Bolsillos casi vacios [Alai] ◊◊

Caminaba de un lado para otro, penetrando en las desconocidas calles que poco a poco cedían a la luz rojiza, del sol que moría. Impaciente era la sensación, ante lo dos días que faltaban para su primera luna llena.

“Dos días”

Pensaba, sintiendo como aquello que invadía su alma, removía con el anhelo, el dejar ver su verdadera y salvaje naturaleza. Emhyr sabía que su humor variaba sin seguir a su voluntad, y por ello había tenido varios problemas y eso hacía que se alejara de la sociedad por así decirlo, pero la soledad tan querida, y eterna compañera, se estaba convirtiendo en algo insoportable. ¿Sería su nueva naturaleza la que la volvía insoportable o qué? No tenía respuestas a ello.

A pesar de aquel detalle, Emhyr había encontrado un modo de calmar a la bestia que moraba en su interior, una peculiar manera, y de nuevo se dirigía allí buscando, pero esta vez se encontraba con un problema “bolsillos vacíos”, es decir, no poseía ningún pago para acceder a su modo de conseguir “compañía.

Las manos metidas en los bolsillos, ¿qué hacer? Vagar, era lo único que se le ocurría hacer en noches como aquella, hacia pocas semanas antes de ser mordido, las dedicaba a buscar víctimas de sus pequeñas estafas con aquellos juegos de cartas de tarot, con sus trucos de magia e ilusionismo, y con aquella guitarra con la cual ahora no cargaba. Aquello le daba el sustento para el día a día, podía conseguir una pequeña fortuna si lo deseaba, subir escalones y llegar al escalón que había tenido por nacimiento en su Turquía ya lejana de allí, en otro mundo, y en un pasado que le parecía muy borroso, como si fuese una historia que ya no había vivido, pero... Si, él había vivido en el lujo, el había recibido una extraordinaria educación y cultura, en ámbitos más allá de los libros, que le metía en el mundo del "guerreo". Pero ahora, se conformaba con poco, prefería ir tirando de lo mínimo, no quería prosperar, le gustaba aquella vida, a pesar de que la gente en ella pasase de largo. Pero él siempre se había sido así, demasiado independiente, solitario, hasta que conoció a aquella chica demasiado joven para él, pero era suficiente para haberle echo cuestionarse su modo de vida tanto, que incluso en aquellos días de cambio, la soledad no era soportable para él en algunas noches, noches como las que estaba naciendo con el atardecer.

El cielo a pesar de volverse rojizo, se tiñio del gris nublado. Una pequeña gota se deslizo en aquel extraño abrigo que le hacía destacar entre la multitud, por ser viejo, pero tener ricos bordados orientales, como si hubiese sido robado a un noble de otro tiempos, pero tan viejo ahora e incluso dañado y reparado hasta la saciedad, que no le hacía grande, y a pesar de que Emhyr sabía que miradas curiosas se posaban en él, no solo por aquel abrigo, sino por su físico, que denotaba que era extranjero, no le importaba, y no se iba a separar de aquel abrigo.

La lluvia le golpeo, y la gente en las calles, corrían huyendo de ella. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, como si nada ¿para donde llevar los pies? El bullicio de un edificio cercano le llamo la atención, y las risas de las féminas que entraban huyendo también de la lluvia al igual que sus clientes, ya que, con tan solo mirar sus vestimentas atrevidas y llamativas, pudo distinguir su oficio y que era aquel edificio. "¿Por qué, no?" Pensó, nunca había estado en los burdeles de París, y ciertamente nunca le había llamado la atención esos lugares, sino para poder aprovecharse de otro bolsillo bien lleno al cual estafar, ya que en ese lugar, dudaba que entrase muchas personas con escasez de medios, todo lo contrario.

Entre hombres de con trajes distinguidos, y chicas que los acompañaba, Emhyr se acerco a la puerta dispuesto a entrar, no sin antes de que un enorme hombre le parase, seguramente por sus pintas pensaría que era otro muerto de hambre, pero solo el basto un gesto de mover sus bolsillos, en los cuales sonaron unas monedas al chocar, las pocas que le quedaban, que le diesen el acceso.

Muy diferente al mundo de fuera, gris y frío, aquel lugar era cálido, lleno de demasiados detalles llamativos, de colores vivos, de cierta suntuosidad, Emhyr se olía que todo aquello era más para llamar el ojo, para atraer, un mero medio de publicidad que seguro que poco se posaban a contemplar como él, más distraídos por la bebida, las drogas y mas mujeres que en hacer aquel examen que él hacía.
No entablo conversación con nadie, a pesar de que algunas chicas se detenían con él para ofrecerle sus servicios, solo observaba, buscaba algo que le llamase la atención.

Caminaba entre las mesas, intentando ver en algún hombre todo el deseo que necesitaba. No le bastaban ya los trascendentes encuentros con novatos en busca de iniciación, ni con degenerados que abandonaban a sus familias para pasar la noche con mujeres diferentes en cada jornada.

Su vida comenzaba a cansarla, aunque nunca la abandonaría, era casi un buen pasatiempo el dedicarse solamente a complacer. Complacer… sí que sabía hacerlo, amoldarse a cada cuerpo, y al deseo de cada uno de los que la requería. Sabía descubrir cómo actuar en cada circunstancia, para ganarse poco a poco la confianza y el deseo de sus clientes, los cuales muchas veces pasaban a ser sus presas.

Rió, ante sus propios pensamientos, pues no comprendía por qué se comportaba a veces de aquel modo. Más allá de lo que mostraba, era una mujer sensible, que al brindar placer gozaba entregando más que solo lo físico, intentaba dejar una pequeña marquita en el alma de cada uno. Comprendía que quienes caían en sus manos, más que buscar aliviar sus deseos, buscaban en cierto grado comprensión, y eso le daba a casi todos…

Tomó de uno de los jarrones, centrados cuidadosamente en las dispersas mesas, ocupada por una pareja que poca atención prestó a su movimiento, una rosa y la colocó en su rubio cabello. Vestía de blanco y aquel toque de color, combinado con el de sus labios, le daba un aspecto aún más fino, demasiado para tratarse de una simple prostituta.

Su mirada se clavó, entonces, en un caballero que se hallaba al otro lado del salón, varias compañeras se habían acercado a ofrecerse, pero él se encargaba de rechazarlas una a una ¿Qué buscaba? La curiosidad se instaló en la cortesana que, sonriendo con inocencia y picardía al mismo tiempo, se movió hacia él, con la mirada fija en aquellos ojos que aún no la miraban.

- ¿Busca algo que mis colegas no le han ofrecido?- susurra tranquilamente- ¿Me permite ser quien intente calmar la sed que en su interior siente?- Era un primer paso, ya sabía cómo accionar en cuanto el hombre reacccionara.

Emhyr continuaba paseando como si nada, sintiéndose observado, de vez en cuando, unas se detenían le examinaban, y al ver aquel abrigo viejo pasaban de largo, parecían aspirar a más, otras simplemente ni se detenía, y muchas de ellas eran rechazadas o ignoradas por el susodicho.
Aquella hora debía de ser la fuerte, ya que todo aquel local estaba muy lleno de tanto cortesanas como de clientes, recordó por un momento la lluvia que resonaba fuera. Lógicamente las chicas de aquel lugar, no irían a la calle para buscar clientes teniendo ese lugar, además de arriesgarse a mojarse.

Una voz a su espalda hizo que se girase, otra chica le hablaba. Emhyr silencioso, de abajo a arriba examino el aspecto físico como había hecho con las demás.

No tenía ningún rasgo racial que no la sacará de París, pensaba, ya que alguna de las chicas que le había hablado tenía el aspecto e incluso el acento de otro país, seguro que muchos clientes se le acercaban atraídos por el exotismo, pero no, aquella chica que le hablaba debía de ser francesa, no le cabía duda. Una belleza de cabellos rubios, sin necesidad de llevar aquellas ropas y detalles tan extravagantes como las demás, ciertamente no le era necesario para poder resaltar. Una simple rosa y algo de su maquillaje era lo que Emhyr podía destacar de su examen en cuanto detalles, pero ni eso le hacía falta para que su presencia se hiciese a notar.

Un gesto reflexivo en aquella facciones suaves fue lo que se dibujo, rompiendo aquel esquema de seriedad, de nuevo y como si nada,, Emhyr devolvió la mirada que ella le había clavado con aquellos ojos castaños, una gota de agua se deslizo por su piel, algo de lluvia había pillado de fuera y se había mojado, pero poco le importaba.

-Madame, ¿podríamos ir a otro lado? -Él era así, directo con sus decisiones, no le gustaba andarse con rodeos, y a pesar de que no sabía si lo que contenían sus bolsillos era suficiente para pagar a una mujer como aquella, él la eligió para aquella noche.

Los minutos pasaban, y solo se escuchaba la música lejana, las conversaciones que se alzaban más y más, a causa de la bebida, los desviaros, alguna que otra riña y algún que otro cliente expulsado del lugar.

El caballero guardó silencio, tomándose el tiempo para examinar a la cortesana antes de dar una respuesta. Finalmente, su expresión se suavizó, cavando su mirada en ella, permitiéndole apreciar aquellos intensos ojos color café. Notó una gota deslizarse por su rostro al tiempo que hablaba, en forma directa, confirmando con sus palabras que aceptaba el ofrecimiento.

El bullicio de alrededores se incrementaba, al tiempo que empapados hombres se adentraban al burdel, refugiándose en brazos de risueñas jóvenes para calmar el frío que la tormenta les había proporcionado.

La cortesana alzó su mano, para secar aquella furtiva gota, que en aquel momento resbalaba por la mejilla del hombre, y tomó su mano con tranquilidad, correspondiendo a su pedido. También quería alejarse de allí, lograr el silencio antes de entregarse a su labor.

- Claro, vamos a un sitio más calmado…- respondió con suavidad.

Subieron tres tramos de escalera, hasta el piso superior de la casona, y lo llevó hacia el cuarto en que por lo general se brindaba. Sin soltar al caballero, respondió el sitio con la mirada, le parecía tan vacío y falto de significado…

Se mordió el labio, observando desde la entrada la ventana que daba a la calle, aquel cuarto estaba en el piso superior, y tras la pared se hallaba el tejado mismo. La lluvia no dejaba de caer, sin embargo una tentadora idea se le acababa de ocurrir.

- [i]¿Te gusta la lluvia?- susurró tranquilamente, mirándolo y caminando de espaldas hacia la ventana.

Pasarían unos segundos antes de que ella se decidiera reafirmar aquel gesto.Un segundo examen a aquella chica, de arriba abajo, confirmando todo aquello que había observado antes. Pocos detalles que la decoren de algun modo, pero ella misma tiene ese tipo de presencia que llama la atención, a al menos a una persona como era Emhyr. Dejando que sus ojos, antes distraídos por el segundo examen, se posaron en los de ella, aquellos ojos de color castaños tan directo e irrefrenables, atrevidos por mirarla directamente a los ojos, otra costumbre que él poseía, la cual, no sabía considerarla si mala o buena.

Ella tiró de él, y él de un modo dócil por así llamarlo le siguió dejando atrás todo el bullicio que le rodeaba, de la música, de las chicas que seguía pasando por su lado con sus clientes, dejando atrás aquellas descaradas carcajadas, de repente Emhyr había olvidado sus dudas de "qué hacía allí", ya que aun no sabía como había terminado en aquel lugar, un lugar que ciertamente, ni en su juventud se le hubiese ocurrido ir.
Habitualmente, en su país y mas entre la nobleza, a los jóvenes con ciertas edades se les llevaba a visitar a cortesanas, pero Emhyr no pudo tener aquella oportunidad, no porque no pudiese, sino por el echo de que en aquella época, él había decidido que su camino no sería como el de cualquier noble turco, él quería merecerse el título de su familia, quería ganárselo y por ello, comenzó a ser instruido como jenízaro a los siete años y con ello venía los diferentes votos que traía, aquella instrucción, en particular el celibato era su impedimento para poder recibir a cortesanas como muchos de sus familiares habían recibido a cierta edades, para que se cercioraran de que se convertían en hombres.

Escalones que ascendía, el sonido de la lluvia en el exterior, ella hacía de guía en todo momento en aque curioso lugar, poco conocedor de como era un burdel parisino, y a pesar de que su camino se le había echo efímero había observado con bastante curiosidad ciertos aspectos, sobre todo, los que le parecieron exagerados y extravagantes, hasta que ambos se detuvieron, más bien ella le detuvo a él.

De repente se vieron allí, encerrados, ambos, solos, en una simple habitación bien aseada. Ella hablo, Emhyr tardo en contestar, era demasiado silencioso, y continuaba siguiéndole con la mirada, ella miraba por la ventaba con una sonrisa en los labios, pero una cualquiera, algo rondaba por la cabeza de la chica.

Emhyr en cuanto ella se volvió a él, le sonrió de un modo agradable a causa de aquella pregunta, no hacía falta respuesta si tan solo se veía aquella pregunta. El turco había vivido en lugares, donde el agua era preciada, había visto llover muchas veces, pero en París parecía que la lluvia era algo abundante y no preciado, en lo países donde él había estado, lo era bastante y él sin querer había adquirido ese valor del agua.

-Demasiado, para poder evitarla, y aquí estoy evitándola excepcionalmente. -A pesar de que su francés era perfecto, algunas sílabas seguía mostrando aquel suave y susurrante acento, que desvelaba el que era extranjero.

Su mirada no abandonaba el rostro del joven, mientras este reflexionaba respecto a su pregunta. Le agradó el modo, y el acento que empleaba al hablar, al parecer su idea sí podía llevarse a cabo aquella noche…

Le dio la espalda un instante, caminando hacia la ventana y abriéndola con decisión, siendo apenas azotada por el viento y la lluvia al hacerlo. Se quitó la flor que llevaba en el cabello, dejándola caer sobre su cama, y se aproximó hacia él. Tomó su rostro entre ambas manos, depositando en sus labios un suave y sensual beso, antes de llevar ambas manos hacia las solapas de su abrigo. Quitó aquella prenda del cuerpo del caballero, con delicadeza para no resultar intimidante.

- Confía en mí, sígueme…- susurró y tomándole el rostro lo besó, caminando hacia la ventana.

A su paso, dejó sus altos tacones, descalzándose para evitar incidentes. Se apartó, en cuanto su cadera chocó con el bajo marco, traspasándolo con facilidad, usando como punto de apoyo una mesa ratona para salir hacia el tejado. La lluvia no tardó en empapar su cuerpo, pegando a su piel el blanco vestido, dejando en evidencia todo lo que éste intentaba cubrir.

Extendió su brazo hacia su cliente, invitándolo a tomarle la mano y subir también. La sensación de la lluvia, acariciándola, le parecía algo magnífico, y aquel tejado un excelente lugar para brindarse en total privacidad. La lluvia sería testigo y actriz en aquel encuentro…

Emhyr le miró de un modo curioso, mientras le veía actuar ¿qué intención tendría con su pregunta y con..? Ahí lo tenía, estaba abriendo la ventana, por la cual a causa del viento y por la lluvia ágil comenzó a empapar la habitación, el turco comenzaba a olerse lo que ella tenía en mente. ¿Hacía eso con todos sus clientes? Seguro que algunos no se arriesgaban como él, a las ideas de una desconocida, pero él era así le gustaba apostar por el riesgo a pesar de ser precavido en sus acciones, la espontaneidad y la sorpresa.

El contacto suave de sus manos en su rostro aun húmedo por la lluvia, y sus labios acariciando los suyos de un modo voluptuoso, un movimiento que le pilló de sorpresa he hizo que enmudeciera, que incluso tardará unos minutos en reaccionas ante lo que ella le decía.

Otro beso, y la joven le había quitado el abrigo y ni se había dado cuenta de ellos a causa de aquel beso de improvisto, una mirada le lanzó con un gesto que evocaba el "¿cómo ha llegado ahí?".

Ahora ella estaba junto a la ventana, con sus cabellos rubios revueltos a causa del viento y la lluvia, Emhyr no tardo en llegar a su lado, en tomar su mano y subir al tejado con cierta habilidad, como si aquello no le costase nada, como si cosas de ese estilo las hiciese a diario, que a veces la hacía realmente, como si subir a un tejado con un tiempo como aquel fuese lo más normal del mundo.

En lo alto de aquella torre, en aquel tejado, el cielo quiso vertir sus lagrimas acariciantes en sus pieles, Emhyr observaba a la joven y para él le pareció una imagen hermosa y de la que disfrutar. Ella, como un ninfa de leyenda, amante de lo más básico en la naturaleza la lluvia, la cual, parecía amar su cuerpo estrecharlo, humedeciéndolo de tal modo que aquella ropa alba dejará ver toda su figura en la transparencia que creaba, insinuando de un modo sensual la desnudez de su cuerpo, y su rostro fascinado por el simple detalle de aquel abrazo que le brindaba la tristeza del cielo.

Emhyr no pudo evitar sonreír al ver su disfrute, ¿cuántas personas disfrutaban ante la sensación de sentir y vivir la lluvia? Poca, pero ello lo hacía, a Emhyr le pareció tan fantástica aquella simple imagen, que a pesar de no poseer detalles para él tuvo significado, que se sintió inspirado, tanto que le pareció escuchar música surgir en su mente. "Ojala tuviese aquí ese piano". Pensó, pero sabía que no olvidaría esa melodía que se creaba en su cabeza.

Al igual que ella la lluvia también quiso acariciar el cuerpo del turco, humedeciendo su camina también blanca y dejando poco a poco aquellas figuras y palabras que había quedado tatuadas en su piel, y a pesar de la frialdad que producía aquella situación, su piel estaba demasiado cálida y el frío no era sentido como antes. Emhyr pensó en el hecho de su nueva condición.

-Cuidado, no vayas a resbalar.

Su sonrisa no se borraba, él se aproximo a ella, extendiendo la palmas de sus manos de tal modo que se llenaba del agua, como si de un contenido se tratase.

El hombre la contempló pensativa, y ella no pudo más que aguardar sus reacciones, mirando hacia el cielo por momentos, para que la lluvia le acaricie con mayor facilidad el rostro. Amaba aquel sitio, aunque nunca lo había utilizado para lo que estaba a punto de hacerlo… escapaba a veces hasta allí, para meditar y estar sola, aunque la compañía de aquel hombre lo estaba volviendo interesante…

Su advertencia le sonó divertida, pues no había temor alguno en ella en aquel momento. Rió tranquilamente y tomó las palmas de sus manos, atrayéndolo contra ella y besando sus labios con tranquilidad, divertida por el simple hecho de estarle gustando.

Todo aquello era una locura, extraña y hermosa al mismo tiempo, que incitaba a la cortesana a mostrarse con todo lo que su esencia le proporcionaba. Se apartó lentamente de sus labios, empapados, y lo miró en forma provocativa, solo la tenue luz de las habitaciones lindantes con aquel techo, era testigo de lo que allí sucedía.

- Todo estará bien… solo relájate y deja que tu cuerpo se libere… que te guíe la lluvia, y la atracción que se que sientes…- ambos la sentían, la joven no dejaba de estremecerse al ver el físico de aquel caballero, claramente delineado más allá de su camisa.

Se apartó poco a poco, hasta que su espalda chocó con una zona más empinada de aquel tejado. Al apoyar su cuerpo contra aquella caída, el agua se deslizó por su espalda como si de una pequeña cascada se tratase. Una carcajada salió de sus labios, mientras esperaba que su cliente se acercase, y se atreviera a sumarse a aquel jugueteo.

Ella continuaba disfrutando, aquella sílfide acuática tan solamente le faltaba ponerse a bailar para confirmar que aquel medio le agradaba.

Emhyr caminaba con fácilidad en el tejado, para él era como estar en suelo llano, demasiado cómodo... Pensó preguntándose si también se debía a aquella habilidad que iba a incorporarse con su nueva naturaleza. Un paso tras otros, los zapatos le sobraban de repente, por eso en un abrir o cerrar de ojos ya habían sido colocados en algun lugar para que no cayerán, de todas maneras, si estos caían ya conseguiría otros ¡qué mas daba!
Ahora con los pies descalzos podía sentir el tacto húmedo de las tejas, las gotas de agua que no quería calmarse, es más embravecía feroces.

De nuevo se dirigió a ella, fue a por ella más bien, y en su búsqueda pudo sentir sus suaves manos acariciando su rostro, sus labios rozando los de él de un modo provocativo, lento, como si quisiese dejarle algun dulce néctar para probar, pero no disfrutar de un modo completo. Él respondió buscándolos volver a rozarlos, y no solo sus labios sino sus manos intentaban atraparla pero ello de nuevo escapaba en aquel juego. Hablaba de que se relajará, él lo intentaba, pero algo en su interior le punzaba, de un modo doloroso.

Un paso tras otro, y consiguó atraparla en cuanto choco con aquella zona del tejado, con aquella actitud juguetona de nuevo saco de esa fachada de seriedad del turco, una sonrisa divertida.
Sus manos se deslizaron tomando su cintura atrayéndola a su cuerpo, muy al contrario más cálido y moreno, sintiendo aquella cascada de agua deslizarse por su húmedo cuerpo, un cuerpo que dejaba mucho que mostrar con las transparencias de su ropa, sintiendo la punta de sus pechos

Por un instante, sus ojos castaños fueron directos a los de ella, sin borrar la suave sonrisa, sus manos acariciaron su cabello mojado y rubio... Rubio, no rojizo como aquel fuego ígneo con el que sus manos se había entrenido en enredarse hacía unas semanas, ¿semanas? Casi un mes. Un mes, demasiado largo.

Tras dejar de acariciar sus cabello, su dedo índice comenzó a recorrer, dejando tras de sí un agradable cosquilleo, su rostro, dibujando cada facción, hasta llegar a sus labios. Algo tenía aquella chica que entre sus brazos atrapaba, que conseguía encandilarlo, olvidando por un instante aquellos efímeros recuerdos que volaban enseguida de su mente.

Ahora fue él quien busco sus labios, y acaricio tan superficialmente, como si quisiera saborearlos poco a poco.