Azar o destino [Multiple/Privado/+18]

La  vida en París continuaba normal en aquella noche de fin de semana. Las gentes iban y venían de un lado a otro en busca de su lugar de paz, aquél en el que pasar la tarde antes de que la noche cayese sobre sus hombros y el techo bajo el que la cena los esperaría fuese el mejor lugar del mundo. Las últimas luces del sol de media tarde, antes de que el ambiente se tornase rojizo y anaranjado, con leves notas lilas, acariciaban a todo aquél que saliese a la calle a su encuentro. Entre ellos me encontraba yo, un tipo corriente, tal vez un poco extraño pues pasaba entre la gente como un fantasmilla feliz, mirando aquí y allá con una sonrisilla en los labios. Tocaba una manzana en una frutería pero me iba porque ya llevaba una en el bolsillo. Observaba algunas telas en una sastrería, pero me iba porque tenía suficiente con mis ropas y las que a veces me regalaban como "pago" a mis servicios. Que esa era otra, nunca nadie sabía que era cortesano autónomo y a veces a cargo del burdel, y mucho menos que era médico y cirujano a tiempo parcial y clandestino.

Y precisamente hoy me tocaba hacerme cargo de uno de esos servicios a cargo del burdel. Una especie de fiesta para todo aquél que se viese dispuesto a pasar un buen rato, desmadrarse un poco o buscar compañía por veinticuatro horas. No sabía muy bien de que iba todo aquello. Me habían dado un folleto, el mismo que había en el puerto, en la puerta de cada burdel de la ciudad, algunas tabernas y la estación. En él ponía que el Gran Burdel de París iba a realizar una subasta de solteros y solteras de la zona con una sorpresa final, y cada compra recibiría una licencia de veinticuatro horas sobre la persona comprada. Se suponía que empezaba a las 20.00h pero me habían citado allí a las seis y media, suponía que para ponerme guapetón para algún espectáculo durante la subasta. Tal vez algo erótico o para bailes privados. Quizás el más perdido en todo aquél tinglado era yo, y me parecía que no iba muy desencaminado. El futuro inmediato me iba a dar la razón.

Cuando llegué al burdel, que más parecía un palacete que un lugar de encuentros, me tomaron entre un par de personas para guiarme hasta un pequeño camerino. Nunca en mi vida había visto tanto despilfarro. Trajes, potingues, cremas, espejos,... Aquello era como el camerino de las estrellas del teatro y yo me sentía algo perdido acostumbrado ya a mi tranquilidad y mis paseos por el parque, mis trabajos bien pagados, mis horas como cortesano y mis ratos libres como cirujano y médico.  Y precisamente por eso no supe muy bien que pasó entre que llegué y me pusieron a la cola tras una fila de hombres, todos trajeados... ¡Ah! Yo también lo estaba, y esperando para subir una pequeña escalera, oculta por una tela, que llevaba a un escenario. Cuando miré hacia el otro lado vi otro fila pero de mujeres, como si los hombres subastados entrásemos por la izquierda del forum y las mujeres subastadas por la derecha.

Cuando creía entenderlo todo, que yo era uno de los "solteros" subastados, suponía que había una soltera de más y tuvieron que recurrir a un cortesano para suplir el desequilibrio, me dieron un golpecillo en el hombro y me llevaron a otro lugar, a una escalerilla en la que me dejaron solo y que, supuestamente, me llevaría al escenario por detrás, entrando de cara a saludar al publico y compradores. Entonces si que cai en la cuenta de lo que ocurría. Yo era esa "sorpresa" de la que hablaban, ese "soltero" que el dinero no iba a comprar, sino el azar. Tragué saliva mientras escuchaba como iban llamando uno a uno a los solteros/as, a todos y cada uno de ellos, pues sería el último en salir. El Gran Burdel había preparado todo aquello y por algún motivo querían dar el golpe de efecto, pero claro, no era cuestión de perder un cortesano interino y ¿quien no lo era? Yo, por eso estaba allí, en la oscuridad y envuelto en pujas que no veía pues estaba tras el telón trasero, el que hacía de fondo del escenario para el público. Poco a poco el tiempo pasaba y en nada me tocaría salir a mi.

¿Cómo se podía pujar por la sorpresa? Era sencillo. Debías coger un papel cuadrado, amarillento y pequeño y un sobre cerrado que había en la mesa, justo a la entrada del Gran Burdel. Ante un hombre de seguridad y otro de la organización debías mostrar el sobre cerrado y escribir el número en el papel. Debías guardar ambos objetos para el momento de la "sorpresa" en ese momento todo aquél que, una vez vista la sorpresa, quisiese probar suerte, debería esperar a que el espectáculo de la misma terminase y todos saliesen, en ese momento, con un apodo dejado en recepción, deberían meter en otro sobre más grande el número y el sobre cerrado para que se comprobase quien había ganado. Todo aquél que el número escrito y el número encerrado en el sobre coincidiese habría ganado la puja para tener, durante veinticuatro horas a la sorpresa. Se les avisaría con discreción. Con toda la gente fuera, en el coctel, una persona de la organización, dejaría una llave en el bolsillo o los bolsillos de los afortunados para que supiesen que habían ganado, junto con el número de habitación en el que podrían encontrar lo que habían ganado. Pero eso sería mucho más tarde, ahora, al fin, las puertas del Gran Burdel estaban cerradas y las pujas de los verdaderos solteros en marcha.

Un hombre se me acercó y me dijo que debería hacer algo espontaneo e impactante. Miró mi entrepierna y luego me miró a los ojos. Todo estaba claro. Si quería acabar bien el espectáculo debía devolverles la ropa antes de bajar del escenario. Me encogí de hombros y asentí. Total, me lo iba a pasar genial y si luego había muchas peticiones por mí sería algo que me haría sentir especial, y eso no quería desaprovecharlo por un día.

Explicaciones:

Clarice se despertó a las siete de la tarde dando gracias de que en invierno atardeciera tan temprano, cogió la invitación que había dejado en la mesilla de al lado de su cama, ponía que era a las ocho así que se levanto del mullido colchón y se dirigió a su armario.
Eligio un vestido color vino, era largo, ligero y dejaba ver la silueta de su figura a contraluz, tenia la mitad de la espalda al descubierto y se ataba en el cuello con un lazo cuyos extremos caían hasta la base de la columna ; no era un vestido vulgar ya que sugería más que enseñaba, pero en aquella época se hubiera considerado demasiado descarado, por fortuna no iba a un lugar donde reinara la mojigatería. Solía seguir las modas correspondientes a cada época para no llamar la atención -aunque aquel día era una excepción- pero Clarice no comprendía por que las mujeres se empeñaban en comprimirse en ajustados corsés y envolverse en innumerables capas de ropa incluso en los días más calurosos del verano, a veces cuando miraba a aquellas damas recargadas recordaba la época en la que había sido humana y caminaba con sus compañeras vestales con simples túnicas blancas por los jardines del templo de la diosa.

Cuando se puso el vestido se colocó los zapatos y se enfundo un abrigo negro que cubría por completo su vestido (demasiado ligero para ir así de noche y en pleno invierno, aunque ella no sentía frio), dejó su larga cabellera oscura suelta, solo observó unos instantes su reflejo en el espejo y se dirigió a la calle mientras se ponía unos guantes a juego con su abrigo.
-Voy a salir-informó a su mayordomo-tardare en volver, así que si viene alguien diles que no recibiré visitas hasta mañana, adiós.

Se despidió de él con una sonrisa y se adentró en las nevadas calles de Paris, caminó hasta la dirección que ponía en la invitación y llegó a un burdel de clase alta. Entró en el edificio, el interior estaba decorado con mucho gusto y clase, Clarice se disponía a entrar en la sala donde se oía más alboroto cuando uno de los hombre que vigilaban la puerta la paró en seco.
- Usted no puede estar aquí, no se admiten menores-     dijo,Clarice lo miro con indiferencia escrutándolo de arriba a abajo, debía de medir cerca de los dos metros y su presencia imponía pero solo era humano.
-He recibido una invitación -dijo ella sacando la carta y enseñándosela, el guardia la observo con desconfianza
-No se admiten menores- repitió secamente irritando a Clarice, aparentar aquella edad a veces era un inconveniente. Otro hombre se acercó al primero susurrándole algo al oído, discutieron en voz baja de forma perfectamente audible para ella y finalmente el gigante volvió a hablar-Podéis pasar
Clarice le dedicó una sonrisa de triunfo al guardia y se adentró en el recibidor del edificio. La subasta ya había empezado cuando la dirigieron a la habitación, en una mesa le dieron un sobre y una hoja y le explicaron que formaba parte de un juego. Clarice decidió participar divertida ante la idea, escribió un numero cualquiera en la hoja y tomó asiento entre el publico con los papeles en la mano derecha.
La subasta continuaba mientras iban saliendo hombres y mujeres en el escenario y los asistentes pujaban, Clarice participó unas cuantas veces ganando al final un joven de ojos verdes y pelo oscuro y ondulado.
Cuando todos los hombres y mujeres que se subastaban hubieron salido, el ultimo apareció, Clarice sonrió pícaramente desde su asiento mientras lo presentaban como Aemon.

Al fin todo el mundo estaba en la sala. Las velas y candelabros iluminaban a los presentes, cada cual con unos intereses, unos pensamientos y distintos problemas por los que preocuparse. Las bebidas y pedidos iban desfilando con fluidez hacia quienes lo pedían, ya estuviesen de pie o sentados, sin descanso y con la precisión de un ejército. Ningún camarero erraba, nadie estaba incómodo y todos podían disfrutar de las damas y caballeros que subían al estrado para que ojos ajenos, tras un largo escrutinio, cuanto menos lascivo, acabasen por encariñarse de ellos y empezase la puja. El dinero por los solteros subía como la espuma y luego todo eran risas para el vencedor que se llevaba una bella joven o un joven apuesto para su disfrute. Así, poco a poco, con las risas de quien piensa que realiza algo ilegal dentro de la legalidad, fue pasando el tiempo. Conforme se acercaba el número final, la sorpresa, se fueron retirando los candelabros de las paredes para dar un ambiente más íntimo y amigable.

Me asomé tímidamente por el telón de fondo y pude ver que estaba llena la sala. Miré a un lado y ya solo quedaban dos solteros. Miré hacia el otro y solo quedaba una soltera, pues había otra en el escenario. Di un par de pasos hacia atrás y empecé a calentar y respirar. Un buen espectáculo, eso se esperaba de mí y eso iba a haber. Un hombre, seguramente de los que habían organizado todo aquello, se me acercó a los pocos minutos para decirme que me pusiese lo que me estaba dando en el pene. Me pareció algo extraño hasta que se marchó y pude ver lo que tenía en la mano. No era más que un lazo rojo, como los de los regalos de cumpleaños. Me entró la risa floja durante unos instantes pero acabé por ponérmelo. Pantalones abajo y lazo puesto, de nuevo pantalones arriba y nada había pasado.

Iba vestido con un, llamémosle, bonito traje. Chaqueta negra con un par de botones, camisa blanca, corbata negra, pantalón negro liso, unos zapatos negros y un sombrero tipo fedora, que ahora se veía como algo exótico, salido de la mente de un genio o un loco, perfecto para dar el campanazo en una fiesta como aquella, y que en poco más de un siglo se haría muy famoso. No llevaba calcetines, se habían empeñado pero yo me había empeñado más. No los quería, no los necesitaba y solo conseguirían molestarme más que otra cosa. Dentro no llevaba los tipicos calzones largos ni los boxer, me habían dado una extraña prenda que cubría lo justo; las nalgas y las partes, pero de una forma que mis partes se marcaban. Suspiré pero no podía hacer mucho más, bastante que me había dejado no ponerme los calcetines.

No me enteré de lo que pasaba hasta que sonaron aplausos y una atronadora voz de tenor anunciando una sorpresa... ¡A mí! Todavía no me acostumbraba a ello y menos cuando me estaba entrando la risa porque el lazo me hacía cosquillas.- "Damas y caballeros, atiéndanme, se lo ruego. Acaban de ver un placentero desfile de cuerpos de deseo, sus ojos deben estar echando chispas y los bolsillos de algunos de ustedes ahora pesan menos, yo lo sé y ustedes también." -Algunas risas retumbaron y muchos miraron a los compradores.- "Bien, bien, veo que todavía les falta cuerda. No se preocupen. Muchos de ustedes ya me conoces. ¿Creían que les iba a dejar simplemente con una subasta de este tipo? A todos aquellos que hayan pensado así les pediría que me besaran el culo." -Al parecer el ambiente en un principio más formal ahora era mucho más parecido al de un burdel. Las gentes más puritanas ya se habían marchado y las que quedaban poco o nada se podían molestar por esas palabras.- "Me gustaría que no apartasen la mirada del escenario, por favor. A la entrada habrán escrito un número en un papel y les habrán dado un sobre, que espero no hayan abierto. Bien, ahora escriban su nombre en el dorso del sobre." -Miró a los presentes.- "Vamos, vamos, no sean tímidos. En seguida pasará una amiga mía entregándoles un sobre grande, metan ahí número y sobre pequeño y escriban en la solapa su apodo, para que nadie pueda reconocerlos excepto nosotros para el sorteo." -Sonrió y desapareció unos segundos para hablar con alguien tras el telón, mientras "una amiga", que en realidad eran dos o tres jovenes de distinto sexo, se paseaban entre los presentes ofreciendo un sobre grande, y otro grupo de otros tantos constituyentes iba detrás recogiéndo los sobre grandes y echándolos en unos sacos.

Cuando desaparecieron ambos grupos de "recolectores" y ya nadie tenía sobre en las manos el hombre, un señor con cierta barriga, bien vestido y con bigote de morsa, volvió a escena.- "¡Esto me gusta! Veo mucho vicio por aquí y creo que he invertido bien en vosotros. Señoras y señores, sujetense las bragas porque aquí llega nuestra sorpresa. Que la suerte esté con vosotros y consigáis llevarosla por un día completo. Saludad a... ¡AEMON!" -Aplaudió y se separó del escenario mientras se abría el telón de fondo por el que se suponía que debía salir pero... no salí, al menos no al momento. Me había quedado momentaneamente paralizado. ¿De verdad tanto rollo por mí? Estaba acostumbrado a que me señalasen, me dijesen cuanto, les dijese que una caja de manzanas y empezase la fiesta. Pero nunca me habría esperado algo así. Finalmente salí a escena.

Si había aplausos o silbidos no los escuché. Miré a todos mientras la música sonaba algo más alegre y sensual y de pronto me sentí en mi salsa. Algunos miraban, otros cuchicheaban, otros estaban en sus asuntos y algunos estaban ya hablando con sus adquisiciones. Cuando la música empezó a subir de tono fijé la mirada en un par de rubias que parecían estar allí con un aura un poco extraña. Una juraría que era vampiresa y otra tenía un rostro demasiado familiar, tal vez la había visto antes, pero no recordaba donde. Había otra joven, castaña, con toques pelirrojos que llamó su atención y un par de filas más atrás una mujer vestida de hombre pero que no escapó a ojos de Aemon. Entre las cuatro hacían que las cosquillas del lazo fuesen una tontería pero él no sabía muy bien que iba a pasar con él. Quizás fuese una venta más como soltero o un simple espectáculo final.

En cuanto noté el ambiente filtrarse en mi comenzó el show. Mis caderas empezaron a moverse despacio mientras me mordía el labio inferior mirando a los presentes. Mis manos acariciaron mis muslos para luego subir a los botones de la chaqueta, quitándolos uno a uno. La abrí, tirando de las solapas mientras bajaba un poco doblando las rodillas. Me la quité mientras volvía a levantarme y lancé la chaqueta volando. Ni me fijé en quien caería. Mi mirada vagaba entre hombres y mujeres mientras movía la cintura. Acaricié mi entrepierna, para que se marcase en el pantalón, antes de quitarme un par de botones de la camisa. Acto seguido desabroché el cinturón, lo quité casi de un latigazo y lo lancé hacia atrás. Miré a los presentes.- "¿Os gusta?... ¡No os oigo! ¿Os gusta?" -Y acto seguido cai de rodillas en el borde del escenario mientras hacia saltar el resto de botones de la camisa para que quedasen abiertos. La dejé caer allí mismo tras mover los hombros y hacerla caer por ellos lentamente. Levantaba las piernas de muslos para arriba, simulando el coite allí mismo, de rodillas. Al levantarme lancé un zapato a un lado del escenario y el otro al contrario. Solo me quedaban el sombrero, la corbata y el pantalón. Desabroché este último y puse las manos en la nuca, dándole la espalda a los presentes mientras meneaba el culo. El pantalón fue cayendo hasta hacerse un montón en el suelo y lo pateé a un lado.

Miré de reojo hacia atrás para ver que ambiente estaba causando y me decidí por un pequeño juego. Separé las piernas y me incliné hacia adelante. Mi cabeza apareció entre ellas y miré al público, viéndolo del revés. El sombrero cayó de mi cabeza, lo recogí con una sonrisa mientras con la otra mano acariciaba el calzoncillo. Encontré que le habían hecho una "trampa". Ambos lados de la cinturilla se sujetaban con un solo hilo por lo que un tirón fuerte lo haría inservible. Me giré cara al público, con el sombrero sobre mis partes y tiré. El calzoncillo cayó al suelo y lo separé de mi con el pie mientras esperaba la reacción a lo que el público esperaba que fuese el final. Pues solo me quedaba la corbata puesta y el sombrero sobre mis partes. Tras unos segundos, en los que la organización se acojonó, sonreí pícaro a los presentes y de un rápido movimiento me coloqué el sombrero de nuevo en la cabeza dejando a la vista un miembro semi-erecto, con el lacito rojo en la base y mi cuerpo como sorpresa final. Esperaba que aquello gustase, no me gustaría ser quien fastidiase una subasta como aquella.

Tras aquello cayó el telón y el director vino hacia mí, preguntando como me había sentido. Le contesté que fenomenal y que esperaba que hubiese salido bien. Dijo que que quería para el tiempo de descanso y contesté: "Una manzana, gracias."

Mientras tanto la sala se iba vaciando y en secreto, veladamente, cayeron cuatro llaves en cuatro bolsillos. Una en el de Castalia, otra en el de Mélyna, otra en el de Chrystelle y una más en el de Clarice. Cada una era de una forma pero todas podrían notar el peso de la llave en su bolsillo. Les había tocado porque los números escritos y los de dentro del sobre habían coincidido en esos cuatro casos. Un hombre las separaría más adelante del grupo de personas que salían del burdel para llevarlas hacia las escaleras que las conducirían a los pisos superiores. Les preguntó si estaban preparadas para disfrutar de su suerte, de su Aemon.

La subasta terminó y algunos de los presentes se marcharon, al fin presentaron al que habían anunciado como el numero especial e hicieron una cuantas bromas descaradas que le arrancaron unas cuantas carcajadas. Cuando el presentador terminó de hablar todos aplaudieron impacientes por ver el espectáculo que habían preparado. El tal Aemon no tardó en hacer presencia vestido con un traje peculiar, la vampira lo observó desde su asiento, era un hombre joven y bastante atractivo.

Aemon miró a los asistentes y la música comenzó a sonar desenfadada mientras él comenzaba a mover las cadera con una expresión seductora. Empezó a desnudarse desasiéndose primero de la chaqueta que cayó entre los asistentes haciendo que una mujer madura y un chico joven se debatieran unos momentos para conseguirla, algo que hizo reír a Clarice, parecía que Aemon tenia éxito entre los asistentes.  
Este siguió desnudándose mientras animaba al publico a desinhibirse, los presentes lo aclamaron encantados y Aemon siguió con su espectáculo librándose de la camisa de rodillas. Cuando llegó la hora de que los pantalones cayeran se dio la vuelta y se quedó en calzoncillos, pero también se deslizó de ellos, el publico estaba eufórico y aunque Clarice no era de las que gritaban si que lanzó unos cuantos silbidos desde su asiento.
Ya solo un sombrero cubría su entrepierna y con una sonrisa picara volvió a ponérselo en la cabeza dejando al descubierto su miembro adornado con un lazo rojo, la vampira rio levemente ante el detalle del lazo y aplaudió complacida por el espectáculo.

Todos acompañaron sus aplausos y ovacionaron, incluso algunos se pusieron en pie. Cuando Aemon se hubo retirado la sala comenzó a vaciarse y Clarice notó como alguien entre la multitud introducía algo en el bolsillo de su capa.