Mansión Kazu-Koizumi_Night1

Estaba en su habitación recostado en la cama. Por alguna razón se sentía cansado. Escuchó el ruido en otra de las habitaciones. Probablemente era Kazu que estaba despertando de su letargo. Él mismo no tenía mucho de haberlo hecho.
Cerró los ojos. Hacía tanto que no se sentía de aquel modo. Se acurrucó en la cama. Podía escuchar con claridad todos los sonidos de la casa. Hasta escuchaba a Junno haciendo sus clásicos preparativos para tener todo en orden en aquella enorme casa.
Sólo estaban ellos dos allí ahora, con todas esas habitaciones vacías. Incluso podía escuchar el sonido del viento que golpeaba ligeramente la rama de los árboles en el jardín. El sonido del agua de la fuente que se encontraba en la entrada. Toda clase de sonidos.
El estado de sopor en el que había caído estabarealmente siendo problemático. Se preguntaba si sería capaz de moverse. Sabía que sí, sin embargo, justo en este instante no se sentía con el ánimo para ponerse siquiera de pie.
Abrió los ojos lentamente cuando escuchó que la puerta se abría lentamente. Dirigió su mirada a la delgada figura, que se había recargado en el quicio de la puerta.
-Kazu... -su voz había sonado lejana y débil incluso para él. Sonrío. Seguro que su querido pupilo se burlaría al verle así.
Tal vez así era como se sentían aquellos vampiros que se enterraban, para salir años más tarde y empezara moverse de nuevo.
Él jamás lo había hecho. A veces le decían que era extraño. La mayoría no soportaba la soledad, la decepción o alguna otra cosa. No lo sabía con certeza. No podía entenderlo. Tal vez porque él no había había sentido ese tipo de cosas inclusive cuando era un mortal. Sí, tal vez era por eso. Eso o sabía negar muy bien la existencia de aquellos sentimientos.
Recordaba que cuando Kazu se había ido de su lado, había comprobado que su compañía le había hecho cambiar su visión de las cosas. Aún así, pasó cinco siglos solo, sin intentar encontrar a alguien más para que le hiciera compañía.
Kazu era algo que no había planeado jamás, pero ahora no se imaginaba su existencia sin ello. Se había prometido no transformar nunca a un humano. Pero como le había dicho antes a Kazu, cuando le vio no pudo evitarlo. No sabía que es lo que pensaba al respecto. y aunque no pudiese expresarlo de una manera coherente, había sido un impulso que no había podido frenar.
Había visto a aquel muchacho y su prácticamente desastrosa vida. Y en algún punto, le había tomado cariño. Lo suficiente como para querer arrebatárselo a aquel hombre que le tenía bajo su 'protección' y que osaba llamarse su padre.
Nunca dejo de preguntarse si había hecho lo correcto. Había roto una promesa que se había hecho a sí mismo. Pero al hacerlo había jurado jamás dejar que algo le pasase, siempre y cuando estuviese en sus manos evitarlo.
Observó la silueta recortada por la luz veniente del pasillo. Bien, no podía quedarse tirado allí toda la noche, pero aún no tenía las fuerzas y las ganas para incorporarse. Extendió una mano, esperando que la persona que estaba frente a él se acercara.

-Jajajaja... supongo que él no pensó en ello... qué más da ... yo no pude reclamar lo de mi nombre tampoco... tu tenías la ventaja de estar en un país que no reconoce el nombre de una chica o chico japonés... Asíq ue no había de qué preocuparse...

Le movió un par de mechones de cabello para verle bien el rostro.
-Además, te ves como una niña... con esos rasgos y todo... -estaba bromeando y sabía que no tardarían en regresarle aquel comentario.

Su cuerpo comenzaba a sentirse pesado. Ya no faltaba mucho para el amanecer. Aún así, permaneció sin moverse.
Kazu caería presa de aquel sueño antes que él, asíq ue no le preocupaba demasiado. Se iría cuando eso sucediese.

-No... no me la mordí....
Lo dijo en un susurro. Luego se acercó y se detuvo antes de darle un beso en la frente.
-Yo también soy bello, ¿sabes?
estaba sonriendo. No podía ser estoico estando con él. Le dio el beso y se hizo hacia atrás. Lo observó por un momento aún con aquella expresión alegre en su rostro.
Dentro de un momento tendría que dejarlo a resguardo del día, marcharse de esa habitación y dormir plácidamente él también.