El sonido del silencio [Evelyn]

por **Andrei Neverov** Sáb Ene 29, 2011 6:46 pm

La gran biblioteca de París se alzaba magnífica frente a los ojos de Andrei. Imponente, elegante. Despertaba en él sentimientos de grandeza y absoluta solemnidad, casi como si estuviese a punto de poner los pies en una catedral, hogar de todo lo sagrado. Él mismo consideraba los libros algo que bien podría ser sagrado. Tanto conocimiento y tanta belleza encerrados en unas simples páginas, trozos de papel manchados de tinta y del esfuerzo de aquellas personas que lo habían hecho posible. Andrei se sentía maravillado.

Con esa sensación, el cambiaformas subió el corto tramo de escaleras que separaban el edificio del resto de la calle y se abrió paso hasta el interior de la biblioteca. Allí le recibió un completo silencio, apenas interrumpido por los susurros apagados de las personas que buscaban entre las estanterías o que comentaban con alguien más el tomo que tenían entre manos. Durante un segundo Andrei se sintió observado, casi un intruso en aquel ambiente quieto y solemne. Tenía la sensación de que sus normalmente silenciosos pasos formaban ahora un escándalo, que su respiración algo agitada podía percibirse más allá de las mesas donde la gente leía con tranquilidad.

Andrei no habría podido asegurar el momento en que sus pies se detuvieron en medio de aquel espacio libre entre la entrada al edificio y el resto de elementos que diferenciaban la biblioteca de cualquier otro lugar; buscando detener el sonido que provocaban. Se quedó quieto en aquel lugar, barriendo con la mirada las personas que le rodeaban. Algunos habían levantado la vista apenas un instante, quizás para cerciorarse de que realmente seguía allí, pero la mirada que más le impactó fue la de la mujer que, a su izquierda, hacía de centinela en un mostrador de madera, dispuesto para ayudar a los lectores perdidos. Nariz aguileña, profundas arrugas enmarcando sus ojos y boca, labios pálidos y formando una brusca curva hacia abajo; mirándole con la gravedad de quien ve a un fisgón usmeando en sus asuntos.

El cambiaformas abrió los ojos ante aquella mirada y se puso de nuevo en marcha para huir de ella, caminando con premura más allá de las grandes mesas de madera. Se refugió entre las filas de estanterías que cubrían la parte interna de la biblioteca y se apoyó en una de ellas, soltando un largo suspiro para tranquilizarse. No, no iba a dejarse vencer. Había ido allí con un objetivo claro, y nada podría hacerle cejar en su empeño por lograrlo.

por **Evelyn von Clevier** Sáb Ene 29, 2011 7:44 pm

Me encontraba surcándo los océanos de la imaginación mientras me dirigía con paso firme hacia lo que consideraba mi gran templo de sabiduría, La Biblioteca de París. No había cosa que deseara más que envolverme entre las palabras que pudiera regalarme un libro de verdad, un vehículo que me condujera hacia las puertas del Edén. Algo que nada ni nadie igualaría jamás.
Lo que verdaderamente despertaba mi fascinación, era que nunca sabía dónde acabaría. Se trataba de una sorpresa tan magnífica e insólita como el nacimiento de una nueva vida o el mismísimo atardecer que en ocasiones lograba teñir las calles de parís con el color de la belleza y el aroma de la paz.
No obstante, aquel dulce instante de divagación fue tan efímero como el paso de una estrella fugaz.

Cierto era que deseaba coger un buen libro de aventuras y sumergirme en él como si no existiera mañana, pero lo que realmente necesitaba era otro libro. Uno menos fantasioso, más útil y quizá más deseado. Uno que me ayudaría a cumplir con mi pequeño cometido.
Entonces, llegué a las puertas del "templo". Me recogí las faldas del largo y hermoso vestido azul que cubría mi níveo cuerpo y subí las escaleras que me conducirían hasta el interior de aquel mágico lugar.
En cuanto entré, sentí como numerosas miradas se clavaban sobre mí como si de tártaros al acecho se trataran, como si fuera su presa perfecta. No me molesto.

Tras dedicarles una media sonrisa cortés y un leve inclinamiento de cabeza a modo de saludo, me encaminé hacia los estantes de mi adorado templo, el olor a libros antiguos me embriagó con dulzura y no hizo más que acrecentar mis deseos de perderme entre ellos.
Deslizaba mi dedo índice sobre el lomo de aquellos libros en busca de algo que me llamara la atención, hasta que de pronto, mi espalda chocó contra el cuerpo de un hombre que no conocía. <<¡Bravo Evelyn, algún día tu torpeza te matará!>> pensé.

-Saludos, señor. Le ruego de todo corazón que disculpe la torpeza de esta despistada señorita. Mentiría si negara que la fascinación que me produce éste lugar impide que permanezca en el mundo real.- Dije con elegancia y suavidad, así era mi tono de voz y así eran mis modales. Al pensar en ello, no pude evitar recordar a mi abuela, ella siempre decía que una mujer de clase alta tenía que mantener las formas en todo momento. Yo en realidad creía que las formas y el respeto era algo que a todos nos pertenecía independientemente de nuestra clase social.

por **Andrei Neverov** Lun Ene 31, 2011 2:12 pm

Tras unos instantes de quietud, el cambiaformas se separó de la estantería en la que se había refugiado a falta de un mejor escondite y torció levemente el gesto. Sus ojos castaños se alzaron hacia los altos techos de la biblioteca, y los observó con detenimiento, fascinado. El cielo del edificio se alzaba sobrio y majestuoso sobre su cabeza, formando dos pronunciados arcos sólo sujetos por unas pocas columnas en las que Andrei jamás habría depositado su confianza con tanto sosiego como lo hiciera el arquitecto tiempo atrás.

Lentamente el joven fue retrocediendo para que su mirada llegara a colarse por diferentes rincones y recovecos, para acceder por completo a aquella inmensidad de colores claros pero apagados. Poco a poco, sus labios se entreabrieron para dar paso a una mueca de sorpresa y fascinación mientras sus ojos recorrían ávidos las decoraciones de las columnas. Andrei se percató de que aquel ambiente de catedral se había acentuado una vez en el interior. No era un ambiente tétrico como el que presentaban algunas iglesias, pero compartía con ellas el aura de quietud y respeto. Todos los presentes comprendían la importancia de los libros y la literatura como un fiel comprendería la solemnidad del acto litúrgico.

Quizás fuese aquel mismo ambiente el que le empujaba a buscar refugio entre sus paredes de vez en cuando. La seguridad de que nadie iría allí a interrumpir sus pensamientos y su momento de paz le aportaba seguridad, incluso encontrándose en una biblioteca que nunca había visitado antes, como aquella. Pues a pesar de haber sentido una breve punzada de exclusión cuando se adentró en el lugar, Andrei había aprendido a sentirse cómodo entre libros.

No obstante, el instante quedó bruscamente interrumpido cuando su cuerpo encontró un inesperado obstáculo en el camino. Andrei se giró con rapidez y extendió sus brazos para devolverle el equilibrio a aquello contra lo que había chocado. Entonces descubrió que se trataba de un cuerpo humano, de una mujer. Sus mejillas se tornaron rosadas y sus nervios afloraron. Se apartó un par de pasos para no invadir el espacio personal de la dama y le dedicó una respetuosa reverencia.

-Lo lamento, Señorita.-Se disculpó rápidamente, azorado. El acento y los modales de la chica le confesaron que se trataba de alguien adinerado, de clase alta, por lo que se sintió obligado a acentuar sus propios modales para adecuarlos a los de ella.-Debo confesar que me encontraba maravillado por la estructura de la biblioteca y no logré percibir su presencia a tiempo. Mis más sinceras disculpas.-Explicó, en tono cordial. Sin embargo, tras oír las palabras de la joven Andrei no pudo evitar sonreir.-La comprendo, este ambiente también me resulta fascinante.-Coincidió, echándole una rápida mirada a la parte supierior del edificio. Después le devolvió la mirada a la joven.-Mi nombre es Andrei Neverov, un placer conocerla.-Se presentó, inclinándose una vez más ante ella con cortesía.

por **Evelyn von Clevier** Lun Ene 31, 2011 6:47 pm

Los exquisitos modales del hombre que se hallaba ante mí hicieron que me provocara muy buena impresión, si había algo que valoraba en los desconocidos era la educación. Mientras el susodicho se disculpaba, posé mis ojos sobre su rostro y estudié sus facciones y gestos con recato, ya que por un lado me apasionaba observar a las personas que cruzaban sus vidas con las mías y jugar a escudriñar los rasgos de su personalidad. La mente siempre se me había antojado algo fascinante. La mente y la brujería, por supuestísimo. Una bruja tenía que conocer siempre a la persona que tenía delante, pues nunca sabía cuando podría ser necesitada o utilizar sus habilidades para la autodefensa.
Por otro lado, lo último que deseaba era incomodar a mi interlocutor, así que no renuncié a la cautela.

Aquella timidez que pude percibir en él arrancaron de mí una gran sonrisa impregnada de sinceridad, la situación se me antojó divertida y sumamente agradable.
-¿Se lamenta por saber disfrutar de semejante maravilla arquitectónica? ¡Cielos! Bien podrían lamentarse los demás por lo contrario.- Añadí risueña, amable y educada. -Si se considerara pecado fascinarse por lo ya mencionado, le aseguro que cumpliría con todos los requisitos para ganarme una entrada al averno.- Reí en voz baja cubriendome los labios con el dorso de la mano. Era una mala costumbre que adquirí de niña cuando se me cayeron los dientes, recuerdo que me daba muchísima vergüenza exhibir mis dientes por ahí como si tal cosa.

-Todo un placer conocerle, sin duda. Mi nombre es Evelyn von Clevier, señor Neverov. Usted puede llamarme simplemente Evelyn.- Incliné levemente la cabeza en un gesto cortés a la par que elegante no sin culminar con otra breve sonrisa.

De ningún modo me había esperado toparme con alguien tan amable, por alguna extraña razón su presencia me agradaba. No por ningún tipo de segunda intención, simplemente era agradable. Realmente existían personas que desprendían ese tipo de aura.

-¿Qué tipo de lectura esperaba encontrar hoy, Neverov? Si no le estoy importunando, desde luego.- Pregunté curiosa.

por **Andrei Neverov** Dom Feb 06, 2011 7:17 am

Andrei observó entonces a la mujer. Lo primero que le llamó la atención fue, claramente, su brillante pelo rojo. Mechones de fuego intenso que caían a ambos lados de su rostro fino y palido, aristocrático. Casi parecían ríos de lava extendiéndose en pronunciadas ondas por la cima de una montaña nevada en una clara rebelión contra las leyes de la naturaleza. Andrei los siguió maravillado con la mirada, crispando sus dedos contra la tela del pantalón para evitar que siguieran el camino de sus ojos.

Tenía el porte de una dama, al joven no le cabía la menor duda. Barbilla en alto, mirada segura, espalda derecha. Nada en su físico podría conducirle a pensar que era una mujer de las clases bajas, pues una sola mirada bastaba para convencerse de la elegancia de cada uno de sus gestos. Sus palabras, finas y de cariz poético, le llevaron a la conclusión de que había recibido educación probablemente desde la más tierna infancia, costumbre popular únicamente entre las más altas esferas.

El chico se llevó una de sus manos a la espalda y sonrió antes de hablar.

- Jamás podría arrepentirme del sentimiento de grandeza que me invade cada vez que observo los interiores de este edificio. Sólo lamento haberla importunado con un encuentro tan brusco y descortés, algo muy desacertado cuando se trata con una mujer tan elegante como usted.-Explicó, hablando con tranquilidad y un tono de voz moderado, amable. Un leve gesto de cabeza acompañó a sus palabras.

La risa de la dama sonó musical y agradable, aunque el cambiaformas no pudo observar el gesto al completo; había cubierto sus labios con una mano blanca y femenina, de dedos finos y libres de cualquier imperfección que atrayeron su atención. El joven acompañó aquella suave carcajada con una sonrisa divertida, bajando la mirada ligeramente.

- En ese caso, señorita Evelyn, le ruego que usted me llame también por mi nombre.-Comentó, dejando que la sonrisa que se había formado en sus labios se ampliara levemente.- No podría importunarme usted, señorita Evelyn. Buscaba un libro sobre la historia de Francia, especialmente sobre la historia parisina más actual.- Respondió, claro y conciso. Después le ofreció el brazo e indicó el pasillo en el que se encontraban.- ¿Gustaría usted dejar que la acompañase mientras busca la lectura que desea, mademoiselle?- Propuso él, en aquel tono amable y cortés que había mantenido durante toda la conversación.

El libro que buscaba tendría que esperar, pensó el muchacho. No podía evitar sentir cierta preocupación por aquel ligero retraso en sus planes que no sabía exactamente cómo afectaría al resto de la misión. Desde el primer día se había impuesto un ritmo frenético, enérgico, todo con el único objetivo de regresar pronto a su país y recibir la tan esperada compensación por su trabajo. El cambiaformas observó a la mujer frente a él y se encogió levemente de hombros, suponiendo que una charla amena y agradable no le retrasaría demasiado, y quién sabía...quizás podría descubrir cosas interesantes sobre la ciudad.

por **Evelyn von Clevier** Vie Feb 18, 2011 8:15 am

Noté las observaciones que me dedicaba mi amable acompañante, no obstante, aquello se hallaba muy lejos de acercarse un solo ápice a la incomodidad, pues su delicadeza y ternura hacían de aquel escudriñamiento toda una obra de arte poética en forma de cándidas miradas. Ante aquello me fue imposible evitar esbozar una sonrisa tierna, íntima y sincera. Siempre me habían gustado ese tipo de cosas. Incluso pude percibir que un una ligera pincelada rosácea amenazaba con teñir mis níveas mejillas, pero no llegué a ruborizarme.

-¿Usted importunarme a mí? ¡Más quisiera mi vergüenza!- Comente risueña. -De ser inexistente mi tamaña torpeza, usted aun seguiría vagando entre los confines de su imaginación.- Le miré con simpatía. - No obstante, cabe señalar que agradezco éste súbito encuentro, pues usted se me antoja una persona sumamente amable e interesante, todo aquel que cruce el umbral para adentrarse en la magnificencia de éste edificio merece la virtud de los cielos.- Añadí con sinceridad, sentía verdadera devoción por la biblioteca.

Llené mis labios de dulzura y correspondí su sonrisa.

-Será un honor dirigirme a usted utilizando su agraciado nombre de pila, Andrei.- Dije inclinando la cabeza con delicada cortsía, haciendo gala de mis exquisitos modales y justiciando la educación que desprendía el señor Neverov.
-¿Un libro de historia francesa? Hum...- Me llevé el dedo índice sobre la barbilla y desvié mis cristalinos ojos hacia la derecha, pensativa. -En casa tengo muchísimos libros referentes a la historia de París, si no lo encuentra aquí podría dejarle el que quisiera. - Me ofrecí con amabilidad, pues consideraba que a un lector nunca se le podía negar la gracia de sumergirse entre las páginas del libro que necesitara y más si yo misma lo poseía.

Realicé una sutil reverencia y tomé su brazo con la misma delicadeza de una pluma surcando los cielos y dejándose caer sobre la hierba. -Será un placer gozar de su compañía, yo estoy buscando un libro de herbología avanzada para continuar con mis estudios.- Sonreí. -Y si veo alguna novela de entretenimiento interesante dudo que pueda resistir la tentación de llevarmela.- Confesé risueña y alegre, pues aquello era tan cierto como la luna y el sol.

Pese a mi tamaña alegría, me inquietaba no poder encontrar ese libro, pues lo necesitaba para llevar a cabo un asunto de gran relevancia... un asunto que consideraba de vida o muerte.

por **Andrei Neverov** Lun Mar 21, 2011 3:57 pm

Una leve nota de sorpresa se instaló en los ojos de Andrei cuando la propuesta de un préstamo de libros por parte de la dama que tenía frente a él se hizo presente en la conversación. No pudo evitar preguntarse por qué querría tomarse una molestia como aquella. ¿Cómo podía estar segura de que no desaparecería con el tomo? ¿O que no era un infeliz capaz de romperlo por simple diversión? ¿Acaso su aspecto y sus palabras eran suficientes para convencerla de su integridad? Andrei no lo comprendía. Vivía en un mundo donde la mentira era la única realidad, y quizás por eso se le hacía tan complicado concebir mentalidades como la de aquella mujer; sinceras y entregadas.

Una sonrisa se formó rápidamente en sus labios, acompañada por una suave inclinación de la cabeza.-Mi más sincero agradecimiento, mademoiselle. Sería un verdadero honor poder hacer uso de sus libros, a cambio le prometo cuidarlos con el mayor esmero.-Pronunció, en aquel tono caballeroso y amable que le caracterizaba. Acto seguido, la mujer enlazó su brazo con el que él le ofrecía y ambos iniciaron el camino por el amplio pasillo que separaba las estanterías.

Al cambiaformas le resultaba bastante curiosa aquella situación. Solía hablar con damas de alta sociedad, acompañarlas a donde fuera preciso e incluso a ayudarlas con sus quehaceres, pero no era tan común que las llevase del brazo. Aquello solía reservarse para hombres más maduros y conocedores del mundo femenino. Pese a todo, Andrei no pudo reconocer el nerviosismo ni la inquietud en su pecho. Por el contrario se sentía realizado. Sonrió para sí mismo, bajando la mirada mientras apretaba suavemente aquel enlace que les unía.

-Comprendo; ¿Y sería posible preguntar de qué tratan sus estudios, mademoiselle Evelyn? Me siento intrigado, pues lamentablemente no conozco demasiado sobre las propiedades de las plantas y hierbas, pero ahora no puedo evitar sentirme intrigado.-Comentó, mirándola con las cejas enarcadas. Era extraño que una mujer estuviese realizando investigaciones por su cuenta, aunque cabía la posibilidad de que se encontrase junto a su padre o hermano. En cualquier caso, el asunto despertó su curiosidad.

Justo después una leve sonrisa divertida le hizo saber a Evelyn que estaba de acuerdo con su última frase.-Créame si digo que la entiendo. Yo también me dejo seducir fácilmente por una buena novela.-Explicó con un leve suspiro de fingida tristeza.-¿Cual es su género favorito, mademoiselle Evelyn? Quizás también compartamos esos gustos, quién sabe.-Añadió, divertido, quizás para alejarse un poco de temas que pudieran ponerle en un aprieto. Prefería decantarse por algo más informal.

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