Anthony Darius Argeneau

Habilidades. Sigilo, sentidos aumentados, buenos reflejos, agilidad, flexibilidad, velocidad y fuerza sobrehumana. 1. Sanación acelerada. Habilidad para sanar rápidamente heridas y contusiones no tan graves (esto no aplica al desmembramiento, si les arrancan un brazo, el brazo no volverá a crecer). El tiempo de recuperación varía según el personaje y la gravedad de la herida o lesión. Cuando se trata de balas de plata o fuego pueden morir si las heridas son muy graves. 2. Percepción del aura. Habilidad para ver las auras de otros seres, cuyos colores indican su humor, identidad y nivel de hostilidad, de este modo saben si están bajo amenaza. Este poder también les permite reconocer a otros vampiros e identificar a los licántropos gracias a su aura colorada y su característico olor. 3. Hemokinesis. Controlar a una persona por medio de la sangre. El vampiro, sin haber mordido al humano, ofrece una mínima cantidad de su sangre a la persona y con eso logra convertirlo en su sirviente. La sangre de vampiro es altamente adictiva para los humanos; también puede lograr retrasar el envejecimiento (pero nada excesivo como los licántropos y cambiaformas, solo unos cuantos años). 4. Confusión. El vampiro puede hacer que su víctima se sienta completamente desorientada sin más que mirarle a los ojos y hablar con él. La víctima sólo será consciente de fragmentos sueltos de sus propios recuerdos. Se sentirá confuso constantemente y vagará de un lado a otro, aturdido y sin saber que hacer exactamente. La confusión es temporal. 5. Telepatía. Habilidad para sondear los pensamientos superficiales de cualquier sujeto cercano y escucharlos como escucharía hablar a esa persona. Con el tiempo suficiente, puede enterarse casi de cualquier cosa sobre el sujeto.


Anthony es lo que su padre siempre quiso que fuera. El orgullo de la familia Argeneau. Un ser déspota, arrogante y cínico. Aquél que ha decidido tomar el control de todo lo que por derecho le pertenece. Está envenenado con la idea de tratar a las personas como seres inferiores, igual que Marcus siempre hizo; empezando por sus hermanos, pues sabe que éstos jamás lo superaron. Ellos cometieron un error al arrastrarlo al mundo de los inmortales, un error que desconocen pero que está ansiando mostrarles; que va a mostrarles. Ahora recuerda y maldición si no recuerda cada una de sus proezas para fastidiarlo. ¿Cuántas veces quiso ser aceptado y fue rechazado? Por cada día que pasó buscando una forma de ser su amigo y hermano, pasará cada noche actuando y jugando como el villano. La venganza no es un impulso, es una necesidad que debe ser saciada en dosis extremadamente ridículas para siempre sentir el deseo irrefutable de ir a por más. Su lengua soez saldrá a relucir, dirá lo que quiera decir y lo que deba callar. Sabe que las palabras son mejores que cualquier arma y no dudará en usarla como muestra de su crueldad y falta de sentir y; si tiene que reconocer que aún siente, lo hará, porque es regocijo, placer y poder lo que le recorre cuando sabe que ha hecho doler a su enemigo. Su época como defensor de los humanos ha terminado. Para él, alguien que no puede defenderse merece ser utilizado. Si mira hacia atrás, se ríe de sí mismo por haber estado luchando en una causa que siempre estuvo perdida. Sin embargo, algunas costumbres son difíciles de cambiar y una de ellas es beber sangre inmortal. Está de más decir que no cree en nadie, mujer u hombre. Sigue con la misma costumbre de no hacer amigos. ¿Qué es un amigo al final de cuentas? ¿Si la familia es capaz de traicionar que no hará un desconocido? Su lema es, no esperes lo mejor de las personas; después de todo, si esperas lo peor no habrá modo de que éstas te sorprendan.



Desde que se nacía como integrante de la familia, el orgullo les golpeaba, haciéndolos llevar el apellido como si de un título de nobleza se tratara. ¿Y cómo no? Los Argeneau eran dueños de una importante naviera, así que no es de sorprenderse que Marcus, el padre de los trillizos, se empeñara en educar y hacer comportar como dignos representantes a cada uno de sus hijos. Excepto que la altivez, la arrogancia y el cinismo que éste demostraba nunca alcanzaron al mayor de sus vástagos. Por supuesto que Darius estaba orgulloso de lo que hacía su padre y quizás, si no hubiese estado tan deseoso de formar parte de la hermandad que Tiberius y Severus compartían, habría disfrutado de las lecciones que se le impartían con el único propósito de conocer todo lo que un día dirigiría. Pero no, Anthony era excesivamente humilde como para jactarse de sus privilegios. Por supuesto, no se puede decir lo mismo de sus hermanos, quienes habrían dado y hecho cualquier cosa para encontrarse en su aventajada posición. Darius suponía que, estando en el otro lado de la balanza, ellos veían desde otra perspectiva. Seguramente, si hubiesen crecido con las mismas responsabilidades que él, habrían añorado ser solo una sombra para no verse asediados por un padre que se encargaba de moldearlo. Ah. ¡¿Pero no era un ingenuo?! Tiberius habría estado lejos de querer ser una sombra, después de todo, él era el vivo retrato de la personalidad de Marcus.


Habiendo despertado con la sed rasgando su garganta y una neblina en sus recuerdos, Darius había luchado contra su naturaleza depredadora. Su vampirismo se cobró cientos de víctimas. Los gritos, las lágrimas y los ruegos por parte de éstos no le conmovían. Durante años satisfizo su deseo irrefrenable por la sangre y, aunque esa sed nunca se disipó, una noche se encontró aceptando que era un monstruo que cometía atrocidades contra los seres equivocados. No había sido un humano lo que le había arrastrado a la muerte y traído, así que hizo lo que creyó correcto, fue tras cada vampiro para evitar que otros siguieran su destino. La mayoría de las veces fantaseaba con que si seguía aniquilando a sus semejantes, un día su alma sería purgada; las voces de los inocentes que había arrastrado al infierno se acallarían y entonces, solo entonces, descansaría. Pero Darius no era estúpido, sabía que al final de la noche, cuando se encontrara lejos de la calidez de una batalla, ellos regresarían para susurrarle que jamás sería perdonado. No. No era mejor que los que eliminaba, cuando su naturaleza lo exigía se cobraba una víctima.


Y entonces la conoció en la menos probable de las circunstancias. Nunca antes había sido de vital importancia luchar contra sus demonios como lo fue en ese entonces. ¿Quién diría que dentro de él existía un lado protector? Por supuesto, jamás había tenido a alguien que le importase lo suficiente como para que ésta característica saliese a flote. El vacío que gobernaba en su pecho y que durante las noches de soledad se cobraba un retazo de su cordura, parecía irse con su presencia. Se mostró sin disfraces. La amó. Confío en que ella lo aceptaba con todos sus demonios, incluso llegó a creer que comprendía la culpa que le roía por su debilidad de negarse el placer de la sangre. Sí. A su lado parecía que el peso del mundo sobre sus hombros disminuía. Pero, como había sido en el pasado con sus hermanos cuando éstos parecieron acogerlo; la mujer que amaba resultó ser tan traicionera y falsa como ellos.




■ Algunas veces caza vampiros por diversión, solo para no perder la costumbre.
■ Bebe sangre desenfrenadamente.
■ Ha nombrado a la voz que siempre le acompaña como Marcus, en honor a su padre.
■ Utiliza la posición que su hermano ha ganado entre vivos y no-muertos en su beneficio.