AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
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Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Ya se había hecho de noche cuando empecé a caminar a través de las calles parisinas, buscando algo que me entretuviese esa noche. Había conseguido unos cuantos días libres en mi trabajo de la taberna, pero lo cierto era... que no sabía qué hacer con ellos. Tanto tiempo sin trabajo ni entretenimiento, estaba afectando a mi mente y empezando a volverme loco. Desde mi llegada a la ciudad, nada especial había sucedido. Al menos nada que pudiese diferenciarla sólo un poco del lugar del cual yo procedía.
Las primeras horas habían sido divertidas. Un equipaje que deshacer, un trabajo que buscar y un montón de gente mirándome a medida que pasaba, reconociéndome como un apuesto rostro nuevo. Llamar la atención siempre había sido uno de mis principales objetivos, pero poco a poco... eso no me bastaba. Me había aburrido de esas pupilas clavadas en mi rostro, mi espalda o mi trasero. Me había aburrido de vagar como una sombra, de parecer un apuesto fantasma sin un pasado, ni un presente... y mucho menos un futuro cercano o lejano.
Por eso estaba vagando sin rumbo, en busca de calles y avenidas oscuras que todavía fuesen todo un misterio por descubrir para mí. Mis pasos poco a poco se fueron volviendo más dudosos, y al cabo de media hora me di plena cuenta de que me había perdido. No sabía en qué dirección estaba, todos los edificios me parecían iguales, y la gente ya se había metido en sus respectivas casas. Esa era la hora perfecta para que pudiesen salir todos esos seres que no eran humanos, y que necesitaban una cierta privacidad para seguir estando ocultos ante ojos no paranormales. Como en mi caso.
A medida que iba avanzando sin saber mi destino, las casas iban desapareciendo dando paso a lugares más amplios y naturales, que me condujeron hasta el mismísimo cementerio. Resultaba inquietante y macabro haber terminado en un sitio como ese, pero al menos era distinto de todos aquellos a los que ya me había habituado. Sus lápidas y su aspecto lóbrego no me intimidaban. Yo siempre tenía un dicho: respeta a los muertos, cualquier día pueden volver a vivir.
Las primeras horas habían sido divertidas. Un equipaje que deshacer, un trabajo que buscar y un montón de gente mirándome a medida que pasaba, reconociéndome como un apuesto rostro nuevo. Llamar la atención siempre había sido uno de mis principales objetivos, pero poco a poco... eso no me bastaba. Me había aburrido de esas pupilas clavadas en mi rostro, mi espalda o mi trasero. Me había aburrido de vagar como una sombra, de parecer un apuesto fantasma sin un pasado, ni un presente... y mucho menos un futuro cercano o lejano.
Por eso estaba vagando sin rumbo, en busca de calles y avenidas oscuras que todavía fuesen todo un misterio por descubrir para mí. Mis pasos poco a poco se fueron volviendo más dudosos, y al cabo de media hora me di plena cuenta de que me había perdido. No sabía en qué dirección estaba, todos los edificios me parecían iguales, y la gente ya se había metido en sus respectivas casas. Esa era la hora perfecta para que pudiesen salir todos esos seres que no eran humanos, y que necesitaban una cierta privacidad para seguir estando ocultos ante ojos no paranormales. Como en mi caso.
A medida que iba avanzando sin saber mi destino, las casas iban desapareciendo dando paso a lugares más amplios y naturales, que me condujeron hasta el mismísimo cementerio. Resultaba inquietante y macabro haber terminado en un sitio como ese, pero al menos era distinto de todos aquellos a los que ya me había habituado. Sus lápidas y su aspecto lóbrego no me intimidaban. Yo siempre tenía un dicho: respeta a los muertos, cualquier día pueden volver a vivir.
Última edición por Kaleb S. Heatherton el Miér Mar 16, 2011 12:27 am, editado 1 vez
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Nada había de especial en aquella noche. Al menos para Giovanni. La luna seguía fija en el cielo, las estrellas permanecían inamovibles. Su cuerpo, tan inalterable como dieciocho años atrás. ¿Qué era una noche más en aquella interminable historia? ¿Cómo encontrar un momento único en una vida eterna? Giovanni hacía mucho tiempo que había perdido la fe en encontrar algo que conmoviese su helado corazón. Ni la muerte hacía efecto ya en sus emociones. Podía ver morir, podía matar con sus propias manos, y eso ya no despertaba ni una pizca de interés en él.
Aquella noche el vampiro no guardaba mejores esperanzas. Su únivo objetivo, una cena agradable, sin interrupciones. Por eso el joven vampiro se dirigió directamente a las afueras de la ciudad, adonde sólo los más atrevidos encontraban agallas para acudir. A veces rondaban por los cementerios algunos muchachos en busca de emociones, de un beso furtivo entre las tumbas o unas risas nerviosas en medio de los cipreses. Giovanni casi se relamía pensando en sus gritos ahogados. Disfrutaba especialmente cuando no había nadie a su alrededor y podía explayarse, divertirse antes de la cena.
Cuando llegó, sin embargo, Giovanni sufrió una pequeña decepción. Nadie, ni un alma en pena rondaba por aquellos tenebrosos lares. El vampiro chasqueó la lengua, paseándose entre las tumbas, acariciando con la punta de los dedos aquella piedra fría y muerta. Hacía mucho tiempo que había dejado de temer a los muertos, exactametne en el mismo instante en el que él se convirtió en uno de ellos y comprobó con sus propios ojos que la muerte no era nada más que el principio de algo nuevo, de algo mayor.
Pasados unos instantes, el vampiro giró sobre sus talones dispuesto a conformarse con una comida rápida en algún callejón de la ciudad, pero algo le detuvo. La brisa. Una brisa helada, hibernal, que trajo consigo un aroma más que interesante. Giovanni cerró los ojos e inspiró hondo para captarlo con mayor detalle. Sí, esa sería su cena esta noche.
Con pasos lentos, Giovanni siguió el rastro del aroma, utilizando las sombras como manto para protegerse de cualquier mirada. Apenas unos pocos minutos fueron suficientes para dar con la fuente de aquel delicioso olor, y lo que descubrió no le dejó indiferente. Se trataba de un muchacho joven, de pelo claro incluso en aquella opaca oscuridad y de una belleza que Giovanni no había percibido en sus 42 años de vida. Una sonrisa afilada se perfiló en sus labios, acortando las distancias entre ambos.
Aquella noche el vampiro no guardaba mejores esperanzas. Su únivo objetivo, una cena agradable, sin interrupciones. Por eso el joven vampiro se dirigió directamente a las afueras de la ciudad, adonde sólo los más atrevidos encontraban agallas para acudir. A veces rondaban por los cementerios algunos muchachos en busca de emociones, de un beso furtivo entre las tumbas o unas risas nerviosas en medio de los cipreses. Giovanni casi se relamía pensando en sus gritos ahogados. Disfrutaba especialmente cuando no había nadie a su alrededor y podía explayarse, divertirse antes de la cena.
Cuando llegó, sin embargo, Giovanni sufrió una pequeña decepción. Nadie, ni un alma en pena rondaba por aquellos tenebrosos lares. El vampiro chasqueó la lengua, paseándose entre las tumbas, acariciando con la punta de los dedos aquella piedra fría y muerta. Hacía mucho tiempo que había dejado de temer a los muertos, exactametne en el mismo instante en el que él se convirtió en uno de ellos y comprobó con sus propios ojos que la muerte no era nada más que el principio de algo nuevo, de algo mayor.
Pasados unos instantes, el vampiro giró sobre sus talones dispuesto a conformarse con una comida rápida en algún callejón de la ciudad, pero algo le detuvo. La brisa. Una brisa helada, hibernal, que trajo consigo un aroma más que interesante. Giovanni cerró los ojos e inspiró hondo para captarlo con mayor detalle. Sí, esa sería su cena esta noche.
Con pasos lentos, Giovanni siguió el rastro del aroma, utilizando las sombras como manto para protegerse de cualquier mirada. Apenas unos pocos minutos fueron suficientes para dar con la fuente de aquel delicioso olor, y lo que descubrió no le dejó indiferente. Se trataba de un muchacho joven, de pelo claro incluso en aquella opaca oscuridad y de una belleza que Giovanni no había percibido en sus 42 años de vida. Una sonrisa afilada se perfiló en sus labios, acortando las distancias entre ambos.
Giovanni di Grazia- Vampiro Clase Alta
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
El viento sopló a su alrededor, como si fuese el suspiro de la noche, el de una madre que protegía a su pequeño hijo de todo mal. Eso hizo que Kaleb recordase su pasado, y sobre todo a la madre que nunca conoció, a la que jamás pudo ponerle un rostro amable, o unas mejillas sonrosadas, o los ojos azules que decían que había heredado de ella. Se consideraba un caso curioso, en el que además de nacer había muerto el mismo día que dio su primera bocanada de aire real. Naciendo, se había condenado a una vida que había sido mucho peor que la no existencia o la propia muerte.
Sus pasos meditabundos se adentraron a través de las puertas de hierro forjado que flanqueaban el cementerio, apoyadas en dos columnas de piedra que parecían hacer las veces de guardianes sólidos y fuertes, imposibles de tirar al suelo. La tierra, llena de hojas secas y de ramitas pequeñas, crujía bajo la fina suela de sus zapatos como si fuese pan duro. Aunque hubiese tratado de ser sigiloso con esa habilidad suya de cambiaformas, no lo habría conseguido en un suelo como aquel, lleno de fragmentos o de cosas que podían causar ruido al más mínimo roce.
Recorrió una a una las hileras de tumbas que componían ese espectáculo aterrador y a la vez hermoso. Para aquellos seres que tenían la capacidad de morir, había dos modos de tomarse el final de la vida: como un paso más hacia un mundo nuevo y desconocido, o como el completo final y la destrucción de todo aquello que han cultivado durante años en el campo de su existencia. Kaleb no formaba parte ni de un grupo ni de otro, se limitaba a vivir lo que le había tocado con indiferencia y altivez, esperando que tarde o temprano los problemas se solucionasen o se torciesen más.
Justo cuando había apoyado la mano sobre una de las elegantes placas de mármol de un panteón familiar, escuchó un sonido a sus espaldas, y una presencia misteriosa hizo que el vello de los brazos se le pusiese de punta, haciendo que todos sus sentidos se colocasen en posición de alerta. Darse la vuelta habría hecho que el agresor o perseguidor que lo seguía, se diese cuenta de que se había percatado de su presencia. Así que decidió permanecer como estaba, y esperar a que estuviese lo suficientemente cerca como para cogerlo por sorpresa y pillarlo desprevenido. Si esa persona, o más bien ese ser, había salido a esas horas de la noche, estaba claro... que no sería humano.
Sus pasos meditabundos se adentraron a través de las puertas de hierro forjado que flanqueaban el cementerio, apoyadas en dos columnas de piedra que parecían hacer las veces de guardianes sólidos y fuertes, imposibles de tirar al suelo. La tierra, llena de hojas secas y de ramitas pequeñas, crujía bajo la fina suela de sus zapatos como si fuese pan duro. Aunque hubiese tratado de ser sigiloso con esa habilidad suya de cambiaformas, no lo habría conseguido en un suelo como aquel, lleno de fragmentos o de cosas que podían causar ruido al más mínimo roce.
Recorrió una a una las hileras de tumbas que componían ese espectáculo aterrador y a la vez hermoso. Para aquellos seres que tenían la capacidad de morir, había dos modos de tomarse el final de la vida: como un paso más hacia un mundo nuevo y desconocido, o como el completo final y la destrucción de todo aquello que han cultivado durante años en el campo de su existencia. Kaleb no formaba parte ni de un grupo ni de otro, se limitaba a vivir lo que le había tocado con indiferencia y altivez, esperando que tarde o temprano los problemas se solucionasen o se torciesen más.
Justo cuando había apoyado la mano sobre una de las elegantes placas de mármol de un panteón familiar, escuchó un sonido a sus espaldas, y una presencia misteriosa hizo que el vello de los brazos se le pusiese de punta, haciendo que todos sus sentidos se colocasen en posición de alerta. Darse la vuelta habría hecho que el agresor o perseguidor que lo seguía, se diese cuenta de que se había percatado de su presencia. Así que decidió permanecer como estaba, y esperar a que estuviese lo suficientemente cerca como para cogerlo por sorpresa y pillarlo desprevenido. Si esa persona, o más bien ese ser, había salido a esas horas de la noche, estaba claro... que no sería humano.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Unos cuantos pasos y el vampiro logró alcanzar a aquel jovencito de apariencia angelical. Con las manos juntas tras su espalda, se aproximó lentamente, fingiéndose inofensivo. Aquella sardónica farsa le resultaba de lo más divertido: Actuar como un humano corriente, entablar conversación como uno. Y después deleitarse con las muecas cargadas de horror que mostraban sus víctimas cuando se percataban, demasiado tarde, de que depositado su confianza en la persona equivocada. Giovanni se humedeció el labio inferior con la lengua, conteniendo una sonrisa despiadada. Quizás hasta podría prolongar el juego un poco más, si su cena no quedaba paralizada de miedo.
Cuando por fin se descubrió a ojos del rubio, Giovanni no dudó en mostrar una sonrisa de fingida amabilidad, con las manos agarradas en su espalda. De aquella forma no sólo tranquilizaba a su presa haciéndole creer que no podría atacarle con suficiente rapidez si mantenía las manos tras la espalda, sino que le daba un aspecto más elegante, distinguido. Nadie esperaría que un señor de clase alta y estrictos modales mordiese salvajemente a un jovencito de apariencia tan inocente. Giovanni se rió interiormente, manteniendo intacta aquella falsa sonrisa.
-Buenas noches, caballero.-Saludó, inclinándose suavemente frente a él.-Parece que el destino se ha mostrado generoso esta noche encontrándonos algo de compañía incluso en este solitario lugar.-Comentó, sin retirar sus ojos azules de los de él.
Quería evaluar cada mirada, cada expresión. Grabarlas en su mente y deleitarse más tarde con el terror que las distorsionaría. Un escueto paso para acercarse aún más al muchacho y sonrió, ahora sí, mostrando aquel par de largos y afilados colmillos. La gente solía inquietarse cuando los miraban por primera vez, preguntárse cual era la causa de su letal aspecto. La respuesta nunca llegaba, pues Giovanni se encargaba de dar buen uso a lo que el veneno vampírico le había concedido hacía dieciocho años.
Cuando por fin se descubrió a ojos del rubio, Giovanni no dudó en mostrar una sonrisa de fingida amabilidad, con las manos agarradas en su espalda. De aquella forma no sólo tranquilizaba a su presa haciéndole creer que no podría atacarle con suficiente rapidez si mantenía las manos tras la espalda, sino que le daba un aspecto más elegante, distinguido. Nadie esperaría que un señor de clase alta y estrictos modales mordiese salvajemente a un jovencito de apariencia tan inocente. Giovanni se rió interiormente, manteniendo intacta aquella falsa sonrisa.
-Buenas noches, caballero.-Saludó, inclinándose suavemente frente a él.-Parece que el destino se ha mostrado generoso esta noche encontrándonos algo de compañía incluso en este solitario lugar.-Comentó, sin retirar sus ojos azules de los de él.
Quería evaluar cada mirada, cada expresión. Grabarlas en su mente y deleitarse más tarde con el terror que las distorsionaría. Un escueto paso para acercarse aún más al muchacho y sonrió, ahora sí, mostrando aquel par de largos y afilados colmillos. La gente solía inquietarse cuando los miraban por primera vez, preguntárse cual era la causa de su letal aspecto. La respuesta nunca llegaba, pues Giovanni se encargaba de dar buen uso a lo que el veneno vampírico le había concedido hacía dieciocho años.
Última edición por Giovanni di Grazia el Sáb Feb 26, 2011 7:18 am, editado 1 vez (Razón : Proximidad B/V)
Giovanni di Grazia- Vampiro Clase Alta
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Normalmente los cementerios eran zonas poco frecuentadas, macabras... y ante la sociedad un tema tabú. El ser humano, y cualquier otro ser, temía a la muerte como a ninguna otra cosa, y quizás por ellos las tumbas y los ambientes moribundos no fuesen precisamente de su agrado. Por ello, me sorprendió escuchar una voz a mis espaldas, la voz de una persona que seguramente no tenía ningún prejuicio sobre ese tipo de lugares, como por ejemplo el cementerio en el que estábamos.
Me giré poco a poco para encararme con dicha persona, y me encontré a un atractivo hombre que me miraba con algo similar a la curiosidad. Mis sentidos felinos querían alertarme de algo, quizás era peligroso o quizás no... Por culpa del viaje, la diferencia horaria y demás... yo estaba confuso todavía, y mis sentidos aletargados. No podía confiar demasiado en ellos tampoco. Además ese sujeto venía con las manos a la espalda, en posición pacífica. Su frase, pese a todo, me sorprendió bastante.
-¿Quién sabe si fue el destino o no quien nos ha reunido aquí? Soy del tipo de personas que piensa que el destino se lo forja uno mismo, y no lo crea una entidad superior con el fin de marcarnos el camino-me encogí de hombros, apoyándome en la tumba más cercana para mirarle con descaro, admirando sobre todo su físico y su porte. Estaba claro que era una persona con una más que abundante economía, tan seguro de sí mismo como yo podría estarlo de mí.
Me giré poco a poco para encararme con dicha persona, y me encontré a un atractivo hombre que me miraba con algo similar a la curiosidad. Mis sentidos felinos querían alertarme de algo, quizás era peligroso o quizás no... Por culpa del viaje, la diferencia horaria y demás... yo estaba confuso todavía, y mis sentidos aletargados. No podía confiar demasiado en ellos tampoco. Además ese sujeto venía con las manos a la espalda, en posición pacífica. Su frase, pese a todo, me sorprendió bastante.
-¿Quién sabe si fue el destino o no quien nos ha reunido aquí? Soy del tipo de personas que piensa que el destino se lo forja uno mismo, y no lo crea una entidad superior con el fin de marcarnos el camino-me encogí de hombros, apoyándome en la tumba más cercana para mirarle con descaro, admirando sobre todo su físico y su porte. Estaba claro que era una persona con una más que abundante economía, tan seguro de sí mismo como yo podría estarlo de mí.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Giovanni se observó las manos mientras su acompañante hablaba, sin tener intención alguna de fingir interés por lo que pudiera decirle su cena. ¿Entidades superiores? ¿Desde cuándo se había dejado conducir por algo que no fueran sus propios deseos? ¿Acaso había había complacido alguna vez los caprichos de alguien más a parte de sí mismo? El vampiro se sonrió, casi divertido por la idea de que un ente por encima de él pudiese decidir algo en su vida. Ridículo.
-Ten cuidado.-Pronunció, sin abandonar la ironía en su voz.-Podrías acabar en una hoguera por mucho menos.-Añadió mientras abandonaba la quietud de sus gestos y empezaba a caminar. Rodeó suavemente la tumba sobre la que se encontraba apoyado el joven. No retiró ni un instante aquellos ojos fantasmales de la luna, perfilada a medias contra un par de nubes densas. No necesitaba mirar a su víctima para saber que no podría huir de él; no cuando ya había fijado su letal atención en aquel delicioso olor.
Cuando el vampiro pasó por detrás del chico, una de sus manos se alzó para rozar levemente su nuca. Un toque frío y fugaz que bien podría haber correspondido a una de las tantas almas en pena que rondarían por el cementerio. No había sido una caricia, pues su intención no era provocarle placer alguno. Era su peculiar forma de jugar. Un roce, una mirada intensa, una sonrisa calculada y la Muerte llegaba puntual a reunirse con él una vez más. Tras unos instantes el vampiro acabó de rodear al muchacho para poder observarle frente a frente de nuevo.
Quería observar personalmente la ligera nota de miedo que solía destellar en los ojos de todas sus víctimas. Deleitarse con cada expresión, con cada grito. Le gustaba oírlos chirriar en sus oídos antes de que empezase a apagarse poco a poco junto a la vida del pobre desgraciado que se hubiese cruzado en su camino. Giovanni se relamió los labios resecos, impaciente.
-Pero me alegra comunicarte que no vas a morir en la hoguera.-Informó, apretándose las manos en la espalda para que no cayeran en la tentación de cerrarse en torno a su cuerpo con demasiada violencia. Sería él mismo quien le diese muerte.
-Ten cuidado.-Pronunció, sin abandonar la ironía en su voz.-Podrías acabar en una hoguera por mucho menos.-Añadió mientras abandonaba la quietud de sus gestos y empezaba a caminar. Rodeó suavemente la tumba sobre la que se encontraba apoyado el joven. No retiró ni un instante aquellos ojos fantasmales de la luna, perfilada a medias contra un par de nubes densas. No necesitaba mirar a su víctima para saber que no podría huir de él; no cuando ya había fijado su letal atención en aquel delicioso olor.
Cuando el vampiro pasó por detrás del chico, una de sus manos se alzó para rozar levemente su nuca. Un toque frío y fugaz que bien podría haber correspondido a una de las tantas almas en pena que rondarían por el cementerio. No había sido una caricia, pues su intención no era provocarle placer alguno. Era su peculiar forma de jugar. Un roce, una mirada intensa, una sonrisa calculada y la Muerte llegaba puntual a reunirse con él una vez más. Tras unos instantes el vampiro acabó de rodear al muchacho para poder observarle frente a frente de nuevo.
Quería observar personalmente la ligera nota de miedo que solía destellar en los ojos de todas sus víctimas. Deleitarse con cada expresión, con cada grito. Le gustaba oírlos chirriar en sus oídos antes de que empezase a apagarse poco a poco junto a la vida del pobre desgraciado que se hubiese cruzado en su camino. Giovanni se relamió los labios resecos, impaciente.
-Pero me alegra comunicarte que no vas a morir en la hoguera.-Informó, apretándose las manos en la espalda para que no cayeran en la tentación de cerrarse en torno a su cuerpo con demasiada violencia. Sería él mismo quien le diese muerte.
Giovanni di Grazia- Vampiro Clase Alta
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Cada uno de los movimientos que ese hombre efectuaba alrededor mío, destilaban peligro y excitación al mismo tiempo. Me encontraba en una situación que para cualquier persona con un mínimo de líbido habría resultado morbosa, y para otra persona con algo de sentido común... sería aterradora. Yo, con el paso del tiempo, había aprendido a no temerle a nada, a armarme de valor en las situaciones arriesgadas y disfrutar del abundante torrente de adrenalina que me recorría en ellas.
Y eso fue lo que hice en esa ocasión. Resistir mis impulsos de salir corriendo como un gato asustado, o gritar lanzándome desesperado al cuello de ese hombre que me miraba como si quisiese darme una buena paliza. Mis manos se cerraron con más fuerza en torno al borde de piedra de la tumba en la cual yo había tomado asiento, y mi corazón latía de forma desbocada... algo que muy a mi pesar no podía evitar por mucho que lo desease.
Las palabras que ese caballero me dedicaban, resultaban demasiado curiosas para mi gran imaginación. Hablaba como una persona que poseía una experiencia de muchos años... cuando en realidad, su aspecto correspondía a un muchacho de unos treinta años. Eso resultaba curioso... aunque yo ya había podido notar que no era del todo humano... Su aroma no correspondía a uno. Tragué saliva con fuerza, podía percibir el peligro en cada uno de los poros de mi piel a medida que él se acercaba. Ante su ultima frase, esbocé una media sonrisa nerviosa, intentando que mi orgullo y mi valor no decayesen.
-Digamos que... prefiero que como dices la hoguera me evite por un tiempo. Me gusta demasiado mi vida como para lanzarla a las llamas antes de tiempo-me encogí de hombros suavemente.
Y eso fue lo que hice en esa ocasión. Resistir mis impulsos de salir corriendo como un gato asustado, o gritar lanzándome desesperado al cuello de ese hombre que me miraba como si quisiese darme una buena paliza. Mis manos se cerraron con más fuerza en torno al borde de piedra de la tumba en la cual yo había tomado asiento, y mi corazón latía de forma desbocada... algo que muy a mi pesar no podía evitar por mucho que lo desease.
Las palabras que ese caballero me dedicaban, resultaban demasiado curiosas para mi gran imaginación. Hablaba como una persona que poseía una experiencia de muchos años... cuando en realidad, su aspecto correspondía a un muchacho de unos treinta años. Eso resultaba curioso... aunque yo ya había podido notar que no era del todo humano... Su aroma no correspondía a uno. Tragué saliva con fuerza, podía percibir el peligro en cada uno de los poros de mi piel a medida que él se acercaba. Ante su ultima frase, esbocé una media sonrisa nerviosa, intentando que mi orgullo y mi valor no decayesen.
-Digamos que... prefiero que como dices la hoguera me evite por un tiempo. Me gusta demasiado mi vida como para lanzarla a las llamas antes de tiempo-me encogí de hombros suavemente.
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Aquella respuesta del muchacho casi consiguió que Giovanni rompiera su habitual posado serio e intimidante para soltar una sonora carcajada. Pobrecito... Tan inocente, casi conseguía despertar cierta ternura en su gélido interior. El vampiro soltó un suspiro con una falsa mirada condescendiente. Era un chiquillo, poco menos. Un niño confiado de que las sábanas le servirán para detener a todo mal, que nada puede penetrar entre las cuatro pareces de su habitación.
-Oh, pequeño...Me temo que esquivar la hoguera no significa que vayas a salvarte.-Respondió con una media sonrisa de quien mira al que tiene delante como si no tuviera remedio.-Hay tantos peligros, tantos males sueltos. Catástrofes, epidemias, asesinos...-Recitó, sin que nada en sus palabras o en su voz revelara que él era uno de esos peligros. Como vampiro, sabía camuflarse extraordinariamente bien entre los humanos, fingir con perfección que era uno de ellos; ajetreado por una vida demasiado corta y unos impuestos desorbitados. A Giovanni le encantaba saberse el lobo entre las ovejas.
-¿Quién te asegura que la muerte no vaya a asaltarte...digamos esta misma noche, por ejemplo?-Preguntó mientras alzaba ambas dejas.-Sales a pasear y te topas con un desconocido, podría ser cualquiera. Un hombre soltero, una mujer recién casada. Entablais conversación y te parece una persona de lo más amigable, pero antes de que puedas pensar algo más ya estás en el suelo...desangrándote.-Murmuró, paladeando aquella última y deliciosa palabra.-Es una historia de lo más común.
Le encantaba ese juego. Adoraba inyectar el miedo en sus víctimas lentamente, con regocijo; verlo recorrer sus cuerpos e infectar toda cordura, todo asomo de valentía. Era su juego, y el vampiro nunca parecía cansado de él. Giovanni se pasó la lengua por uno de los colmillos, sin evitar enseñarlos ya. Estaba cerca del paso final, de la última apuesta antes de recoger el tan esperado premio. Se acercó un par de pasos al muchacho, con los ojos de hielo fijos en los de él; una mirada amenazante y despiadada.
-Oh, pequeño...Me temo que esquivar la hoguera no significa que vayas a salvarte.-Respondió con una media sonrisa de quien mira al que tiene delante como si no tuviera remedio.-Hay tantos peligros, tantos males sueltos. Catástrofes, epidemias, asesinos...-Recitó, sin que nada en sus palabras o en su voz revelara que él era uno de esos peligros. Como vampiro, sabía camuflarse extraordinariamente bien entre los humanos, fingir con perfección que era uno de ellos; ajetreado por una vida demasiado corta y unos impuestos desorbitados. A Giovanni le encantaba saberse el lobo entre las ovejas.
-¿Quién te asegura que la muerte no vaya a asaltarte...digamos esta misma noche, por ejemplo?-Preguntó mientras alzaba ambas dejas.-Sales a pasear y te topas con un desconocido, podría ser cualquiera. Un hombre soltero, una mujer recién casada. Entablais conversación y te parece una persona de lo más amigable, pero antes de que puedas pensar algo más ya estás en el suelo...desangrándote.-Murmuró, paladeando aquella última y deliciosa palabra.-Es una historia de lo más común.
Le encantaba ese juego. Adoraba inyectar el miedo en sus víctimas lentamente, con regocijo; verlo recorrer sus cuerpos e infectar toda cordura, todo asomo de valentía. Era su juego, y el vampiro nunca parecía cansado de él. Giovanni se pasó la lengua por uno de los colmillos, sin evitar enseñarlos ya. Estaba cerca del paso final, de la última apuesta antes de recoger el tan esperado premio. Se acercó un par de pasos al muchacho, con los ojos de hielo fijos en los de él; una mirada amenazante y despiadada.
Giovanni di Grazia- Vampiro Clase Alta
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Re: Perderse puede ser peligroso (Giovanni Di Grazia)
Durante unos segundos, la mirada del misterioso hombre llegó a confundir al ya de por sí aturdido Kaleb, que percibió en esas pupilas de hielo un atisbo de ternura, de diversión... Quizás fuera cierto eso y era demasiado detallista, o quizás se lo hubiese imaginado y estuviese volviéndose más loco de lo que ya se consideraba. Tragó saliva una vez, dos, tres... quizás se estaba poniendo más tenso de lo que realmente deseaba... Pero era imposible evitarlo.
En cada molécula de aire que rodeaba a ese hombre, se escondía un atisbo de peligro, de maldad... y quizás deseo, aunque no podía asegurarlo. Casi por instinto, y más aún al escuchar sus palabras, dio un par de pasos hacia atrás, como si quisiese evitar entrar en contacto con él... con ese misterio que lo rodeaba. Se mordió el labio inferior con algo más de fuerza, queriendo con ello calmarse.
-Siempre habrá peligros que nos acechen... pero podemos elegir la forma de afrontarlos. Hay quienes reculan, se echan hacia atrás y huyen ante cualquier clase de problema. Otros, se enfrentan con tesón a los desafíos, y más si con ello logran deshacer la monotonía de sus patéticas vidas-comentó, en respuesta a lo que él le había dicho.
Entonces se fijó en un pequeño detalle que hasta el momento le había pasado desapercibido. Los colmillos... unos colmillos no demasiado grandes, pero sí puntiagudos y amenazantes, que asomaban al otro lado de esos finos y pálidos labios. Con un respingo, Kaleb echó más de tres pasos hacia atrás en esta ocasión, y empezó a sisear como haría cualquier felino ante una situación de riesgo, tomando una ligera posición de ataque.
-¿Qué demonios buscas?
En cada molécula de aire que rodeaba a ese hombre, se escondía un atisbo de peligro, de maldad... y quizás deseo, aunque no podía asegurarlo. Casi por instinto, y más aún al escuchar sus palabras, dio un par de pasos hacia atrás, como si quisiese evitar entrar en contacto con él... con ese misterio que lo rodeaba. Se mordió el labio inferior con algo más de fuerza, queriendo con ello calmarse.
-Siempre habrá peligros que nos acechen... pero podemos elegir la forma de afrontarlos. Hay quienes reculan, se echan hacia atrás y huyen ante cualquier clase de problema. Otros, se enfrentan con tesón a los desafíos, y más si con ello logran deshacer la monotonía de sus patéticas vidas-comentó, en respuesta a lo que él le había dicho.
Entonces se fijó en un pequeño detalle que hasta el momento le había pasado desapercibido. Los colmillos... unos colmillos no demasiado grandes, pero sí puntiagudos y amenazantes, que asomaban al otro lado de esos finos y pálidos labios. Con un respingo, Kaleb echó más de tres pasos hacia atrás en esta ocasión, y empezó a sisear como haría cualquier felino ante una situación de riesgo, tomando una ligera posición de ataque.
-¿Qué demonios buscas?
Kaleb S. Heatherton- Cambiante Clase Baja
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