En compañia de la luna [Chiesa]

"Corría sin parar colina abajo. Aun estaba escuchando los gritos. Esas voces que se estaban desgarrando para que volviera a casa. Pero yo no podía ni debía volver, necesitaba ser libre, poder pensar por mi misma, no quería que me dijeran ya nada de lo que debía hacer o como actuar solo porque mis padres querían salir de aquel estilo de vida medio. Me sentía un objeto valioso que podían vender para sacar provecho. Por eso había escapado de ahí. Recordé esa sensación de no poder respirar. El estar perdida en medio de la nada. Y luego aquel rostro asesino que me había ocasionado esas heridas en el cuerpo. Algo recorría mi pierna. Algo caliente, era liquido. Baje mi mano para acariciarlo, cuando subí esta tenía un tinte rojo, tan rojo que me hizo marear y caí perdiendo la razón" La rubia se despertó sobresaltada de aquel sueño. Últimamente había tenido demasiadas pesadillas haciendo que no durmiera bien por la noche y no rindiera lo suficiente por el día. Algo andaba mal. Necesitaba sentirse segura y conforme pasaban los días más eran sus inseguridades. Odiaba sentir la sensación de tener que volver a la casa de sus padres solo porque se veía como alguien débil. Pero ella no era débil, fue una chica fuerte desde que había decidido salir de esa vida llena de ordenes, de imposiciones y de dejarla callada en sus pensamientos. Pero no podía entenderlo de esa manera ya que la soledad la estaba consumiendo descomunalmente. Su cuerpo salió de la cama observando a sus compañeras de habitación dormir con tranquilidad. Las envidia por que ellas parecían tranquilas y ella tan atormentada.

En aquel momento Doreen no quería permanecer más en la casa, por eso lo más conveniente era salir sin importar la hora que fuera. Tenía la sensación de que saliendo del lugar podría aclarar su mente. Pero antes era mejor ponerse algo adecuado. Su tutora le había comprado un vestido negro, no tan largo, no tan corto, sin mangas, se lo puso y encima un pequeño suéter blanco. La noche estaba demasiado linda, demasiado tranquila. Caminé por las calles de la ciudad. ¿A dónde tenía que ir? ¿Qué es lo que buscaba? En realidad no buscaba nada, sólo quería poder estar en paz consigo misma, intentar sentir sueño y quedar dormida en donde fuera. La falta de sueño le estaba afectando físicamente, incluso se veía más pálida y débil. Sonrió al ver la noche. Estaba despejada, habían bastante estrellas, se podían notar. Se pregunto incluso ¿Cuántas estrellas habrían a su vista? ¿Las podría contar? Soltó una risa traviesa ante sus pensamientos. En ocasiones ella parecía una niña pequeña mostrando que lo más simple para ella era de las cosas más fascinantes.

En poco tiempo, mis pies me habían llevado ya lo bastante lejos como para poder ver agua. La luna siempre su acompañante se hacía presente en medio de aquel lugar. Incluso en el agua parecía más grande y hermosa. Caracciolo caminó lentamente hasta poder colocarse frente el lago. ¿Qué temperatura tendría? Antes de hacerlo. La chica miro a su alrededor, notando si algo o alguien la seguía. Desde el ataque que le había hecho aquel hombre lobo, temía a las criaturas de la noche. Al no ver a nadie cerca. Se retiro sus pequeños y hermosos zapatos de piso. Los dejo a un lado y sentándose al borde del lago, dejo entrar sus pies con delicadeza. Soltó un sonido de una especie de molestia. El agua estaba fría pero pasable por eso dejo los pies ahí, no tardaría mucho en acostumbrarse a la temperatura. - Hermosa, hermosa luna, siempre haciéndome compañía ¿Qué sería de mi sin ti? - La voz de Dor estaba bastante nostálgica. Su cuerpo se dejo caer hacía atrás recostándose en el pasto. La brisa llego hasta ella haciendo que sintiera cierto frío. Se froto los brazos un poco sin moverse, estaba cómoda y mágicamente sintió sueño, cerró un momento los ojos perdiendose en sus pensamientos.

Aquella brisa le producía un poco de sueño cosa que agradecía enormemente, pero también le daba una sensación de frío, de peligro, incluso de poder no regresar nunca más a aquella casa. En ocasiones Doreen se regañaba demasiado después de hacer las cosas ya que era demasiado impulsiva. La chica no entendía por que primero actuaba y luego analizaba las cosas que podrían salir mal. Pero muchas de las cosas que salían mal ya no había remedio de pensarlas. Más bien con ellas se sufría, incluso se sentía arrepentida, aunque fueran pocas cosas de las que se sintiera arrepentida se daba cuenta que su conducta no era la apropiada. Varios cabellos se le vinieron al rostro molestando un poco la comodidad que sentía al estar en aquel lugar. Se los acomodó con cuidado por detrás de la oreja, no quería que nada la molestara. El sentir del agua la hacía sentir relajación a tal extremo que era una especie de placer que no había conocido. Su sorpresa fue grande cuando escucho esa voz tan varonil y aterciopelada que la hacían querer escuchar aun más. Eso le pasaba con Lestat, eso mismo, como si aquel ser humano tuviera algo que lo caracterizara o quisiera cautivar. Como aquellas criaturas que enamoran a sus presas para después alimentarse. En ese momento un escalofrío inmenso recorrió su cuerpo haciendo que la chica se tensará por completo. No quiso demostrar aquello, podría estar en peligro si actuaba de manera alterada o pedía ayuda, que en realidad de nada le serviría.

Sus ojos se abrieron con lentitud saboreando las palabras de su ahora acompañante. Para su sorpresa era un joven bastante atractivo. Con un perfil bien marcado, sus labios carnosos, la nariz respingada, su cabello sin ni siquiera tocarlo parecía bastante sedoso. Pero noto algo que podía alterarla por completo. Esa mirada de un cazador mirando a su victima. Asintió con calma, sin poder mover aquella posición que tenía. Pero las palabras eran de aquella persona que salía solo para disfrutar una buena noche, con la luna colocándose de manera imponente - Pero si le hablo como si fuera mi mejor amiga, la única que me escucha, la única que siempre me acompaña y no me juzga- Doreen se sentó de nuevo en la orilla de aquel lugar sin poder evitar mover sus pies dentro del agua como una niña pequeña, de esas niñas que uno ve y siente ternura inmensa en el pecho. Pero sin duda la chica Caracciolo ya no era una niña. Era una hermosa señorita de cabellos castaños claros que había escapado de casa con el único fin de poder ser feliz, poder ser ella misma. Se dio cuenta que aun sostenía aquella mirada amenazadora y la ves cautivadora cosa que le hizo sentir un completo nerviosismo. Se puso a pensar si el joven sería de París o sus alrededores ya que en algunos otros lugares si una mujer sostenía la mirada se podría atribuir como una falta de respecto. Al notar que el rostro de joven no se movió ni hizo alguna mueca desagradable pudo darse cuenta que aquello no le molestaba para nada a su acompañante, cosa que le daba gracias.

Escuchar hablar sobre lectura y ese tipo de cosas la hizo sentir un vació enorme en el pecho. Ella a duras penas podía leer con claridad y comprensión lo de un libro pero tardaba mucho tiempo en terminarlo gracias ala prohibición de su padre. Se sentía mal consigo misma, una mujer inculta, una mujer con las alas rotas por querer leer e incluso aprender otras lenguas. ¿Cómo decirle a aquel hombre que parecía estar lleno de experiencia que ella no era buena con los libros? ¿Cómo decirle que a duras penas tenía para sobrevivir sin problema alguno y no podía darse esos lujos? Si, para Doreen un libro era un lujo, era poder abrir la imaginación, poder tener un poco más de vocabulario. Un lujo que no muchos podían tener y los que lo tenían lo desperdiciaban. Soltó una risita tonta y torpe - Si pudiera lo leería sin duda alguna joven - Confesó con total tranquilidad - Pero temo decirle que mi educación esta hecha a bases de escapadas a escondidas a la pequeña biblioteca de mi padre y si era sorprendida me daban un castigo demasiado severo - Aunque se notará demasiado triste, la chica era sincera, algo que muchos no tenían y que era mejor premiarle ya que, pocas personas a estas alturas y con la manera en que la sociedad te juzgaba tenía el valor de decir la verdad detrás de sus ojos. Si ella hubiera sido otra probablemente hubiera mentido para quedar bien frente a los ojos de un hombre apuesto que se encontraba con ella en medio de la noche, pero la chica veía eso como algo tan superficial que no le importaba que pensaran de ella debido a su vida llena de carencias.

Sacó los pies del agua con delicadeza mientras los ondeaba en el aire para ayudarse a que se secaran antes de volver a poner sus pequeños zapatitos de piso. Agradecía ser una chica pequeña y delicada, una chica que pudiera tener un porte como de una princesa aunque fuera una simple plebeya. A pesar de no estar muy lejos de su ahora acompañante no se atrevió a acercarse para presentarse de manera correcta, necesitaba sentir un poco más de confianza y no de amenaza, aunque esto último tal vez lo formaba su imaginación - ¿Qué hace por estas horas? ¿Viene también a disfrutar de la luna? - Pregunto con curiosidad e inocencia - Le advierto que es mía, la vi primero - Dijo con cierta gracia mostrando su lado infantil, para muchos lo infantil era sinónimo de inmadurez, para Doreen lo infantil llamaba la atención te daba un aire de esperanza entre aquella gente manchada de amargura, te daba alegría e incluso de contagiaba una confianza y paz estando con ese tipo de personas. Se sintió por un momento cómoda al comportarse de aquella manera, pero no tenía idea si para su acompañante eso era bueno o algo para dar la vuelta abrumado, burlón y marcharse dejándola en el silencio de la noche. En realidad Doreen sabía que no tenía muchos amigos y que tal vez nadie la tendría en su vida por mucho tiempo.

Doreen se quedo en su mundo por unos momentos. Se puso a recordar todos aquellos rostros nuevos que había conocido desde que había salido de casa. Se sintió un poco avergonzada, en realidad a ninguno de ellos les había confesado sus deseos y fascinaciones, el ejemplo claro era la lectura. Ese era uno de sus motivos más grandes por los cuales había dejado su hogar, el que no la dejaran poder aprender a hacer aquello le fastidiaba, ella quería poder conocer ese mundo, esas líneas que tenían los libros y hacer de estas suyas. Pero aquello no había sido posible. Observo por unos momentos a su acompañante estudiando un poco su rostro, su figura, incluso sus ropas. ¿Era así como se guardaban las líneas?¿Como memorizar una figura humana? Apenas podía recordar algunas líneas de aquel libro que torpemente leyó aquella tarde escondida en la biblioteca de su padre. Pero nunca había olvidado con detalle a las personas que pasaban por su vida, aquello lo atribuía al hecho de que sabía a la perfección guardar en su memoria un nuevo ser pero no sabía como poder leer correctamente. Después de pensarlo por mucho tiempo la chica se sintió con un poco más de seguridad y se acercó hasta quedar a escasos pasos de él, estiro su mano con delicadeza, con gracia y femineidad - Mi nombre es Doreen - Pronunció apenas de manera perceptible, siempre le había resultado un tanto aburrido eso de las presentaciones. Tal vez le era aburrido porque venía de un pueblo pequeño donde de manera indiscreta todos se conocían, te hacían presentarte de manera absurda, pero ya que no conocía al caballero de enfrente dejaría a un lado su mala idea de las presentaciones y disfrutaría. Se colocó a su lado y volvió su vista a la luna, lo cierto era que Doreen era demasiado tímida por lo que le costaba mucho trabajo mantener la mirada de alguien más, ya que podría descubrir descontentos en una mirada o incluso deseos hacía su persona que ni ella misma había experimentado. Aquellos deseos los conocía por los relatos de su madre de cuando joven y ella tenía miedo de pasar lo mismo. Sacudió su cabeza y dejo de pensar en peligros, temores o este tipo de cosas que te arruinaban una velada.

Miró de reojo a su acompañante, no pudo descifrar si la veía a ella o seguía mirando a la luna. Se imaginó la gran biblioteca, su biblioteca ideal era aquella enorme que sus porta libros fueran de el mismo material que las paredes así no podrían destruirle algún rebelde. Odiaba a aquellos que menospreciaban a los amantes de la lectura y cultura. Y para que la chica odiara a alguien eso era definitivamente le irritaba demasiado. Imaginó de nueva cuenta la biblioteca y los montones de libros, el cuidado que tendrían, la ubicación, las clasificaciones. Sus ojos se iluminaron por completo - Podría ayudarle si necesita de una mano, no le pediría que me pagara nada si me dejará leer uno que otro, sería buena con lo que me pida dentro del lugar - La chica parecía más que emocionada. Había exagerado un poco al respecto. Hablaba como si la biblioteca ya estuviera lista y en realidad no era así, más bien era un sueño, un sueño que ahora ambos compartían. Sonrió amplíamente al darse cuenta que podía compartir su gusto sin miedo a ser juzgada con alguien, le agradecía internamente. -¿Cuáles son sus libros favoritos? - Tenía curiosidad, tal vez conociendo sus gustos podría conocer un poco más de él, cada preferencia de una persona es una definición de la misma.

Observó la luna de nueva cuenta al seguir escuchando sus palabras Estaba cada vez más grande, cada vez más imponente como si quisiera iluminarlos aquella noche, se estaba volviendo no sólo la diosa de la noche, se estaba volviendo su cómplice, aquella que guardaría ese momento. - Era una pequeña broma a decir verdad - Confeso aquello. No podría ser una persona tan egoísta como para querer o merecer algo de esa magnitud para ella sola. Sentía alegría por compartir aquel momento con el joven que tenía alado y no sola, tal vez el estar sola no le hubiera dado la alegría de compartir uno de sus más grandes secretos. Además por arte de magia el sueño había desaparecido por completo y una corriente eléctrica recorrió su cuerpo dándole un mayor deseo por seguir en aquel lugar y disfrutar aquel encuentro - Me han dicho que por más hermosa que sea la luna puede ser engañosa, que la noche es la parte del día más peligrosa - Dicho esto se coloco frente a el observándolo por primera vez de frente, quería conocer su reacción con respecto al tema. Lo cierto era que ella misma había experimentado esa clase de peligros, el recordar como aquel hombre lobo la había atacado le ponía la piel como dicen por ahí "De gallina", la piel erizada y sentía un miedo profundo por ser atacada de nuevo, aunque ese miedo era mínimo en comparación con la curiosidad y el deseo de libertad por andar en las calles parisinas a altas horas de la noche.

Para poder ser sinceros Doreen nunca había permanecido tanto tiempo sola y tan cerca de un hombre, desde pequeña se le había prohibido entablar relaciones algunas ya que su padre tenía una vida determinada para ella. Pero en este preciso momento ella podría decir que una compañía de un hombre que tuviera el mismo interés de ella le parecía algo encantador ¿por qué? Ha Doreen siempre le habían enseñado aquella diferencia de genero, donde el hombre mandaba, imponía e incluso humillaba a la mujer, ella estaba siendo educada para ser tan sumisa que no se imaginaba que muchos de los hombres o al menos el que tenía enfrente tenían su lado era alguien nombre que al menos hasta el momento no le parecía que la viera como objeto, podría jurar que disfrutaba tanto como ella de su compañía - ¿Cuál es su rumbo joven? - Pregunto intentando descifrar si verla le había despertado su curiosidad y atrasado su camino, su destino.