El descubrimiento {LIBRE}

La lluvia golpeaba, incesante, contra el cristal por el cual mis ojos observaban el vacío de aquella noche en la que mis tormentos gobernaban sin dejar paso a un momento de tranquilidad. ¿Qué había pasado conmigo? ¿En que momento mi vida se había descarrillado tanto que ahora no podía aceptarlo? Estaba herida y no simplemente por las marcas que los colmillos de Acheron dejaron en mi cuello aquella borrosa noche. Mi cabeza se movió velozmente, no quería recordarlo. Las yemas de mis dedos recorrían con delicadeza el camino que las gotas dejaban hasta llegar a la parte mas baja del marco del ventanal, había melancolía en cada una de mis expresiones. Extrañaba lo que una vez fui.
Mis pensamientos derivaron en decenas de acciones que podía tomar en ese momento, pero ninguno fue lo suficientemente fuerte como para sacarme de mi ensimismamiento, y así fue como las horas pasaron con gran velocidad. ¿Por que el tiempo se empecinaba en jugar tan malas pasadas? La noche duraba demasiado poco ahora que estaba presa de esta maldición, no podía desaprovecharla.
Levanté mi cabeza solo para descubrir que afuera la lluvia había cesado. La alegría me embargó mientras que otra sensación me invadía poco a poco. Era mi garganta. Sentía picazón, una molestia que se iba acrecentando y que se estaba haciendo casi imposible de soportar. - No me siento muy bien... - bisbisé llevando mi mano izquierda para tomar con fuerza mi cuello. Hambre. Estaba al tanto de que necesitaba alimentarme con urgencia, pero todo esto era demasiado nuevo para mí. ¡Tenia miedo! El mismo miedo que me había invadido días antes en el callejón cuando estaba segura de que iba a morir.
Entonces algo pasó. A mi nariz llego el delicioso y suculento olor de una anciana que pasaba por la calle. Era tan inocente, tan humanamente ingenua para saber que desde una cercana ventana la muerte escribía su nombre y marcaba su destino con sangre. Solo bastaba con verla allí asegurándose de no pisar los charcos que la lluvia había dejado en las calles. ¡No quería hacerlo! Pero mis mas bajos instintos me pedían a gritos que llegará hasta ella y desgarrara su cuello disfrutando de cada segundo. Mis movimientos fueron rápidos y certeros, como los de un felino a punto de atacar a un indefenso ave que simplemente disfrutaba de los vestigios de un día encantador.
- No hay nada que temer... - Cuando quise darme cuenta me encontraba detrás de ella en un oscuro callejón, el hambre había actuado por si sola llevándome a ese espantoso lugar en el cual efectuaría el mas deshonroso crimen. Matar. Mis afiladas uñas se clavaron en el tapado de piel de la mujer mientras esta intentaba, inútilmente, escapar. Por alguna extraña razón que no dejaba de sorprenderme esa humana había logrado sentir el peligro que la acechaba en su forma mas letal. Un vampiro.
Poco tiempo basto para tenerla acorralada contra una de las paredes. Era mía, su sangre iba a correr por mi garganta tan solo para aportarme unos cuantos días mas de vida Pero algo sucedió en ese instante, alguien mas hizo acto de presencia en aquel solitario lugar y, posiblemente, pudiera salvar a la anciana que estaba a punto de cenar.
- No deseo hacer esto, pero no puedo evitar el necesitarlo... - Respondo sin tan siquiera mirar a vampiresa, estaba demasiado concentrada en la sangre que recorría el cuerpo de la dama de clase alta como para mirar hacia otro lado. Era triste el pensar que yo iba a acabar con la vida de un inocente, de alguien que no había hecho ningún mal. - ¿Como le haces? El aguantar tenerla cerca sin... - Mis ojos centellaron y tuve que hacer uso de todas mis fuerzas para no desgarrar el cuello de esa mujer en el momento en el cual Diva lo paralizo. ¡Basta! No podía permitir el marcar de esa forma mi vida. Extendí también mi mano para estrechar la de alguien a quien apenas conocía pero parecía que podía serme de gran ayuda en ese momento.
- Haz que se aleje, por favor... - Mi otra mano se dirigió a mi cabeza mientras mi cuerpo comenzaba a temblar con inestabilidad.

Mi cuerpo comenzaba a tranquilizarse a medida que mi presa escapaba de lo que antes seria una terrible muerte, aunque no estaba muy segura si ese pequeño momento de alegría iba a durar demasiado para ella, podía escuchar que no estábamos solas en aquel callejón. De momento no iba a velar por el bien estar de alguien cuya carne casi quedaba desgarrada por el filo de mis colmillos, bastante agradecida debía estar de que esa muerte no pesara en mi conciencia.
- Gracias... - Fueron las palabras que alcancé a pronunciar antes que mi cuerpo se desplomara contra el piso. Mi mirada vago por el callejón mientras que, por alguna extraña razón, escuchaba los corazones de las criaturas que en el habitaban. Necesitaba organizar un poco mis ideas antes de volver a hablar, todo se había vuelto demasiado confuso desde que la lluvia cesó y el hambre me había obligado a apagar mi cerebro, dejando solo el instinto de supervivencia al acecho.
- Mi nombre es Marie... - Lanzo un suspiro innecesario tras observar como la mujer se arrodillaba ante mi y me decía que no me haría daño. Por mas que me pesara no podía confiar completamente en esa extraña mujer, no la conocía y que me hubiera salvado de cometer aquel crimen no cambiaba las cosas. Tras recuperarme por completo una pequeña sonrisa se dibujo en mis labios, por lo menos me daría el gusto de conocerla esa noche. Quizás encontrara alguien mas con quien hablar ademas de mi padre. Lo cual, debía admitir, me agradaba. - ¿Como sabias donde estaba? ¿Por qué me ayudaste? - Pregunte con recelo, llena de ignorancia de los poderes que la mujer podía llegar a tener.
Tras estas palabras fue que mi garganta volvió a sentir ese horrible escozor que minutos antes le había invadido, aun tenía demasiada hambre como para concentrarme completamente en la charla. Aunque no debía dejar que eso se notara, debía andar con cuidado. Tomando las manos de la mujer me levanté del rincón en el cual me había acurrucado. Me quedo observando, pensativa, el lugar por donde había ido la mujer mientras llegaba a olfatear aun el olor de su sangre. Que extraño y diferente era todo para mí.