AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Paseo interrumpido
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Paseo interrumpido
|| 17:30 Hrs || Nublado || 10 º C ||
Querida Eudora:
Ojala quedase oculto lo que ocurrió entre nosotras hace un par de meses. Sé que te herí el corazón con mi última carta, pero debía hablar con la verdad. Mi propia agitación, que de seguro percibiste con mis últimas palabras, me castigó lo suficiente. Lo que me volvió contra ti no fue malicia, no, que en tal caso ya no merecería llamarme tu hermana; fue pasión de tu lado y el mío, pero es que estaba llena de recelo hacia ti… Enterarme que eras tú y no yo la que recibía clases de Ludwing… ¡Y en secreto! Quiero que sepas que actué de buena fe contándole a nuestra madre, no quería que un escándalo atajase tu nombre por tal…
Eudora arrugó el papel en sus manos sin poder continuar con su lectura de aquella carta, su hermana había superado todos los niveles de tolerancia y paciencia, no sólo se había conformado con arrebatarle la más maravillosa posibilidad de ser pupila del maestro Beethoven, si no que además ahora era ella quien ocupaba ese puesto y como era de esperarse él había caído bajo sus encantos –como todos en Viena- aún cuando su hermana no gustase de él, porque sabía que Giulianna gustaba de Johan, un conde vienes a quien ya frecuentaba desde que ella estaba en Viena…
Eudora se levantó del asiento junto a la ventana mientras escondía el papel en uno de los cajones de su velador. Aquella carta le había descompuesto la tarde de más maneras de las imaginadas. Salió de su habitación a paso rápido, necesitaba aire fresco, necesitaba sin dudas una caminata, sí, eso ayudaría a su mente a despejarse y además aprovecharía de estirar las piernas, se había pasado casi todo el día encerrada en su habitación, poco y nada de ganas le daban de compartir con sus tíos –carceleros mayores- de su estadía en París.
- ¿Vas a salir?
La voz de su tía a sus espaldas la hizo detener unos segundos.
- Necesito aire fresco…- replicó la muchacha tratando de no sonar exasperada.
- Le diré a Arianne que te acompañe.
- ¿Es necesaria el ama de llaves incluso cuando voy a dar un paseo por los alrededores?- el desafío se oyó en la voz de la muchacha, haciendo que su tía la observase con recelo.
- Es la orden de tus padres, Eudora, tienes prohibido andar sola en todo momento.
Apretó los puños mientras asentía. La joven austriaca no sabía cuanto soportaría más de aquella vida controlada y rígida; llevaba casi cinco meses en París y sentía que su vida comenzaba a apagarse.
Cinco minutos después, Eudora –junto a Arianne- abandonaban la mansión von Hütenbrenner y salían a las calles de París. La muchacha caminando unos pasos adelantes de su ama de llaves, al menos una pequeña libertad en ello.
Habían caminado apenas un par de calles apenas cuando un llamado de su ama de llaves la hizo voltear.
- Señorita Guicciardi, se acerca un joven hacia acá.
Eudora volteó el rostro y grande fue su desaire al ver de quién se trataba, ¿por qué tenía que ser precisamente él? ¿por qué no la dejaba en paz? ¿Por qué Evan Beaufort sonreía como si se hubiese ganado la corona de Austria mientras caminaba hacia ella?
Eudora Guicciardi- Humano Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 03/04/2011
Re: Paseo interrumpido
Si bien Francia tenía ese encanto personal, no había lugar como su amada Inglaterra. Además, detestaba el idioma francés, no sabía porque, pero siempre le había desagradado. Pero que va, eso no impedía que estuviera allí, junto a su familia, realizando prometedores negocios junto a sus tíos y conociendo muchas personas interesantes del ambiente. Por encima, contaba de la presencia de su “adorable” prometida, en casi todos los eventos sociales. Aunque claro, ambos se llevaban endemoniadamente mal, sin embargo, debía admitir que le fascinaba eso de molestar a Eudora con algunos comentarios, pues la chica solía seguirle la corriente porque no podía quedarse callada.
- Evan, ¿gustas de ir al despacho con nosotros? –
- ¿Eh? – El chico, que miraba hacia el exterior, volteó su mirada distraídamente hacia su tío y vio que tenía una caja de madera en sus manos, seguramente de cigarrillos. Eso es lo que hacían siempre, ir al despacho, fumar y conversar. – Oh, lo siento, creo que por esta vez no. Gracias por la invitación, de todas formas – Contestó de forma cortes, esbozando una sutil sonrisa.
Acto seguido, su tío le dio unas palmaditas en el hombro y Evan se movió un poco de la ventana, mientras observaba a su padre, como se marchaba junto a su tío. Ahora, la sala quedó en silencio, solo se escuchaba de fondo el ruido de su reloj de bolsillo y la respiración pesada de su hermana, que se encontraba bordando en el sillón, junto a su nana.
Su pequeña hermana lo miró de reojo y él se encogió de hombros. Poco después, se marchó en silencio de la habitación y fue a por su capa, para salir a dar una vuelta. Y en su trayecto hasta el recibidor, se encontró con su hermano Ichabod.
- ¿Sales? – Preguntó este, con cierta indiferencia.
- ¿No es evidente? – Espetó Evan, enseñando su capa.
Las miradas algo hostiles no se hicieron esperar y ambos salieron a la par, caminando por las calles parisinas, bajo la mirada de unas cuantas señoritas que pasaron a su lado y rieron tímidamente entre ellas. Evan las saludó con una leve inclinación de su cabeza, mientras que su hermano soltaba un “pff” de evidente disgusto ante la actitud del chico.
Evan giró su mirada hacia Ichabod y chasqueó la lengua con diversión. Su hermano siempre desaprobaba absolutamente todo lo que él hacía o no hacía. Pero era consciente de porque lo detestaba tanto. Pues claro, si se había arrebatado todo lo que él deseaba.
- Ichabod, creo que tengo que dejarte – Dijo de forma repentina, pues sus ojos divisaron a Eudora, su prometida, a unos cuantos metros de él. – Mi prometida, Eudora… - Dijo aquello con una lentitud excesiva, esbozando una sonrisa bastante petulante, que enfermaba de ira a su hermano. – Se encuentra a pocos pasos de mí. Sería inapropiado no saludarla, ¿verdad? – Soltó una risita algo cínica y se alejó unos pasos. – Quizás deberías empezar a buscar algo de tu talla, ¿no? –
La mirada crispada de su hermano era algo impagable. Pero a Evan le divertía. Y sin más, se dirigió hacia donde estaba Eudora, primero saludando apropiadamente a su ama de llaves y luego, con total descaro, tomando la mano de Eudora y depositando un beso en el dorso de la misma.
- De haber sabido que ibas a salir de paseo, hubiera arreglado un día antes con tus padres para hacerte una visita y complacer tus deseos – Dijo el chico, mirándola con una ceja alzada. – No, lo siento. No lo hubiera hecho – Torció levemente los labios, en una mueca bastante arrogante y caminó a su lado, tomando su mano con cierta diversión, observando de lejos a Ichabod, que miraba la escena de forma recelosa.
- Evan, ¿gustas de ir al despacho con nosotros? –
- ¿Eh? – El chico, que miraba hacia el exterior, volteó su mirada distraídamente hacia su tío y vio que tenía una caja de madera en sus manos, seguramente de cigarrillos. Eso es lo que hacían siempre, ir al despacho, fumar y conversar. – Oh, lo siento, creo que por esta vez no. Gracias por la invitación, de todas formas – Contestó de forma cortes, esbozando una sutil sonrisa.
Acto seguido, su tío le dio unas palmaditas en el hombro y Evan se movió un poco de la ventana, mientras observaba a su padre, como se marchaba junto a su tío. Ahora, la sala quedó en silencio, solo se escuchaba de fondo el ruido de su reloj de bolsillo y la respiración pesada de su hermana, que se encontraba bordando en el sillón, junto a su nana.
Su pequeña hermana lo miró de reojo y él se encogió de hombros. Poco después, se marchó en silencio de la habitación y fue a por su capa, para salir a dar una vuelta. Y en su trayecto hasta el recibidor, se encontró con su hermano Ichabod.
- ¿Sales? – Preguntó este, con cierta indiferencia.
- ¿No es evidente? – Espetó Evan, enseñando su capa.
Las miradas algo hostiles no se hicieron esperar y ambos salieron a la par, caminando por las calles parisinas, bajo la mirada de unas cuantas señoritas que pasaron a su lado y rieron tímidamente entre ellas. Evan las saludó con una leve inclinación de su cabeza, mientras que su hermano soltaba un “pff” de evidente disgusto ante la actitud del chico.
Evan giró su mirada hacia Ichabod y chasqueó la lengua con diversión. Su hermano siempre desaprobaba absolutamente todo lo que él hacía o no hacía. Pero era consciente de porque lo detestaba tanto. Pues claro, si se había arrebatado todo lo que él deseaba.
- Ichabod, creo que tengo que dejarte – Dijo de forma repentina, pues sus ojos divisaron a Eudora, su prometida, a unos cuantos metros de él. – Mi prometida, Eudora… - Dijo aquello con una lentitud excesiva, esbozando una sonrisa bastante petulante, que enfermaba de ira a su hermano. – Se encuentra a pocos pasos de mí. Sería inapropiado no saludarla, ¿verdad? – Soltó una risita algo cínica y se alejó unos pasos. – Quizás deberías empezar a buscar algo de tu talla, ¿no? –
La mirada crispada de su hermano era algo impagable. Pero a Evan le divertía. Y sin más, se dirigió hacia donde estaba Eudora, primero saludando apropiadamente a su ama de llaves y luego, con total descaro, tomando la mano de Eudora y depositando un beso en el dorso de la misma.
- De haber sabido que ibas a salir de paseo, hubiera arreglado un día antes con tus padres para hacerte una visita y complacer tus deseos – Dijo el chico, mirándola con una ceja alzada. – No, lo siento. No lo hubiera hecho – Torció levemente los labios, en una mueca bastante arrogante y caminó a su lado, tomando su mano con cierta diversión, observando de lejos a Ichabod, que miraba la escena de forma recelosa.
Evan Beaufort- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 02/04/2011
Re: Paseo interrumpido
Eudora miró con asombro el descaro de ese mentecato joven, de saludar primero a Arianne y luego a ella tomando su mano, como si fuese el caballero cortés que por supuesto no era, como si realmente ese fuese el saludo normal entre dos individuos que se auto-profesaban un odio poco común en gente de su edad e incluso condición. Para muchos, en realidad a ojos de todos, la unión del primogénito de los Beaufort con la hija mayor de los Guicciardi era algo completamente acertado y beneficioso, adecuado, dos jóvenes bellos, hermosos, de familias nobles y fortunas cuantiosas, para todos verlos caminando por las calles de París o avistarlos en una que otra reunión social era lo normal entre dos jóvenes prometidos en matrimonio, más de una vez habían visto sonrisas en sus rostros al estar juntos por ahí.
Para la sociedad parisina, Evan Beaufort y Eudora Guicciardi era exactamente lo que se esperaba de dos jóvenes de sociedad. Sin embargo había un pequeño y gran detalle que gran parte no sabía… y eso era el odio y desprecio mutuo que se tenían prácticamente desde que se habían conocido, cuando apenas eran unos infantes. Eran opuestos, explosivos y ambos perdían toda cualidad de cordura y recato al estar juntos, porque precisamente las lenguas se dominaban solas y las palabras filosas salían como ratas de las alcantarillas parisinas…
Eudora se percató de la mirada de Evan y siguió su curso dando con el objetivo, Ichabod, el hermano menor de Evan, la austriaca inmediatamente arrugó el ceño y quitó todo lo disimuladamente su mano del agarre del joven.
- ¿Esto de comportarte como un salvaje es natural en ti o realmente te esfuerzas en ser un completo bruto… señor Beaufort? – preguntó añadiendo eso último en un sutil tono irónico. Porque ese era el pequeño y sucio secreto entre ambos, toda esa cordialidad, esas sonrisas y ese caminar no era más que una fachada para una sociedad demasiado chismosa y de la que Eudora detestaba formar parte, lo cierto es que el trato entre ambos rayaba en lo brutal, directo y –porque no decirlo- hasta cruel. Eudora jamás se guardaba los comentarios que tenía para con él, de hecho, era probable que Evan Beaufort fuese el único ser humano en Paris que recibiese con exactitud todas las palabras que cruzaban por la mente de la jovencita, sin filtro.
Jamás.
Continuaron caminando, Eudora lanzó una mirada hacia atrás, donde Arianna los seguía a unos dos metros más atrás, la chica lanzó un pequeño bufido, pasar de su ama de llaves a caminar al lado del fanfarrón presumido de Beaufort era como pasar de comer ciruelas podridas a hongos envenenados.
- ¿No tienes algo mejor que hacer que estropear mi paseo, Beaufort? Te recuerdo que…- Eudora calló en el mismo instante en que se cruzaban con una pareja de esposos, los Ricciardi, unos italianos que la chica había conocido a los pocos días de llegar a París, sonrisa y pequeña reverencia por parte de ella y la pareja antes de seguir caminando, se aseguró de estar unos buenos metros lejos antes de continuar con la conversación- ¿Por qué has dejado a tu hermano solo? Al menos Ichabod tiene clase y modales…
Touché. Eudora sabía lo mucho que él odiaba ser comparado con su hermano, y peor, quedar por debajo de éste.
Para la sociedad parisina, Evan Beaufort y Eudora Guicciardi era exactamente lo que se esperaba de dos jóvenes de sociedad. Sin embargo había un pequeño y gran detalle que gran parte no sabía… y eso era el odio y desprecio mutuo que se tenían prácticamente desde que se habían conocido, cuando apenas eran unos infantes. Eran opuestos, explosivos y ambos perdían toda cualidad de cordura y recato al estar juntos, porque precisamente las lenguas se dominaban solas y las palabras filosas salían como ratas de las alcantarillas parisinas…
Eudora se percató de la mirada de Evan y siguió su curso dando con el objetivo, Ichabod, el hermano menor de Evan, la austriaca inmediatamente arrugó el ceño y quitó todo lo disimuladamente su mano del agarre del joven.
- ¿Esto de comportarte como un salvaje es natural en ti o realmente te esfuerzas en ser un completo bruto… señor Beaufort? – preguntó añadiendo eso último en un sutil tono irónico. Porque ese era el pequeño y sucio secreto entre ambos, toda esa cordialidad, esas sonrisas y ese caminar no era más que una fachada para una sociedad demasiado chismosa y de la que Eudora detestaba formar parte, lo cierto es que el trato entre ambos rayaba en lo brutal, directo y –porque no decirlo- hasta cruel. Eudora jamás se guardaba los comentarios que tenía para con él, de hecho, era probable que Evan Beaufort fuese el único ser humano en Paris que recibiese con exactitud todas las palabras que cruzaban por la mente de la jovencita, sin filtro.
Jamás.
Continuaron caminando, Eudora lanzó una mirada hacia atrás, donde Arianna los seguía a unos dos metros más atrás, la chica lanzó un pequeño bufido, pasar de su ama de llaves a caminar al lado del fanfarrón presumido de Beaufort era como pasar de comer ciruelas podridas a hongos envenenados.
- ¿No tienes algo mejor que hacer que estropear mi paseo, Beaufort? Te recuerdo que…- Eudora calló en el mismo instante en que se cruzaban con una pareja de esposos, los Ricciardi, unos italianos que la chica había conocido a los pocos días de llegar a París, sonrisa y pequeña reverencia por parte de ella y la pareja antes de seguir caminando, se aseguró de estar unos buenos metros lejos antes de continuar con la conversación- ¿Por qué has dejado a tu hermano solo? Al menos Ichabod tiene clase y modales…
Touché. Eudora sabía lo mucho que él odiaba ser comparado con su hermano, y peor, quedar por debajo de éste.
Eudora Guicciardi- Humano Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 03/04/2011
Re: Paseo interrumpido
- Solo me esfuerzo en su presencia, señorita Guicciardi. Usted y su desagradable forma de ser me inspiran a ser así - Respondió Evan en un tono de voz discreto, que solo era audible entre ellos dos. Lo cierto es que ambos se hubieran llevado bien si Eudora no hubiera sido tan cabeza dura, bruta, bocazas y todo lo contrario a lo que implicaba ser ella. Porque si. Eudora era una "dama" -si la podía llamar de esa forma- bastante particular. Su comportamiento era todo lo opuesto a lo esperado. ¿En donde se había visto que una mujer le faltara respeto a su futuro esposo?
Y si Evan hubiera sido otra clase de hombre, uno más cabrón, probablemente no hubiera tolerado aquello y la hubiera tratado muchísimo peor. Pero el joven Beaufort también tenía una personalidad bastante particular. Porque le entretenía aquel juego de intercambio de palabras mordaces e hirientes entre ellos.
La caminata se prolongó, con la ama de llaves a unos dos metros detrás de ellos. Evan simplemente entrelazó sus manos por detrás de su espalda y continuó caminando a paso elegante, con una sonrisilla bastante petulante en su rostro. ¡Tan típico de él!
- ¿Mmm? - Miró de reojo que Guicciardi había comenzado a decir algo, pero pronto se detuvo, ante la presencia del matrimonio italiano que ambos habían conocido en un evento social, hace unos días atrás. Por lo cual, ambos los saludaron con propiedad, para luego seguir en lo suyo. - ¿Decías...querida? - Dijo aquello, poniendo especial énfasis en la última palabra, con una dulzura totalmente cínica.
Y ante lo que dijo, se echó a reír, por no demostrar lo molesto que se ponía cuando lo comparaban con Ichabod. - Lo dejé porque es hora de que Ichabod aprenda a vivir solo y no a la sombra de nadie - Dijo con cierta arrogancia. Pues claro, si Evan era el hijo predilecto de Thomas, por tanto, el ejemplo a seguir de todos sus hermanos. - Y para que sepas, si tengo clase y modales. Que no los tenga contigo, ya es otro asunto. Es evidente que tu no los mereces - Alzó las cejas y la observó. - Dime diez razones para que nuestro trato sea cordial. Solo dímelos. Porque, por si no te has dado cuenta, tus modales hacia mi persona son tan nefastos como los de un vagabundo sin el mínimo sentido de educación o moralidad -
Miró hacia atrás y observó que el ama de llaves estaba cada vez más cerca. - Por el amor de dios - Rodó los ojos en blanco y miró hacia al frente. Sabía que era la costumbre, pero detestaba que los estuvieran siguiendo como perros falderos. Siempre pasaba por cada vez que iba a visitar a Eudora. Ambos en silencio, en un sillón y en frente la ama de llaves, bordando o haciendo cualquier labor.
- Como sea, volviendo al tema de Ichabod - Evan trató de ignorar los pasos de la ama de llaves y continuó hablando. - ¿Acaso tienes sentimientos compartidos con él que siempre lo elogias? - Dijo en un tono algo burlón, sabiendo a la perfección que su hermano Ichabod sentía algo por Eudora.
Y si Evan hubiera sido otra clase de hombre, uno más cabrón, probablemente no hubiera tolerado aquello y la hubiera tratado muchísimo peor. Pero el joven Beaufort también tenía una personalidad bastante particular. Porque le entretenía aquel juego de intercambio de palabras mordaces e hirientes entre ellos.
La caminata se prolongó, con la ama de llaves a unos dos metros detrás de ellos. Evan simplemente entrelazó sus manos por detrás de su espalda y continuó caminando a paso elegante, con una sonrisilla bastante petulante en su rostro. ¡Tan típico de él!
- ¿Mmm? - Miró de reojo que Guicciardi había comenzado a decir algo, pero pronto se detuvo, ante la presencia del matrimonio italiano que ambos habían conocido en un evento social, hace unos días atrás. Por lo cual, ambos los saludaron con propiedad, para luego seguir en lo suyo. - ¿Decías...querida? - Dijo aquello, poniendo especial énfasis en la última palabra, con una dulzura totalmente cínica.
Y ante lo que dijo, se echó a reír, por no demostrar lo molesto que se ponía cuando lo comparaban con Ichabod. - Lo dejé porque es hora de que Ichabod aprenda a vivir solo y no a la sombra de nadie - Dijo con cierta arrogancia. Pues claro, si Evan era el hijo predilecto de Thomas, por tanto, el ejemplo a seguir de todos sus hermanos. - Y para que sepas, si tengo clase y modales. Que no los tenga contigo, ya es otro asunto. Es evidente que tu no los mereces - Alzó las cejas y la observó. - Dime diez razones para que nuestro trato sea cordial. Solo dímelos. Porque, por si no te has dado cuenta, tus modales hacia mi persona son tan nefastos como los de un vagabundo sin el mínimo sentido de educación o moralidad -
Miró hacia atrás y observó que el ama de llaves estaba cada vez más cerca. - Por el amor de dios - Rodó los ojos en blanco y miró hacia al frente. Sabía que era la costumbre, pero detestaba que los estuvieran siguiendo como perros falderos. Siempre pasaba por cada vez que iba a visitar a Eudora. Ambos en silencio, en un sillón y en frente la ama de llaves, bordando o haciendo cualquier labor.
- Como sea, volviendo al tema de Ichabod - Evan trató de ignorar los pasos de la ama de llaves y continuó hablando. - ¿Acaso tienes sentimientos compartidos con él que siempre lo elogias? - Dijo en un tono algo burlón, sabiendo a la perfección que su hermano Ichabod sentía algo por Eudora.
Evan Beaufort- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 02/04/2011
Re: Paseo interrumpido
Eudora apretó los labios en un gesto muy sutil, que probablemente por la cercanía sólo Evan podría haber notado, y claro que lo notaría, porque ese gesto estaba única y exclusivamente dirigido a él y sus palabras que la sacaban de quicio por completo, ese "querida" no podía estar más lleno de desdén y fuera de contexto, pero así era el juego, así era la dinámica entre ambos, las palabras mordaces rebosaban la conversación casi de manera grotesca, porque con ellos no había límites, Eudora sentía algo dentro suyo, como un volcán en erupción cada vez que Evan Beaufort se acercaba a ella, pero no era una sensación de sobrecogedor encanto si no al contrario, era lava pura del más intenso odio por él.
Desde lo catorce años que le habían informado que estaba condenada -porque era una condena- a casarse con el primogénito de los Beaufort, pero el odio y el desprecio por ese jovencito inglés venía desde mucho antes, ¿las razones? Demasiadas para enumerar, sólo había una constatación clara y simple: sus caracteres eran demasiado disímiles como para congeniar, juntos en una habitación vacía eran capaces de sacarse los ojos, figurativa -y no tan figurativamente- hablando.
Eudora lanzó un bufido aireado y molesto.- ¿En serio vienes tú a hablar de moralidad? ¿Tú? Perdóname que te recuerde que aquí el único falto de moral y educación eres t ú, ¿dices que no los merezco? Pues claramente desde tu visión de magnánima omnipotencia ha de ser así, Beaufort, pero te aseguro que si te trato como un bruto es porque precisamente eres uno, ¿esperas que a los chanchos se les tiren diamantes o a las ratas foie gras de comer? - replicó mientras alzaba el mentón de manera altiva mientras continuaban la caminata, echó un vistazo atrás viendo a Arianne seguirlos de cerca.- No es necesario que nos sigas de tan cerca, Arianne, ¿ves que estoy con mi prometido? Nada malo puede pasarme con él a mi lado...- añadió con un sutil tono irónico que por supuesto fue notado sólo por él.
La chica se volteó hacia el frente haciendo una mueca - Pero que mujer más molesta... -replicó bajito- Y hablando de Ichabod, me parece por completo impertinente que me preguntes si comparto o no sentimientos con él, de todas formas que sepas que tu hermano me parece un joven mucho más a la altura que tú, tiene clase, modales, buen gusto y clase... -miró al chico alzando levemente su ceja derecha- Está muy claro que la balanza de las virtudes se fue hacia otro de los hermanos Beaufort, ¿no cree, señor Beaufort?
En ese momento cruzaron una calle y por gesto automático ambos se tomaron del brazo, era lo normal si seguían con la farsa de ser prometidos, mal que mal ambos sabían que -por el momento- lo mejor era seguir aparentando para la sociedad que eran el par de prometidos que todos ya pensaban que eran, los dos jóvenes enamorados y encantados de unir sus vidas por siempre, era lo más fácil para los dos, tampoco eran estúpidos, sabían la carga de problemas que acarrearían si las familias de ambos supiesen lo poco encantados que estaban con esa idea.
Apenas cruzaron la calle, Eudora volvió a separarse de él.- ¿No tienes amigos que visitar? No me molestaría que hicieras el papel de pésimo prometido y te olvidases que existo por meses...- lanzó el comentario la chica mirando hacia los árboles a su alrededor.
Desde lo catorce años que le habían informado que estaba condenada -porque era una condena- a casarse con el primogénito de los Beaufort, pero el odio y el desprecio por ese jovencito inglés venía desde mucho antes, ¿las razones? Demasiadas para enumerar, sólo había una constatación clara y simple: sus caracteres eran demasiado disímiles como para congeniar, juntos en una habitación vacía eran capaces de sacarse los ojos, figurativa -y no tan figurativamente- hablando.
Eudora lanzó un bufido aireado y molesto.- ¿En serio vienes tú a hablar de moralidad? ¿Tú? Perdóname que te recuerde que aquí el único falto de moral y educación eres t ú, ¿dices que no los merezco? Pues claramente desde tu visión de magnánima omnipotencia ha de ser así, Beaufort, pero te aseguro que si te trato como un bruto es porque precisamente eres uno, ¿esperas que a los chanchos se les tiren diamantes o a las ratas foie gras de comer? - replicó mientras alzaba el mentón de manera altiva mientras continuaban la caminata, echó un vistazo atrás viendo a Arianne seguirlos de cerca.- No es necesario que nos sigas de tan cerca, Arianne, ¿ves que estoy con mi prometido? Nada malo puede pasarme con él a mi lado...- añadió con un sutil tono irónico que por supuesto fue notado sólo por él.
La chica se volteó hacia el frente haciendo una mueca - Pero que mujer más molesta... -replicó bajito- Y hablando de Ichabod, me parece por completo impertinente que me preguntes si comparto o no sentimientos con él, de todas formas que sepas que tu hermano me parece un joven mucho más a la altura que tú, tiene clase, modales, buen gusto y clase... -miró al chico alzando levemente su ceja derecha- Está muy claro que la balanza de las virtudes se fue hacia otro de los hermanos Beaufort, ¿no cree, señor Beaufort?
En ese momento cruzaron una calle y por gesto automático ambos se tomaron del brazo, era lo normal si seguían con la farsa de ser prometidos, mal que mal ambos sabían que -por el momento- lo mejor era seguir aparentando para la sociedad que eran el par de prometidos que todos ya pensaban que eran, los dos jóvenes enamorados y encantados de unir sus vidas por siempre, era lo más fácil para los dos, tampoco eran estúpidos, sabían la carga de problemas que acarrearían si las familias de ambos supiesen lo poco encantados que estaban con esa idea.
Apenas cruzaron la calle, Eudora volvió a separarse de él.- ¿No tienes amigos que visitar? No me molestaría que hicieras el papel de pésimo prometido y te olvidases que existo por meses...- lanzó el comentario la chica mirando hacia los árboles a su alrededor.
Eudora Guicciardi- Humano Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 03/04/2011
Re: Paseo interrumpido
- Agh, que alterante y exasperante eres - Se quejó el chico de mala gana. - ¿Y contigo me mandan a casarme?, ¿con una chiquilla quejumbrosa?, ¿serás así los próximos veinte años? - Evan chasqueó la lengua varias veces de forma reprobatoria y se calló. Realmente ese matrimonio era una horrenda equivocación. Los beneficiaba a ambos monetariamente, pero sería una mierda en lo que consta a convivencia. Porque estaba segurísimo de que cualquiera de los dos terminaría teniendo un amante por la insatisfacción sexual. ¿Llegarían siquiera a tener herederos?. A ese paso, aquello le parecía nulo.
Evan siguió mirando de reojo al ama de llaves, hasta que Eudora dijo que podía alejarse un poco, ya que estaba con su prometido y nada le pasaría bajo su presencia. A lo cual, Evan sonrió, asintiendo con la cabeza y luego giró su mirada hacia su prometida, con las cejas levantadas. - Apuesta tu cabeza - Comentó en forma irónica y divertida, ante tanta hipocresía en cada palabra que se desprendía de ella o de él.
Y luego, terminaron hablando de Ichabod, mientras Evan asentía con la cabeza, simulando interés en lo que decía. - Si. Tanta clase como un cerdo de campo - Espetó en tono tranquilo y confiado. - Ichabod sufre la maldición del segundo. Aunque no quiere decir que yo sea mejor por ser primogenito. Lo soy de naturaleza - Torció la sonrisa y abandonó el asunto, porque no le gustaba hablar de su hermano, pues él siempre se jactaba ser mejor que todos. Estúpido Ichabod. - Te puedo asegurar que mi hermano es un maldito codicioso - Eso lo dijo en voz baja, con cierta molestia cargada. No le sorprendería que él día de mañana Ichabod intentara asesinarlo para quedarse con absolutamente todo.
Cruzaron la calle y se tomaron del brazo, como de costumbre, aunque soltándose a los pocos segundos. Que farsantes que eran. Aunque a Evan no le molestaba demostrar la cruel realidad. Pero para no darle un infarto a su madre o causar el enojo de su padre, debía acatar ciertos patrones de comportamiento y entre ellos, obviamente, tratar bien a su prometida. Incluso le causaba mucha risa cuando había mujeres que miraban con ensoñación y ternura a la "adorable" pareja de jóvenes.
- ¿Amigos que visitar?, si, si los tengo. Pero es evidente que me parecía mucho más entretenido ir a saludarte - Explicó Evan, mientras la observaba. - Sin contar que si no lo hubiera hecho, Ichabod habría venido hasta ti - Dijo aquello con total naturalidad. - Pero por si no lo sabes, me perteneces. Eso debo dejárselo claro a Ichabod, que no parece comprenderlo - Arrogante y exasperante como siempre. Evan actuaba como si Eudora se tratara de un simple objeto, pero le valía madres. Era cierto, ella era suya y punto. Si la "resguardaba" de otros, era por él simple hecho de que no quería que observaran lo que le pertenecía, nada más, simple orgullo.
Evan siguió mirando de reojo al ama de llaves, hasta que Eudora dijo que podía alejarse un poco, ya que estaba con su prometido y nada le pasaría bajo su presencia. A lo cual, Evan sonrió, asintiendo con la cabeza y luego giró su mirada hacia su prometida, con las cejas levantadas. - Apuesta tu cabeza - Comentó en forma irónica y divertida, ante tanta hipocresía en cada palabra que se desprendía de ella o de él.
Y luego, terminaron hablando de Ichabod, mientras Evan asentía con la cabeza, simulando interés en lo que decía. - Si. Tanta clase como un cerdo de campo - Espetó en tono tranquilo y confiado. - Ichabod sufre la maldición del segundo. Aunque no quiere decir que yo sea mejor por ser primogenito. Lo soy de naturaleza - Torció la sonrisa y abandonó el asunto, porque no le gustaba hablar de su hermano, pues él siempre se jactaba ser mejor que todos. Estúpido Ichabod. - Te puedo asegurar que mi hermano es un maldito codicioso - Eso lo dijo en voz baja, con cierta molestia cargada. No le sorprendería que él día de mañana Ichabod intentara asesinarlo para quedarse con absolutamente todo.
Cruzaron la calle y se tomaron del brazo, como de costumbre, aunque soltándose a los pocos segundos. Que farsantes que eran. Aunque a Evan no le molestaba demostrar la cruel realidad. Pero para no darle un infarto a su madre o causar el enojo de su padre, debía acatar ciertos patrones de comportamiento y entre ellos, obviamente, tratar bien a su prometida. Incluso le causaba mucha risa cuando había mujeres que miraban con ensoñación y ternura a la "adorable" pareja de jóvenes.
- ¿Amigos que visitar?, si, si los tengo. Pero es evidente que me parecía mucho más entretenido ir a saludarte - Explicó Evan, mientras la observaba. - Sin contar que si no lo hubiera hecho, Ichabod habría venido hasta ti - Dijo aquello con total naturalidad. - Pero por si no lo sabes, me perteneces. Eso debo dejárselo claro a Ichabod, que no parece comprenderlo - Arrogante y exasperante como siempre. Evan actuaba como si Eudora se tratara de un simple objeto, pero le valía madres. Era cierto, ella era suya y punto. Si la "resguardaba" de otros, era por él simple hecho de que no quería que observaran lo que le pertenecía, nada más, simple orgullo.
Evan Beaufort- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 02/04/2011
Re: Paseo interrumpido
Eudora hizo una mueca exasperada, una de las cosas que más le molestaba -además del hecho que Evan Beaufort respiraba y vivía- era la manía por el chico de considerarla una cosa, una cosa de su propiedad, aborrecía el pensamiento dominante de él de creer que ella entraba en la lista de artículos que le pertenecían, como un perro, un caballo o una casa. Se paró en seco en medio de la acera y lo encaró sin poder controlar la furia y sin importarle demasiado las miradas indiscretas que podían recibir ante aquel acto.- Entiende esto, Beaufort, no soy tuya y jamás lo seré, ni siquiera cuando nos casemos tendrás la propiedad de decir que te pertenezco porque no es así y más te vale que en esa superficial cabeza tuya aquel pensamiento quede asentado de una buena vez- la chica se fijó que Arianne parecía demasiado interesada en tratar de escuchar lo que hablaba el par por lo que volvió a caminar, sin importarle si el chico la seguía o no, aunque era obvio que lo haría, ¿acaso Evan Beaufort se quedaría con la palabra en la boca después de ello?
Cómo la exasperaba, el joven Beaufort tenía la poderosa y nefasta cualidad de sacar por completo de sus casillas a la joven austriaca, desde siempre había sido así, bastaba con que Evan abriese la boca para comentar algo para que comenzara la guerra entre ellos dos. Sin querer su mente volvió a recordar las palabras sobre la "maldición del segundo" y otra nueva oleada de enfado se apoderó de la chica, porque precisamente, entre las dos hermanas Guicciardi ella era la segunda siempre, y seguiría siendo así, porque a ojos de todos, Giuliette siempre sería la perfecta y más hermosa dama de todas, porque al lado de su hermana menor Eudora siempre quedaba en la sombra, en lo menos, en la mediocridad... así había sido por 16 años y así seguiría siendo... ¿Lo único bueno de vivir en París? Que al menos su madre no le recordaba a diario lo imperfecta que era ella al lado de su hermana.
Apuró el paso por el simple hecho de fantasear con la idea que él no la seguiría, sin embargo se recordó a si misma que no estaban solos, Arianne estaba a unos metros de ellos observando todo, para luego contárselo a su tía y por supuesto no pasaba por alto que su tía daba reportes periódicos de su situación a sus padres en Viena, no quería que además de todo, sus padres -por miedo a que el compromiso se rompiese- quisiesen adelantar la boda. Lo mejor era continuar con la farsa hasta encontrar una solución que la zafara de casarse con él sin tener que convertirse en una asesina.
- Evan...- pronunció en tono de voz afable asegurándose que Arianne escuchaba y haciéndole un sutil gesto técnico al chico como para que captase el mensaje.- te has quedado atrás...
Qué situación más nefasta y miserable.
Cómo la exasperaba, el joven Beaufort tenía la poderosa y nefasta cualidad de sacar por completo de sus casillas a la joven austriaca, desde siempre había sido así, bastaba con que Evan abriese la boca para comentar algo para que comenzara la guerra entre ellos dos. Sin querer su mente volvió a recordar las palabras sobre la "maldición del segundo" y otra nueva oleada de enfado se apoderó de la chica, porque precisamente, entre las dos hermanas Guicciardi ella era la segunda siempre, y seguiría siendo así, porque a ojos de todos, Giuliette siempre sería la perfecta y más hermosa dama de todas, porque al lado de su hermana menor Eudora siempre quedaba en la sombra, en lo menos, en la mediocridad... así había sido por 16 años y así seguiría siendo... ¿Lo único bueno de vivir en París? Que al menos su madre no le recordaba a diario lo imperfecta que era ella al lado de su hermana.
Apuró el paso por el simple hecho de fantasear con la idea que él no la seguiría, sin embargo se recordó a si misma que no estaban solos, Arianne estaba a unos metros de ellos observando todo, para luego contárselo a su tía y por supuesto no pasaba por alto que su tía daba reportes periódicos de su situación a sus padres en Viena, no quería que además de todo, sus padres -por miedo a que el compromiso se rompiese- quisiesen adelantar la boda. Lo mejor era continuar con la farsa hasta encontrar una solución que la zafara de casarse con él sin tener que convertirse en una asesina.
- Evan...- pronunció en tono de voz afable asegurándose que Arianne escuchaba y haciéndole un sutil gesto técnico al chico como para que captase el mensaje.- te has quedado atrás...
Qué situación más nefasta y miserable.
Eudora Guicciardi- Humano Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 03/04/2011
Re: Paseo interrumpido
El cruce de miradas casi hostiles no se hizo esperar entre ambos. Eudora parecía haber estallado finalmente, soltándole unas cuantas verdades acerca de lo que pensaba. Y mientras ella le decía todo aquello, Evan la tomó del brazo, en un agarre algo brusco, acercándola hacia el. Sus rostros estaban a escasos centímetros y cualquiera que mirara la escena, pensaría que se trataba del simple y más puro amor que se tenían ambos. Incluso el ama de llaves de Eudora había girado un poco su rostro para dar más privacidad. Pero nada de lo que se pensaba era lo que realmente sucedía allí.
- Insolente, altanera - Murmuró entre dientes el joven Beaufort, torciendo ligeramente la sonrisa. - Y osada - Agregó poco después, aflojando un poco su mano del brazo de Eudora. - No pienso corresponder a tus caprichos, que te quede asentado en tu cabeza - Acto seguido, Evan la soltó y ella había comenzado a caminar de forma veloz. ¿Qué decir de Eudora?. Era una jodida pesadilla, detestaba que quisiera llevarle la contraria siempre. ¿Por qué de todas las mujeres existentes sobre la faz de la tierra tenía que haber quedado precisamente con ella?, si, con la más testadura, idiota y amargada. Porque si. Eudora era amargada, ni siquiera disfrutaban de las mismas cosas. Bueno, en realidad, no la conocía demasiado, pero seguro que eran tan opuestos como el agua y el aceite.
El chico miró a Arianne y luego levantó la mirada al observar que Eudora lo llamaba. - ¿Si? - Respondió ante su llamado y ella advirtió que se "había quedado atrás". Que maldita mentirosa. Pero no pudo evitar soltar una risita de falsa inocencia y de doble sentido. - Lo siento - Evan caminó hacia ella y volvió a tomarla del brazo, retomando nuevamente aquella caminata junto a su prometida. - Mentirosa y cínica - Comentó en un tono de voz baja. - Por cada segundo que pasa, no se con certeza si me clavaras un puñal en la espalda - Evan la miró, como si intentara sonsacarle algo. - Aunque estoy seguro que no te importaría deshacerte de mi - Volvió su mirada al frente y rió una vez más. - Descuida, el sentimiento es mutuo -
El chico elevó un poco la vista y notó como el cielo se puso particularmente oscuro, amenazando con una posible lluvia. Incluso el ambiente se puso frío. - Ah, lo olvidaba - Dijo Evan en un tono de voz algo monótono. - Mis padres han organizado una cena con tus padres - Sonrió fingiendo mucha felicidad y la miró. - Discutirán algunas cosas sobre el hermoso futuro que nos espera juntos - Repulsión. Odio. Condenados de por vida a una desdicha tras otra. ¡Magnifique!
- Insolente, altanera - Murmuró entre dientes el joven Beaufort, torciendo ligeramente la sonrisa. - Y osada - Agregó poco después, aflojando un poco su mano del brazo de Eudora. - No pienso corresponder a tus caprichos, que te quede asentado en tu cabeza - Acto seguido, Evan la soltó y ella había comenzado a caminar de forma veloz. ¿Qué decir de Eudora?. Era una jodida pesadilla, detestaba que quisiera llevarle la contraria siempre. ¿Por qué de todas las mujeres existentes sobre la faz de la tierra tenía que haber quedado precisamente con ella?, si, con la más testadura, idiota y amargada. Porque si. Eudora era amargada, ni siquiera disfrutaban de las mismas cosas. Bueno, en realidad, no la conocía demasiado, pero seguro que eran tan opuestos como el agua y el aceite.
El chico miró a Arianne y luego levantó la mirada al observar que Eudora lo llamaba. - ¿Si? - Respondió ante su llamado y ella advirtió que se "había quedado atrás". Que maldita mentirosa. Pero no pudo evitar soltar una risita de falsa inocencia y de doble sentido. - Lo siento - Evan caminó hacia ella y volvió a tomarla del brazo, retomando nuevamente aquella caminata junto a su prometida. - Mentirosa y cínica - Comentó en un tono de voz baja. - Por cada segundo que pasa, no se con certeza si me clavaras un puñal en la espalda - Evan la miró, como si intentara sonsacarle algo. - Aunque estoy seguro que no te importaría deshacerte de mi - Volvió su mirada al frente y rió una vez más. - Descuida, el sentimiento es mutuo -
El chico elevó un poco la vista y notó como el cielo se puso particularmente oscuro, amenazando con una posible lluvia. Incluso el ambiente se puso frío. - Ah, lo olvidaba - Dijo Evan en un tono de voz algo monótono. - Mis padres han organizado una cena con tus padres - Sonrió fingiendo mucha felicidad y la miró. - Discutirán algunas cosas sobre el hermoso futuro que nos espera juntos - Repulsión. Odio. Condenados de por vida a una desdicha tras otra. ¡Magnifique!
Evan Beaufort- Humano Clase Alta
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 02/04/2011
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