~* Mansión Santillana *~

Soltó una risita – Si claro, podría ser un inconveniente que me paseara por la ciudad medio desnuda buscando llegar a mi hogar y con una enorme sonrisa delatadora en el rostro… y lo de que pudiera ser conveniente pues, ya veremos si opinas lo mismo después de tener que soportarme por un tiempo más extenso que unas pocas horas – Y lo decía en serio.

El suave toque de Álvaro sobre su piel le envió placenteros escalofríos por toda la espalda. “Si no fue algo que dije entonces ¿que lo tiene tan inquieto?” pensó reconociendo una ligera falta de tranquilidad en su voz y semblante. Pensó en cuestionarle después, a sabiendas de que se arriesgaba a otra de sus típicas frases que esquivara magistralmente la pregunta.

Se relajó casi de inmediato ante sus palabras. El saber que se ofrecía por voluntad propia a cuidar de su sueño la conmovió, pero la segunda parte de la frase la puso en tensión nuevamente. Era inevitable que su cuerpo se agitara ante semejante promesa. Abrió los ojos cuando sintió los fríos labios sobre su frente y le vio acomodarse para el bien ganado descanso.

Ella sonrió, se acerco un poco más, besó suavemente su barbilla y, entrecerrando los ojos, se dejó arrastrar por aquella dulce melodía que Álvaro tatareaba; quería preguntarle que canción era, de donde la conocía, pero el sueño la reclamó antes de que pudiese siquiera abrir la boca.
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Se encontraba paseando en una playa desierta. La suave y blanca arena se hundía ligeramente ante el peso de cada uno de sus pasos y el delicado oleaje dejaba un rastro de espuma cada vez que se retiraba hacia sus dominios. Una suave brisa acariciaba sus cabellos, revolviéndolos y meciéndolos a su antojo. Llevaba puesto un diminuto camisón de franela azul y… nada más.

La tranquilidad del lugar podía equipararse con la suya. Sencillamente caminaba por la orilla que parecía no tener fin mientras el sol empezaba a hundirse lentamente en el horizonte. Una suave tonada empezó a acompañar su caminata. Se trataba de una canción que no reconocía por más de que se esforzara y no tenía idea de quién podía estar generando el sonido. Buscó con la mirada sobre la interminable alfombra blanca pero no encontró a nadie. Finalmente sus ojos se dirigieron hacia el mar donde una solitaria figura esperaba plantada un poco lejos de la orilla.

Pensó que, si la silueta podía permanecer allí parada tan tranquilamente, era porque debía tratarse de un lugar poco profundo, así que sin pensarlo dos veces cambio su rumbo y se dirigió hacia el mar.

El agua tenía una temperatura más baja de lo que aparentaba y en poco tiempo sus pies se sintieron doloridos por el entumecimiento. Aún así continuo caminando hacia la figura, la cual aún no podía reconocer. De pronto perdió piso y su cuerpo se hundió con rapidez en las aguas heladas y oscuras. El frío la penetraba hasta los huesos y la sorpresa de verse completamente sumergida le hizo sentir un destello de pánico. Pataleando con fuerza consiguió salir a la superficie y tomar una bocanada de aire.

Sus pulmones ardían, y sus músculos y nervios clamaban por calor. Intento dirigirse a la orilla pero ahora no podía encontrarla, solo una inmensidad de agua se extendía ante ella sin importar en qué dirección mirase. Y, como salida de la nada apareció aquella figura, desplazando sobre la superficie del océano como si levitase… era una mujer, con un rostro tan hermoso como desconocido. Antha extendió su mano pidiéndole auxilio pero aquella mujer se limito a mirarla sonriente mientras ella, ya sin fuerzas se hundía nuevamente hacia la oscuridad del fondo…

Antha abrió los ojos de manera casi violenta al sentir un toque y oír que alguien la llamaba. Pestañeo con rapidez mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra y su mente relacionaba el lugar donde se encontraba con lo ocurrido antes de que cayera bajo el dulce abrigo de Morfeo.

Entonces recordó, no solo lo ocurrido y la razón del porque la ligera irritación que sentía entre las piernas, sino su pesadilla y, en especial aquel rostro cruel que la miraba con satisfacción mientras se hundía. Sin planearlo se abalanzo hacia Álvaro, quien evidentemente había estado tratando de despertarla, para abrazarse a su torso con fuerza. No entendía porque se sentía tan abrumada, había tenido muchas pesadillas en su vida y hasta ahora ninguna le había afectado tanto, además, tenía toda la piel erizada de frío a pesar de haberse despertado perfectamente cobijada.

Respiro un par de veces de manera agitada contra aquella maravillosa piel antes de darse cuenta de lo ridícula que estaba siendo. Soltó entonces una risita nerviosa – Lo lamento, solo fue un... mal sueño – comentó retirándose un poco – Espero no haber asesinado la atmosfera ¿o sí? – preguntó un tanto cohibida. En realidad había esperado tener un pacifico descanso y despertarse en el estado de ánimo perfecto para continuar con sus juegos de cama.

Observo el semblante de Álvaro quien parecía nuevamente inquieto. No estaba segura de si él había dormido o no, o si ella, en medio de su sueño le había despertado. Posó la mano en su barbilla y se acercó lo suficiente para posar un suave, dulce y profundo beso. –Espero que tu hayas descansado un poco – susurro muy suave mientras dejaba un recorrido de besitos por toda su boca.

-¿Me pareció oírte decir que ya es de día? – Cielo santo! ¿Cuánto tiempo había dormido? Mientras esperaba una respuesta se levantó y se dirigió hacia la ventana más cercana con la intención de confirmar aquella información.

Ella dio un saltito al sentir la mano de Álvaro sobre la suya - ¿Cómo hiciste eso? – preguntó sorprendida por verlo a su lado. Estaba casi segura de haberle visto sentado en la cama tan solo un segundo antes ¿o no? Le observo con expresión confusa mientras él argumentaba sobre la noche que habían tenido y la tomaba con delicadeza por la cintura. La giró y besó, acallando sus preguntas y haciendo que su mente se dirigiera rápidamente hacia escenarios más atractivos.

Antha se estremeció cuando él inició el sensual recorrido por sobre su piel desnuda. Le abrazó con fuerza, reduciendo la ya limitada distancia entre los dos, mientras su lengua se movía audaz sobre sus labios. De inmediato su cuerpo reaccionó enviando punzadas de necesidad a través de su abdomen. ¿Qué tenía este hombre que con solo un toque podía encenderla?

Intensificó el beso añadiendo pequeños mordiscos mientras se frotaba contra él. Su cadera y senos se movía rítmicamente, rozando y chochando contra la dureza de su cuerpo, mientras sus manos abandonaban la tarea de unirlos y se dedicaban a recórrele la nuca, la espalda y el trasero – Y por supuesto tu no olvidas ningún pendiente ¿verdad? – Le preguntó coqueta mientras iniciaba un lento descenso marcando con besos ligeros hacia su pecho

-Y dígame señor Santillana – bromeó antes de darle un lengüetazo sobre uno de sus pezones - ¿Tiene alguna preferencia para esta segunda sesión o prefiere que sea “espontanea”? – preguntó recordando el gruñido que él había lanzado cuando ella había tomado el control. Claro que esto no quería decir que no lo volviera a hacer sin con ello podía arrancarle otra serie de tan extraños y estimulantes gruñidos.
 

-¿Me mordiste? – Repitió abriendo los ojos de par en par - ¿Y es que sueles morder a tus amantes? – continuó en tono incrédulo. Jamás le había ocurrido algo así y ahora la inquietud se había exacerbado pues se preguntaba qué tan ida podía haber estado su mente para no notar algo tan extraño. Y no es que dudara que en momentos de pasión se pudiese llegar a mordisquear, ella misma lo había hecho, pero no hasta el punto de lastimar la piel de su acompañante… aunque fuese nada más un heridita.

No estaba muy segura de cómo sentirse al respecto. Por un parte encontraba singular la situación, algo que en definitiva no olvidaría con facilidad. Por otro lado se sentía un poco enojada porque él se hubiese tomado la libertad de lastimarla… si claro, en medio del clímax… y ella no se había dado ni cuenta… pero eso no le restaba importancia al asunto. Trató de serenarse, no quería armar una escena, así que dejo que el tema pasara por lo menos hasta haber constatado con sus propios ojos lo del pequeño “arañazo”.

Le miró con expresión neutra mientras cerraba los ojos. Aún no sabía si había podido dormir un poco mientras ella se encontraba en medio de su pesadilla pero por lo visto se podía presumir que no lo había hecho. Eso le ayudo a calmarse un poco más.

Entonces el tomo el trozo de fruta, la tentó con ella y luego la coloco en sus labios. Ok, tenía que aceptar que en verdad parecía un minino. Sonrió otra vez antes de acercar su boca y robar con la punta de sus dientes la fruta que le era ofrecida. Lo que él había dicho le había devuelto a la realidad. Álvaro tenía cosa que hacer en la noche y ella, a su vez, también tenía algunos pendientes que solucionar durante el día.

Tomo un sorbo de jugo antes de mirarlo. Si por ella fuera se quedarían juntos el resto del día pero ella no gozaba de los inagotables recursos que el poseía y debía procurar ganarse la vida. Tomó otro trozo de fruta y sin pensarlo lo acerco a los labios de él esperando que lo recibiera. – Debería entonces dejarte descansar. Yo también tengo algunas cosas que hacer - apuntó con una media sonrisa en los labios – Y, después de todo, ya sé dónde vives… - Bromeó antes de terminar el dulce liquido que él le había conseguido.

Ella entrecerró los ojos cuando se disculpó por lo del rasguño, pero luego termino riendo con él y aceptando el beso que le dio de buena gana. Supuso que podría perdonarle sin ir más allá, aunque aún deseaba inspeccionar su piel para evaluar lo que sucedió en realidad.

Antha terminó su desayuno en silencio observando y siendo observada por Álvaro, quien también permanecía impasible. La fruta estaba dulce y jugosa, y calmó en buen nivel el hambre que la había atenazado minutos antes. Se preguntaba que había comido él mientras estaban preparándole su bandeja pues, aunque había recibido el trozo de manzana que le había ofrecido, ella no percibió ningún gesto que le indicara que deseaba que siguieran compartiendo el plato. Era algo extraño pues, como bien lo sabía, un hombre siempre podía tener un poco más de espacio en su estomago… era algo natural en el género.

Entonces él le indico que le esperara y se retiro de la estancia, momento que aprovecho ella para levantarse y empezar a vestirse. Si no lo hacía en ese momento muy probablemente fuese más difícil después así que se apresuro todo lo que pudo y, para cuando él regreso, se encontraba levantando y desarrugando con las manos su vestido.

-La noche, la noche… ¿Por qué se empeñan con la oscuridad? Ver el mundo a la luz del día es también hermoso y encantador ¿sabes? – comentó mientras se colocaba el vestido y procedía a ajustarlo. Era una pregunta retorica, en realidad era lo suficientemente realista como para no esperar conseguir que saliera con ella a departir durante un almuerzo. Aplacó un poco su cabellera sabiendo que, por mucho que lo intentara, seguiría viéndose como si se acabara de levantar. “Demonios, esta sí que va a ser una comidilla para las vecinas” pensó ya sin esperanzas.

Se acercó a la cama por el flanco donde él permanecía recostado – Hum, ¿puedo interpretar eso como una cita? – Bromeó mirándole con malicia -¿No iras a ponerte romántico o sí? – continuó mientras se inclinaba y posaba sus labios contra los de él en un delicado y cándido beso – Pero debo admitir que me resulta terriblemente tentador el enseñarte un poco de Paris – Se apartó dedicándole una última caricia en su rostro – Y por supuesto que será al anochecer, pero ten en cuenta que solo es una concesión y ya pensare en que pedirte a cambio por ella – sonrió y luego caminó rumbo a la puerta.

No pensaba pedirle que la acompañara, él necesitaba descansar y después de todo ella era una chica grande; de la misma manera como pudo encontrar la entrada podría encontrar la salida. Se había reusado adrede a darle una fecha específica de cuando esta libre, pues pensaba que ese tipo de encuentros eran más interesantes cuando ocurrían por casualidad… ya el destino, en el cual él evidentemente no creía, se encargaría de ponerlos nuevamente uno frente al otro.

Abrió la puerta pero se volvió para darle una última mirada, guiñarle un ojo y lanzarle un beso antes de abandonar la habitación y la casa. No fue sino hasta que se encontró a medio camino de su propio hogar que pensó en el artífice del encuentro “¿Dónde terminó el sombrero?” se preguntó mientras una sonrisa se extendía por su rostro…