AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mea culpa (Cyrille)
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Mea culpa (Cyrille)
Recuerdo del primer mensaje :
Había regresado a Paris casi en contra de su voluntad pues amaba ir de pueblo en pueblo llevando comida a los más necesitados y esperanza a los perdidos, adoraba ver las expresiones en sus rostros de los niños cuando recibían un pedazo de pan y las miradas tranquilas de las madres a quienes, luego de enseñarles la palabra y rezar por sus familias se sentían más esperanzadas de tener una vida mejor. Laurent había orado por esposos que habían partido a la guerra hacía incontables años, por abuelos y abuelas decrépitos atormentados con extrañas enfermedades, por niños recién nacidos y por jóvenes parejas que esperaban poder tener una descendencia fuerte y saludable.
Y todo eso no podía más que llenarlo de gozo, saber que transmitía la palabra del señor a todos aquellos que por falta de educación o simple desconocimiento no podían disfrutar de su verdad y amor. Laurent creía que como embajador de Cristo en la tierra, él debía ser su imagen y ciervo, debía amar a todas esas criaturas y a sus pecados, para así poder transmitir la verdadera palabra bíblica.
"Bendito sea Dios. El que nos conforta en toda prueba, para que también nosotros seamos capaces de confortar a los que están en cualquier dificultad (2Cor 1,3-4)"
No había recibido con mucho agrado la invitación a convertirse en uno de los sacerdotes de la bella Notredame, un puesto codiciado por la mayoría de los jóvenes sacerdotes, pues era la catedral más importante de toda Francia, se decía que este puesto sólo se le daba a sacerdotes que habían destacado en su labor y que llevaban ejerciendo durante mucho tiempo el oficio, por lo que Laurent se convertiría en el sacerdote más joven de la historia Parisina. A pesar de todo eso, la fama y el reconocimiento no eran la miel que endulzaba sus labios, Laurent Sarkozi era un hombre de fe que quería cambiar el mundo, pero no desde un atríl, sino desde los hechos.
Pero ahí se encontraba, observándose frente al espejo con su sotana purpura, escuchando los murmullos de los feligreses que llenaban la catedral, dispuesto para ofrecer la ceremonia. Cerró los ojos y exhaló con fuerza y luego lanzó un puño al aire pegando tremendo brinco, quedando en una cómica posición de batalla de la cual sólo fue testigo el espejo - ¡A por ellos Dodo! -Exclamó picándole un ojo a su reflejo.
Est humanum errare, divinum ignoscere
("Errar es humano, pero perdonar es divino").
("Errar es humano, pero perdonar es divino").
Había regresado a Paris casi en contra de su voluntad pues amaba ir de pueblo en pueblo llevando comida a los más necesitados y esperanza a los perdidos, adoraba ver las expresiones en sus rostros de los niños cuando recibían un pedazo de pan y las miradas tranquilas de las madres a quienes, luego de enseñarles la palabra y rezar por sus familias se sentían más esperanzadas de tener una vida mejor. Laurent había orado por esposos que habían partido a la guerra hacía incontables años, por abuelos y abuelas decrépitos atormentados con extrañas enfermedades, por niños recién nacidos y por jóvenes parejas que esperaban poder tener una descendencia fuerte y saludable.
Y todo eso no podía más que llenarlo de gozo, saber que transmitía la palabra del señor a todos aquellos que por falta de educación o simple desconocimiento no podían disfrutar de su verdad y amor. Laurent creía que como embajador de Cristo en la tierra, él debía ser su imagen y ciervo, debía amar a todas esas criaturas y a sus pecados, para así poder transmitir la verdadera palabra bíblica.
"Bendito sea Dios. El que nos conforta en toda prueba, para que también nosotros seamos capaces de confortar a los que están en cualquier dificultad (2Cor 1,3-4)"
No había recibido con mucho agrado la invitación a convertirse en uno de los sacerdotes de la bella Notredame, un puesto codiciado por la mayoría de los jóvenes sacerdotes, pues era la catedral más importante de toda Francia, se decía que este puesto sólo se le daba a sacerdotes que habían destacado en su labor y que llevaban ejerciendo durante mucho tiempo el oficio, por lo que Laurent se convertiría en el sacerdote más joven de la historia Parisina. A pesar de todo eso, la fama y el reconocimiento no eran la miel que endulzaba sus labios, Laurent Sarkozi era un hombre de fe que quería cambiar el mundo, pero no desde un atríl, sino desde los hechos.
Pero ahí se encontraba, observándose frente al espejo con su sotana purpura, escuchando los murmullos de los feligreses que llenaban la catedral, dispuesto para ofrecer la ceremonia. Cerró los ojos y exhaló con fuerza y luego lanzó un puño al aire pegando tremendo brinco, quedando en una cómica posición de batalla de la cual sólo fue testigo el espejo - ¡A por ellos Dodo! -Exclamó picándole un ojo a su reflejo.
Última edición por Laurent Sarkozi el Lun Abr 11, 2011 2:56 pm, editado 1 vez
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Mea culpa (Cyrille)
Mentiría al decir que aquella había sido una tarde tranquila, la serenidad de tanto me caracterizaba y que había aprendido a lo largo de mi labor como misionero, se había puesto en fuego desde el momento en que le había visto otra vez. Como un aparición divina, como un ángel de infinita belleza, su rostro había resplandecido cagándome por unos instantes. Y no es que yo le considerara hermoso físicamente, vamos, con esos ojos de gato y esa cara de niño inocente, siempre creí que parecía más un muñeco que un ser humano, una pintura como esas que tanto abundaban en las iglesias de Serafines.
En realidad Cyrille no me resultaba atractivo, como me podrían atraer otras personas y en este punto, debo confesar que me siento muy avergonzado al tocar el tema, pues estas banalidades no deberían consternar mi mente, sin embargo debo aceptar que, lo que me gusta en él es, lo que transmite, esa pureza ingenua y ese positivismo que parece siempre embargarlo a pesar de las adversidades. No estaba seguro de que hubiese cambiado algo de ese chico con el que crecí antaño, pues de alguna manera todos evolucionamos con el tiempo y al verlo, fue como si todo mi pasado con él volviera a mi para golpearme como un cubetazo de agua fría.
Todo regresó. Y eso me aterra más que nada.
Luego de dejarle en el confesionario, estuve caminando un rato, recorriendo la catedral a paso lento, intentando despejar mi mente y conocer un poco mejor el lugar en donde viviría temporalmente, no estaba muy familiarizado con NotreDame debido a que una vez terminados mis estudios en la Abadía había acudido a las misiones pero de alguna manera sentía que si Cyrille estaba allí para ayudarme todo iba a salir bien.
Que contradicción ¿Verdad? que me sintiera aliviado por su presencia y al mismo tiempo consternado por lo que me hacía sentir.
¿Me estaba tentando Satanás a través de mi querido hermano?
Sacudí la cabeza para alejar dichos pensamientos, de repente parecía como si fuera a explotar.
Dieron las 6 y el sol se escondió de nuevo tras las montañas, el cielo fue paulatinamente coloreándose de oro y fuego hasta que el azabache lo cubrió todo con su manto estrellado titilante. Los últimos creyentes abandonaron el recinto uno por uno y la bella Notredrame se sumió en la oscuridad. Me apuré a encender los candelabros, pero no sabía donde estaban las velas, la oscuridad tampoco me ayudaba a divisarlas donde quiera que estuviera y casi maldigo por ello.
¡Dodo, Dodo, eres un pájaro tonto! Me dije a mi mismo meneando la cabeza, entonces escuché mi nombre en algún punto, casi a ciegas y aún con el candelabro apagado en mis manos corrí buscando la fuente que pronunciaba mi nombre con esa dulzura. - ¡Aquí estoy! - Exclamé trastabillando en la baldosa, ¡la condenada Sotana del padre Asrael me quedaba larga! Debía arreglarlo cuanto antes.
En realidad Cyrille no me resultaba atractivo, como me podrían atraer otras personas y en este punto, debo confesar que me siento muy avergonzado al tocar el tema, pues estas banalidades no deberían consternar mi mente, sin embargo debo aceptar que, lo que me gusta en él es, lo que transmite, esa pureza ingenua y ese positivismo que parece siempre embargarlo a pesar de las adversidades. No estaba seguro de que hubiese cambiado algo de ese chico con el que crecí antaño, pues de alguna manera todos evolucionamos con el tiempo y al verlo, fue como si todo mi pasado con él volviera a mi para golpearme como un cubetazo de agua fría.
Todo regresó. Y eso me aterra más que nada.
Luego de dejarle en el confesionario, estuve caminando un rato, recorriendo la catedral a paso lento, intentando despejar mi mente y conocer un poco mejor el lugar en donde viviría temporalmente, no estaba muy familiarizado con NotreDame debido a que una vez terminados mis estudios en la Abadía había acudido a las misiones pero de alguna manera sentía que si Cyrille estaba allí para ayudarme todo iba a salir bien.
Que contradicción ¿Verdad? que me sintiera aliviado por su presencia y al mismo tiempo consternado por lo que me hacía sentir.
¿Me estaba tentando Satanás a través de mi querido hermano?
Sacudí la cabeza para alejar dichos pensamientos, de repente parecía como si fuera a explotar.
Dieron las 6 y el sol se escondió de nuevo tras las montañas, el cielo fue paulatinamente coloreándose de oro y fuego hasta que el azabache lo cubrió todo con su manto estrellado titilante. Los últimos creyentes abandonaron el recinto uno por uno y la bella Notredrame se sumió en la oscuridad. Me apuré a encender los candelabros, pero no sabía donde estaban las velas, la oscuridad tampoco me ayudaba a divisarlas donde quiera que estuviera y casi maldigo por ello.
¡Dodo, Dodo, eres un pájaro tonto! Me dije a mi mismo meneando la cabeza, entonces escuché mi nombre en algún punto, casi a ciegas y aún con el candelabro apagado en mis manos corrí buscando la fuente que pronunciaba mi nombre con esa dulzura. - ¡Aquí estoy! - Exclamé trastabillando en la baldosa, ¡la condenada Sotana del padre Asrael me quedaba larga! Debía arreglarlo cuanto antes.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Mea culpa (Cyrille)
Me apresure al verlo tropezar y supuse que se debía en nueva cuenta a que ella sotana del padre Asrael, pues era y por varios centímetros más alto que el. En sus años de buen mozo, me había contado una anciana, media por lo menos seis centímetros más que ahora por la edad y el cansancio se habían convertido en una curvatura sobre su espalda que amenazaba con volverse una joroba, quizás un día de estos debería visitar al buen hombre que me había acogido en aquel su recinto que era ahora de Laurent y bajo su poder yacía sus oyentes, bajo su yugo su cuello doblaban para adjudicarse la salvación y la promesa de una vida nueva, una vida allá en los cielos donde el cuerpo no volvería a sufrir sed o hambre pues el a sus fieles alimentaba.
Sujete el candil que llevaba en sus manos y sin decir más nada, porque los labios me temblaban al punto de ser imposible articular una palabra, comencé a andar al atril, era yo el encargado de guardar y acomodar todo y por ende conocía aun sin luz el paradero de cada objeto en aquella mesa, aunque, la mayoría de las cosas de valor las manteníamos bajo llave en una bóveda lejana y tras la pared, como se mantiene bajo llave el cuerpo de Cristo rey.
Pude sentir con mis manos el cáliz y la palia, el corporal y la patena, a un lado de las vinajeras vacías y el crisma que debería haber guardado desde hacia varios días, en medio de todo eso y resguardado por la falta de luz logre encontrar las cerillas que usaba diariamente, o los días que por la noche debía o quería asistir, para encender las velas que cubrían los pasillos y las paredes, la única que jamás se veía consumida era aquella que se mantenía encendida a un lado del sagrario, en la parte más alejada.
Encendí el candil procurando no observar a santo o serafín alguno que pudiesen recriminarme lo que yo sabia estaba mal ¿cómo ver al demonio en la casa del señor? ¿cómo permitirle entrar a través de mi? Comencé a encender las velas, como dictaba la costumbre -¿vendré entonces aquí y de aquí partiremos?- le cuestione en voz baja no quería llegar solo a aquel lugar nunca visto, no quería enfrentarme en soledad a los pecados que el cuerpo dictaba y el cuerpo anhelante era difícil de controlar.
-¿o debo ir a algún otro sitio?- sentía, porque mi cuerpo no era ajeno a los dolores, la cera que comenzaba a caer como mi carne habia caído en mi pesadilla, caliente, se adhería entre mis dedos y yo la dejaba reposar ahí –puedes venir a mi casa…de ahí podríamos partir y así sabrás donde encontrarme cuando necesites que venga a ayudar…el padre Asrael lo sabe- susurre una plegaria, una diminuta y en voz baja de esas que uno dice cuando quiere que alguien se mejore.
-por cierto…quizás te sea más útil usar un alba y una casulla o quizás un cíngulo pueda subir algunos centímetros la tela, puedo arreglar también esa. una bastilla por si alguien después la necesita- intente dejar de pensar en el sueño y enfocarme a la realidad.
Sujete el candil que llevaba en sus manos y sin decir más nada, porque los labios me temblaban al punto de ser imposible articular una palabra, comencé a andar al atril, era yo el encargado de guardar y acomodar todo y por ende conocía aun sin luz el paradero de cada objeto en aquella mesa, aunque, la mayoría de las cosas de valor las manteníamos bajo llave en una bóveda lejana y tras la pared, como se mantiene bajo llave el cuerpo de Cristo rey.
Pude sentir con mis manos el cáliz y la palia, el corporal y la patena, a un lado de las vinajeras vacías y el crisma que debería haber guardado desde hacia varios días, en medio de todo eso y resguardado por la falta de luz logre encontrar las cerillas que usaba diariamente, o los días que por la noche debía o quería asistir, para encender las velas que cubrían los pasillos y las paredes, la única que jamás se veía consumida era aquella que se mantenía encendida a un lado del sagrario, en la parte más alejada.
Encendí el candil procurando no observar a santo o serafín alguno que pudiesen recriminarme lo que yo sabia estaba mal ¿cómo ver al demonio en la casa del señor? ¿cómo permitirle entrar a través de mi? Comencé a encender las velas, como dictaba la costumbre -¿vendré entonces aquí y de aquí partiremos?- le cuestione en voz baja no quería llegar solo a aquel lugar nunca visto, no quería enfrentarme en soledad a los pecados que el cuerpo dictaba y el cuerpo anhelante era difícil de controlar.
-¿o debo ir a algún otro sitio?- sentía, porque mi cuerpo no era ajeno a los dolores, la cera que comenzaba a caer como mi carne habia caído en mi pesadilla, caliente, se adhería entre mis dedos y yo la dejaba reposar ahí –puedes venir a mi casa…de ahí podríamos partir y así sabrás donde encontrarme cuando necesites que venga a ayudar…el padre Asrael lo sabe- susurre una plegaria, una diminuta y en voz baja de esas que uno dice cuando quiere que alguien se mejore.
-por cierto…quizás te sea más útil usar un alba y una casulla o quizás un cíngulo pueda subir algunos centímetros la tela, puedo arreglar también esa. una bastilla por si alguien después la necesita- intente dejar de pensar en el sueño y enfocarme a la realidad.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/02/2011
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Re: Mea culpa (Cyrille)
Antes de responder a sus preguntas, mis labios se abrieron para formular otras, su rostro parecía consternado, aún en la oscuridad podía notar algo distinto en su expresión, pecaría por arrogante al creer que podía entender completamente sus gestos, de hecho temía que ya no fuera el mismo y que ya no pudiéramos llevar el tipo de relación cercana que llevábamos antaño. - ¿Te encuentras mejor? - Le pregunté y entonces la luz de las velas iluminó su rostro, me pareció encontrar preocupación.
- Me encantaría visitar tu casa... aunque no me parece del todo apropiado... quiero decir... bueno... si el padre Asrael la conoce... entonces yo - Tartamudeé, tratando de reparar las tonterías que acababan de salir, sentía como el calor se me subía por la cabeza y se me instalaba en las mejillas, no sabía ni lo que decía - Quiero decir... está bien... te visitaré en otra ocasión... pues... el Burdel no queda en esa dirección -
Preferí callar y asentir a lo que decía para arreglar la túnica, ahora que lo pensaba usar un cíngulo era buena idea, me daba vergüenza modificar una sotana que no era mia y como no planeaba quedarme mucho tiempo, no había mandado a coser la mía. Tomé una de las velas y comencé a encender otras a los santos y lentamente Notredame se iluminó con una suave luz dorada. - Si te parece bien, podemos encontrarnos en el parque central, perderías tiempo viniendo primero hasta aquí -
- Espero... no haber dicho algo inapropiado...te veo diferente luego de la confesión... - Logré decir ¿Porqué me importaba tanto lo que pensara de mi? Debía parecer idiota, pero no podía evitarlo, las palabras salían sin que pudiera hacer algo al respecto.
- Me encantaría visitar tu casa... aunque no me parece del todo apropiado... quiero decir... bueno... si el padre Asrael la conoce... entonces yo - Tartamudeé, tratando de reparar las tonterías que acababan de salir, sentía como el calor se me subía por la cabeza y se me instalaba en las mejillas, no sabía ni lo que decía - Quiero decir... está bien... te visitaré en otra ocasión... pues... el Burdel no queda en esa dirección -
Preferí callar y asentir a lo que decía para arreglar la túnica, ahora que lo pensaba usar un cíngulo era buena idea, me daba vergüenza modificar una sotana que no era mia y como no planeaba quedarme mucho tiempo, no había mandado a coser la mía. Tomé una de las velas y comencé a encender otras a los santos y lentamente Notredame se iluminó con una suave luz dorada. - Si te parece bien, podemos encontrarnos en el parque central, perderías tiempo viniendo primero hasta aquí -
- Espero... no haber dicho algo inapropiado...te veo diferente luego de la confesión... - Logré decir ¿Porqué me importaba tanto lo que pensara de mi? Debía parecer idiota, pero no podía evitarlo, las palabras salían sin que pudiera hacer algo al respecto.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Mea culpa (Cyrille)
-¿es que ya nada te parece apropiado?- sonreí de medio lado divertido por la manera en que adjudicaba a nuestra relación alguna especie de creencias extraña en que la amistad debía ser sancionada como cualquier otro pecado capital. Quizás era algo nuevo que había aprendido en este tiempo de ruptura y lejanía ¿oh era acaso que pensaba que era yo un pecador? ¿habia adivinado mis pensamientos? ¡lo habia visto en mis ojos!
Torcí los labios terminando de encender las velas y dejando el candil apagado entre una pared y una columna, comencé a mover los dedos para hacer caer la cera dura al suelo -¿cómo sabes en que dirección queda?- le cuestione y no me refería al burdel sino a mi casa, no creía haberle dicho en algún punto de nuestra conversación donde exactamente quedaba, podría estar inclusive alado de dicho lugar, el burdel, y sin embargo el aseguraba que estaba al lado contrario, torcí los labios aun mas.
-claro…-susurre raspando con mis uñas la cera endurecida hasta que rastro alguna de ella quedo sobre mis dedos, nada más que aquella que se habia colado bajo mis diminutas uñas y parecía no querer dar tregua fácil para salir, en esos casos llevaba a mi habitación donde guardaba ya en el buro de noche un palillo de madera bien diminuto y de punta fina y redondeada, era mi mejor aliado en días como aquel.
Le observe, unos instantes solo para comprobar que su mirada no hubiese cambiado, que no estuviese cargado de desaprobación o negación. No podría yo soportarlo, no podría yo sobrevivir –no tienes que preocuparte… - asevere sonriéndole ampliamente –no ha sido nada que hallas dicho tu, confio en que nada de lo que puedas decirme me dañara porque se que aunque tus palabras sean duras no las dices con esa intención- un buen pastor debía llevar a su rebaño con un bastón duro para corregir, un buen pastor sabia modular su voz y gritar cuando debía gritar, y hacerlo con dulzura cuando era el tiempo requerido.
Observe el suelo a través de las grandes puertas, el templo de Dios debía estar siempre abierto, y pensé que comenzaba a hacerse demasiado tarde quizás mi tio se comenzaría a preocupar por mi, quizás…seguramente no –creo que debería irme ya y dejarte seguir con tus cosas…de sacerdote- tuve el impulso de abrazarlo nuevamente ¿y como negarte una necesidad como aquella? Rodé su espalda con mis brazos escondiendo mi rostro en su pecho, aspirando esta vez su aroma pero ya no olía a el sino al padre Arzael, olía a anciano y a vino, a aceite y ungüentos –hueles a viejo- murmure entre risas, soltándole para emprender la futura huida ¿huia? ¿huia acaso de Dios? Me resguardaba, de mi mismo.
Torcí los labios terminando de encender las velas y dejando el candil apagado entre una pared y una columna, comencé a mover los dedos para hacer caer la cera dura al suelo -¿cómo sabes en que dirección queda?- le cuestione y no me refería al burdel sino a mi casa, no creía haberle dicho en algún punto de nuestra conversación donde exactamente quedaba, podría estar inclusive alado de dicho lugar, el burdel, y sin embargo el aseguraba que estaba al lado contrario, torcí los labios aun mas.
-claro…-susurre raspando con mis uñas la cera endurecida hasta que rastro alguna de ella quedo sobre mis dedos, nada más que aquella que se habia colado bajo mis diminutas uñas y parecía no querer dar tregua fácil para salir, en esos casos llevaba a mi habitación donde guardaba ya en el buro de noche un palillo de madera bien diminuto y de punta fina y redondeada, era mi mejor aliado en días como aquel.
Le observe, unos instantes solo para comprobar que su mirada no hubiese cambiado, que no estuviese cargado de desaprobación o negación. No podría yo soportarlo, no podría yo sobrevivir –no tienes que preocuparte… - asevere sonriéndole ampliamente –no ha sido nada que hallas dicho tu, confio en que nada de lo que puedas decirme me dañara porque se que aunque tus palabras sean duras no las dices con esa intención- un buen pastor debía llevar a su rebaño con un bastón duro para corregir, un buen pastor sabia modular su voz y gritar cuando debía gritar, y hacerlo con dulzura cuando era el tiempo requerido.
Observe el suelo a través de las grandes puertas, el templo de Dios debía estar siempre abierto, y pensé que comenzaba a hacerse demasiado tarde quizás mi tio se comenzaría a preocupar por mi, quizás…seguramente no –creo que debería irme ya y dejarte seguir con tus cosas…de sacerdote- tuve el impulso de abrazarlo nuevamente ¿y como negarte una necesidad como aquella? Rodé su espalda con mis brazos escondiendo mi rostro en su pecho, aspirando esta vez su aroma pero ya no olía a el sino al padre Arzael, olía a anciano y a vino, a aceite y ungüentos –hueles a viejo- murmure entre risas, soltándole para emprender la futura huida ¿huia? ¿huia acaso de Dios? Me resguardaba, de mi mismo.
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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Re: Mea culpa (Cyrille)
Me preguntaba que era apropiado y que no y la picardìa de esa sonrisa sòlo logró que una extraña sensación recorriera mi espalda, por favor no me mires de esa manera, no me sonrías así que me parece ver al mismisimo satanás escondido tras tus orbes. Me limité a inclinar la cabeza sintiéndome avergonzado y sin poder responder a la siguiente pregunta, porque la verdad era que no tenía idea de donde quedaba su casa.
Sonreì tìmidamente, como lo haría un adolescente y no un hombre que esta seguro de si mismo. Sus palabras me habìan llenado de un inxplicable gozo que sólo podría comparar con el gozo que me producía ayudar al prójimo en las misiones. La culpa de nuevo se manifestó en mi pecho, estaba interponiendo un deseo personal y egoísta por encima de mi vocación.
Mi rostro debiò demostrar la desilución que sentía al saber que se iba, pero había anochecido y era preciso que volviera sano y salvo, entonces lo que siguió me tomó por sorpresa, era como si me hubiese leído el pensamiento y adivinara lo mucho que moría por sentir su cuerpo de nuevo. ¡Por dios Santo, padre señor en los cielos! ¿Que estaba pensando? cerré los ojos con fuerza, aguanté la respiración unos segundos y luego aspiré tan fuerte que sentí que casi me lo absorvía a él mismo por la nariz.
Y quize fundirme en aquellos brazos, perderme en el calor invisible que otorgaban y en la gentilesa de ese cuerpo que se recostaba contra el mio. No se porque me trastornaba tanto, si nos habíamos abrazado antaño cuando eramos unos niños, no se porqué me temblaban las piernas como un pedazo de jalea. La cuestión era que, el tiempo se me hizo eterno y la tortura un bálsamo irresistible.
- Y tu... a querubín - Murmuré entre mi ensueño.
No debí haberlo dicho, no debi.
Sonreì tìmidamente, como lo haría un adolescente y no un hombre que esta seguro de si mismo. Sus palabras me habìan llenado de un inxplicable gozo que sólo podría comparar con el gozo que me producía ayudar al prójimo en las misiones. La culpa de nuevo se manifestó en mi pecho, estaba interponiendo un deseo personal y egoísta por encima de mi vocación.
Mi rostro debiò demostrar la desilución que sentía al saber que se iba, pero había anochecido y era preciso que volviera sano y salvo, entonces lo que siguió me tomó por sorpresa, era como si me hubiese leído el pensamiento y adivinara lo mucho que moría por sentir su cuerpo de nuevo. ¡Por dios Santo, padre señor en los cielos! ¿Que estaba pensando? cerré los ojos con fuerza, aguanté la respiración unos segundos y luego aspiré tan fuerte que sentí que casi me lo absorvía a él mismo por la nariz.
Y quize fundirme en aquellos brazos, perderme en el calor invisible que otorgaban y en la gentilesa de ese cuerpo que se recostaba contra el mio. No se porque me trastornaba tanto, si nos habíamos abrazado antaño cuando eramos unos niños, no se porqué me temblaban las piernas como un pedazo de jalea. La cuestión era que, el tiempo se me hizo eterno y la tortura un bálsamo irresistible.
- Y tu... a querubín - Murmuré entre mi ensueño.
No debí haberlo dicho, no debi.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
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Localización : El orfanato
Re: Mea culpa (Cyrille)
¿A querubín? Solo en sueños los había visto y ni en aquellos mundos apócrifos que mi mente ideaba al dormitar había logrado inspirar su aroma mucho menos lograba recordarlo ahora, reí por lo bajo meneando la cabeza pues estaba seguro que a lo que realmente olía era a calles e iglesia, incienso y panes, quizás inclusive un toque de campos y libertad ¿olía acaso la música? Y de oler estaría impregnada a mi hueso, allá en el fondo donde realmente nadie podía inspirar.
-quizás te este fallando el olfato, entonces de nada sirve que tengas una nariz tan grande- me encogí de hombros apenado por haber regresado a aquel tema, su nariz, yo sabia que no era su nariz lo que se decía la parte más agraciada de su cuerpo y sin embargo habia algo en ella, quizás su tamaño y prolongación lo que la hacia realmente especial, no habia en París ¡no había en el mundo otra nariz como esa! Y debía sentirse orgulloso asi como con alegría portaba yo mis diminutos ojos que a el le gustaban llamar de gato, y de gato feliz además.
-deberías visitarme algún día te enseñare los jardines y me escucharas tocar el piano…deberíamos ir al orfanato…- lo pensé entonces unos instantes y seguramente de no haber sido por el corazón bondadoso de mi tío seria yo uno más en ese sitio ¿le habia contado ya de la muerte de mis padres? Y no planeaba hacerlo, de las tristezas no se hablaba más aun las alegrías debían gritarse ¿gritarse? No, no tampoco.
Incline mi cabeza a modo de cordial despedida y comencé a emprender la huida, la despedida, con el corazón rebosante de alegría ante la llegada de un viejo amigo, gire mi cuerpo para sonreir -es broma lo de tu nariz...me parece realmente una obra de arte- y sin más sali de la catedral en dirección a mi casa donde aguardaba ya una suave cama y una cena que no pretendia comer pues tenia aun el estómago revuelto. Y entre la penumbra yo senti como los demonios me observaban ¿era acaso que anhelaban mi alma? Y en su nombre encontre mi única esperanza.
Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados.
1 Pedro 4:8
-quizás te este fallando el olfato, entonces de nada sirve que tengas una nariz tan grande- me encogí de hombros apenado por haber regresado a aquel tema, su nariz, yo sabia que no era su nariz lo que se decía la parte más agraciada de su cuerpo y sin embargo habia algo en ella, quizás su tamaño y prolongación lo que la hacia realmente especial, no habia en París ¡no había en el mundo otra nariz como esa! Y debía sentirse orgulloso asi como con alegría portaba yo mis diminutos ojos que a el le gustaban llamar de gato, y de gato feliz además.
-deberías visitarme algún día te enseñare los jardines y me escucharas tocar el piano…deberíamos ir al orfanato…- lo pensé entonces unos instantes y seguramente de no haber sido por el corazón bondadoso de mi tío seria yo uno más en ese sitio ¿le habia contado ya de la muerte de mis padres? Y no planeaba hacerlo, de las tristezas no se hablaba más aun las alegrías debían gritarse ¿gritarse? No, no tampoco.
Incline mi cabeza a modo de cordial despedida y comencé a emprender la huida, la despedida, con el corazón rebosante de alegría ante la llegada de un viejo amigo, gire mi cuerpo para sonreir -es broma lo de tu nariz...me parece realmente una obra de arte- y sin más sali de la catedral en dirección a mi casa donde aguardaba ya una suave cama y una cena que no pretendia comer pues tenia aun el estómago revuelto. Y entre la penumbra yo senti como los demonios me observaban ¿era acaso que anhelaban mi alma? Y en su nombre encontre mi única esperanza.
Sobre todo, tened entre vosotros un ferviente amor, porque el amor cubre una multitud de pecados.
1 Pedro 4:8
Cyrille Vezier- Humano Clase Alta
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