Navegando en un barquito de papel [Libre]

Un silencio sepulcral envolvía aquella cálida mañana de verano la enorme y bien provista biblioteca de la Sorbona de París; Universidad donde hasta hacía unos meses mi padre había sido profesor, y actualmente yo cursaba todavía mis estudios sobre Historia Clásica. Las clases habían concluido hacía apenas unas semanas, y la mayoría de los estudiantes no volverían a pisar aquellos largos pasillos arrullados por enormes hileras de libros colocados en estanterías de madera noble, hasta la llegada del otoño con el comienzo del nuevo curso.

Agradecía la tranquilidad del ambiente y el hecho de que fuese lo suficientemente temprano para que apenas hubiese un alma rondando por allí, lo que facilitaba que mis nervios se apaciguasen paulativamente conforme avanzaba a paso lento hasta la sección de libros por la que me encontraba en aquel lugar. Siempre me había gustado la soledad de la biblioteca, pero desde mi vuelta de Italia y ese giro inesperado en mi vida, mis sentidos más agudizados siempre agradecían con creces la paz y el silencio que pocos sitios como aquel eran capaces de ofrecerme.

Inspiré profundamente cargando de aire mis pulmones, dando de este modo el pistoletazo de salida a una investigación que no había hecho más que empezar, y avancé con tranquilidad hasta la estantería cuyo letrero indicativo había llamado mi atención, y por el cual pensaba comenzar mi búsqueda. Desde mi regreso, había hablado en multitud de ocasiones con Winston sobre aquello; y es que haberme convertido en esclava de sangre era algo que ambos deseábamos subsanar de la forma que fuese.
Todavía quedaban muchos cabos sueltos acerca de la muerte de mi padre, de hecho todavía no habíamos encontrado el cuerpo de éste; más la repentina partida por la muerte del Sire de mi prometido, obligó a que todo quedase suspendido en el aire en una especie de standby. No pensaba renunciar a descubrir que había sucedido en su trágica muerte, pero de momento necesitaba encontrar la forma de volver a ser como antes.
Comencé a acariciar la parte superior de los encuadernados libros de piel, mientras que con la cabeza inclinada iba leyendo los títulos de aquella colección de encuadernaciones ubicados en el apartado de “Mitología Antigua”. No sabía exactamente qué buscaba, pero esperaba que llegado el momento, un título en cuestión encendiese una lucecita de aviso en mi cerebro.
Avanzaba distraída lentamente mientras continuaba leyendo aquellos títulos, cuando de pronto y sin percatarme de su presencia, tropecé torpemente con alguien.

-Disculpe, andaba distraída y.... - apunté avergonzada por no haber prestado más atención y darme cuenta de que no estaba sola.

Un estrepitoso ruido interrumpió el sepulcral silencio de la biblioteca cuando una considerable cantidad de libros cayeron contra el suelo tras el accidentado tropiezo. Sin dudarlo un instante, me acuclillé junto a la joven de largos cabellos rojizos que al mismo tiempo que yo le pedía disculpas ella también se disculpaba frente a mí; tratando de ayudarla a recoger el desastre que en un momento habíamos causado entre las dos. Lo cierto es que ambas íbamos tan absortas en nuestros pensamientos, que no habíamos sentido la presencia de la otra.

Comencé a recoger los aterciopelados volúmenes que todavía esparcidos por el suelo empezaron a ser apilados por ambas en una mesa cercana, observándola de reojo mientras la muchacha tomaba asiento en una de las sillas cercanas, mientras yo volvía a incorporarme, quedándome en pie cerca de ella. Negué con la cabeza, incapaz de explicarle que tipo de libros buscaba por allí, simplemente porque ni yo misma lo sabía. – Lo cierto es que no estaba buscando nada en particular; tal vez algo de folcklore de la antigüedad, leyendas clásicas…- me encogí de hombros, al tiempo que mi mirada seguía cada movimiento de ella cuando se aproximó hasta mí.

Sentí como todo mi cuerpo se tensaba cuando sus manos se depositaron sobre mis hombros, y con un ligero movimiento me desplazó unos metros para que de nuevo unos jóvenes que parecían estar jugando no tropezasen de nuevo contra mí. – Vaya, parece que hoy está escrito que termine aplastada en esta biblioteca.- bromeé con una dulce sonrisa, tras comprobar que no había nada malo en esa joven, sino que más bien se mostraba agradable y comprensiva a pesar de que nuestro primer encuentro había sido un poco accidentado.- Mi nombre es Christine.- estreché con suavidad la mano de la muchacha, que fue la primera en presentarse.- Un placer conocerte.- añadí alejando mi mano, antes de apoyarme ligeramente sobre la mesa donde se encontraban sus libros, echándole un rápido vistazo a la biblioteca, sintiendo como la melancolía se apoderaba de mi ser.

- Llevo años viniendo a este sitio a estudiar en épocas de exámenes, y es la primera vez que me siento perdida.- confesé en apenas un susurro, sintiéndome extraña en un lugar que se había convertido en mi hogar debido a la profesión de mi padre en un primer momento, y después por mis estudios. Pero todo había cambiado desde la desaparición de éste y mi posterior búsqueda. Toda mi inocencia parecía haberse perdido durante ese viaje que me ayudó a encontrar al amor de mi vida, pero también significó mi conversión en algo de lo que ahora trataba de escapar.

Cada vez tenía más claro que aquella joven no era para nada una estudiante convencional de la universidad. Las pocas mujeres que tenían la suerte de poder cursar estudios superiores, no acostumbraban a relacionarse tan libremente con sus compañeros, viendo vetadas sus relaciones con el resto de estudiantes por parte de familias demasiado protectoras y convencionales que todavía opinaban que las mujeres tenían un futuro  en la vida distinto a formarse académicamente, más bien encaminado al cuidado de su familia y quedarse en casa con labores del hogar.

Sin embargo Aoife hablaba sin parar como si en lugar de habernos conocido hacía escasos minutos llevásemos años siendo amigas, saltando con elocuencia de un tema a otro donde solo en su cabeza se encontraban los nexos de unión, y aún así me resultó de lo más enternecedor esa forma de ser tan alegre y extrovertida. La miraba expectante, escuchando cada una de sus palabras sin intención de interrumpirla. Sin duda alguna su abuela debía haber sido una buena mujer que tal vez descubrió en algún momento de su vida ese mundo paralelo que tantos de nosotros desconocíamos, cruzándose con algún diablo de la noche que ella confundió con un demonio. Suspiré despacio intentando dejar a un lado la información que había llegado hasta mí hacia unos meses y que había dado un giro inesperado a mi vida, con la desaparición de mi padre incluida.

-Estaría encantada de poder compartir una mesa de estudio contigo. Siempre es agradable estar en compañía en un lugar tan silencioso y frío en ocasiones..- afirmé con una sonrisa sincera, satisfecha por haber encontrado a alguien tan afín a mí  y que disfrutaba de ese tranquilo lugar para llevar a cabo complementar sus estudios.- Toma  asiento si quieres mientras yo busco los volúmenes que necesito para mi investigación. No tardaré demasiado, creo tenerlos localizados en aquella zona.- añadí señalando con la mano el lugar donde se encontraban los volúmenes de historia clásica que en tantas ocasiones había  hojeado con mi progenitor; claro que en esta ocasión sabía donde tenía que buscar: vampiros. No sería difícil de convencerla que dentro de mis estudios eran importantes las leyendas antiguas, de modo que no tendría porque mentir sobre lo que estaba leyendo.

Mis pasos se alejaron con tranquilidad de la joven muchacha que se había cruzado en mi camino cual remolino en medio del desierto, alborotando todo a su paso con esa inocencia que parecía caracterizarle. Me giré levemente al llegar al pasillo donde se encontraban los volúmenes de historia clásica, dedicándole una cálida sonrisa cuando la vi observarme atentamente a unos metros de distancia, donde había encontrado una mesa perfecta para que las dos pudiésemos compartir un rato de estudio; aventurándome finalmente hacia el interior del pasillo donde imaginaba que encontraría alguna respuesta a lo que le había sucedido a mi padre, y la maldición que poseía a mi amado inmortal. Me negaba a aceptar que no hubiese ningún tipo de cura ni contra efecto a aquello; si habían conseguido convertirlo en vampiro, debía de haber alguna forma de volverlo a convertir en humano. O al menos aquello es lo que esperaba conseguir con todas mis fuerzas.

Adoraba el olor que desprendían aquellos volúmenes antiguos; aquellas encuadernaciones de piel que con el tiempo habían adquirido ese  olor característico fruto de la esencia de todas las manos por las que habían pasado a lo largo de los siglos. Podía localizar prácticamente con los ojos cerrados algunas de ellas, resultado del tiempo que había pasado leyendo sus ribetes junto con mi padre en busca de aquel tomo que nos pareciese más adecuado para cada momento. Cerré los ojos durante unos segundos, inspirando por última vez ese olor que me hacía recordar a mi padre, y que gracias a la sangre que tomaba de Winston, parecía hacerse más intensa sensación de mis agudizados sentidos. Finalmente abrí los ojos, y tomé un par de volúmenes que estaban en mi mente desde antes de acudir a la biblioteca. Un tomo cuyo autor se desconocía, que trataba del folklore medieval, donde además incluía leyendas jamás contrastadas de la antigüedad, y dos volúmenes de escritores conocidos. Uno de ellos era un viejo poema llamado Leonore, de Gottfried August Bürger, y el otro libro llamado La novia de Corinto, de Johann Wolfgang Goethe; ambos siendo autores que en algún momento mi padre y yo habíamos investigado por su relación con temas místicos o sobrenaturales.

Con los tres libros apoyados en mi regazo, deshice mis pasos para colocarme junto a Aoife, esbozando una tímida sonrisa.-Has escogido el lugar perfecto; aquí estaremos tranquilas de otros estudiantes.- apunté con dulzura, tomando asiento frente a ella y dejando los libros sobre la mesa mientras sacaba de mi bolso un cuaderno de cuero que siempre portaba conmigo, y que fue un regalo de mi padre cuando empecé mis estudios universitarios. Aquel cuaderno se había convertido en mi diario, en un libro de bitácora de mi vida donde apuntaba todo y cada uno de los hechos importantes que averiguaba sobre ese mundo subrealista que poco a poco había ido abriéndose ante mis ojos.- ¿Todo bien?- pregunté al sentir cierta inquietud en la joven que se encontraba frente a mí, sacando a continuación una pluma antigua que había pertenecido a mi madre, y que siempre llevaba como recuerdo de ella.