AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
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Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Ese día hacia una buena tarde. Estaba nublando y pronto anochecería, pequeñas gotas caían al suelo en repiques tan armoniosos como los de un tambor que es bien tocado. Ha, si estuviera en otro lugar, podría estar tocando, acompañando ese ritmo sutil que tan bien se interpretaba con el rasgueo melódico de su cítara. Pero tampoco se lamentaba de estar bajo tengo, guarecido de la lluvia fría y de la niebla, protegido y en un ambiente caldeado. Era curioso, bueno, también podría usarse la palabra enigmático, pero desde que llego a este país una increíble ansia de conocimiento le perforaba la cabeza, dejándolo despierto a veces por toda la noche y carcomiéndole el cerebro en un intento de averiguar qué es lo que podría hacer tal aparato o aquel dispositivo.
Luego, encontró la biblioteca y encontró la fascinación por las novelas de detectives, las novelas de misterio, las de amor. Paso por el terror cuando apenas se empezaba a abrir un camino en la literatura popular. No leyó nada, pero no dejo de hojear libros, ocupando el espacio de su mesa con cada vez mas material y cuando la literatura pareció cansarle, se fue a las plantillas de dibujos, libros gruesos y grandes que estaban llenos de imágenes: anatomía, ciudades, edificios. Pura información, cultura en la palma de su mano. Tomo varios de esos y por fin, se dejo caer en su silla, acomodándolos en una fila según su orden de interés. Estaba a punto de ponerle los nervios de punta al encargado con sus continuos viajes a los libreros, pero cuando suspiro tranquilo le miro pararse una última vez, solo que ahora por un diccionario. El chico no dominaba el francés, solo su idioma natal y el inglés.
Planeaba detener a ese extranjero con apariencia casi fémina pero cuando llegó hasta su mesa con el rio de palabras abrumándole la garganta, Uruha alzo la mirada del libro que lo tenia fascinado y le dedico unos segundos, con su ceño fruncido en señal de extrañeza, como si el encargado se hubiese equivocado de persona o algo así. No pudo hacer nada contra eso, era como si le viera un pequeño animal abandonado que rogaba auxilio. Se dio la vuelta y regreso a su puesto sin resolver la incógnita que quedo grabada en el rostro del nipón. Este a su vez, aprovecho para dar una vuelta con la mirada en todo el lugar y estirar su cuerpo entumecido. Parecía una buena tarde, incluso se alimento correctamente desde en la mañana, tomando un buen desayuno y una buena comida, aun dudaba sobre si cenar, pero su estomago no parecía muy exigente, así que se sentía bien de energía. Y su corazón se sentía más ligero también, abriéndose poco a poco a su alrededor y todas las experiencias que eso traería consigo, como ese libro que mostraba obras impresionantes en un tono mate sin decolorar.
Luego, encontró la biblioteca y encontró la fascinación por las novelas de detectives, las novelas de misterio, las de amor. Paso por el terror cuando apenas se empezaba a abrir un camino en la literatura popular. No leyó nada, pero no dejo de hojear libros, ocupando el espacio de su mesa con cada vez mas material y cuando la literatura pareció cansarle, se fue a las plantillas de dibujos, libros gruesos y grandes que estaban llenos de imágenes: anatomía, ciudades, edificios. Pura información, cultura en la palma de su mano. Tomo varios de esos y por fin, se dejo caer en su silla, acomodándolos en una fila según su orden de interés. Estaba a punto de ponerle los nervios de punta al encargado con sus continuos viajes a los libreros, pero cuando suspiro tranquilo le miro pararse una última vez, solo que ahora por un diccionario. El chico no dominaba el francés, solo su idioma natal y el inglés.
Planeaba detener a ese extranjero con apariencia casi fémina pero cuando llegó hasta su mesa con el rio de palabras abrumándole la garganta, Uruha alzo la mirada del libro que lo tenia fascinado y le dedico unos segundos, con su ceño fruncido en señal de extrañeza, como si el encargado se hubiese equivocado de persona o algo así. No pudo hacer nada contra eso, era como si le viera un pequeño animal abandonado que rogaba auxilio. Se dio la vuelta y regreso a su puesto sin resolver la incógnita que quedo grabada en el rostro del nipón. Este a su vez, aprovecho para dar una vuelta con la mirada en todo el lugar y estirar su cuerpo entumecido. Parecía una buena tarde, incluso se alimento correctamente desde en la mañana, tomando un buen desayuno y una buena comida, aun dudaba sobre si cenar, pero su estomago no parecía muy exigente, así que se sentía bien de energía. Y su corazón se sentía más ligero también, abriéndose poco a poco a su alrededor y todas las experiencias que eso traería consigo, como ese libro que mostraba obras impresionantes en un tono mate sin decolorar.
Uruha Kouyou- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Alexia miraba confusa a sus alrededores. Un intenso olor húmedo la traía de cabeza, pues no le gustaba mojarse. Había salido para investigar un poco acerca de París y de los sucesos que habían acontecido a su vida, pero hasta ahora solo se había ocupado de la parte de su supervivencia, le faltaba la de investigación. A pesar de encontrarse algo perdida entre las calles de París, se ayudó de su olor y de los recuerdos para buscar un edificio en concreto, el cual debía darle la respuesta que tanto ansiaba, o más bien, las respuestas. Recordó que de pequeña su madre le decía que el lugar con mayor conocimiento era...
-Biblioteca, ¿será aquí?-se susurró para si, siendo incapaz de recordar cual era el nombre del hogar de los libros. Inspiró y expiró varias veces, pero la lluvia la arrastró hasta el interior del edificio.
Allí había poca gente, por no decir casi nadie. El dependiente miraba escandalizado el vestuario de Alexia, el cual seguía siendo su viejo vestido de novia destrozado. Ella, sin embargo, parecía lo suficientemente distraida en las estanterías repletas de libros que no se percató de que el encargado se acercaba a reprimirla por llevar tales atuendos. Una vez se acercó la tomó del brazo y la giró hasta él, comenzando a reprimirla. Ella enarcó una ceja en respuesta, no comprendiendo el problema que tenía con su ropa. Se encogió de hombros y puso los ojos en blanco, ignorando al hombre y acercándose a los libros. El hombre la siguió, pero ella lo siguió ignorando mientras miraba las montañas de lectura confundida, ¿tendría que buscar entre tantos libros...?
Mostró los dientes en gruñido, y examinó a la gente que había a su alrededor en busca de alguna pista que la pudiera ayudar, y esa pista fue un extraño chico que se encontraba mirando un libro. Miró al ruidoso dependiente e intentó razonar con él, preguntándole sobre un "libro sobre gente", pero él solo le indicó la salida. Era inutil, tendría que probar con otra cosa. En el lugar también se encontraba una persona leyendo, y esperaba que tuviera más sentido común que aquel hombre.
-Perdone..-comenzó ella, acercándose al muchacho de ojos rasgados. ¿Qué clase de persona era esa? Vestía como hombre, pero su rostro era el de una mujer. No se atrevió a catalogarlo en ninguna categoría. -Busco un libro sobre gente, ¿puede ayudarme?-
-Biblioteca, ¿será aquí?-se susurró para si, siendo incapaz de recordar cual era el nombre del hogar de los libros. Inspiró y expiró varias veces, pero la lluvia la arrastró hasta el interior del edificio.
Allí había poca gente, por no decir casi nadie. El dependiente miraba escandalizado el vestuario de Alexia, el cual seguía siendo su viejo vestido de novia destrozado. Ella, sin embargo, parecía lo suficientemente distraida en las estanterías repletas de libros que no se percató de que el encargado se acercaba a reprimirla por llevar tales atuendos. Una vez se acercó la tomó del brazo y la giró hasta él, comenzando a reprimirla. Ella enarcó una ceja en respuesta, no comprendiendo el problema que tenía con su ropa. Se encogió de hombros y puso los ojos en blanco, ignorando al hombre y acercándose a los libros. El hombre la siguió, pero ella lo siguió ignorando mientras miraba las montañas de lectura confundida, ¿tendría que buscar entre tantos libros...?
Mostró los dientes en gruñido, y examinó a la gente que había a su alrededor en busca de alguna pista que la pudiera ayudar, y esa pista fue un extraño chico que se encontraba mirando un libro. Miró al ruidoso dependiente e intentó razonar con él, preguntándole sobre un "libro sobre gente", pero él solo le indicó la salida. Era inutil, tendría que probar con otra cosa. En el lugar también se encontraba una persona leyendo, y esperaba que tuviera más sentido común que aquel hombre.
-Perdone..-comenzó ella, acercándose al muchacho de ojos rasgados. ¿Qué clase de persona era esa? Vestía como hombre, pero su rostro era el de una mujer. No se atrevió a catalogarlo en ninguna categoría. -Busco un libro sobre gente, ¿puede ayudarme?-
Alexia Denisof- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/12/2010
Edad : 30
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
El encargado pareciera medio poseído cuando, recién habiendo dejado en paz a Uruha, tomaba ya represalias contra un muchacha que estaba paseándose tan inocentemente que era incongruente el imaginarse que pudiese dar un problema. Antes, mucho antes de que la joven se acercara a él, el oriental estuvo mirándole fijamente, extrañado por esa vestimenta tan poco usual, por no decir peculiar de una descuidada. Observo sus facciones y sus movimientos curiosos mientras pasaba de un lado al otro, siendo constantemente acechada por el encargado que insistía en que se fuera. Que hombre más egoísta de verdad, ¿Por qué no dejarla encontrar lo que buscaba? ¿Por qué no permitirle el conocimiento deseado? Uruha no se había enterado que había sido acosado de la misma manera, pero, cierto es que si lo hubiese sabido, le abría puesto un buen alto al sujeto. Sin poderse concentrar como antes, bajo su vista de nuevo a su libro, dejando que los hechos pasasen frente a sus ojos sin interrumpirse más, hasta que tuvo a la doncella a su lado.
Se puso nervioso, fue inevitable, dado su casi nulo contacto con las mujeres, proviniendo de una cultura en que la mujer valía más por que tan bien atendiese a un hombre y no por sí misma, eso cuando, con suerte, lograba valer algo frente a los demás. Uruha no había permitido que aquellos sentimientos le afectaran pero nunca había estado de acuerdo en que su padre considerara menos a una mujer tan magnífica como su madre y el tampoco creía que un pene te hiciera valer más que una mujer. Se puso de pie, despachando al encargado con un movimiento de su mano, pues lo consideraba un extra exagerado. Las palabras del señor le hicieron sentir contrariado, pero asintió con firmeza, si, el podría hacerse cargo de ella y de que no molestase a nadie. Aquello parecía una exageración mas del encargado; que hombre tan estresante. La pregunta de la joven le hizo ladear la cabeza, pensando en que sería lo que deseara, empero, cuando capto que podría traducir “gente”, como “historia” actuó con deferencia y la guio a los estantes pese a la duda que le atenazaba la cabeza.
- Lo siento… - replico con voz calmada, pero ahí estaba de nuevo, una disculpa innecesaria cuando no hacía más que prestar un servicio, hacer un favor. Uruha no poseía ningún tipo de acento francés y la verdad es que considera un milagro su nivel de comunicación respecto a la diferencia de idiomas entre ambos países, de donde provenía y la bella París en la que ahora se encontraba. Tomo un libro de historia de este siglo y se lo mostro, enseñándole la portada. Si este no era, lo devolvería a su sitio y quizás le mostraría uno sobre cultura o sociales. Alguno de ellos tendría que ser lo que deseaba-. ¿Qué opina? –pregunto con voz modulada, manteniendo la portada en vertical para ella un momento más; entonces lo abrió con cuidado y le enseño las paginas, con fotos y texto sobre los distintos momento cruciales en los últimos cincuenta años de la ciudad-.
Se puso nervioso, fue inevitable, dado su casi nulo contacto con las mujeres, proviniendo de una cultura en que la mujer valía más por que tan bien atendiese a un hombre y no por sí misma, eso cuando, con suerte, lograba valer algo frente a los demás. Uruha no había permitido que aquellos sentimientos le afectaran pero nunca había estado de acuerdo en que su padre considerara menos a una mujer tan magnífica como su madre y el tampoco creía que un pene te hiciera valer más que una mujer. Se puso de pie, despachando al encargado con un movimiento de su mano, pues lo consideraba un extra exagerado. Las palabras del señor le hicieron sentir contrariado, pero asintió con firmeza, si, el podría hacerse cargo de ella y de que no molestase a nadie. Aquello parecía una exageración mas del encargado; que hombre tan estresante. La pregunta de la joven le hizo ladear la cabeza, pensando en que sería lo que deseara, empero, cuando capto que podría traducir “gente”, como “historia” actuó con deferencia y la guio a los estantes pese a la duda que le atenazaba la cabeza.
- Lo siento… - replico con voz calmada, pero ahí estaba de nuevo, una disculpa innecesaria cuando no hacía más que prestar un servicio, hacer un favor. Uruha no poseía ningún tipo de acento francés y la verdad es que considera un milagro su nivel de comunicación respecto a la diferencia de idiomas entre ambos países, de donde provenía y la bella París en la que ahora se encontraba. Tomo un libro de historia de este siglo y se lo mostro, enseñándole la portada. Si este no era, lo devolvería a su sitio y quizás le mostraría uno sobre cultura o sociales. Alguno de ellos tendría que ser lo que deseaba-. ¿Qué opina? –pregunto con voz modulada, manteniendo la portada en vertical para ella un momento más; entonces lo abrió con cuidado y le enseño las paginas, con fotos y texto sobre los distintos momento cruciales en los últimos cincuenta años de la ciudad-.
Uruha Kouyou- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Alexia ladeó la cabeza para reflejar en su cuerpo su incomprensión. Su acento, el cual le era extrañamente familiar, distorsionaba algunas palabras contra su voluntad, librándole de cualquier atisbo de ascendencia francesa. El extraño hombre que tenía frente a ella miró hacia los libros, y en unos pocos movimientos ya tenía uno de ellos en sus blancas y delicadas manos. Casi se le escapa una sonrisa a la felina, quien estaba horriblemente sorprendida del contraste que había entre el dueño de dicho lugar y el extranjero. ¿Sería a causa de la empatía que sentía por ella? No era posible, pues su físico era tan cómun como el de cualquier francés, y lo único que marcaba la diferencia era un pequeño acento inglés que escapa en alguna palabra recóndita, pero casi siempre lo lograba evitar. Colocó una de sus manos sobre una de las hojas del libro, leyendo con atención cada nombre y dato importante, pero no era lo que estaba buscando. Debía estar en otro libro, si tan solo tuviera una pista...
Negó con la cabeza, demostrándole al chico tanto por ese movimiento como por el pesar en su rostro que no era lo que estaba buscando.
-Me temo que no-murmuró, algo preocupada, y miró hacia el resto de los libros -Apenas conozco la mayoría de los hechos, así que no debe ni acercarse a lo que busco.-pensó, descansó y volvió a pensar, pero no sabía nada que pudiera ayudarla. De pronto, se giró al extranjero y se dio cuenta de que podía llegar a ser una molestia para él, por lo que hizo una reverencia en señal de disculpa, aunque sabía que volvería a molestarle en pocos segundos.
-Se que voy a resultar molesta, pero apenas puedo entender los términos. ¿Sabe algo de Historia?-Apretó los dientes en la última palabra, como si fuera su frustración personal la que hablara en vez de ella. ¡Se sentía una inutil en la ciudad!
Negó con la cabeza, demostrándole al chico tanto por ese movimiento como por el pesar en su rostro que no era lo que estaba buscando.
-Me temo que no-murmuró, algo preocupada, y miró hacia el resto de los libros -Apenas conozco la mayoría de los hechos, así que no debe ni acercarse a lo que busco.-pensó, descansó y volvió a pensar, pero no sabía nada que pudiera ayudarla. De pronto, se giró al extranjero y se dio cuenta de que podía llegar a ser una molestia para él, por lo que hizo una reverencia en señal de disculpa, aunque sabía que volvería a molestarle en pocos segundos.
-Se que voy a resultar molesta, pero apenas puedo entender los términos. ¿Sabe algo de Historia?-Apretó los dientes en la última palabra, como si fuera su frustración personal la que hablara en vez de ella. ¡Se sentía una inutil en la ciudad!
Alexia Denisof- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/12/2010
Edad : 30
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Esto no era lo que buscaba. Lo supo antes de que negara con la cabeza. Cerró el libro, dejando su dedo como división para voltearlo hacía él y volverlo a abrir. El texto era enriquecido con verbos y palabras de poco uso pero gran contraste y la fluidez de los enunciados hacía una lectura sencilla y de fácil compresión. Pasó los dedos por una imagen al carbón, que simulaba una amplísima habitación de techos altos en la que se llevaba a cabo un glorioso baile; el contenido y el finísimo logro de luces y sombras con el alto contraste, daban una sensación fantasmagórica, que pulía aún más el texto de arriba y al lado. Entonces alzó la vista y la observo por unos instantes, confundido por no saber qué es lo que ella buscaba, alterado por que no era esto.
Cerró el libro y lo devolvió a su sitio con la parsimonia de un protector. Las letras en el texto le eran casi imposibles de leer, apenas siendo capaz de dominar un poco del lenguaje hablado y dejando el escrito casi sin estudio aun; con una caligrafía suave y bien elaborada, mandaba cartas a sus parientes, contándoles sus experiencias, su vida actual en este lugar tan oloroso y pragmático en las artes y la sociedad. Pero el japonés, muy a pesar de que era un idioma sumamente complicado, provenía de una fuente muy alejada del latín, encontrando sus raíces en la china de hace cinco mil años. Le resultaba algo deprimente el estar en un lugar que le dificultaba la comunicación, por lo que a veces usaba el inglés de manera burda y sencilla, para lo más esencial únicamente. Al volverse a ella de nuevo, capto aquel tono y sonrió cortésmente, asintió con soltura y con un poco de placer así como de confusión. El libro que acababa de dejar era de historia, pero estaba bien educado y también sabia cosas por su cuenta.
— Si, se algo de historia, madame… — le observo con sutileza intrigado pero con una actitud casi relajada que se contraponía con la sensación de maravilla que sentía al estar rodeado en un lugar tan privilegiado en arte como lo era la biblioteca. Sintió deseos de regresar a su mesa y pensó que si ella deseaba que hablasen, podrían hacerlo tranquilamente ahí, mientras el continuaba leyendo aquellos textos casi irreconocibles pero en recompensa observaba toda la gloria de las imágenes, deleitándose con los tonos, las formas simuladas y las sensaciones que le ocasionaban. Cubismo y expresionismo, todo tenía un poco de espacio en las obras. Todo era una maravilla en su estilo único y conciso y Uruha alimentaba su cerebro de todo ello—.
Cerró el libro y lo devolvió a su sitio con la parsimonia de un protector. Las letras en el texto le eran casi imposibles de leer, apenas siendo capaz de dominar un poco del lenguaje hablado y dejando el escrito casi sin estudio aun; con una caligrafía suave y bien elaborada, mandaba cartas a sus parientes, contándoles sus experiencias, su vida actual en este lugar tan oloroso y pragmático en las artes y la sociedad. Pero el japonés, muy a pesar de que era un idioma sumamente complicado, provenía de una fuente muy alejada del latín, encontrando sus raíces en la china de hace cinco mil años. Le resultaba algo deprimente el estar en un lugar que le dificultaba la comunicación, por lo que a veces usaba el inglés de manera burda y sencilla, para lo más esencial únicamente. Al volverse a ella de nuevo, capto aquel tono y sonrió cortésmente, asintió con soltura y con un poco de placer así como de confusión. El libro que acababa de dejar era de historia, pero estaba bien educado y también sabia cosas por su cuenta.
— Si, se algo de historia, madame… — le observo con sutileza intrigado pero con una actitud casi relajada que se contraponía con la sensación de maravilla que sentía al estar rodeado en un lugar tan privilegiado en arte como lo era la biblioteca. Sintió deseos de regresar a su mesa y pensó que si ella deseaba que hablasen, podrían hacerlo tranquilamente ahí, mientras el continuaba leyendo aquellos textos casi irreconocibles pero en recompensa observaba toda la gloria de las imágenes, deleitándose con los tonos, las formas simuladas y las sensaciones que le ocasionaban. Cubismo y expresionismo, todo tenía un poco de espacio en las obras. Todo era una maravilla en su estilo único y conciso y Uruha alimentaba su cerebro de todo ello—.
Uruha Kouyou- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/02/2011
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Cuando el caballero se dio cuenta que ese libro no era el que ella buscaba, lo tomó con la delicadeza con la que una pluma roza el cuerpo humano y lo colocó en su sitio con ligereza. Alexia quedó algo sorprendida por sus movimientos, tan seguros y a la vez tan carentes de fuerza bruta, que no pudo evitar quedarse un tanto boquiabierta. Cuando se dio cuenta la cerró y se revolvió sobre si misma, ligeramente avergonzada. Tras eso, alzó la barbilla e intentó mostrarse educada con el muchacho, pues él podía ser la llave para encontrar a la gente de la que necesitaba vengarse. Apretó los dientes y un siseo casi imperceptible salió de sus labios, pero se desvaneció en cuanto le oyó hablar. Era una buena noticia y un gran avance en su viaje, o eso pensó. Asintió ligeramente e hizo un amago de sonrisa que apenas quedó en una extraña mueca. No gustaba de sonreir, y mucho menos se le daba bien. Estaría mejor con la boca cerrada.
-¿Podría robarle entonces un poco más de su tiempo?-su voz sonó casi como un murmullo, un ligero ruego que parecía salirle de la garganta como una cuchilla. Para sobrevivir en París tenía que contar con el apoyo de su gente, sus conocimientos y con su forma de vida. Señaló las mesas con intención de que se sentaran en alguna de ellas.
-¿Podría robarle entonces un poco más de su tiempo?-su voz sonó casi como un murmullo, un ligero ruego que parecía salirle de la garganta como una cuchilla. Para sobrevivir en París tenía que contar con el apoyo de su gente, sus conocimientos y con su forma de vida. Señaló las mesas con intención de que se sentaran en alguna de ellas.
Alexia Denisof- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 11/12/2010
Edad : 30
Re: Podemos hablar, si tú quieres… (libre)
Obtuvo lo que deseaba cuando ella accedió y le pregunto aquello. Llevaba rato observándola, sus rasgos, sus movimientos, como parecía que haría algo cuando al final no pasaba nada. No sabía si se contenía o sus ideas no estaban claras en su mente. No iba a preguntarle o inmiscuirse en lo que no le correspondía, ciertamente la curiosidad estaba ahí, horadando en su cerebro, pero él era un cabalero, hasta donde sabía, y no permitiría que nada se interpusiese en su afán de comportarse adecuadamente enfrente de una dama. Siguió su mirada y la enfoco en las mesas también. La suya, ocupada por un conglomerado de libros, estaba contra la ventana, recibiendo el fresco de la lluvia exterior pero sin alterar la calidez interior del lugar.
— Por favor… — pidió con un movimiento de su mano y avanzo el primero para guiarla. Con parsimonia le ofreció un asiento justo enfrente del suyo y le invito a sentarse, metiendo la silla amablemente hasta donde le indico. Cuando rodeo la mesa para sentarse en su sitio correspondiente, pudo ver a través del cristal las nubes negra y la lluvia que caía de ellas. Las gotas golpeaban furiosas el cristal y revelaban su irritación a la tierra mojada. Encantadora toda ella. Se sentó, haciendo gala de la misma galantería. — No se preocupe por el tiempo, ando algo ocioso y en realidad me sobra mucho, así que siéntase libre de tomar el que guste… — expone tranquilamente, apartando un poco los libros hacia un lado. Le sorprende la facilidad que tiene al hablar al estar frente a una mujer, muy diferente a lo que siente cuando charla con un hombre. Como que hay más confianza, más seguridad de su parte—.
— Por favor… — pidió con un movimiento de su mano y avanzo el primero para guiarla. Con parsimonia le ofreció un asiento justo enfrente del suyo y le invito a sentarse, metiendo la silla amablemente hasta donde le indico. Cuando rodeo la mesa para sentarse en su sitio correspondiente, pudo ver a través del cristal las nubes negra y la lluvia que caía de ellas. Las gotas golpeaban furiosas el cristal y revelaban su irritación a la tierra mojada. Encantadora toda ella. Se sentó, haciendo gala de la misma galantería. — No se preocupe por el tiempo, ando algo ocioso y en realidad me sobra mucho, así que siéntase libre de tomar el que guste… — expone tranquilamente, apartando un poco los libros hacia un lado. Le sorprende la facilidad que tiene al hablar al estar frente a una mujer, muy diferente a lo que siente cuando charla con un hombre. Como que hay más confianza, más seguridad de su parte—.
Uruha Kouyou- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 22/02/2011
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