AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Que problema...[Claire D.][+18]
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Que problema...[Claire D.][+18]
Recuerdo del primer mensaje :
El burdel… Un club nocturno, una taberna llena de alcohol y olor aplacer derramándose por las cuatro paredes, debía de estar loco para pasarme por aquí después de la última vez que estuve. Tres años sin haber visto este lugar y aun así cada silla, cada lámpara y cada vaso seguía exactamente en el mismo sitio, de no ser por que las mujeres que se exhibían en esta ocasión eran totalmente diferentes a las de la ultima vez casi habría pensado que retrocedía en el tiempo. Aunque claro, en esta ocasión no buscaba compañía, solo buscaba poder solucionar las cosas de una manera rápida y sin complicaciones. “¿Y no es eso lo que quieren todos los que vienen aquí? Hacer cosas sin complicaciones…” Resultaba irónico que después de haber pasado tanto tiempo en Paris, aun hubiese cosas capaces de hacerme pensar como si tuviese veinte años.
Aquella tarde todo había salido bien, el informe trimestral de mis tierras había mejorado muchísimo, y la comida casi sobraba entre las gentes de las que era responsable, nunca esa región había dispuesto de tantos víveres, cosa de la que me enorgullecía. Hasta que llamaron a mi despacho. – Mi señor disculpe las molestias pero… tenemos un problema. – Cuando levante la vista de los documentos y vi la cara de preocupación que tenia supe que el buen día se había terminado. - ¿Qué clase de problema? – Mi secretario no era un hombre que se anduviese por las ramas, decía lo que pasaba y listo, un detalle que me gustaba bastante de él, y que se pusiese nervioso al hablarme de algo… dejémoslo en que nunca traía nada bueno. – Mario Callard, uno de nuestros hombres ha sido arrestado… Por lo visto estaba en el burdel anoche y no quiso pagar a una… bueno ya sabe, después de que le hubiese atendido. – El suspiro tan grande que me dio seguro que lo oyeron todos en la casa, como si no tuviese bastante.
Y ahí estaba, entrando por la puerta del burdel intentando encontrar a una mujer que no conocía con la esperanza de poder resolver esto lo antes posible. Es cierto, podría haber enviado a alguien a por la chica o incluso haber ido a los calabozos y haber pagado una indemnización por Mario, aunque si ciertamente no había pagado por unos servicios que había recibido se merecía pasarse un par de días en una mazmorra, eso le enseñaría a comer con la boca y no con los ojos. Nada más entrar por la puerta, deje que una cortesana me quitase la capa y se los llevase a un ropero donde tenían todas las pertenencias de los clientes, y avance por las sala llena de mesas con hombres medio borrachos, o borrachos del todo dando nalgadas en el trasero de las camareras y mirando a las mujeres como si fuesen el próximo cerdo que despellejar y comérselo. Aproveche que una de las mesas de reservados estaba libre, allí no me verían demasiado y al mismo tiempo me quedaría un poco al margen de todo lo demás. Necesitaba encontrar a esa cortesana y ver que había pasado.
Aquella tarde todo había salido bien, el informe trimestral de mis tierras había mejorado muchísimo, y la comida casi sobraba entre las gentes de las que era responsable, nunca esa región había dispuesto de tantos víveres, cosa de la que me enorgullecía. Hasta que llamaron a mi despacho. – Mi señor disculpe las molestias pero… tenemos un problema. – Cuando levante la vista de los documentos y vi la cara de preocupación que tenia supe que el buen día se había terminado. - ¿Qué clase de problema? – Mi secretario no era un hombre que se anduviese por las ramas, decía lo que pasaba y listo, un detalle que me gustaba bastante de él, y que se pusiese nervioso al hablarme de algo… dejémoslo en que nunca traía nada bueno. – Mario Callard, uno de nuestros hombres ha sido arrestado… Por lo visto estaba en el burdel anoche y no quiso pagar a una… bueno ya sabe, después de que le hubiese atendido. – El suspiro tan grande que me dio seguro que lo oyeron todos en la casa, como si no tuviese bastante.
Y ahí estaba, entrando por la puerta del burdel intentando encontrar a una mujer que no conocía con la esperanza de poder resolver esto lo antes posible. Es cierto, podría haber enviado a alguien a por la chica o incluso haber ido a los calabozos y haber pagado una indemnización por Mario, aunque si ciertamente no había pagado por unos servicios que había recibido se merecía pasarse un par de días en una mazmorra, eso le enseñaría a comer con la boca y no con los ojos. Nada más entrar por la puerta, deje que una cortesana me quitase la capa y se los llevase a un ropero donde tenían todas las pertenencias de los clientes, y avance por las sala llena de mesas con hombres medio borrachos, o borrachos del todo dando nalgadas en el trasero de las camareras y mirando a las mujeres como si fuesen el próximo cerdo que despellejar y comérselo. Aproveche que una de las mesas de reservados estaba libre, allí no me verían demasiado y al mismo tiempo me quedaría un poco al margen de todo lo demás. Necesitaba encontrar a esa cortesana y ver que había pasado.
Última edición por Lucian Greymark el Miér Mayo 18, 2011 2:55 pm, editado 2 veces
Lucien Greymark- Licántropo/Realeza
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Re: Que problema...[Claire D.][+18]
Siempre se decía que en las prostitutas solo eran un entretenimiento, un simple objeto con el que los hombres, los superiores, podían divertirse durante unas cuantas horas. Esa no era mi idea de lo que era una prostituta, en realidad bajo mi punto de vista esas mujeres eran muchísimo más. La capacidad de tomar decisiones sobre su propio cuerpo con el fin de obtener lo que deseaban e incluso disfrutar con ello, desconectar sus sentimientos sobre alguien y volver a ponérselos cuando quisiesen era una cualidad que muy pocas personas eran capaces de poseer. Las envidiaba, ellas eran capaces de sentir lo que querían, de aislar sus emociones ante la idea de que algo que no les gustaba no les afectase, o que por lo menos no lo pareciese. Clarie era el caso más raro que había visto, no solo se tomaba su trabajo en serio, sino que además se consideraba perfectamente capaz de poder escoger a alguien que tomase su cuerpo como si fuese el primero que lo tocaba, como si todo lo demás que hubiese habido anteriormente jamás hubiese sucedido y de alguna manera, sabía que conmigo no fingía. Muchos de los hombres que la visitaban no la complacerían, no sentiría nada con ellos y aun así se comportaría como se esperaba de ella, pero en aquel momento, en ese preciso instante en que su cuerpo respondía por completo a cualquier sensación sin que su mente actuase por medio, esa clase de reacciones no podían fingirse.
Desde el principio había imaginado que todo este plan, que toda esta noche había sido una simple artimaña de ella, un simple juego al que jugaba como medio de entretenimiento aprovechando que mi intención inicial había sido ir allí a apocar por su compasión hacia un pobre hombre. Sin embargo no se trataba de un juego, de alguna manera ella había sido capaz de ver lo mucho que me atrajo desde el principio, incluso aunque ni siquiera yo me hubiese dado cuenta hasta que entramos en esta habitación, y ahora todos los instintos que había sentido nada más verla salían desbocados sin tener en cuenta nada, salvo el deseo que sentía por tocarla, besarla y poseerla en todo momento. No tenía recuerdos, por primera vez desde hacía muchísimo mi mente había quedado completamente congelada, como si por un simple instante todas las preocupaciones, recuerdos, y experiencias hubiesen desaparecido de mi consciencia para dejar paso a la idea de adentrarme en los ojos de aquella mujer. Por alguna razón, su presencia y la sensación ardiente de su piel habían dado paso a un estado de completo placer sin repercusiones, sin ideas contradictorias y había reducido al mundo a aquella habitación en la que solo cabíamos nosotros.
Con cada movimiento sentía como mi miembro se endurecía en su interior, como si la excitación aumentase con cada movimiento de cadera que hacia mí, desesperándome y haciéndome aumentar el ritmo. Sentía mi corazón latir desbocado, como hasta el último musculo de su espalda se arqueaba al acercarse a mí. Mis manos recorrían su cuerpo sin cesar, desde la cadera hasta los muslos y subiendo por las finas líneas hasta llegar a la parte posterior de sus piernas. Antes de darme cuenta la estaba levantando en peso dejándola sentada sobre mis piernas a pesar de que yo aún estaba de rodillas en la cama. Su boca era fuego, cada gota de saliva que emanaba de mi boca se fundía en el contacto con su lengua, y el sutil perfume que antes emanaba de su piel se mezclaba con el sudor que aparecía por su espalda, a cada segundo que pasaba la deseaba más todavía. Sujete su pelo echando su cabeza hacia atrás, su cuello sabio cada vez mejor, su hombro, la curvatura de sus pechos. Aquellos promontorios de belleza femenina que subían y bajaban cada vez que la penetraba, todo cuanto se podía desear de cualquier mujer estaba en Claire, no se podía pedir nada más.
Su voz era cada vez más desesperada, una voz que me hacía gemir de placer por el simple hecho de oírla. ¿Cómo era posible no querer estar con ella? Cualquiera, desde el más pobre al más rico deseaba esto, solo por un segundo, y yo lo tenía por toda un noche. – Pídemelo… quiero oírte decirlo. Quiero oír cuanto lo quieres. Soy todo tuyo… - Lo curioso es que lo decía en serio. De alguna manera aquella joven había logrado lo que nadie más en mucho tiempo, que me entregase a ella de una forma total durante un pequeño periodo de tiempo, puede que dicho de esa manera resultase ridículo, pero cuando pensaba en todo lo que me había pasado en mi vida, me daba cuenta de que muy pocas personas habían conseguido en años lo que ella había sido capaz de hacer en solamente una noche. Una idea que resultaba increíble, al mismo tiempo que espeluznante.
Desde el principio había imaginado que todo este plan, que toda esta noche había sido una simple artimaña de ella, un simple juego al que jugaba como medio de entretenimiento aprovechando que mi intención inicial había sido ir allí a apocar por su compasión hacia un pobre hombre. Sin embargo no se trataba de un juego, de alguna manera ella había sido capaz de ver lo mucho que me atrajo desde el principio, incluso aunque ni siquiera yo me hubiese dado cuenta hasta que entramos en esta habitación, y ahora todos los instintos que había sentido nada más verla salían desbocados sin tener en cuenta nada, salvo el deseo que sentía por tocarla, besarla y poseerla en todo momento. No tenía recuerdos, por primera vez desde hacía muchísimo mi mente había quedado completamente congelada, como si por un simple instante todas las preocupaciones, recuerdos, y experiencias hubiesen desaparecido de mi consciencia para dejar paso a la idea de adentrarme en los ojos de aquella mujer. Por alguna razón, su presencia y la sensación ardiente de su piel habían dado paso a un estado de completo placer sin repercusiones, sin ideas contradictorias y había reducido al mundo a aquella habitación en la que solo cabíamos nosotros.
Con cada movimiento sentía como mi miembro se endurecía en su interior, como si la excitación aumentase con cada movimiento de cadera que hacia mí, desesperándome y haciéndome aumentar el ritmo. Sentía mi corazón latir desbocado, como hasta el último musculo de su espalda se arqueaba al acercarse a mí. Mis manos recorrían su cuerpo sin cesar, desde la cadera hasta los muslos y subiendo por las finas líneas hasta llegar a la parte posterior de sus piernas. Antes de darme cuenta la estaba levantando en peso dejándola sentada sobre mis piernas a pesar de que yo aún estaba de rodillas en la cama. Su boca era fuego, cada gota de saliva que emanaba de mi boca se fundía en el contacto con su lengua, y el sutil perfume que antes emanaba de su piel se mezclaba con el sudor que aparecía por su espalda, a cada segundo que pasaba la deseaba más todavía. Sujete su pelo echando su cabeza hacia atrás, su cuello sabio cada vez mejor, su hombro, la curvatura de sus pechos. Aquellos promontorios de belleza femenina que subían y bajaban cada vez que la penetraba, todo cuanto se podía desear de cualquier mujer estaba en Claire, no se podía pedir nada más.
Su voz era cada vez más desesperada, una voz que me hacía gemir de placer por el simple hecho de oírla. ¿Cómo era posible no querer estar con ella? Cualquiera, desde el más pobre al más rico deseaba esto, solo por un segundo, y yo lo tenía por toda un noche. – Pídemelo… quiero oírte decirlo. Quiero oír cuanto lo quieres. Soy todo tuyo… - Lo curioso es que lo decía en serio. De alguna manera aquella joven había logrado lo que nadie más en mucho tiempo, que me entregase a ella de una forma total durante un pequeño periodo de tiempo, puede que dicho de esa manera resultase ridículo, pero cuando pensaba en todo lo que me había pasado en mi vida, me daba cuenta de que muy pocas personas habían conseguido en años lo que ella había sido capaz de hacer en solamente una noche. Una idea que resultaba increíble, al mismo tiempo que espeluznante.
Lucien Greymark- Licántropo/Realeza
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Re: Que problema...[Claire D.][+18]
El peso de las palabras se hace demasiado grande cuando no hay brazos fuertes capaces de soportarlo. El sentimiento de posesividad parece tan parte de ella como lo es cada una de las características de su personalidad, esa que aún no descubre del todo y que apenas un par de personas es capaz de conocer, Claire siente que todo lo lógico grita que se detenga o que al menos comience a hacer las cosas de forma más estratégica, que planee el siguiente paso antes de que alguien le corte las piernas y no le permita avanzar. También sabe que si escuchara a ese lado dejaría de ser quien es y ocasiones como la que ahora vive no se volverían a repetir. ¿Qué es Lucian? La pregunta no es un quién, es un qué y es eso lo que tiene que recordar mientras nota como él ha conseguido que olvide que existe algo fuera de las paredes de esa habitación. Algo y alguien, Lucian ha logrado lo que hasta el minuto nadie más había hecho y ella no sabe si estar impresionada o asustada por eso. ¿Qué pasa si…? Nada, no hay más preguntas que hacer, es sólo una la que la motiva y por la que luchará hasta encontrar la respuesta. ¿Qué eres Lucian?
Curvas distintas se forman cuando ambos cuerpos se unen, - Mío…- esas tres letras salen como un gruñido, - Eres mío Lucian, sólo mío…- toda esa inseguridad que siempre estuvo tan presente en Claire, las dudas que siempre tuvo, el temblor en su voz que su propia vulnerabilidad actual hacía aparecer, todo se esfumaba cuando esa marca se hacía visible, - Eres todo mío. – la frase se termina en su mente, el para siempre no puede ser dicho, no lo pide como él lo dice, lo afirma porque en eso no hay cavilaciones, nada puede cambiar algo que ninguno de los dos ha decidido. Las uñas recorren la espalda de ese hombre que ahora lleva su nombre tatuado bajo la piel, esas huellas se irán pronto pero lo que ella deje en él permanecerá el resto de la vida de ambos, Claire jamás lo reconocería pero con cada exigencia de posesión hay también entrega, con cada sílaba de las palabras que lo marcan como suyo ella también pasa a ser parte de él. Soy toda tuya, para siempre. Incluso cuando no estén tan cerca como ahora, sin ese movimiento que no cesa, sin esos besos que no se detienen a menos que sea necesario. Incluso en circunstancias diferentes y escenarios distintos, Claire sabe que lo que hoy sucede es algo que no se borra. Mío, tuya.
Las piernas se entrelazan alrededor de las caderas de él, esa nueva posición sólo deja que pueda sentirlo incluso más si es que es posible, aferrada a su cuerpo se amolda a él como la arcilla en las manos de un artesano. Sus labios han perdido la fuerza para negarse o pelear, se rinden a su piel y comienzan a recorrerla, descansan sobre su hombro dejando todo su cuello a disposición de él, consintiéndose mutuamente, descubriendo con hechos lo que al otro le gusta, esta puede ser la primera noche de muchas o tal vez la única en la que puedan estar juntos, ¿de dónde apareció este hombre que ahora descontrola todo el mundo organizado que ella tenía? Lucian se mueve a su ritmo, comprende lo que ella desea sin palabras, va un paso adelante siempre. Claire no puede evitar aumentar sus movimientos al darse cuenta de eso, su boca deja salir un grito que será apenas el primero de muchos más, en aquel mundo privado que han creado no hay limitaciones y tampoco espacio para el razonamiento. – Vamos a llegar juntos, – otra vez eso más se asemeja a una orden, casi como si fuera una predicción, puede sentir el clímax tan cerca, al alcance de su mano, en realidad en las manos de alguien más.
Él le rompe los esquemas, la hace querer enviarlo lejos de esa cama y al mismo tiempo mantenerlo prisionero hasta que revele lo que se supone es el motivo por el que realiza todo. Excusas inútiles que no sirven, Claire intenta aún creer que sigue con todo eso por las dudas que él ha formado, ese hombre le atrae como quizás nadie más lo hace, de una manera que no tiene una explicación lógica, lo hizo desde que apareció y lo acrecienta con cada empuje de sus caderas. Cada vez que lo mira se pierde en sus ojos, en la complejidad de su mirada, él puede manejarla sólo con eso, en su punto más débil, entre las sábanas de una cama que parece quitarle la fuerza. Lucian tiene un poder que puede destruirla, uno del que quizás ni es consciente, ella grita otra vez y es él quien produce eso, quien estira el tiempo a su favor, quien maneja los minutos para que llegue a lo que probablemente sea el primer orgasmo de esa noche. Lucian no es un cliente y Claire espera que nunca lo sea, no quiere actuar y fingir con él, susurrar cosas que no siente y tener la limitación del tiempo. Claire cierra los ojos y le muerde los labios, sólo con eso lo mantiene cerca de ella mientras entierra sus uñas en sus hombros, ese es el único apoyo que evita que caiga desmayada, Lucian va quitándole la vida de a poco y al mismo tiempo es el único que puede devolvérsela.
Curvas distintas se forman cuando ambos cuerpos se unen, - Mío…- esas tres letras salen como un gruñido, - Eres mío Lucian, sólo mío…- toda esa inseguridad que siempre estuvo tan presente en Claire, las dudas que siempre tuvo, el temblor en su voz que su propia vulnerabilidad actual hacía aparecer, todo se esfumaba cuando esa marca se hacía visible, - Eres todo mío. – la frase se termina en su mente, el para siempre no puede ser dicho, no lo pide como él lo dice, lo afirma porque en eso no hay cavilaciones, nada puede cambiar algo que ninguno de los dos ha decidido. Las uñas recorren la espalda de ese hombre que ahora lleva su nombre tatuado bajo la piel, esas huellas se irán pronto pero lo que ella deje en él permanecerá el resto de la vida de ambos, Claire jamás lo reconocería pero con cada exigencia de posesión hay también entrega, con cada sílaba de las palabras que lo marcan como suyo ella también pasa a ser parte de él. Soy toda tuya, para siempre. Incluso cuando no estén tan cerca como ahora, sin ese movimiento que no cesa, sin esos besos que no se detienen a menos que sea necesario. Incluso en circunstancias diferentes y escenarios distintos, Claire sabe que lo que hoy sucede es algo que no se borra. Mío, tuya.
Las piernas se entrelazan alrededor de las caderas de él, esa nueva posición sólo deja que pueda sentirlo incluso más si es que es posible, aferrada a su cuerpo se amolda a él como la arcilla en las manos de un artesano. Sus labios han perdido la fuerza para negarse o pelear, se rinden a su piel y comienzan a recorrerla, descansan sobre su hombro dejando todo su cuello a disposición de él, consintiéndose mutuamente, descubriendo con hechos lo que al otro le gusta, esta puede ser la primera noche de muchas o tal vez la única en la que puedan estar juntos, ¿de dónde apareció este hombre que ahora descontrola todo el mundo organizado que ella tenía? Lucian se mueve a su ritmo, comprende lo que ella desea sin palabras, va un paso adelante siempre. Claire no puede evitar aumentar sus movimientos al darse cuenta de eso, su boca deja salir un grito que será apenas el primero de muchos más, en aquel mundo privado que han creado no hay limitaciones y tampoco espacio para el razonamiento. – Vamos a llegar juntos, – otra vez eso más se asemeja a una orden, casi como si fuera una predicción, puede sentir el clímax tan cerca, al alcance de su mano, en realidad en las manos de alguien más.
Él le rompe los esquemas, la hace querer enviarlo lejos de esa cama y al mismo tiempo mantenerlo prisionero hasta que revele lo que se supone es el motivo por el que realiza todo. Excusas inútiles que no sirven, Claire intenta aún creer que sigue con todo eso por las dudas que él ha formado, ese hombre le atrae como quizás nadie más lo hace, de una manera que no tiene una explicación lógica, lo hizo desde que apareció y lo acrecienta con cada empuje de sus caderas. Cada vez que lo mira se pierde en sus ojos, en la complejidad de su mirada, él puede manejarla sólo con eso, en su punto más débil, entre las sábanas de una cama que parece quitarle la fuerza. Lucian tiene un poder que puede destruirla, uno del que quizás ni es consciente, ella grita otra vez y es él quien produce eso, quien estira el tiempo a su favor, quien maneja los minutos para que llegue a lo que probablemente sea el primer orgasmo de esa noche. Lucian no es un cliente y Claire espera que nunca lo sea, no quiere actuar y fingir con él, susurrar cosas que no siente y tener la limitación del tiempo. Claire cierra los ojos y le muerde los labios, sólo con eso lo mantiene cerca de ella mientras entierra sus uñas en sus hombros, ese es el único apoyo que evita que caiga desmayada, Lucian va quitándole la vida de a poco y al mismo tiempo es el único que puede devolvérsela.
Claire Quartermane- Realeza Francesa
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