No más soledad amor, estamos aquí. (Nigel ♥)

¿Como dar crédito a todo lo ocurrido en tan corto tiempo? Quizás no había nada que entender, quizás lo único que había que hacer al respecto era respetarlo. No se podía negar que la vida de Nigel Quartermane había cambiado por completo. Seguía siendo el mismo hombre de gran fortuna, seguía teniendo esa enorme mansión como residencia, seguía viviendo el Paris y siendo ese hombre galante y bien parecido que las mujeres deseaban constantemente. Seguía siendo todo eso, no había duda. ¿Entonces cual era la diferencia? Que ahora no estaba solo. La soledad de la residencia Quartermane había llegado a su fin, los primeros en sorprenderse habían sido los sirvientes, que por años habían atendido al joven altanero e incluso soportado su mal humor y groserías que parecían ser cada vez más constantes con el paso de los años.

Seguía siendo el mismo en varios aspectos, pero también había cambios. Su vida había mutado. Esa mujer que yacía a su lado no era mas aquella joven prostituta a la que había tenido que pagarle por placer, por sus besos, por unas simples palabras que dieran sentido a ese sentimiento que había ido gestándose al igual que esa criatura que ahora yacía en el vientre de la que era su esposa. ¿Hijo? ¿Esposa? ¡El amor causa estragos! Mucho había servido la poca importancia que Nigel le daba a las habladurías de la gente, por que por supuesto que el suceso de la unión entre un aristócrata y una puta había sido el hablar de todo Paris, todo aquel que no hubiese conocido el nombre de Nigel Quartermane, ahora lo hacia, no había alma que no supiera la vergonzosa acción que este había llevado a cabo al meter a su lujosa residencia a una prostituta con el afán de convertirla en una dama respetable. Pero nada de eso tenia valía para el, incluso había pasado por alto el desprecio que sentía por la iglesia, se había casado en una, había jurado amor eterno a esa joven cortesana que había prometido cambiar su forma de vida para entregársela a el.

Tan poco le importaba a Nigel lo que la gente hablara que justo ahora dormía placidamente en el lecho, tan negligente de todo, tan preocupado por nada, tan lleno de paz. Su rostro reflejaba a la perfección lo antes dicho. Su pecho se inflaba levemente y se volvía hundir con un ritmo armónico y sus parpados se movían levemente a causa del sueño que estaba teniendo en esos instantes. Pero dentro de esa fantasía llevada a cabo en su mente, pudo sentir el suave roce de una piel calida sobre su pecho, una ligera presión de un cuerpo que ejercía un centenar de reacciones sobre el suyo como por arte de magia. Ese era uno de los milagros que Claire provocaba: hacerlo vibrar, aun dormido. Movió su cuerpo ligeramente para inclinarlo hacia sabia que ella se encontraba, mientras emitía un sonido imposible de descifrar a causa de la pereza que sentía especialmente ese día. La suave piel de Claire volvió a tener contacto con la suya, pero esta vez sobre los labios, no pudiendo reprimir un movimiento de los suyos contra los de ella en respuesta a esa suave mordida que ella acababa de brindarle como buenos días. Si hubiese sido un día nueve meses antes, se habría lanzado sobre ella de manera cariñosa y seguramente hubiesen terminado haciendo el amor sobre esa cama. Pero era imposible esta vez, no con ese ser que su ahora esposa llevaba dentro y que estaba por conocer la luz del sol. Sonrío para si mismo al recordar la dicha que había sentido al enterarse que seria padre, aunque no había sido fácil aceptar tal cosa, no cuando se es Nigel Quartermane. Lo cierto era que Nigel no era un hombre ni ser humano modelo, ¿por que habría de ser el esposo modelo entonces? Pero lo intentaba, se esforzaba hasta donde su naturaleza se lo permitiese.

Hizo caso omiso a las palabras de Claire, ¿por que levantarse? ¿Por que cuando su enorme y cuantiosa fortuna les permitía el pasar el resto de su vida sobre la cama si así lo deseaban? Nunca había sido un hombre preocupado por el futuro, no lo empezaría a ser ahora. Pero su paz y pereza se vieron interrumpidas con el grito que profirió Claire a su costado. Se llevo la almohada sobre la cara en un intento de aminorar la luz que le pegaba de lleno sobre el rostro al entreabrir los ojos. – ¿Cual es la prisa? – Apenas lograba entenderse lo que había dicho debajo de la almohada la cual retiro finalmente para posteriormente abrir los ojos por completo y mirar a Claire que parecía bastante agitada. La alarma se encendió cuando supo lo que ocurría. - ¿Que pasa? ¿Claire? – Un par de ojos azules miraban a su esposa en espera de una respuesta que le tranquilizara. No hubo respuesta. – Claire…¡Claire! – Grito exigiendo saber que todo marchaba sobre ruedas, aunque no hacia falta el meditar demasiado la escena: una mujer embarazada, a punto de dar a luz, contracciones. Así era, el primogénito de la pareja estaba a punto de nacer.

Y por ese momento todo indicio de ese pedante, engreído, mujeriego, lascivo e incluso cruel hombre que Nigel Quartermane solía ser, desaparecía por completo, dando paso en su lugar a un hombre que miraba a su esposa con los ojos fuera de sus orbitas, nervioso, asustado y por supuesto que también ansioso por que su primogénito llegara al fin. Nigel salto de la cama al darse cuenta de la gravedad del asunto, esta no era una de esas repetidas veces en las que Claire se había quejado por alguna patada en el vientre, tampoco era una de esas ocasiones en las que había tenido ascos o algún otro malestar característico de un embarazo. Esta vez era diferente, era grave, era definitivo. Si la situación hubiera sido otra se habría vuelto loco y se hubiera echado a reír, producto de la emoción de que al fin el día hubiera llegado. Por semanas enteras había imaginado como seria ese día, pues experiencia en muchas cosas tenia, pero en embarazos, ninguna. Y ahora que era el día tan esperado no sabia que hacer. Se movía de un lado a otro, alargaba las manos para dárselas a su amada en un intento de ayudarle, pero las volvía a alejar al darse cuenta de que solo empeoraba la situación. Los gritos y jadeos de su esposa lograban ponerle los nervios de punta, no podía reaccionar como un hombre inteligente.

Volvió a alargar su mano para tomar la de Claire cuando esta busco el apoyo de su cónyuge y tuvo que aguantar el dolor que sintió cuando esta se la estrujo con tanta fuerza que no pudo evitar sorprenderse. La cara de Nigel era como un espejo para ese entonces, cada gesto que Claire hacia, el lo imitaba y pronto empezó a imitar la respiración que esta llevaba a cabo. – No, no, no te vas a morir Claire. – Casi tartamudeo ante la idea de poder perder a la persona que mas amaba en este mundo. Por que eso era Claire, su razón de ser, la dueña absoluta de su corazón y alma, aunque no lo fuera de su cuerpo, al menos no por completo, al menos no hasta ahora. Escucho con atención lo que su esposa pronunciaba con dificultad y el a su vez colocaba su mano libre sobre la frente de la joven para secar el sudor frío que había empezado a emanar de sus poros. – Nada va a pasar, todo va estar bien, lo prometo. - ¿Lo estaría? Muchas veces había escuchado historias en las que las mujeres habían tenido un parto tan complicado, que no habían podido resistirlo, historias en las que se hablaba de hemorragias, incluso en las la madre salía ilesa, pero en las que el niño no lograba sobrevivir. ¿Quién le aseguraba que Claire o su hijo no correrían con la misma suerte? ¿Era normal tanto sufrimiento que ella estaba padeciendo? - No vas a morir Claire, dije que no vas a morir. – Sus palabras esta vez sonaron como si le exigiera que luchara por que todo estuviera bien, no iba a darse el lujo de perder a ninguno de los dos.

La puerta se abrió de pronto y una de las criadas se llevo las manos a la cara al ver el estado en el que Claire de encontraba para ese entonces. Se acerco a paso rápido, toco su frente, su vientre y luego le lanzo una mirada aterrada a Nigel, misma que este le devolvió. - ¿Qué? ¿Qué pasa? – Exigió por una respuesta sin soltar la mano de su amor que seguía quejándose, cada vez más frecuentemente.

- Ya es hora señor, va a nacer el bebé. – Le anuncio la criada con voz temblorosa.
- ¡Claro que va a nacer, estupida! No te quedes ahí parada y haz algo. – No, la criada no tenia la culpa, pero con alguien tenia que desquitarse, ¿no? La muchacha no se movió. – ¡Rápido! ¡Muévete de una vez! – Vocifero con tanta fuerza que esta vez la muchacha salia disparada en busca de la partera.
Nuevamente la pareja quedo sola, la mano de Nigel no soltó la de Claire y no lo haría, se quedaría de esa forma durante todo el proceso de ser necesario, pues a pesar de lo cruel y mujeriego que Nigel pudiera ser, la amaba, de eso no había duda y tenia muy en claro que si algo le pasaba, jamás lo superaría. Se dejo caer sobre el piso de la habitación, a modo de que parecía estar arrodillado junto a la cama donde yacía su esposa jadeando a causa de las contracciones cada vez mas seguidas y beso su mano en un intento de hacerle ver que no estaba sola. – Aguanta Claire, pronto acabara todo, piensa en nuestro hijo, piensa en el.

Nigel volvió a mirar a su esposa en cuanto la criada salio corriendo en busca de la partera y desde entonces no aparto la vista del rostro de esta, mismo rostro que esta vez no sonreía, que no tenia ese gesto seductor que Claire tenia por naturaleza y que había logrado cautivarlo desde el primer día, en su lugar estaba un gesto de dolor, de sufrimiento, de estar viviendo un infierno el carne propia. Por primera vez en su vida Nigel se sintió como un inútil, no sabia que hacer, por única vez en su vida no tenia una solución al problema, no tenia idea de cómo poder ayudar a calmar el dolor tan inmenso que podía imaginar que su esposa estaba sufriendo, no podía evitar sentirse un completo fracasado. Su mano era lo único que tenía para ofrecerle en un momento como ese, la presión sobre la de ella como muestra de apoyo y un beso sobre la frente sudorosa para demostrarle con este gesto un poco del inmenso amor que sentía por ella. Por momentos se olvidaba de la razón por la cual estaban en esas circunstancias, por momentos casi olvidaba que estaba a punto de ser padre, no por que no estuviera ilusionado, si no por el terror que lograba invadirlo, ese temor infinito de la posibilidad de perder en el parto a la mujer que tanto amaba.

Sintió un alivio cuando la partera entro en la habitación acompañada por la criada y una ayudante personal. Supo que las cosas irían mejor esta vez, tenia que ser así, por que se suponía que la vieja tenia experiencia en se tipo de cosas. Antes de que la mujer se dispusiera a empezar con la labor de parto, soltó la mano de Claire tan solo para acercarse a la partera y dirigirle unas cuantas palabras que más bien parecían amenazas. – ¿Es normal que pase esto? – Pregunto un tanto alarmado, mirando de reojo como Claire seguía retorciéndose de dolor sobre la cama que para entonces ya estaba empapada de su propio sudor. – Por Dios, haga que pare, ¡haga algo! –Exclamo desesperado cuando su esposa profirió un grito desgarrador luego de una de las contracciones. La mujer lo miro con aire despreocupado, pues para ella ese tipo de cosas eran lo más normal del mundo. – Todo esta bajo orden señor, se lo aseguro. – Respondió la mujer mientras su ayudante le acercaba un recipiente con agua y esta las hundía para lavarlas antes de empezar. - Espero que así sea, de lo contrario, será usted quien pague las consecuencias. – Sentencio con una mirada a la mujer, para luego acercarse a su esposa y tomar nuevamente su mano. La mujer lanzo un suspiro, se sentó sobre un banquillo y se coloco junto a la cama para acomodar las piernas de la embarazada en una posición que permitiera tener un mejor acceso a la labor que estaba a punto de comenzar.

Nigel no perdió un detalle de lo que la mujer hacia, por una parte por que no quería perderse del nacimiento de su primogénito, pero también por si esta hacia algo indebido, para poder detenerla si fuese necesario. Las toallas que estaban colocadas bajo la cintura y pelvis de su esposa empezaron a empaparse de sangre, cosa que estaba alterando verdaderamente a Nigel, no podía creer que Claire sobreviviera luego de tanta sangre perdida, luego de esos gritos que le desgarraban no solo los oídos, si no el alma misma. – Se esta desangrando, ¡haga algo por Dios! – Volvió a insistir poniéndose de pie de un brinco, esta vez mas alterado. La mujer encargada del nacimiento de su hijo le lanzo una mirada envenenada, pues empezaba a sacarla de quicio. – Señor, debo pedirle que abandone la habitación si no puede mantenerse tranquilo, esta distrayéndome y esta alterando mas a su esposa, la pone más nerviosa.

Nigel se sintió indignado al escuchar como la vieja insolente osaba a hablarle en ese tono, a correrlo de su propia habitación, ¡a pretender privarlo de presenciar el nacimiento de su propio hijo! Pero muy a su pesar, en el interior supo que ella tenía razón, que debía controlarse para hacer que Claire se tranquilizara y todo saliera bien. Volvió a hincarse sobre la alfombra de la habitación y tomo con más fuerza la mano de su mujer, besándola, esta vez no la soltaría hasta que todo hubiese terminado. No pudo evitar sonreír cuando escucho que la cabeza de la criatura estaba asomándose. – Vamos amor, ya casi, tu puedes hacerlo. – Alentó a Claire para poner fin a su sufrimiento de una vez por todas. – Haz un esfuerzo mas, uno solo…

El llanto de un infante y la voz de una mujer anunciando su sexo inundo la habitación, Claire descansó de su sufrimiento y Nigel no pudo contener una risa sincera y orgullosa al saber que su primogénito era un varón, sano y fuerte. La mujer tomo al niño con cuidado y lo envolvió en una pequeña cobija de color blanco, para después acercarse a los padres y mostrarles el rostro de su hijo por vez primera. Nigel conoció la completa felicidad al ver la cara de su hijo, esa felicidad que solo podía compararse con el momento en que Claire había aceptado ser solo tuya y el día de su unión ante todas las de la ley. Esos tres momentos eran los únicos felices en toda su existencia, los que nadie podría empañar o superar jamás.
- ¿Escuchaste? es un niño… - Repitió a Claire como si esta no hubiera escuchado ya lo que la mujer les había dicho. El niño le fue entregado a la madre, aunque no seria por mucho tiempo. El rostro que Nigel tenía en ese instante era simplemente indescriptible al igual que todos los sentimientos que su hijo lograba desencadenar en su interior. Era un sentimiento tan desconocido como ese que había descubierto cuando había empezado a enamorarse de Claire, esto también era amor, pero otro tipo, no menos que el que sentía por ella. Jamás se había visualizado a si mismo como padre, incluso antes de conocer a Claire había llegado a pensar que jamás tendría hijos, pero toda su perspectiva de la vida se la había cambiado el amor y ahora que tenia a su lado a esos dos seres no podía imaginarse su vida de otro modo, era imposible. Todo indicio de ese hombre arrogante y a menudo cruel, parecía no haber existido jamás.

Nigel Quartermane no tenía salida. Y probablemente no quería siquiera buscarla, probablemente en su cabeza no existía la sola idea de querer salir. El seductor, el hombre mezquino, avaricioso, el hombre cruel, todo eso no parecía encajar con el hombre que yacía ahora junto a su esposa y junto a ese pequeño ser recién nacido. Alguien que apenas le conociera y a quien se le hablara del Nigel que había sido siempre, se negaría rotundamente a aceptar que se hablaba de la misma persona. No tendría sentido. Incluso las propias mujeres de la servidumbre que se encontraban presentes no podían creer lo que sus ojos veían, esas mismas mujeres que a menudo habían sido guitoneadas y reprimidas por su patrón no lograban entender como era posible que hubiese cambiado tanto en tan solo unos cuantos minutos, incluso ser espectadoras de tan agradable imagen de la pareja y su hijo lograba llenarlas de esperanzas, de que quizás de ahora en adelante las cosas cambiaran y tomarían un rumbo realmente distinto al que estaban acostumbradas ya, que quizás su patrón de ahora en adelante las tratara de una manera un poco mas humana, sin gritos, sin amenazas, sin groserías. Tales cosas nadie podía garantizarlas, pero también tales cosas eran lo menos importante en esas circunstancias.

Nigel incluso se había olvidado de que estaban acompañados, de que en esa misma habitación donde su mujer había dado a luz se encontraban mas personas. Nada mas existía, solo ella y el. Sentía que el pecho se le abría, que se le contraía, que le explotaba, todo eso y mas era capaz de causar ese nuevo ser que recién podían presenciar sus ojos. No podía creer que Claire lo tuviera finalmente en sus brazos, se moría de ganas de tenerlo el en los suyos. Aunque no se atrevería por mas ganas que tuviese, en algún lugar recóndito de su ser no se sentía merecedor de tanta dicha que la vida le estaba dando, en algún sitio de su interior se gestaba la idea de ser un hombre sucio y vil que solo lastimaría a su hijo de retenerlo en sus brazos. Y es que a pesar de todo, Nigel estaba conciente del tipo de vida que se había encargado de vivir los últimos años de su vida. No, no estaba arrepentido de ninguna de sus acciones, pero era realmente contrastante para el esta nueva experiencia de ser padre y esposo, demasiado distinto y único.

No estuvo en total acuerdo con lo que su esposa decía acerca de su parecido con el niño. El lo veía tan hermoso, tan parecido a su madre, aunque tampoco podía negar que estaba en lo cierto con algo: los labios eran una copia exacta de los de su esposa. No podía negar la felicidad que le ocasionaba el que su primogénito fuese un varoncito, pero tampoco hubiese sido una tragedia el que fuese una niña, pues también el haber tenido una pequeña Claire lo habría hecho sentir igual o quizás hasta mas dichoso. – Es perfecto. – Se limito a decir en cuanto al nombre que Claire había elegido para su primer hijo. Mejor nombre no podía haber: León, un guerrero, fuerte e invencible. El nombre tenia tanto poder. Así es como seria su hijo, el heredero, el primogénito de los Quartermane.

No alzo la vista ni siquiera cuando la partera les daba indicaciones de cómo debía alimentar al niño, no quería perder detalle de todo eso que era tan nuevo para el. No dejo de sonreír al ver como este succionaba con aire desesperado la leche que su madre le ofrecía e incluso aprovecho que este estaba distraído para aventurarse a tocar una de sus manos. Una vez que los grandes dedos de la mano de Nigel se posaron sobre la pequeña del infante, este las cerro alrededor de las de su padre y Nigel sintió que se le partía el alma, se limito a mirar a Claire y a recibir ese beso que depositaba en su boca. Un beso tan distinto a todos los anteriores, un beso libre de lujuria o de dobles intenciones, un beso lleno de amor y pasión por su esposa, por la madre de su hijo, por la nueva vida que acababa de hacer posible que fuese real.

- ¡Rápido, traigan a un fotógrafo, al periódico, a quien sea! – Exclamo de pronto, lleno de júbilo, alzando por primera vez la vista ante las mujeres que observaban ese momento tan íntimo, mismas que se habían llevado un sobresalto a causa de sus gritos. – Quiero que mañana mismo se publique la gran noticia de que el primero de nuestros hijos ha nacido. Quiero que todo el mundo se entere. – Al paso de cómo iban las cosas y teniendo en cuenta la popularidad de los Quartermane, que sin duda había crecido al doble después del escándalo de su unión matrimonial, seguramente ya muchos estaban al tanto de que el hijo de la pareja finalmente había llegado al mundo. Pero como era de esperarse, a Nigel le gustaban las cosas importantes, que rompieran los esquemas, aunque esta vez lo hacia con sinceridad, con la plena intención de hacer publica la felicidad que embargaba a su familia.

- Señor, creo que lo mas conveniente es que deje descansar a su esposa, debe estar agotada luego del gran esfuerzo que ha hecho el día de hoy. Y su hijo, el bebe debe dormir y alimentarse bien… - La partera que claramente estaba en lo cierto dejo entrever con sus indicaciones que sabia exactamente lo que hacia, que no era ninguna novata en su profesión. Nigel la miro con indignación por segunda ocasión luego de que había querido expulsarlo de la habitación y privarlo del nacimiento de su hijo, pero nuevamente callo, tan solo por que estaba de acuerdo en que Claire debía tomar reposo, pues se le veía cansada y demacrada luego de todo lo ocurrido. – Esta bien… - La derrota se hizo visible en su tono de voz, por primera vez en su vida recibiría ordenes de alguien mas y se callaría la boca.

“Papá”. La palabra hizo eco en lo mas fondo de su ser, en el cuerpo entero. Un escalofríos recorrió su espina dorsal y una sonrisa nerviosa apareció dibujada en sus labios. Pero no había sido dibujada con trazos firmes, si no más bien líneas dudosas, como quien hace un boceto para terminarlo mas tarde. ¿Pero a que se debía?, ¿acaso la felicidad del momento se había visto opacada por algo?, ¿tan rápido? No, en absoluto, estaba más vigente que nunca. Pero no fue hasta que Claire pronuncio aquella palabra, que realmente se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Papá. ¿Una simple palabra debía provocar tanto? Cuatro letras, pero un sin fin de significados. Lo que ocurría es que Nigel no se había detenido a pensar en todo lo que aquello conllevaba. No era solo el procrear a un hijo y presumirlo o reír y rebozar en felicidad los primeros días. No era como esos objetos tan costosos que había mandado traer desde la China y que después de unos cuantos meses carecían de importancia e incluso muchos ahora aguardaban olvidados en el sótano. No, esto era diferente, esto era para toda la vida. Esto rebasaba todo, lo opacaba todo. Y no pudo dejar de preguntarse como seria día en que León pudiera llamarlo también con aquella palabra.

Se sentía tan ajeno a todo eso. Como en un sueño utópico, si no fuese por que sus manos estaban sintiendo el tacto de la piel suave de aquel bebe, hubiese jurado que todo era obra de algunas copas de mas o simplemente uno de esos sueños estupidos que constantemente tenia. Pero no dijo nada, tan solo continuo dejando que su hijo hiciera de las suyas con los dedos de su mano mientras este se seguía alimentando de manera ansiosa. No levanto la vista aun cuando la partera se encontraba nuevamente cerca de la familia, dándole indicaciones a la nueva mama acerca de cómo debía tratar a su hijo. Nigel escucho con atención todo lo que se hablaba, como si estuviesen dándole indicaciones para un importante negocio en puerta, alternando miradas de la partera a su esposa y de su esposa a León.

No insistió tampoco en el hecho de querer hacer público el nacimiento de su hijo, en el fondo le daba la razón tanto a la partera como a su propia esposa. Pero eso no significaba que dejaría pasar tal cosa, lo haría, de eso estaba seguro, el mundo debía saber de la llegada del heredero de la familia. Un montón de ideas cruzaban por si cabeza, no podía negarse las grandes expectativas que ya tenia de esa criatura tan pequeña. Se lo imagino un poco más grande, exigiendo ser como su padre, siguiéndolo a todos lados, viéndolo como un ídolo. Se lo imagino también más mayor, en plena adolescencia, siendo ya todo un hombre, con decenas de muchachas detrás de el, siendo su viva imagen, queriendo comerse el mundo de un solo bocado. Todo eso pensaba mientras permanecía mudo y solo se movía para hacer caso a la petición que Claire le hacia, acomodándose en la cama, hasta quedar los tres en una posición digna de una fotografía. Era una verdadera lastima que no hubiera ahí nadie que pudiera captarlo, excepto los múltiples ojos de las criadas que los admiraban.

La palabra volvió a sonar igual de extraña cuando Claire volvía a pronunciarla, pidiéndole que cargara a su hijo. Nigel busco de inmediato los ojos de su esposa, dirigiéndole una mirada que no denotaba más que inseguridad. Quería hacerlo, pero no sabía si estaba listo para tal cosa. ¿Y si lo lastimaba?, ¿Y empezaba a llorar? Claire se movió con el pequeño y se lo ofreció, acomodándolo poco a poco entre sus brazos, colocando las manos torpes de su esposo alrededor de el, dándole indicaciones de cómo hacerlo que la misma partera acababa de darle a ella. Los movimientos de Nigel eran dignas de dar risa, daba la intención de tener otra cosa entre los brazos, todo excepto a un niño. – Shhhh… - Susurro en repetidas ocasiones cuando el infante se removió entre sus brazos, haciendo sonidos que parecían avecinar el llanto. Se levanto de la cama con sumo cuidado, haciendo caso de las indicaciones para no lastimarlo y fue a paso lento hacia la ventana, donde los rayos del sol daban con más claridad. Ahí fue cuando finalmente pudo ver con claridad el enorme parecido que ambos tenían, Claire no había exagerado al decirlo. Unos pequeños y entrecerrados ojos azules miraban los suyos del mismo color. Nigel no tenía la minima idea sobre niños, pero estaba seguro de que aquel era el más bello que había visto en toda su vida. – Bienvenido al mundo, León Quartermane… - Le anuncio como si de verdad creyera que el niño pudiera entenderle.