AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
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El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
La llegada de la nocturna otra vez, el momento de la soledad, de lo oculto, esa es la noche. Otro día más, y en el mausoleo no había podido hallarla, pero no iba a buscarla, no debía, ella debía de encontrarlo, porque hasta que el no sintiese la primeros rayos de la luna llena en su piel, en aquella noche que le ponía en contradicción, ya que por una parte la temía pero por otra, la ansiaba, quería experimentar ya aquello, desatar a aquel intruso que se había colado en su alma, que alteraba su humor, no porque él no lo hubiese deseado, es más le daba la bienvenida.
Otra vez las manos metidas en los bolsillos, otra vez el caminar doloroso, a causa de la herida que aun cicatrizaba, extraordinariamente rápida, pero dolorosa en su costado. Vagar, era lo único que se le ocurría hacer en noches como aquella, hacia pocas semanas antes de ser mordido, las dedicaba a buscar víctimas de sus pequeñas estafas con aquellos juegos de cartas de tarot, con sus trucos de magia e ilusionismo, y con aquella guitarra con la cual ahora no cargaba. Aquello le daba el sustento para el día a día, podía conseguir una pequeña fortuna si lo deseaba, subir escalones y llegar al escalón que había tenido por nacimiento en su Turquía ya lejana de allí, en otro mundo, y en un pasado que le parecía muy borroso, como si fuese una historia que ya no había vivido, pero... Si, él había vivido en el lujo, el había recibido una extraordinaria educación y cultura, en ámbitos más allá de los libros, que le metía en el mundo del "guerreo". Pero ahora, se conformaba con poco, prefería ir tirando de lo mínimo, no quería prosperar, le gustaba aquella vida, a pesar de que la gente en ella pasase de largo. Pero él siempre se había sido así, demasiado independiente, solitario, hasta que conoció a aquella chica demasiado joven para él, pero era suficiente para haberle echo cuestionarse su modo de vida tanto, que incluso en aquellos días de cambio, la soledad no era soportable para él en algunas noches, noches como aquella.
Una pequeña gota se deslizo en aquel extraño abrigo que le hacía destacar entre la multitud, por ser viejo, pero tener ricos bordados orientales, como si hubiese sido robado a un noble de otro tiempos, pero tan viejo ahora e incluso dañado y reparado hasta la saciedad, que no le hacía grande, y a pesar de que Emhyr sabía que miradas curiosas se posaban en él, no solo por aquel abrigo, sino por su físico, que denotaba que era extranjero, no le importaba, y no se iba a separar de aquel abrigo.
La lluvia le golpeo, y la gente en las calles, corrían huyendo de ella. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, como si nada ¿para donde llevar los pies? El bullicio de un edificio cercano le llamo la atención, y las risas de las féminas que entraban huyendo también de la lluvia al igual que sus clientes, ya que, con tan solo mirar sus vestimentas atrevidas y llamativas, pudo distinguir su oficio y que era aquel edificio. "¿Por qué, no?" Pensó, nunca había estado en los burdeles de París, y ciertamente nunca le había llamado la atención esos lugares, sino para poder aprovecharse de otro bolsillo bien lleno al cual estafar, ya que en ese lugar, dudaba que entrase muchas personas con escasez de medios, todo lo contrario.
Entre hombres de con trajes distinguidos, y chicas que los acompañaba, Emhyr se acerco a la puerta dispuesto a entrar, no sin antes de que un enorme hombre le parase, seguramente por sus pintas pensaría que era otro muerto de hambre, pero solo el basto un gesto de mover sus bolsillos, en los cuales sonaron una monedas al chocar que le diesen el acceso.
Muy diferente al mundo de fuera, gris y frío, aquel lugar era cálido, lleno de demasiados detalles llamativos, de colores vivos, de cierta suntuosidad, Emhyr se olía que todo aquello era más para llamar el ojo, para atraer, un mero medio de publicidad que seguro que poco se posaban a contemplar como él, más distraídos por la bebida, las drogas y mas mujeres que en hacer aquel examen que él hacía.
Con el olor al tabaco, Emhyr arrugo su nariz, el tabaco no le agradaba, y de nuevo el dolor del costado le recordaba la herida. Un quejido, y una idea, de sus bolsillo saco aquella pipa, y tomando la hierba de la salvia que le ayudaba a aliviar el dolor, y le daba a veces acceso a paraísos artificiales, comenzó a pasear, por el lugar tras encenderla, fumándola como si nada. No entablo conversación con nadie, a pesar de que algunas chicas se detenían con él para ofrecerle sus servicios, solo observaba, buscaba algo que le llamase la atención.
Otra vez las manos metidas en los bolsillos, otra vez el caminar doloroso, a causa de la herida que aun cicatrizaba, extraordinariamente rápida, pero dolorosa en su costado. Vagar, era lo único que se le ocurría hacer en noches como aquella, hacia pocas semanas antes de ser mordido, las dedicaba a buscar víctimas de sus pequeñas estafas con aquellos juegos de cartas de tarot, con sus trucos de magia e ilusionismo, y con aquella guitarra con la cual ahora no cargaba. Aquello le daba el sustento para el día a día, podía conseguir una pequeña fortuna si lo deseaba, subir escalones y llegar al escalón que había tenido por nacimiento en su Turquía ya lejana de allí, en otro mundo, y en un pasado que le parecía muy borroso, como si fuese una historia que ya no había vivido, pero... Si, él había vivido en el lujo, el había recibido una extraordinaria educación y cultura, en ámbitos más allá de los libros, que le metía en el mundo del "guerreo". Pero ahora, se conformaba con poco, prefería ir tirando de lo mínimo, no quería prosperar, le gustaba aquella vida, a pesar de que la gente en ella pasase de largo. Pero él siempre se había sido así, demasiado independiente, solitario, hasta que conoció a aquella chica demasiado joven para él, pero era suficiente para haberle echo cuestionarse su modo de vida tanto, que incluso en aquellos días de cambio, la soledad no era soportable para él en algunas noches, noches como aquella.
Una pequeña gota se deslizo en aquel extraño abrigo que le hacía destacar entre la multitud, por ser viejo, pero tener ricos bordados orientales, como si hubiese sido robado a un noble de otro tiempos, pero tan viejo ahora e incluso dañado y reparado hasta la saciedad, que no le hacía grande, y a pesar de que Emhyr sabía que miradas curiosas se posaban en él, no solo por aquel abrigo, sino por su físico, que denotaba que era extranjero, no le importaba, y no se iba a separar de aquel abrigo.
La lluvia le golpeo, y la gente en las calles, corrían huyendo de ella. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, como si nada ¿para donde llevar los pies? El bullicio de un edificio cercano le llamo la atención, y las risas de las féminas que entraban huyendo también de la lluvia al igual que sus clientes, ya que, con tan solo mirar sus vestimentas atrevidas y llamativas, pudo distinguir su oficio y que era aquel edificio. "¿Por qué, no?" Pensó, nunca había estado en los burdeles de París, y ciertamente nunca le había llamado la atención esos lugares, sino para poder aprovecharse de otro bolsillo bien lleno al cual estafar, ya que en ese lugar, dudaba que entrase muchas personas con escasez de medios, todo lo contrario.
Entre hombres de con trajes distinguidos, y chicas que los acompañaba, Emhyr se acerco a la puerta dispuesto a entrar, no sin antes de que un enorme hombre le parase, seguramente por sus pintas pensaría que era otro muerto de hambre, pero solo el basto un gesto de mover sus bolsillos, en los cuales sonaron una monedas al chocar que le diesen el acceso.
Muy diferente al mundo de fuera, gris y frío, aquel lugar era cálido, lleno de demasiados detalles llamativos, de colores vivos, de cierta suntuosidad, Emhyr se olía que todo aquello era más para llamar el ojo, para atraer, un mero medio de publicidad que seguro que poco se posaban a contemplar como él, más distraídos por la bebida, las drogas y mas mujeres que en hacer aquel examen que él hacía.
Con el olor al tabaco, Emhyr arrugo su nariz, el tabaco no le agradaba, y de nuevo el dolor del costado le recordaba la herida. Un quejido, y una idea, de sus bolsillo saco aquella pipa, y tomando la hierba de la salvia que le ayudaba a aliviar el dolor, y le daba a veces acceso a paraísos artificiales, comenzó a pasear, por el lugar tras encenderla, fumándola como si nada. No entablo conversación con nadie, a pesar de que algunas chicas se detenían con él para ofrecerle sus servicios, solo observaba, buscaba algo que le llamase la atención.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 678
Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
Una o dos horas atrás había estado con un cliente, aún podía recordar la forma en que la miró y tocó. Bueno, el sujeto había pagado bastante por sus servicios, pero era inevitable quedarse con cierta sensación desagradable cuando se iban. Pero no con todos, solo con aquellos que iban para complacerse y ya.
Luego de haber estado con ese sujeto, había tenido la oportunidad de darse un baño. En su habitación, peinaba su corto y lacio cabello mientras se miraba frente a un espejo. Vestía unas bombachas cortas de color blanco, algo ajustadas, un corsé del mismo color blanco y encima una blusa con encajes, la llevaba abierta y era de un tono rosa pálido. Guardó el cepillo de cabello en un cajón y salió de la habitación, ya era la hora en que llegaban mas hombres y debía buscar otro cliente.
Salió hacia el pasillo y sintió que una gota de agua cayo en su nariz. Miró hacia el techo y en eso escuchó el sonido de la lluvia dar contra el techo. Se escuchaba casi familiar. Si cerraba los ojos podría imaginar que aún se encontraba en Japón. Ciertamente también tendría que haber estado arreglándose para atender a un hombre, pero todo habría sido diferente. Le habrían maquillado manos, cuello y rostro con una base blanca echa de arroz, sus mejillas y labios habrían sido coloreados, sobretodo estos últimos, pintados de un rojo intenso. De seguro habría estado vistiendo un hermoso kimono, y otras jóvenes la habrían asistido para vestirle. Por otro lado, los clientes habrían sido un grupo selecto, incluso mas exclusivo que aquellos que iban al burdel. Se habría dedicado a entretenerlos, contándole alguna historia, bailando o simplemente escuchándoles, y cuando llegara el momento, recién entonces habría entregado su cuerpo a un cliente que hubiese luchado para estar solo con ella.
Abrió los ojos cuando sintió los taconazos de otra de las cortesanas que pasó por ahí, haciéndola volver a la realidad. Su expresión se mantuvo, mas bien era un rostro inexpresivo, que a veces mostraba una sonrisa. Caminó hasta el salón principal, al cual pasaban todos los hombres que habían sido aceptados en la entrada y comenzó a mirarles.
De entre todos, llamó su atención un hombre alto, con la piel algo mas morena que muchos de los de ahí, rasgos toscos pero que no dejaban de ser bellos. Definitivamente no era igual a los estirados franceses que solían ir, aquel debía ser extranjero.
Desvió la mirada y cruzó sus brazos por debajo de su pecho, esperando a ver si algún hombre se le acercaba. Que fastidioso podía ser eso a veces, pero era su trabajo. Volvió la vista al hombre que había visto antes, notando como algunas de sus compañeras intentaban ofrecerse, pero él no les hacía caso.- ¿Buscará algo en especial? Quizás no tiene dinero...o no el suficiente- Pensó y juzgó solo al verle aquel viejo pero particular abrigo.
Luego de haber estado con ese sujeto, había tenido la oportunidad de darse un baño. En su habitación, peinaba su corto y lacio cabello mientras se miraba frente a un espejo. Vestía unas bombachas cortas de color blanco, algo ajustadas, un corsé del mismo color blanco y encima una blusa con encajes, la llevaba abierta y era de un tono rosa pálido. Guardó el cepillo de cabello en un cajón y salió de la habitación, ya era la hora en que llegaban mas hombres y debía buscar otro cliente.
Salió hacia el pasillo y sintió que una gota de agua cayo en su nariz. Miró hacia el techo y en eso escuchó el sonido de la lluvia dar contra el techo. Se escuchaba casi familiar. Si cerraba los ojos podría imaginar que aún se encontraba en Japón. Ciertamente también tendría que haber estado arreglándose para atender a un hombre, pero todo habría sido diferente. Le habrían maquillado manos, cuello y rostro con una base blanca echa de arroz, sus mejillas y labios habrían sido coloreados, sobretodo estos últimos, pintados de un rojo intenso. De seguro habría estado vistiendo un hermoso kimono, y otras jóvenes la habrían asistido para vestirle. Por otro lado, los clientes habrían sido un grupo selecto, incluso mas exclusivo que aquellos que iban al burdel. Se habría dedicado a entretenerlos, contándole alguna historia, bailando o simplemente escuchándoles, y cuando llegara el momento, recién entonces habría entregado su cuerpo a un cliente que hubiese luchado para estar solo con ella.
Abrió los ojos cuando sintió los taconazos de otra de las cortesanas que pasó por ahí, haciéndola volver a la realidad. Su expresión se mantuvo, mas bien era un rostro inexpresivo, que a veces mostraba una sonrisa. Caminó hasta el salón principal, al cual pasaban todos los hombres que habían sido aceptados en la entrada y comenzó a mirarles.
De entre todos, llamó su atención un hombre alto, con la piel algo mas morena que muchos de los de ahí, rasgos toscos pero que no dejaban de ser bellos. Definitivamente no era igual a los estirados franceses que solían ir, aquel debía ser extranjero.
Desvió la mirada y cruzó sus brazos por debajo de su pecho, esperando a ver si algún hombre se le acercaba. Que fastidioso podía ser eso a veces, pero era su trabajo. Volvió la vista al hombre que había visto antes, notando como algunas de sus compañeras intentaban ofrecerse, pero él no les hacía caso.- ¿Buscará algo en especial? Quizás no tiene dinero...o no el suficiente- Pensó y juzgó solo al verle aquel viejo pero particular abrigo.
Aoyama Akemi- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 32
Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
Unas se detenían le examinaban, y al ver aquel abrigo viejo pasaban de largo, parecían aspirar a más, otra simplemente ni se detenía, y muchas de ellas eran rechazadas o ignoradas por el susodicho.
Aquella hora debía de ser la fuerte, ya que todo aquel loca estaba muy lleno de tanto cortesanas como de clientes, recordó por un momento la lluvia que resonaba fuera. Lógicamente las chicas de aquel lugar, no irían a la calle para buscar clientes teniendo ese lugar, además de arriesgarse a mojarse.
Emhyr continuaba paseando como si nada, sintiéndose observado, de vez en cuando. Tras iba dejando un aroma agradable de aquella pipa que de vez en cuando se movía entre aquellos labios, ahora marcados por una pequeña cicatriz vertical, una cicatriz muy reciente creada por las fauces de aquel animal que le había convertido en lo que ahora era, y aun no se sentía consciente de la maldición que había infestado en su sangre. Ya llegaría el momento.
En su pequeña búsqueda, de repente éste se detuvo al cruzar por un instante sus ojos en una chica que le observaba desde unos metros cerca de allí. La verdad, a Emhyr le llamo por un instante la atención, no el que tuviese rasgos asiáticos, ya podía esperarse que en aquel lugar hubiese chicas de otros lugares, que podían a atraer al que tuviese un gusto más exótico, sino que no se lanzase a sus clientes, que más bien los esperase, y que en su físico no hubiese detalles recargados, como el maquillaje recargado que veía en las chicas que ya se le había acercado, sus ropas exuberantes y demasiado destapadas, al menos destapadas para los franceses, ya que para Emhyr el concepto de desnudez era muy diferente al de los Europeos, cuyo cualquier visión de la piel era algo muy escandaloso. No, ella era todo lo contrario, o en parte, al menos al él le transmitía una cierta calma, delicadeza.
Emhyr exhaló el humo aromatizante, para luego dar otra calada a aquella pipa fabricada por él, era bien habilidoso en ello.
Un gesto pensativo en aquella facciones suaves fue lo que se dibujo, rompiendo aquel esquema de seriedad, de nuevo y como si nada, continuo con su paseo perdiéndose entre el gentío. Perdiéndose para los ojos de ella.
Los minutos pasaban, y solo se escuchaba la música lejana, las conversaciones que se alzaban más y más, a causa de la bebida, los desviaros, alguna que otra riña y algún que otro cliente expulsado del lugar.
Una mano húmeda, aun por la lluvia del exterior, tomo la de aquella chica, apretándola suavemente y tomándola por sorpresa. Emhyr estaba a su espalda, había desaparecido de entre la gente para luego llega a ella de un modo acechador, desde su espalda, permitiéndose susurrarle en la nuca. ¿Cómo se había acercado a ella tanto sin que se diese cuenta? Él era así de sigiloso.
-Madame... -Su voz sonaba suave, y a pesar del perfecto francés, surgía en sus palabras aquel hermoso acento que confirmaba su extranjería. -¿Podríamos ir a un lugar más tranquilo?
De nuevo dejo desprender aquel olor tan agradable, que su pipa exhalaba.
Aquella hora debía de ser la fuerte, ya que todo aquel loca estaba muy lleno de tanto cortesanas como de clientes, recordó por un momento la lluvia que resonaba fuera. Lógicamente las chicas de aquel lugar, no irían a la calle para buscar clientes teniendo ese lugar, además de arriesgarse a mojarse.
Emhyr continuaba paseando como si nada, sintiéndose observado, de vez en cuando. Tras iba dejando un aroma agradable de aquella pipa que de vez en cuando se movía entre aquellos labios, ahora marcados por una pequeña cicatriz vertical, una cicatriz muy reciente creada por las fauces de aquel animal que le había convertido en lo que ahora era, y aun no se sentía consciente de la maldición que había infestado en su sangre. Ya llegaría el momento.
En su pequeña búsqueda, de repente éste se detuvo al cruzar por un instante sus ojos en una chica que le observaba desde unos metros cerca de allí. La verdad, a Emhyr le llamo por un instante la atención, no el que tuviese rasgos asiáticos, ya podía esperarse que en aquel lugar hubiese chicas de otros lugares, que podían a atraer al que tuviese un gusto más exótico, sino que no se lanzase a sus clientes, que más bien los esperase, y que en su físico no hubiese detalles recargados, como el maquillaje recargado que veía en las chicas que ya se le había acercado, sus ropas exuberantes y demasiado destapadas, al menos destapadas para los franceses, ya que para Emhyr el concepto de desnudez era muy diferente al de los Europeos, cuyo cualquier visión de la piel era algo muy escandaloso. No, ella era todo lo contrario, o en parte, al menos al él le transmitía una cierta calma, delicadeza.
Emhyr exhaló el humo aromatizante, para luego dar otra calada a aquella pipa fabricada por él, era bien habilidoso en ello.
Un gesto pensativo en aquella facciones suaves fue lo que se dibujo, rompiendo aquel esquema de seriedad, de nuevo y como si nada, continuo con su paseo perdiéndose entre el gentío. Perdiéndose para los ojos de ella.
Los minutos pasaban, y solo se escuchaba la música lejana, las conversaciones que se alzaban más y más, a causa de la bebida, los desviaros, alguna que otra riña y algún que otro cliente expulsado del lugar.
Una mano húmeda, aun por la lluvia del exterior, tomo la de aquella chica, apretándola suavemente y tomándola por sorpresa. Emhyr estaba a su espalda, había desaparecido de entre la gente para luego llega a ella de un modo acechador, desde su espalda, permitiéndose susurrarle en la nuca. ¿Cómo se había acercado a ella tanto sin que se diese cuenta? Él era así de sigiloso.
-Madame... -Su voz sonaba suave, y a pesar del perfecto francés, surgía en sus palabras aquel hermoso acento que confirmaba su extranjería. -¿Podríamos ir a un lugar más tranquilo?
De nuevo dejo desprender aquel olor tan agradable, que su pipa exhalaba.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
Miraba hacia otro sitio, hacia sus compañeras, a otros clientes, veía tantas caras ya 'conocidas' hombres que iban ahí por la misma chica casi cada noche o bien por una diferente. El resto de las cortesanas se veían casi cómodas, ella aún se sentía como un pollo en un corral ajeno. Corral donde la ponían en exhibición. Aún era incómodo pasear, para ella, casi desnuda esperando que algún hombre se tentara con su figura que era diferente a muchas.
De pronto un sujeto mayor se le acercó, mirándola como si se la quisiera devorar. Fijó su vista en su humilde escote y le preguntó cuando costarían unas horas con ella, alzando una mano para agarrarla de la cintura. Akemi dio un paso hacia atrás y negó con su cabeza y conservó la calma en su rostro- Lo siento Monsieur, pero espero a un cliente que ya había pedido por mi, tal vez otro día -El otro sujeto insistió, pero ella volvió a sostener su mentira. No quería estar con él, necesitaba dinero, pero tampoco implicaba que no podía darse el lujo de rechazar a alguno aunque fuera. Aquellos que le parecía se acercaban a ella por su aspecto juvenil, su corta edad tal vez, solo le parecían pervertidos.
El hombre se fue, y dio un suspiro de alivio, pasándose la mano por la cintura, como si se limpiara, aún cuando el otro no le había tocado, de todas formas sentía una sensación de asco. Dejó car ambos brazos por los costados de su cuerpo y volvió a mirar a la gente, aunque ya no veía a aquel hombre. Pensó entonces que podría haber escogido a alguna chica, tal vez nada le gustó o terminaron echándole. Pensó en cualquier cosa, menos que estaría tras suyo.
Se sobresaltó sintiendo como su mano se humedecía al ser tomada por otra que se sentía algo mojada, mucho mas grande y amplia que la suya, y con una mezcla de frío y calor. Frío por haber sido empapada por la lluvia y calor por la misma calidez de aquel cuerpo tras suyo, aquella que sentía en el resuello tras su nuca.
Por una fracción de segundo sintió algo de miedo, como si estuviera en el bosque y fuera algún animalito indefenso que estaba a apunto de ser devorado por otro mayor. Pero se relajó cuando recordó bien donde estaba, y si, habían muchos acechando, pero no le parecían tan peligrosos.
No sabía si asentir, si negar o si voltearse de una buena vez a ver quien era. Sintió un aroma extraño pero que no era intoxicante como el del tabaco. Entonces a su mente vino como un rayo la imagen del hombre extranjero, con ese abrigo tan extraño y viejo, paseándose con una pipa en su boca. Se giró con gracia hacia él, aún tomaba de su mano y para sorpresa de sus propios pensamientos, era él.
-Estoy esperando a...-Titubeó un poco antes de seguir hablando, pero sentía tanta fuerza venir de aquel hombre que se le hacía algo difícil hilar la mentira, aquella que ya le salía natural de los labios. Negó con su cabeza mientras cerraba los ojos y los volvía a abrir para mirarle- No, no espero a nadie en verdad...si se puede, pero, supongo que usted sabe que esto tiene un precio, verdad? -Dijo con calma, pero seguridad. Se sentiría algo opacada por el hombre, pero debía asegurar su bolsillo.
De pronto un sujeto mayor se le acercó, mirándola como si se la quisiera devorar. Fijó su vista en su humilde escote y le preguntó cuando costarían unas horas con ella, alzando una mano para agarrarla de la cintura. Akemi dio un paso hacia atrás y negó con su cabeza y conservó la calma en su rostro- Lo siento Monsieur, pero espero a un cliente que ya había pedido por mi, tal vez otro día -El otro sujeto insistió, pero ella volvió a sostener su mentira. No quería estar con él, necesitaba dinero, pero tampoco implicaba que no podía darse el lujo de rechazar a alguno aunque fuera. Aquellos que le parecía se acercaban a ella por su aspecto juvenil, su corta edad tal vez, solo le parecían pervertidos.
El hombre se fue, y dio un suspiro de alivio, pasándose la mano por la cintura, como si se limpiara, aún cuando el otro no le había tocado, de todas formas sentía una sensación de asco. Dejó car ambos brazos por los costados de su cuerpo y volvió a mirar a la gente, aunque ya no veía a aquel hombre. Pensó entonces que podría haber escogido a alguna chica, tal vez nada le gustó o terminaron echándole. Pensó en cualquier cosa, menos que estaría tras suyo.
Se sobresaltó sintiendo como su mano se humedecía al ser tomada por otra que se sentía algo mojada, mucho mas grande y amplia que la suya, y con una mezcla de frío y calor. Frío por haber sido empapada por la lluvia y calor por la misma calidez de aquel cuerpo tras suyo, aquella que sentía en el resuello tras su nuca.
Por una fracción de segundo sintió algo de miedo, como si estuviera en el bosque y fuera algún animalito indefenso que estaba a apunto de ser devorado por otro mayor. Pero se relajó cuando recordó bien donde estaba, y si, habían muchos acechando, pero no le parecían tan peligrosos.
No sabía si asentir, si negar o si voltearse de una buena vez a ver quien era. Sintió un aroma extraño pero que no era intoxicante como el del tabaco. Entonces a su mente vino como un rayo la imagen del hombre extranjero, con ese abrigo tan extraño y viejo, paseándose con una pipa en su boca. Se giró con gracia hacia él, aún tomaba de su mano y para sorpresa de sus propios pensamientos, era él.
-Estoy esperando a...-Titubeó un poco antes de seguir hablando, pero sentía tanta fuerza venir de aquel hombre que se le hacía algo difícil hilar la mentira, aquella que ya le salía natural de los labios. Negó con su cabeza mientras cerraba los ojos y los volvía a abrir para mirarle- No, no espero a nadie en verdad...si se puede, pero, supongo que usted sabe que esto tiene un precio, verdad? -Dijo con calma, pero seguridad. Se sentiría algo opacada por el hombre, pero debía asegurar su bolsillo.
Aoyama Akemi- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 32
Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
Su mano que aun la tomaba con suavidad, no se soltó, incluso cuando ella se giro para ver quien era. Por un instante a Emhyr le pareció leer en sus ojos, la duda e incluso la sorpresa.
Pasarían unos largos segundos antes de que ella se decidiera hablarle, mientras tanto, Emhyr continuaba con aquella pipa, la cual, por un instante sostuvo con su mano libre, para poder exhalar el humo hacia otro lado, y luego volver a colocársela entre aquellos finos labios marcados por aquella cicatriz.
Un segundo examen a aquella chica, de arriba abajo, confirmando todo aquello que había observado antes. Muy diferentes a los demás, mucho más baja que él, le pareció pequeñita en todo su conjunto,si, delicada y muy cuidada. Ella por fin habló, él la escucho con atención, dejando que sus ojos, antes distraídos por el segundo examen, se posaron en los de ella, aquellos ojos de color castaños tan directo e irrefrenables, atrevidos por mirarla directamente a los ojos, otra costumbre que él poseía, la cual, no sabía considerarla si mala o buena.
-Soy consciente de que todo lo que ahora me rodea tiene un precio, madame. -Una pequeña gota de agua, surco su rostro, hasta perderse, su cabello estaba mojado por la lluvia, había estado caminando bajo ella como si nada, previamente. -¿Cree que me hubiesen dado entrada, sino pudiese pagar?
Aun no había soltado su mano, mientras le hablo con calma y aquel acento que no se marchaba de aquellos labios. La pipa se movió un instante, ya que sus labios se curvaron en un sonrisa cortés y suave.
De repente parecía haberse olvidado de todo el bullicio que le rodeaba, de la música, de las chicas que seguía pasando por su lado con sus clientes, dejando atrás aquellas descaradas carcajadas, había olvidado sus dudas de "qué hacía allí", ya que aun no sabía como había terminado en aquel lugar, un lugar que ciertamente, ni en su juventud se le hubiese ocurrido ir.
Habitualmente, en su país y mas entre la nobleza, a los jóvenes con ciertas edades se les llevaba a visitar a cortesanas, pero Emhyr no pudo tener aquella oportunidad, no porque no pudiese, sino por el echo de que en aquella época, él había decidido que su camino no sería como el de cualquier noble turco, él quería merecerse el título de su familia, quería ganárselo y por ello, comenzó a ser instruido como jenízaro a los siete años y con ello venía los diferentes votos que traía, aquella instrucción, en particular el celibato era su impedimento para poder recibir a cortesanas como muchos de sus familiares habían recibido a cierta edades, para que se cercioraran de que se convertían en hombres.
-Entonces, ¿qué me dice?
Pasarían unos largos segundos antes de que ella se decidiera hablarle, mientras tanto, Emhyr continuaba con aquella pipa, la cual, por un instante sostuvo con su mano libre, para poder exhalar el humo hacia otro lado, y luego volver a colocársela entre aquellos finos labios marcados por aquella cicatriz.
Un segundo examen a aquella chica, de arriba abajo, confirmando todo aquello que había observado antes. Muy diferentes a los demás, mucho más baja que él, le pareció pequeñita en todo su conjunto,si, delicada y muy cuidada. Ella por fin habló, él la escucho con atención, dejando que sus ojos, antes distraídos por el segundo examen, se posaron en los de ella, aquellos ojos de color castaños tan directo e irrefrenables, atrevidos por mirarla directamente a los ojos, otra costumbre que él poseía, la cual, no sabía considerarla si mala o buena.
-Soy consciente de que todo lo que ahora me rodea tiene un precio, madame. -Una pequeña gota de agua, surco su rostro, hasta perderse, su cabello estaba mojado por la lluvia, había estado caminando bajo ella como si nada, previamente. -¿Cree que me hubiesen dado entrada, sino pudiese pagar?
Aun no había soltado su mano, mientras le hablo con calma y aquel acento que no se marchaba de aquellos labios. La pipa se movió un instante, ya que sus labios se curvaron en un sonrisa cortés y suave.
De repente parecía haberse olvidado de todo el bullicio que le rodeaba, de la música, de las chicas que seguía pasando por su lado con sus clientes, dejando atrás aquellas descaradas carcajadas, había olvidado sus dudas de "qué hacía allí", ya que aun no sabía como había terminado en aquel lugar, un lugar que ciertamente, ni en su juventud se le hubiese ocurrido ir.
Habitualmente, en su país y mas entre la nobleza, a los jóvenes con ciertas edades se les llevaba a visitar a cortesanas, pero Emhyr no pudo tener aquella oportunidad, no porque no pudiese, sino por el echo de que en aquella época, él había decidido que su camino no sería como el de cualquier noble turco, él quería merecerse el título de su familia, quería ganárselo y por ello, comenzó a ser instruido como jenízaro a los siete años y con ello venía los diferentes votos que traía, aquella instrucción, en particular el celibato era su impedimento para poder recibir a cortesanas como muchos de sus familiares habían recibido a cierta edades, para que se cercioraran de que se convertían en hombres.
-Entonces, ¿qué me dice?
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2010
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Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
El que la mirase tan directamente a los ojos en cierta forma le hacía sentir intranquila...no, no era tanto eso, le hacía sentir nerviosa, como si su mirada tuviera mucha fuerza y poder. Esas miradas profundas que te obligan a desviar la vista, y así mismo lo hacía ella.
Por un instante fijó su miraba en aquella gota de agua que bajaba por el rostro del hombre frente suyo hasta perderla de vista. Se notaba que había alcanzado a pescar un buen rato la lluvia pues lo miraba aún bastante mojado por el agua. De pronto la pregunta le sacó de sus pensamientos y negó con la cabeza, mirando de vez en cuando directo a los ojos.
-No, no lo creo, disculpe si mis palabras le han molestado monsieur...no me dijo su nombre aún ¿Cuál es? El mio es Akemi -Preguntó fijándose esta vez en la pipa que traía entre sus labios. El aroma que expedía aquello que se quemaba allí dentro le agradaba, aunque se imaginaba a si misma fumando algo así y terminando con un ataque de tos inmenso.
Al parecer, por unos segundos ambos se perdieron en sus propios pensamientos, hasta que la japonesa escuchó la pregunta. Asintió con su cabeza y ésta vez ella correspondió el agarre de su mano- Claro, vamos por acá. -Dijo y le jaló suavemente la mano para guiarle hasta la habitación.
Cruzando entre la gente, clientes y otras cortesanas. Pasaron por aquel salón que parecía servir de mostrario o vitrina de mujeres, por donde los hombres se paseaban buscando a la que deseaban para pasar la noche y el mismo por donde las mujeres se exhibían como si esperaran un listón de "#1 lugar' en una competencia que se basaba en conseguir un hombre que dejara suficiente dinero en tu bolsillo.
Pasaron por un pasillo, algo largo lleno de diferentes puertas por donde entraban algunas mujeres con su cliente de turno, por donde salían hombres, puertas de las cuales se escuchaban los ruidos típicos en su trabajo, aquella gente que exhalaba el placer que estaba sintiendo.
Se detuvieron frente a una puerta, la abrió y ambos entraron a la habitación. Estaba ordenada, con una cama que poseía sábanas blancas, limpias y relucientes. Cerró la puerta tras ellos, pero no puso seguro. No sabía si soltarle la mano o no, por lo que la sostuvo un poco mas.
-Ésta es mi habitación...¿Cuánto es el tiempo que desea estar? -Preguntó mirando de soslayo por entre mechones de su cabello, manteniendo una actitud relajada, calma y pasiva. Aún cuando se sentía algo intranquila, en cierta forma porque le costaba sostener la mirada al hombre que tomaba su mano y por lo mismo le era muy difícil poder leer lo que había en su interior.
Por un instante fijó su miraba en aquella gota de agua que bajaba por el rostro del hombre frente suyo hasta perderla de vista. Se notaba que había alcanzado a pescar un buen rato la lluvia pues lo miraba aún bastante mojado por el agua. De pronto la pregunta le sacó de sus pensamientos y negó con la cabeza, mirando de vez en cuando directo a los ojos.
-No, no lo creo, disculpe si mis palabras le han molestado monsieur...no me dijo su nombre aún ¿Cuál es? El mio es Akemi -Preguntó fijándose esta vez en la pipa que traía entre sus labios. El aroma que expedía aquello que se quemaba allí dentro le agradaba, aunque se imaginaba a si misma fumando algo así y terminando con un ataque de tos inmenso.
Al parecer, por unos segundos ambos se perdieron en sus propios pensamientos, hasta que la japonesa escuchó la pregunta. Asintió con su cabeza y ésta vez ella correspondió el agarre de su mano- Claro, vamos por acá. -Dijo y le jaló suavemente la mano para guiarle hasta la habitación.
Cruzando entre la gente, clientes y otras cortesanas. Pasaron por aquel salón que parecía servir de mostrario o vitrina de mujeres, por donde los hombres se paseaban buscando a la que deseaban para pasar la noche y el mismo por donde las mujeres se exhibían como si esperaran un listón de "#1 lugar' en una competencia que se basaba en conseguir un hombre que dejara suficiente dinero en tu bolsillo.
Pasaron por un pasillo, algo largo lleno de diferentes puertas por donde entraban algunas mujeres con su cliente de turno, por donde salían hombres, puertas de las cuales se escuchaban los ruidos típicos en su trabajo, aquella gente que exhalaba el placer que estaba sintiendo.
Se detuvieron frente a una puerta, la abrió y ambos entraron a la habitación. Estaba ordenada, con una cama que poseía sábanas blancas, limpias y relucientes. Cerró la puerta tras ellos, pero no puso seguro. No sabía si soltarle la mano o no, por lo que la sostuvo un poco mas.
-Ésta es mi habitación...¿Cuánto es el tiempo que desea estar? -Preguntó mirando de soslayo por entre mechones de su cabello, manteniendo una actitud relajada, calma y pasiva. Aún cuando se sentía algo intranquila, en cierta forma porque le costaba sostener la mirada al hombre que tomaba su mano y por lo mismo le era muy difícil poder leer lo que había en su interior.
Aoyama Akemi- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Edad : 32
Re: El azar me llevó a ti [Aoyama Akemi ] ◊◊
Emhyr notó como ella bajaba sus ojos, en cuanto él dirigía los suyos, directamente, sonreía ante aquello con cierta picaresca que no pudo evitar dejar escapar, y de nuevo como si aquello juego de miradas, volvía a buscarlos. De algún modo aquello le pareció gracioso, el que pareciese sentirse incomoda ante aquel simple gesto, más Emhyr no tenía la intención de crear esa expectativa en ella.
De sus labios retiro aquella pipa de entre sus labios, ya casi consumida. Por última vez exhalo aquel humo de agradable olor, mientras dejaba caer parte de la ceniza de la pipa apagada. Un gesto de "no importa" ante su disculpa fue lo último que pudo expresarle antes de que sintiese como tiraba de aquella mano, que al principio él hacia de agarre, pero ahora ella había tomado el control, haciendo de guía en aquel camino que al turco le pareció bastante curioso. Poco conocedor, con profundidad, de como era un burdel parisino, y a pesar de que su camino se le había echo efímero había observado con bastante curiosidad ciertos aspectos, sobre todo, los que le parecieron exagerados y extravagantes.
De repente se vieron allí, encerrados, ambos, solos, en una simple habitación bien aseada. Ella hablo, Emhyr tardo en contestar, ahora no sonreía, ni tenía en su boca aquella pipa, ya guardada en su bolsillo, solo miraba con seriedad el lugar en el que se encontraban. Paseo un instante, soltando su mano...
-Hasta el amanecer... Emhyr, mi nombre es Emhyr.
Dijo distraído, examinando los recovecos del lugar, mientras se quitaba el pesado abrigo para dejarlo sobre una pequeña silla. A pesar de que aquel abrigo pareciese todo lo antiguo o sucio, él era todo lo contrario, llevaba una camisa alba, y su aspecto era más pulcro y cuidado de lo que podía parecer con aquel abrigo.
Mientras el abrigo se soltaba de entre sus dedos cayendo sobre la silla, sus ojos se encontraron con los suyos propio. Estaba frente a un espejo, suspiro.
"¿Y ahora qué?"
Pregunto entre sus pensamientos a su propio reflejo. Estaba tan acostumbrado a que aquella situaciones fuesen más espontáneas, que las mujeres se tiraran a sus brazos. Nunca había contratado los servicios de una cortesana, y precisamente, no estaba buscando el calor de un lecho ni el placer de la carne en cuanto entro en aquel burdel. Simplemente, no sabía lo que buscaba ¿o sí? Si, otra vez la mentira de aquellos últimos días, su amor por la soledad se estaba convirtiendo en odio.
Por un instante a Emhyr le pareció ver que su propio reflejo le sonreía, que sus ojos castaños se teñía de un modo efímero del dorado del lobo de su interior. A veces lo sentía tan adentro, esperaba con impaciencia el plenilunio, sabía que aquel intruso, era bien venido en su caso, muy al contrarios que recibían aquella “maldición”, sin desearlo. Emhyr había dado el paso por sí mismo, lo había buscado.
Tras dejar de mirar el espejo, y asegurarse que sus ojos no mostraban aquel extraño brillo, camino hacia ella, sin dejar de mirarla con aquel gesto serio. Se la veía tan relajada ¿sería apariencia? Él estaba tranquilo, pero se sentía extraño en aquella situación, ciertamente. Lo único que se le ocurrió, fue el ir desabrochando uno por uno aquellos botones de su camisa mojada.
De sus labios retiro aquella pipa de entre sus labios, ya casi consumida. Por última vez exhalo aquel humo de agradable olor, mientras dejaba caer parte de la ceniza de la pipa apagada. Un gesto de "no importa" ante su disculpa fue lo último que pudo expresarle antes de que sintiese como tiraba de aquella mano, que al principio él hacia de agarre, pero ahora ella había tomado el control, haciendo de guía en aquel camino que al turco le pareció bastante curioso. Poco conocedor, con profundidad, de como era un burdel parisino, y a pesar de que su camino se le había echo efímero había observado con bastante curiosidad ciertos aspectos, sobre todo, los que le parecieron exagerados y extravagantes.
De repente se vieron allí, encerrados, ambos, solos, en una simple habitación bien aseada. Ella hablo, Emhyr tardo en contestar, ahora no sonreía, ni tenía en su boca aquella pipa, ya guardada en su bolsillo, solo miraba con seriedad el lugar en el que se encontraban. Paseo un instante, soltando su mano...
-Hasta el amanecer... Emhyr, mi nombre es Emhyr.
Dijo distraído, examinando los recovecos del lugar, mientras se quitaba el pesado abrigo para dejarlo sobre una pequeña silla. A pesar de que aquel abrigo pareciese todo lo antiguo o sucio, él era todo lo contrario, llevaba una camisa alba, y su aspecto era más pulcro y cuidado de lo que podía parecer con aquel abrigo.
Mientras el abrigo se soltaba de entre sus dedos cayendo sobre la silla, sus ojos se encontraron con los suyos propio. Estaba frente a un espejo, suspiro.
"¿Y ahora qué?"
Pregunto entre sus pensamientos a su propio reflejo. Estaba tan acostumbrado a que aquella situaciones fuesen más espontáneas, que las mujeres se tiraran a sus brazos. Nunca había contratado los servicios de una cortesana, y precisamente, no estaba buscando el calor de un lecho ni el placer de la carne en cuanto entro en aquel burdel. Simplemente, no sabía lo que buscaba ¿o sí? Si, otra vez la mentira de aquellos últimos días, su amor por la soledad se estaba convirtiendo en odio.
Por un instante a Emhyr le pareció ver que su propio reflejo le sonreía, que sus ojos castaños se teñía de un modo efímero del dorado del lobo de su interior. A veces lo sentía tan adentro, esperaba con impaciencia el plenilunio, sabía que aquel intruso, era bien venido en su caso, muy al contrarios que recibían aquella “maldición”, sin desearlo. Emhyr había dado el paso por sí mismo, lo había buscado.
Tras dejar de mirar el espejo, y asegurarse que sus ojos no mostraban aquel extraño brillo, camino hacia ella, sin dejar de mirarla con aquel gesto serio. Se la veía tan relajada ¿sería apariencia? Él estaba tranquilo, pero se sentía extraño en aquella situación, ciertamente. Lo único que se le ocurrió, fue el ir desabrochando uno por uno aquellos botones de su camisa mojada.
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