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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Lun Mar 14, 2011 4:09 am

Las personas pasaban a su lado, los carruajes proferían ese sonido característico, los caballos hacían resonar las herraduras en el pavimento, la vida ocurría tan naturalmente en la capital de Francia. Emiliano por su parte, lo hacia todo un poco mas complicado de lo que debía ser. ¿La razón? El encierro al que se había visto sometido a partir de la decisión que sus padres habían tomado de que este se convirtiera en un sacerdote. Esta era una de las pocas veces que Emiliano salía a las calles, pues a pesar de que si bien no debía permanecer enclaustrado día y noche, todo el año, el así lo prefería. Era mejor estar alejado de las tentaciones que el mundo tenia, por no llamarlo de un modo menos complicado: alejado de las mujeres. Esa era la razón por la cual se le veía como ahora, con la cabeza un tanto gacha, mirando al piso en vez de ir con la frente en alto y no era por timidez, ya que de tímido poco tenia, era por temor a echar a perder todo lo que había logrado durante estos años, seria un verdadero pecado el derrumbar ese pilar que había construido a base de oraciones, de castigos que el mismo se ponía y de esa confianza de sus padres que tanto había batallado en lograr volver a obtener. No, no iba a echarlo a perder…

¿Pero, deseaba el ser un sacerdote? No, ese era el deseo de sus padres, fanáticos religiosos, mas no el suyo. ¿Y entonces por que lo hacia? Por que tanto lo habían acusado de pecador sus padres, que habían logrado convencerlo. El nombre al padecimiento que Emiliano tiene es el denominado “Ninfomanía”, poco conocido, pero el cual consiste en una fijación casi obsesiva por el contacto carnal. Por eso es que prefería llevar la vista sobre el piso y no sobre las decenas y decenas de mujeres que pasaban a su lado, con escotes pronunciados y vestidos entallados que dejaban a la vista sus apetitosas siluetas femeninas. Camino ignorando al resto del mundo –especialmente a las féminas- y se dedico a llegar a su destino: una tienda de cristalería que estaba ya a tan solo pocos metros de sus pies. Pronto tendría fin ese momento tan embarazoso.

Pero no contaba con lo que ocurriría a continuación. Justo en el momento en que Emiliano viro en la esquina para al fin adentrarse a la tienda que era si destino, un fuerte golpe lo tomo por sorpresa, una persona en especifico, había sido la causante del impacto. Pero para su mala suerte, no era cualquier persona, era una mujer, de las que tanto había estado intentando mantenerse alejado.
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Mensaje por Annette Lagarde Jue Mar 17, 2011 12:26 pm

De pronto Annette se encontraba en las calles parisinas corriendo como cual loca lo haría, corría tan rápido como sus pies lo permitiesen sin importarle cómo la gente la miraba extrañada, sin importarle a cuantos pasara a llevar sin querer…ella solo corría pero ¿Por qué corría exactamente?.

El sol ya se había asomado logrando escabullirse por las cortinas de la habitación de ella llegándole el rayo de sol directo en los ojos, de seguro era una de las formas más incómodas de despertar o por lo menos para Annette así lo era. Posó sus brazos sobre la cara para intentar que no le molestara pero parecía que el sol había logrado lo que quería…despertarla. Se levantó susurrando algo de mala forma y se fue a arreglar ya que tenía una cita con uno de sus cliente, cosa que era típico. Muchas veces los clientes solicitaban a ciertas cortesanas para sacarlas a pasear…o simplemente llevarla hasta sus casas y enredarse con ellas sobre sus sábanas, pero esta vez era diferente o al menos eso creía ella ya que el cliente había dicho que solo irían a pasear por lo que el costo solía bajar.

La dueña no hizo nada por oponerse comentándole así a Annette sobre su cita ¿Dónde iría realmente? No tenía idea, solo sabía que estaría ahí en un par de horas o quizá menos y por razones obvias tenía que estar bien presentable. Se maquilló lo suficiente como para verse natural, se hizo un lindo peinado, se puso uno de sus mejores vestidos y bajó hasta la sala principal sin tardar demasiado el cliente en pasar a buscarla. Salieron del burdel luego de las ya normales reverencias, ella estaba tomada del brazo de su cliente paseando feliz…al menos hasta que llegaron realmente al lugar del destino que era una clase de callejón o algo así, no podía diferenciar bien qué lugar era ya que solo sintió un empujón y cómo el se abalanzó sobre ella sin poder hacer demasiado ¿Acaso sería una violación? Cerró sus ojos con fuerza mientras sentía como la tocaba y besaba a la fuerza, pero ella no lo permitiría ya que no era parte ni del trato ni su dignidad como mujer se lo permitía, lo empujó y le golpeó su entrepierna con toda la fuerza que pudo cayendo éste al suelo debido al dolor mientras Annette aprovechaba ese tiempo para arrancar.

Y así es como Annette se encontraba en las calles parisinas corriendo como loca, con sus ojos inundados de lágrimas pensando solo en arrancarse de aquél asqueroso tipo, se disponía a virar en una esquina pero chocó con alguien que pretendía hacerlo también, casi cae al suelo pero logró mantener su poco equilibrio antes de caer, posó sus manos sobre sus ojos intentando secar las lágrimas que en ese momento no ayudaban en nada
– Lo siento yo….lo siento - comentó cabizbaja acompañándolo con un suspiro ¿Cómo era posible que fuera tan distraída?.
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Mensaje por Invitado Miér Mar 23, 2011 12:35 am

El impacto que Emiliano acababa de recibir, si bien no había sido exagerado, lo había tomado completamente desprevenido, haciéndolo perder el equilibrio, balanceándose y obligándolo a caer de rodillas sobre el pavimento húmedo. Ese día había tomado la decisión de vestir de manera normal, sin el uniforme que solían acostumbrar usar todos esos jóvenes que se encuentran encaminados a pertenecer a la iglesia y todos sus deberes como sacerdotes. Se había vestido con un pantalón negro de tela medianamente gruesa, mismo que lo protegía de la brisa fría que corría a causa del clima invernal; también se había puesto una camisa en color azul celeste que le sentaba muy bien a su tono de piel que era bastante blanquecino y por ultimo, llevaba encima una larga y gruesa gabardina que le llegaba hasta debajo de las rodillas. Todas estas ropas ahora estaban humedecidas y ligeramente sucias a causa de su caída.

Levanto la vista de inmediato, para lograr ver quien había sido el o la causante de su caída y se encontró, para su desgracia, con el rostro de una mujer, mismo que estaba tan empapado como sus ropas, aunque no por la misma causa al parecer. Emiliano había tenido toda la intención de reprimir a la persona culpable de hacerlo caer al piso, no con groserías, pero si quizás llamándole la atención y pidiéndole que tuviese mas cuidado, pero cuando vio como la joven que yacía frente a el se limpiaba lagrimas del rostro, no pudo hacerlo. Se limito tan solo a ponerse de pie, a sacudirse un poco la suciedad que tenia sobre la ropa y finalmente miro nuevamente a la mujer.

Por ese momento no supo que decir, nunca había sido lo demasiado bueno en intentar calmar a las personas cuando estas se encontraban en malas circunstancias y menos a desconocidos, cosa que era bastante mala en el, pues se suponía que al convertirse en sacerdote uno de sus deberes seria el brindar consuelo y apoyo a los cristianos. Hizo un esfuerzo y mojo su garganta con algo de saliva antes de disponerse a hablarle a la extraña que seguía llorando. - ¿Se encuentra bien? – No aparto la vista de la mujer, continuo observando como esta hacia el intento de borrar todo indicio de humedad sobre su rostro, cosa que parecía algo inútil, pues parecían seguir brotando nuevas lagrimas. - ¿Le ocurre algo? ¿Por que esta llorando? – Se limito a seguir cuestionando a la joven, sin intentar siquiera el acortar la distancia y quizás brindarle algún tipo de contacto físico que le demostrara apoyo. Emiliano tenía prohibido el acercarse a las mujeres. Nadie le había impuesto tal cosa, nadie excepto el mismo, quería evitar verse hundido nuevamente sobre ese delirio que llevaba en su interior.

No hubo respuesta o al menos no se le permitió responder a la mujer. En cuestión de segundos un hombre viro en la misma esquina en la que ellos se encontraban, parando en seco al ver a la muchacha. Era el mismo hombre que acababa de atacarla minutos antes, el mismo culpable de que ella hubiera andado corriendo como alma que lleva el diablo por las calles de Paris en busca de un refugio, el mismo. – ¡Mujerzuela insolente! ¡¿Que te has creído?! – Los movimientos que hizo el hombre fueron muy rápidos, alargo ambas manos y tironeo a la joven del cabello, no importándole que este brusco movimiento lograra arrancarle incluso algunos de los cabellos. – Me las vas a pagar muy caro, voy a enseñarte a respetarme. – La jalo tan fuerte que provoco que esta cayera al suelo y posteriormente la arrastro del pelo nuevamente, sin importarle que había gente presenciando la escena, entre ellos el mismo Emiliano que no dudo en entrometerse para ayudar a la mujer que parecía no poder defenderse por si sola.
- ¡Suéltela! – Grito con un aire de rabia incrustado en la voz, pues a pesar de sus defectos personales, tal escena lo llenaba de indignación, jamás había tolerado la violencia hacia una persona inocente. El hombre continúo jaloneando y arrastrando a la joven, como si no escuchara los gritos de Emiliano. – ¡Le he dicho que la suelte! – Esta vez se lo exigió, pero el hombre parecía ser sordo. No tuvo mas alternativa que usar la fuerza, se acerco a el y olvidándose de todo ejerció gran fuerza sobre su mano derecha e impacto su puño cerrado sobre el rostro del hombre violento, logrando que este cayera al piso, a un lado de la joven.

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Mensaje por Annette Lagarde Vie Mar 25, 2011 3:37 pm

Sin duda era el peor día de Annette ¿Cuánto había bastado para ser tan malo? ¿acaso podía ser peor? Evidentemente era una pregunta que se formulaba demasiado pronto y es que siempre después de esa pregunta hay algo que termina por empeorar la situación. Recién cuando se había dignado a levantar la vista notó que el choque para la otra persona no había sido menos ya que había logrado aventarlo al suelo y dejarlo todo sucio llevándose las manos a su boca sorprendido, lo que menos quería eran más problemas de los que ya tenía, de seguro se iba a enfadar, y con justa razón, y la trataría de mil y una formas por haberlo hecho caer al suelo, intentaba seguir diciendo perdón pero de su boca no salía nada, de pronto era como si hubiera quedado muda.

Notó como la miró con la intención de reprimirla y rápidamente desvió la mirada aún con lágrimas en sus ojos, solo quería llegar a algún lugar seguro para ya no tener más problemas con nadie y es que parecía que la mala suerte la acompañaba ese día. Observó de reojo y en silencio como se levantaba sacudiendo su ropa para luego volver a observarla ¿qué podía hacer o decir? Mas que un “lo siento” no demasiado, solo podía seguir cabizbaja totalmente avergonzada por lo que había ocurrido mientras las estúpidas lágrimas seguían cayendo incesantemente por su rostro.

Había un silencio hasta incómodo en el ambiente, a ella le parecían horas las que pasaban cuando en realidad con suerte eran un par de segundos, intentaba disculparse pero su voz no la acompañaba, cerraba sus ojos con fuerza una y otra vez para intentar detener las lágrimas pero no había caso, parecía que se esforzaban en delatarle una y otra vez. Cuando escuchó su voz lo miró de reojo aún avergonzada, sus manos aún intentaban en vano borrar todo rastro de lágrima, solo quería irse a algún lugar donde nadie la reconociera, donde nadie la criticara, donde nadie dijera nada…extrañaba su hogar y este era uno de esos días donde lo único que se quiere es llegar donde sus padres como cual niño pequeño a llorar porque tuvieron un mal día mientras ellos intentan reconfortarlos con un gran abrazo o unas adecuadas palabras ¿pero ella que no tenía ya nada de eso qué podía hacer? Ya era hasta idiota el hecho que lo siguiera pensando, quizá nunca más podía volver a ver a sus padres ni amigos de infancia.

Sus labios se habían separado para gesticular alguna palabra, quizá un “lo siento” o un “perdón”, al menos tenía la intención de hacerlo y es cuando cabe nuevamente la pregunta ¿Las cosas podían empeorar? Definitivamente si. En lo que se disponía a disculparse sinceramente vio como giraba su peor pesadilla, el rostro de Annette se desconfiguró mostrando el horror en el mismo y sin tiempo de poder reaccionar escuchó sus gritos y luego cómo la tironeaba del cabello, intentó sin resultado protegerse con los brazos hasta que de pronto sintió otro jalón de cabello y sintió como caía al suelo
– ¡Suélteme! - Era lo único que se le había ocurrido decir mientras con ambas manos se sujetaba el mechón de cabello que el hombre tironeaba, sus lagrimas volvían a asomarse aún con los ojos cerrados mientras en la cara de Annette se reflejaba el dolor que le provocaba el hombre. Y luego todo pasó nuevamente rápido, escuchó los gritos del hombre con el que recién se había impactado y en su mente solo pasaba el pensamiento “Esto se pondrá peor, esto se pondrá peor” lo que no podía tolerar es que además de haberlo aventado al suelo y ensuciarlo no podría soportar que además se llevara un golpe por aquél hombre endemoniado.

Cuando escuchó el sonido de un golpe y alguien caer a su lado solo rogaba que no fuera quien la había estado ayudando, abrió sus ojos asustada notando que ya no le jalaban el cabello y miró a su lado asustada ¿de verdad él se había arriesgado para salvarle? Se puso de pié rápidamente y se acercó a su “cliente” golpeando sus costillas con una gran patada
– Eres un asqueroso, bastardo! - Se giró hacia quien la había salvado notando de reojo que el hombre intentaba ponerse de pié de nuevo - ¡Me las pagarán ambos! - gritó el hombre más enojado que antes, levantándose con cuidado por el dolor en sus costillas - Sé donde trabajas, ¡cortesana indigna! - con aquél grito sintió que su corazón se desgarraba, apretó los labios con la intención de seguir golpeándolo pero no podía quedarse ahí o ella misma y el otro hombre estarían en aprietos, tomó la mano de quien la había ayudado sin dudarlo y se puso a correr nuevamente, no le importaba si el chico la miraba extrañado pero ahora le tocaba a ella velar por ambos.

Corrió tan rápido que pudo sin darle demasiada oportunidad al cliente para observar por donde se había ido y se metió a una de las tiendas ocultándose entre la gente que de nuevo los miraban extrañados, se giró hacia el arrepentida
– Lamento que haya tenido que presenciar esto, lamento haberme estrellado con usted haciendo que cayera al suelo…lamento que haya tenido que golpear a aquél hombre, lo lamento, lo lamento…- En su rostro se notaba lo preocupada y conmocionada que estaba por toda la situación bajando su cabeza una vez más esperando que aquél hombre no la tratara de tonta.
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Del pecado, lo peor es la perseverancia - {Annette Lagarde} Empty Re: Del pecado, lo peor es la perseverancia - {Annette Lagarde}

Mensaje por Invitado Vie Jun 10, 2011 1:30 am

Ese maldito bastardo. Emiliano podía ser lo que quisieran, un obsesionado con los placeres carnales, un tipo débil de carácter mangoneado por sus propios padres, pero jamás seria un maltratador de mujeres, aun cuando les “huyera”, jamás osaría a tratarlas mal, menos en la manera en la que ese tipo lo hacia con la muchacha que jaloneada y guitoneaba en medio de la calle. Por eso es que le indignaba tanto lo ocurrido, no podía creer que hubiera personas como el, ahí el único insolente era el y por eso es que le había dado su merecido. Y como era de esperarse, el tipo no dio batalla, un puñetazo por parte de Emiliano y un par de palabrotas de la joven en cuestión fueron suficientes para que el desgraciado se pusiera de pie como había podido y se largara como el cobarde que era, no sin antes vociferar un par de amenazas para la chica a la que había llamado “cortesana”. Ambos le observaron alejarse, hasta que finalmente se perdió entre las calles, desapareciendo ante sus ojos. Emiliano se puso de pie y sacudió su ropa del polvo que había adquirido al caer al piso nuevamente y luego alzo la vista para encontrarse con la joven que había sido la protagonista del zafarrancho por que acababa de pasar. Le observo con la cabeza gacha, avergonzada por lo ocurrido, como si de verdad ella hubiera tenido la culpa de lo que acababa de pasar, cosa que dudaba realmente, aunque no podía saberlo a ciencia cierta, ya que era una desconocida después de todo.

- Esta bien, no se preocupe, estoy bien, ¿lo esta usted?, ¿le ha hecho daño ese canalla? – La analizo con la mirada, reviso su cabello, luego sus brazos, todo parecía en orden. – ¿Quiere que la acompañe a su casa?, en caso de que al tipo se le ocurriese el volver a buscarla, ya ha oído su amenaza. ¿Por que la trato de ese modo?, ¿lo conoce?, ¿que fue lo que ocurrió? – Preguntas y mas preguntas, mismas que hacia no solo por curiosidad, si no por que de verdad se sentía comprometido ahora para hacer que la joven estuviera a salvo, muchas cosas se oían diariamente en la ciudad, terribles sucesos de asesinatos, de desapariciones, no podía arriesgarse a que esa joven fuera la próxima, no si estaba en sus manos evitarlo. – Mire, le propongo algo, yo entro a esa tienda... – Señalo con el dedo la tienda que se encontraba justo a sus espaldas, misma a la que había tenido la intención de entrar instantes antes de lo ocurrido. - …hago un par de compras por las que he venido y usted me espera aquí y cuando salga la acompaño hasta su casa, ¿quiere?, me hará sentir mejor el saberla a salvo, de lo contrario no podría dormir pensando que algo le paso, cúmplame ese capricho, ¿lo haría? – Espero por una respuesta mientras hundía nuevamente sus manos en las bolsas de su abrigo.
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Del pecado, lo peor es la perseverancia - {Annette Lagarde} Empty Re: Del pecado, lo peor es la perseverancia - {Annette Lagarde}

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