Flores de peonias, pétalos de cerezos (libre)

por **Gwang So Goryeo** Mar Feb 20, 2024 8:12 pm

Una de las razones de abrir la embajada en París, había sido la necesidad de buscar apoyo diplomático, en las naciones occidentales. Joseon, estaba lentamente cayendo en la decadencia, que lo llevaría indefectiblemente a la extinción. Hacía décadas que el imperio japonés tenía sus planea de apoderarse de aquella tierra firme, que en sus locas alucinaciones siempre fue parte de su imperio. Por otro lado, el imperio chino también quería de vuelta sus antiguos territoriosal norte de Joseon. El embajador había sido parte de las fuerzas militares que mantuvieron las fronteras con el imperio del dragón. Suspiró, mientras hacia girar el líquido blanco en su copa,-Esta noche el macoli, es más dulce y embriagador, que otras veces- reflexionó, para luego dar un trago y tomarlo hasta la última gota, - si tan solo los problemas y las ausencias, se pudieran borrar, con tu consuelo- dijo en voz baja, con la vista fija en la copa, - Si al despertar de tu dulce sueño aún Suni estuviera a mi lado-, volvió a suspirar, cayéndose inconsciente en el futon en el que estaba sentado.

El sol de la mañana, lo encontró dormido, aún vestido con su hambok a medio desanudar. Suspiró, estirando sus brazos hacia el cielo y bostezando, lágrimas desendieron por sus mejillas, fieles compañeras de la congoja de aquella madrugada. Su eunuco personal, le ayudó a vestirse, luego de tomar un baño. El desayuno fue una sopa que ayudara con la resaca y tras sentirse mejor, decidió comenzar con sus responsabilidades del día. En la mañana debería recibir a varios extranjeros, algunas damas de la sociedad parisina. Por lo que se dirigió al pabellón de las peonias, una hermosa construcción, a orillas del lago artificial.

por **Christopher Morgan** Vie Feb 23, 2024 4:56 pm

Flores de Peonias, Pétalos de Cerezos

07:35 a.m.
Febrero, 1842
Mansión So Goryeo
Con Gwang So Goryeo

Volví a soñar con ella. Rita me visita cada que estoy perdido al fondo de una botella, ahogado en mi propia desesperación y soledad. Sonríe dulce y maternal, estira sus brazos en mi dirección y me invita a refugiarme en su regazo con la promesa del consuelo. Pero no puedo acercarme a ella. Sin importar cuánto corra, grite o ruja, ella todavía está demasiado lejos. En el Otro Lado. Y a mí aún me queda bastante trabajo por hacer antes de reunirme con ella.

Madrugadas como aquella me hacen sentir ansioso e irritable. Doy vueltas por el apartamento como un animal encerrado, buscando entre los rincones hasta la más mínima distracción. Extraño la lluvia golpeando los techos de Londres, tanto como el calor de mi madre humana y las tardes de caza y reflexión con mi padre adoptivo. Después de ellos, con ningún humano volví a involucrarme igual. Mi naturaleza solitaria y salvaje me impide relacionar de forma más íntima con la gente, marcando desde un inicio los límites y apartándome de inmediato ante el más mínimo apego.

Aún no amanece pero ya no aguanto más. En mi forma de pantera nebulosa soy un poco más pequeño y escurridizo, capaz de sortear ojos humanos y pasar fácilmente por un gato de gran tamaño. Me cuelo por los callejones y salto entre los tejados cada vez más rápido y ansioso, mi cola tiembla por la ansiedad y la jungla de cemento no puede calmarme, necesito desconectar. Mis pasos me llevan por un camino que no reconozco hasta que la Mansión de Gwang So se alza imponente, una construcción ridículamente distinta a cualquier otra de la capital francesa.

Por algún motivo, pensar en el Embajador me produce una suerte de paz. Será porque con él llegaron un montón de respuestas, que creo poder confiar en la templanza de su presencia. Incluso cuando deja salir a su bestia interior, puedo notar que no somos tan diferentes.

Burlar a los guardias es fácil y en pocos minutos el aroma del hechicero me conduce hasta una curiosa y orgánica construcción a orillas de un lago artificial. Y allí, acercándose lentamente, el Embajador del Reino de Joseon. Aún no me había visto, pero pronto lo haría. Me quedé estático en mi lugar, moviendo la punta de la cola con ansiedad. El lomo ligeramente erizado y las orejas en su dirección, atento a todos sus gestos y movimientos.

emme

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