AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cambiando de aires (Lucrezia)
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Cambiando de aires (Lucrezia)
Acababa de salir de una de aquellas fiestas de aristócratas que no tenían cosas más importantes que hacer que presentar a sus hijas, las cuales aún no habían florecido, al resto de la sociedad. En esos casos, si había suerte, entonces la hija encontraría a un pretendiente lo suficientemente desesperado como para querer comprometerse con aquella florecilla que solo buscaba más dinero para salvar la empresa en bancarrota de su padre o para que éste se la quitase de encima sin más.
Debía admitir que, después de esos ya casi 400 años asistiendo a aquellas fiestas, la cosa ya comenzaba a hacerse pesada y demasiado aburrida para su gusto. Debido a la clase social y a la fortuna que aún poseía, no le quedaba otro remedio más que ir a todas las fiestas y dar la cara, por muy poco que le gustase hacerlo. Demasiado poco. ¡Él ya tenía una edad! Cierto que no por eso se iba a morir, ya que... eso era imposible, pero para el resto de humanos, él ya había superado la esperanza de vida de aquella época...
Después de tantos años que habían pasado, lo que Hugh más deseaba era un cambio de aires. Estaba harto de aquella rutina que era salir de noche a fiestas, a bucar una presa, ver cómo iba el negocio y... a dormir de nuevo porque el sol estaba a punto de salir. De acuerdo, no había demasiado entretenimiento en las noches victorianas, no a parte de ir a aburridos teatros o a pesadas tertulias. Y luego estaban aquellas fiestas. Estaba seguro de que allá fuera debía haber algo más, algo mejor, que le hiciese cambiar lo que había visto durante ya casi medio siglo...
Sacó un reloj de su chaqué para echar un vistazo a la hora. A penas eran las 12 de la noche y el hambre se iba apoderando poco a poco de su garganta. Iba a necesitar una victima que le saciase aquella noche, así que habría que dar una vuelta. Sin embargo, ese día no haría las cosas como siempre. No buscaría en los mismos burdeles que siempre, sino que iría por otro camino. Donde fuese a llegar. Si se perdía y salía el sol... si, la sociedad perdería un mito, a alguien relevante, tanta gente lloraría y otras mujeres se entristecerían por no haber tenido la oportunidad de conocerle... Pero ya había vivido mucho, y si no investigaba al final iba a morir de aburrimiento... como se decía en las leyendas estúpidas de los elfos, que eran así de majos.
El camino, hecho a penas con algunas piedras esparcidas, iba cambiando a medida que iba avanzando. Pronto pudo deducir que, en el momento en el que acabaran las piedras del camino, a medida que estas se fuesen convirtiendo en simple arena, habría ido descendiendo de escalones sociales. Y es que no solo el camino, sino que las csas en sí an totalmente diferentes a las que estaba acostumbrado a ver. No tuvo miedo de ir vestido de una forma como aquella en un lugar como ese. Hugh jamás tenía miedo de nada ni de nadie, así que no había por qué alarmarse. Si querían robarle, probarían más de lo que tenían pensado llevarse. Y es que él no era como los demás humanos. Él era un vampiro, un ser de la noche.
Por un momento... si, ciertamente se había perdido. No entendía cómo podía ocurrirle algo así a él, pero parecía que había ocurrido. Detuvo su costoso andar y el piqueteo del bastón chocando con la arena cesó en su sonido. Gracias a aquel sentido que había conseguido cuando pasó a mejor vida, pudo escuchar las voces y los cantos procedentes de algún lugar cercano. No sonaba como las fiestas aristócratas, eso por descontado. Sonaba a... gente normal, a humanos que celebraban algo. Llamemoslo curiosidad, llamemoslo intuición. Pero algo le dijo que lo mejor que podía hacer aquella noche no era otra cosa más que seguir los cánticos. Y así lo hizo, ¿para qué pensar más? Era un hombre de impulsos, que se dejaba guiar siempre por el primer pensamiento que recorría su cabeza. No necesitaba pensar en lo malo que podría ocurrirle o no. Eso era algo que no tenía cabida.
Caminó, volviendo a escuchar el sonido que hacía aquel bastón de madera, su mejor amigo, su único compañero. Aquel que, por ser objeto inanimado, lo había pasado todo con él. La agilidad, desgraciadamente no era uno de sus fuertes por culpa de aquella pierna, pero no importaba. Aún no iba a amanecer, llegaría a tiempo y sino... acabaría moviéndose en carruaje a todas horas para ir incluso a dar un paseo por el jardín de su casa.
Unas luces muy distintas a las de los candiles que se encontraban en las calles, se pudieron vislumbrar a lo lejos. A medida que se fue acercando, el vampiro pudo comprobar que se trataba, ni más ni menos, que de unas cuantas fogatas a cuyo alrededor, había gente bailando, cantando y con distintos instrumentos de música. Su primer reacción fue arquear ambas cejas. Eso era nuevo para él y por lo tanto, tenía... no, debía ser investigado. Aunque sus pintas no fuesen las más adecuadas en esos momentos.
Varios de los que se encontraban en aquel lugar, se le quedaron mirando. No era normal ver a alguien con aquellos ropajes en mitad de una de las celebraciones que hacían los gitanos, menos aún una noche como aquella: una noche en la que el circo cambiaba de horario.
Hugh, por su parte, caminaba ayudado de su bastón, observando todo a su alrededor. Las melodías, los animales, la diferencia de la gente con él... los tonos de su piel. Jamás en 400 años había podido ver algo como aquello. Sin embargo, tuvo la mala suerte de chocarse con un hombre de mediana edad, al igual que él.
- ¡Mire por donde va! Este no es un sitio para señoritos. Cuidado no se manche los zapatos - desde lugo, en aquel lugar eran satíricos con ganas. Lástima que, lo que vosotros habeis leido, fuese justamente lo que Hugh entendió puesto que... si no recordaba mal, las palabras exactas dichas por aquel andrajoso fue algo parecido a " ¡Mire por do'anda! Ehte no e sitio pa señoritos. A ver si te vah a manchá lo zapatoh"
¿La mejor forma de salir de ese embrollo? Seguramente no era la que Hugh estaba pensando y lo ma´s seguro era que, el hecho de contestarle a su manera, fuese peor. Pero bueno, él jamás podía quedar por debajo de nadie y menos aún de un tipo al que, a parte de faltarle los dientes, andaba regulín en lo de expresarse...
- Lo siento, no hablo su idioma - se encogió de hombros antes de dar un paso más con aquel bastón. Mejor así, mejor así... tampoco buscábamos un enfrentamiento. ¿O si? No supo por qué pero de repente, otros 5 muchachos, esta vez más jóvenes, estaban al lado del hombre. ¡Bendito fuese el de los cielos! ¡Tenían el poder de aparecer o desaparecer! Notese la ironía... - Ya sé que soy famoso pero por favor... ¿tanto jaleo solo por verme? Me halagais... - definitivo, aquello iba a terminar muy mal...
Debía admitir que, después de esos ya casi 400 años asistiendo a aquellas fiestas, la cosa ya comenzaba a hacerse pesada y demasiado aburrida para su gusto. Debido a la clase social y a la fortuna que aún poseía, no le quedaba otro remedio más que ir a todas las fiestas y dar la cara, por muy poco que le gustase hacerlo. Demasiado poco. ¡Él ya tenía una edad! Cierto que no por eso se iba a morir, ya que... eso era imposible, pero para el resto de humanos, él ya había superado la esperanza de vida de aquella época...
Después de tantos años que habían pasado, lo que Hugh más deseaba era un cambio de aires. Estaba harto de aquella rutina que era salir de noche a fiestas, a bucar una presa, ver cómo iba el negocio y... a dormir de nuevo porque el sol estaba a punto de salir. De acuerdo, no había demasiado entretenimiento en las noches victorianas, no a parte de ir a aburridos teatros o a pesadas tertulias. Y luego estaban aquellas fiestas. Estaba seguro de que allá fuera debía haber algo más, algo mejor, que le hiciese cambiar lo que había visto durante ya casi medio siglo...
Sacó un reloj de su chaqué para echar un vistazo a la hora. A penas eran las 12 de la noche y el hambre se iba apoderando poco a poco de su garganta. Iba a necesitar una victima que le saciase aquella noche, así que habría que dar una vuelta. Sin embargo, ese día no haría las cosas como siempre. No buscaría en los mismos burdeles que siempre, sino que iría por otro camino. Donde fuese a llegar. Si se perdía y salía el sol... si, la sociedad perdería un mito, a alguien relevante, tanta gente lloraría y otras mujeres se entristecerían por no haber tenido la oportunidad de conocerle... Pero ya había vivido mucho, y si no investigaba al final iba a morir de aburrimiento... como se decía en las leyendas estúpidas de los elfos, que eran así de majos.
El camino, hecho a penas con algunas piedras esparcidas, iba cambiando a medida que iba avanzando. Pronto pudo deducir que, en el momento en el que acabaran las piedras del camino, a medida que estas se fuesen convirtiendo en simple arena, habría ido descendiendo de escalones sociales. Y es que no solo el camino, sino que las csas en sí an totalmente diferentes a las que estaba acostumbrado a ver. No tuvo miedo de ir vestido de una forma como aquella en un lugar como ese. Hugh jamás tenía miedo de nada ni de nadie, así que no había por qué alarmarse. Si querían robarle, probarían más de lo que tenían pensado llevarse. Y es que él no era como los demás humanos. Él era un vampiro, un ser de la noche.
Por un momento... si, ciertamente se había perdido. No entendía cómo podía ocurrirle algo así a él, pero parecía que había ocurrido. Detuvo su costoso andar y el piqueteo del bastón chocando con la arena cesó en su sonido. Gracias a aquel sentido que había conseguido cuando pasó a mejor vida, pudo escuchar las voces y los cantos procedentes de algún lugar cercano. No sonaba como las fiestas aristócratas, eso por descontado. Sonaba a... gente normal, a humanos que celebraban algo. Llamemoslo curiosidad, llamemoslo intuición. Pero algo le dijo que lo mejor que podía hacer aquella noche no era otra cosa más que seguir los cánticos. Y así lo hizo, ¿para qué pensar más? Era un hombre de impulsos, que se dejaba guiar siempre por el primer pensamiento que recorría su cabeza. No necesitaba pensar en lo malo que podría ocurrirle o no. Eso era algo que no tenía cabida.
Caminó, volviendo a escuchar el sonido que hacía aquel bastón de madera, su mejor amigo, su único compañero. Aquel que, por ser objeto inanimado, lo había pasado todo con él. La agilidad, desgraciadamente no era uno de sus fuertes por culpa de aquella pierna, pero no importaba. Aún no iba a amanecer, llegaría a tiempo y sino... acabaría moviéndose en carruaje a todas horas para ir incluso a dar un paseo por el jardín de su casa.
Unas luces muy distintas a las de los candiles que se encontraban en las calles, se pudieron vislumbrar a lo lejos. A medida que se fue acercando, el vampiro pudo comprobar que se trataba, ni más ni menos, que de unas cuantas fogatas a cuyo alrededor, había gente bailando, cantando y con distintos instrumentos de música. Su primer reacción fue arquear ambas cejas. Eso era nuevo para él y por lo tanto, tenía... no, debía ser investigado. Aunque sus pintas no fuesen las más adecuadas en esos momentos.
Varios de los que se encontraban en aquel lugar, se le quedaron mirando. No era normal ver a alguien con aquellos ropajes en mitad de una de las celebraciones que hacían los gitanos, menos aún una noche como aquella: una noche en la que el circo cambiaba de horario.
Hugh, por su parte, caminaba ayudado de su bastón, observando todo a su alrededor. Las melodías, los animales, la diferencia de la gente con él... los tonos de su piel. Jamás en 400 años había podido ver algo como aquello. Sin embargo, tuvo la mala suerte de chocarse con un hombre de mediana edad, al igual que él.
- ¡Mire por donde va! Este no es un sitio para señoritos. Cuidado no se manche los zapatos - desde lugo, en aquel lugar eran satíricos con ganas. Lástima que, lo que vosotros habeis leido, fuese justamente lo que Hugh entendió puesto que... si no recordaba mal, las palabras exactas dichas por aquel andrajoso fue algo parecido a " ¡Mire por do'anda! Ehte no e sitio pa señoritos. A ver si te vah a manchá lo zapatoh"
¿La mejor forma de salir de ese embrollo? Seguramente no era la que Hugh estaba pensando y lo ma´s seguro era que, el hecho de contestarle a su manera, fuese peor. Pero bueno, él jamás podía quedar por debajo de nadie y menos aún de un tipo al que, a parte de faltarle los dientes, andaba regulín en lo de expresarse...
- Lo siento, no hablo su idioma - se encogió de hombros antes de dar un paso más con aquel bastón. Mejor así, mejor así... tampoco buscábamos un enfrentamiento. ¿O si? No supo por qué pero de repente, otros 5 muchachos, esta vez más jóvenes, estaban al lado del hombre. ¡Bendito fuese el de los cielos! ¡Tenían el poder de aparecer o desaparecer! Notese la ironía... - Ya sé que soy famoso pero por favor... ¿tanto jaleo solo por verme? Me halagais... - definitivo, aquello iba a terminar muy mal...
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Aquella noche se podían ver las estrellas, un cielo claro sin una nube que pudiese tapar tan preciados astros, después de varias semanas sin parar de llover, la noche prometía y por ello se celebraría a lo grande, no se perdería ningún detalle y se armaría la mejor fiesta que habrían dado en mucho tiempo, Lucrezia ayudó con algunos preparativos, era cosa de poco… algo de comida y como no, bebida… sin olvidarnos de la música, de aquella hoguera que ardía con verdaderos deseos de durar durante toda la madrugada, hasta que todos los cuerpos aguantasen. La lumbre justo en medio de donde estaban afincados, llevaban contando por encima un par de meses en esa zona, muy cerca del río el cual tenías que cruzar para en cinco minutos llegar al centro de la ciudad, desde que habían llegado allí no habían tenido ningún problema y estaban cómodos, cualquiera sabía si un día en un santiamén se irían con el circo a otra parte y nunca mejor dicho, pero por el momento no, le quedaría bastante para esa opción y además ahora, en esa zona de París no le iba nada mal, sus servicios los requería bastante gente y ganaba lo suficiente como para incluso comprarse materiales para hacer su propia carreta.
Se encontraba con los pequeños, los niños les mostraba por turno lo que mejor sabían hacer, sus números más importantes y ella, como mera espectadora, disfrutaba como si fuese uno de ellos… cada uno de ellos era especial y se habían hecho un huequecito en su corazón. Reía como hacía muchísimo que no, pero aquella fiesta empezaba, la música se oía de fondo y murmullos, entre cantes… daban el inicio a una celebración digna de ver, las chicas bailaban muy acompasadas y alguna que otra pareja daba lo mejor de sí en sus pasos de baile, raro era que algún gitano no supiese bailar, dando a ver ese arte que cualquiera de ellos poseía.
Lucrezia, bailoteaba sentada, observando ahora como dos niñas gemelas de ojos azules, bailaban de forma animada entre palmas y coros de los demás… ¿acaso hacía falta algo más para ser feliz? Melancólica, la joven suspiró, manteniendo la sonrisa en los labios, se acordaba de sus padres, de los desastres de sus hermanos…y cerró un tanto los ojos para no recordar más, aún estando lejos de ellos le invadía un gran sentimiento de nostalgia pero de felicidad… porque estaban bien y ella no podía pedir más.
Ajena a lo que empezaba a ocurrir en un lado de la fiesta, se levantó para unirse al baile con los pequeños, después de que éstos le sacaran casi a rastras, entre risas… hicieron un pequeño corro en el cual cada uno salía en medio a seguir disfrutando de ese interminable baile… pero fue pausado en unos minutos después de que empezase, se oían voces de fondo , bastante graves y altas, cosa que le hizo entrecerrar los ojos ¿una pelea? No, eso no podía ser… aquella tranquilidad, la diversión ¿Se acababa? Era algo que la entristecía y a la vez le daba un tanto de rabia ¿porqué? No era necesario fastidiar a otros, si tenían problemas que los resolviesen en privado, solo así involucrabas a gente que no tenía la culpa ni lo más mínimo.
Y no pudo evitarlo, con una mano en su cintura, se acercó hasta donde parecía estar empezando a aquella pelea, se intentó hacer hueco como pudo pero era imposible, los curiosos agolpaban el círculo dónde un hombre parecía estar discutiendo con otro, que ella recordase no le sonaba de nada la voz y ¿Ese acento? No era uno de ellos, eso para empezar y entonces se esperó lo peor ¿Sería él? Un escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, intentando soltar el aire que inspiraba, de forma lenta para calmarse, si se pudiese inclinar a ver un poco le sería suficiente para saber si tenía que huir o no, le gustaba demasiado ese lugar como para tener que hacerlo y menos por un ricachón sin escrúpulos.
Aquella mirada esmeralda, intentó localizar al sujeto… que parecía no estar de acuerdo y por lo visto no entendía a uno de los suyos, al oír aquel comentario, entornó los ojos… esa prepotencia sin dejar de añadir lo de la altanería, era algo que Lucrezia borraría de quién fuese, nadie era más que nadie y menos por tener dinero… sabía bien de lo que hablaba, vaya que si lo sabía.
Se alzó un tanto de puntillas para terminar de ver de quién podía tratarse, esperando que no fuese un cabello rubio peinado hacia atrás como bien conocía la chica, apoyó una mano en el hombro de un hombre para tener mejor visión, nerviosa… casi desquiciada… pero pensándolo si fuese “él”, hubiese venido hasta dando disparos sin preguntar si quiera. Esos pensamientos le hicieron relajarse un tanto y finalmente asomar la cabeza entre el gentío, efectivamente no era “él”, pero sí un ricachón el cual parecía querer como unirse a la fiesta ¿porqué? O mejor… vete a saber qué querría… Lucrezia, seguramente sería la persona más civilizada y menos violenta de aquel campamento, se disculpó para terminar quedando en primera fila.
El hombre con el que aquel hombre rico tenía esas palabras tan amables era uno de los más veteranos entre los gitanos, básicamente el que mandaba por allí, la mano de Lucrezia se apoyó en el hombro de éste, el cual se giró al instante y al mirarla, ella le asintió como dando a entender que era cosa suya, se hizo a un lado pero el enfado nadie se lo quitaba, refunfuñando se hizo paso entre la gente que comenzó a disiparse, todos la conocían y seguro que no le hacía falta nada ni nadie para tener que dirigirse a ese hombre fuese quién fuese.
-Señor creo que el que no entienda sea él su idioma pero bueno… siempre es invitado aquel que viene con buenas intenciones, no creo que tengais verdaderas ganas de discutir a altas horas de la noche, es un tanto pesado ¿no creeis? Y además dicen que salen bastantes arrugas, no creo que querais más para añadir a vuestro rostro ¿me equivoco? Podeis uniros o sin embargo… me gustaría que en todo caso os vayais por donde habeis venido, no me gustaría que mi gense te desanimase en un ambiente como el que hay, pero quizás os creiais que era otro tipo de fiesta, si no recuerdo mal… al otro lado de la ciudad habrá alguna que otra… seguramente hablen en su idioma, como veis… en esta fiesta también puede llegarse a hablar su idioma con exactitud, vos decidís si os quedais u os marchais, elija lo que elija estará bien…
Lo dijo todo con muy buenas palabras, era muy difícil que a aquella joven de ojos verdes , la cual lo miraban con curiosidad… pudiese enfadarse tan pronto, el cabello castaño se movía ondeando enredándose con el viento una de sus manos enseguida se lo apartó del rostro, pudiéndose observar mejor sus rasgos, dibujados por las tímidas luces que desprendían aquella hoguera, la música volvió a sonar en el ambiente y ella no pudo hacer otra cosa que mirar de reojo a ese lugar tan acogedor que era su casa.
Se encontraba con los pequeños, los niños les mostraba por turno lo que mejor sabían hacer, sus números más importantes y ella, como mera espectadora, disfrutaba como si fuese uno de ellos… cada uno de ellos era especial y se habían hecho un huequecito en su corazón. Reía como hacía muchísimo que no, pero aquella fiesta empezaba, la música se oía de fondo y murmullos, entre cantes… daban el inicio a una celebración digna de ver, las chicas bailaban muy acompasadas y alguna que otra pareja daba lo mejor de sí en sus pasos de baile, raro era que algún gitano no supiese bailar, dando a ver ese arte que cualquiera de ellos poseía.
Lucrezia, bailoteaba sentada, observando ahora como dos niñas gemelas de ojos azules, bailaban de forma animada entre palmas y coros de los demás… ¿acaso hacía falta algo más para ser feliz? Melancólica, la joven suspiró, manteniendo la sonrisa en los labios, se acordaba de sus padres, de los desastres de sus hermanos…y cerró un tanto los ojos para no recordar más, aún estando lejos de ellos le invadía un gran sentimiento de nostalgia pero de felicidad… porque estaban bien y ella no podía pedir más.
Ajena a lo que empezaba a ocurrir en un lado de la fiesta, se levantó para unirse al baile con los pequeños, después de que éstos le sacaran casi a rastras, entre risas… hicieron un pequeño corro en el cual cada uno salía en medio a seguir disfrutando de ese interminable baile… pero fue pausado en unos minutos después de que empezase, se oían voces de fondo , bastante graves y altas, cosa que le hizo entrecerrar los ojos ¿una pelea? No, eso no podía ser… aquella tranquilidad, la diversión ¿Se acababa? Era algo que la entristecía y a la vez le daba un tanto de rabia ¿porqué? No era necesario fastidiar a otros, si tenían problemas que los resolviesen en privado, solo así involucrabas a gente que no tenía la culpa ni lo más mínimo.
Y no pudo evitarlo, con una mano en su cintura, se acercó hasta donde parecía estar empezando a aquella pelea, se intentó hacer hueco como pudo pero era imposible, los curiosos agolpaban el círculo dónde un hombre parecía estar discutiendo con otro, que ella recordase no le sonaba de nada la voz y ¿Ese acento? No era uno de ellos, eso para empezar y entonces se esperó lo peor ¿Sería él? Un escalofrío le recorrió de la cabeza a los pies, intentando soltar el aire que inspiraba, de forma lenta para calmarse, si se pudiese inclinar a ver un poco le sería suficiente para saber si tenía que huir o no, le gustaba demasiado ese lugar como para tener que hacerlo y menos por un ricachón sin escrúpulos.
Aquella mirada esmeralda, intentó localizar al sujeto… que parecía no estar de acuerdo y por lo visto no entendía a uno de los suyos, al oír aquel comentario, entornó los ojos… esa prepotencia sin dejar de añadir lo de la altanería, era algo que Lucrezia borraría de quién fuese, nadie era más que nadie y menos por tener dinero… sabía bien de lo que hablaba, vaya que si lo sabía.
Se alzó un tanto de puntillas para terminar de ver de quién podía tratarse, esperando que no fuese un cabello rubio peinado hacia atrás como bien conocía la chica, apoyó una mano en el hombro de un hombre para tener mejor visión, nerviosa… casi desquiciada… pero pensándolo si fuese “él”, hubiese venido hasta dando disparos sin preguntar si quiera. Esos pensamientos le hicieron relajarse un tanto y finalmente asomar la cabeza entre el gentío, efectivamente no era “él”, pero sí un ricachón el cual parecía querer como unirse a la fiesta ¿porqué? O mejor… vete a saber qué querría… Lucrezia, seguramente sería la persona más civilizada y menos violenta de aquel campamento, se disculpó para terminar quedando en primera fila.
El hombre con el que aquel hombre rico tenía esas palabras tan amables era uno de los más veteranos entre los gitanos, básicamente el que mandaba por allí, la mano de Lucrezia se apoyó en el hombro de éste, el cual se giró al instante y al mirarla, ella le asintió como dando a entender que era cosa suya, se hizo a un lado pero el enfado nadie se lo quitaba, refunfuñando se hizo paso entre la gente que comenzó a disiparse, todos la conocían y seguro que no le hacía falta nada ni nadie para tener que dirigirse a ese hombre fuese quién fuese.
-Señor creo que el que no entienda sea él su idioma pero bueno… siempre es invitado aquel que viene con buenas intenciones, no creo que tengais verdaderas ganas de discutir a altas horas de la noche, es un tanto pesado ¿no creeis? Y además dicen que salen bastantes arrugas, no creo que querais más para añadir a vuestro rostro ¿me equivoco? Podeis uniros o sin embargo… me gustaría que en todo caso os vayais por donde habeis venido, no me gustaría que mi gense te desanimase en un ambiente como el que hay, pero quizás os creiais que era otro tipo de fiesta, si no recuerdo mal… al otro lado de la ciudad habrá alguna que otra… seguramente hablen en su idioma, como veis… en esta fiesta también puede llegarse a hablar su idioma con exactitud, vos decidís si os quedais u os marchais, elija lo que elija estará bien…
Lo dijo todo con muy buenas palabras, era muy difícil que a aquella joven de ojos verdes , la cual lo miraban con curiosidad… pudiese enfadarse tan pronto, el cabello castaño se movía ondeando enredándose con el viento una de sus manos enseguida se lo apartó del rostro, pudiéndose observar mejor sus rasgos, dibujados por las tímidas luces que desprendían aquella hoguera, la música volvió a sonar en el ambiente y ella no pudo hacer otra cosa que mirar de reojo a ese lugar tan acogedor que era su casa.
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Más de una vez, algunos vampiros más ancianos que él a los cuales se había enfrentado le habían dicho que lo mejor que podía hacer era mantener su boquita cerrada puesto que si no lo hacía, tendría más de un problema. Y al final iban a tener razón, porque ahora si que se encontraba en una encrucijada. Lo mismo aquellos le echaban algún maldeojo o vete tú a saber qué. Qué miedo, seguro que se "moría" del susto.
La suerte que tenía alguien que era como él no era otra cosa más que... bueno, en cuanto usase alguno de sus poderes o sacase sus colmillos, aquellos tipos huirían despavoridamente. Eso si que le iba a hacer muchísima gracia. Cogería a alguno de ellos, le hincaría el diente y no tendría que preocuparse por aquella maldita sed de sangre por un tiempo.
Cuando quiso darse cuenta, poco a poco se había formado un corro de aquellos tipos. Hombres y mujeres que parecían estar esperando a ver qué era lo que iba a pasar. Podía saber perfectamente qué era lo que pasaba por sus cabezas: dar una paliza a un ricachón que no sabía donde se había metido. Qué interesante, ¿Seguro que le iban a dar la paliza a él? Pobres mortales, no sabían a lo que se estaban enfrentando.
- ¿Quereis jugar conmigo? Seguro que ahora mismo pensais en dar una patada en el trasero de seda del tipo del bastón. Lamento comunicarles que eso no va a ser posible. Mi trasero tiene derechos de autor - dijo encogiéndose de hombros como si nada. Realmente, él no era como cualquier otro rico y tampoco pretendía serlo en absoluto. Era distinto a todos los demás, pero su prepotencia superaba cualquier límite posible entre lo humano y lo sobrenatural.
Sus palabras no hacían otra cosa más que enfadar más y más a aquellos gitanos, los cuales parecían a punto de saltar sobre él. ¡Vaya, pero si les faltaban las antorchas y las hoces para que aquello fuese igual a una caza de brujas! La lástima era que no sabían que lo que trataban de cazar era... un vampiro.
Sin embargo, una voz resonó entre todas las demás: la voz de una joven que hablaba entre francés e italiano. Qué fascinante, si hubiese podido, la hubiese grabado y puesto para que sus perros se pusieran furiosos y atacasen a lo primero que viesen. Apoyó todo el peso de su cuerpo sobre su bastón y se guardó la otra mano en uno de los bolsillos de su pantalón a la vez que miraba fijamente a aquella muchacha, sin cortarse un pelo. Tenía el mismo aspecto que todos los demás, con la piel morena, el cabello largo y algo desaliñado, pero con unas formas que muchas ricas hubiesen querido para su propio peinado.
- ¡Hombre, por fin alguien que habla mi idioma! Entre comillas, claro - recalcó esto último por el acento italiano de la muchacha morena. Después echó un vistazo a su alrededor y volvió a centrarse en ella, que seguía hablando más y más. Hugh enarcó una de sus cejas y acabó resoplando - Qué interesante... ¿has pensado alguna vez escribir una obra de teatro? Que yo sepa, aunque este no sea un país libre, hay quien tiene más derechos y privilegios que el resto de la gente y puede hacer lo que le plazca donde y cuando quiera. ¡Caramba, si quien tiene los privilegios soy yo! - dijo haciéndose el asombrado. Cuatrocientos años hacían que Hugh fuese un gran actor - Además, debo admitir que la oferta de otras fiestas es tentadora pero te diré que el primero que se ha metido conmigo sin razón aparente, ha sido este señor desdentado de aquí, al cual parecen gustarle mis zapatos o alguna de esas tonterías. Pero ¡qué más da! Todos a por el rico, que es el interesante, ¿Verdad? - preguntó fijando ahora su mirada en ella - Mira lo clarito que te lo he dejado y sin soltarte un sermón como el tuyo. En serio, ¿no te cansas de oirte a veces? -
La suerte que tenía alguien que era como él no era otra cosa más que... bueno, en cuanto usase alguno de sus poderes o sacase sus colmillos, aquellos tipos huirían despavoridamente. Eso si que le iba a hacer muchísima gracia. Cogería a alguno de ellos, le hincaría el diente y no tendría que preocuparse por aquella maldita sed de sangre por un tiempo.
Cuando quiso darse cuenta, poco a poco se había formado un corro de aquellos tipos. Hombres y mujeres que parecían estar esperando a ver qué era lo que iba a pasar. Podía saber perfectamente qué era lo que pasaba por sus cabezas: dar una paliza a un ricachón que no sabía donde se había metido. Qué interesante, ¿Seguro que le iban a dar la paliza a él? Pobres mortales, no sabían a lo que se estaban enfrentando.
- ¿Quereis jugar conmigo? Seguro que ahora mismo pensais en dar una patada en el trasero de seda del tipo del bastón. Lamento comunicarles que eso no va a ser posible. Mi trasero tiene derechos de autor - dijo encogiéndose de hombros como si nada. Realmente, él no era como cualquier otro rico y tampoco pretendía serlo en absoluto. Era distinto a todos los demás, pero su prepotencia superaba cualquier límite posible entre lo humano y lo sobrenatural.
Sus palabras no hacían otra cosa más que enfadar más y más a aquellos gitanos, los cuales parecían a punto de saltar sobre él. ¡Vaya, pero si les faltaban las antorchas y las hoces para que aquello fuese igual a una caza de brujas! La lástima era que no sabían que lo que trataban de cazar era... un vampiro.
Sin embargo, una voz resonó entre todas las demás: la voz de una joven que hablaba entre francés e italiano. Qué fascinante, si hubiese podido, la hubiese grabado y puesto para que sus perros se pusieran furiosos y atacasen a lo primero que viesen. Apoyó todo el peso de su cuerpo sobre su bastón y se guardó la otra mano en uno de los bolsillos de su pantalón a la vez que miraba fijamente a aquella muchacha, sin cortarse un pelo. Tenía el mismo aspecto que todos los demás, con la piel morena, el cabello largo y algo desaliñado, pero con unas formas que muchas ricas hubiesen querido para su propio peinado.
- ¡Hombre, por fin alguien que habla mi idioma! Entre comillas, claro - recalcó esto último por el acento italiano de la muchacha morena. Después echó un vistazo a su alrededor y volvió a centrarse en ella, que seguía hablando más y más. Hugh enarcó una de sus cejas y acabó resoplando - Qué interesante... ¿has pensado alguna vez escribir una obra de teatro? Que yo sepa, aunque este no sea un país libre, hay quien tiene más derechos y privilegios que el resto de la gente y puede hacer lo que le plazca donde y cuando quiera. ¡Caramba, si quien tiene los privilegios soy yo! - dijo haciéndose el asombrado. Cuatrocientos años hacían que Hugh fuese un gran actor - Además, debo admitir que la oferta de otras fiestas es tentadora pero te diré que el primero que se ha metido conmigo sin razón aparente, ha sido este señor desdentado de aquí, al cual parecen gustarle mis zapatos o alguna de esas tonterías. Pero ¡qué más da! Todos a por el rico, que es el interesante, ¿Verdad? - preguntó fijando ahora su mirada en ella - Mira lo clarito que te lo he dejado y sin soltarte un sermón como el tuyo. En serio, ¿no te cansas de oirte a veces? -
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
La prepotencia brillaba por su ausencia, pero claro... si se ponía a pensar todos eran iguales, ¿porqué se iba a diferenciar él de los demás? claro que no, no podía diferenciarse porque era como otro de esos ricos que se pensaban seguramente que con su saber estar ya le era más que suficiente, no le gustaba juzgar a nadie es más, le había invitado a unirse y aún esperaba su respuesta, pero no empezó muy bien, algunos gitanos el don de la palabra no es que fuese su fuerte, mejor dicho casi todos los gitanos pero ella bueno... se había relacionado siempre con gente de todas clases así que se podría decir que su don de la palabra no era el más adecuado pero sí educado y respetable.
Suspiró desviando un tanto la mirada algo pensativa, no sabía a qué venía eso de la obra de teatro pero solo podía significar una cosa: que se estaba burlando de ella, sí, totalmente y eso no era algo que le gustase precisamente... y allí estaba esa cara de nuevo, la del prepotente y egocentrista cosa que ahora mismo le hizo reír, cada vez de manera más sonora como si le hubiese contado un chiste de lo más gracioso.
-¿Vos habeis pensado en trabajar en el circo? el traje de payaso y los dotes de palabra creo que nadie os haría sombra, yo que vos me lo pensaba...quizás hasta seguro hagais algo bueno con vuestra vida pero...-abrió los ojos como dándose cuenta de algo e incluso llevándose la mano a los labios- es verdad que es un trabajo de paletos... se me olvidaba...-la sonrisa que se le dibujó era totalmente divertida y sincera... pero claro, no iba a permitir que nadie se riese de ella por muy señorito o lo que quisiera que fuese. Mira por donde iban a ver una Lucrezia muy poco común a la que estaban acostumbrados, alzó el rostro bien orgullosa, ahora no iba a ser solo por lo de interrumpir si no... por ¿amor propio? le fastidiaba en lo más hondo que se las dieran de sabio cuando no tenía ni la más mínima idea.
-Estoy siendo todo lo amable que puedo llegar a ser, no me gustaría dar una imagen que no me gustaría... y puede que tenga razón sobre que ha empezado él pero tiene sus motivos, alguien "diferente" causa ese efecto, por eso le pido disculpas... pero por lo otro... prefiero pasar página y no tener que enfadarme como ya he dicho, no creo que sea necesario y no os amenazo. Y...¿sabeis? haced lo que os plazca, no tengo que aguantar ninguna palabra de vos... yo ya os lo he dejado claro y os he salvado de seguramente un robo y una paliza digna de admiración pero sí, ahora vendrá lo de "Yo me defiendo bien, que si mi dinero, que si tal...que si...." ¡Pamplinas!...creo que será mejor que regrese a la fiesta, los niños me esperan pero podría unirse y ya terminar haciendo una velada de lo más divertida, no tenemos aún payaso y no espere cobrar porque ... la única recompensa sería tan solo una carcajada, vale o dos...
Apoyó las dos manos en la cintura medio girándose, con aquella media sonrisa en su rostro, aún no iba a huir pero poco le faltaría.
Suspiró desviando un tanto la mirada algo pensativa, no sabía a qué venía eso de la obra de teatro pero solo podía significar una cosa: que se estaba burlando de ella, sí, totalmente y eso no era algo que le gustase precisamente... y allí estaba esa cara de nuevo, la del prepotente y egocentrista cosa que ahora mismo le hizo reír, cada vez de manera más sonora como si le hubiese contado un chiste de lo más gracioso.
-¿Vos habeis pensado en trabajar en el circo? el traje de payaso y los dotes de palabra creo que nadie os haría sombra, yo que vos me lo pensaba...quizás hasta seguro hagais algo bueno con vuestra vida pero...-abrió los ojos como dándose cuenta de algo e incluso llevándose la mano a los labios- es verdad que es un trabajo de paletos... se me olvidaba...-la sonrisa que se le dibujó era totalmente divertida y sincera... pero claro, no iba a permitir que nadie se riese de ella por muy señorito o lo que quisiera que fuese. Mira por donde iban a ver una Lucrezia muy poco común a la que estaban acostumbrados, alzó el rostro bien orgullosa, ahora no iba a ser solo por lo de interrumpir si no... por ¿amor propio? le fastidiaba en lo más hondo que se las dieran de sabio cuando no tenía ni la más mínima idea.
-Estoy siendo todo lo amable que puedo llegar a ser, no me gustaría dar una imagen que no me gustaría... y puede que tenga razón sobre que ha empezado él pero tiene sus motivos, alguien "diferente" causa ese efecto, por eso le pido disculpas... pero por lo otro... prefiero pasar página y no tener que enfadarme como ya he dicho, no creo que sea necesario y no os amenazo. Y...¿sabeis? haced lo que os plazca, no tengo que aguantar ninguna palabra de vos... yo ya os lo he dejado claro y os he salvado de seguramente un robo y una paliza digna de admiración pero sí, ahora vendrá lo de "Yo me defiendo bien, que si mi dinero, que si tal...que si...." ¡Pamplinas!...creo que será mejor que regrese a la fiesta, los niños me esperan pero podría unirse y ya terminar haciendo una velada de lo más divertida, no tenemos aún payaso y no espere cobrar porque ... la única recompensa sería tan solo una carcajada, vale o dos...
Apoyó las dos manos en la cintura medio girándose, con aquella media sonrisa en su rostro, aún no iba a huir pero poco le faltaría.
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Realmente le hacía mucha gracia todo lo que aquella joven estaba planteando. Y es debía reconocerlo, era una chica con todo bien puesto, ya que una mujer normal y corriente, jamás habría tomado la palabra. Su marido la hubiese callado y hubiese continuado él, o al menos a eso era a lo que estaba acostumbrado Hugh en la alta sociedad. Tampoco es que le importase demasiado que ella hablase, puesto que en absoluto era machista. Y todo eso, solo hacía mucho más interesante la velada.
Se planteó por un momento lo que le había dicho sobre ser payaso. Si, seguro que sería divertido, aunque un payaso que sacase de quicio a la gente no sabía si iba a ser un buen negocio. Oh, además... él no estaba en todas sus facultades por culpa de aquella pierna pero la chica parecía no haber caído en ello. O eso o simplemente no había querido caer para que no manchase su intervención. Bueno, tendría que ser él quien hiciese mención de ello.
- Un payaso cojo. Si, seguramente tendría muchísimo éxisto. Lástima que no es que sea de paletos, sino de simples. Creo que estoy en mi deber de preguntar, dado que usted cumple todos los requisitos... ¿es usted payasa, mademoiselle? Es simple, es tonta y su cara es graciosa... y no precisamente por ser hermosa - simplemente, sería divertido sacar a aquella chiquilla de sus papeles. ¿No llevaba razón? Sabía que se estaba jugando demasiado, puesto que si, podrían pegarle una paliza, aunque dudaba que esa paliza le matase tan siquiera. Además, el corrito de gente parecía que, poco a poco, se iba marchando de allí. Quizás pensaban que la chica lo tenía todo bajo control. Ilusos...
Tras aquella frase tan bien soltada por su persona (cuando no), la chica volvió al sermón. ¿No sabía resumir las cosas? No, parecía que tenía que aburrir hasta a las piedras para ser capaz así de explicar lo que estaba pensando. Madre mía, una obra de teatro no sabía, pero una biblia... seguro que crecía en volúmen si era alguien como ella quien la escribía...
Arrugó un tanto la barbilla cuando la morena terminó de hablar y jugó dando golpecitos con su bastón en el suelo, bajando también la mirada. No es que no supiese qué contestar, sino que el hecho de darle un poco de drama al momento siempre le había gustado. Lo había visto en muchas obras de teatro a las que había asistido y debía admitir que el momento de la dramatización, era el que más acongojaba al público en general.
- No es por dármelas, que en parte si pero... sabed una cosa. Yo soy capaz de defenderme solito. Y no de uno de vuestros compañeros, ni de dos, ni de tres... y podría continuar así toda la noche. ¿Quereis saber por qué? - iba a enseñar a aquella gitana una lección que no olvidaría en toda su vida... Sonrió solo de imaginárselo y se acercó a ella, tomándola un poco por encima de la muñeca con una de sus manos. Evidentemente, el contacto de la piel de aquel hombre era más frío que el propio hielo, pero no solo eso, sino que tenía una fuerza sobrehumana - Un poco de fuerza más y le habré roto el brazo... una lástima que no tenga ganas de que me apaleen` - y sin más, como la había cogido, la soltó, mirándola de forma graciosa - Sé defenderme solo, la pregunta es... ¿podríais vos defenderos de mi? -
Se planteó por un momento lo que le había dicho sobre ser payaso. Si, seguro que sería divertido, aunque un payaso que sacase de quicio a la gente no sabía si iba a ser un buen negocio. Oh, además... él no estaba en todas sus facultades por culpa de aquella pierna pero la chica parecía no haber caído en ello. O eso o simplemente no había querido caer para que no manchase su intervención. Bueno, tendría que ser él quien hiciese mención de ello.
- Un payaso cojo. Si, seguramente tendría muchísimo éxisto. Lástima que no es que sea de paletos, sino de simples. Creo que estoy en mi deber de preguntar, dado que usted cumple todos los requisitos... ¿es usted payasa, mademoiselle? Es simple, es tonta y su cara es graciosa... y no precisamente por ser hermosa - simplemente, sería divertido sacar a aquella chiquilla de sus papeles. ¿No llevaba razón? Sabía que se estaba jugando demasiado, puesto que si, podrían pegarle una paliza, aunque dudaba que esa paliza le matase tan siquiera. Además, el corrito de gente parecía que, poco a poco, se iba marchando de allí. Quizás pensaban que la chica lo tenía todo bajo control. Ilusos...
Tras aquella frase tan bien soltada por su persona (cuando no), la chica volvió al sermón. ¿No sabía resumir las cosas? No, parecía que tenía que aburrir hasta a las piedras para ser capaz así de explicar lo que estaba pensando. Madre mía, una obra de teatro no sabía, pero una biblia... seguro que crecía en volúmen si era alguien como ella quien la escribía...
Arrugó un tanto la barbilla cuando la morena terminó de hablar y jugó dando golpecitos con su bastón en el suelo, bajando también la mirada. No es que no supiese qué contestar, sino que el hecho de darle un poco de drama al momento siempre le había gustado. Lo había visto en muchas obras de teatro a las que había asistido y debía admitir que el momento de la dramatización, era el que más acongojaba al público en general.
- No es por dármelas, que en parte si pero... sabed una cosa. Yo soy capaz de defenderme solito. Y no de uno de vuestros compañeros, ni de dos, ni de tres... y podría continuar así toda la noche. ¿Quereis saber por qué? - iba a enseñar a aquella gitana una lección que no olvidaría en toda su vida... Sonrió solo de imaginárselo y se acercó a ella, tomándola un poco por encima de la muñeca con una de sus manos. Evidentemente, el contacto de la piel de aquel hombre era más frío que el propio hielo, pero no solo eso, sino que tenía una fuerza sobrehumana - Un poco de fuerza más y le habré roto el brazo... una lástima que no tenga ganas de que me apaleen` - y sin más, como la había cogido, la soltó, mirándola de forma graciosa - Sé defenderme solo, la pregunta es... ¿podríais vos defenderos de mi? -
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Mucho menos de enfurruñarse a la primera de cambios, y no porque no le estuviese buscando donde no debía, se empezó a reír realmente divertida, al final ella misma iba a tener razón con eso de ser payaso, un payaso cojo como él decía sí pero tremendamente gracioso, su ironía al menos le hacía gracia pero desafortunadamente nadie era como ella... y eso entonces no tendría mucho futuro, solo ella se reiría de sus cosas y sería un tanto triste.
-Payasa... a ratos libres, sí... y seguramente yo sería la única que riera sus chistes, si eso se considera chiste, claro... y no me falte el respeto, que como lo haga entonces lo tendré que hacer, si le parezco tonta vos sois un impresentable patán que no sabe otra cosa que reírse de los demás porque seguramente se llore así mismo... - entornó los ojos dejando escapar una risa de lo más divertida de nuevo, si hasta esta "discusión", le estaba pareciendo de lo más graciosa, pero era mejor no darle demasiada importancia a sus palabras, porque como son , son palabras y se las lleva el viento... así que todo esto era innecesario y entonces asintió , dándole la razón, como a los locos...claro.
-Creo que teneis razón, ya estoy cansada de oírme a mí misma, así que...será mejor que me dé media vuelta y siga con mis quehaceres , seguro que son más interesantes que esta conversación sin sentido alguno, pero no solo estoy cansada de oírme si no de también oíros, así que...
Fue a girarse para ir por donde había venido cuando le agarró con cierta fuerza la muñeca, sus ojos verdes, buscaron lo de aquel hombre... ahora de tan cerca se podía adivinar que en cierta manera eran fieros y penetrantes, algo que le sorprendió y que enseguida supo que no era uno de ellos, no de raza gitana... si no ¿humano?. Sus sentidos tendrían que susurrárselo al oído, aquel tacto frío ... bueno, más que frío... era un tacto difícil de adivinar, le dejó incluso sin respiración unos segundos para poder adivinar a quién tenía delante, y efectivamente no era de este mundo.
-¿Rompeis brazos a chicas indenfensas? que bestia más fiera, no me da miedo... sea lo que sea... así que puede soltarme-apretó los dientes, empezaba a enfadarse un tanto más, no le gustaba tanto acercamiento y menos con un hombre, tocarla era como si realmente se lo mereciese y él no se merecía nada de eso, por muy obligada que estuviese. -¿Acaso dudais de mí, señor? puede que sea una gitana... pero tengo mis artes, no soy ninguna principiante y si no quereis dejar de ver la luz de la luna para siempre será mejor que os alejeis de mí...
Tenía sus métodos, un ser con tanta fuerza no podía ser otro que un vampiro, solo un vampiro podía ser tan frío, tan fiero y aquella gitana, le plantó cara sin mostrar un ápice de temor en aquellos ojos verdes, es más se envalentonó tomando con su mano libre el colgante que pendía de su cuello, no era nada bueno para él y se lo hizo saber al alzarlo un tanto y así no tener que formar una escandalera.
-Os invito a la fiesta pero solo un paso en vano y os prometo que no volvereis a ver nada, solo polvo y fuego...-sonó bastante seria, muy segura de sí misma y se giró esperando que la siguiese o por el contrario.. que se fuera por donde había venido.
-Payasa... a ratos libres, sí... y seguramente yo sería la única que riera sus chistes, si eso se considera chiste, claro... y no me falte el respeto, que como lo haga entonces lo tendré que hacer, si le parezco tonta vos sois un impresentable patán que no sabe otra cosa que reírse de los demás porque seguramente se llore así mismo... - entornó los ojos dejando escapar una risa de lo más divertida de nuevo, si hasta esta "discusión", le estaba pareciendo de lo más graciosa, pero era mejor no darle demasiada importancia a sus palabras, porque como son , son palabras y se las lleva el viento... así que todo esto era innecesario y entonces asintió , dándole la razón, como a los locos...claro.
-Creo que teneis razón, ya estoy cansada de oírme a mí misma, así que...será mejor que me dé media vuelta y siga con mis quehaceres , seguro que son más interesantes que esta conversación sin sentido alguno, pero no solo estoy cansada de oírme si no de también oíros, así que...
Fue a girarse para ir por donde había venido cuando le agarró con cierta fuerza la muñeca, sus ojos verdes, buscaron lo de aquel hombre... ahora de tan cerca se podía adivinar que en cierta manera eran fieros y penetrantes, algo que le sorprendió y que enseguida supo que no era uno de ellos, no de raza gitana... si no ¿humano?. Sus sentidos tendrían que susurrárselo al oído, aquel tacto frío ... bueno, más que frío... era un tacto difícil de adivinar, le dejó incluso sin respiración unos segundos para poder adivinar a quién tenía delante, y efectivamente no era de este mundo.
-¿Rompeis brazos a chicas indenfensas? que bestia más fiera, no me da miedo... sea lo que sea... así que puede soltarme-apretó los dientes, empezaba a enfadarse un tanto más, no le gustaba tanto acercamiento y menos con un hombre, tocarla era como si realmente se lo mereciese y él no se merecía nada de eso, por muy obligada que estuviese. -¿Acaso dudais de mí, señor? puede que sea una gitana... pero tengo mis artes, no soy ninguna principiante y si no quereis dejar de ver la luz de la luna para siempre será mejor que os alejeis de mí...
Tenía sus métodos, un ser con tanta fuerza no podía ser otro que un vampiro, solo un vampiro podía ser tan frío, tan fiero y aquella gitana, le plantó cara sin mostrar un ápice de temor en aquellos ojos verdes, es más se envalentonó tomando con su mano libre el colgante que pendía de su cuello, no era nada bueno para él y se lo hizo saber al alzarlo un tanto y así no tener que formar una escandalera.
-Os invito a la fiesta pero solo un paso en vano y os prometo que no volvereis a ver nada, solo polvo y fuego...-sonó bastante seria, muy segura de sí misma y se giró esperando que la siguiese o por el contrario.. que se fuera por donde había venido.
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
¿A ratos libres solo? Fue la pregunta que se hizo Hugh al escuchar lo primero que ella había dicho. Pues parecía que tenía muchos ratos libres... porque desde que había llegado allí, no había pensado otra cosa más que en que era una de las payasas del circo. Pero bueno, todo el mundo se equivoca...¡ah no! ¡Si él no se equivocaba nunca! Sonrió de manera graciosa al pensarlo y después se fijó en ella. ¿La única que se reiría de sus chistes? Vaya vaya, ahí había gato encerrado...
Sin embargo, no pudo evitar poner cara de sorprendido y llevarse una mano a la boca cuando escuchó lo último que había dicho aquella gitana. Un acto bastante teatral y es que él, en sí, era un actor empedernido al que le encantaba jugar con sus dotes de interpretación, la cual empezaría... ahora...
- ¡Me habeis descubierto! Me paso las noches llorando pensando en mi carrera frustrada de payaso. ¡Si ahora además de una gran payasa resulta que también sois una gran adivina! ¿Decidme, qué voy a comer mañana? - preguntó mientras le mostraba la palma de su mano de forma graciosa. Más le valía ni siquiera tocarle, puesto que se moriría del frío allí mismo. Pero eso haría que, seguramente, se callase muchas de las cosas que la morena estaba pensando decir - Por cierto, lo he pensado antes y no puedo resistr el preguntaroslo... ¿cuánto tiempo libre tenéis? No, si lo pregunto porque desde que he llegado habeís actuado cual payasa sin fronteras, así que me preguntaba si este es uno de esos ratos libres - dijo de forma bastante graciosa. No podía evitarlo, aquella chica hacía despertar uno de sus lados más divertidos.
Antes tan siquiera de poder responder a lo que ella había dicho y al ver que se giraba, hizo lo ya mencionado. Pudo observar que a ella no le hizo ninguna gracia ni la temperatura del tacto ni la fuerza. Incluso por un momento pareció sorprendida. Sabía que algunos gitanos tenían malas artes y sabían perfectamente de la existencia de algunos seres de la noche. Si ella no salía corriendo en aquel mismo instante, significaría que por fin sabía que no se estaba enfrentando a cualquier humano rico y ya está, sino que era un vampiro... Y tal y como pensó, lejos de marcharse de allí asustada, le plantó cara, preguntando algo que le hizo mirar a un lado y a otro de la fiesta
- ¿Chica indefensa? ¿Acaso hay aquí alguna? - preguntó mientras continuaba buscando, para después centrar su mirada en ella con una sonrisa irónica en su rostro. - Nadie ha dudado de vuestras artes, ni de payasa ni de gitana. Es más, creo que llevais muy bien ambas, por lo que estoy temblando de miedo ahora mismo. Por favor, señorita gitana, no me haga daño... - intentó poner cara de pena, pero realmente eso se le daba... si, justamente de pena. Y es que él jamás mostraba una expresión como aquella. Ni aunque le sirviese para reirse de quien tenía en frente.
Tras lo siguiente que ella dijo, tomándose el colgante, Hugh arqueó una de sus cejas y la miró de forma diverida. Vaya, así que un amuleto o algo por el estilo parecía estar protegiéndola.
- Tranquila, que no muerdo... - murmuró de forma graciosa mientras levantaba ambas manos, como si fuese inocente, aunque después se acercó a su oído y le susurró, de forma graciosa... - Los payasos saben demasiado dulces... me empalagaríais demasiado, mademoiselle - y tras eso se separó y esperó - ¿Me vais a dejar aquí solo sin un guía ni nada? Qué mala persona, seguro que me pierdo y alguno de sus amigos me acaba clavando una estaca en el corazón... -
Sin embargo, no pudo evitar poner cara de sorprendido y llevarse una mano a la boca cuando escuchó lo último que había dicho aquella gitana. Un acto bastante teatral y es que él, en sí, era un actor empedernido al que le encantaba jugar con sus dotes de interpretación, la cual empezaría... ahora...
- ¡Me habeis descubierto! Me paso las noches llorando pensando en mi carrera frustrada de payaso. ¡Si ahora además de una gran payasa resulta que también sois una gran adivina! ¿Decidme, qué voy a comer mañana? - preguntó mientras le mostraba la palma de su mano de forma graciosa. Más le valía ni siquiera tocarle, puesto que se moriría del frío allí mismo. Pero eso haría que, seguramente, se callase muchas de las cosas que la morena estaba pensando decir - Por cierto, lo he pensado antes y no puedo resistr el preguntaroslo... ¿cuánto tiempo libre tenéis? No, si lo pregunto porque desde que he llegado habeís actuado cual payasa sin fronteras, así que me preguntaba si este es uno de esos ratos libres - dijo de forma bastante graciosa. No podía evitarlo, aquella chica hacía despertar uno de sus lados más divertidos.
Antes tan siquiera de poder responder a lo que ella había dicho y al ver que se giraba, hizo lo ya mencionado. Pudo observar que a ella no le hizo ninguna gracia ni la temperatura del tacto ni la fuerza. Incluso por un momento pareció sorprendida. Sabía que algunos gitanos tenían malas artes y sabían perfectamente de la existencia de algunos seres de la noche. Si ella no salía corriendo en aquel mismo instante, significaría que por fin sabía que no se estaba enfrentando a cualquier humano rico y ya está, sino que era un vampiro... Y tal y como pensó, lejos de marcharse de allí asustada, le plantó cara, preguntando algo que le hizo mirar a un lado y a otro de la fiesta
- ¿Chica indefensa? ¿Acaso hay aquí alguna? - preguntó mientras continuaba buscando, para después centrar su mirada en ella con una sonrisa irónica en su rostro. - Nadie ha dudado de vuestras artes, ni de payasa ni de gitana. Es más, creo que llevais muy bien ambas, por lo que estoy temblando de miedo ahora mismo. Por favor, señorita gitana, no me haga daño... - intentó poner cara de pena, pero realmente eso se le daba... si, justamente de pena. Y es que él jamás mostraba una expresión como aquella. Ni aunque le sirviese para reirse de quien tenía en frente.
Tras lo siguiente que ella dijo, tomándose el colgante, Hugh arqueó una de sus cejas y la miró de forma diverida. Vaya, así que un amuleto o algo por el estilo parecía estar protegiéndola.
- Tranquila, que no muerdo... - murmuró de forma graciosa mientras levantaba ambas manos, como si fuese inocente, aunque después se acercó a su oído y le susurró, de forma graciosa... - Los payasos saben demasiado dulces... me empalagaríais demasiado, mademoiselle - y tras eso se separó y esperó - ¿Me vais a dejar aquí solo sin un guía ni nada? Qué mala persona, seguro que me pierdo y alguno de sus amigos me acaba clavando una estaca en el corazón... -
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Algo en lo que tenía total razón y estaba de acuerdo era de que no era ninguna chica indefensa, a cada día que pasaba la vida le había hecho más fuerte y seguramente esa noche, sería como otra más... un viajero más que aparece en su vida, otra cara conocida para recordar pero simplemente eso, no temía a nada ni a nadie, ni siquiera a ese ser de la noche porque debería, eran depredadores y hasta seguramente se hubiese planteado ser su presa, tantear el terreno para luego obtener su merecido premio, pero en este caso no sería esta noche... sus ojos verdes no se apartaban de él.
Frunció un tanto el ceño al volver oírle burlarse de ella, si pudiese hacerle daño lo hubiese hecho sin dudarlo , no tenía porqué aguantar todo eso y allí estaba ella parada delante de él, se encogió de hombros sin mediar palabra y fue entonces cuando se giró, tenía claro que iba a volver, en él estaba si quería ir a la fiesta o no, pero lo tendría más que vigilado, no era el primer vampiro con el que trataba por eso estaba tan tranquila y apacible, sin olvidar tomar su collar con la mano y enredarlo en dos de sus dedos.
-¿Pensais que temo a que me mordais? estaba claro que no soy de vuestro gusto, como decís muy dulce... y no todos tienen el privilegio de probarme, no sois el primer vampiro que conozco y aunque no os importe debo decir que como vampiro no dais miedo, ya dije que podeis seguirme, haré de guía turistíca como vos decís pero aquí no os hace falta eso... solo ir a vuestro aire pero... sin morder a nadie, si quereis sangre morder a animales y no , nosotros no somos nada de eso, no os conozco de nada pero seguro que hariais referencia a eso... mirad...
Desde su posición se podía ver toda la fiesta, las hogueras brillaban con más fuerza y los cánticos más pronunciados, a pesar de la presencia del extraño, esa gente con tan poco parecía pasárselo realmente bien... Lucrezia sonrió al ver como un grupo de personas se cogían de las manos para bailar al mismo son todos, dejándose llevar por la música; le miró de reojo para ver su reacción la cual seguramente fuese de desagrado, o curiosidad, según se viese, no siempre se veía una fiesta como aquella, la gitana empezó a caminar hacia el centro esperando que él lo hiciese... la gente al ver que no parecía pasar nada "fuera de lo común", no tardaron en darle al vampiro una botella de vino que salió de la nada... para que bebiese, aunque claro... seguramente aquello fuese lo más parecido a la sangre.
Lucrezia al verlo con la botella de repente enarcó una ceja, ellos no tenían ni idea pero sin embargo en silencio le habían invitado pese a... el altercado de antes.
-Podeis poneros cómodo o no, depende del tiempo que deseeis quedaros ¿y cómo habeis llegado hasta aquí? es algo que no logro entender, la verdad ¿curiosidad? ¿hambre? mmm ¿qué?....-se acomodó el cabello moviéndose un tanto en el sitio, sonriendo al ver tanto movimiento...
Frunció un tanto el ceño al volver oírle burlarse de ella, si pudiese hacerle daño lo hubiese hecho sin dudarlo , no tenía porqué aguantar todo eso y allí estaba ella parada delante de él, se encogió de hombros sin mediar palabra y fue entonces cuando se giró, tenía claro que iba a volver, en él estaba si quería ir a la fiesta o no, pero lo tendría más que vigilado, no era el primer vampiro con el que trataba por eso estaba tan tranquila y apacible, sin olvidar tomar su collar con la mano y enredarlo en dos de sus dedos.
-¿Pensais que temo a que me mordais? estaba claro que no soy de vuestro gusto, como decís muy dulce... y no todos tienen el privilegio de probarme, no sois el primer vampiro que conozco y aunque no os importe debo decir que como vampiro no dais miedo, ya dije que podeis seguirme, haré de guía turistíca como vos decís pero aquí no os hace falta eso... solo ir a vuestro aire pero... sin morder a nadie, si quereis sangre morder a animales y no , nosotros no somos nada de eso, no os conozco de nada pero seguro que hariais referencia a eso... mirad...
Desde su posición se podía ver toda la fiesta, las hogueras brillaban con más fuerza y los cánticos más pronunciados, a pesar de la presencia del extraño, esa gente con tan poco parecía pasárselo realmente bien... Lucrezia sonrió al ver como un grupo de personas se cogían de las manos para bailar al mismo son todos, dejándose llevar por la música; le miró de reojo para ver su reacción la cual seguramente fuese de desagrado, o curiosidad, según se viese, no siempre se veía una fiesta como aquella, la gitana empezó a caminar hacia el centro esperando que él lo hiciese... la gente al ver que no parecía pasar nada "fuera de lo común", no tardaron en darle al vampiro una botella de vino que salió de la nada... para que bebiese, aunque claro... seguramente aquello fuese lo más parecido a la sangre.
Lucrezia al verlo con la botella de repente enarcó una ceja, ellos no tenían ni idea pero sin embargo en silencio le habían invitado pese a... el altercado de antes.
-Podeis poneros cómodo o no, depende del tiempo que deseeis quedaros ¿y cómo habeis llegado hasta aquí? es algo que no logro entender, la verdad ¿curiosidad? ¿hambre? mmm ¿qué?....-se acomodó el cabello moviéndose un tanto en el sitio, sonriendo al ver tanto movimiento...
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
Tal y como había pensado en un primer momento, aquella gitana no era tonta en absoluto. Había que admitir que sabía lo que hacía y aquel colgante... estaba seguro de que tenía algo que ver en toda esta historia. Sino, no entendía por qué lo tomaba con tanta seguridad, como si aquello fuese lo que iba a protegerla en el supuesto caso de que él se lanzase a morder a cualquier gitano del lugar. Miró fijamente ese medallón. Debía ser algún tipo de amuleto, pero estaba seguro de que por mucho que preguntase a la muchacha por ello, ella no iba a contestarle. Así que... por ahora lo dejaría como si nada.
Sonrió al escuchar aquello de que solo unos privilegiados podían probarla. ¿Quién había dicho que él quisiese ser uno de esos 'privilegiados'? Que él recordase, nadie había mencionado tal cosa, así que no tenía por qué ponerse tan a la defensiva. Aunque fuese la única persona de la que pudiese beber, estaba seguro de que prefería morirse de hambre. Además, sería divertido... tenía entendido, aunque a él jamás le había pasado, que cuando un vampiro estaba demasiado tiempo sin beber, acababa... bueno, digamos que perdía el control de todo su cuerpo y mataba a quien pillase en el camino. Si fuesen los dos últimos supervivientes, ya podría correr porque él a la fuerza seguramente se alimentaría de ella y después la mataría. Fácil y limpio...
- No quiero ser uno de esos privilegiados que tomen de tu sangre. Gracias pero prefiero comer de animales y eso que su sangre no merece la pena. Debo suponer que entonces vos no estais a la altura ni siquiera de una pobre rata. ¿Privilegiados? Lo siento madame pero no me interesa en absoluto ser uno de ellos. No he venido aquí buscando algo que llevarme a la boca pero podeis tener algo claro. Seríais la última persona de la que me alimentaría... - murmuró con aquella sonrisa burlona en su rostro. Y es que a él ni le iba ni le venía si ella quería que la mordiese o no. Ya podía suplicarle, que ni con esas iba a probar un bocado de la chica.
Miró a su alrededor, tal y como había dicho ella. Pero esto que quede claro: miró porque él quiso, no porque alguien le hubiese obligado a ello. Todos parecían haberse olvidado del rico que había llegado y continuaban con la fiesta como si nada. Debía admitir que aquello no tenía nada que ver con las fiestas a las que él estaba acostumbrado a ir. Allí se bailaban valls, las mujeres y los hombres iban vestidos de punto en blanco y del techo solía colgar una enorme araña de cristal que hacía que todo tuviese un ambiente mágico.
Aquí, justo en el lugar en el que estaba él, no había nada de eso. Todo era totalmente diferente y debía admitir que aquello le daba una gran curiosidad. Por un lado, estaban aquellas hogueras que le daban un aire impresionante... todo aquello era diferente y aunque muchos hubiesen pagado por ir a una fiesta de esas a las que iba él. Y allí estaba, intentando mezclarse con gente de una clase social mucho más baja que la suya, los cuales bailaban algo que él jamás había visto...
No supo como, pero en una de sus manos apareció de repente una botella de vino. Miró la etiqueta para ver que no tenía nada que ver, en absoluto, con los vinos que solía tomar él. ¿Y dónde estaba la copa? Enarcó una ceja mirando a la chica morena, la cual tenía una sonrisita algo burlona en su rostro. Resopló y dio un trago directamente de la botella. No era un vino bueno de estos que habían estado incluso 100 años guardados para que supiese mejor. Pero reconocía que tenía algo mágico que le entusiasmaba. Al ver como ella se sentaba, simplemente cojeó un poco hasta ponerse a su lado, teniendo el bastón en su mano. No se fiaba de soltarlo ahí
- Verás como me voy a poner el pantalón... - murmuró antes de escuchar las preguntas que ella le hacía ahora. Hugh la miró de reojo y sonrió de forma graciosa, de aquella tan característica suya - ¿Y qué os importa a vos cómo haya llegado aquí? Estoy aquí y creo que no hay otra cosa en la que pensar y... como ya sabeis, antes de que salga el sol, mi bastón tiene que haber rehecho el camino hasta mi casa. No creo que haya nada más que saber, ¿no es cierto? -
Sonrió al escuchar aquello de que solo unos privilegiados podían probarla. ¿Quién había dicho que él quisiese ser uno de esos 'privilegiados'? Que él recordase, nadie había mencionado tal cosa, así que no tenía por qué ponerse tan a la defensiva. Aunque fuese la única persona de la que pudiese beber, estaba seguro de que prefería morirse de hambre. Además, sería divertido... tenía entendido, aunque a él jamás le había pasado, que cuando un vampiro estaba demasiado tiempo sin beber, acababa... bueno, digamos que perdía el control de todo su cuerpo y mataba a quien pillase en el camino. Si fuesen los dos últimos supervivientes, ya podría correr porque él a la fuerza seguramente se alimentaría de ella y después la mataría. Fácil y limpio...
- No quiero ser uno de esos privilegiados que tomen de tu sangre. Gracias pero prefiero comer de animales y eso que su sangre no merece la pena. Debo suponer que entonces vos no estais a la altura ni siquiera de una pobre rata. ¿Privilegiados? Lo siento madame pero no me interesa en absoluto ser uno de ellos. No he venido aquí buscando algo que llevarme a la boca pero podeis tener algo claro. Seríais la última persona de la que me alimentaría... - murmuró con aquella sonrisa burlona en su rostro. Y es que a él ni le iba ni le venía si ella quería que la mordiese o no. Ya podía suplicarle, que ni con esas iba a probar un bocado de la chica.
Miró a su alrededor, tal y como había dicho ella. Pero esto que quede claro: miró porque él quiso, no porque alguien le hubiese obligado a ello. Todos parecían haberse olvidado del rico que había llegado y continuaban con la fiesta como si nada. Debía admitir que aquello no tenía nada que ver con las fiestas a las que él estaba acostumbrado a ir. Allí se bailaban valls, las mujeres y los hombres iban vestidos de punto en blanco y del techo solía colgar una enorme araña de cristal que hacía que todo tuviese un ambiente mágico.
Aquí, justo en el lugar en el que estaba él, no había nada de eso. Todo era totalmente diferente y debía admitir que aquello le daba una gran curiosidad. Por un lado, estaban aquellas hogueras que le daban un aire impresionante... todo aquello era diferente y aunque muchos hubiesen pagado por ir a una fiesta de esas a las que iba él. Y allí estaba, intentando mezclarse con gente de una clase social mucho más baja que la suya, los cuales bailaban algo que él jamás había visto...
No supo como, pero en una de sus manos apareció de repente una botella de vino. Miró la etiqueta para ver que no tenía nada que ver, en absoluto, con los vinos que solía tomar él. ¿Y dónde estaba la copa? Enarcó una ceja mirando a la chica morena, la cual tenía una sonrisita algo burlona en su rostro. Resopló y dio un trago directamente de la botella. No era un vino bueno de estos que habían estado incluso 100 años guardados para que supiese mejor. Pero reconocía que tenía algo mágico que le entusiasmaba. Al ver como ella se sentaba, simplemente cojeó un poco hasta ponerse a su lado, teniendo el bastón en su mano. No se fiaba de soltarlo ahí
- Verás como me voy a poner el pantalón... - murmuró antes de escuchar las preguntas que ella le hacía ahora. Hugh la miró de reojo y sonrió de forma graciosa, de aquella tan característica suya - ¿Y qué os importa a vos cómo haya llegado aquí? Estoy aquí y creo que no hay otra cosa en la que pensar y... como ya sabeis, antes de que salga el sol, mi bastón tiene que haber rehecho el camino hasta mi casa. No creo que haya nada más que saber, ¿no es cierto? -
Hugh Willmerston- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/03/2011
Re: Cambiando de aires (Lucrezia)
No decía nada que no había oído antes, es más... si ella antes decía que si no se cansaba de escucharse ¿él tampoco lo hacía de sí mismo? que ella supiese, no paraba de echarle tierra encima, siempre de la misma...ya empezaba a cansarle y poco a poco, lejos de enfadarse un tanto como antes ahora simplemente le daba la razón, a los locos había que darles la razón y eso estaba haciendo, no se diferenciaba de muchos dementes... al fin y al cabo, vampiro o no... los ricos eran los ricos y siempre hacían referencia a lo mismo: nadie era mejor que ellos.
Mejor, no quería tener nada que ver con él, ni tan siquiera que quisiera morderla... menos en qué preocuparse que demasiadas cosas tenía en la cabeza ya como para tener que atormentarse por algo como aquello, era mutuo, ni ella quería que la mordiese ni él lo haría así que asunto zanjado, suspiró asintiendo tan solo una vez con la cabeza, intentaba sonar seria pero finalmente rió... le hacía todo demasiada gracia.
-'Quién me iba a decir a mí que íbamos a estar de acuerdo en algo! Doy gracias al cielo que no desee hincarme el diente, además ya le dije lo de que soy demasiado dulce y solo de pensar de que me mordieseis me dan escalofríos, se supone que cuando te muerden sientes algo inexplicable, placer sobre todo e intuyo que en este caso sentiría más bien... ganas de morirme, y no, no quiero que hagais los honores...
Una vez se sentaron, Lucrezia apoyó las dos manos en la arena para terminar acomodándose el vestido, terminaría manchada como siempre pero eso que más daba cuando ante tus ojos tenías un espectáculo como ese, único e irremplazable, era imposible que no te contagiase y entonces... la melodía cambió a una más movida, los violines y las guitarras se oían de fondo como una incitación para la chica... sonrió al notar varias miradas hacia su posición, que enseguida se desviaron al recién llegado al darle aquel trago tan decidido al vino, que ella supiese los vampiros no bebían otra cosa que no fuese sangre pero bueno, a lo mejor muchos tenían características diferentes... sumergida en esos pensamientos, empezó a tocar las palmas con energía.
-No os quejeis y ya os dije que os dejarais llevar, sentid el ritmo de la música, nunca podreis presenciar algo como esto y por mucho que os fastidie lo sabeis...-le arrebató la botella para dar un largo trago a ésta, se relamió los labios volviéndosela a dar... la música seguía de fondo esperando, por lo que cerró los ojos y tras aspirar aire... aquella melodía se hizo canción en su voz, era suave pero pegadiza... muchos se animaron a bailar y lo hicieron delante de ellos, Lucrezia enarcó una ceja mirándole de reojo... no se lo imaginaba bailando con el bastón... aún quedaba un poco de noche y aquella fiesta duraba hasta el amanecer, justo cuando se tuviese que ir seguramente...
Mejor, no quería tener nada que ver con él, ni tan siquiera que quisiera morderla... menos en qué preocuparse que demasiadas cosas tenía en la cabeza ya como para tener que atormentarse por algo como aquello, era mutuo, ni ella quería que la mordiese ni él lo haría así que asunto zanjado, suspiró asintiendo tan solo una vez con la cabeza, intentaba sonar seria pero finalmente rió... le hacía todo demasiada gracia.
-'Quién me iba a decir a mí que íbamos a estar de acuerdo en algo! Doy gracias al cielo que no desee hincarme el diente, además ya le dije lo de que soy demasiado dulce y solo de pensar de que me mordieseis me dan escalofríos, se supone que cuando te muerden sientes algo inexplicable, placer sobre todo e intuyo que en este caso sentiría más bien... ganas de morirme, y no, no quiero que hagais los honores...
Una vez se sentaron, Lucrezia apoyó las dos manos en la arena para terminar acomodándose el vestido, terminaría manchada como siempre pero eso que más daba cuando ante tus ojos tenías un espectáculo como ese, único e irremplazable, era imposible que no te contagiase y entonces... la melodía cambió a una más movida, los violines y las guitarras se oían de fondo como una incitación para la chica... sonrió al notar varias miradas hacia su posición, que enseguida se desviaron al recién llegado al darle aquel trago tan decidido al vino, que ella supiese los vampiros no bebían otra cosa que no fuese sangre pero bueno, a lo mejor muchos tenían características diferentes... sumergida en esos pensamientos, empezó a tocar las palmas con energía.
-No os quejeis y ya os dije que os dejarais llevar, sentid el ritmo de la música, nunca podreis presenciar algo como esto y por mucho que os fastidie lo sabeis...-le arrebató la botella para dar un largo trago a ésta, se relamió los labios volviéndosela a dar... la música seguía de fondo esperando, por lo que cerró los ojos y tras aspirar aire... aquella melodía se hizo canción en su voz, era suave pero pegadiza... muchos se animaron a bailar y lo hicieron delante de ellos, Lucrezia enarcó una ceja mirándole de reojo... no se lo imaginaba bailando con el bastón... aún quedaba un poco de noche y aquella fiesta duraba hasta el amanecer, justo cuando se tuviese que ir seguramente...
Lucrezia Fallaci- Humano Clase Alta
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