La unión hace la fuerza (Priv)

por **Axel Blackmore** Jue Mar 14, 2019 1:57 pm

El capitán Blackmore llevaba semanas rompiéndose los cuernos pensando en cómo abordar aquella situación. Si no tenían suficientes problemas con los sobrenaturales, la Inquisición dando por saco y los humanos librando guerras y esparciendo miserias, para rematar ahora se establecía en la capital una banda de "furtivos". Había decidido llamarlos así porque eran cazadores, ciertamente lo eran, y sin duda limpiaban las calles de escoria. Pero usaban métodos poco ortodoxos, generaban más caos y sobre todo... les hacían perder el tiempo en algunas ocasiones.

La Orden de Hellsing actuaba coordinada, planificada y de ahí su extrema eficacia en la cuestión de matarile sobrenatural, pero los furtivos liquidaban a veces a sus presas y el trabajo de semanas, días o meses se iba al traste. Ellos pagaban a espías, confidentes, inflitrados; tenían una sede en la Plaza de Tertre donde los novatos podían entrenar, vivir, formarse; una biblioteca, un hospital al cargo de hermano Aurelius, un ex-fraile con el don de la magia wiccana. Todo eso no era gratis, a Lord Blackmore le cistaba buena parte de su fortuna personal mantener a todos sus hermanos de la Orden, como para que ahora unos "aficionados" algo caóticos les complicaran la existencia.

Por su experiencia, ese tipo de gente solo quería actuar por beneficio propio, no tenían los valores que ellos se inculcaban de hermandad, familia y honor. Sería complejo llegar a un acuerdo, pero debía intentarlo. Se adentró en la taberna donde su confidente le dijo que se hallaría la "jefa" de todo aquel tinglado, una tal Mist. Preguntó en la barra mientras le servían un brandy o algo que trataba de imitarlo, y se acercó a la mesa donde esperaba encontrar a una mujer de mediana edad llena de cicatrices y con pinta de ex-presidiaria, pero lo que halló fue soprendente: una joven bastante bien parecida y aseada, casi fuera de lugar entre aquella calaña barriobajera.

— Buenas noches, ¿es usted Mist? soy Lord Blackmore. ¿Puedo sentarme?

Su atuendo gritaba que estaba manufacturado en las mejores fábricas textiles de Inglaterra, no podía negar que pertenecía a una clase adinerada, sus modales siempre eran correctos.

por **Zayrim Fleury** Lun Mar 18, 2019 12:23 am

Zayrim se encontraba en su oficina, tratando de recomponerse tras una lucha que la había dejado destrozada. Había dedicado su mañana al oficio de la caza, y por un descuido, su presa le asestó una puñalada en el estómago justo antes de que ésta abrazase su lecho de muerte. ¿Cómo había podido caer tan bajo? Siempre estaba alerta ante todo lo que ocurría a su alrededor, sin embargo, esta vez se había creído tan superior e intocable que ni siquiera había logrado percibir el fatal gesto.

Desde ese instante se prometió a sí misma que haría lo que fuese necesario para que nadie reparase en su herida, principalmente por orgullo. Para ocultarla, atracó una pequeña tienda de medicinas en donde asesinó a la propietaria, desinfectó y vendó su tripa para parar la hemorragia, y finalmente se vistió con las ropas de la mujer, ya que las suyas estaban empapadas en sangre. Sabía que en el momento en el que se descubriese que había sido atacada, correrían comentarios que no la beneficiarían en absoluto, así que no le había quedado otro remedio. La gran y temible jefa, en problemas por un miserable licántropo. Digno de un titular de periódico.

Estaba apretando su vientre por debajo del harapo que llevaba como vestido cuando uno de sus súbditos llamó a su puerta, y sin abrir ésta, comenzó a hablar. -Señora, tenemos bastante clientela. Debería de salir, probablemente más de una persona quiera conversar con usted.- Escuchó como el camarero se alejaba del lugar, y esperó unos segundos para asegurarse de que no retrocedía. A continuación, se levantó con energía del sofá en el que se encontraba para cambiar sus vendajes, limpiarse, y elegir un atuendo de su armario que no le apretase demasiado la zona afectada. Trató de no pensar en el dolor que sentía, y antes de salir de su cuarto inspiró y espiró varias veces, para calmarse por completo.

Se adentró en la taberna fresca como una rosa, y se sentó en un taburete que hasta entonces se encontraba debajo de una mesa de madera. Le sirvieron una copa del mejor ron que tenían, y le dio un buen trago. Necesitaba beber para mitigar la punzante molestia que sentía. Entonces, oyó unos pasos firmes acercándose cada vez más. ¿De quién serían, y qué querría? No tardó nada en esclarecer la primera cuestión, ya que el dueño de las pisadas se presentó de inmediato, preguntando por ella. Su forma de hablar era interesante y bien cuidada. Además, su nombre tenía clase. Qué curioso.

-Efectivamente, soy Mist. Siéntate.- Le señaló el asiento que tenía enfrente, al otro lado de la mesa, y añadió. -No es habitual la presencia de alguien como tú en mi taberna. Dime, ¿qué es lo que deseas?-

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