AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The promise [Privado]
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The promise [Privado]
- Spoiler:
-En la biblioteca, había surgido el escrito de si se leia mucho mejor con música o si por el contrario se debía de erradicar de ese tipo de sitios, pues mientras sus dedos viajaban con habilidad sobre la tarjeta sonrió bajando el rostro, era su única debilidad además de las que se contaban con los dedos, muy pocas las dejaba visibles a las personas puesto que conocía como era la raza humana siempre manipulando a los demás con una falsa amistad. Le quería allí, había acabado sucumbiendo a la necesidad de alguien llamándole a la biblioteca pues era el único buen conversador que conocía.
No le dijo que le esperaría, pero allí estaba tomandose la libertad de tocar una tonada que desde el principio se escuchaba triste, una autentica obra maestra ¿no eran los mejores los más solitarios? Un pianista no necesitaba el amor para inspirarse, necesitaba respirar. Muchos decían que la musa venia o iba según el capricho que tuviera la gente pero el no era de ese tipo de personas, había veces en las que te inspirabas y otras en las que no podias hacerlo asi de simple, Yohann ahora mismo estaba inspirado como se notaba en cada uno de sus movimientos ante la mirada de asombro de los presentes-
Tsk…
-De nuevo escucho el comentario de sus ojos, según muchos se notaba que era extranjero nada más mirarle a los ojos pero no le gustaba que le mirasen más que a la música por los orbes azulados, respiró calmado, parecía ausente de su carácter normal hasta que miró al techo de la biblioteca con esas pinceladas de artistas mediocres que no tenían ni su nombre grabado en las paredes, sonrió, por primera vez sonrió suavemente relamiéndose sutilmente cuando la música llegaba a su final como en el éxtasis que todo mundo sentía cuando el amante llegaba a la liberación, ahora, la música le proporcionaba aquel placer que en algún momento había perdido sin fijarse demasiado en la puerta de la biblioteca finalizo, el hombre que anteriormente estaba en el piano le miraba asombrado pues le había quitado de una forma brusca para ponerse en su sitio, le miraba esperanzado de volver a recuperar su sitio…je, se levantó sin mucha sutilidad metiendo la mano en el bolsillo sacando un par de monedas tirándoselas de mala gana-
Ahí tienes, tu tiempo perdido recompensado.
Yohann V.Wood- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/02/2011
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Re: The promise [Privado]
Una carta había llegado aquella mañana con su nombre, era una especie de invitación y ni siquiera tuvo que revisar el nombre del remitente para descubrir de quién se trataba. Estaba escrita en alemán y la única persona que conocía y que hablase alemán –sin contar a sus padres o a la señorita Leonela- era Yohann V. Wood: un joven, cómo él, que había conocido en una reunión algunas semanas atrás. Se habían hecho muy buenos amigos –o al menos Heinz así lo creía- a pesar de que era una persona bastante difícil de tratar. Una fachada de arrogancia lo cubría pero, una vez que uno desarrollaba la habilidad de hacer invisible aquel “defecto”; se topaba con una excelente persona y, sobretodo, un excelente conversador.
Se alistó rápidamente y, no supo por qué, pero sintió la necesidad de llevar consigo a una de sus serpientes. Yohann tenía esa extraña influencia en él; Heinz lo veía tan del mundo, tan ilustrado y conocedor que sentía la necesidad de no querer quedarse atrás. Cada encuentro era una oportunidad para demostrarle que, pese a estar encerrado la mayor parte del tiempo y de que sus amplios conocimientos carecían de fundamentos prácticos, era una persona interesante de la cual se podía aprender. Sabía que estaba mal llevar anfibios a una biblioteca –es más, estaba mal visto tener anfibios-, pero estaba seguro que a Yohann le gustaría la idea. Era una cobra, pequeña –bastante pequeña de hecho-, que cupo sin ningún problemas en un elegante maletín que le había obsequiado meses atrás.
Trepó a la carroza en cuanto le avisaron que estaba lista y abandonó la Mansión. Aquella prematura salida le había costado renunciar a una salida el fin de semana venidero, pero no importaba; él no siempre tenía la oportunidad de asistir a una biblioteca. Acarició el cuero negro del maletín esbozando una sonrisa nerviosa por la fechoría que estaba cometiendo sin que nadie se diese cuenta. Estaba sacando una cobra de su mansión y la llevaba consigo, ¿qué pensarían las demás personas si lo descubrían? ¿Que había perdido la cabeza?, ¿que veneraba a algún tipo de entidad demoníaca? Su mano derecha comenzó a temblar cada vez más rápido y Heinz tuvo que apretarla con la izquierda para que se calmase. No, todo saldría bien. Simplemente se la iba a mostrar a su amigo y luego la guardaría. Quizá hablarían un poco del veneno de dicho animal y luego se enfrascarían en algún idilio filosófico.
Llegó a la biblioteca y el jinete le hizo saber que en cuatro horas pasarían por él en aquel mismo lugar. Heinz agradeció y se volteó para ingresar a aquel imponente edificio. Con el maletín en mano recorrió el hall de entrada observando maravillado la colosal cantidad de estantes llenos de libros que se alzaban a su alrededor. ¡Cuánta literatura, cuánto arte! Continuó caminando en busca del joven de los ojos azules y una sonata llamó su atención. Era una composición magnífica a piano que hizo que el austriaco cerrara los ojos e inhalara profundamente creyendo, que tal vez así, conservaría aquella melodía en su subconsciente.
Cuando abrió los ojos la música había cesado y todos los presentes miraban atónitos al autor de tal belleza: era Yohann. Se acercó hacia donde estaba él y, luego de colocar su maletín en una de las mesas más cercanas, estiró la mano para saludarlo. –Eso fue realmente hermoso.- Comentó con total sinceridad. –En serio, me ha dejado sin palabras señor V. Wood.-
Se alistó rápidamente y, no supo por qué, pero sintió la necesidad de llevar consigo a una de sus serpientes. Yohann tenía esa extraña influencia en él; Heinz lo veía tan del mundo, tan ilustrado y conocedor que sentía la necesidad de no querer quedarse atrás. Cada encuentro era una oportunidad para demostrarle que, pese a estar encerrado la mayor parte del tiempo y de que sus amplios conocimientos carecían de fundamentos prácticos, era una persona interesante de la cual se podía aprender. Sabía que estaba mal llevar anfibios a una biblioteca –es más, estaba mal visto tener anfibios-, pero estaba seguro que a Yohann le gustaría la idea. Era una cobra, pequeña –bastante pequeña de hecho-, que cupo sin ningún problemas en un elegante maletín que le había obsequiado meses atrás.
Trepó a la carroza en cuanto le avisaron que estaba lista y abandonó la Mansión. Aquella prematura salida le había costado renunciar a una salida el fin de semana venidero, pero no importaba; él no siempre tenía la oportunidad de asistir a una biblioteca. Acarició el cuero negro del maletín esbozando una sonrisa nerviosa por la fechoría que estaba cometiendo sin que nadie se diese cuenta. Estaba sacando una cobra de su mansión y la llevaba consigo, ¿qué pensarían las demás personas si lo descubrían? ¿Que había perdido la cabeza?, ¿que veneraba a algún tipo de entidad demoníaca? Su mano derecha comenzó a temblar cada vez más rápido y Heinz tuvo que apretarla con la izquierda para que se calmase. No, todo saldría bien. Simplemente se la iba a mostrar a su amigo y luego la guardaría. Quizá hablarían un poco del veneno de dicho animal y luego se enfrascarían en algún idilio filosófico.
Llegó a la biblioteca y el jinete le hizo saber que en cuatro horas pasarían por él en aquel mismo lugar. Heinz agradeció y se volteó para ingresar a aquel imponente edificio. Con el maletín en mano recorrió el hall de entrada observando maravillado la colosal cantidad de estantes llenos de libros que se alzaban a su alrededor. ¡Cuánta literatura, cuánto arte! Continuó caminando en busca del joven de los ojos azules y una sonata llamó su atención. Era una composición magnífica a piano que hizo que el austriaco cerrara los ojos e inhalara profundamente creyendo, que tal vez así, conservaría aquella melodía en su subconsciente.
Cuando abrió los ojos la música había cesado y todos los presentes miraban atónitos al autor de tal belleza: era Yohann. Se acercó hacia donde estaba él y, luego de colocar su maletín en una de las mesas más cercanas, estiró la mano para saludarlo. –Eso fue realmente hermoso.- Comentó con total sinceridad. –En serio, me ha dejado sin palabras señor V. Wood.-
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Re: The promise [Privado]
Yohann, Tu eres el unico en este lugar que puede llamarme así, puesto que tienes ese privilegio, usalo.
-Se tranquilizó tan pronto como habia comenzado a dudar de que vendria, sus nervios estaban escondidos en la habitual fachada de desencanto que promovia, su mordaz lengua asustaba a los demás que no sabian que tal monstruo era capaz de crear una música tan hermosa, hasta las mejores bestias podrían dejar a los angeles a la altura del betún en cuanto a las habilidades se conferia él, preferia que nadie le hablase nada más que él. Le encontraba realmente agradable, como el piano Heinz para él era una autentica debilidad no por su defecto sino porque le gustaba la filosofia, en una reunión donde el dinero y la falta de cerebro predominaban solo ellos dos puieron un punto y final con una conversación que ambos tuvieron.
Se acercó a el tomando su mano, mirando fijamente sus ojos, ahora todos le miraban con respeto a lo mejor pensaban que era el "amo de la criatura" pensandolo cinicamente, acarició entonces ambas manos de Heinz con una suavidad que nunca habia empleado, de nuevo le estaba diciendo que no tenia que preocuparse, algo confuso en el porque siempre era brusco con los que llegaban tarde pero tambien era verdad que él era el unico que habia accedido, otras veces en las que habia tenido la delicadeza de susperar a sus nervios y pedir un poco de tiempo con alguien no habian sido muchos los que habian venido temiendo como era habitual los cortes frios de Yohann-
No ha sido tan hermoso, es el piano quien usualmente me inspira haciendome enloquecer con cada tono que doman mis dedos
-Caminó al reconocer que habia puesto el maletín en una de las mesas que estaban mas cerca sentándose en una silla con un suspiro silencioso en los labios, escucho entonces un movimiento en el maletín haciendo que su curiosidad fuera la primera dueña, contempló a Heinz indicandole con la mirada que se sentara a su lado, estaba irritado de que la gente le mirase, cuando él miraba a los demás se escuchaba un siseo agudo haciendo que ahora los que le admiraban tuvieran miedo incluso de mirarle, no le importaba ofrecer a los demás esa visión indestructible de si mismo, solo unos pocos, como Heinz, habian saltado la coraza de hierro que le envolvia, asi que supuso que seria el unico que no estaba asustado, acarició entonces el maletín con una sonrisa divertida-
Heinz...amigo mio, ¿no me vas a presentar?
-No era como los crios ricos que tomaban lo de los demás como lo suyo, a el no le hubiera costado abrir el maletin y empezar a hurgar lo que habia tenido pero era alguien que respetaba que lo de los demás no el incumbia respetando entonces esa intimidad, el tenia algo parecido con lo suyo que odiaba que la gente se metiera en sus cosas, o que si traia un maletin alguien lo tomase, debido a esas experiencias era muy raro en él que portase uno, solia guardarlo en los bolsillos que como siempre, eran un poco mas anchos de lo habitual eso ayudaba a la hora de portar el dinero, algun arma o incluso lo que a el le viniera en gana, siempre y cuando no fuera demasiado pesado ya que la tela en ese caso caeria hacia abajo-
-Se tranquilizó tan pronto como habia comenzado a dudar de que vendria, sus nervios estaban escondidos en la habitual fachada de desencanto que promovia, su mordaz lengua asustaba a los demás que no sabian que tal monstruo era capaz de crear una música tan hermosa, hasta las mejores bestias podrían dejar a los angeles a la altura del betún en cuanto a las habilidades se conferia él, preferia que nadie le hablase nada más que él. Le encontraba realmente agradable, como el piano Heinz para él era una autentica debilidad no por su defecto sino porque le gustaba la filosofia, en una reunión donde el dinero y la falta de cerebro predominaban solo ellos dos puieron un punto y final con una conversación que ambos tuvieron.
Se acercó a el tomando su mano, mirando fijamente sus ojos, ahora todos le miraban con respeto a lo mejor pensaban que era el "amo de la criatura" pensandolo cinicamente, acarició entonces ambas manos de Heinz con una suavidad que nunca habia empleado, de nuevo le estaba diciendo que no tenia que preocuparse, algo confuso en el porque siempre era brusco con los que llegaban tarde pero tambien era verdad que él era el unico que habia accedido, otras veces en las que habia tenido la delicadeza de susperar a sus nervios y pedir un poco de tiempo con alguien no habian sido muchos los que habian venido temiendo como era habitual los cortes frios de Yohann-
No ha sido tan hermoso, es el piano quien usualmente me inspira haciendome enloquecer con cada tono que doman mis dedos
-Caminó al reconocer que habia puesto el maletín en una de las mesas que estaban mas cerca sentándose en una silla con un suspiro silencioso en los labios, escucho entonces un movimiento en el maletín haciendo que su curiosidad fuera la primera dueña, contempló a Heinz indicandole con la mirada que se sentara a su lado, estaba irritado de que la gente le mirase, cuando él miraba a los demás se escuchaba un siseo agudo haciendo que ahora los que le admiraban tuvieran miedo incluso de mirarle, no le importaba ofrecer a los demás esa visión indestructible de si mismo, solo unos pocos, como Heinz, habian saltado la coraza de hierro que le envolvia, asi que supuso que seria el unico que no estaba asustado, acarició entonces el maletín con una sonrisa divertida-
Heinz...amigo mio, ¿no me vas a presentar?
-No era como los crios ricos que tomaban lo de los demás como lo suyo, a el no le hubiera costado abrir el maletin y empezar a hurgar lo que habia tenido pero era alguien que respetaba que lo de los demás no el incumbia respetando entonces esa intimidad, el tenia algo parecido con lo suyo que odiaba que la gente se metiera en sus cosas, o que si traia un maletin alguien lo tomase, debido a esas experiencias era muy raro en él que portase uno, solia guardarlo en los bolsillos que como siempre, eran un poco mas anchos de lo habitual eso ayudaba a la hora de portar el dinero, algun arma o incluso lo que a el le viniera en gana, siempre y cuando no fuera demasiado pesado ya que la tela en ese caso caeria hacia abajo-
Yohann V.Wood- Humano Clase Alta
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Re: The promise [Privado]
Llamar a las personas por su apellido y tratarlas de usted era un formalismo que le habían inculcado desde muy pequeño. Era señal de respeto y elegancia; un distintivo entre “ellos” y el resto. Por ello le sorprendió que su amigo le pidiese que se dirigiera a él como “Yohann” . ¿Sólo por su nombre? -¿Yohann?- Su voz fue trémula e indecisa. No se sentía muy cómodo haciéndolo pero debía poder hacerlo si no quería dar mala impresión. No quería quedarse atrás y con Yohann uno tenía que aprender rápido o tirarse en la fosa de lo retrógrada. –Eso fue realmente hermoso, Yohann.- Repitió su frase haciendo las correcciones respectivas y sonrió victorioso. Sentía algo dentro de él, ¿era el placer de hacer las cosas mal? Pero bueno, llamar a alguien por su nombre no era una falta demasiado grave, ¿o sí? Ay, ¡la ignorancia de lo mundano!, ¿cuándo dejaría de pasarle factura?
Luego de aquella particular clase de costumbres de vanguardia, Yohann correspondió a su saludo. Estaba acostumbrado a apretones fugaces, pero esta vez hubo cierta variación que le llamó la atención. Lo miró y el joven de los ojos azules lo miró de vuelta. Quiso preguntarle qué hacía, pero su mano derecha fue capturada en el acto y se unió también a las poco convencionales caricias. ¿Cómo lo hacía? Le sorprendía que su rostro permaneciese tan sereno mientras él sentía que poco a poco perdía el control del temblor en su mano derecha. Respiró un tanto incómodo y, sin poder evitarlo, apartó sus manos de las del alemán con sutileza. –No había escuchado nunca que la inspiración podría venir del exterior, señor…- Error. -… Yohann.- Se corrigió con suma rapidez. –Es una teoría interesante.-
Imitó sus movimientos y se sentó frente a Yohann, en esa magnífica mesa de roble. Se permitió acariciar el lomo de la mesa y luego elevó la mirada hacia su maletín. Su compañera había comenzado a inquietarse y su joven amigo lo había notado. Heinz sonrió emocionado. ¡No se había equivocado! Sabía que la hermosa cobra llamaría la atención de Yohann. –No puedo mostrarle lo que hay allí dentro, Yohann.- Se excusó elegantemente para impregnar el aire de misticismo. –No aquí.- Sus palabras eran claras, debían buscar un sitio algo más privado. –Usted conoce la biblioteca, ¿dónde podemos refugiarnos?- Sus ojos recorrieron todos los pasillos y estanterías del lugar pero nada era lo suficientemente seguro. Tenía miedo, miedo de que lo descubran con un reptil y el miedo comenzaba a exteriorizarse: su mano temblaba golpeando rítmicamente el borde de la mesa.
Luego de aquella particular clase de costumbres de vanguardia, Yohann correspondió a su saludo. Estaba acostumbrado a apretones fugaces, pero esta vez hubo cierta variación que le llamó la atención. Lo miró y el joven de los ojos azules lo miró de vuelta. Quiso preguntarle qué hacía, pero su mano derecha fue capturada en el acto y se unió también a las poco convencionales caricias. ¿Cómo lo hacía? Le sorprendía que su rostro permaneciese tan sereno mientras él sentía que poco a poco perdía el control del temblor en su mano derecha. Respiró un tanto incómodo y, sin poder evitarlo, apartó sus manos de las del alemán con sutileza. –No había escuchado nunca que la inspiración podría venir del exterior, señor…- Error. -… Yohann.- Se corrigió con suma rapidez. –Es una teoría interesante.-
Imitó sus movimientos y se sentó frente a Yohann, en esa magnífica mesa de roble. Se permitió acariciar el lomo de la mesa y luego elevó la mirada hacia su maletín. Su compañera había comenzado a inquietarse y su joven amigo lo había notado. Heinz sonrió emocionado. ¡No se había equivocado! Sabía que la hermosa cobra llamaría la atención de Yohann. –No puedo mostrarle lo que hay allí dentro, Yohann.- Se excusó elegantemente para impregnar el aire de misticismo. –No aquí.- Sus palabras eran claras, debían buscar un sitio algo más privado. –Usted conoce la biblioteca, ¿dónde podemos refugiarnos?- Sus ojos recorrieron todos los pasillos y estanterías del lugar pero nada era lo suficientemente seguro. Tenía miedo, miedo de que lo descubran con un reptil y el miedo comenzaba a exteriorizarse: su mano temblaba golpeando rítmicamente el borde de la mesa.
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Re: The promise [Privado]
-Arqueo una ceja en cuando repitió su nombre, quiso decirle que era obvio a lo que se referia pero no fue todo lo frio que debia especialmente porque aunque Heinz no lo supiera le tenia aprecio, principalmente le entendia porque cuando llego a Paris aquel despojo que se encargo de él le decia que para no ponerle en verguenza siempre habia de llamar a las personas por su apellido, la clase alta siempre era tan modosa que le hacian gruñir inesperadamente ante los recuerdos. Aun no sabia porque a pesar de su caracter era invitado a las fiestas o mejor dicho, si lo sabia, era siempre base de las "apariencias" habia que aprender a guardarlas porque asi era como se avanzaba en el mundo.
Ladeó el rostro observando a todos los que estaban en la biblioteca mientras sonreia suave, se escuchaba bien su nombre en labios ajenos, siempre habia escuchado su apellido como si de un disco rallado fuese asi que no era de extrañar que cuando alguien que el deseaba pronunciaba su nombre un extraño placer se instalaba en su pecho, el demonio que tenia sentimientos...podia ser un titulo bastante peculiar para alguna novela. Cuando alejo la mano de la de Yohann no hubo molestia era evidente que se sentia bastante incomodo y porque no, Yohann aun era un hombre que adoraba corromper mentes puras como si de un filosofo fuera tomaba a una persona exigiendo respuesta de su comportamiento volviendo a replicar hasta que la otra persona le daba la razón, nadie sabia cuan cabezota era el propio Yohann-
La inspiracion viene de todos lados, pero especialmente del exterior. Los pintores exigen a la naturaleza ser su musa mientras los musicos intentan alternar el mundo entre notas para que no nos demos cuenta de que lo que narran es incluso como las hojas de otoño se estan marchitando contra el suelo, como despues de sus cenizas crecerá otro árbol y despues de nuevo las hojas caen.
-Susurró tras admirar los ojos emocionados de Heinz, era curioso...eso significaba que lo que tenia ahi dentro le iba a emocionar si o si a Yohann asi que no tenia tiempo que perder queria finalmente admirarlo más no iba a pedirle que lo sacara...su acompañante tenia la cabeza asentada sobre los hombros asi que cuando no se podia era evidente que no se podria, además la biblioteca era como un lugar sagrado para ambos asi que no iba a hacer que les hecharan, se levantó de nuevo con una sonrisa en los labios tomando el hombro de Heinz con suavidad solo para hacerle que se levantase. Otra cosa que tenia Yohann un defecto tal vez era el poco amor que tenia por el espacio vital de los que queria.
A su padre en otro momento cuando vivia le abrazaba todo el rato apretandose contra el para que no se fuera o le siguiera a donde deseaba ir, por eso lo hacia inevitablemente cuando le daba la real gana. Una vez que lo habia levantado le indico que le siguiera moviendose con las manos en los bolsillos hacia unas estanterias en las que segun te ibas internando menos gente habia, era la zona de los libros antiguos llenos de polvo en la que solo Yohann y algunos más tenian la entrada. buscó con la mirada entonces tocando con las manos lo que queria-
Asi es pequeña...asi es, estoy de nuevo aqui
-Susurro mientras la madera crujia, detrás de una mesa llena de polvo que no tardo en correr habia una puerta secreta, no era demasiado secreta se consideraba como el almacen o donde el dueño tambien realizaba algunas reuniones, asi que no tardo en abrirla para que ambos entrasen en ella oliendo el olor a los libros muertos, a los periodicos de un dia mientras sonreia descubriendo como estaba incluso mas limpia que muchas habitaciones despues de unos momentos indico una mesa que estaba alli en la que seguramente no habria problemas-
Aqui podrás mostrarmelo
Ladeó el rostro observando a todos los que estaban en la biblioteca mientras sonreia suave, se escuchaba bien su nombre en labios ajenos, siempre habia escuchado su apellido como si de un disco rallado fuese asi que no era de extrañar que cuando alguien que el deseaba pronunciaba su nombre un extraño placer se instalaba en su pecho, el demonio que tenia sentimientos...podia ser un titulo bastante peculiar para alguna novela. Cuando alejo la mano de la de Yohann no hubo molestia era evidente que se sentia bastante incomodo y porque no, Yohann aun era un hombre que adoraba corromper mentes puras como si de un filosofo fuera tomaba a una persona exigiendo respuesta de su comportamiento volviendo a replicar hasta que la otra persona le daba la razón, nadie sabia cuan cabezota era el propio Yohann-
La inspiracion viene de todos lados, pero especialmente del exterior. Los pintores exigen a la naturaleza ser su musa mientras los musicos intentan alternar el mundo entre notas para que no nos demos cuenta de que lo que narran es incluso como las hojas de otoño se estan marchitando contra el suelo, como despues de sus cenizas crecerá otro árbol y despues de nuevo las hojas caen.
-Susurró tras admirar los ojos emocionados de Heinz, era curioso...eso significaba que lo que tenia ahi dentro le iba a emocionar si o si a Yohann asi que no tenia tiempo que perder queria finalmente admirarlo más no iba a pedirle que lo sacara...su acompañante tenia la cabeza asentada sobre los hombros asi que cuando no se podia era evidente que no se podria, además la biblioteca era como un lugar sagrado para ambos asi que no iba a hacer que les hecharan, se levantó de nuevo con una sonrisa en los labios tomando el hombro de Heinz con suavidad solo para hacerle que se levantase. Otra cosa que tenia Yohann un defecto tal vez era el poco amor que tenia por el espacio vital de los que queria.
A su padre en otro momento cuando vivia le abrazaba todo el rato apretandose contra el para que no se fuera o le siguiera a donde deseaba ir, por eso lo hacia inevitablemente cuando le daba la real gana. Una vez que lo habia levantado le indico que le siguiera moviendose con las manos en los bolsillos hacia unas estanterias en las que segun te ibas internando menos gente habia, era la zona de los libros antiguos llenos de polvo en la que solo Yohann y algunos más tenian la entrada. buscó con la mirada entonces tocando con las manos lo que queria-
Asi es pequeña...asi es, estoy de nuevo aqui
-Susurro mientras la madera crujia, detrás de una mesa llena de polvo que no tardo en correr habia una puerta secreta, no era demasiado secreta se consideraba como el almacen o donde el dueño tambien realizaba algunas reuniones, asi que no tardo en abrirla para que ambos entrasen en ella oliendo el olor a los libros muertos, a los periodicos de un dia mientras sonreia descubriendo como estaba incluso mas limpia que muchas habitaciones despues de unos momentos indico una mesa que estaba alli en la que seguramente no habria problemas-
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Yohann V.Wood- Humano Clase Alta
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Re: The promise [Privado]
Un roce en su hombro le obligó a elevar la mirada hacia los ojos de su compañero, aquellas inmensidades de un color bastante peculiar que jamás había logrado recrear por más que se esmeraba en hacer una mezcla perfecta entre el azul y el blanco. Era el color del cielo cuando el sol lo iluminaba desde lo alto y era justo lo que necesitaba para que sus pinturas tuvieran ese carácter que estaba buscando. Negó con la cabeza de inmediato. No estaban reunidos aquella tarde para hablar de colores y de cómo conseguirlos; estaban allí por su compañera reptil, que revoloteaba impaciente dentro del maletín con ansias de ser mostrada y admirada.
Se puso de pie, tomó su maletín con su mano derecha y caminó tras Yohann confiando ciegamente en que él sabría llevarlos a un lugar en el que nadie pudiese interrumpirlos. Surcaban los pasillos con paso firme y confiado; y a Heinz le parecía que cada vez había menos gente y más polvo. –Pobre de ellos, han sido abandonados.- Se refería a los libros y se tomó el atrevimiento de acariciar el lomo de uno con la yema de sus dedos. Se ensució de polvo, como era de esperarse, pero lo sacudió de inmediato en su pantalón. -¿A dónde vamos?- Preguntó. No con duda, porque no dudaba del buen juicio de su compañero; sino con interés porque aquel sitio evidentemente abandonado había captado su atención. ¿Cómo era posible que nadie estuviese devorando aquellas obras?, ¿qué tenían de malo?, ¿eran diferentes?, ¿viejas, tal vez?
El sonido de madera crujir le obligó a voltearse y miró sorprendido lo que Yohann estaba haciendo. -¿Es en verdad una puerta secreta?- Su infantil cerebro le obligó a sonreír en el acto y a acercarse unos cuantos pasos, lo suficiente como para poder admirar en primera fila como el alemán abría con destreza aquel pasadizo que, para otros, seguramente pasaría desapercibido. -¿Y a dónde va a dar?- La puerta se abrió y ambos cruzaron el umbral. Fue necesario que se agacharan un poco para no chocarse contra el filo, pero dentro se pudieron erguir sin problemas. El sitio estaba escuetamente alumbrado por algunas cuantas velas colocadas estratégicamente. Habían varias mesas: una en la esquina llena de libros dañados y pegamento –seguramente allí los arreglaban-, otra llena de mapas y pergaminos; y la del centro que estaba desocupada y que parecía ser la que ellos usarían.
Antes de sentarse, cerró la puerta y comprobó que estuviese bien trancada de tal manera que nadie pudiese interrumpirlos. Caminó hacia donde se encontraba Yohann y se sentó frente a él, colocando el maletín justo en el centro. –Tiene que prometerme que no va a intentar tocarla.- Era consciente de que la cobra era un reptil bastante venenoso y no quería que alguien resultase herido por culpa de la ciencia. –Yo todavía no estoy seguro por qué, pero…- Abrió los seguros con una lentitud abrumadora y, con la misma velocidad, destapó la maleta. -… a mí no me hace nada.- Todavía no revelaba la identidad de su compañera pero, una vez que Heinz metió las manos en el maletín, ella se expuso sola al deslizarse suavemente por el brazo de su amo. Las cosquillas no tardaron en hacerse presente y el austriaco rió por la bajo, mientras su cuerpo presentaba ligeros espasmos de incomodidad en cuanto el animal comenzaba a acercarse a su cuello.
-Es una cobra de anteojos.- Tomó a su amiga del cuello y le mostró a Yohann el porqué del apodo. Justo allí, en su panza, había dos marcas negras de forma circular que simulaban a un par de anteojos. -¿Le gusta?- Lo miró y la serpiente parecía mirarlo también, atenta a la respuesta que el presente iba a dar.
Se puso de pie, tomó su maletín con su mano derecha y caminó tras Yohann confiando ciegamente en que él sabría llevarlos a un lugar en el que nadie pudiese interrumpirlos. Surcaban los pasillos con paso firme y confiado; y a Heinz le parecía que cada vez había menos gente y más polvo. –Pobre de ellos, han sido abandonados.- Se refería a los libros y se tomó el atrevimiento de acariciar el lomo de uno con la yema de sus dedos. Se ensució de polvo, como era de esperarse, pero lo sacudió de inmediato en su pantalón. -¿A dónde vamos?- Preguntó. No con duda, porque no dudaba del buen juicio de su compañero; sino con interés porque aquel sitio evidentemente abandonado había captado su atención. ¿Cómo era posible que nadie estuviese devorando aquellas obras?, ¿qué tenían de malo?, ¿eran diferentes?, ¿viejas, tal vez?
El sonido de madera crujir le obligó a voltearse y miró sorprendido lo que Yohann estaba haciendo. -¿Es en verdad una puerta secreta?- Su infantil cerebro le obligó a sonreír en el acto y a acercarse unos cuantos pasos, lo suficiente como para poder admirar en primera fila como el alemán abría con destreza aquel pasadizo que, para otros, seguramente pasaría desapercibido. -¿Y a dónde va a dar?- La puerta se abrió y ambos cruzaron el umbral. Fue necesario que se agacharan un poco para no chocarse contra el filo, pero dentro se pudieron erguir sin problemas. El sitio estaba escuetamente alumbrado por algunas cuantas velas colocadas estratégicamente. Habían varias mesas: una en la esquina llena de libros dañados y pegamento –seguramente allí los arreglaban-, otra llena de mapas y pergaminos; y la del centro que estaba desocupada y que parecía ser la que ellos usarían.
Antes de sentarse, cerró la puerta y comprobó que estuviese bien trancada de tal manera que nadie pudiese interrumpirlos. Caminó hacia donde se encontraba Yohann y se sentó frente a él, colocando el maletín justo en el centro. –Tiene que prometerme que no va a intentar tocarla.- Era consciente de que la cobra era un reptil bastante venenoso y no quería que alguien resultase herido por culpa de la ciencia. –Yo todavía no estoy seguro por qué, pero…- Abrió los seguros con una lentitud abrumadora y, con la misma velocidad, destapó la maleta. -… a mí no me hace nada.- Todavía no revelaba la identidad de su compañera pero, una vez que Heinz metió las manos en el maletín, ella se expuso sola al deslizarse suavemente por el brazo de su amo. Las cosquillas no tardaron en hacerse presente y el austriaco rió por la bajo, mientras su cuerpo presentaba ligeros espasmos de incomodidad en cuanto el animal comenzaba a acercarse a su cuello.
-Es una cobra de anteojos.- Tomó a su amiga del cuello y le mostró a Yohann el porqué del apodo. Justo allí, en su panza, había dos marcas negras de forma circular que simulaban a un par de anteojos. -¿Le gusta?- Lo miró y la serpiente parecía mirarlo también, atenta a la respuesta que el presente iba a dar.
Invitado- Invitado
Re: The promise [Privado]
Los libros tienen una vida muy corta a decir verdad, pues pocas son las personas que cuando tienen un libro entre sus manos lo leen más de una vez, es como si ellos mismos desearan no ser leidos completamente para que cuando se acordasen de ellos pudiesen cumplir su sueño una vez mas.
-Los libros, aquestos eran los libros que no habian cumplido los requisitos de la clientela más selectiva o que simplemente el dueño habia querido guardar para si mismo pero a quien queria engañar el dueño de la biblioteca pues siempre habia libros nuevos que no se habian leido y acababan dejando de lado a estos ejemplares que ahora manchaban con nostalgia los dedos de Heinz que parecia sentir pena por aquestos libros, el propio Yohann se habia llevado varios de estos libros en secreto aunque no lo tomaria precisamente como un robo sino algo para salvar sus vidas, luego solamente tenia que limpiarlos de polvos y leerlos aunque estuvieranen otro idioma como el latín no importaba porque algunas frases las escribia y luego podia estar dias y dias estudiando latín solo para saber que era aquella frase. Sintio la plena excitación cuando preguntó "a donde vamos" era como un crio que estaba enseñando a su mejor amigo la posible guarida secreta que podrian tener ambos. Solo con Heinz se sentia tranquilo en la biblioteca porque ambos sentian lo mismo por los libros, un amor que hasta resultaba enfermizo ¿o la enfermedad solo era para con yohann? levantarse, devorar un libro nada mas estar despierto y cuando acabaras dejarlo en su sitio o volver a empezarlo otra vez más, no habia libro en su biblioteca que no hubiera sido leído por lo menos con un minimo de 4 ocasiones.-
La descubrí cuando intentaba tomar un libro que se me cayó abajo, en ese entonces tenia las manos llenas de polvo y libros que me pedian irse a micasa pero debido a mi avaricia literaria se me cayo uno y cuando aparté la mesa para poder tomarlo encontre esta puerta...como sabrás no precisamente pedi permiso para entrar sino que no dudé en hacerlo y fué asi como descubrí este sitio.
-Le sorprendia el sitio, miró por un momento el rostro de Heinz queriendo palpar solamente lo que sentia, sus sentimientos y no precisamente su sorpresa que ya se habia dejado entrever cuando habian estado caminando hacia este sitio. Quería agarrar todos esos sentimientos para trasladarlos a los libros que eran como muñecos rotos que esperaban las visitas de los que se les habia olvidado algo e incluso alguien que solo mirase la puerta, habia muchos libros en los que siempre se estaba reflejando aquel tipo de deseo por lo desconocido y como otros mundos que estaban en los librs se mostraban impacientes por ser visitados, dejar atrás ese hedor a pegamento o a tinta mientras que exponian sus páginas doradas a todo aquel que quisiera mirarlas. Notó que su acompañante era el primero en encargarse que nadie los descubriese volviendo a asentir.
La curiosidad siempre habia estado presente en el caracter de Yohann, por eso mismo la filosofia era como un dulce diario para él, ¿no podria tocarla? sonrió internamente cuando mencionó que a él no le haria nada, seguro que aquello que traia en el maletín ya se habia familiarizado con él o quizás por lo que le sucedia comprendiendole como de la familia, aun no comprendia bien del todo y por eso lo unico que podia hacer miestras tanto es exponer algunas conjeturas que no tenian mucho sentido. viajó con la mirada finalmente al animal cuando fué expuesto, sonriendo de medio labio. Ahora comprendia porque decia que no debia de tocarla, era evidente que los colores que poseia ya alertaban de su fiero caracter además de que parecia ser una cobra ya esa palabra era sinonimo de peligro-
Anteojos...es muy hermosa, una cobra realmente hermosa y se nota cuidada lo que quiere decir que sabes mucho de su alimentacion...me gusta.
-Sonrió suavemente, Yohann no era muy bueno a la hora de decir sus sentimientos, es más los unicos que exponia era los de desagrado o de frialdad, dejando atrás los otros que podia sentir pero entonces aquella serpiente hacia hervir su sangre de emocion, queria acariciarla a quien iba a negar si dijese que no pero mantuvo sus manos quietas porque por primera vez pensó en como se sentiria Heinz si Yohann fuera mordido, sonrió de nuevo, ya sabia el porqué de ese nombre y debia de reconocer que ya habia robado su corazon { si es que lo tenia } aquel animal, que causaba como si nada cosquillas a su acompañante, era sorprendente porque hasta los cuidadores de serpientes iban con las manos llenas de guantes por si se les escapaba alguna mordida y él iba con las manos desnudas sintiendo el posesivo pero tierno abrazo de la cobra-
Te estima mucho, se ve a simple vista Heinz.
-Los libros, aquestos eran los libros que no habian cumplido los requisitos de la clientela más selectiva o que simplemente el dueño habia querido guardar para si mismo pero a quien queria engañar el dueño de la biblioteca pues siempre habia libros nuevos que no se habian leido y acababan dejando de lado a estos ejemplares que ahora manchaban con nostalgia los dedos de Heinz que parecia sentir pena por aquestos libros, el propio Yohann se habia llevado varios de estos libros en secreto aunque no lo tomaria precisamente como un robo sino algo para salvar sus vidas, luego solamente tenia que limpiarlos de polvos y leerlos aunque estuvieranen otro idioma como el latín no importaba porque algunas frases las escribia y luego podia estar dias y dias estudiando latín solo para saber que era aquella frase. Sintio la plena excitación cuando preguntó "a donde vamos" era como un crio que estaba enseñando a su mejor amigo la posible guarida secreta que podrian tener ambos. Solo con Heinz se sentia tranquilo en la biblioteca porque ambos sentian lo mismo por los libros, un amor que hasta resultaba enfermizo ¿o la enfermedad solo era para con yohann? levantarse, devorar un libro nada mas estar despierto y cuando acabaras dejarlo en su sitio o volver a empezarlo otra vez más, no habia libro en su biblioteca que no hubiera sido leído por lo menos con un minimo de 4 ocasiones.-
La descubrí cuando intentaba tomar un libro que se me cayó abajo, en ese entonces tenia las manos llenas de polvo y libros que me pedian irse a micasa pero debido a mi avaricia literaria se me cayo uno y cuando aparté la mesa para poder tomarlo encontre esta puerta...como sabrás no precisamente pedi permiso para entrar sino que no dudé en hacerlo y fué asi como descubrí este sitio.
-Le sorprendia el sitio, miró por un momento el rostro de Heinz queriendo palpar solamente lo que sentia, sus sentimientos y no precisamente su sorpresa que ya se habia dejado entrever cuando habian estado caminando hacia este sitio. Quería agarrar todos esos sentimientos para trasladarlos a los libros que eran como muñecos rotos que esperaban las visitas de los que se les habia olvidado algo e incluso alguien que solo mirase la puerta, habia muchos libros en los que siempre se estaba reflejando aquel tipo de deseo por lo desconocido y como otros mundos que estaban en los librs se mostraban impacientes por ser visitados, dejar atrás ese hedor a pegamento o a tinta mientras que exponian sus páginas doradas a todo aquel que quisiera mirarlas. Notó que su acompañante era el primero en encargarse que nadie los descubriese volviendo a asentir.
La curiosidad siempre habia estado presente en el caracter de Yohann, por eso mismo la filosofia era como un dulce diario para él, ¿no podria tocarla? sonrió internamente cuando mencionó que a él no le haria nada, seguro que aquello que traia en el maletín ya se habia familiarizado con él o quizás por lo que le sucedia comprendiendole como de la familia, aun no comprendia bien del todo y por eso lo unico que podia hacer miestras tanto es exponer algunas conjeturas que no tenian mucho sentido. viajó con la mirada finalmente al animal cuando fué expuesto, sonriendo de medio labio. Ahora comprendia porque decia que no debia de tocarla, era evidente que los colores que poseia ya alertaban de su fiero caracter además de que parecia ser una cobra ya esa palabra era sinonimo de peligro-
Anteojos...es muy hermosa, una cobra realmente hermosa y se nota cuidada lo que quiere decir que sabes mucho de su alimentacion...me gusta.
-Sonrió suavemente, Yohann no era muy bueno a la hora de decir sus sentimientos, es más los unicos que exponia era los de desagrado o de frialdad, dejando atrás los otros que podia sentir pero entonces aquella serpiente hacia hervir su sangre de emocion, queria acariciarla a quien iba a negar si dijese que no pero mantuvo sus manos quietas porque por primera vez pensó en como se sentiria Heinz si Yohann fuera mordido, sonrió de nuevo, ya sabia el porqué de ese nombre y debia de reconocer que ya habia robado su corazon { si es que lo tenia } aquel animal, que causaba como si nada cosquillas a su acompañante, era sorprendente porque hasta los cuidadores de serpientes iban con las manos llenas de guantes por si se les escapaba alguna mordida y él iba con las manos desnudas sintiendo el posesivo pero tierno abrazo de la cobra-
Te estima mucho, se ve a simple vista Heinz.
Yohann V.Wood- Humano Clase Alta
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