Cristopher Dupont

Desde su infancia como mortal ah sido un infante demasiado reservado, serio a veces. Posee una gran claridad de las cosas. Amante del Ajedrez antiguo gusta sobre todo de leer diversos libros. "Nunca se aprende lo suficiente.", es de sus palabras preferidas, muy sabia y a la vez muy problemática. Por lo regular aparenta ser realmente sensato, sin embargo tiene un gran rencor a quiénes el piensa deshonran la sangre de un vampiro entremezclándose con los humanos, seres viles que han matado, mutilado vivos a sus hermanos, por lo que piensa jamás tendrán paz. Él es tranquilo aunque mucha gente lo relaciona como un ser despreciable al matar a propios vampiros, sin embargo él solo sabe que lo hace por las criticas que a veces le restregan, es por eso que ah desarrollado un gran instinto por la muerte, de la que una vez que despierta, pocos viven.

La historia de Cristopher se remonta a varios cientos de siglos atrás, más preciso en el año 1217. Maryus de Romanus en una de sus grandes aventuras por el el mundo entero, en busca de alguna persona capaz de entender los verdaderos ideales vampirícos es cuando encuentra a aquél joven muchacho el cuál al parecer tiende a mostrar la gran tristeza por el mundo, la ingratitud de sus semejantes. Aquellos ojos entre verdosos y grisáceos que deslumbraban a cuanta mujer se fijara, sin embargo para Cristopher eso no era primordial, de todos modos sus padres tendrían que decidir sus relaciones, esa era una de las tantas causas por las que sentía lastima, no precisamente por como vivía él, si no por que el mundo entero tendría el mismo fin. Nacer, crecer reproducir y morir, siempre bajo la sombra de alguien superior, aunque aquello no le parecía, dejaba que todo el mundo le viera como un chico obediente a pesar que a sus 17 años tendría muchas cosas por decir ante los incesantes ordenes de su padre.

A pesar de su corta edad ya vivía rodeado de falsas amistades, ó como tan vulgarmente muchos humanos catalogaban como amistades ó simples amigos. Luego de viajar a diversos concursos de caballería, otros de simples juegos de mesa encontró tras su paso muchas veces el mismo rostro, aquella gran cabellera que caía como cascada hacia los lados como si fueran fieles hilillos de oro puro los cuáles reposaban justo en los hombros del trajeado. Algunas veces con un sombrero, algunas veces no, trás sus viajes nunca ignoraba como trás sus triunfos obtenidos: Grandes trofeos, aquél hombre siempre aparecía con una gran sonrisa en los labios, algo realmente raro.

En más de una ocasión el chico quiso seguirle el paso al en ese entonces desconocido hombre, sin embargo por una u otra cosa siempre lograba escapar. Solo en una ocasión el Dupont logró tomar del bastón del vampiro, quién con un movimiento de furor hizo que el joven chico le soltará. En ese mismo instante recorrió en su cuerpo un gran escalofrío, aúnado con unas palabras que nunca olvidaría en su vida.

--"Nos veremos después, sé paciente" -- Fueron las palabras que resonaron en la mente de Cristopher, algo que a cualquiera le pudiese causar miedo, sin embargo siempre tuvo aquella sensación de querer saber más de aquél tan misterioso hombre.

Desde aquél ultimo encuentro, jamás lo habría de ver en competiciones por Europa y Asia, sin embargo a cada noche recordaba alguna palabra nueva, alguna palabra que a cada noche escribía así como una breve explicación en varios panfletos.

Llegó así el día en que tuvo que separarse de sus padres, para formar así una pequeña familia, claro que él nunca conoció a sus distintas parejas al paso de los años, tal vez dos, tres, ó cuatro, no sabía con exactitud las parejas que en un lapso no mayor de 5 a 7 años, desde las cuáles misteriosamente morían sin ninguna razón aparente. Varios años después supo que Maryus de Romanus era la causa de tantas muertes a causa de la infelicidad del Dupont.

Cuando murieron sus padres pro alguna razón no sintió la gran perdida hasta que meses después cayó en cuenta que ahora no tendría con quién hablar sobre sus días, con quién platicar sobre sus nuevos pensamientos. Fué hasta dos años después cuando el ya adulto Cristopher cayó en una gran depresión, sin una familia, lo único que pensaba era en morir en las riquezas que sus padres habrían juntado por toda una vida entera.

Un día anterior habría recibido varias invitaciones para salir a distintos bailes con bellas muzas venideras de todas partes de Europa y Asia, aunque el siempre pensó que lo único que quería era su riqueza, era por eso que habría cerrado cualquier emoción referente al amor por mucho tiempo, por el simple hecho que solo querrían un bien común por el simple hecho del placer carnal.

Sin embargo ante aquellas invitaciones siempre era la misma respuesta negativa y fría, ya que no gustaba desde que habrían muerto sus padres a festejar, no era por la única razón de sentirse infeliz, de sentir que nada era lo mismo, y por sentir que a pesar de tener todo, había una cosa que jamás habría hecho, pero esa inquietud aunque fuera realmente extraño, era la razón por la cuál no llegaba al suicidio.

Llegó la noche del 12 de Diciembre. Solo una tenúe luz proveniente de pequeñas torres de naftalina, eran la única luz que mantenían el frío cuarto de la mansión del Dupont, cálido. Cristopher se mantenía inquieto, paseando de un lado a otro mientras trataba de encontrar respuesta alguna a la soledad. ¿Que era la soledad?. Y por que era que siempre mantenía una maldición que le seguía hacia donde fuera.

-- No pensé que llegarías tan lejos -- Sonó una tibia voz de la figura del gran vampiro quién recargado sobre la puerta caminaba tranquilamente por toda la habitación mientras el ojigris se mantenía en un estado de reposo, aunque era cierto un gran miedo recorría el cuerpo del Dupont, sin embargo habría aprendido a controlar todo afecto u emoción.

-- ¿Quién eres? -- Preguntó el castaño esperando alguna respuesta proveniente de la oscuridad, eran ya las 23:30 e inmediatamente comenzaban a escuchar afuera los gritos y música provenientes de la época a instrumentos de viento.

-- Soy Maryus de Romanus -- Sentenció la misma figura misteriosa, dejando así ver su lindo rostro, por alguna razón él lucía espectacular, idéntico a como lo recordaba en su niñez, Sin embargo algo le habría inquietado, algo habría pasado ya que nunca se mostraba, y ahora lo tenía justo frente a él.

-- ¿Sabes?... la vida nunca es justa y eh venido a darte el poder -- Hacía una leve pausa mientras en un abrir y cerrar de ojos una copa se figuraba en su mano izquierda. -- El poder para que los hagas cambiar...-- Sentenció riendo a carcajadas.

-- Pero es acaso que ...-- El ojigris comenzaba a entablar todo lo sucedido pero antes de decir cualquier palabra. -- Así es... fuí yo quién asesinó a aquellas muzas... fui yo quién te estuvo enviando aquellos mensajes cuando dormías... -- Interrumpió Maryus mientras poco a poco a pasos lentos acercaba su figura.

El Dupont se encontraba anonado, sin poder comprender las razones por las que él habría hecho aquellos actos, no le causaba gran molestia sin embargo, sabía que eran crímenes los que había hecho Maryus y que tarde o temprano tendría que pagar, sin embargo no imaginaba como lo habría hecho, con cada una habría sido lo mismo, morían por causas indistintas, sin razón alguna.

-- Pero ¿Por que lo hiciste?-- Preguntó curioso el joven para inmediatamente voltear la silla en donde se encontraba para quedar justamente frente al ancestral vampiro.

-- Ellas no te querían, solo buscaban el propio beneficio, y una persona como tú no merece a alguien que busque lo material ...-- Sentenció Maryus tomando nuevamente un sorbo a su pequeña copa. -- Ahora que sabes de mi, se que no me temes... debería de estár enfurecido, sin embargo como te eh dicho yo ya morí hace varios siglos, lo que significa que soy. --

-- Un vampiro -- Interrumpió el Dupont mientras al mismo tiempo escuchaba las mismas palabras salir de los labios del rubio. -- Yo te ofrezco ser inmortal ¿Cuanto tardarás en que la humanidad comprenda?... es la pregunta que me hago noche a noche y para ser franco me intriga tu sabiduría, tu filosofía. -- Terminó Maryus.

En ese mismo instante el castaño comprendió que en ese mundo no tendría absolutamente nada que hacer en ese mundo y que aquél vampiro le habría dado la oportunidad de volver a nacer, con el simple sacrificio de jamás poder salir al sol.

Desde aquella noche del 12 de diciembre el Dupont vaga por el mundo dispuesto a tratar de cambiar la forma tan estúpida como los humanos ven a los vampiros, a veces asesinándolos y otras cuantas reprimiéndolos con el dolor de un ser querido.

Pasó el tiempo así hasta que a la misma edad una familia ansiosa por mantener un primogénito se fija en él, un hombre bien portado, debido a sus siglos de estadía en el mundo. Y es así como a los pocos años termina siendo el Gran Priíncipe de Italia, manteniendo fortunas incomparables.

Sin embargo su fama no radica en aquello, si no se le conocer por su desequilibrado y fría personalidad a quién no le importa matar vampiros si éstos mismos le recriminan sus acciones. Deambula por el mundo en busca d euna compañía sincera que acabará justamente en París.