períodos y sólo puede ser aliviada con estos movimientos de caderas que se escuchan rítmicos, pues con cada embate raudo y rudo del vampiro, ella siente mayor alivio. En algo prefiere a Belcebú que a Yared, quizá tenga que ver con la composición de su simiente porque al momento de eyacular, queda más satisfecha con el primero y durante más tiempo, que con el segundo. Con Yared la tranquilidad es por un lapso de media hora y vuelve a insistir en tenerlo con ella; con Belcebú tarda hasta dos horas en empezar a sentir cómo la temperatura aumenta, lo que puede alargarse hasta cuatro o cinco horas dependiendo de qué tanto retozaron en la cama.
Desconoce las razones, pero mientras su compañero empieza a gemir con fuerza anunciando el orgasmo, la cambiante golpea la mesa en una franca demostración de que ella lo alcanzó. Su interior recibe la semilla del hombre y al mismo tiempo, siente cómo disminuye gradualmente su excitación y su hinchazón hasta casi desaparecer. Se relame los labios antes de susurrar divertida. - Ésto no era lo que quería cuando vine a buscarte, pero no está del todo mal. Necesito que me acompañes a Notre Dame, hay un grupito que debemos neutralizar antes de que ataque a la familia - gime al sentir que se pierde el contacto cuando sale de su interior. Remueve las piernas y su postura, para sentarse en la mesa sonriendo con lascivia al ver su rostro. - Así que tienes cinco minutos para arreglarte, voy a hacer lo mismo y nos vemos en las caballerizas - le toma de la camisa para darle un beso en la mejilla.
No, nada de besos en la boca. Eso no es para ella, quizá a Yared lo complazca porque es su jefe, pero a ningún otro. - Nos vemos entonces - se baja de la mesa transformándose de un solo salto en esa tigresa dorada con la cual gusta de recorrer la casa para estirar las patas. Siete minutos después, está bajando a las caballerizas a toda velocidad, para irse hacia Notre Dame.
Dallilah Venator- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2019
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Mi glorioso mástil se colo en las profundidades del averno, la hembra caliente como una perra en celo se movía en busca de mi hombría restregando sus glúteos abiertos para sentirme mas dentro. Mi pelvis empujaba hacia dentro endureciendo mis glúteos, la estocaba una vez tras otra logrando que la mesa se agrietara por las sacudidas, sus pechos rozaban la madera pues habían quedado fuera de su corseé por el airado movimiento de dos cuerpos que ardientes se buscaban y se encontraban sedientos.
La hembra buscó mis rojos por encima de sus hombros, no hubo besos, no había resquicio de amor en el encuentro solo la necesidad de ser complacidos y sentirnos satisfechos.
No solté su cuello, mantuve mi pose de macho alfa, así como mi afán por doblegarla, su centro estaba tan abierto que su propio fluido resbalaba por sus muslos en un placentero duelo de egos.
Gruñí contra su espalda marandola con mis colmillos, ríos carmesí emergieron de su piel clara, su pelo rojo quedaba extendido a un lado de la mesa echo un guruño de fuego, ambos eramos eso, averno e instinto.
Sacudí la cabeza cuando la imagen de la medio ángel desfilo por mi mente logrando despistarme unos segundos del cometido de follar con toda la saña del mundo.
Cada vez mas agitada mi respiración y mas roncos sus ronroneos acabamos yéndonos juntos, mi verga convulsionó entre su cavidad caliente que estrangulaba espasmódica mi enorme sable.
Solo cuando dejé de escupir mi leche salí de su interior con la polla goteando el suelo.
-¿Solo bien? -me mofé con ese gesto engreído que me caracterizaba mientras me subía los pantalones sin mayor problema.
La tigresa quería ir a Notre Dame y yo iba al mismo sitio, así que digamos su visita había sido providencial y ademas sin levantar sospechas de Yared, era complicado hacer algo a espaldas de los perspicaces Black.
Los dos pusimos rumbo a la catedral, estaba claro que allí nos esperaba un peligro mayor y algo me decía que enfrentar nuestros propios demonios.
La hembra buscó mis rojos por encima de sus hombros, no hubo besos, no había resquicio de amor en el encuentro solo la necesidad de ser complacidos y sentirnos satisfechos.
No solté su cuello, mantuve mi pose de macho alfa, así como mi afán por doblegarla, su centro estaba tan abierto que su propio fluido resbalaba por sus muslos en un placentero duelo de egos.
Gruñí contra su espalda marandola con mis colmillos, ríos carmesí emergieron de su piel clara, su pelo rojo quedaba extendido a un lado de la mesa echo un guruño de fuego, ambos eramos eso, averno e instinto.
Sacudí la cabeza cuando la imagen de la medio ángel desfilo por mi mente logrando despistarme unos segundos del cometido de follar con toda la saña del mundo.
Cada vez mas agitada mi respiración y mas roncos sus ronroneos acabamos yéndonos juntos, mi verga convulsionó entre su cavidad caliente que estrangulaba espasmódica mi enorme sable.
Solo cuando dejé de escupir mi leche salí de su interior con la polla goteando el suelo.
-¿Solo bien? -me mofé con ese gesto engreído que me caracterizaba mientras me subía los pantalones sin mayor problema.
La tigresa quería ir a Notre Dame y yo iba al mismo sitio, así que digamos su visita había sido providencial y ademas sin levantar sospechas de Yared, era complicado hacer algo a espaldas de los perspicaces Black.
Los dos pusimos rumbo a la catedral, estaba claro que allí nos esperaba un peligro mayor y algo me decía que enfrentar nuestros propios demonios.
Belcebu Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/04/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
La medio ángel se sentía ofendida por las palabras férreas e intransigentes de la gárgola, quizás ella no pudiera entender a que era debida mi clama, pero yo conocía a Bellamy desde hacia siglos, era como yo un alama torturada, pero él aun confiaba en que la humanidad tenía la oportunidad de redimirse, creía en la bondad de la gente y también había visto la maldad y la había sentido en sus propias pieles.
La gárgola evitaría que ese ritual se produjera, a mi el ritual me la traía floja y pendulona, yo solo quería mi venganza, así que cumpliría mi parte, darle la espina de la corona que custodiaba, mas no iba a empezar una guerra contra la gárgola, no porque temiera el poder de esta, uno que no era desdeñable pues Bellamy no estaba solo precisamente, si no porque esta guerra no me pertenecía, yo quería ser libre y enfrentaría mis propios demonios llegada la ocasión.
La morena aseguró que se iba abajo, tanto le disgustaba la presencia del hombre de piedra que tuvo que dejarle claro que la dueña del amuleto no era pura como él creía.
-No haré daño a la humanidad -le recordó
La gárgola no obedecería a la bruja que portaba el amuleto si le pedía quebrar vida humana, con eso quería dejarle claro que de nada le valdría robarle la joya a la hechicera pues jamas consentiría atentar contra los humanos que Bellamy protegía.
Me despedí con mi botella en la mano y regresé a mi cubículo con una sonrisa ladeada, estaba impaciente, pronto iba a tener frente a mi a la descendiente de la mujer que ame un día y que me traicionó relegando mi existencia a la nada.
-Yo no te juzgo, me importa poco el juicio final y tu reunión familiar, esto es una mera transacción, ahora ten cuidado, quizás pierdas algo que ames por el camino -le advertí.
Los ángeles eran buenos por naturaleza, no sabía hasta que punto era normal su odio por la humanidad, aunque la verdad en mi caso razones no me faltaban y excusas no necesitaba.
-Están aquí -dije finalmente como si fuera capaz de percibir la presencia de dos almas fuertes adentrándose en la catedral.
La cara de sorpresa del ángel quedo reflejada cuando le dije que no venia sola, un hombre acompañaba a mi presa.
La gárgola evitaría que ese ritual se produjera, a mi el ritual me la traía floja y pendulona, yo solo quería mi venganza, así que cumpliría mi parte, darle la espina de la corona que custodiaba, mas no iba a empezar una guerra contra la gárgola, no porque temiera el poder de esta, uno que no era desdeñable pues Bellamy no estaba solo precisamente, si no porque esta guerra no me pertenecía, yo quería ser libre y enfrentaría mis propios demonios llegada la ocasión.
La morena aseguró que se iba abajo, tanto le disgustaba la presencia del hombre de piedra que tuvo que dejarle claro que la dueña del amuleto no era pura como él creía.
-No haré daño a la humanidad -le recordó
La gárgola no obedecería a la bruja que portaba el amuleto si le pedía quebrar vida humana, con eso quería dejarle claro que de nada le valdría robarle la joya a la hechicera pues jamas consentiría atentar contra los humanos que Bellamy protegía.
Me despedí con mi botella en la mano y regresé a mi cubículo con una sonrisa ladeada, estaba impaciente, pronto iba a tener frente a mi a la descendiente de la mujer que ame un día y que me traicionó relegando mi existencia a la nada.
-Yo no te juzgo, me importa poco el juicio final y tu reunión familiar, esto es una mera transacción, ahora ten cuidado, quizás pierdas algo que ames por el camino -le advertí.
Los ángeles eran buenos por naturaleza, no sabía hasta que punto era normal su odio por la humanidad, aunque la verdad en mi caso razones no me faltaban y excusas no necesitaba.
-Están aquí -dije finalmente como si fuera capaz de percibir la presencia de dos almas fuertes adentrándose en la catedral.
La cara de sorpresa del ángel quedo reflejada cuando le dije que no venia sola, un hombre acompañaba a mi presa.
Anshar Knight- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/08/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Al ingresar a su recámara, recobra su forma humana aseándose con esmero, poniéndose los pantalones, la camisola, botas y luego, el cinturón con la espada larga que ocupa para las misiones más básicas. Se arma una coleta al descuido con algunos mechones cayendo en su rostro y toma los guantes por mero impulso. La capa es lo que cubre todo su atuendo. ¿Para qué se viste con una armadura si va en contra de las gárgolas? O lo que se cree que son gárgolas, cuando en realidad son hechizos de titiritero utilizado en las enormes estatuas con esa forma que parecen "revivir" y el Poder de la Ilusión que utilizan los guerreros para parecer una y que los enemigos no puedan distinguir cuál es el gólem y cuál el hechicero. Es un buen truco. En tanto golpeas a unos o a otros sin encontrar el que necesitas, ya te hicieron papilla.
Avanza veloz a las caballerizas poniéndose los guantes. En el dorso de la derecha mano, tiene tres heridas curadas una encima de la otra. Hasta abajo, tres finas líneas cicatrizadas de la garra de su enemigo. En medio, una gran quemadura que abarca todo el dorso y en la superficie, la marca mágica del equilibrio. Es un hechizo que oculta a ojos de curiosos, su espada llamada "Matadragones", la que según la leyenda, fuera utilizada por San Miguel para matar al demonio transformado en dragón y le diera también el nombre a la cambiante. Sí, se dice que esa espada es capaz de matar a cualquier enemigo mágico, demoníaco o de cualquier tipo de naturaleza. Y Dallilah lo ha comprobado. Es una espada que ha pasado de generación en generación y la última descendiente es ella. Quizá, si tiene hijos, se la entregará, pero los verdaderos enemigos de esa arma se han esfumado en el fuego perenne del infierno. No hay rival para tal arma, ya no más.
No es la primera vez que combate con ella y los resultados bien valieron la pena. Se alegra ser una de las últimas portadoras porque sin ella, su peor enemigo la habría hecho papilla. Hoy, pocos podrían sospechar que tiene tal poder. Incluso Belcebú no lo sabe y mientras más oculto esté, mejor porque así evita que un enemigo mayor vaya tras sus pasos y haga daño a Yared o a cualquiera de los Black todo por querer eliminarla. Si Dallilah supiera lo que implica ese pensamiento, se lo habría guardado muy profundo porque de golpe, el destino va acomodando todas las piezas para que Anshar tenga lo que tanto busca y para la cambiante tenga la más grande de las peleas, una que será su tumba. Una gota de agua sobre una piedra hace un orificio dice el viejo proverbio chino y tal cual, todo tiene su tiempo. Y el suyo, es el de toparse con el cambiante dragón.
En las caballerizas, la tigresa llega hasta el vampiro. "Demonio" le dicen. Un apodo que no le va mal porque quien no lo conozca, le tendrá miedo y quien lo conozca, sabrá que no se puede jugar con él. Se montan en los caballos para salir a todo galope con un destino en particular donde las gárgolas podrán verlos desde lejos. Una vez llegando ahí, Dallilah desmonta avanzando hacia la puerta mirando a su alrededor. A la hora, todo está vacío de humanos inocentes. Las pisadas de la gata no se escuchan, pero las del demonio aún menos. Son una buena dupla si de encargos se trata. - Ten cuidado - susurra bajo agudizando el oído. Escucha un par de aleteos y sonríe de lado mirando a Belcebú.
Es ese brillo en el lateral del ojo el que anuncia la guerra. La enorme maza es detenida con el canto de la espada. Mientras no tenga necesidad de pelear con la matadragones, no la va a exponer a la vista, así que pelea con la espada de hierro forjado con las orillas recubiertas de plata. La gárgola ruge y por la fuerza, Dallilah reconoce a uno de los gólems. - Vamos, dejad de hacer el tonto, pelea - le reclama a Belcebú en tanto da tajos a diestra y siniestra, perforando la piel de piedra, en ocasiones creando surcos y otras más, sólo rasguños. Se nota que la magia es firme, jamás combatió a enemigos así. En tanto pelea con una u otra gárgola de piedra, termina haciendo una maniobra y saltando lejos para ubicarse en una mejor posición revisando el daño que hizo.
Nimio, casi nulo. Mejor Belcebú con su fuerza bruta ha destruido con mayor eficacia. Aspira profundo pensando que se arrepentirá de ésto. - ¡Bellamy, te invoco! Mi nombre es Dallilah Venator, tenemos que hablar antes de que los tuyos salgan más heridos - no es un farol lo que está diciendo. Puede hacer mucho daño, pero prefiere su anonimato. No se da cuenta de que al haber dado su nombre completo, otros oídos también escucharon sus palabras. La cambiante permanece estoica y de pie mirando a Belcebú. - ¡Basta, venimos a hablar con Bellamy! Dejad de pelear - ordena tanto al demonio como a las gárgolas. Los dos enemigos que peleaban con el vampiro se contienen en un pulso que podría matar a cualquiera de los tres, pero parecen esperar a ver qué dice su líder al respecto. - Belcebú, mantén tus ánimos bajo control - exige porque así, no lograrán mucho y ella necesita sí o sí al líder para llevarlo con Yared.
Avanza veloz a las caballerizas poniéndose los guantes. En el dorso de la derecha mano, tiene tres heridas curadas una encima de la otra. Hasta abajo, tres finas líneas cicatrizadas de la garra de su enemigo. En medio, una gran quemadura que abarca todo el dorso y en la superficie, la marca mágica del equilibrio. Es un hechizo que oculta a ojos de curiosos, su espada llamada "Matadragones", la que según la leyenda, fuera utilizada por San Miguel para matar al demonio transformado en dragón y le diera también el nombre a la cambiante. Sí, se dice que esa espada es capaz de matar a cualquier enemigo mágico, demoníaco o de cualquier tipo de naturaleza. Y Dallilah lo ha comprobado. Es una espada que ha pasado de generación en generación y la última descendiente es ella. Quizá, si tiene hijos, se la entregará, pero los verdaderos enemigos de esa arma se han esfumado en el fuego perenne del infierno. No hay rival para tal arma, ya no más.
No es la primera vez que combate con ella y los resultados bien valieron la pena. Se alegra ser una de las últimas portadoras porque sin ella, su peor enemigo la habría hecho papilla. Hoy, pocos podrían sospechar que tiene tal poder. Incluso Belcebú no lo sabe y mientras más oculto esté, mejor porque así evita que un enemigo mayor vaya tras sus pasos y haga daño a Yared o a cualquiera de los Black todo por querer eliminarla. Si Dallilah supiera lo que implica ese pensamiento, se lo habría guardado muy profundo porque de golpe, el destino va acomodando todas las piezas para que Anshar tenga lo que tanto busca y para la cambiante tenga la más grande de las peleas, una que será su tumba. Una gota de agua sobre una piedra hace un orificio dice el viejo proverbio chino y tal cual, todo tiene su tiempo. Y el suyo, es el de toparse con el cambiante dragón.
En las caballerizas, la tigresa llega hasta el vampiro. "Demonio" le dicen. Un apodo que no le va mal porque quien no lo conozca, le tendrá miedo y quien lo conozca, sabrá que no se puede jugar con él. Se montan en los caballos para salir a todo galope con un destino en particular donde las gárgolas podrán verlos desde lejos. Una vez llegando ahí, Dallilah desmonta avanzando hacia la puerta mirando a su alrededor. A la hora, todo está vacío de humanos inocentes. Las pisadas de la gata no se escuchan, pero las del demonio aún menos. Son una buena dupla si de encargos se trata. - Ten cuidado - susurra bajo agudizando el oído. Escucha un par de aleteos y sonríe de lado mirando a Belcebú.
Es ese brillo en el lateral del ojo el que anuncia la guerra. La enorme maza es detenida con el canto de la espada. Mientras no tenga necesidad de pelear con la matadragones, no la va a exponer a la vista, así que pelea con la espada de hierro forjado con las orillas recubiertas de plata. La gárgola ruge y por la fuerza, Dallilah reconoce a uno de los gólems. - Vamos, dejad de hacer el tonto, pelea - le reclama a Belcebú en tanto da tajos a diestra y siniestra, perforando la piel de piedra, en ocasiones creando surcos y otras más, sólo rasguños. Se nota que la magia es firme, jamás combatió a enemigos así. En tanto pelea con una u otra gárgola de piedra, termina haciendo una maniobra y saltando lejos para ubicarse en una mejor posición revisando el daño que hizo.
Nimio, casi nulo. Mejor Belcebú con su fuerza bruta ha destruido con mayor eficacia. Aspira profundo pensando que se arrepentirá de ésto. - ¡Bellamy, te invoco! Mi nombre es Dallilah Venator, tenemos que hablar antes de que los tuyos salgan más heridos - no es un farol lo que está diciendo. Puede hacer mucho daño, pero prefiere su anonimato. No se da cuenta de que al haber dado su nombre completo, otros oídos también escucharon sus palabras. La cambiante permanece estoica y de pie mirando a Belcebú. - ¡Basta, venimos a hablar con Bellamy! Dejad de pelear - ordena tanto al demonio como a las gárgolas. Los dos enemigos que peleaban con el vampiro se contienen en un pulso que podría matar a cualquiera de los tres, pero parecen esperar a ver qué dice su líder al respecto. - Belcebú, mantén tus ánimos bajo control - exige porque así, no lograrán mucho y ella necesita sí o sí al líder para llevarlo con Yared.
Dallilah Venator- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/01/2019
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
¿Por qué tiene que sacrificarse ella por toda una humanidad que en lugar de darle un brazo para apoyarse, le mete el pie para que se caiga y no suficiente con eso, le presionan la nuca para que se ahogue? ¿Por qué tiene que sufrir para que todos los demás sean felices. Bien dicen que tendrás que buscar tu felicidad y la suya radica en el encuentro con su padre, con el ser que la engendró y que la cuida, la protege y anhela abrazarla. Medita todo ésto en tanto penetra en el cubículo del dragón observando el magnífico tesoro a su alrededor. Suspira profundo sintiéndose cada vez más cansada de defender sus ideales contra todos los que anhelan hacerla flaquear.
Su padre le advirtió que no sería fácil, lo que la mantiene en pie, es el pensamiento de que falta poco, muy poco. Ya casi está en la recta final y una vez que se encuentre con su padre, partirá con él. - ¿Perder algo que ame? Amo a mi padre, quiero conocerlo, de ahí en fuera, no amo nada más - una lágrima de sangre resbala por su siniestro ojo, como si viniera de su propio corazón para mostrar cuánto le duele estar sin su familia. Es el resultado de lo que la sociedad y la humanidad hicieron con su alma, del maltrato y la tortura que invadieron su mente y ahora nadie puede desviar de su camino a la hechicera. Sus palabras anunciando su llegada, le hacen abrir los ojos como platos. - ¿Están? ¿De más de uno? - parpadea sin comprender.
Hasta que le dice que son dos y entonces ladea la cabeza como si le hablara de marcianos. - Ahh... qué raro, sabía que era una, no dos. No te vayas sin darme la espina y al menos dime qué quieres a cambio de hacer el ritual aquí - ruega puesto que en otro lugar será imposible practicarlo. No tiene el mismo nivel de santidad, pero sobre todo, el mismo nivel de fe. La fe es la moneda de las transacciones en estos mundos de ángeles, demonios y sobrenaturales. Es la fe la que mueve montañas y en caso de Betzabell, la que le ayudará a que su invocación sea perfecta. La vez pasada la realizó en una de las iglesias y si bien no tenía todos los ingredientes gracias a Belcebú, esta vez será diferente. Extiende la mano para recibir la recompensa. En cuanto le es entregada, sonríe - que tengas buena cacería, dragón - se queda ahí, mirando la espina porque esa batalla no le corresponde. No hasta que escucha una voz que reconocería en el mismo infierno. ¿Belcebú?
Con el corazón acelerado, sabiendo que la batalla entre el dragón y la Venator será de riesgo mortal, perfora su muñeca con la muy filosa espina hundiéndola hasta que la hace parte de su organismo. Se venda la herida con un retazo de sus enaguas y gruñe sintiendo que el dolor es imposible. Es una sola espina, no quiere pensar en el pobre infeliz que tuvo la corona en su cabeza y ahí, eran decenas o quizá cientos de espinas. Bien dicen que sólo su dolor salvaría a la humanidad, pero mientras se dirige a donde escucha que se desarrolla la batalla, piensa que es justo que mil ochocientos años después, la humanidad pague por su sufrimiento.
Su padre le advirtió que no sería fácil, lo que la mantiene en pie, es el pensamiento de que falta poco, muy poco. Ya casi está en la recta final y una vez que se encuentre con su padre, partirá con él. - ¿Perder algo que ame? Amo a mi padre, quiero conocerlo, de ahí en fuera, no amo nada más - una lágrima de sangre resbala por su siniestro ojo, como si viniera de su propio corazón para mostrar cuánto le duele estar sin su familia. Es el resultado de lo que la sociedad y la humanidad hicieron con su alma, del maltrato y la tortura que invadieron su mente y ahora nadie puede desviar de su camino a la hechicera. Sus palabras anunciando su llegada, le hacen abrir los ojos como platos. - ¿Están? ¿De más de uno? - parpadea sin comprender.
Hasta que le dice que son dos y entonces ladea la cabeza como si le hablara de marcianos. - Ahh... qué raro, sabía que era una, no dos. No te vayas sin darme la espina y al menos dime qué quieres a cambio de hacer el ritual aquí - ruega puesto que en otro lugar será imposible practicarlo. No tiene el mismo nivel de santidad, pero sobre todo, el mismo nivel de fe. La fe es la moneda de las transacciones en estos mundos de ángeles, demonios y sobrenaturales. Es la fe la que mueve montañas y en caso de Betzabell, la que le ayudará a que su invocación sea perfecta. La vez pasada la realizó en una de las iglesias y si bien no tenía todos los ingredientes gracias a Belcebú, esta vez será diferente. Extiende la mano para recibir la recompensa. En cuanto le es entregada, sonríe - que tengas buena cacería, dragón - se queda ahí, mirando la espina porque esa batalla no le corresponde. No hasta que escucha una voz que reconocería en el mismo infierno. ¿Belcebú?
Con el corazón acelerado, sabiendo que la batalla entre el dragón y la Venator será de riesgo mortal, perfora su muñeca con la muy filosa espina hundiéndola hasta que la hace parte de su organismo. Se venda la herida con un retazo de sus enaguas y gruñe sintiendo que el dolor es imposible. Es una sola espina, no quiere pensar en el pobre infeliz que tuvo la corona en su cabeza y ahí, eran decenas o quizá cientos de espinas. Bien dicen que sólo su dolor salvaría a la humanidad, pero mientras se dirige a donde escucha que se desarrolla la batalla, piensa que es justo que mil ochocientos años después, la humanidad pague por su sufrimiento.
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/12/2018
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Notre dame se erguía ante nosotros, la catedral no era frecuentado por demonios de la noche, dudaba que su cristo crucificado aprobase mi entrada al edificio santo, eso no restó para que mis pasos cruzaran el umbral y mi sonrisa se afilara al ver las hermosas representaciones cristianas de los atriles.
-Lloran -me mofé señalando las lagrimas de sangre que ahora y ante mi las vírgenes marmoleas soltaban.
Nos dirigimos directamente a los escalones de piedra gris que nos llevarían a los torreones de la catedral, allí es donde debían encontrase las Gárgolas y Ballamý entre ellas, desconocía el interés que tenía Yared en hacerse con el hombre de piedra, pero a los Black era mejor no contradecirlos en demasía.
Nada mas la pesada puerta de hierro macizo cedió se escucharon los aleteos de las bestias malditas a Notre Dame. Eran duras de pelar y pronto nos enzarzamos a melé, mis zarpas se hundían en la piedra, chispas emergían llenando de luces la noche.
Espadas que mordían carnaza, mi rapidez las quebraba, mas las gárgolas no cedían un ápice en su intento de proteger tierra santa, era un demonio, su objetivo principal.
Mi acompañante exigió ver a Bellamy, mas ninguna gárgola parecía dispuesta a dejar de combatir, eran duros de eliminar. Agarré a uno por la boca y abriéndole la mandíbula sujetando cada parte lo desgarre en dos trozos mientras rugía mostrando mis dos colmillos con los ojos rojos como el fuego. La imagen era gore, las vísceras, las tripas y los huesos le habían crujido y por el suelo es esparcían. El compañero ante tal sádico acto y aprovechando que tenia descubierto el flanco derecho clavó su espada con violencia en una estocada que abrió en dos mi carne y la sangre negruzca emergió a borbotones.
-¡Quietos! -ordenó Balalmý al presentarse infame ante todos los presentes -¡Habla! -le ordenó a mi acompañante -y largate cuando acabes, no hago tratos con seres malignos -sin duda se refería a mi y a la familia a al que yo pertenecía.
Pero la conversación quedo rota por el gruñido efímero de un ser que de entre las rocas emergía grandioso y poderoso, una bocanada de fuego ilumino la estrellada noche y casi convirtió a la felino en un tigre asado.
-¡Es miá Bellamy! -ordenó el dragón con el humo emergiendo de su nariz.
-Veo mucho despecho aquí -me mofé sujetando mi costado mientras ladeaba la sonrisa, claro que mi gesto vario al instante cuando vi a la semi angel aparecer en la torre -tenia que haber imaginado que estabas detrás de todo esto -escupí esas palabras con asco -vas a condenar a la humanidad.
No es que me importara una mierda el rebaño, pero hasta alguien como yo entendía la importancia de la cadena alimenticia, nosotros nos nutríamos de gente, así que me jor no quedarnos sin presas que cazar.
-Lloran -me mofé señalando las lagrimas de sangre que ahora y ante mi las vírgenes marmoleas soltaban.
Nos dirigimos directamente a los escalones de piedra gris que nos llevarían a los torreones de la catedral, allí es donde debían encontrase las Gárgolas y Ballamý entre ellas, desconocía el interés que tenía Yared en hacerse con el hombre de piedra, pero a los Black era mejor no contradecirlos en demasía.
Nada mas la pesada puerta de hierro macizo cedió se escucharon los aleteos de las bestias malditas a Notre Dame. Eran duras de pelar y pronto nos enzarzamos a melé, mis zarpas se hundían en la piedra, chispas emergían llenando de luces la noche.
Espadas que mordían carnaza, mi rapidez las quebraba, mas las gárgolas no cedían un ápice en su intento de proteger tierra santa, era un demonio, su objetivo principal.
Mi acompañante exigió ver a Bellamy, mas ninguna gárgola parecía dispuesta a dejar de combatir, eran duros de eliminar. Agarré a uno por la boca y abriéndole la mandíbula sujetando cada parte lo desgarre en dos trozos mientras rugía mostrando mis dos colmillos con los ojos rojos como el fuego. La imagen era gore, las vísceras, las tripas y los huesos le habían crujido y por el suelo es esparcían. El compañero ante tal sádico acto y aprovechando que tenia descubierto el flanco derecho clavó su espada con violencia en una estocada que abrió en dos mi carne y la sangre negruzca emergió a borbotones.
-¡Quietos! -ordenó Balalmý al presentarse infame ante todos los presentes -¡Habla! -le ordenó a mi acompañante -y largate cuando acabes, no hago tratos con seres malignos -sin duda se refería a mi y a la familia a al que yo pertenecía.
Pero la conversación quedo rota por el gruñido efímero de un ser que de entre las rocas emergía grandioso y poderoso, una bocanada de fuego ilumino la estrellada noche y casi convirtió a la felino en un tigre asado.
-¡Es miá Bellamy! -ordenó el dragón con el humo emergiendo de su nariz.
-Veo mucho despecho aquí -me mofé sujetando mi costado mientras ladeaba la sonrisa, claro que mi gesto vario al instante cuando vi a la semi angel aparecer en la torre -tenia que haber imaginado que estabas detrás de todo esto -escupí esas palabras con asco -vas a condenar a la humanidad.
No es que me importara una mierda el rebaño, pero hasta alguien como yo entendía la importancia de la cadena alimenticia, nosotros nos nutríamos de gente, así que me jor no quedarnos sin presas que cazar.
Belcebu Black- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 25/04/2018
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
El caos es mayor conforme avanza el tiempo, entre los garrazos de las gárgolas y algunos roces de las espadas, la cambiante procura mantener el ritmo contra estas bestias que durante tanto tiempo custodiaran la casa de ¿Dios? Duda mucho que eso pueda definir a una iglesia vacía hecha de piedra que no tiene en su interior fe pura y verdadera. Sus feligreses están acostumbrados tanto a pecar, que los confesionarios no están llenos porque al menos tienen algo que se llama: vergüenza por ser señalados como infractores de los mandamientos. Las gárgolas defienden lo que a simple vista, es corrupto desde sus raíces: el alma humana.
Para detener la carnicería que Belcebú protagonizaba y en parte, porque la propia cambiante quería mantener el secreto sobre su diestra mano, llamó a Bellamy esperando que con su presencia, tuvieran suficiente para establecer un diálogo y expresar lo que necesita. Si bien la mujer tiene una educación digna de un combatiente de cuidado, tiene dos dedos de frente y procura negociar antes que masacrar. Para ella, hay pocos enemigos que merecen su esfuerzo, que peleé a su nivel. Considera falto de honor enfrentarse a alguien que no tiene posibilidades. La presencia de la gárgola da pie a que puedan iniciar un diálogo, - te ofrezco un pacto. Tu presencia ante Yared Black a cambio de la vida de tus gárgola... - ni siquiera puede terminar de hablar cuando la bocanada de fuego la interrumpe.
El instinto es más grande que el entrenamiento. Salta cambiando de lugar con una agilidad propia de su especie mirando sorprendida a aquél del que desconociera su existencia. La boca se le abre par en par, un escalofrío le recorre de pies a cabeza. El color del dragón habla a gritos por él. De éstos, sólo había tres en el mundo y tiene registros de que dos están bien muertos. Significa que... ¡Imposible! La voz de Belcebú se alza y cuidando de que la bestia no le ataque, revisa el lugar encontrando a una mujer que seguro, es la que Yared le comentara. Aprende las palabras para repetirlas después.
Viendo que la oportunidad se le escapa de las manos, no duda esta vez. Su velocidad es mayor cuando va a por su objetivo. La mano diestra brilla anunciando lo que para Anshar es un amargo recordatorio de lo que le pasó en los inicios de los tiempos. La "matadragones" es visible a ojos de quienes la conocen y a quienes no, tendrán el disgusto de conocerla. El filo de la espada se queda sobre el cuello de Bellamy, amagando en tanto ella le sujeta bien guiando su cuerpo hacia el que fuera rey del culto denominado "Dragones". - Y no mantenemos todos tranquilos o mato al hombre - asegura porque esta vez, no hay un signo que le evite pelear a toda su capacidad. Encontrándose con el legendario enemigo de su familia, por supuesto que hay que atacar con todas sus fuerzas.
Para detener la carnicería que Belcebú protagonizaba y en parte, porque la propia cambiante quería mantener el secreto sobre su diestra mano, llamó a Bellamy esperando que con su presencia, tuvieran suficiente para establecer un diálogo y expresar lo que necesita. Si bien la mujer tiene una educación digna de un combatiente de cuidado, tiene dos dedos de frente y procura negociar antes que masacrar. Para ella, hay pocos enemigos que merecen su esfuerzo, que peleé a su nivel. Considera falto de honor enfrentarse a alguien que no tiene posibilidades. La presencia de la gárgola da pie a que puedan iniciar un diálogo, - te ofrezco un pacto. Tu presencia ante Yared Black a cambio de la vida de tus gárgola... - ni siquiera puede terminar de hablar cuando la bocanada de fuego la interrumpe.
El instinto es más grande que el entrenamiento. Salta cambiando de lugar con una agilidad propia de su especie mirando sorprendida a aquél del que desconociera su existencia. La boca se le abre par en par, un escalofrío le recorre de pies a cabeza. El color del dragón habla a gritos por él. De éstos, sólo había tres en el mundo y tiene registros de que dos están bien muertos. Significa que... ¡Imposible! La voz de Belcebú se alza y cuidando de que la bestia no le ataque, revisa el lugar encontrando a una mujer que seguro, es la que Yared le comentara. Aprende las palabras para repetirlas después.
Viendo que la oportunidad se le escapa de las manos, no duda esta vez. Su velocidad es mayor cuando va a por su objetivo. La mano diestra brilla anunciando lo que para Anshar es un amargo recordatorio de lo que le pasó en los inicios de los tiempos. La "matadragones" es visible a ojos de quienes la conocen y a quienes no, tendrán el disgusto de conocerla. El filo de la espada se queda sobre el cuello de Bellamy, amagando en tanto ella le sujeta bien guiando su cuerpo hacia el que fuera rey del culto denominado "Dragones". - Y no mantenemos todos tranquilos o mato al hombre - asegura porque esta vez, no hay un signo que le evite pelear a toda su capacidad. Encontrándose con el legendario enemigo de su familia, por supuesto que hay que atacar con todas sus fuerzas.
Dallilah Venator- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 04/01/2019
Re: Custodiando las espinas de Jesucristo (+18)
Sus pies le llevan a toda velocidad a donde la pelea se desarrolla. Está impávida mirando las gárgolas de piedra y otras de piel y huesos que combaten sin dudar a Belcebú y una mujer que al análisis de su aura resulta ser una... ¿Cambiante? ¿Qué hace el demonio del lado de una cambiante que exigía de forma peculiar, la presencia de Bellamy? ¿No tienen suficiente con las gárgolas que les rodean que todavía siguen insistiendo con el líder? Ladea la cabeza con la acusación del vampiro, hasta arquea una ceja divertida en tanto el fuego casi hace gato quemado. Es peligroso ésto, pero más el tajo que tiene el demonio en el costado.
Sangra en demasía, se mantiene estática en el momento en que todo se sale de madre. Bellamy es amenazado por la mujer, el dragón está a punto de lanzar fuego -supone ella- y de paso, Belcebú sigue sangrando. Como sigan así, se arrepentirá si no interviene. Necesita que la gárgola le permita hacer el ritual, que Anshar deje de lanzar fuego porque quemará todo el piso y de paso, a ellos -aunque supone que a él no, por obviedad- y de paso, deshacerse de esa mujer con esa espada que nunca vio antes, pero que puede sentir cómo de ella se desprende un gran poder mágico. Es como si tuviera vida propia y estuviera sedienta de sangre.
Se acaricia la muñeca dolorida, la espina sigue clavada creando un dolor que se extiende por todo su brazo. Debería hacer algo y mientras la cambiante amenaza al dragón, ella se sonríe mirando a Belcebú, iniciando un cántico para utilizar su Vigoris acercándose al demonio, con plena intención de tocarlo y sanar la herida. Le disgusta ver su cuerpo lastimado y aunque no logra dilucidar por qué, prefiere actuar que pensar. - Como si la humanidad no estuviera condenada desde que la serpiente tentó a Eva - susurra molesta porque todos siguen pensando en la humanidad y a nadie le importa un bledo cómo se siente.
Sangra en demasía, se mantiene estática en el momento en que todo se sale de madre. Bellamy es amenazado por la mujer, el dragón está a punto de lanzar fuego -supone ella- y de paso, Belcebú sigue sangrando. Como sigan así, se arrepentirá si no interviene. Necesita que la gárgola le permita hacer el ritual, que Anshar deje de lanzar fuego porque quemará todo el piso y de paso, a ellos -aunque supone que a él no, por obviedad- y de paso, deshacerse de esa mujer con esa espada que nunca vio antes, pero que puede sentir cómo de ella se desprende un gran poder mágico. Es como si tuviera vida propia y estuviera sedienta de sangre.
Se acaricia la muñeca dolorida, la espina sigue clavada creando un dolor que se extiende por todo su brazo. Debería hacer algo y mientras la cambiante amenaza al dragón, ella se sonríe mirando a Belcebú, iniciando un cántico para utilizar su Vigoris acercándose al demonio, con plena intención de tocarlo y sanar la herida. Le disgusta ver su cuerpo lastimado y aunque no logra dilucidar por qué, prefiere actuar que pensar. - Como si la humanidad no estuviera condenada desde que la serpiente tentó a Eva - susurra molesta porque todos siguen pensando en la humanidad y a nadie le importa un bledo cómo se siente.
TEMA FINALIZADO
Betzabell Asharu- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 09/12/2018
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