El inicio del fin [Emhyr]

El corazón le latía presuroso, rasgando fieramente su pecho con la firme convicción de desbordarse al exterior, el aire le oprimía los pulmones y las ígneas mejillas buscaban refugio en la obscuridad de la noche –señora ¡no necesito nada!- bramo saliendo de aquel obscuro callejón a traspiés y sustos, le observaba por encima de su hombro como quien observa al mismo demonio pues en aquella fulgente mirada y opacos orbes se escondía el pecado mas sumiso, aquel que aparentando ser gozo no era sino un exceso condenante y mientras tanto sus piernas buscaban salida de aquel lugar y su cuerpo se estrello contra uno ajeno que le obligo a sentir el suelo…

¿Y antes de eso que había ocurrido?

El astro rey iluminaba su rostro con estruendo, sus parpados se entrecerraban y su ceño se fruncía al sentir aquella inmensa llamarada de fuego en una cercanía sorprendente “no debes ver directo al sol, te dañara la vista” bajo la mirada avanzando con una mano encima de sus cejas en una posición en que refractaba sombra en la parte superior de su rostro, un día extraño debía apreciar, el sol lamia su cuerpo y el gélido aire lo cortaba a la par. Había desayunado en casa, si apenas una pieza de pan y una diminuta manzana y con aquel intento de ayuno había salido sin mas para conocer las calles de su nuevo encierro y durante el día había conocido toda clase de personas, algunos mendigos con latones en las manos que al acercarse a el le había impregnado un desagradable olor de putrefacción y una decena de veces había hecho sonar el metal con algunos francos que había regalado –que Dios le acompañe señor- había repetido una decena de veces –que tenga un buen día- había dicho una decena más y a cambio había recibido extrañas y nuevas promesas de vida y elogios a un alma que no lo merecía, porque hacia lo que podía y lo que podía era demasiado poco.

Había transcurrido el día de aquella manera caminando entre las calles y callejuelas parisianas, conociendo a sus habitantes y recordando con un oprimente dolor en el pecho las enseñanzas del abad. El sol se había ocultado ya y la luminosidad dejaba las calles como las monedas abandonaban sus bolsillos y la obscuridad y los ruidos nocturnos se apoderaban del ambiente tañéndolo en la sinfonía nocturna.

Para aquel entonces sus piernas le habían llevado a donde por la mañana había conocido a una mujer ciega, y su belleza le había sorprendido y le había prometido volver para escuchar las historias que había jurado contarle por su buena obra de caridad. Sus manos rozaban las rugosas paredes de piedra que como dédalo se cernían a su alrededor confundiendo a sus ojos y su ser. Le pareció escuchar la voz de la mujer en un callejón continuo –hola…- susurro adentrándose en la fauces de un animal hambriento que por tinieblas llevaba nombre -¿hay alguien?- cuestiono en voz baja escuchando el maullido de los gatos y ladridos de lebreles allá en la lejanía porque y pese a escuchar una sinfonía de pasos nadie parecía rondar aquel lugar.

Y sin aliento y sin aviso su espalda se estrecho contra la pared y un cuerpo ajeno se estrecho contra el –oh pequeño has vuelto tengo mil historias para contarte, tengo mil placeres que regalarte- canturreo a su oído con lacrimosa voz –solo necesitas traer mas de esos francos de en la mañana y el paraíso será tuyo- sus labios se cerraron sobre su cuello lamiendo y succionando aquella piel de virgen. Y asi como la mujer le había encarcelado Cyrille le aparto con un brusco movimiento de manos para andar presuroso en aquel laberinto de calles. El corazón le latía presuroso, rasgando fieramente su pecho con la firme convicción de desbordarse al exterior, el aire le oprimía los pulmones y las ígneas mejillas buscaban refugio en la obscuridad de la noche –señora ¡no necesito nada!- bramo saliendo de aquel obscuro callejón a traspiés y sustos, le observaba por encima de su hombro como quien observa al mismo demonio pues en aquella fulgente mirada y opacos orbes se escondía el pecado mas sumiso, aquel que aparentando ser gozo no era sino un exceso condenante y mientras tanto sus piernas buscaban salida de aquel lugar y su cuerpo se estrello contra uno ajeno que le obligo a sentir el suelo -¡lo lamento!- exclamo azorado volviendo la mirada para buscar a aquella mujer que de día a noche había parecido recobrar la mirada.

“el demonio toma mil formas y el pecado es su más fiel seguidor”

Un paso tras otro, ¿cuánto tiempo llevaba caminando de aquel modo? Como un vagabundo, ensimismado en sus pensamientos. Otra vez las manos metidas en los bolsillos, otra vez el caminar doloroso, a causa de la herida que aun cicatrizaba extraordinariamente rápida, pero dolorosa en su costado

La nocturna se había hecho con él, el momento de la soledad, de lo oculto, así era la noche. Otro día mas, y en el mausoleo no había podido hallarla, pero no iba a buscarla, no debía, ella debía de encontrarlo, porque hasta que él no sintiese la primeros rayos de la luna llena en su piel, en aquella noche que le ponía en contradicción, ya que por una parte la temía pero por otra, la ansiaba, quería experimentar ya aquello, desatar a aquel intruso que se había colado en su alma, que alteraba su humor, no porque él no lo hubiese deseado, es más le daba la bienvenida.

Vagar, era lo único que se le ocurría hacer en noches como aquella, hacia pocas semanas antes de ser mordido, las dedicaba a buscar víctimas de sus pequeñas estafas con aquellos juegos de cartas de tarot, con sus trucos de magia e ilusionismo, y con aquella guitarra con la cual ahora no cargaba. Aquello le daba el sustento para el día a día, podía conseguir una pequeña fortuna si lo deseaba, subir escalones y llegar al escalón que había tenido por nacimiento en su Turquía ya lejana de allí, en otro mundo, y en un pasado que le parecía muy borroso, como si fuese una historia que ya no había vivido, pero... Si, él había vivido en el lujo, el había recibido una extraordinaria educación y cultura, en ámbitos más allá de los libros, que le metía en el mundo del "guerreo". Pero ahora, se conformaba con poco, prefería ir tirando de lo mínimo, no quería prosperar, le gustaba aquella vida, a pesar de que la gente en ella pasase de largo. Pero él siempre se había sido así, demasiado independiente, solitario, hasta que conoció a aquella chica demasiado joven para él, pero era suficiente para haberle echo cuestionarse su modo de vida tanto, que incluso en aquellos días de cambio, la soledad no era soportable para él en algunas noches, noches como aquella.

Emhyr repentino se había detenido, de nuevo se preguntaba como había llegado a aquellas estrechas y oscuras calles ¿tan lejos había viajado su mente? Al parecer si.
Un quejido sus labios pronunciado, el dolor de la herida había vuelto a su conciencia, al parecer el estar tan distraído le había hecho olvidar la molestia. Un suspiro, mientras preparaba su pipa para fumar, con aquella hierbas que aliviaba su dolor, mientras caminaba para apoyarse en una de las paredes. Por un instante sus ojos castaños se alzaron, le pareció escuchar voces en el fondo de la calle, no estaba solo y ello fue confirmado en cuanto vió como un chico cayó al suelo frente a él.

La cerilla que ilumino la calle, el humo exhalado, y la pipa que se movía en sus labios. Una mujer caminaba tras el chico, Emhyr estaba a su lado ofreciéndole su mano.

-Vaya caída, ¿estas bien? ¿La conoces?

Aquella mujer oculta en la oscuridad, al parecer paró sus pasos en cuanto oyó la voz del turco, una voz suave, relajante, y con aquel acento hermoso, que aun se notaba a pesar de su perfecto francés.

Sus pensamientos no tuvieron tiempo de analizar la situación cuando su mano se aferraba de aquel tacto ajeno y se alzaba del suelo ahora conocido con extraña rapidez y asombro –no- se apresuro a decir y en voz baja, como si el negarlo no fuese una verdad sino una abominación y el rostro oculto de la mujer le resulto delusorio y lúbrico encerrando un enigma y una sonata que no estaba seguro de ansiar descifrar Inspiro profundamente en la compañía y refugio de aquel extraño porque la mujer parecía no desear mostrar su figura a aquel heroico hombre de parsimoniosa y melódica voz aunque estaba seguro de no errar al decir que no toda su vida había yacido en aquel lugar quizás su verdadero hogar se encontraba en tierras lejanas y campos rocosos o aledaños al mar de Cortes.

-mi niño te conozco bien porque en tu piel e descubierto tu vida, el dia que ansíes conocer eso que por decisión te has negado encuéntrame otra vez aquí que te estare esperando- y sin una palabra mas ni una palabra menos sus piernas la alejaron de aquel lugar, contoneando sus caderas y meciendo sus cabellos como serpientes y cual felino se desvaneció quizás, los demonios y la obscuridad la habían devorado y mantenían ahora esclava en sus fauces, se desvaneció, como si fuese una misma con las tinieblas.

Viro su rostro para observar a su salvador por error y no pudo evitar esbozar una cálida sonrisa de satisfacción porque su cuerpo había temblado y su corazón se había desgarrado al sentir aquellos tersos y húmedos labios rodeando su cuello y por un segundo le había parecido haber sentido unos dientes, como esferillas metálicas morder y aquel incentivo le habia incitado a apartarse de su encierro para huir sin más de aquel lugar y llegar con el hombre al cual hacia ahora presencia ¿y como agradecerle aquello? Cuando el acto no habia sido intencional o premeditado.

Encontró la forma mas fácil de hacerlo –muchas gracias señor…no se como corresponderle- asevero y el aire voló sus palabras como lo habia hecho las primeras semanas de otoño con las hojas muertas, asi como hacia rodar y pasar el tiempo arrastraba ahora su voz como un deforme y lejano susurro que bien pudiendo pertenecer a un ángel y demonio pertenecían a un humano y novicio, un pecador de nacimiento y un buscador de la salvación.

En las sombras el humo de entre sus labios dibujaban extrañas formas, efímeras, mientras se deshacía en éste mismo.
De nuevo aquel olor aromático, característico de aquella hierbas que fumaba, un olor agradable para cualquiera, que daba a percibir que no era tabaco. Ciertamente a Emhyr no le gustaba el tabaco, todo aquello que fumaba no era por costumbre, sino por alguna necesidad, un motivo. Era un buen conocedor de las propiedades de muchas hierbas, y si fumaba alguna de ella, era para aprovechar sus ventajas, aunque sabía cuales eran las desventajas de aquella que fumaba ahora mismo, pero ello pasaría si consumía mucha cantidad, ahora mismo la usaba para aliviar el dolor del costado, de aquella mordedura, que incluso el sentirlo le dificultaba al andar.

Observador, espero a que aquel joven levantase, observando como el silencio quedaba roto por la voz de aquella que se ocultaba entre las tinieblas. Él permanecía pasivo, en todo momento, fumando con aquella tranquilidad parsimoniosa. Los murmullos que le había parecido escuchar, aquellas pocas palabras que había oído, de las que ahora era consciente de quienes eran dueños, le cuadraron en un pequeño puzzle montado en su cabeza, y con ello supo lo que había sucedido y estaba sucediendo.

La mujer se marcho, el muchacho, le dio las gracias y sonrió. Él exhalo el humo aromático sobre él, y mientras le miraba de arriba abajo. Buena posición debía de tener, no vestía como un pobretón, ciertamente, y por la respuesta a aquella mujer, no estaba en aquella zona movido por el vicio que buscaban por allí los de clase algo más alta. ¿Qué le habría movido el estar allí? ¿Se habría perdido?

-No me des las gracias. No te he salvado la vida, ni nada parecido, solo te he ofrecido mi ayuda. -Le dijo de un modo cortes, pero con aquella pasividad de alguien como él, uan persona desconfiada. -Pocos ofreces hoy en día un mínimo de ayuda, y más en una zona como esta. Tú no tienes pinta de rondar este lugar todas las noches, ni de conocerlo, ¿te había perdido? ¿qué hacía aquí?

Dejo las preguntas al aire, tampoco tenía la necesidad de que se las contestase, no iba a importunarle con un interrogatorio, y tampoco le importaba demasiado sus respuesta, cada persona tenía sus motivos para moverse como se movían, uno lo hacía de un modo u otro, trayendo beneficio o desastres a los demás, pero con motivo.

-Anda, sígueme. Te llevaré a la luz, ya eso de moverte en la oscuridad parece que no tienes dominado.

Emhyr comenzó a caminar, tomando la pipa en su mano, y dejando caer unas cenizas. En aquella noche ¿qué tenía que hacer? Nada, como mucho sacar unas monedas, y ni eso. ¿Por qué no interesarse por un sujeto que el resultaba curioso, ya que a simple vista parecía haber salido de algun lugar enclaustrado o aislado, que no le había permitido conocer el mundo real? O al menos la realidad nocturna de París, tan famosa incluso en otros países. ¿De dónde había salido aquel tipo?

Se sorprendió y aquello se hizo tangible en su aniñado rostro de delicadas y bien definidas facciones con sus diminutos ojos como mares y labios indignos de un hombre –de…de acuerdo- susurro aunque no estaba dispuesto a dejar de agradecer algo que le parecía correcto en la medida de ser aplaudido porque la gente tendía a apuntar los actos y acontecimientos malos ¿lo hacían de igual manera con aquellos que mas que perjudicar ayudaban? No, le parecía que no y se veía el en la necesidad de remarcar todo aquello que la gente solia ignorar–es la primera vez…es la segunda vez en el dia que vengo- se excuso con tranquilidad observando en derredor en busca de alguna salida cercana o de algun vestigio de luna que pudiese indicarle y susurrarle como camino de virutas luminosas la forma de salir de aquel lugar de pecados y engaños jamás pronunciados y cantados mejor en una sonata que mano de los labios de una extraña, una bruja de alma y no vocación –pero parece otro sitio…cuando vine mas temprano lucia tan diferente- le confesó porque el asombro debía ser pronunciado en voz alta, debía compartirse para dividirse y aminorarse.

-gracias- susurro mas para si mismo que para aquel buen hombre de sereno y calmo porte y hablar, siguió sus pasos con la cercanía que le permitía descifrar sus movimientos, comenzó a avanzar entre la obscuridad y penumbra que se cernía entorno a ambos como una furia embravecida y conocía solo una obscuridad parecía a la cual ahora tenia la desdicha de tener por compañera, la conocía y aquella vivía en la diminuta capilla que los monjes, hermanos y novicios como el solían usar cuando sus acongojadas almas les pedían un instante de paz y reflexión, el, habia pasado solo dos noches encerrado en aquel lugar pero recordaba haber escuchado que el hermano Jordan habia pasado un mes entero en reflexión, sin comer beber o descansar en lo absoluto.

Y aquello se le antojo como la más grande de las hazañas jamás contadas –tengo experiencia de andar de noche pero no en laberintos de piedra como este…- le indico a su guía con la mirada fija en sus zapatos y el ritmo que estos tomaban, no se habia percatado sino hasta entonces de el agradable aroma que el hombre despedía y se inclino un palmo mas al frente para inspirar con facilidad y amplitud lo que parecía ser una dulce colonia.

Emhyr caminaba entre aquellos muros fríos y pétreos, entre los angostos pasillos, con aquella naturalidad y seguridad, muchas veces aparentes en él, pero en ese caso era todo lo contrario, y aque conocía bien aquel lugar y a las personas que habitaban en él, aunque éstas personas no supiesen de su existencia, Emhyr era bueno memorizando caras y de algunos de ellos había deducido que tipo de vida solían tener, y más en aquel momento, la noche...

-Todas las ciudades son así, incluso los lugares más despejados. De la noche al día hay un gran paso, todo parece transdormarse. -Pauso haciendole un ademán de que esperase un momento para desaparecer entre unos de los pasillos, luego volvió a aparecer en el silencio, y con su mano le indico que le siguiese, parecía que iba a asegurarse de algo en aquella parte del camino, y ya lo hacia echo. -Las personas incluso cambian del día a la noche, no te puedes esperar lo que puedes descubrir con ellos en cuanto el manto de la oscuridad tiñe en cielo. Incluso, para mí, que la nocturnidad me es el momento más cómodo, me parece que las calles se hace muchos mas largas justo en el anochecer.

La piedra de repente quedo atrás, y la hierba verde se descubrió, ahora les rodeaba la naturaleza de aque lugar mas alejado y escondido, de aquella zona verde donde en el día la gente iba a pasear, la luna que deseaba crecer hasta llegar a su plenitud les iluminó a ambos, Emhyr se silencio, contemplo el hermoso astro con fascinación, mientras un hilo de humo aromatizante en la pipa que fumaba creaba curiosas formas. De repente un escalofrío recorrió su piel, al recordar los pocos día que quedaban para la primera luna llena, la maldición o don para saldría a la luz en su forma mas salvaje.

Mirando a su lado, esperando a aquel chico extrano, silencioso, del cual ciertamente, y aunque tal vez fuese efímera agradecía el breve momento de compañía que le estaba ofreciendo, sin quererlo. Últimamente la amaba soledad del turco, estab siendo aborrecida por él, y bien sabía el motivo.

-Es hermosa, ¿verdad? -Si, Emhyr tenía aquel aura de misterio a su alredor, era impredecible ¿quién sabía lo que iba a decir o hacer? -Chico, ¿de dónde has salido, que ignoras lo que supone la noche en ciudades de aquí?

-ni que lo diga- susurro pensando en aquella mujer que por la mañana había sido una amable señora carente de visión la cual le había prometido y perjurado contar una y mil historias si a la puesta del sol regresaba con algo de dinero y su corazón encarnecido ante la pobre y desdichada suerte de la mujer había tenido que acceder y con el dinero entre sus ropas y el pañuelo que pensaba regalarle oculto en su bolsillo habia llegado a aquel dédalo de paredes de piedra y pisos rugosos para toparse con la amarga realidad que aquella mujer era una bruja, timadora y pecadora. Con que facilidad le habia arrinconado y con que tacto de reptil sus labios se habían cernido a su cuello, estremeció ante el simple recuerdo de la acción.

Se detuvo con tranquilidad aguardando el regreso de su guía cuando este se perdió entre los pasadizos y obscuridad que se entornaban a su alrededor, ampliándose cada vez mas para dejar paso a un suelo verde y una libertad que en el aire mismo podia olerse ¿la libertas se olia? Si y olia a naturaleza y suciedad ¿suciedad? No quizás falta de baños, porque la gente libre y que en los bosques vivía según sabia, se bañaban en ríos y lagunas, junto con peces y algas.

Alzo la mirada a donde la del extraño se perdía con anhelo y la plata liquida que del manantial manaba estallo en su rostro con delicadeza y lentitud –siempre lo es- susurro recordando porque a veces decidía pasar la noche a la intemperie alumbrado solo por aquellos ases lunares y en ella le parecía encontrar las respuestas del mundo y los mitos mas descabellados y reales que jamás había escuchado encontraba además en ella, el consuelo de los brazos maternos y la rectitud y camino de la figura paterna, aquella que había olvidado en antaño por seguir los pasos de la religión y la ayuda.

Su mirada se disolvió de vuelta con su interlocutor –e venido de una abadía…e venido de un encierro- y sus palabras resultaron alegres, quizás no feliz, o quizás si, de haber pasado toda una vida en aquel lugar quizas feliz de yacer ahora afuera ¿feliz? Su pecho vibraba en la sinfonía del nerviosismo, porque había conocido al pecado en aquel lugar y temía caer en el y condenar su alma a las profundidades del averno, temía yacer eternamente en las llamas del infierno.

-¿y de dónde ha salido usted? Que conoce tan bien los engaños de esta ciudad-

{me disculpo por la tardanza!}

Fue escuchar la palabra Abadía y en su mente se cruzo un recuerdo asociado a todo lo que significaba “abadía”, o más bien el tacto de un recuerdo, ya que le pareció en aquel momento el volver sentir las vendas cubrir las heridas pasadas de sus manos y aquel papel arrugarse entre sus puños que ahora se habían cerrado. Pero aquello era tan solo un recuerdo.

Emhyr volvió su rostro serio hacia su compañero, deduciendo por sus palabras y tono de voz que tal vez, fuese un monje o un sacerdote, aunque la verdad no vestía como ellos y lo veía demasiado joven para ya serlo. Los sacerdotes cristianos eran muy ancianos, al igual que los de otras religiones, tenían que serlo, ya que en la madurez y vejez residía el sabiduría “supuestamente”, aunque Emhyr pensaban todo lo contrario, más bien de la experiencia, pensaba.

-¿Eres acaso una especie de monje?

Pregunto como si nada borrando aquella seriedad, aquel momento meditativo para dibujar en sus labios una sonrisa agradable, cortes.

-Yo vengo... Del mundo. -Bromeo al principio, la verdad Emhyr no tenía un lugar del cual reconocer procedencia, ya que se lo había arrebatado, pero ante aquella pregunta podía contestarla. - De Constantinopla. -Dijo finalmente. -Pero mi ciudad no me enseño los engaños del mundo, como los llamas, me lo han enseñado muchos lugares, porque no solo las ciudades son las que traen engaños, sino las personas que habitan en ella, y éstos pueden estar en cualquier lugar y con cualquier máscara. Entonces ¿eres monje? -Insistió. -Y apuesto clausurado. -Suspiró. -Sé como es esa vida, la de cosas que te habrás perdido y desconoces, si he acertado en mi suposición.

Sonrió de medio lado negando con tranquilidad, monje, sacerdote y padre anhelaba ser, un hermano de la comunidad de Dios, de aquellas compañías se osaban con buena fe decirse siervos y herramientas del altísimo, contenedores por los cuales podia el hablar y decir todo aquello que tenia por confesar y enseñar, perdonar y dictar, cuando el hablaba era Dios que hablaba, o eso le gustaba pensar en ocasiones y en otras tantas resultaba absurdo.

-pero no puede odiarse el pecador sino el pecado…no culpo a las personas por sus engaños- asevero en voz baja negando con rigidez y rapidez, no podia y jamás culpar a sus iguales y hermanos por ser sencillamente humanos, personas que caian en las tentaciones y pecados, supersticiones y avaricia, que se atiborraban de aquellos bienes materiales que al pasar a la otra vida no lograrían abrir las puertas de los cielos ni lograrían sobornar con ello la mano de San Pedro.

-soy novicio y no creo que pueda comprender, porque los motivos para estar en ese lugar son tantos y tan variados, y cada persona lo vive de forma diferente yo por ejemplo…no me siento entristecido al descubrir todas esas cosas que como usted dice, me e perdido y desconozco- porque a su parecer, o eso le gustaba creer a base de la repetición, que en el interior de la abadía había conocido y descubierto mas y mejores cosas que las que el mundo exterior y las personas corruptas e impías podrían enseñarle no solo con palabras sino con actos de omisión y descarrilamiento.
-no creo que puedan ser tantas privaciones…¿o si?- le cuestiono entonces con curiosidad.

Emhyr le escucho con atención, había acertado de algún modo en su suposición. Un novicio, Emhyr rió internamente, él mismo recordo cuando era un novicio, pero no del mismo modo que él, pero al mismo tiempo con similitudes, ya que en su formación también había estado en el aislamiento, en la meditación pero... Había habido algo más... la parte física... Y luego, cuando todo se acabo. De algún modo echaba de menos esa vida, pero no podría rechazar aquella libertad y todo aquello que había descubierto en sus viajes.

-Considero que se pueden descubrir demasiadas cosas dentro de la vida de un novicio como tú, lo sé por propia experiencia, pero... No las suficientes. -Emhyr le sonrió. -Son demasiadas privaciones, y puntos de vista sin conocer... Y que pienso que cualquier ser humano debería conocer.

Con aquello respondió su pregunta, de repente con un ademán le invito a caminar junto a él.

-No todo lo que pintan como pecado lo es... Créeme.

Con aquellas palabras de algun modo intento picar algo dentro de su joven compañero, picarle de un modo que surgieran las dudas y, esperando a que éste defendiese de algun modo sus pensamientos.

Se apresuro a ubicarse a su lado cuando la invitación hizo amago de presencia en su mano, un único gesto que le habia bastado para armarse de valor movido quizás por la curiosidad a lo desconocido -¿fuiste también tu un novicio?- le cuestiono exaltado, sintió como su corazón vibro de alegría al saber que en aquella ciudad de pecados y exceso podría haber otro como el, alguien más a quien esas cosas no le movieran, alguien que podría ayudarlo guiarle por el camino correcto.

-¿por qué entonces lo pintan como tal?- el abad solo buscaba protegerlo, de eso estaba seguro aquel hombre de sienes nevadas y lento andar mantenía en su mirada la vitalidad y experiencia de cien años, no literalmente pues de poseer esa edad no seria sino un saco de carne y huesos echado sobre una cama aunque según la biblia Matusalén había vivido más de lo humanamente posible. Meneo la cabeza alejando aquella imagen de su mente, el abad no merecía tal falta de respeto ¿dudar de su palabra? A el que le había abierto las puertas de la abadía con los brazos abiertos, su mas grande mentor se habia vuelto también un gran amigo.

-yo no puedo creer eso…¿es acaso que dices que las apuestas y el alcohol no degeneran a las personas?, nublan su raciocinio y los vuelven bestias…no puedo creer que lo dices sea verdad- le observo con seriedad aunque su mirada escaseaba en la severidad, aquellos pardos ojos no irradiaban sino inocencia y bondad, ceso entonces su andar observándole -¿qué te hizo pensar asi?...¿es acaso que caíste en el pecado?-

Y aquello le resulto lógico, quizás habia conocido los placeres del pecado y engañaba a sus sentidos diciendo que aquello no era pecado ¡pobre hombre! Abrió los parpados de par en par aunque no debía juzgar no pudo evitar enternecerse ante un simple pensamiento que pudiendo ser mentira se le antojaba que no lo fuera.

{lamento, enormemente, la demora}

[T.T Al final yo también tarde demasiado, perdona!!! Es que he tenido tanto trabajo y se me acumulaban xD]

De nuevo le invito a caminar a su lado para seguir alejándose de aquellas calles húmedas y oscuras, aunque la oscuridad no se quedaba tan atrás como pensaban ya que ésta le seguía entre la vegetación que invadía el paisaje en las afueras, un paisaje campestre.

-A mi modo fui un novicio, pero no del modo que crees. -Emhyr le sonrió con suavidad y amabilidad, al ver como se llenaba de alegría al oír sus palabras. A pesar de la simpatía de su gesto éste era más como de advertencia, como si le advirtiese de que no se precipitase en sus pensamientos, que podría decepcionarse. -Fui una clase de “soldado” en mi país, pero no un soldado cualquiera que solo se le enseña y se dedica al combate o al guerreo, sino un tipo de élite. Cuerpo y espíritu, y el espíritu cobraba gran importancia para encontrar la paz interna. -Pausó por un instante, su tono de voz con aquel acento agradable y ronroneante, parecía estar inspirada por la añoranza a tiempos pasados. -Vivíamos en el rezo, en la educación de todas las artes tanto de las letras y las ciencias como en el mismo combate, vivíamos el celibato, el hambre... hasta ser reconocidos como verdaderos “jenízaros”, como así se nos llamaban. No compartíamos una religión, todos poseíamos las nuestras propias, pero eramos conscientes de sus similitudes y sus diferencias.

Emhyr recordó la escuela de los jenízaros, “Acemi Oğlanı “, formada sobre todo por muchachos robados de sus hogares, huérfanos, prisioneros de guerra, esclavos que se les criaban en la doctrina del enemigo... Y teniendo en cuenta las diversas culturas y creencias que había entre aquellos chicos, la mayoría cristianos, nadie les obligaba a renunciar a ellas a pesar de que el musulmán era la religión de sus amos. Las diferencias eran claras, el rencor y la venganza era el sentimiento que se esperaba morar dentro de los corazones de aquellos, pero todo ellos se convertían en iguales, fieles los unos de los otros, fieles al los enemigos que le habían formados como soldados, una élite destinada a ser la guardia del mismísimo Califa.

Emhyr paseo a su lado y se adelanto un paso con los brazos cruzados, obligándolo a parar de nuevo. Con su cabeza negó levemente sin borrar aquella sonrisa sincera que extrañamente inspiraba confianza.

-Todo en exceso es malo. -Le respondió con aquella frase tan simple, con aquella sonrisa misteriosa, amable. -El hombre se supone que puede elegir como actuar, él solo es consecuente de su forma de elegir le lleve a un camino lleno de desgracia o todo lo contrario. Las acciones son las que degeneran las persona, ellos mismos son consecuencias de su propias caídas, no se le puede culpar a cierto hábitos aunque ciertamente, hay algunos que son el directo camino al abismo. No pienso que la vida sea para estar temiendo al pecado continuamente, por el hecho que en la otra vida lo vayas a pagar, ya en ésta vida misma los errores se ven devueltos con acontecimientos funestos. La vida es para vivirla, como dicen, es para arriesgar y dejarse caer una y otra vez para de nuevo levantarse y recapacitar... -No podía evitar sonreír ya que sus palabras eran guiadas por la voz de la experiencia. Y la verdad no era que no pudiese admitir que había probado lo que él llamaba “pecado”. -... Si tuviese que admitir que he caído en el pecado alguna que otra vez, no te lo niego. Pero ha sido caer para recapacitar, arrepentirme... -”O no” Pensó. -... y repararlo hecho. He llevado una vida evitando aquello que nombras como horripilante y solamente he recibido clausura, cárcel, pérdida y dolor... Y después de todo ello, no me he negado la libertad de probar la experiencia, y ésta misma es la que me ha hecho cambiar mi pensamiento.

Emhyr carraspeó.

-Lo que te quiero decir, que eres muy joven para temer al mundo de ese modo, para temer al pecado. ¡Oh vamos eres humano! No serás de esos que ven en las mujeres al mismo diablo por el hecho de que le tientan indirectamente...

Aquello último era más bien una broma, Emhyr, que tenía cierta fama con las mujeres, no por el exceso sino porque no se negaba de su compañía alguna que otra noche. Noches que en las que al día siguiente desaparecía misteriosamente sin dejar rastro, y todo ello no era por el temer de aferrarse a las personas en sí a causa de su vida como fugitivo que huída del destino qe le tenía preparado sus propios perseguidores.

{ sin cuidado}

Le siguió acompasado, escuchando aquella mística y cálida historia de la vida de un extraño que le parecía extrañamente familiar como si la hubiese escuchado antes en los libros de historia y de arte, más ahora desconocía el final -¿has matado entonces gente?- y aquella fue la única cuestión que pareció atormentar su alma ¿Qué podia ser mas catastrófico y funesto que arrebatarle la libertad de vivir a otro? Las guerras le parecían encantamientos del diablo en los ojos humanos, las guerras desencadenaban a la muerte, la destrucción y la violencia lo cual a su vez hacia decaer a la sociedad y a las personas que en ellas habitaban. Sabia de historia y por ello sabia que en ocasiones la guerra salvaba pueblos, las rebeliones exigían lo que por derecho divino y humano les pertenecía y sin embargo se reusaba a creer que era el único medio factible de salir del yugo del enemigo.

Tan ensimismado iba en sus propios pensamientos que se detuvo solo por golpear con su cuerpo el ajeno y revotar varios centímetros hacia atrás, alzo la mirada con aquellos diminutos ojos felinos para observarlo, aquella sonrisa ladina y sincera –nunca mejor dicho- susurro acallando cualquier otra palabra, frase u oración, debía escuchar y escuchar atentamente se lograba solo cuando todos los sentidos se ensimismaban en un solo punto, aquel hombre que como salvador habia llegado y alejado a aquella mujer que sinuosa le habia prometido por la mañana un canto y por la noche le habia arrastrado a la parte más obscura del corazón del hombre.

-tampoco es para vivir sumido en el pecado- su rostro impasible y sereno, siempre ingenuo y radiante se mantenía estático frente al hombre del cual conocía nada y todo. Sus mejillas tomar el color del arrebol cuando aquellas palabras penetraron sus oídos y su corazón pareció acelerarse en la sinfonía de alguna danza no estipulada, con un fuerte tamboriteo sentía que en cualquier instante su pecho se abriría –no precisamente- susurro desviando la mirada –si soy humano…pero planeo entregarle mi vida al Señor asi que te agradecería mucho…que no sigas sembrando dud…- cubrió sus labios con un fuerte movimiento de su muñeca, algo que pareció mas una bofetada –dubitativamente lo que crees que es lo mejor, porque lo que es mejor para ti podría no serlo para mi- intento corregir aunque la oración parecía no tener demasiada lógica aunque quizás habia sido aquel gesto apresurado el que delatase la verdadera intensión de sus palabras ¿dudaba acaso ahora de su vocación? Ni un segundo ¿deseaba hacer en el pecado? Ni pensarlo ¿Deseaba vivir? Todos los días ¿y que clase de vida si desconocía todo te este mundo? Meneo la cabeza encogiéndose de hombros -¿A dónde vamos?- de pronto comprendió que aunque su verdad parecía dañarle ansiaba seguirla escuchando.

Aquella pregunta le tomó por sorpresa, hizó incluso que en su caminar se detuviese brusco y su mirada se apartase de aquel joven desconocido. Ojos gachos a un suelo sin sentido, gesto meditativo y las manos metidas en los bolsillos.

-La primera vez a los nueve años...

Al decir "primera vez" quería decir que no era la primera vez que había matado. Emhyr lo recordó, la verdad no era un buen recuerdo. Habían sido mandados a una de las primera misiones, donde todo lo aprendido en aquellos dos años debían aplicarse a la experiencia real. Ellos iba a ser la élite dentro del mundo militar en Turquía, ellos debían aprender a matar, debían de dejar la consciencia atrás, la culpa, la batalla sería su vida a pesar que tal vez fuese escasa en ella, ya que su misión futura era la de defender al califa y sus sucesores.
Bandidos, debían aniquilarlos, no dejar a ninguno con vida. Las ordenes fueron cumplidas, pero para Emhyr no salío del modo que esperaba ya que con cobardía intento evitar una batalla que al final tuvo que librar, sentir como el último aliento de tu enemigo cae recae sobre tus manos manchadas por la sangre y aquel olor tan desagradable que la muerte exhalaba en su último aliento no era agradable. La sensacions nauseabunda siempre venía en su recuerdos, ya que después de la afrenta sus compañeros se burlaron de él por su intento de huir, por no haber podido aguantar sus ganas de vomitar, y por otros detalles que era preferible no recordar, ya que prefería que quedaran en el olvido.

-... No dormí en un par de semanas. Era él o yo. Su vida o la mia.

Aquella palabras que pronunciaba no eran las suyas, sino las de un compañero que como consuelo cada noche se las repetía, para que dejase atrás aquellos recuerdos, su consciencia. Para que las pesadillas se perdiesen.
Emhyr alzó su rostro suave y serio hacia su compañero, seguro que ahora mismo pensaba en que era una aberración el matar y razón no le faltaba, pero siempre había un motivo para todo, y...

-... no fue un plato de gusto, pero así tuvo que suceder.

El silencio se hizó largo tras sus últimas palabras. El joven le había contestado a todas aquellas cuestiones que él le había planteado, de repente pudo notar la duda no mencionada en él. Una sonrisa interior que se guardo para que no se hiciese gesto al haber creado aquella incertinumbre en el joven.

-Repito, todo en exceso es malo. No hay de malo probar las pequeñas cosas de la vida, con sumo cuidado... -Pausó, de nuevo continuo con sus pasos. -No te quito la razón en lo que dices, por ello solo debes de pensar y buscar lo mejor para tí. Pero no quito la posibilidad de que algunas cosas, si te las ofreciera que las probaras te gustarían al igual que a mí. -Emhyr a su alrededor. -No tengo ni idea de adonde vamos, solo sigo el camino que mis pies me dictan.