AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Navegando en el mar de la venganza
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Navegando en el mar de la venganza
Mi entrenamiento en las montañas era duro, pero admito que ese hombre se comportó como un padre, mi relación con Sirina cada ver era mas próxima y aunque yo sabía que era muy peligroso que se convirtieras en algo mas que “una amistad” no podía evitar desearla. Su padre no tardó en darse cuenta del juego de caricias que ambos nos gastábamos, no tardó en llegar una conversación entre los dos, una que me hizo comprender la importancia de salir de su hogar con premura, de no hacerlo Sirina se vería envuelta en un peligro inmenso. Si se enamoraba de mi lo pasaría mal porque no había forma de poder funcionar, ella tenía que mantenerse a salvo en las montañas, yo por contra debía seguir mi sino, matar a Randulf, adquirir mi venganza aunque me dejara la vida en el intento de encontrarla.
Así una noche desaparecí sin mas, su padre me había preparado un buen petate de provisiones y una manta, me trazó el camino a seguir haciéndome memorizar cada recoveco, cada llano, montaña, rio y lago que debía atravesar y deseándome lo mejor me dejó partir aun sabiendo que mi camino iba a ser arduo y marcado por la venganza.
Deambulé unos meses, lo que me costó atravesar sobre el percherón los fiordos, el camino no estuvo inerte de peligros, mas nada comparado con las aberraciones que me encontré al otro lado, allá donde empezaban las tierras del tirano.
Hice una parada para beber un poco de agua fresca cuando sentí los caballos acercarse, me puse en posición de defensa, estaba dispuesto a batallar hasta la muerte, la suya porque yo no caería, no hoy, porque mi espada ansiaba carnaza, la de aquel que me arrebató todo, que destruyo a mi pueblo y que desmembró a mis padres sin piedad.
-¡Luchad! -rugí desafiante abriendo lso brazos en cruz incitándolos a matarme.
Como temía su traición llegó antes incluso de lo que yo creía, me noquearon desde atrás como cobardes y al despertar ni siquiera era consciente del lugar donde me habían arrastrado.
Llevé la mano al golpe de mi cabeza, bastante aturdido mientras trataba a su vez de ganar tiempo.
Mis manos acariciaron el suelo, palpando la tierra mezclada con piedras, estábamos en el bosque. Ladeé la cabeza escuchando el ruido de los pájaros, ardillas corriendo entre las ramas de los arboles, aunque lo que mas llamó mi atención era el agua cayendo de frente,y muriendo salvaje posiblemente en un lago de grandes dimensiones.
Así una noche desaparecí sin mas, su padre me había preparado un buen petate de provisiones y una manta, me trazó el camino a seguir haciéndome memorizar cada recoveco, cada llano, montaña, rio y lago que debía atravesar y deseándome lo mejor me dejó partir aun sabiendo que mi camino iba a ser arduo y marcado por la venganza.
Deambulé unos meses, lo que me costó atravesar sobre el percherón los fiordos, el camino no estuvo inerte de peligros, mas nada comparado con las aberraciones que me encontré al otro lado, allá donde empezaban las tierras del tirano.
Hice una parada para beber un poco de agua fresca cuando sentí los caballos acercarse, me puse en posición de defensa, estaba dispuesto a batallar hasta la muerte, la suya porque yo no caería, no hoy, porque mi espada ansiaba carnaza, la de aquel que me arrebató todo, que destruyo a mi pueblo y que desmembró a mis padres sin piedad.
-¡Luchad! -rugí desafiante abriendo lso brazos en cruz incitándolos a matarme.
Como temía su traición llegó antes incluso de lo que yo creía, me noquearon desde atrás como cobardes y al despertar ni siquiera era consciente del lugar donde me habían arrastrado.
Llevé la mano al golpe de mi cabeza, bastante aturdido mientras trataba a su vez de ganar tiempo.
Mis manos acariciaron el suelo, palpando la tierra mezclada con piedras, estábamos en el bosque. Ladeé la cabeza escuchando el ruido de los pájaros, ardillas corriendo entre las ramas de los arboles, aunque lo que mas llamó mi atención era el agua cayendo de frente,y muriendo salvaje posiblemente en un lago de grandes dimensiones.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
Las órdenes por parte del rey eran claras y concisas, erradicar a cualquiera que se alzase en contra de su reinado. Algo que se suscitaba a menudo y que promovía que sus tropas se movilizasen con rapidez y certeza. Las noticias en la fortaleza corrían rápido y no escaseaban las celebraciones tras los últimos gritos provenientes de los incautos que terminaban desvaneciéndose en agonía tras ser alcanzados por las espadas de nuestros soldados.
A los más escandalosos, aquellos que no se callaban la boca y que lanzaban maldiciones en contra del rey se les cortaba la lengua, las torturas servían para extraer información acerca de quienes eran los cabecillas de los grupos que se alzaban en contra del soberano y sus muertes servían de escarmiento para que la población común viera con sus propios ojos cuál era la suerte que corrían.
Comúnmente se callaban las bocas que quisieran remotamente insinuar que dichos movimientos rebeldes florecían. Randulf siempre prevalecería y como soldados suyos debíamos asegurarnos de que el mensaje fuera fuerte y claro. Un reino únicamente prosperaba cuando tenía fe en su soberano, esas eran las palabras que soltaban los generales para encauzarlos a todos.
Avanzamos por el camino tras eliminar un intento de sublevación en una aldea y me detuve junto a mi corcel para ceñir las alforjas. Asentí cuando alguien se dirigió a mi hablando de los acontecimientos del día, mantenía mis distancias y no hablaba demasiado con los demás.
La voz del soldado se vio interrumpida por la aparición de un muchacho, probablemente había escapado de nuestra incursión en la aldea y ahora se presentaba para hacerse el valiente con alguna bravuconada.
Me crucé de brazos observando como el sujeto se mantenía de pie con los brazos abiertos en cruz manifestando su locura.
Alcé la ceja ante el evidente despliegue de insensatez mientras varios a mi alrededor se echaban a reir a carcajadas, no tardó uno en darle un golpe por detrás de la cabeza que le noqueó de inmediato.
Acto seguido, le alzaron por los pelos y le arrastraron. No era más que un chiquillo según vi cuando los arbustos golpearon su rostro rasguñándole la piel y provocándole diversas cortaduras a medida que volvimos a ponernos en marcha.
Para cuando estuvimos adentrados en el bosque, ya había atardecido y nos detuvimos para dar de beber a los caballos y reabastecernos de agua para beber. Algunos hombres corrieron hacia el río y lanzando gritos se metieron en el para refrescarse.
Hice un gesto con la cabeza para indicarle al que estaba a mi lado que me haría cargo del chico, por lo que de inmediato le tiró al suelo y le dejó en mis manos. -Ahora más vale que te comportes.- Planté mi bota sobre la parte posterior de su cuello para mantenerlo abrazando la tierra. Me incliné para tirar de sus brazos hacia su espalda y pasé la cuerda alrededor de sus muñecas atándolas con fuerza.
A mis oídos llegaba con claridad el cambio en su respiración, se había despertado. -No te preocupes, tu miseria acabará pronto.- Me acerqué para tantearle los bolsillos y el cuerpo buscando armas escondidas, no tardé en apoderarme de un par de cuchillos y los guardé en mi cinto.
Le di un tirón para ponerlo de pie, parecía estar atarantado al oírme hablar. -¿Escapó algún otro revoltoso de la aldea? Pïensa bien lo que dices.-
A los más escandalosos, aquellos que no se callaban la boca y que lanzaban maldiciones en contra del rey se les cortaba la lengua, las torturas servían para extraer información acerca de quienes eran los cabecillas de los grupos que se alzaban en contra del soberano y sus muertes servían de escarmiento para que la población común viera con sus propios ojos cuál era la suerte que corrían.
Comúnmente se callaban las bocas que quisieran remotamente insinuar que dichos movimientos rebeldes florecían. Randulf siempre prevalecería y como soldados suyos debíamos asegurarnos de que el mensaje fuera fuerte y claro. Un reino únicamente prosperaba cuando tenía fe en su soberano, esas eran las palabras que soltaban los generales para encauzarlos a todos.
Avanzamos por el camino tras eliminar un intento de sublevación en una aldea y me detuve junto a mi corcel para ceñir las alforjas. Asentí cuando alguien se dirigió a mi hablando de los acontecimientos del día, mantenía mis distancias y no hablaba demasiado con los demás.
La voz del soldado se vio interrumpida por la aparición de un muchacho, probablemente había escapado de nuestra incursión en la aldea y ahora se presentaba para hacerse el valiente con alguna bravuconada.
Me crucé de brazos observando como el sujeto se mantenía de pie con los brazos abiertos en cruz manifestando su locura.
Alcé la ceja ante el evidente despliegue de insensatez mientras varios a mi alrededor se echaban a reir a carcajadas, no tardó uno en darle un golpe por detrás de la cabeza que le noqueó de inmediato.
Acto seguido, le alzaron por los pelos y le arrastraron. No era más que un chiquillo según vi cuando los arbustos golpearon su rostro rasguñándole la piel y provocándole diversas cortaduras a medida que volvimos a ponernos en marcha.
Para cuando estuvimos adentrados en el bosque, ya había atardecido y nos detuvimos para dar de beber a los caballos y reabastecernos de agua para beber. Algunos hombres corrieron hacia el río y lanzando gritos se metieron en el para refrescarse.
Hice un gesto con la cabeza para indicarle al que estaba a mi lado que me haría cargo del chico, por lo que de inmediato le tiró al suelo y le dejó en mis manos. -Ahora más vale que te comportes.- Planté mi bota sobre la parte posterior de su cuello para mantenerlo abrazando la tierra. Me incliné para tirar de sus brazos hacia su espalda y pasé la cuerda alrededor de sus muñecas atándolas con fuerza.
A mis oídos llegaba con claridad el cambio en su respiración, se había despertado. -No te preocupes, tu miseria acabará pronto.- Me acerqué para tantearle los bolsillos y el cuerpo buscando armas escondidas, no tardé en apoderarme de un par de cuchillos y los guardé en mi cinto.
Le di un tirón para ponerlo de pie, parecía estar atarantado al oírme hablar. -¿Escapó algún otro revoltoso de la aldea? Pïensa bien lo que dices.-
Última edición por Siri el Lun Ene 21, 2019 11:52 pm, editado 1 vez
Siri- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 14/05/2018
Re: Navegando en el mar de la venganza
La cabeza me retumbaba así como las risas de los bastardos de Randulf, deslicé mis manos en la tierra estaba húmeda y aunque había perdido gran parte de la noción del tiempo al ser golpeado pocos lagos había en ese territorio, así que según las indicaciones de Brant, sabía donde estaba, algo importante dado que era ciego.
El pie de una mujer me mantuvo inmóvil contra el suelo, apreté los dientes en silencio, mientras esta me volteaba, me alzaba y recorría con sus manos mi cuerpo para dejarme sin ninguna arma.
Siempre eran tan previsibles esos hijos de puta, amenazando de muerte, mas cuando me preguntó si habían escapado muchos de la aldea no pude evitar escupirle en la cara.
-Puta zorra ¿por que no te metes con alguien que pueda plantarte cara, no con inocentes campesinos, herreros, mujeres, niños? Sois la basura del norte.
La soldado del tirano iba a responderme, seguramente con algún jocoso comentario cuando yo aprovechando el descuido le di un cabezazo en la cara partiendole la nariz. No me quede, eche a correr, si estaba en lo cierto si seguía recto cruzaría un bosque de abedules no demasiado largo y que terminaba con un precipicio que me llevaría a un rio profundo de aguas vivas que desembocaría en un mar.
Escuché la orden de la zorra pidiendo que sus hombres me atraparan, ahora con la nariz rota no sonaba su voz tan animada, aunque si llena de ira.
Corrí como si Hela viniera tras de mi, quizás así era, los arboles acariciaban mi rostro con sus ramas rasguñandolo, gruñí por el esfuerzo, cayendo de bruces en ocasiones contra la tierra llena de hojarasca, pero volviéndome a poner en pie para seguir mi avance hasta que ...vació, solo eso, moví los pies en el aire, ese debía ser el precipicio y ahí empezó la salvaje caída hacia la nada o mejor dicho hacía el rio.
El golpe contra el agua fue doloroso, aunque agradecí el caudal que portaba, pues si no hubiera resultado mortal. Las lluvias incesantes de los últimos días lo habían embravecido mas si cabía y ahora me arrastraba con su fuerte corriente.
Apenas lograba mantener la cabeza fuera de aquellas espumosas aguas que parecían empeñadas en acabar conmigo aquel día. Me golpeaban sin tregua empujándome hacia el fondo del rio, único lugar donde reinaba una mortal calma, casi empeñada en atraparme en ella.
Trate desesperado de respirar sintiendo como los pulmones agotaban las ultimas reservas de aire fresco, y de nuevo las bravas aguas me llevaban al infinito golpeándome con fuerza.
No se el tiempo que permanencia así, mas sentía que las fuerzas me abandonaban y tentado estuve de dejarme llevar hacia aquella tranquilidad que afloraba bajo el rio. Cuando un grueso tronco golpeo mi cuerpo casi despertándome de aquella ensoñación cercana a la inconsciencia, un gemido de dolor se escapo de mis labios sintiendo como mis costillas se rompían. Pero sabiendo también que aquel tronco era mi única oportunidad de seguir con vida, me agarre a él y durante unos segundos, me presto un mínimo de descanso y aliento.
Más el rio solo parecía burlarse de mi y me preparaba la mejor de las sorpresas. Ena, la enorme cascada que rompía el rio hacia el lago de Leidan.
Me aferre instintivamente a aquel tronco cuando de nuevo sentí la sacudida del fin del trayecto, la carne de mis dedos se desquebrajaba frente al rugoso árbol dejando un reguero carmesí en el.
Ahora vació, y el sonido ensordecedor de las aguas bravas acompañando mi caída. Un grito ahogado por la falta de aire.
De nuevo el agua se apoderaba de mi sin tregua, mi cuerpo no podía mas, no lograba meter ni una brizna de aire en mis pulmones, las costillas rotas los oprimían. Una sacudida en la cabeza y la oscuridad fue el final de aquel viaje.
El pie de una mujer me mantuvo inmóvil contra el suelo, apreté los dientes en silencio, mientras esta me volteaba, me alzaba y recorría con sus manos mi cuerpo para dejarme sin ninguna arma.
Siempre eran tan previsibles esos hijos de puta, amenazando de muerte, mas cuando me preguntó si habían escapado muchos de la aldea no pude evitar escupirle en la cara.
-Puta zorra ¿por que no te metes con alguien que pueda plantarte cara, no con inocentes campesinos, herreros, mujeres, niños? Sois la basura del norte.
La soldado del tirano iba a responderme, seguramente con algún jocoso comentario cuando yo aprovechando el descuido le di un cabezazo en la cara partiendole la nariz. No me quede, eche a correr, si estaba en lo cierto si seguía recto cruzaría un bosque de abedules no demasiado largo y que terminaba con un precipicio que me llevaría a un rio profundo de aguas vivas que desembocaría en un mar.
Escuché la orden de la zorra pidiendo que sus hombres me atraparan, ahora con la nariz rota no sonaba su voz tan animada, aunque si llena de ira.
Corrí como si Hela viniera tras de mi, quizás así era, los arboles acariciaban mi rostro con sus ramas rasguñandolo, gruñí por el esfuerzo, cayendo de bruces en ocasiones contra la tierra llena de hojarasca, pero volviéndome a poner en pie para seguir mi avance hasta que ...vació, solo eso, moví los pies en el aire, ese debía ser el precipicio y ahí empezó la salvaje caída hacia la nada o mejor dicho hacía el rio.
El golpe contra el agua fue doloroso, aunque agradecí el caudal que portaba, pues si no hubiera resultado mortal. Las lluvias incesantes de los últimos días lo habían embravecido mas si cabía y ahora me arrastraba con su fuerte corriente.
Apenas lograba mantener la cabeza fuera de aquellas espumosas aguas que parecían empeñadas en acabar conmigo aquel día. Me golpeaban sin tregua empujándome hacia el fondo del rio, único lugar donde reinaba una mortal calma, casi empeñada en atraparme en ella.
Trate desesperado de respirar sintiendo como los pulmones agotaban las ultimas reservas de aire fresco, y de nuevo las bravas aguas me llevaban al infinito golpeándome con fuerza.
No se el tiempo que permanencia así, mas sentía que las fuerzas me abandonaban y tentado estuve de dejarme llevar hacia aquella tranquilidad que afloraba bajo el rio. Cuando un grueso tronco golpeo mi cuerpo casi despertándome de aquella ensoñación cercana a la inconsciencia, un gemido de dolor se escapo de mis labios sintiendo como mis costillas se rompían. Pero sabiendo también que aquel tronco era mi única oportunidad de seguir con vida, me agarre a él y durante unos segundos, me presto un mínimo de descanso y aliento.
Más el rio solo parecía burlarse de mi y me preparaba la mejor de las sorpresas. Ena, la enorme cascada que rompía el rio hacia el lago de Leidan.
Me aferre instintivamente a aquel tronco cuando de nuevo sentí la sacudida del fin del trayecto, la carne de mis dedos se desquebrajaba frente al rugoso árbol dejando un reguero carmesí en el.
Ahora vació, y el sonido ensordecedor de las aguas bravas acompañando mi caída. Un grito ahogado por la falta de aire.
De nuevo el agua se apoderaba de mi sin tregua, mi cuerpo no podía mas, no lograba meter ni una brizna de aire en mis pulmones, las costillas rotas los oprimían. Una sacudida en la cabeza y la oscuridad fue el final de aquel viaje.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
El muchachito tenía floja la lengua y una serie de palabrotas salían de su boca una y otra vez, llamándome de todo, puta, zorra… tenía un vocabulario muy apropiado para utilizar. A cualquiera de los soldados le hubiera hecho hervir la sangre, los observaba enfurecer a veces, desquitarse de las peores maneras, de formas inhumanas, solo por una palabra escuchada.
No era la primera vez que me insultaban ni sería la última, ni esta sería tampoco la última de nuestras incursiones, antes de que la siguiente nevada llegase a las inmediaciones ya tendríamos que haber acabado con los movimientos de sublevación de estas zonas.
Lo veía todos los días, de forma ausente y repetitiva, caminaba en medio de lo que sucedía y era como si las notas producidas por un gramófono se atascaran y siguiesen produciendo un chirrido que nunca acababa. Tenía la impresión de que algo más debía venir después de ello, de que algo andaba descompuesto, fuera de lugar, pero por mucho que mis oídos prestaran atención desconocía que era lo que debía producirse al recomponerse o cómo podía suceder.
De repente llegó el chasquido y la sangre comenzó a salir de mi nariz. Alcé la mano para limpiar con el dorso de mi manga la saliva de mi rostro y el líquido rojo y espeso que goteaba sobre mi ropa.
El revoltoso se echó a correr, un soldado que se encontraba a unos cuantos pasos de distancia lanzó una serie de insultos, alcé mi brazo indicándole que se detuviera. -Vamos a darle unos minutos de ventaja.- Me dirigió una sonrisa pérfida al oírlo, algunos empezaron a aullar de la excitación que les provocaba cazar a alguien antes de atraparlo para despellejarlo vivo.
Ignoré los gritos, no me sentía identificada con el resto de los soldados. La cacería dio inicio al cabo de quince minutos, me fui separando de los hombres mientras estos corrían atravesando la planicie frente a nosotros. Inicié mi transformación, mis huesos comenzaron a reorganizarse y las plumas a mis costados cubrieron las alas que aparecieron para remontar el cielo.
En mi forma de halcón me elevé hacia las nubes y comencé la búsqueda del fugitivo, podía abarcar mucho más terreno que el resto de esta manera y a mayor velocidad.
Mi mirada se mantuvo alerta y al volar sobre el río alcancé a ver un punto casi invisible que se movía a gran velocidad arrastrado por la corriente. Tan pronto le detecté giré para dirigirme hacia las cataratas, a medida que me acercaba observé como la corriente espumosa hacia girar el tronco arrastrándole y el hombre caía, desde esa altura las posibilidades de que se ahogara eran infinitas.
Fui descendiendo a poca distancia de donde las aguas espumosas de la catarata se convertían en el Leidán. A gran velocidad alcancé las aguas y recuperando mi forma humana me sumergí en ellas para buscar en el fondo, tras unos minutos volví a emerger sujetando el cuerpo del sujeto.
Al llegar a la orilla del lago le arrastré de los pelos antes de dejarle caer, tosí y dejé salir agua de mis pulmones.
Aún iba atado de las muñecas, agarré el extremo de la soga y lo pasé por encima de la rama de un árbol para mantenerlo fijo a ella. Miré a mi alrededor, estábamos a muchos kilómetros de distancia del punto de donde habíamos partido. Llevé los dedos a mi boca y silbé para que cualquiera que pudiera andar cerca me escuchara y a continuación mi puño se estrelló en la cara ajena. -Despierta de una vez.-
No era la primera vez que me insultaban ni sería la última, ni esta sería tampoco la última de nuestras incursiones, antes de que la siguiente nevada llegase a las inmediaciones ya tendríamos que haber acabado con los movimientos de sublevación de estas zonas.
Lo veía todos los días, de forma ausente y repetitiva, caminaba en medio de lo que sucedía y era como si las notas producidas por un gramófono se atascaran y siguiesen produciendo un chirrido que nunca acababa. Tenía la impresión de que algo más debía venir después de ello, de que algo andaba descompuesto, fuera de lugar, pero por mucho que mis oídos prestaran atención desconocía que era lo que debía producirse al recomponerse o cómo podía suceder.
De repente llegó el chasquido y la sangre comenzó a salir de mi nariz. Alcé la mano para limpiar con el dorso de mi manga la saliva de mi rostro y el líquido rojo y espeso que goteaba sobre mi ropa.
El revoltoso se echó a correr, un soldado que se encontraba a unos cuantos pasos de distancia lanzó una serie de insultos, alcé mi brazo indicándole que se detuviera. -Vamos a darle unos minutos de ventaja.- Me dirigió una sonrisa pérfida al oírlo, algunos empezaron a aullar de la excitación que les provocaba cazar a alguien antes de atraparlo para despellejarlo vivo.
Ignoré los gritos, no me sentía identificada con el resto de los soldados. La cacería dio inicio al cabo de quince minutos, me fui separando de los hombres mientras estos corrían atravesando la planicie frente a nosotros. Inicié mi transformación, mis huesos comenzaron a reorganizarse y las plumas a mis costados cubrieron las alas que aparecieron para remontar el cielo.
En mi forma de halcón me elevé hacia las nubes y comencé la búsqueda del fugitivo, podía abarcar mucho más terreno que el resto de esta manera y a mayor velocidad.
Mi mirada se mantuvo alerta y al volar sobre el río alcancé a ver un punto casi invisible que se movía a gran velocidad arrastrado por la corriente. Tan pronto le detecté giré para dirigirme hacia las cataratas, a medida que me acercaba observé como la corriente espumosa hacia girar el tronco arrastrándole y el hombre caía, desde esa altura las posibilidades de que se ahogara eran infinitas.
Fui descendiendo a poca distancia de donde las aguas espumosas de la catarata se convertían en el Leidán. A gran velocidad alcancé las aguas y recuperando mi forma humana me sumergí en ellas para buscar en el fondo, tras unos minutos volví a emerger sujetando el cuerpo del sujeto.
Al llegar a la orilla del lago le arrastré de los pelos antes de dejarle caer, tosí y dejé salir agua de mis pulmones.
Aún iba atado de las muñecas, agarré el extremo de la soga y lo pasé por encima de la rama de un árbol para mantenerlo fijo a ella. Miré a mi alrededor, estábamos a muchos kilómetros de distancia del punto de donde habíamos partido. Llevé los dedos a mi boca y silbé para que cualquiera que pudiera andar cerca me escuchara y a continuación mi puño se estrelló en la cara ajena. -Despierta de una vez.-
Siri- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 14/05/2018
Re: Navegando en el mar de la venganza
Un golpe seco en el rostro me llevo a despertar, una bocanada de aire llego a mis pulmones y pronto empecé a vomitar el agua mientras tosía medio ahogado.
Mis brazos estaban en alto, enganchados por las sogas a una rama, la mujer estaba cerca de mi podía notar su respiración agitada y seguramente la ira que desprendía por haber tenido que buscarme retrasando su cometido de llevarme ante su jefe.
Yo había ganado tiempo, puede que fuera un tullido, un ciego ante ellos, aun recordaba su mofa al tenerme preso, pero también era un Cannif y nosotros no nos rendíamos, así que no pensaba dejar de luchar hasta que las Valquirias me recogieran del campo de batalla para llevarme como a un héroe al Valhalla.
Me costaba respirar, dejé caer la cabeza aun algo aturdido sobre mi pecho, la mujer trataba de llamar la atención de sus compañeros, debíamos estar solos, el rio nos había arrastrado lejos y esa era mi ventaja, un uno contra uno.
-Te mataré -aseguré escupiendo con asco esas palabras mientras mis dientes rechinaban no solo por el frio mas que evidente si no por la rabia.
La noche pronto caería sobre ambos y dudaba que sus sabuesos nos encontraran antes de la mañana, así que estábamos solos y si nos quedábamos allí a la orilla del rio íbamos a morir congelados, es l oque tenía el norte y sus gélidas temperaturas.
-Hay que buscar una gruta, necesitamos encender un fuego, tenemos la ropa mojada, aquí no aguantaremos la noche, necesitamos un fuego y estar a cubierto. Tal y como lo veo tienes dos opciones, soltarme y dejarme ayudarte para salvar nuestras vidas o apañartelas tu sólita, pero si no me equivoco estamos en bosque cerrado, pronto esto se llenara de alimañas y depredadores varios que vendrán a beber al rio ¿de verdad crees vas a poder salvarte sola?
Mientras ella analizaba la situación, yo movía las manos friccionando una cuerda ya medio quebrada contra la rama, no pensaba morir, no sin obtener mi venganza.
Mis brazos estaban en alto, enganchados por las sogas a una rama, la mujer estaba cerca de mi podía notar su respiración agitada y seguramente la ira que desprendía por haber tenido que buscarme retrasando su cometido de llevarme ante su jefe.
Yo había ganado tiempo, puede que fuera un tullido, un ciego ante ellos, aun recordaba su mofa al tenerme preso, pero también era un Cannif y nosotros no nos rendíamos, así que no pensaba dejar de luchar hasta que las Valquirias me recogieran del campo de batalla para llevarme como a un héroe al Valhalla.
Me costaba respirar, dejé caer la cabeza aun algo aturdido sobre mi pecho, la mujer trataba de llamar la atención de sus compañeros, debíamos estar solos, el rio nos había arrastrado lejos y esa era mi ventaja, un uno contra uno.
-Te mataré -aseguré escupiendo con asco esas palabras mientras mis dientes rechinaban no solo por el frio mas que evidente si no por la rabia.
La noche pronto caería sobre ambos y dudaba que sus sabuesos nos encontraran antes de la mañana, así que estábamos solos y si nos quedábamos allí a la orilla del rio íbamos a morir congelados, es l oque tenía el norte y sus gélidas temperaturas.
-Hay que buscar una gruta, necesitamos encender un fuego, tenemos la ropa mojada, aquí no aguantaremos la noche, necesitamos un fuego y estar a cubierto. Tal y como lo veo tienes dos opciones, soltarme y dejarme ayudarte para salvar nuestras vidas o apañartelas tu sólita, pero si no me equivoco estamos en bosque cerrado, pronto esto se llenara de alimañas y depredadores varios que vendrán a beber al rio ¿de verdad crees vas a poder salvarte sola?
Mientras ella analizaba la situación, yo movía las manos friccionando una cuerda ya medio quebrada contra la rama, no pensaba morir, no sin obtener mi venganza.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
Mi puño logró su cometido, el lengua larga despertó enseguida. Lo primero que hizo fue alzar el rostro y enfocar la nada. Permanecí observándolo unos segundos, ya los soldados y yo nos habíamos percatado de que estaba ciego, aunque teniendo en cuenta su condición, había demostrado bastante pericia para desplazarse a campo traviesa.
Lo poco común del suceso indicaba a leguas que conocía la zona mejor que nosotros. La mayoría nunca nos habíamos alejado tanto, nos tenían bastante delimitados y nos indicaban a donde ir y adonde no.
-Puedes intentarlo, eso es seguro.- Había dejado ya de estar frente a él y me había apoyado en el tronco del árbol con los brazos cruzados. Por momentos me preguntaba si esto iba a ser siempre así… si no había otra cosa…
-Deberían darme una moneda por cada vez que escucho eso.- Mi desarrollada mirada de halcón observó los alrededores, seguíamos cerca del río pero la corriente había arrastrado al chico a gran velocidad. Mi cuadrilla seguramente no estaba ni siquiera a medio camino de distancia, aunque aún había un par que podrían lograr adelantárseles si lograban seguir la dirección apropiada.
-Harías bien en decirme quién eres.- Lo observé un momento, no era más que un muchacho, aunque se le desencajara la expresión mientras seguía escupiendo veneno sin cesar.
-Si resultas ser un pez gordo y pueden pagar un rescate por ti, sería mejor que lo aproveches.- Mi instinto me decía que tenía más importancia de la que saltaba a la vista, decir quien era resultaba ser su mejor opción, aunque las esperanzas para él una vez había sido atisbado por mi grupo eran mínimas o más bien poco existentes.
Lo siguiente que dijo me hizo removerme sobre mis pies. -Basta de tonterías, decide lo que quieres, matarme o ayudarme a sobrevivir.-
Tenía cosas más importantes que hacer que escucharlo así que me alejé de él. Debió haberse llevado un buen susto al ver que lo abandonaba atado a la rama. Obviamente no tenía manera de saber que era una cambiante, las dos veces que despertó se topó conmigo en forma humana.
Aunque esa palabra, cambiante… solían describirme así pero algo había en ella que no terminaba de calzar en el interior de mi mente, por más que le faltasen piezas.
La noche caería pronto así que aproveché lo que quedaba de luz, apenas comenzaba a anochecer cuando caminaba de regreso, trayendo conmigo un par de conejos inertes colgando de las orejas.
Me detuve en silencio, acababa de escuchar un sonido de pequeñas ramas al quebrarse. El muchacho no estaba equivocado cuando había hablado de depredadores, a estas horas no escaseaban.
Aceleré el paso al observar el evidente rastro sobre las hojas secas, me había percatado de que más de un animal de buen tamaño se dirigía hacia él, las huellas eran grandes, y pez gordo o no, iban a echársele encima con facilidad al encontrarle aun atado a la rama.
Lo poco común del suceso indicaba a leguas que conocía la zona mejor que nosotros. La mayoría nunca nos habíamos alejado tanto, nos tenían bastante delimitados y nos indicaban a donde ir y adonde no.
-Puedes intentarlo, eso es seguro.- Había dejado ya de estar frente a él y me había apoyado en el tronco del árbol con los brazos cruzados. Por momentos me preguntaba si esto iba a ser siempre así… si no había otra cosa…
-Deberían darme una moneda por cada vez que escucho eso.- Mi desarrollada mirada de halcón observó los alrededores, seguíamos cerca del río pero la corriente había arrastrado al chico a gran velocidad. Mi cuadrilla seguramente no estaba ni siquiera a medio camino de distancia, aunque aún había un par que podrían lograr adelantárseles si lograban seguir la dirección apropiada.
-Harías bien en decirme quién eres.- Lo observé un momento, no era más que un muchacho, aunque se le desencajara la expresión mientras seguía escupiendo veneno sin cesar.
-Si resultas ser un pez gordo y pueden pagar un rescate por ti, sería mejor que lo aproveches.- Mi instinto me decía que tenía más importancia de la que saltaba a la vista, decir quien era resultaba ser su mejor opción, aunque las esperanzas para él una vez había sido atisbado por mi grupo eran mínimas o más bien poco existentes.
Lo siguiente que dijo me hizo removerme sobre mis pies. -Basta de tonterías, decide lo que quieres, matarme o ayudarme a sobrevivir.-
Tenía cosas más importantes que hacer que escucharlo así que me alejé de él. Debió haberse llevado un buen susto al ver que lo abandonaba atado a la rama. Obviamente no tenía manera de saber que era una cambiante, las dos veces que despertó se topó conmigo en forma humana.
Aunque esa palabra, cambiante… solían describirme así pero algo había en ella que no terminaba de calzar en el interior de mi mente, por más que le faltasen piezas.
La noche caería pronto así que aproveché lo que quedaba de luz, apenas comenzaba a anochecer cuando caminaba de regreso, trayendo conmigo un par de conejos inertes colgando de las orejas.
Me detuve en silencio, acababa de escuchar un sonido de pequeñas ramas al quebrarse. El muchacho no estaba equivocado cuando había hablado de depredadores, a estas horas no escaseaban.
Aceleré el paso al observar el evidente rastro sobre las hojas secas, me había percatado de que más de un animal de buen tamaño se dirigía hacia él, las huellas eran grandes, y pez gordo o no, iban a echársele encima con facilidad al encontrarle aun atado a la rama.
Siri- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2018
Re: Navegando en el mar de la venganza
Gruñí mostrándole los dientes cuando la estúpida mujer dijo si quería matarla o salvarla, peor que decidiera mientras ella se largaba ¿no era evidente? Quería matarla, peor ahora mismo si queríamos sobrevivir íbamos a tener que ayudarnos mutuamente.
La muy zorra se largo dejándome a mi suerte, si esperaba escucharme gimotear como una niña, se equivocaba conmigo, no lo haría, era un Cannif, por mis venas corría su sangre y no era débil, aunque ella solo viera a un tullido se equivocaba conmigo.
Tenía que darme prisa, aprovechar su ausencia para acabar de sajar las cuerdas, ademas si caía la noche esto sería un hervidero de depredadores y estaría perdido.
Seguí moviendo las manos adelante y atrás rozando la soga, pero esta no cedía por mas que intentaba rajarla contra la carcasa del tronco.
El ocaso hizo acto de presencia, no lo sabía porque lo viera, evidentemente, si no porque las temperaturas habían caído y el sol ya no calentaba mi cuerpo y con esas escuché las ramas quebrarse y supe que no estaba solo, me quede quieto, peor mi cuerpo sangraba por los golpes que me había dado en mi recorrido rio abajo, así que de nada serviría mantenerme inmóvil porque el depredador tenía hambre y yo me había convertido en su presa.
Mi respiración se agitó al sentir cada paso de aquel animal, era un felino por el tipo de movimientos que tenía, me estaba evaluando, daba vueltas en circulo cada vez cercándome mas, atajando la distancia.
Me preparé para esquivar, poco mas podía hacer y cuando el felino de gran envergadura se abalanzó sobre mi, elevé las piernas logrando que el animal golpeara solo el tronco y no mi cuerpo.
El siguiente envite no lo falló, sentí como sus dos afiladas zarpas se hundían en mi costado, de una patada lo empujé lejos de mi, escuché como impactaba contra algo, eso me haría ganar tiempo, por suerte, aquellos movimientos acabaron de sajar la soga y caí de bruces al suelo.
La sangre manaba a borbotones uniéndose al barro que había bajo mi cuerpo, deslicé mis manos por la tierra en busca de algo con lo que protegerme porque estaba desarmado y el animal se preparaba de nuevo para saltar sobre mi aunque aun algo aturdido por el golpe que había recibido.
Escuchaba como corría cuando tomé un pedrusco, mis dedos se deslizaron pro la rugosa superficie del mismo hasta sentir la punta afilada que tenía y sin mas lo alcé justo cuando la bestia caía sobre mi, apreté con fuerza hundiendo el filo en su vientre, el animal hundió sus fauces en mi cuello casi desgarrando mi yugular, apreté mas fuerte rugiendo hasta que me abrí paso en sus entrañas, arrancándole la vida y sobre mi dio paso a dar sus últimos coletazos espirando su ultimo aliento.
Me dejé vencer por las heridas incapaz de quitarme de encima al animal peludo, oscuridad ¿sería ese mi final?
La muy zorra se largo dejándome a mi suerte, si esperaba escucharme gimotear como una niña, se equivocaba conmigo, no lo haría, era un Cannif, por mis venas corría su sangre y no era débil, aunque ella solo viera a un tullido se equivocaba conmigo.
Tenía que darme prisa, aprovechar su ausencia para acabar de sajar las cuerdas, ademas si caía la noche esto sería un hervidero de depredadores y estaría perdido.
Seguí moviendo las manos adelante y atrás rozando la soga, pero esta no cedía por mas que intentaba rajarla contra la carcasa del tronco.
El ocaso hizo acto de presencia, no lo sabía porque lo viera, evidentemente, si no porque las temperaturas habían caído y el sol ya no calentaba mi cuerpo y con esas escuché las ramas quebrarse y supe que no estaba solo, me quede quieto, peor mi cuerpo sangraba por los golpes que me había dado en mi recorrido rio abajo, así que de nada serviría mantenerme inmóvil porque el depredador tenía hambre y yo me había convertido en su presa.
Mi respiración se agitó al sentir cada paso de aquel animal, era un felino por el tipo de movimientos que tenía, me estaba evaluando, daba vueltas en circulo cada vez cercándome mas, atajando la distancia.
Me preparé para esquivar, poco mas podía hacer y cuando el felino de gran envergadura se abalanzó sobre mi, elevé las piernas logrando que el animal golpeara solo el tronco y no mi cuerpo.
El siguiente envite no lo falló, sentí como sus dos afiladas zarpas se hundían en mi costado, de una patada lo empujé lejos de mi, escuché como impactaba contra algo, eso me haría ganar tiempo, por suerte, aquellos movimientos acabaron de sajar la soga y caí de bruces al suelo.
La sangre manaba a borbotones uniéndose al barro que había bajo mi cuerpo, deslicé mis manos por la tierra en busca de algo con lo que protegerme porque estaba desarmado y el animal se preparaba de nuevo para saltar sobre mi aunque aun algo aturdido por el golpe que había recibido.
Escuchaba como corría cuando tomé un pedrusco, mis dedos se deslizaron pro la rugosa superficie del mismo hasta sentir la punta afilada que tenía y sin mas lo alcé justo cuando la bestia caía sobre mi, apreté con fuerza hundiendo el filo en su vientre, el animal hundió sus fauces en mi cuello casi desgarrando mi yugular, apreté mas fuerte rugiendo hasta que me abrí paso en sus entrañas, arrancándole la vida y sobre mi dio paso a dar sus últimos coletazos espirando su ultimo aliento.
Me dejé vencer por las heridas incapaz de quitarme de encima al animal peludo, oscuridad ¿sería ese mi final?
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
Corrí de prisa para regresar a la zona adonde el prisionero seguía aún atado al árbol, las huellas me iban indicando que el animal ya debía de haberlo alcanzado por lo que era bastante probable que se le hubiera echado encima.
Esquivé arbustos y corrí por una explanada antes de volver a adentrarme entre varias hileras de árboles hasta llegar al punto que me ofreció una escena bastante surrealista.
Por las huellas había adivinado que el animal era de buen tamaño, y así era exactamente, se trataba de un puma al que seguramente el hambre habría atraído hacia el hombre que estaba atado a la rama.
No me extrañaba, las zonas que había visitado a menudo se convertían en áreas de combate, diversas pérdidas entre ambos bandos iban quedando por el camino y a menudo las zonas verdes pagaban las consecuencias, no escaseaban los incendios y los animales no tenían más remedio que abandonar el entorno que siempre habían conocido.
En realidad, cuando nos apoderábamos de los comestibles que pertenecían al rey, los inconformes comenzaban a cazar, como consecuencia los depredadores perdían a sus presas y se volvían más temerarios con los humanos. Era un ciclo que había comenzado a sospechar en las últimas semanas y la evidencia quedaba más que evidente ahora frente a mis ojos.
Me acerqué rápidamente, tomé al animal muerto como pude y lo arrastré hacia un lado para dejarlo caer sobre el suelo y observar al muchacho.
A primera vista parecía estar muerto así que me arrodillé a un lado suyo y pegué mi oído derecho a su pecho, percibí latidos, bastante tenues, pero aún presentes. Su camisa estaba hecha jirones, el puma le había enterrado las zarpas en diversos lados, tenía la carne desgarrada y al examinar su costado derecho la sangre tiñó mis dedos.
Lo miré unos segundos, si lo dejaba adonde estaba moriría desangrado. Aún así, sería una muerte mejor que la que le esperaba. El resto de la cuadrilla no iba a andarse con chiquitas, se ensañarían con él simplemente por darse el gusto de atormentarlo y divertirse de forma sádica.
En este momento seguramente se movilizaban como un grupo de hienas esperando el momento de caer sobre él.
Suspiré, el tiempo apremiaba si iba a sobrevivir. Arranqué un trozo de su camisa, lo amarré alrededor de su costado para contener la hemorragia, lo tomé del brazo para alzarlo de un tirón rápido y dejé caer su cuerpo sobre mi espalda. El movimiento lo sacó de su inconsciencia y comenzó a quejarse, insultándome de todas las maneras posibles y moviendo los brazos para resistirse. -Basta, no estoy para tus estupideces ahorita.-
De todas maneras, estaba demasiado débil como para seguir forcejeando, lo cual me permitió caminar con él a cuestas mientras exploraba el terreno. En algún momento mi fino oído escuchó el crujir de ramas seguido de las pisadas firmes de un nuevo depredador. Me agazapé instintivamente y permanecí contra el suelo escuchando con atención. Los felinos provocaban que mis cabellos se erizaran, su especie y yo no nos llevábamos nada bien.
Las pisadas se fueron acercando, afortunadamente el lengua larga se había callado, posiblemente había vuelto a perder el conocimiento. Permanecí en silencio absoluto hasta que escuché pasar al animal de largo y el silencio reinó a nuestro alrededor.
Volví a ponerme de pie atisbando una montaña de rocas, me dirigí hacia ellas y comencé a trepar. El ascenso requirió toda mi concentración, el chico pesaba y aunque se mantenía inmóvil debía de procurar ir despacio para mantenerlo en su lugar, un paso en falso en alguna saliente de las rocas y caería desde las alturas.
Tras lo que pareció ser una eternidad, alcancé la última roca y al pararme sobre ella para respirar sonreí de medio lado al vislumbrar la entrada a una gruta.
No tardé en entrar en ella dejando caer al prisionero sobre el suelo mientras mis piernas cedían por el agotamiento. Una luz muy tenue proveniente de la entrada alumbraba apenas la caverna, al acercarme a él para asegurarme de que seguía con vida, observé como el trozo de tela que cubría el costado se encontraba empapado de sangre.
Volví a levantarme y busqué el lugar propicio para encender una hoguera, al regresar adonde se encontraba traía un cuchillo ardiente en mi mano. -Ahora es buen momento para que sueltes los insultos.- advertí, antes de descubrir la carne destrozada por el puma para cauterizarla.
Esquivé arbustos y corrí por una explanada antes de volver a adentrarme entre varias hileras de árboles hasta llegar al punto que me ofreció una escena bastante surrealista.
Por las huellas había adivinado que el animal era de buen tamaño, y así era exactamente, se trataba de un puma al que seguramente el hambre habría atraído hacia el hombre que estaba atado a la rama.
No me extrañaba, las zonas que había visitado a menudo se convertían en áreas de combate, diversas pérdidas entre ambos bandos iban quedando por el camino y a menudo las zonas verdes pagaban las consecuencias, no escaseaban los incendios y los animales no tenían más remedio que abandonar el entorno que siempre habían conocido.
En realidad, cuando nos apoderábamos de los comestibles que pertenecían al rey, los inconformes comenzaban a cazar, como consecuencia los depredadores perdían a sus presas y se volvían más temerarios con los humanos. Era un ciclo que había comenzado a sospechar en las últimas semanas y la evidencia quedaba más que evidente ahora frente a mis ojos.
Me acerqué rápidamente, tomé al animal muerto como pude y lo arrastré hacia un lado para dejarlo caer sobre el suelo y observar al muchacho.
A primera vista parecía estar muerto así que me arrodillé a un lado suyo y pegué mi oído derecho a su pecho, percibí latidos, bastante tenues, pero aún presentes. Su camisa estaba hecha jirones, el puma le había enterrado las zarpas en diversos lados, tenía la carne desgarrada y al examinar su costado derecho la sangre tiñó mis dedos.
Lo miré unos segundos, si lo dejaba adonde estaba moriría desangrado. Aún así, sería una muerte mejor que la que le esperaba. El resto de la cuadrilla no iba a andarse con chiquitas, se ensañarían con él simplemente por darse el gusto de atormentarlo y divertirse de forma sádica.
En este momento seguramente se movilizaban como un grupo de hienas esperando el momento de caer sobre él.
Suspiré, el tiempo apremiaba si iba a sobrevivir. Arranqué un trozo de su camisa, lo amarré alrededor de su costado para contener la hemorragia, lo tomé del brazo para alzarlo de un tirón rápido y dejé caer su cuerpo sobre mi espalda. El movimiento lo sacó de su inconsciencia y comenzó a quejarse, insultándome de todas las maneras posibles y moviendo los brazos para resistirse. -Basta, no estoy para tus estupideces ahorita.-
De todas maneras, estaba demasiado débil como para seguir forcejeando, lo cual me permitió caminar con él a cuestas mientras exploraba el terreno. En algún momento mi fino oído escuchó el crujir de ramas seguido de las pisadas firmes de un nuevo depredador. Me agazapé instintivamente y permanecí contra el suelo escuchando con atención. Los felinos provocaban que mis cabellos se erizaran, su especie y yo no nos llevábamos nada bien.
Las pisadas se fueron acercando, afortunadamente el lengua larga se había callado, posiblemente había vuelto a perder el conocimiento. Permanecí en silencio absoluto hasta que escuché pasar al animal de largo y el silencio reinó a nuestro alrededor.
Volví a ponerme de pie atisbando una montaña de rocas, me dirigí hacia ellas y comencé a trepar. El ascenso requirió toda mi concentración, el chico pesaba y aunque se mantenía inmóvil debía de procurar ir despacio para mantenerlo en su lugar, un paso en falso en alguna saliente de las rocas y caería desde las alturas.
Tras lo que pareció ser una eternidad, alcancé la última roca y al pararme sobre ella para respirar sonreí de medio lado al vislumbrar la entrada a una gruta.
No tardé en entrar en ella dejando caer al prisionero sobre el suelo mientras mis piernas cedían por el agotamiento. Una luz muy tenue proveniente de la entrada alumbraba apenas la caverna, al acercarme a él para asegurarme de que seguía con vida, observé como el trozo de tela que cubría el costado se encontraba empapado de sangre.
Volví a levantarme y busqué el lugar propicio para encender una hoguera, al regresar adonde se encontraba traía un cuchillo ardiente en mi mano. -Ahora es buen momento para que sueltes los insultos.- advertí, antes de descubrir la carne destrozada por el puma para cauterizarla.
Siri- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2018
Re: Navegando en el mar de la venganza
El cielo se partió en dos, pude ver con claridad el ansiado Bifrost, como las valquirias descendían sobre sus aladas monturas por el guerrero que había luchado hasta la extenuación. Me sentía preparado para abandonar Midgard, de cierto modo reunirme con mi familia resultaba una promesa demasiado alentadora como para seguir luchando en un norte lleno de bestias y de tiranos.
Mis ojos estaban cerrados, notaba la sangre abandonar mi costado, como la tierra se embebía de mi esencia y cuando pensé que la mas guapa de las mujeres de Odin me alcanzaba la maldita mujer de Randulf tiró de mi para alzarme y que me moviera.
Gruñí furibundo, harto de que me jodiera, al parecer no pensaba permitirme descansar ni en mis ultimas agonías, moverme era como si me clavaran mil espadas a una, me costaba avanzar por mucho que ella me sujetara, mi cabeza no se mantenía recta, caía sobre mi barbilla y esta en el pecho de un lado para otro.
Escupí una sarta de insultos que no causaron efecto alguno y de nuevo solo vi oscuridad y a esa mujer que no parecía dispuesta a dejarme en paz.
¡Putaaaaaaaaaaaaaa!¡Hija de puta!!!! Púdrete en Hell -rugí al sentir como el fuego de la incandescente hoja de metal calcinaba mi piel dejando aquel olor a pollo quemado.
La morena me sujetó del pecho contra el suelo para que no me moviera, al parecer había pasado de captora a intentar salvar mi vida.
-Te lo dije si me dejas aquí vendrán las alimañas -gruñí de nuevo mirándola – ademas, arrastrándome hasta aquí has dejado un reguero de sangre por el camino, el rastro atraerá depredadores -ladeé la sonrisa con un deje de diversión -te has condenado a muerte ayudándome, la noche no va a ser tranquila ¿estas preparada para venirte conmigo al Valhalla?
Aullé de nuevo por el dolo doblando mi cuerpo cuando quemó la siguiente herida, creo que estaba disfrutando con esto de joderme y no precisamente cabalgando sobre mi envergadura.
Me costaba mantener los ojos abiertos cuando la mujer termino conmigo, estaba muy cansado, creo que empecé a delirar por las altas fiebres y en ellas llamé a mi padre Höor Cannif.
Padre y yo teníamos puntos de vista distintos en muchas cosas, pero creo que en estos momentos era un referente de seguridad o quizás simplemente es que no podía mas.
-Padre.
Mis ojos estaban cerrados, notaba la sangre abandonar mi costado, como la tierra se embebía de mi esencia y cuando pensé que la mas guapa de las mujeres de Odin me alcanzaba la maldita mujer de Randulf tiró de mi para alzarme y que me moviera.
Gruñí furibundo, harto de que me jodiera, al parecer no pensaba permitirme descansar ni en mis ultimas agonías, moverme era como si me clavaran mil espadas a una, me costaba avanzar por mucho que ella me sujetara, mi cabeza no se mantenía recta, caía sobre mi barbilla y esta en el pecho de un lado para otro.
Escupí una sarta de insultos que no causaron efecto alguno y de nuevo solo vi oscuridad y a esa mujer que no parecía dispuesta a dejarme en paz.
¡Putaaaaaaaaaaaaaa!¡Hija de puta!!!! Púdrete en Hell -rugí al sentir como el fuego de la incandescente hoja de metal calcinaba mi piel dejando aquel olor a pollo quemado.
La morena me sujetó del pecho contra el suelo para que no me moviera, al parecer había pasado de captora a intentar salvar mi vida.
-Te lo dije si me dejas aquí vendrán las alimañas -gruñí de nuevo mirándola – ademas, arrastrándome hasta aquí has dejado un reguero de sangre por el camino, el rastro atraerá depredadores -ladeé la sonrisa con un deje de diversión -te has condenado a muerte ayudándome, la noche no va a ser tranquila ¿estas preparada para venirte conmigo al Valhalla?
Aullé de nuevo por el dolo doblando mi cuerpo cuando quemó la siguiente herida, creo que estaba disfrutando con esto de joderme y no precisamente cabalgando sobre mi envergadura.
Me costaba mantener los ojos abiertos cuando la mujer termino conmigo, estaba muy cansado, creo que empecé a delirar por las altas fiebres y en ellas llamé a mi padre Höor Cannif.
Padre y yo teníamos puntos de vista distintos en muchas cosas, pero creo que en estos momentos era un referente de seguridad o quizás simplemente es que no podía mas.
-Padre.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
Para ser alguien que estaba medio muerto, aún tuvo la suficiente energía para empezar a vociferar insultos y revolverse en la tierra intentando impedir que le ayudase.
Mientras su repertorio llegaba a mis oídos con la sarta de insultos que me dedicaba, lo mantuve firmemente presionado del pecho contra el suelo, podía intentar resistirse, pero se encontraba demasiado debilitado así que no le quedó más remedio que dejar que continuara.
Las heridas más peligrosas eran las de su costado. Al retirar el trozo de tela con la cual contenía la hemorragia pude observar la profundidad de estas, nos hubiera caído bien tener algo de alcohol no solo para desinfectarlas si no para tomarme un buen trago. Resultaba difícil concentrarse cuando el sujeto al que intentaba asistir no dejaba de hacer berrinche de todas las maneras que encontraba posibles.
-Calla de una vez.- El metal cumplió su función contra la piel logrando que a nuestro alrededor se levantara el olor bastante peculiar de la carne quemada. Para cuando hube terminado, la pestilencia era bastante fuerte y se colaba en mis fosas nasales de forma insistente, a otro con un estómago menos fuerte le hubiera provocado arcadas con facilidad. Haberme acostumbrado a este tipo de olores no era algo de lo que me sintiera particularmente orgullosa, teniendo en cuenta el por qué de ello.
-Podrías estarte quieto, aún tengo cuerda para atarte si sigues de necio.- Ya había terminado con las heridas más urgentes así que deje el cuchillo a un lado y le abrí la camisa para observar el resto de su torso maltrecho. Algo mencionó con una sonrisa endiablada acerca de como ambos íbamos a morir esta noche. -Adonde iré al morir dudo cruzarme en el camino de la valquiria que te recoga. -
Lo observé mientras se le entrecerraban los ojos, estaba fatigada así que me dejé caer sobre la tierra unos minutos.
Observé el techo de la gruta sobre mi cabeza, a la mejor tenía suerte si terminaba desplomándose sobre mi.
A mis oídos llego el sonido de la respiración de mi acompañante, por momentos le costaba respirar. Me incorporé y lo contemplé en silencio, repentinamente eso es lo que predominaba a nuestro alrededor, el más profundo silencio. Me incliné sobre él y le di un par de pequeñas y firmes cachetadas que sirvieron para hacerlo rugir nuevamente y soltar otro insulto, por lo menos que soltara veneno era buena señal.
Una cosa era cierta y tenía que salir a hacerme cargo de ella. Me dirigí a la salida de la caverna, el viento era gélido y con su abrazo tensó mi piel. Caminé con rapidez sobre las rocas y me transformé, desplegando mis brillantes alas negras para buscar en la noche los rastros que de una manera u otra podían guiar hasta nosotros, e ir borrándolos uno a uno.
La tarea me llevó un par de horas, horas en las que el clima inclemente iba congelando mi cuerpo y cada uno de mis huesos. Para cuando regresé a la caverna me encontraba aterida, tenía las extremidades adoloridas y congeladas, había retomado mi forma humana y me acerqué al fuego de la hoguera para que sus llamas me aliviasen un poco.
Estaba congelada hasta la punta de mi nariz, una que aún tenía rota, el desvío del tabique hacía que por momentos me costara respirar, con mi naturaleza de cambiante sanaba con rapidez pero mientras regresaba a la normalidad resultaba bastante incómodo.
-Padre.- La voz llegó a mis oídos por lo que le miré con el rabillo del ojo. Giré para buscar la bota con agua que había recogido y caminé hacia él.
-No intentes morderme que aún podría sacarte los dientes de la boca.- Me dejé caer de rodillas a un lado suyo, al tocarle la frente pude notar que ardía. Desgarré un trozo de del extremo inferior de mi camisola, lo mojé y lo pasé por su cuello y su cara.
-Shhh… que yo sepa aún no me ha crecido una entre las piernas para que me consideres tu padre.-
Volví a mojar el improvisado trapo, le abrí la camisa y comencé a limpiar el sudor que tenía en el resto del cuerpo, bajando por el pecho hasta su abdomen. Llegados a este punto se había vuelto más dócil, deliraba volviendo a llamar a su padre y la quienes parecían ser sus hermanos, y también hablaba de una venganza. Se alteraba por segundos al decirlo y luego volvía a tranquilizarse, parecía viajar a otro lugar, al parecer a tiempos más tranquilos. Le saqué los pantalones con facilidad y continué refrescándole la piel.
De vez en cuando me acostaba para descansar sin cerrar los ojos y nuevamente volvía a acercarme para cambiar el trapo mojado sobre su frente.
Mientras su repertorio llegaba a mis oídos con la sarta de insultos que me dedicaba, lo mantuve firmemente presionado del pecho contra el suelo, podía intentar resistirse, pero se encontraba demasiado debilitado así que no le quedó más remedio que dejar que continuara.
Las heridas más peligrosas eran las de su costado. Al retirar el trozo de tela con la cual contenía la hemorragia pude observar la profundidad de estas, nos hubiera caído bien tener algo de alcohol no solo para desinfectarlas si no para tomarme un buen trago. Resultaba difícil concentrarse cuando el sujeto al que intentaba asistir no dejaba de hacer berrinche de todas las maneras que encontraba posibles.
-Calla de una vez.- El metal cumplió su función contra la piel logrando que a nuestro alrededor se levantara el olor bastante peculiar de la carne quemada. Para cuando hube terminado, la pestilencia era bastante fuerte y se colaba en mis fosas nasales de forma insistente, a otro con un estómago menos fuerte le hubiera provocado arcadas con facilidad. Haberme acostumbrado a este tipo de olores no era algo de lo que me sintiera particularmente orgullosa, teniendo en cuenta el por qué de ello.
-Podrías estarte quieto, aún tengo cuerda para atarte si sigues de necio.- Ya había terminado con las heridas más urgentes así que deje el cuchillo a un lado y le abrí la camisa para observar el resto de su torso maltrecho. Algo mencionó con una sonrisa endiablada acerca de como ambos íbamos a morir esta noche. -Adonde iré al morir dudo cruzarme en el camino de la valquiria que te recoga. -
Lo observé mientras se le entrecerraban los ojos, estaba fatigada así que me dejé caer sobre la tierra unos minutos.
Observé el techo de la gruta sobre mi cabeza, a la mejor tenía suerte si terminaba desplomándose sobre mi.
A mis oídos llego el sonido de la respiración de mi acompañante, por momentos le costaba respirar. Me incorporé y lo contemplé en silencio, repentinamente eso es lo que predominaba a nuestro alrededor, el más profundo silencio. Me incliné sobre él y le di un par de pequeñas y firmes cachetadas que sirvieron para hacerlo rugir nuevamente y soltar otro insulto, por lo menos que soltara veneno era buena señal.
Una cosa era cierta y tenía que salir a hacerme cargo de ella. Me dirigí a la salida de la caverna, el viento era gélido y con su abrazo tensó mi piel. Caminé con rapidez sobre las rocas y me transformé, desplegando mis brillantes alas negras para buscar en la noche los rastros que de una manera u otra podían guiar hasta nosotros, e ir borrándolos uno a uno.
La tarea me llevó un par de horas, horas en las que el clima inclemente iba congelando mi cuerpo y cada uno de mis huesos. Para cuando regresé a la caverna me encontraba aterida, tenía las extremidades adoloridas y congeladas, había retomado mi forma humana y me acerqué al fuego de la hoguera para que sus llamas me aliviasen un poco.
Estaba congelada hasta la punta de mi nariz, una que aún tenía rota, el desvío del tabique hacía que por momentos me costara respirar, con mi naturaleza de cambiante sanaba con rapidez pero mientras regresaba a la normalidad resultaba bastante incómodo.
-Padre.- La voz llegó a mis oídos por lo que le miré con el rabillo del ojo. Giré para buscar la bota con agua que había recogido y caminé hacia él.
-No intentes morderme que aún podría sacarte los dientes de la boca.- Me dejé caer de rodillas a un lado suyo, al tocarle la frente pude notar que ardía. Desgarré un trozo de del extremo inferior de mi camisola, lo mojé y lo pasé por su cuello y su cara.
-Shhh… que yo sepa aún no me ha crecido una entre las piernas para que me consideres tu padre.-
Volví a mojar el improvisado trapo, le abrí la camisa y comencé a limpiar el sudor que tenía en el resto del cuerpo, bajando por el pecho hasta su abdomen. Llegados a este punto se había vuelto más dócil, deliraba volviendo a llamar a su padre y la quienes parecían ser sus hermanos, y también hablaba de una venganza. Se alteraba por segundos al decirlo y luego volvía a tranquilizarse, parecía viajar a otro lugar, al parecer a tiempos más tranquilos. Le saqué los pantalones con facilidad y continué refrescándole la piel.
De vez en cuando me acostaba para descansar sin cerrar los ojos y nuevamente volvía a acercarme para cambiar el trapo mojado sobre su frente.
Siri- Cambiante Clase Media
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Re: Navegando en el mar de la venganza
Los haces de luz naranja se colaron por la boca de la gruta, por supuesto no podía ver como brillaban contra las húmedas paredes, pero eso no restaba que sintiera su calor contra mi rostro y como calentaba el suelo, incapaz de moverme gemí ligeramente al intentarlo, pronto noté la diestra de la sierva de Randulf estampar mi espada contra el suelo nuevamente, débil no pude resistirme a su petición, al estate quieto o se te abrirán las heridas de nuevo.
Resoplé con mi mirada perdida en ningún lado, mi respiración errática emergía por mis labios entrecortada por el dolor, estaba malherido y así no iba a llegar a ningún maldito lado.
-quedarnos en la gruta es mi única opción, tendrás que mantener vivo el fuego y evitar que así entre cualquier depredador -le dije aun sabiendo que era muy posible que ese fuego fuera visto por lso hombres de Randulf, por la comitiva que la buscaba a ella y me capturarían, así que si o si mi sino sería el mismo, en cuanto Randulf descubriera quien era, hijo de Höor me condenaría a muerte en su patio de armas enseñando a todos los norteños que hacía él con los hijos del rebelde -¿por que me estas ayudando? -pregunté humedeciendome con la lengua los labios resecos.
No acaba de entender por que cojones me ayudaba, bien podía abandonarme a mi suerte y emprender camino de regreso, sin mi iria muchpo mas rapida por no decir que apestaba a sangre, algo que llamaría a todo depredador que hubiera por los alrededores.
-¿sabes quien soy cierto?
Era lo único que me encajaba, el único motivo por el que no me abandonaba era llevar al hijo del conde ante su señor, eso la alzaría a la cima, fijo que el gran hijo puta de Randulf le daría como mínimo un gran titulo y quizás pudiera aprovechar esto, una para que me mantuviera vivo y dos para recuperar las fuerzas necesarias para vengarme del tirano, nadie cree que un hombre herido de muerte pueda ser peligroso, mas se equivocan los mas peligrosos son aquellos que ya no tienen nada que perderé y yo era un lobo solitario herido de muerte que sabía morder.
-Soy Aren Cannif, por eso vas a llevarme ante tu jefe y no vas a dejarme aquí a mi suerte -aseguré ladeando la sonrisa mientras respiraba lentamente.
-El hijo ciego del conde -cayó en ese momento al parecer.
-Si, el indefenso hijo tullido del conde -aseveré ladeando la sonrisa.
El mismo que en el ultimo momento se encargaría de matar al tirano.
Resoplé con mi mirada perdida en ningún lado, mi respiración errática emergía por mis labios entrecortada por el dolor, estaba malherido y así no iba a llegar a ningún maldito lado.
-quedarnos en la gruta es mi única opción, tendrás que mantener vivo el fuego y evitar que así entre cualquier depredador -le dije aun sabiendo que era muy posible que ese fuego fuera visto por lso hombres de Randulf, por la comitiva que la buscaba a ella y me capturarían, así que si o si mi sino sería el mismo, en cuanto Randulf descubriera quien era, hijo de Höor me condenaría a muerte en su patio de armas enseñando a todos los norteños que hacía él con los hijos del rebelde -¿por que me estas ayudando? -pregunté humedeciendome con la lengua los labios resecos.
No acaba de entender por que cojones me ayudaba, bien podía abandonarme a mi suerte y emprender camino de regreso, sin mi iria muchpo mas rapida por no decir que apestaba a sangre, algo que llamaría a todo depredador que hubiera por los alrededores.
-¿sabes quien soy cierto?
Era lo único que me encajaba, el único motivo por el que no me abandonaba era llevar al hijo del conde ante su señor, eso la alzaría a la cima, fijo que el gran hijo puta de Randulf le daría como mínimo un gran titulo y quizás pudiera aprovechar esto, una para que me mantuviera vivo y dos para recuperar las fuerzas necesarias para vengarme del tirano, nadie cree que un hombre herido de muerte pueda ser peligroso, mas se equivocan los mas peligrosos son aquellos que ya no tienen nada que perderé y yo era un lobo solitario herido de muerte que sabía morder.
-Soy Aren Cannif, por eso vas a llevarme ante tu jefe y no vas a dejarme aquí a mi suerte -aseguré ladeando la sonrisa mientras respiraba lentamente.
-El hijo ciego del conde -cayó en ese momento al parecer.
-Si, el indefenso hijo tullido del conde -aseveré ladeando la sonrisa.
El mismo que en el ultimo momento se encargaría de matar al tirano.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: Navegando en el mar de la venganza
Transcurrió algún tiempo en el que me levantaba a menudo para cerciorarme de como seguía, continuaba teniendo el cuerpo perlado de sudor y las alucinaciones se sucedían una detrás de otra. Decía todo tipo de nombres y de vez en cuando gritaba algo sobre encontrarse rodeado de cadáveres. Lo miré fijamente cuando le escuché decir eso, y pronto volvió a calmarse.
Suspiré y me recosté sobre un costado a cierta distancia, la noche había empezado hace unas horas y ya parecía alargarse, podía escuchar un leve goteo que se producía en las rocas a la entrada de la caverna anunciando que el viento frío comenzaba a verse acompañado de una llovizna.
Afortunadamente el fuego de la hoguera lograba caldear el espacio en el que me encontraba, el frío en el exterior era intenso y apenas comenzaba. A mis oídos llegó la voz del herido, había recuperado la lucidez y me daba indicaciones sobre mantener el fuego encendido.
-Hace un rato nos habías sentenciado a morir a manos de los depredadores sin importar cualquier precaución que pudiésemos tomar. No me digas que has cambiado de idea al respecto.-
Me daba cuenta de que ladraba mucho y de que podía soltar mordidas, pero a pesar de su evidente amargura no creía que tuviera deseos de morir.
Me incorporé de nuevo y volví a acercarme, advirtiéndole que mantuviera las manos quietas. -Si intentas algo te ataré.-
Volví a utilizar el trozo de tela, mojándolo con un poco del agua que mantenía en reserva y comencé a pasarlo por su cuerpo, aún ardía en fiebre, y a pesar de que las heridas estaban cauterizadas, el puma había hecho de las suyas. -El felino te ha tomado por su cena, pero el resto de depredadores podrían permanecer alejados esta noche, se aproxima una tormenta de nieve.-
Mi instinto me permitía presentirla, pronto toda el área se vería azotada por ella.
Repentinamente se le ocurrió preguntar por qué le estaba ayudando, pero antes de que le diera una respuesta ya se había formado su propia opinión al respecto. Comenzó a hablar acerca de quien era, convencido de que lo estaba ayudando por tratarse de un pez gordo.
Sonreí con cierta ironía, antes de que me revelara quien era ya me había percatado de que se trataba de alguien fuera de lo común. Lo había visto movilizarse por la zona a pesar de estar ciego, se había librado de un depredador que tenía toda la intención de devorarlo e incluso se las había ingeniado para matarle antes de que le matase a él y, aunque ahora quisiera hacerme creer que no era más que un miserable tullido, no me encajaba lo que me decía con la idea que ya me había formado de él.
-Yo que tú, en lugar de preocuparme tanto por cuando y adonde he de llevarte, me preocuparía por sobrevivir esta noche, vas a necesitar de toda tu voluntad para lograrlo.- Podía decirle mentiras, pero la realidad es que estaba bastante mal herido y, si había de ser sincera, esperaba que me escuchara e hiciera acopio de toda su voluntad para aferrarse a aquello que aún le mantenía con vida. Voluntad.
Me acerqué y me coloqué detrás de él para alzarle la cabeza y ayudarle a tomar unos cuantos tragos de agua de mi cantimplora. -Tienes la fortuna de poder hablar de tu pasado y rememorarlo, tienes tus recuerdos y nadie puede arrebatártelos.-
Lo volví a colocar con mucha precaución sobre el suelo y caminé hacia la entrada, si iba a montar guardia durante la noche, no podía darme el lujo de comenzar a dormitar.
Me senté sobre el suelo pedregoso y abracé mis rodillas. Algo tan sencillo, rememorar el pasado, los demás lo tomaban como algo natural, pero yo… solo tenía esa gran inmensidad negra que se empeñaba en permanecer anclada en los compartimentos de mi mente adonde debería de haberse encontrado mi memoria.
Dejé escapar el aire con frustración, por más que me esforzara no iba a suceder, de acuerdo con mis órdenes ni siquiera debería de estarme preguntando al respecto. -Naciste para servir al soberano, tu vida empezó bajo su mandato.- Era lo que se empeñaban en adoctrinarme.
-Aférrate a la vida, aún no es tu turno de despedirte de ella.- Miré en su dirección por encima de mi hombro, sin estar muy segura de que me escuchara.
Devolviendo mi mirada al frente, mis orbes de halcón atisbaron los pequeños copos de nieve que habían comenzado a caer afuera y sin pensarlo mucho, estando inmersa en mis cavilaciones comencé a cantar suavemente, transmitiendo una canción lúgubre que seguía el ritmo de los remolinos de viento que se formaban esta noche y que golpeaban los árboles.
Suspiré y me recosté sobre un costado a cierta distancia, la noche había empezado hace unas horas y ya parecía alargarse, podía escuchar un leve goteo que se producía en las rocas a la entrada de la caverna anunciando que el viento frío comenzaba a verse acompañado de una llovizna.
Afortunadamente el fuego de la hoguera lograba caldear el espacio en el que me encontraba, el frío en el exterior era intenso y apenas comenzaba. A mis oídos llegó la voz del herido, había recuperado la lucidez y me daba indicaciones sobre mantener el fuego encendido.
-Hace un rato nos habías sentenciado a morir a manos de los depredadores sin importar cualquier precaución que pudiésemos tomar. No me digas que has cambiado de idea al respecto.-
Me daba cuenta de que ladraba mucho y de que podía soltar mordidas, pero a pesar de su evidente amargura no creía que tuviera deseos de morir.
Me incorporé de nuevo y volví a acercarme, advirtiéndole que mantuviera las manos quietas. -Si intentas algo te ataré.-
Volví a utilizar el trozo de tela, mojándolo con un poco del agua que mantenía en reserva y comencé a pasarlo por su cuerpo, aún ardía en fiebre, y a pesar de que las heridas estaban cauterizadas, el puma había hecho de las suyas. -El felino te ha tomado por su cena, pero el resto de depredadores podrían permanecer alejados esta noche, se aproxima una tormenta de nieve.-
Mi instinto me permitía presentirla, pronto toda el área se vería azotada por ella.
Repentinamente se le ocurrió preguntar por qué le estaba ayudando, pero antes de que le diera una respuesta ya se había formado su propia opinión al respecto. Comenzó a hablar acerca de quien era, convencido de que lo estaba ayudando por tratarse de un pez gordo.
Sonreí con cierta ironía, antes de que me revelara quien era ya me había percatado de que se trataba de alguien fuera de lo común. Lo había visto movilizarse por la zona a pesar de estar ciego, se había librado de un depredador que tenía toda la intención de devorarlo e incluso se las había ingeniado para matarle antes de que le matase a él y, aunque ahora quisiera hacerme creer que no era más que un miserable tullido, no me encajaba lo que me decía con la idea que ya me había formado de él.
-Yo que tú, en lugar de preocuparme tanto por cuando y adonde he de llevarte, me preocuparía por sobrevivir esta noche, vas a necesitar de toda tu voluntad para lograrlo.- Podía decirle mentiras, pero la realidad es que estaba bastante mal herido y, si había de ser sincera, esperaba que me escuchara e hiciera acopio de toda su voluntad para aferrarse a aquello que aún le mantenía con vida. Voluntad.
Me acerqué y me coloqué detrás de él para alzarle la cabeza y ayudarle a tomar unos cuantos tragos de agua de mi cantimplora. -Tienes la fortuna de poder hablar de tu pasado y rememorarlo, tienes tus recuerdos y nadie puede arrebatártelos.-
Lo volví a colocar con mucha precaución sobre el suelo y caminé hacia la entrada, si iba a montar guardia durante la noche, no podía darme el lujo de comenzar a dormitar.
Me senté sobre el suelo pedregoso y abracé mis rodillas. Algo tan sencillo, rememorar el pasado, los demás lo tomaban como algo natural, pero yo… solo tenía esa gran inmensidad negra que se empeñaba en permanecer anclada en los compartimentos de mi mente adonde debería de haberse encontrado mi memoria.
Dejé escapar el aire con frustración, por más que me esforzara no iba a suceder, de acuerdo con mis órdenes ni siquiera debería de estarme preguntando al respecto. -Naciste para servir al soberano, tu vida empezó bajo su mandato.- Era lo que se empeñaban en adoctrinarme.
-Aférrate a la vida, aún no es tu turno de despedirte de ella.- Miré en su dirección por encima de mi hombro, sin estar muy segura de que me escuchara.
Devolviendo mi mirada al frente, mis orbes de halcón atisbaron los pequeños copos de nieve que habían comenzado a caer afuera y sin pensarlo mucho, estando inmersa en mis cavilaciones comencé a cantar suavemente, transmitiendo una canción lúgubre que seguía el ritmo de los remolinos de viento que se formaban esta noche y que golpeaban los árboles.
Siri- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 14/05/2018
Re: Navegando en el mar de la venganza
Mi sonrisa se ladeo ligeramente, sin lugar a dudas esa mujer era todo un enigma, ahora pretendía mantenerme vivo y para eso necesitaba que pusiera voluntad e hacerlo ,mientras limpiaba de mi rostro las gotas de sudor pude notar como su estado de animo cambiaba, ser ciego me permitía ver o sentir las emociones con mas facilidad que a cualquier otro, seguramente fue el tono de su voz cuando alegó que al menos yo tenía recuerdos ¿acaso ella no?
-Pues fabrica nuevos ¿acaso este instante vas a volver a vivirlo? Nunca estarás frente a alguien como yo, ni seras mas bella que en este instante, es lo bueno de ser mortal, que en el borde de la muerte puedes valorar y paladear el férreo sabor del tiempo pasando de forma inexorable.
La joven tras darme de beber muy despacio, se alejó para hacer guardia a la boca de la gruta, supongo que lo de mantenerme con vida no tenía mayor interés que el de llevar ante su señor una presa Cannif, aunque fuera tullido, sin duda tenía un gran valor, uno porque podrían negociar con mi padre mi libertad y apretarle las tuercas y dos porque matarme frente a todos en el patio de armas de forma deshonrosa debilitaría no solo a mi padre, si no a toda la revolución.
Dejé escapar el aire lentamente, me dolía respirar, y mas una mantener los ojos abiertos, estaba destrozado y como bien decía la mujer quizás no saliera con vida de esta.
-No permitiré que me lleves a Thormstein- Dije desde mi lecho de hojas improvisado -sabes que allí me usaran para dar una lección al norte y a padre, juro por Odin que no llegaré.
Desde mi posición pude escucharla chasquear la lengua, molesta seguramente porque no pudiera voluntad en curar, mas erraba, yo era un Cannif, luchaba hasta el final, lo que le estaba dejando claro, es que iba a escapar, y de no lograrlo, antes de atravesar los muros de la fortaleza de Randulf, me arrancaría la lengua y moriría en el acto desangrado, tan fácil como eso.
Yo no era un cobarde, quería matar al tirano, vengar a mis padres y pensaba conseguirlo por mucho que ahora esa mujer se comportara bien conmigo.
Acabé sucumbiendo al sueño, no se bien las horas que pasaron, peor cuando abrí los ojos la tormenta arreciaba fuera con fuerza, habían descendido mucho las temperaturas y la leña que la mujer había logrado apilar era escasa si la tormenta seguía a buen ritmo y no amainaba.
-parece que las cosas se nos complican -dije relamiendome los labios resecos -puedes acercarme el agua -pedí intentando ubicar a la chica.
-Pues fabrica nuevos ¿acaso este instante vas a volver a vivirlo? Nunca estarás frente a alguien como yo, ni seras mas bella que en este instante, es lo bueno de ser mortal, que en el borde de la muerte puedes valorar y paladear el férreo sabor del tiempo pasando de forma inexorable.
La joven tras darme de beber muy despacio, se alejó para hacer guardia a la boca de la gruta, supongo que lo de mantenerme con vida no tenía mayor interés que el de llevar ante su señor una presa Cannif, aunque fuera tullido, sin duda tenía un gran valor, uno porque podrían negociar con mi padre mi libertad y apretarle las tuercas y dos porque matarme frente a todos en el patio de armas de forma deshonrosa debilitaría no solo a mi padre, si no a toda la revolución.
Dejé escapar el aire lentamente, me dolía respirar, y mas una mantener los ojos abiertos, estaba destrozado y como bien decía la mujer quizás no saliera con vida de esta.
-No permitiré que me lleves a Thormstein- Dije desde mi lecho de hojas improvisado -sabes que allí me usaran para dar una lección al norte y a padre, juro por Odin que no llegaré.
Desde mi posición pude escucharla chasquear la lengua, molesta seguramente porque no pudiera voluntad en curar, mas erraba, yo era un Cannif, luchaba hasta el final, lo que le estaba dejando claro, es que iba a escapar, y de no lograrlo, antes de atravesar los muros de la fortaleza de Randulf, me arrancaría la lengua y moriría en el acto desangrado, tan fácil como eso.
Yo no era un cobarde, quería matar al tirano, vengar a mis padres y pensaba conseguirlo por mucho que ahora esa mujer se comportara bien conmigo.
Acabé sucumbiendo al sueño, no se bien las horas que pasaron, peor cuando abrí los ojos la tormenta arreciaba fuera con fuerza, habían descendido mucho las temperaturas y la leña que la mujer había logrado apilar era escasa si la tormenta seguía a buen ritmo y no amainaba.
-parece que las cosas se nos complican -dije relamiendome los labios resecos -puedes acercarme el agua -pedí intentando ubicar a la chica.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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