Pánico En La Tormenta [Privado Valken]

Agua, agua y más agua. No había un solo lugar en toda Paris que no estuviera a salvo de la lluvia que llevaba cuatro largas horas cayendo sin piedad, como si quien regulaba los cielos estuviera llorando sin consuelo alguno. Como si fuera poco, también los rayos y truenos, dos de las manifiestaciones más intrigantes y espectaculares de la naturaleza se hacían presentes con fiereza, con ruidos y luces que eran capaces de asustar a más de una persona. Y sumándole a todo aquello el frío devastador del invierno parisino, daba como resultado una noche en que era casi una necesidad vital quedarse dentro de algún lugar entre 4 paredes y un techo.

Por todo lo anterior, había poca gente circulando en la calle, por lo general gente de clase media-baja que apuradamente buscaba refugio o llegar a sus domicilios para abastecerse del calor que era tan ansiado como el mismo aire. Algunas cuantas excepciones eran los hijos de la noche o gente que tenía demasiado abrigo y que gustaba de un buen paseo adrenalínico desafiando a toda la naturaleza que se expresaba en aquel momento; expresión que parecía no acabarse al menos en varias horas más.

¿Y qué pasaba con Gianella? Hacía una de las cosas que más le apasionaba, por mucho que su orgullo y su resentimiento al mundo no le permitieran reconocer: ayudar a los que estaban peor que ella. Ya se había encargado de encontrarles techo a unos cuantos mendigos y abrigo a unos cuantos niños, pero ahora tenía que buscar un refugio para ella, y en eso estaba. Caminaba por la calle con propiedad, como si ese terreno fuera suyo desde siempre; y, aunque veinte años no son toda una vida para el común de la gente, sí lo eran para la italiana, quien conocía toda esa área como la palma de su mano.

Sin embargo, no todo iba a salir perfecto...

Entre sus idas y venidas de la bella París tenía ya una costumbre, o una aceptación a lo imprevisto. Al desaparecerse por varios meses entre distintas ciudades y países siempre había algo nuevo que acontecía, y ya tenía muy claro con tantos años de experiencia las cosas que podrían suceder. En esa ocasión, era una torrencial lluvia.

Ahora entendía el por que su halcón no lo había recibido al entrar a la ciudad, había sentido la tormenta aproximarse, y se había mantenido lejos. Oculto. Benditos sentidos animales que le gustaría tener en el minuto en que fuera humano y no bestia, pero aún con ellos, no habría mucho que pudiera hacer, simplemente por el hecho de que tenía que volver a París, y a su lugar de estadía, si es que lograba llegar. Si no, bueno, sabía que algunas personas no se molestarían si llegaba de allegado, al menos por esa noche.

Las calles parisinas estaba vacías, desiertas, y bastante más congestionadas de agua de lo que él había pensado. Quizá como estarían los callejones. Por suerte para él estaba bien cubierto, por lo que el agua no circulaba hacía su cuerpo. En eso, es cuando divisa una sombra acercase opuestamente a él. Se veía bastante escuálida, y desorientada bajo la lluvia. Por su esencia pudo notar que era una mujer, y una licántropa, por lo que probablemente estaba allí bajo su propio gusto. Pero había algo en su aroma que le parecía peculiar y extrañamente familiar. Cuando se cruzaron se le quedó viendo por bastante tiempo, levantando un poco su cabeza bajo su capucha, tratando de seguir con sus ojos su silueta mientras se perdía en la tormenta. Silueta que apuraba el paso como si huyera de algo.

Y sin darse cuenta, comenzó a seguirla, con esa sutileza y calma de la que él era muy capaz. Con ese entrenamiento que tenía de jóven. Sin esperar realmente nada, pero sintiendo como sus instintos se hacía más pesados sobre su cabeza. Esa sería una noche peculiar.

Off: Espero que este bien =) Iba a hacer otra cosa, pero lo deje asi mejor, para que hubiera más factor sorpresa y terror. Huida del loco psicopata que la sigue XD.

FDR: Todo lo que aporte al drama será bienvenido xD

Caminaba con aparente calma, sin prisas. Revisaba cada rincón que sus privilegiados sentidos le permitían explorar y veía muchísimas cosas aún bajo la lluvia, diversas realidades que se veían ocultas. Hasta que, en un cruce de calles, vio a una persona. Parecía uno más de los que circulaban desafiando a la naturaleza y a ella misma, pero sintió algo muy extraño, demasiado extraño...demasiado nostálgico en su presencia a medida que se prolongaban los segundos. No era su olor a licántropo, tampoco era su apariencia, a quien estaba segura de no haber visto antes, simplemente lo desconocía. Sin embargo, avanzó normalmente, percibiendo cómo esa sensación se incrementaba provocando algunos efectos en su cuerpo. Sudoración....tensión...una tensión terrible, y la aceleración de sus latidos del corazón a límites insospechados que le hicieron tener que tocarse la zona del órgano fundamental de la vida para verificar que no estaba teniendo alguna crisis o algún ataque. Realmente parecía que iba a cambiar a su forma licantrópica, pero no había luna, y tampoco estaba lo suficientemente enfurecida como para hacerlo. Entonces fue cuando su experiencia le dio una tercera variable, que no esperaba para nada.

Miedo.

Cuando se cruzaron un pequeño ruidito salió de su boca, típico de una angustia contenida. En esos instantes fue cuando quiso salir corriendo, correr y alejarse, correr como sólo una vez en su vida lo había hecho: hace 24 años en Los Alpes, en aquella aventura. Abrió más los ojos y sus pasos se entorpecieron, casi cayéndose, aunque logró afirmarse a tiempo. ¿Por qué tanto miedo? ¿Qué señal era la que le estaba dando su cuerpo? Estaba extremadamente nerviosa, y desconocía la razón específica. Pero lo único que sabía, era que era gracias a aquella silueta que ahora sentía seguirla, lo que incrementaba su miedo, el cual si no hacía algo se volvería paranoia y quizás algo más. Ella confiaba en sus habilidades de pelea: incluso desafiaba a vampiros sin siquiera un temblor de su musculatura, pero ahora con un licántropo, con uno de los suyos, estaba quizás más asustada que aquella fatídica noche de ventisca.

Sólo quería escapar, escapar y desaparecerse del mundo.

Podía ver las pisadas inseguras e inestables de la chica. Como en un descuido casi pierde el equilibrio logrando afirmarse antes de caer de bruses al suelo. Eso no era algo normal en los licántropos, tenían grandes reflejos e instintos, eran como los vampiros, en algún modo. Tenían total control y conocimiento de su cuerpo y sus movimientos, de como cada extremidad se movilizaba y reaccionaba. Pero ella...parecía una humana común y corriente, débil y asustada como ellos. Podía oler su miedo.

Giró su vista hacía atrás tratando de observar y sentir la presencia de alguien, pero nada, nadie. Además de él, nadie más la seguía, entonces ¿por qué tanto temor? podían sentirse los unos a los otros, sabía que ella podía sentirlo y saber que era. ¿Entonces por que le rehuía? y en ese último pensamiento sin sentido, se dió cuenta de que era de hecho a él del que huía. ¿Quién más la seguía? Nadie. Y no había empezado a apresurarse hasta que él se giro hacía ella. Hasta que no se toparon.

¿Pero por qué le temía? ¿Sería por la misma razón que él se sentía atraído a ella?
-Alto, espera un segundo...- y apresuró el paso, notando como ella hacía lo mismo -¿Mademoiselle?- le gritó tratando de oírse a si mismo a través de la tormenta, notando como se había desaparecido de un segundo a otro. Seguía allí, podía sentirla. Ahora debía encontrarla.

Off: Lamento la tardanza D: He estado ocupada con la universidad. Espero que no te moleste el post. Me dices cualquier cosa.

Le hablaba tratando de hacerse oír entre la incesante lluvia pero habían oídos sordos. Se acercaba a ella lentamente, como si supiera lo que estaba haciendo, pero ni él ni ella tenían idea de lo que sucedía. Quien le seguía se detuvo, y fue la oportunidad perfecta para escapar y perderse entre los callejones que dominaba como la palma de su mano. Eso si, no fue nada fácil, ya que cada paso, cada impulso, cada salto, cada aterrizaje y cada insistencia eran realizadas con una descoordinación absoluta, utilizando de agregados las paredes laterales, los faros de iluminación y otros objetos de su alrededor para ayudarse en su escape. Su respiración estaba agitadísima, sus ojos muy abiertos, su cuerpo completamente empapado y su mente completamente confusa, con una sola pregunta que no podía responder:

- ¿Por qué...?

Saltó sobre unas cajas acumuladas una sobre la otra y dobló por un enésimo callejón, escondiéndose tras unos enormes bultos de basura para recuperar al aire. Se llevó una mano al pecho y notó tanto a su corazón a punto de explotar como a su mano que no dejaba de temblar. Cerró los ojos y rogó calma a sí misma, susurrando entremedio de los incesantes jadeos que le hacían abrir la boca casi por completo para devorar el elemento vital para respirar. Sus piernas, débiles también por el esfuerzo y la molestia y fatiga generalizada, terminaron por fallar y hacerla caer de rodillas y no estrellarse de milagro contra el suelo gracias a sus rápidos reflejos y posar sus manos en el cemento, cerrando los ojos al borde de un desmayo. Pero fue otra cosa lo que le hizo casi dar un salto y un giro en el aire y caer sentada, retrocediendo con las manos, con incapacidad de voltearse y correr. Estaba contra una pared perfectamente superable de un salto, pero quien le estaba atormentando el alma estaba demasiado cerca, y los gritos estaban a punto de escaparse de su garganta. Gritos, iguales a...aquel día...

Entonces cayó en una extraña coincidencia. Misma posición, misma sensación. ¿Dejavu? No podía ser...simplemente no podía ser. Y si lo llegaba a ser, ¿por qué? Y la respuesta llegó cuando vio aparecer al hombre doblando el callejón. Sus ojos vieron a una bestia oculta, cuyos ojos penetrantes atravesaban su espíritu con una facilidad como la de quien mueve el aire con una mano. Retrocedió más y se apegó contra el frío material de la pared, y se paró con el cuerpo al borde del colapso. Aún así se tomó el hombro derecho como si le hubiera empezado a doler irremediablemente en maniobra involuntaria, sintiendo sus células desmoronarse, su valentía desaparecer, y su más terrible temor florecer y manifestarse en su rostro. Cerró los ojos mientras seguía viéndolo acercarse y esperó, aterrada y consternada su destino que extrañamente sentía que se repetiría.