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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lucien Greymark Vie Mar 25, 2011 5:57 pm

“Duele maldita sea.” Era la segunda vez que intentaba sacarme la bala del hombro, llevaba así media hora y ni siquiera sabía cómo demonios podía tenerme en pie de momento. Aquel vampiro fuese quien fuese había huido, y puede que eso me hubiese salvado el pellejo. Lo más probable es que si esa pelea hubiese durado un par de asaltos más me hubiese matado sin demasiado esfuerzo, como un niño pequeño sin el más mínimo poder de defensa. Pero se había marchado, ¿Por qué? ¿Qué beneficio podía darle a un vampiro matarla? No tenía sentido, Dominique ni siquiera era la heredera del reino porque quitarla de en medio sin más. En fin lo mismo daba, ahora mismo lo que es pensar no era precisamente una posibilidad para mi, y menos con la situación en la que estaba.

La sangre seguía saliendo a borbotones, era imposible pararla mientras la bala siguiese dentro, y cada vez que metía los dedos a por ella era como agarrar un antorcha ardiendo. El dolor me enturbiaba la mente, apenas podía pensar con claridad o recordar donde estaba, si seguía así no tardaría mucho en nublárseme la vista y no podría ni moverme. Tenía que encontrar una forma de salir de esta, tenía que sacar esa bala, pero ¿como? No podía ir a un hospital, se darían cuenta de que me regeneraría rápidamente y cundiría el pánico. “Ella…” No eso no, no la pondría en peligro con esto. – Ese no es el motivo y lo sabes… - Es cierto, mi mayor temor no era que se viese implicada en un problema. En un impulso egoísta tenía miedo de que me mirase de otra forma por ser lo que era, que ya no me viese como alguien humano. Pero que otro remedio tenía, las opciones no eran precisamente muchas.

Arrastrarme por los callejones de Paris resulto ser todo un prodigio, el llevar un brazo inmóvil y goteando sangre no era lo que digamos una imagen muy discreta, y prácticamente tenía que atravesar media ciudad. Cuando por fin, después de arrástrame como un lagarto por unas calles mugrientas e infestadas de podredumbre conseguí acceder al barrio residencial de la zona oeste. Era una parte de la ciudad humilde pero bien conservada, me alegro mucho dejar aquellos callejones oscuros. No sabía porque pero mi vista no parecía la misma de siempre, es como si me sintiera somnoliento. Solo unos cuantos metros mas y llegaría. La pequeña casa de un solo piso no tenia luces, era posible que no estuviese en casa, o que ya estuviese dormido. Camine dando tumbos hasta la puerta de atrás, intentando encontrar una forma de entrar y esperar a que llegase o comprobar si estaba en casa. Ya bordeada la casa y con los pies apenas plantados en el suelo, alce la mano sana y golpee la puerta una vez, ¿o fueron dos? Notaba como las piernas ya no me sostenían, el olor a carne quemada en el hombro era insoportable. Una luz ilumino las ventanas, para que poco después una sombra se dibujase en la puerta, solo dos segundos antes de que mi cuerpo perdiese del todo el control y cállese rendido al suelo en una sola palabra. – Plata…
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Mensaje por Magnolia Velvet Dom Mar 27, 2011 3:44 pm

Había sido una noche dura, un par de clientes que creían que su dinero podía comprar más de lo que yo estaba dispuesta a darles y un par de decepciones al ver la paga después de dar lo mejor de mi. De todas maneras ya estaba costumbrada y hoy era uno de esos días en los que no tenía ganas de discutir así que después de haber llegado a casa guardando las apariencias, con la espalda erguida, la sonrisa fácil y el contoneo de caderas, al cerrar la puerta tras de mi desapareció todo y suspiré pesadamente como si por fin pudiera descansar. ¿Qué pasaba conmigo? Si no era yo una anciana. Me deshice del montón de botones del vestido, las telas de las faldas, el corsé cuyas ballenas me contraían la caja torácica y la lencería que llevaba debajo para ponerme alguna otra cosa más convencional, un camisón de algodón que me cubría bastante más de lo que me cubría con las ropas de trabajo. Me quité el maquillaje de la cara y las joyas que había llevado en zonas estratégicas de mi cuerpo para no parecer muy ostentosa.

Después de haberme quitado el disfraz y haber cerrado la puerta con llave dispuse unos momentos para recoger todo y dejar la casa limpia antes de revisar qué podía comer. Un poco de pan con queso que tan sólo empalmé uno contra el otro para morderlo después. ¿Quién quería una cena muy rebuscada? Tan sólo necesitaba acallar los gritos de mis tripas que rugían desde hacía un buen rato. ¿Vino y caviar? Nada, eso era mucho mejor que cualquier banquete real. Sostuve la comida entre mis labios mientras me metía en la cama para comer y dormir. Después de comer, soplé la vela con la que me alumbraba y dejé que Morfeo llegara a acunarme entre sus brazos. Por fin un poco de tranquilidad.

O al menos eso pensaba yo porque unas horas después que en mi subconsciente se sintieron como apenas unos segundos, se escuchó un golpe en la puerta trasera que me hizo despertar sobresaltada incluso pensando que se había tratado de un sueño. Miré en derredor con las mantas hasta el mentón sin saber si levantarme o quedarme ahí y esperando a que otra señal de presencia humana se presentara para avisarme que había sido en serio. Me debatía entre dos opciones y estuve un momento de esa manera hasta que la curiosidad me venció y me levanté de un salto de mi cama. Encendí la luz y me envolví en una manta antes de echar a correr hacia la puerta con una sensación en lo más profundo de mi ser de que era algo urgente. ¿Porqué? A saber. Sabía que no podía ser un cliente porque nunca daba mi dirección y cualquiera que tocara a estas horas de la noche mi puerta trasera debía tener una emergencia.

El hecho de que pensara de que era una emergencia, me hizo hacer la cosa más imprudente del mundo, y eso era abrir la puerta para ver a un hombre hecho un bulto inconsciente sobre el escalón de mi puerta trasera que balbuceó algo que entendí como 'plata' y que me dejó más turbada que antes. Reconocí su cabello después del shock y por poco se me detiene el corazón en ese instante. -¡Lucian! Pero si apenas hacía unos días lo acababa de ver en el café y habíamos... nos habíamos... Sacudí la cabeza dejando esos pensamientos y dedicándome a poner mi cuerpo en estado de emergencia. Por un angustiante segundo mi mente dio vueltas en círculos pensando en qué podía hacer pero en cuanto pude recomponerme, me agaché lo más que pude para ver la sangre que brotaba a borbotones de la herida. -Ay mierda...- Me tapé la boca por constumbre al soltar la palabra pero no me dejé amedrentar y mientras en mi mente me preguntaba qué demonios le había sucedido pasé el brazo bueno por encima de mis hombros y con una fuerza que yo no sabía que tenía lo arrastré hacia dentro de la casa. ¿En la cama? ¿Cómo iba a subirlo en la cama? Le di un par de palmaditas en la mejilla. -Lucian, despierta, escúchame-

La desesperación estaba tomando parte en la pelea de mi mente mientras casi muriéndome del esfuerzo pude entrarlo apenas un metro dentro de la casa, recostarlo en el suelo y cerrar la puerta viendo el reguero de sangre. Me deshice de la manta para intentar tapar la hemorragia y entonces entendí el balbuceo con el que me había saludado. Una bala de plata. Una sacudida me dio en todo el cuerpo mirando la herida, una mezcla entre asombro, duda y conmoción por lo que había sucedido en apenas unos cuantos minutos. ¿Quién habría hecho semejante cosa? -Lucian, ¿Me escuchas?


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Mar 29, 2011 1:56 pm

Sentía la cabeza como si estuviese echa de algodón, apenas oía lo que ocurría a mi alrededor solo ciertos ecos me llegaban desde una zona que a mi entender era muy lejana, como si alguien me gritase desde la lejanía y yo solo pudiese oír pequeños fragmentos de lo que me decían. Abrí los ojos con esfuerzo, intentando enfocar el rostro que me miraba desde arriba. Un momento ¿estaba en el suelo? ¿Cómo había llegado allí? Una figura difuminada con forma de mujer parecía hablarme. - Olivia… - la recordaba, recordaba aquella cara, como si la hubiese visto antes, en un sueño efímero y lejano que apenas recordaba. – Es… escúchame. Tienes que… tienes que quitármela… No se… - Mis vista se iba nublando cada vez mas. No sabía cuánto tiempo más permanecería consciente pero desde luego no sería por mucho más tiempo.

Observe de refilón la escalera que llevaba hacia la parte trasera de la casa, no podíamos quedarnos aquí donde todo el mundo podría vernos solo con asomar la nariz por una de las ventanas. Hice lo posible por recobrar la consciencia todo lo que pude, necesitaba tener la mente lo mas despejada posible, al menos antes de poder hacer cualquier otra cosa. – Ayúdame… a levantarme. – Al menos con su ayuda podríamos salir de la cocina y llegar hasta un lugar donde nadie nos viese, una vez allí tendríamos que hacer las cosas rápido. Incorporarme solo me dieron ganas de perder la consciencia otra vez. El dolor de la herida iba de mal en peor y eso solo podía significar que la carne que rodeaba la bala se estaba necrosando rápidamente, si seguía así me acabaría desangrando.

Caminamos a trancas y barrancas hasta las escaleras. Muy a mi pesar debía descargar la mayor parte de mi peso en Olivia para poder levantar las piernas y hablar a la vez. – Escúchame, no sé cuánto tiempo más estaré consciente… tienes que sacar la bala, en cuanto lo hayas conseguido estaré bien. – Ya llegábamos a la parte alta de las escaleras, y cuando por fin pudimos subir el último escalón ya no pude más y volví a desmayarme. Lo siguiente que ocurrió, fue surrealista. Estaba en la hacienda de Alyssa, estaba exactamente igual que la última vez que la había visto, completamente nueva, como hace treinta años.

Subí las escaleras a toda prisa, siempre con la impresión de que me faltaba aire, de que no iba a tener la suficiente fuerza como para llegar arriba. Cruce el pasillo a toda prisa y entre en la que había sido su habitación. La puerta estaba cerrada, más bien trancada. Después de embestir la puerta varias veces por fin conseguí abrirla, y volví a verla, la imagen que me había atormentado en mis pesadillas durante más de tres décadas, una sala llena de carne y sangre, llena de miedo y rostros sin vida, y una bestia sobre la cama alimentándose de las entrañas de una mujer. Su cara mostraba satisfacción, placer y gusto de poder saborear la carne humana. Alguien gritaba, ¿era yo? No lo sé, me parecía imposible hablar y por mucho que quería moverme de aquella posición me resultaba imposible. – Los siento Alyssa… lo siento.
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Mensaje por Magnolia Velvet Jue Mar 31, 2011 5:31 pm

No podía. ¿Cómo se supone que tenía que arrastrarlo si apenas podía levantarle el torso apenas unos buenos veinte centímetros del suelo pero tenía que hacerlo y a cada centímetro que avanzaba, se sentía menos la culpabilidad y la impotencia que sentía por no poder hacer nada más. Intenté sonreír, lo intenté con todas mis fuerzas pero todas mis fuerzas no fueron suficientes y apenas salió un geto torcido cuando dijo mi nombre. A pesar de que en mi interior había un caos mental y todo el mundo gritaba y corría, por fuera me obligué a parecer tranquila una vez que vi que Lucian seguía vivo. -Aquí estoy- Me dejé caer al suelo junto con él escuchando lo que quería que hiciera. Quitarla. Como si yo fuera un médico competente. ¡Por Dios! Si ni siquiera podía hacer café decente. Los latidos de mi corazón comenzaron a seguir el ritmo de mi desesperación por tener que hacerla de enfermera para seguramente salvar a mi amigo.

Lo ayudé a que se levantara, con el brazo bueno alrededor de mis hombros y emprendimos el camino hacia arriba por la escalera, apenas llevábamos unos minutos hablando y mi camisón antes blanco, se teñía de carmesí en el frente gracias a la sangre de Lucian. Apreté los dientes sintiendo en carne propia el dolor que debía de estar sufriendo, tropezamos, resbalamos, nos detuvimos y emprendimos la subida unas siete veces, el esfuerzo era infinito pero en ese momento no tenía muchas opciones más que aguantarlo. Escuché lo que me dijo en silencio, ya era demasiado intentar subir con él a cuestas, mucho más contestarle y eché una miradita de reojo al agujero de bala que tenía en el brazo. Se me revolvió el estómago. Yo nunca había sido una mujer débil, una mujer que se desmayara a la simple visión de la sangre, una mujer que al menor idicio de dolor se pusiera a gritar pero de ahí a que tu mejor amigo, tu confidente, Lucian Greymark estuviera desangrándose y yo tuviera que sacarle la bala, eso ya era otra cosa. -Vale- Fue lo único que se me ocurrió decirle antes de sentir el jalón de la gravedad cuando su cuerpo perdió consciencia.

Las rodillas se me doblaron y caí con fuerza sobre el suelo junto con Lucian murmurando una disculpa antes de darme cuenta de que estaba inconsciente. Solté una maldición arrodillada en el suelo y con Lucian en el regazo manchando todo de sangre. Tanta sangre. Maldita sea, tenía que curarlo. Sentí mi respiración agitándose en mi pecho pero fui más rápida que mi propio terror y me levanté dejándolo en el suelo, después lo pondría cómodo, primero lo primero. Salí corriendo hacia el cuarto de baño para lavarme las manos y mirarme en el espejo. Cabello desordenado, los ojos casi saliéndose de sus cuencas por el asombro, los labios haciendo una mueca y la sangre coloreando absolutamente toda la escena.

Me tardé un poco más de lo debido frente al espejo con el agua corriendo y las manos mojándose, me tardé un poco más de lo debido dando un salto al abismo vacío de mi mente donde todas las opciones, todos los caminos, todas las situaciones llegaban a una sola: quitarle la bala. Cuando esas tres palabras retumbaron en mi mente cerré la llave y me acerqué al cuerpo inerte sobre el suelo cuya única señal de que estaba vivo era que respiraba. No pensar, eso era lo que necesitaba. Necesitaba sacar esa bala rápidamente y sin pensar. Le di la vuelta con dificultades y lo dejé tendido de espaldas al suelo mientras pensamientos incoherentes se me escapaban al vuelo. "Ahí no debe estar cómodo", "Le debe estar doliendo un montón", "Me compraré un colchón para estas ocasiones", "La sangre es difícil de lavar".

No pude más que hacer una mueca cuando me di cuenta de que hababa de Alyssa y aunque sabía quién era y sabía que no lo estaba haciendo a propósito, adopté una posición erguida y lo miré poniendo mi mano en su mejilla. -Me llamo Olivia- Dije más por instinto que por otra cosa y me concentré en el brazo, miré el pedacito de plata que se asomaba y supe que me iba a manchar las manos y que le iba a doler y que tenía que hacerlo, así que con cuidado y sin pensarlo, empecé a trabajar en el agujero de bala. Al principio cuidando que no se moviera, que no le doliera, que se estuviera en paz, me subí a horcajadas sentándome sobre su estómago para sostenerlo y que un movimiento inconsciente de dolor me hiciera lastimarlo más. -Esto te va a doler un poquito- Dije antes de forcejear con el agujero y asegurarme de tener la bala entre los dedos, mirando la sangre manar de la herida, manchar el suelo, las ropas, mis manos, todo.

Suspiré y cerré los ojos cuando todo estaba listo antes de tirar. El dijo que una vez que la sacara todo estaría bien. ¿De verdad? Dios, así lo esperaba. Así que dejé todas mis esperanzas en mis propias manos que ya estaban sacando la bala. Que estuviera bien. Que Lucian esté bien.


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Abr 05, 2011 10:01 am

Los sonidos seguían llegando distorsionados, era como si todo lo que era la realidad en verdad no fuese más que un recuerdo cuyo eco resonaba aun en mis oídos y al que no le prestaba la más mínima atención. En mi subconsciente, en esa parte de mi mente que estaba un poco activa solo me mostraba recuerdos, flashes de momentos de mi vida pasados hace muchísimo tiempo. Mi llegada a Roma y como me convertí en conde; mi primer encuentro con la reina Shanon; la casa llena de sangre donde encontré a Erin y donde la convertí. Se decía que cuando nos moríamos veíamos pasar toda nuestra vida por delante, cada momento que había significado algo para nosotros, cada uno de ellos separados por leves destellos incomprensibles. Una pequeña luz estallo y aparecí en una habitación, había amanecido y unas cortinas blancas traslucidas rodeaban una cama, de repente toda la sala empezó a llenarse de muebles, recordaba aquel lugar… era la habitación de mi residencia en el centro de Paris. Camine hasta el borde de la cama y aparte suavemente las cortinas, dejando ver a una mujer de pelo castaño, piel blanca y aun dormida. “Olivia…”

“¿A dónde ha ido?”
La habitación había desaparecido, y una negrura espesa lo cubría todo, después vino el dolor, y la vuelta a la realidad. Abrí los ojos justo a tiempo para ver como mi amiga metía los dedos en la herida que tenía en el hombro. Un sonido gutural salió de mi garganta, como si la bestia que llevase dentro hubiese perdido del todo el control, los colmillos asomaron, los huesos crujieron como cuando empezaba a transformarme, y las uñas arañaron la madera del suelo como si estuviesen hechos de mantequilla. Fueron dos minutos de intenso dolor en los que la bala al rojo vivo seguía quemando por dentro y la respiración iba y venía en los alaridos de dolor. Cuando por fin la bala salió un borbotón de sangre empaño el suelo y mi ropa, para poco después cesar de repente, la plata estaba fuera, ya solo era cuestión de tiempo que mi cuerpo se regenerase por si solo, seguramente tardaría un día en recuperarme debido a la pérdida de sangre, pero al menos ya no moriría, de eso estaba seguro. Nada más salir la bala una calma inexorable se apodero de mi cuerpo, los colmillos volvieron a su sitio, la bestia estaba en calma, controlada de nuevo.

No se exactamente cuánto tiempo estuve inconsciente, ni si quiera sabia como había llegado a la cama en la que dormía cuando me desperté, una luz de media tarde entraba por las persianas a medio cerrar de las ventanas. En la habitación no había nadie pero podía oír movimiento abajo, podía oler el perfume y los efluvios que desprendía la persona que había estado allí conmigo. – ¡Olivia! – Llame con la voz aun un poco ronca, con un esfuerzo me incorpore un poco en la cama, intentando ver la entrada de las escaleras. –¿Olivia estas ahí?
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Mensaje por Magnolia Velvet Mar Abr 05, 2011 6:42 pm

La sangre que me manchó el camisón no fue precisamente lo que me hizo sentir mucho miedo. Al momento de querer sacar la bala del hombro, un grito aterrador había salido de algún lado, un grito que desgarraba incluso mi piel y tardé bastante tiempo en darme cuenta de que provenía de la boca de Lucian. Una parte de mi mente me pedía que saliera corriendo en ese momento, al ver sus uñas, sus colmillos, el miedo irracional me pasaba por todos los poros incluso haciendo el amago de alejarme de ahí pero otra parte, la racional, la segura de si misma, me gritaba que ese ser seguía siendo Lucian, mi amigo, mi confidente. -¿Qué te sucede? Comenté con miedo en la voz, todavía debatiéndome entre las dos opciones: Salvar a Lucian, Huir de la bestia. Incluso grité de miedo cuando sus huesos crujieron, me levanté del lugar quitando las manos de la herida y dando unos pasos hacia atrás. Maldita sea.

Regresé cuando volví a escucharlo gritar, me destrozaba por dentro que sufriera y aún así, el miedo jamás me abandonó hasta que el borbotón de sangre salió y yo me dejé caer al suelo a un lado de él. Esperé que la bestia volviera, me mirara con un ojo irreconocible y me matara de un zarpazo. Pero nada de eso sucedió, en lugar de eso, el Lucian que yo conocía de muchos años atrás volvió a la normalidad y se quedó inconsciente en el suelo. Mi pecho subía y bajaba con la respiración entrecortada y las palmas de las manos me sudaban por el subidón de adrenalina que acababa de pasar, apreté la bala en mi mano y miré su herida que empezaba a verse mucho mejor sin que yo hubiera hecho nada. ¿Qué estaba pasando aquí?

Intenté levantarme y me puse en modo automático: Sin pensar en nada, sin decir nada, tan sólo actuar, empujando los pensamientos de Lucian desangrándose y la bestia saliendo desde su interior. Corrí por un recipiente con agua y lavé la herida lo mejor que pude con mis manos temblorosas, le quité la camisa manchada de sangre y al final, ignorando que la herida estaba cerrando sola, la vendé con unos trozos de manta. La simple visión de la bala, me revolvía la cabeza y el estómago pero aún así logré concentrarme para arrastrarlo con todo el esfuerzo del mundo hasta la cama, lo levanté haciendo uso de toda mi fuerza y lo dejé recostado en la cama antes de llevarme la bala, la ropa ensangrentada y el recipiente con agua hacia la cocina. En modo automático no tenía que pensar en nada más que en lo que tenía que hacer.

Después de lavar, coser, planchar y dejar su ropa perfectamente doblada sobre una silla me di un baño rápido, tan sólo para quitarme la sangre de encima y volví a ponerme el camisón en un estado de no tener ni idea de qué estaba haciendo. Me quedé en la cocina preparando comida como terapia ocupacional. Hasta que escuché mi nombre. Dicho de sus labios después del terror que había pasado y que había escondido en lo más profundo de mi ser fue como un golpe en el estómago que me sacó todo el aire de adentro. Me quedé parada ahí mirando el lugar del pasillo por el que llegaba a donde estaba él dormido. Tal vez había alucinado. Pero justo cuando pensé que estaba alucinando escuché el segundo llamado que me hizo moverme así como estaba, un camisón ensangrentado como única vestimenta, pies descalzos, cabello alborotado y sin gota de maquillaje encima. Así fue como me presenté frente a él después de haber pasado el susto de mi vida.

Me quedé en el marco de la puerta mirándolo probablemente como venado encandilado, no podía creer que estaba vivo y no podía creer qué estaba sucediendo, al final, dejé que el terror que había estado guardando me golpeara en el rostro sintiendo que todo mi cuerpo temblaba cual hoja al viento.-Aquí... quien... estás... Suspiré cuando mi voz salió tan temblorosa y cortada como me lo imaginaba y desvié la mirada de su cuerpo negando, mejor que él hablara primero.


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Abr 12, 2011 3:35 pm

El vendaje alrededor del hombro resultaba un poco moleta estando tan tenso, seguramente Olivia quiso asegurarse de que la herida no volviese a sangrar por algún movimiento mas brusco de lo debido. Sin embargo el vendaje era innecesario, mi cuerpo ya prácticamente se sentía como si nada hubiese pasado y la plata que podía quedar en mi cuerpo se eliminaría con un par de horas más de descanso. Afloje la venda poco a poco y la fui desenrollando del brazo y el costado, ya no quedaba ni rastro de donde había estado la bala salvo por una pequeña marca rojiza en la zona del hombro. La pies estaba algo tirante por esa zona pero el brazo no tardaría en desentumecerse una vez hubiese vuelto a ponerlo en movimiento.

En cuanto me incorpore sobre la cama mi mente empezó de nuevo a trabajar como antes. ¿Qué había echo? ¿Cómo se me había ocurrido venir a casa de Olivia? “Porque eres un cobarde que no sabe morir como es debido.” Esa vocecita en mi mente me decía que esto solo traería problemas, ahora sin duda se preguntaría que me pasaba no solo para que alguien quisiese dispararme, sino porque una sola bala de plata fuese capaz de provocarme suficiente dolor como para arañar suelo de madera pulida. Las marcas de mis uñas en el suelo eran apreciables aun, no tenía muy claro en qué momento las había echo pero eso no pasaría desapercibido para nadie, mucho menos para la persona que me estuviese curando en ese momento. ¿Qué explicación iba a darle? No podía contarle la verdad… ¿o sí? Me imagine todas las posibles explicaciones a mi comportamiento y ninguna se acercaba ni remotamente a algo lógico. “Hola Olivia, por si no lo habías notado soy un licántropo. Ah, y la persona que me disparo anoche era un vampiro.” Si, esa sin duda era una forma estupenda de empezar, eso sin mencionar mi verdadera edad, mencionar a Erin y decir además… bueno eso era lo de menos, fuese como diese la verdad o la espantaría de una manera increíble, o simplemente haría que me llevasen al manicomio por enfermo mental que en determinadas noches se pone a cuatro patas y ladra a la luna.

En cuanto oí unos pasos subir por la escalera supe que el peor momento que había pasado en años estaba a punto de llegar. Habría sido mucho más fácil que se enterase de otra manera, como Dominique por ejemplo. Su camisón estaba empapado de sangre seca, mi sangre. – Hola… - “¡¡Hola!! ¿Eso es todo lo que se te ocurre decir pedazo de idiota?” – Por favor Olivia no… no te asustes. – Por primera vez veía en su cara esa expresión, esa de alguien que se acercaba con cautela a una bestia, un monstruo, algo que no era humano ya. – Siento haberte metido en todo esto. – Me levante de la cama y moví un poco el brazo para poder volver a recuperar el movimiento. – Me iré enseguida de verdad. No voy a hacerte daño. – Di un paso hacia ella como si quisiese ir a consolarla, pero me detuve en seco sin más, creo que esa clase de contacto, esa clase de relación con ella ahora sería del todo imposible, como siempre mi condición decidía todo por mí. Me vire para buscar mi ropa pero no estaba en la habitación. - ¿No tendrás un camisa o algo así? Siento abusar tanto de tu hospitalidad, pero de verdad que no te pediré nada mas.
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Mensaje por Magnolia Velvet Miér Abr 13, 2011 12:58 am

El pánico se había apoderado de mi clavándome los pies en el lugar donde estaba mirándolo. Se había quitado la venda y no había rastro de herida pero eso no podía ser, apenas hacía unas horas había derramado la mitad de la sangre de su cuerpo en mi camisón ¡Y yo tenía pruebas de ello! Como si tuviera que probarle a alguien que era cierto, me alisé el camisón sintiendo lo rugoso de la sangre seca sobre la tela y el simple tacto del mismo me dio un poco más de fuerzas para enfrentarme a lo que tenía que enfrentarme. Creo que ni siquiera estaba respirando y si lo estaba, lo estaba haciendo mal porque me empezaba a doler la cabeza. ¿Era esto para lo que tenía que tener paciencia? ¿Ahora iba a decirme que era un nosequé que desaparecía sus heridas y que además tenía un montón de enemigos allá afuera?

Parpadeé jalando suficiente aire para resarcir la falta del mismo de las últimas inspiraciones. Cuando comenzó a hablar sentí las rodillas flaquearme y me tomé del marco de la puerta. Seguía siendo Lucian, con esa voz que me dejaba tonta y esa forma de decir mi nombre verdadero que hacía que me sintiera la única mujer en el mundo. -Es un poco tarde para eso, ya estoy asustada... Dije quedito casi sin mover los labios y aferrándome con una mano al marco de la puerta y con la otra a mi propio camisón. En realidad no estaba asustada, creo que no había una palabra para definir exactamente lo que estaba sintiendo. Intenté guardarme los sentimientos mirando su brazo que ya estaba curado, como si no hubiera sucedido nada. Di un paso atrás cuando se levantó por puro instinto pero el recordatorio del Lucian Greymark que yo conocía ganó la batalla por completo.

Negué con la cabeza cuando pidió una camisa y respiré el valor que había en el aire que no debía ser demasiado porque sinceramente no me sentía muy diferente a como me sentía hacía unos segundos. ¿En qué momento había perdido mi derecho de preguntarle qué demonios estaba pasando? Suponía que el venir a mi casa en la madrugada con una bala de plata metida en el brazo y a punto de morir de desangramiento quería decir que me tenía confianza pero ¿Qué tanta confianza? ¿Tanta como para contarme todo?, ¿tanta como para largarse sin decirme absolutamente nada? Volví a negar cuando mi cerebro me recordó que debía ir por su camisa pero una voz infantil dentro de mi cabeza me dijo que desnudo no podría salir y así lo tenía a mi merced.

Dejé que el enojo por pedirme paciencia me embargara y que las palabras fluyeran de mi boca. -¿No vas a decirme nada? ¿Crees que puedes venir desangrándote a mi casa esperando que te cure sin preguntarte qué diablos pasa? Porque eso había firmado el final de mi paciencia con respecto a lo que tenía que contarme. Yo necesitaba respuestas. Me quedé donde estaba y pegué mi frente al marco de la puerta para poder sostenerme mejor. -No tienes una jodida idea de lo asustada que estaba... ¡Y no saber porqué estás asustada no está bien! ¡No tenía idea de si estar asustada de ti o de ti muriéndote! Solté un grito de frustración entrecerrando los ojos y avanzando a grandes zancadas hasta quedar junto a él y ver su brazo palpando el lugar donde había estado la bala enterrada, incluso apretando con saña con la mera intención de lastimarlo en caso de que pudiera para que sintiera un poco de lo que yo había sentido hacía unas horas.

Lo sacudí, intenté buscar heridas, intenté hacerle heridas sólo para verificar qué tan rápido desaparecían pero en su lugar lo miré a los ojos y separé mis manos de su cuerpo como si me quemara, no tenía ni dea de qué iba a hacerme si seguía ahí parada pero si que sabía una cosa y tuve que decírsela de frente. -No vas a irte sin darme explicaciones Lucian Greymark


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Mensaje por Lucien Greymark Miér Abr 20, 2011 7:21 am

Un profundo suspiro salió de mi boca sin poder contenerlo, es cierto de poco serbia ya pedirle que no se asustase. Me lo tenía merecido, cada palabra suya había resultado ser como un cuchillo que se me clavaba cada vez con más fuerza, había sido mi amiga durante muchísimo tiempo, mi confidente y mi amante y nunca le había contado nada, prácticamente se podría decir que no sabía nada de mí, al menos no de la parte que no quería que conociese. – Lo he hecho todo mal ¿verdad? – No necesitaba que me respondiese, era más bien una muestra de que sabía que cualquier cosa que hubiese habido, cualquier tipo de confianza que previamente pudiese existir entre nosotros se evaporaba y ya poco podíamos hacer al respecto. – Lo siento mucho Olivia.

En cuanto me levante, dispuesto a irme lo antes posible fue cuando vi una parte de ella extraña para mi, estaba enfadada, enfadada como nunca la había visto desde que nos conocíamos, y eso no era lo más extraño de todo, sino que su enfado provenía de que no le contase más cosas. Desde el principio pensé que lo primero que haría cuando viese mi otra cara seria echarme a patadas y pedirme que me olvidases por completo de ella, ese era el tipo de enfado que hubiese esperado, pero esto desde liego era algo que escapaba a todas mis expectativas. - Tienes razón, no te he dado ningún tipo de explicación, pero pensé que, después de ver lo que has visto, preferirías que me fuese lo antes posible sin perturbar mas tu vida. – Se había asustado por la idea de verme morir, que lastima que me hubiese visto así, que hubiese conocido a la parte salvaje de mi personalidad. Apretaba el dedo contra la herida como si esperase comprobar que era una falsedad, una ilusión que tapaba una herida supurante y delicada que debería tenerme en cama sin poder moverme. – Por mucho que aprietes no sangrara Olivia, cicatrizo hace horas. – Dije sujetando su mano con suavidad, pero con firmeza y bajándola para que no se hiciese mas daño. – Te lo contare todo si es lo que deseas, pero solo te pido que antes de nada, sepas que las consecuencias de saber esto pueden ser muy duras, tanto para ti como para mi. ¿Entiendes eso?

En nuestra especie no estaba prohibido decir lo que éramos, hombre publicarlo a bombo y platillo en la plaza central de Paris se que era malo, por no decir estúpido, pero no teníamos que llevar una vida estrictamente anónima, solo tener cuidado con lo que hacíamos, y si alguien pretendía irse de la lengua, teníamos obligación de eliminarlo o convertirlo para que el problema empezase a ser suyo. – No hay una forma fácil y delicada de decir esto así que será mejor que te sientes. – Aparate una silla de la mesa que había en la habitación para que se sentase y yo hice lo propio sobre la cama. – Quien me disparo anoche no era humano… como yo tampoco lo soy. – Vale, una forma estupenda de empezar a decir las cosas, esto desde luego la asustaría más, o directamente me mandaría al manicomio. – Permíteme que te lo enseñe. – Cogí las tijeras que había utilizado para hacerme los vendajes y pase uno de sus extremos afilados por mi mano, dejando un rastro de sangre. Era un corte leve, pero sería suficiente para empezar. – Observa por favor. – Alce la mano para que tuviese tiempo de ver como la herida se cerraba sola, sin ningún tipo de reparo estaba exactamente como había estado segundos antes, no había la más mínima marca. – Mi verdadero nombre es David, y naci hace cincuenta y dos años. Soy un hijo de la luna Olivia… soy un licántropo. – Ya estaba dicho, ahora vendrían los gritos y la ira, seguida del miedo y las denuncias a las autoridades.
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Mensaje por Magnolia Velvet Miér Abr 20, 2011 8:01 pm

Me quedé turbada cuando preguntó si lo había hecho todo mal y me separé instintivamente de él, no sabía cómo reaccionar porque mi ser todavía se dividía entre la parte que quería no volver a verlo y la parte que me decía que él seguía siendo Lucian Greymark, mi amigo, confidente, amante y además el hombre que tenía un pedacito de mi corazón. Ahora de pronto me había quedado sin palabras. ¿Lo siento? Eso no se arreglaba con una disculpa, eso simplemente era más que algo que se había hecho mal, era casi un delito por omisión. O vale, estaba exagerando un poco pero las noticias de este tipo me alteraban un montón. Entrecerré los ojos con su suposición, una suposición que no tenía que ser y que me irritaba. ¿Porqué siempre acababan pensando cosas así de mi? "Pensé que te pondrías celosa", "Pensé que podría molestarte", "Pensé que no querrías volver a verme", "Pensé que no era lo suficientemente bueno para ti" ¿Porqué no dejaban de suponer y se arriesgaban a saber qué es lo que haría yo de verdad? -Debiste haber dejado que yo decidiera eso, ¿No lo crees?

No pude evitar el rencor en la voz, de alguna manera me sentía realmente dichosa por ser amiga de Lucian y ahora venían y me decían que en realidad no sabía nada de él. Por eso no había dejado de apretarle el brazo, porque si había una oportunidad de saber que eso no me estaba pasando a mi era precisamente que sangrara pero sus palabras y el toque de su mano en la mía me hicieron dejar de intentarlo. Había cicatrizado hacía horas. Miré su mano en la mía y no pude más que asentir a sus palabras. En ese momento no entendía de consecuencias, ¿Qué tipo de consecuencias? ¿Iban a venir por mi a que les dijera de la naturaleza oculta de Lucian? Ya podían saber todos que no iba a abrir la boca. Consecuencias. Ya les daría yo consecuencias.

Estuve renuente unos segundos antes de irme a sentar, además de que iba a contarme la verdad detrás del hombre que tenía frente a mí, pretendía que siguiera sus órdenes. Podría ser que estuviera siendo irracional pero estaba completamente en mi derecho y además era mi casa así que después de demostrarle con la mirada que hacía lo que me decía porque yo quería y no porque él lo estaba sugiriendo, caminé hacia la silla y me dejé caer sobre ésta mirando a mi regazo. Me di cuenta por primera vez desde que me había cambiado, que llevaba el mismo camisón lleno de sangre con el que me había sorprendido Lucian esa noche cuando vino a mi casa. Respiré profundamente y puse mis manos sobre mis muslos escuchando lo que decía sobre la humanidad de los que le hicieron eso.

Levanté los ojos cuando habló de su propia humanidad sin saber cómo reaccionar en ese momento, se hablaba de gente que se convertía en lobo y de criaturas que vivirían para siempre tan sólo saliendo de noche pero detuve el pensamiento que caminaba hacia ese rumbo cuando tomó las tijeras. -¡¿Pero qué haces?! Me levanté como resorte de la silla y me acerqué a él quitándola las tijeras de la mano que las sostenía pero sin poder dejar de ver cómo la herida comenzaba a cicatrizar. -No... ayer te estabas desangrando... ¡Yo lo vi! ¿Cómo podía cambiar de un momento a otro? Miré la sangre de mi camisón para asegurarme de que la loca no era yo y justo en ese momento la peor confesión que me había hecho hasta ahora me cayó como un balde de agua fría encima de la cabeza, calándome entera y dejándome temblando.

David. 52 años. Licántropo.

¿Qué se supone entonces que sabía de él? No sabía cómo se llamaba para empezar, yo pensé que tendría unos... 27, 28... y pensé que era un humano como yo, o más bien eso no se pensaba, venía como implícito, ¿No? Asumías que la persona a la que más confianza le tenías era un humano común y corriente como tu. Me había quedado de piedra, delante de él mirándole la mano que ya no sangraba sin saber si era prudente mirarlo a los ojos. Yo no era ingenua, sabía que existían y sabía que algunos de mis clientes luchaban por esconder sus colmillos afilados pero no hacía preguntas. ¿Porqué? Porque no era mi deber hacer preguntas, era mi deber hacer lo que tenía que hacer y su vida privada era cosa suya. ¿Pero él? Yo siempre pensé que entre él y yo no teníamos una vida privada, que nos contábamos todo pero ya veía yo que no era así.

No podía articular palabra, simplemente las ideas me pasaban por la cabeza sin que yo supiera en qué momento iba a regresar mi voz de donde fuera que se hubiera ido. No sabía si debía de huir, si debía de golpearlo, si debía sacarlo de mi casa o si debía, para terminar con todo, echarme a llorar. Entendía que no quisiera que la gente supiera de ese secreto, después de todo yo me había dejado de llamar Olivia hacía muchos años, entendía que no era precisamente como decir "soy prostituta" sino que era decir que era un animal pero... ¿tenía que esconder todo eso de mi? ¿De mi, precisamente? -David... Sonaba raro, impersonal, lejano, como si me estuvieran hablando de otra persona. De un David que alguien más conocía y que no era mi mejor amigo. -¿Dónde quedó mi Lucian? Pregunté con la voz cortada poniendo énfasis en el adjetivo de propiedad porque eso era lo que yo pensaba que era. Mío y nada más mío.


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