Navegando en el mar del pasado [Donovan]

Los recuerdos le llevaban nuevamente donde lo que había sido su eterna libertad había comenzado; los puertos, los viajes... La suave brisa combinada con la energía refrescante del mar, los sonidos constantes y armonizadores de las aguas azotando contra las rocas.
Tarde por la madrugada, sosteniendo el peso de su cuerpo sobre ambos brazos, mirando hacia el horizonte. Recordando. Memorando tiempos que habían dejado de ser, pasados... Pasados que quedaban atrás, personas, sangre, muertes.

¿Cual era entonces la condena? La eternidad, la sed insaciable de sangre, o el ser preso de la oscuridad por siempre. Cuales eran las ventajas y donde comenzaban en ellas las desventajas, el orgullo combinado con el rencor.
Y la perfección, la perfección que la noche le mostraba frente a sus ojos. En un danzar de olas constante, de luciérnagas, el cantar de los grillos a la lejanía. Respiró sabiendo que casi no le era necesario, lo profundizó, lo retuvo y lo dejo ir suavemente.

¿Melancolía?

Caminó a la orilla del puerto observando como su sombra la seguía, como se desformaba sobre el agua, y como era así su única acompañante. Observó a su alrededor, el vacío. El puerto estaba casi inmóvil a no ser por algunos barcos pesqueros algo alejados de las costas. Los comerciantes se habían ya retirado y los artistas estaban seguramente en los bares de la ciudad. Su caminar lento, la acercó a una embarcación pronta a zarpar. Sintió entonces el aroma a pescado, perforante pestilencia a pescado.
Se alejó, a paso lento, llevándole cierto tiempo tal acción pero, aquella fragancia tan "fresca" era insoportable para su refinado paladar.

Cercana al mar, y pisando con sus molestos zapatos el fresco césped bajo sus pies, opta por quitarlos y sentarse a terminar la noche en el lugar, mientras sus sentidos la engañan y la transportan a un siglo atrás a Venecia. Aquel baile de salón, las luces… Los vestidos retocados, los rostros cubiertos por mascaras, aquel aborrecible humano y el desconocido… Los pasos tras él, el balcón. Su nombre… Lucifer.

Llevó su mano al rostro, fregándose. Y teniendo en claro que la noche sería mucho mas que larga, sería su eternidad hasta el amanecer.
Aún prevalecía inmersa en sus recuerdos, pero su sentido del olfato llevaba a ella el aroma de una bebida a la cual le había hecho honores algunos años; el Ron. Se levantó, siendo guiada como una rata a la trampa de queso, caminando sin ver, sin siquiera fijarse a su alrededor, se sentía demasiado segura, con las defensas llevadas al inframundo.
Mientras la sinfonía de aquella muy lejana noche se repetía en su mente. Paso por uno de los puentes del muelle, un barco de carga despedía aquel aroma que le había conducido hasta allí.

Se detuvo un momento, podía casi sentirse observada. Volteo varias veces sin perder la calma ni la gracia en sus movimientos.

Corrió entonces el mechón de su cabello, y se infiltro en la embarcación, caminando sobre la cubierta a paso lento, majestuoso pero con algo de pesar. Sus manos, casi convertidas en garras rasguñaban la estructura junto a ella.

Podía olerlo, sentirlo… inclusive oírlo. Pero, jamás podría volver a tocarlo, y aquello lograba desequilibrarla por completo.

Pasos se escucharon acercándose hacia ella, un humano… - ¿Quién anda allí?... ¡Nadie vendrá a llevarse mi Ron!. – La voz del anciano era seca, áspera. ¿Años de alcohol?... La vampiresa comenzaba a cambiar sus planes para la noche, o quizás no…

Soledad... ¿convicción o destino? cualquiera de las dos opciones estaban selladas en su destino, plasmadas en su piel y reflejadas en su mirada; había pasado siglos de esta manera y apenas ahora es cuando apremiaba tal situación ¿se había acostumbrado?... cuando eres un demonio no te queda otra opción.

Había llegado mas guiado por el recuerdo del olor a mar que por que decidiera hacerlo, sentir la brisa en su rostro y creer que le congelaba la cara, aspirar ese aroma a sal mezclado con... ¿cómo describirlo?, quizás una combinación de melancolía con los aromas mas mundanos que pudieran existir, pero le gustaba.

Era como estar cerca de lo que fué y de lo que amó, dejó que la calidez brotara en su interior se permitió recordar aquella sensación tan plácida, un delgado hilo apenas perceptible pero tan reconocible para él, la sintió rodeandolo una vez más; abrió los ojos y la vió una súbita imagen que le embriagaba haciendole perder el equilibrio; se aferró con fuerza a una de las barandas de madera en el puerto astillandola y rompiendo su encanto.

¡Maldición! se estaba tan cerca a las imagenes de su pasado que juró haberla visto, sintió como su aroma le penetraba inundando de nuevo cada fibra de su podrido cuerpo, pero allí seguía ese encantador bouquet insitandole a seguir al fantasma de su pasado.

Caminó por el puerto siguiendo la leve estela de partículas odoríferas que reventaban contra su cara, se adentró en uno de los muelles y el olor se hacía cada vez más fuerte guiandolo a la proa de un pequeño barco, lo embistió de la nada haciendo que su mente se nublara, le exitó a sobremanera despertando su instinto animal recorrió con la vista toda la maldita embarcación y...

¡Oh hermoso ángel que tientas con tu cuerpo a un pobre pecador! si te poseo ¿cuál será mi salvación? ¡NO IMPORTA NO OBTENERLA CON TAL DE TENERTE A TI! tan similar pero a la vista tan diferente, allí estaba una figura de seducción y maldita perversión frente a sus ojos, sonrió de lado con una lacividad impresionante y se recargó en el mástil viendo a la bestia acechar a su presa.