AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De ahora en adelante
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De ahora en adelante
[Privado con Juliette]
Las ruedas giraban en un mismo ritmo, de las calles de Paris salimos a campo abierto para perdernos en los alrededores y hubo una sola parada antes de llegar a nuestro destino para que mi guardia procediera a deshacerse de un cuerpo cuyo dueño había sido suficientemente desafortunado para morir aquella noche. Una muerte más dos vidas que nacían en una nueva existencia a partir de entonces. La tomaba de la mano, me sentía diferente cuando estaba a su lado recuperando una parte mía que hace mucho creía perdida y pudo ser largo o corto el camino que recorrimos mas no importaba porque ahora ella estaba conmigo y sin que nos diéramos cuenta del transcurrir de los minutos el carruaje se detuvo y las puertas exteriores de la abadía se abrieron al reconocer el carruaje.
Apenas un corto camino por los patios interiores y la pequeña laguna artificial quedaban para estar ante las puertas principales de la residencia donde ella ya una vez había sido mi invitada -Pareciera que no paso mucho tiempo desde aquella noche a pesar de que así fue- dije girando el rostro para ver el suyo. El carruaje continuó y las puertas se cerraron una vez más después de que hubiéramos entrado. Un par de minutos mas y el carruaje paro, la puerta fue abierta por el cochero y fui el primero en bajar esperándola allí para tenderle una mano y ayudarla. Existía un silencio sepulcral como siempre, señal de que todo estaba en orden, a lo lejos se veían las sombras de los guardias haciendo sus acostumbradas patrullas y una vez más, incluso antes de que ella bajara, las puertas principales de la residencia fueron abiertas a la par por los sirvientes quienes esperaban con solemnidad a que sus amos entren.
Una vez que ella bajo le ordene a uno de los pajes que llevara todo su equipaje a mi recamara y que las enviaran dos mucamas para que ordenaran todo de inmediato. A Juliette le ofrecí mi brazo para que se agarrara de él y poder caminar hacia la puerta y una vez dentro se apreciaba un ambiente quizá un tanto diferente al que ella estaba acostumbrada. La mayoría de la iluminación era de arañas colgantes en las salas más grandes pero en los pasillos en cambio parecía ser un camino como los antiguos castillos iluminados en los costados por velas -Quizá no recuerdes bien la residencia ya que la anterior vez teníamos prisa de llegar a la habitación- sonreí y la lleve a una sala donde habían varios muebles entre sillones y un piano de cola al fondo cerca de los ventanales -Tendrás todo el tiempo que quieras para ambientarte pero primero hay algo que quiero mostrarte- decía cuando mi diálogo se fue interrumpido por la llegada a una alta y ancha puerta tallada en madera.
Recordé que la primera noche que estuve con ella, después de dejarla me había dirigido a aquel lugar, un espacio privado mío donde solía ir a pensar más ahora también quería hacerla parte de ello por una razón. Abrí la puerta y con una seña le pedí que entrara, en el interior una tenue luz al principio empezó por iluminar todo el salón donde libreros se alzaban desde el suelo hasta el techo haciendo un alto aproximado de seis metros donde espacio estaba repleto de libros -Por lo que se de ti te gustara pasar tiempo aquí, es un buen lugar para seguir alimentando tus sueños...toma lo que quieras que lo que no este aquí los tutores que desees estarán a tu servicio- apenas termine de decirlo y me aproxime a darle un beso prolongado sabiéndola entonces como mía, olvidando con solo la tranquilidad de esa sala y su compañía que las suposiciones formuladas semanas anteriores eran vanas y solo tonterías.
Con pesar tuve que dejar de besarla, la puerta sonó y di permiso a que pasaran. Una de las mucamas principales de la casa entro con la mirada baja y saludando con propiedad a Juliette, su presencia tenía solo un motivo, avisarnos que las cosas de Juliette habían sido acomodadas como ordene y que la habitación estaba lista, dicho esto se retiro pidiendo el permiso para hacerlo. Yo me volví hacia ella, le acaricie el mentón y la volví a tomar de la mano -Ya sabes el camino, regresa cuando quieras...ahora retirémonos al dormitorio que has tenido muchas emociones por hoy y supongo que quieres descansar- dije y me la llevé de allí llevándola en silencio hasta el otro lado de la casa. Sabía que a ella todo aquello le estaba pareciendo algo irreal, vivir de la noche a la mañana en la casa de una familia de vampiros, además resultando realeza del país de donde ella procedía, tenía algunas cosas que aprender, un par de personas que conocer pero sobre todo, toda su vida para poder cumplir finalmente esos sueños de los que me había hablado.
Llegamos a la habitación que ella conocía, la cama donde las sábanas la recordaban y el vampiro que durante todas aquellas noches que había estado esperando volver a verla allí con aquel deje de melancolía. Cerré la puerta después que entramos y me acerque por detrás de ella para abrazarla desde esa posición -De ahora en adelante este es tu mundo- susurre a su oído y le di un beso en la oreja como siempre solía hacer.
Las ruedas giraban en un mismo ritmo, de las calles de Paris salimos a campo abierto para perdernos en los alrededores y hubo una sola parada antes de llegar a nuestro destino para que mi guardia procediera a deshacerse de un cuerpo cuyo dueño había sido suficientemente desafortunado para morir aquella noche. Una muerte más dos vidas que nacían en una nueva existencia a partir de entonces. La tomaba de la mano, me sentía diferente cuando estaba a su lado recuperando una parte mía que hace mucho creía perdida y pudo ser largo o corto el camino que recorrimos mas no importaba porque ahora ella estaba conmigo y sin que nos diéramos cuenta del transcurrir de los minutos el carruaje se detuvo y las puertas exteriores de la abadía se abrieron al reconocer el carruaje.
Apenas un corto camino por los patios interiores y la pequeña laguna artificial quedaban para estar ante las puertas principales de la residencia donde ella ya una vez había sido mi invitada -Pareciera que no paso mucho tiempo desde aquella noche a pesar de que así fue- dije girando el rostro para ver el suyo. El carruaje continuó y las puertas se cerraron una vez más después de que hubiéramos entrado. Un par de minutos mas y el carruaje paro, la puerta fue abierta por el cochero y fui el primero en bajar esperándola allí para tenderle una mano y ayudarla. Existía un silencio sepulcral como siempre, señal de que todo estaba en orden, a lo lejos se veían las sombras de los guardias haciendo sus acostumbradas patrullas y una vez más, incluso antes de que ella bajara, las puertas principales de la residencia fueron abiertas a la par por los sirvientes quienes esperaban con solemnidad a que sus amos entren.
Una vez que ella bajo le ordene a uno de los pajes que llevara todo su equipaje a mi recamara y que las enviaran dos mucamas para que ordenaran todo de inmediato. A Juliette le ofrecí mi brazo para que se agarrara de él y poder caminar hacia la puerta y una vez dentro se apreciaba un ambiente quizá un tanto diferente al que ella estaba acostumbrada. La mayoría de la iluminación era de arañas colgantes en las salas más grandes pero en los pasillos en cambio parecía ser un camino como los antiguos castillos iluminados en los costados por velas -Quizá no recuerdes bien la residencia ya que la anterior vez teníamos prisa de llegar a la habitación- sonreí y la lleve a una sala donde habían varios muebles entre sillones y un piano de cola al fondo cerca de los ventanales -Tendrás todo el tiempo que quieras para ambientarte pero primero hay algo que quiero mostrarte- decía cuando mi diálogo se fue interrumpido por la llegada a una alta y ancha puerta tallada en madera.
Recordé que la primera noche que estuve con ella, después de dejarla me había dirigido a aquel lugar, un espacio privado mío donde solía ir a pensar más ahora también quería hacerla parte de ello por una razón. Abrí la puerta y con una seña le pedí que entrara, en el interior una tenue luz al principio empezó por iluminar todo el salón donde libreros se alzaban desde el suelo hasta el techo haciendo un alto aproximado de seis metros donde espacio estaba repleto de libros -Por lo que se de ti te gustara pasar tiempo aquí, es un buen lugar para seguir alimentando tus sueños...toma lo que quieras que lo que no este aquí los tutores que desees estarán a tu servicio- apenas termine de decirlo y me aproxime a darle un beso prolongado sabiéndola entonces como mía, olvidando con solo la tranquilidad de esa sala y su compañía que las suposiciones formuladas semanas anteriores eran vanas y solo tonterías.
Con pesar tuve que dejar de besarla, la puerta sonó y di permiso a que pasaran. Una de las mucamas principales de la casa entro con la mirada baja y saludando con propiedad a Juliette, su presencia tenía solo un motivo, avisarnos que las cosas de Juliette habían sido acomodadas como ordene y que la habitación estaba lista, dicho esto se retiro pidiendo el permiso para hacerlo. Yo me volví hacia ella, le acaricie el mentón y la volví a tomar de la mano -Ya sabes el camino, regresa cuando quieras...ahora retirémonos al dormitorio que has tenido muchas emociones por hoy y supongo que quieres descansar- dije y me la llevé de allí llevándola en silencio hasta el otro lado de la casa. Sabía que a ella todo aquello le estaba pareciendo algo irreal, vivir de la noche a la mañana en la casa de una familia de vampiros, además resultando realeza del país de donde ella procedía, tenía algunas cosas que aprender, un par de personas que conocer pero sobre todo, toda su vida para poder cumplir finalmente esos sueños de los que me había hablado.
Llegamos a la habitación que ella conocía, la cama donde las sábanas la recordaban y el vampiro que durante todas aquellas noches que había estado esperando volver a verla allí con aquel deje de melancolía. Cerré la puerta después que entramos y me acerque por detrás de ella para abrazarla desde esa posición -De ahora en adelante este es tu mundo- susurre a su oído y le di un beso en la oreja como siempre solía hacer.
Invitado- Invitado
Re: De ahora en adelante
Una noche cambió mi existencia entera, me alejé del burdel, me alejé de Paris, me alejé de los años que había pasado ahí, dejé atrás no solo eso, una vida, un pasado… Las piezas de mi mundo ahora encajaban de forma diferente pero perfecta. Ya nada existía, salvo las noches que teníamos por delante, salvo aquel hombre que se robaba mis suspiros, no podía pedir más de la vida. Seguiría viviendo de noche, nuevamente por opción propia, pero qué más daba, ahora mis noches tendrían un sentido distinto, un sentido otorgado por ese naciente amor, desde ahora las estrellas y la luna serian más brillantes cada noche para mí. Mi corazón latía como loco, delatando mi humanidad, resonando en mis oídos, componiendo una armoniosa melodía junto al sonido de las ruedas del carruaje. Me envolví en aquella imponente capa que no me pertenecía, que se deslizaba por sobre la piel de mis hombros tan suavemente como una caricia y me acurruqué contra su pecho frío, que me otorgaba esa paz de la que hasta entonces había carecido. Esta vez miré a través de la ventana el camino a mi nuevo hogar, con su mano enlazada a la mía otorgándome confianza, sin dejar de sentirme algo sorprendida.
Vi la enorme edificación alzarse frente a nosotros, nos acercábamos lentamente, admiré algo sorprendida los hermosos y elegantes jardines, así como la laguna, era todo tan distinto a aquello me había rodeado hasta entonces, tanta opulencia era nueva para mí. Tendría que aprender de aquel nuevo mundo que se abría ante mí, lo suficiente para lograr encajar de algún modo en él, en ese mundo en el que nunca encajaría del todo mientras mi corazón siguiera latiendo, lo sabía bien, pero no por ello dejaría de poner todo de mi parte para lograrlo. Sus palabras me sacaron finalmente de mi ensimismamiento –Y a ratos pareciera que ha sido una eternidad. El chronos y el kairos se contraponen, el tiempo cruel y tirano, confrontado a la percepción femenina de este, marcada por las vivencias interiores- suspiré sonriendo en actitud pensativa. ¿Cómo era que una prostituta sin educación conocía aquellas antiguas concepciones temporales? Era sencillo, había aprendido demasiadas cosas de mis clientes, no solo referentes a las artes amatorias, lo más granado de la sociedad europea había pasado por mi cama, no podía sino alimentarme de aquellas experiencias y además del gran numero de libros que había leído.
Guardé silencio hasta que el carruaje se detuvo frente al que desde ese entonces sería mi hogar, descendí con su ayuda, aferrándome a su mano, mirando solamente al frente de forma simbólica, dando a entender que solo me interesaba la vida que tenia por delante, no le temía a los desconocido, no le había temido antes y no le temería ahora. Crucé el umbral hacia aquel nuevo mundo del brazo del hombre que me había arrebatado el corazón, me reí sinceramente ante sus palabras –Tienes razón, no recuerdo nada de aquella noche que no sea lo que ocurrió entre tus sabanas- volví a reír, para luego dedicarle una mirada cómplice. Esta vez me fijé en cada detalle de la habitación donde estábamos, no quería perderme nada ella, vi el piano y mis ojos se iluminaron –Dime que me dejaras tocarlo para ti cada noche- le rogué bastante emocionada –Aunque solo se tocar canciones de burdel- me apresuré a agregar, siendo bastante más realista. Me sentía algo abrumada, pero no por ello menos feliz, asentí a sus palabras en silencio, temerosa de que mi charla sin sentido puede arruinar el momento, apoyé mi cabeza en su hombro, intentando procesar todo aquello.
Cuando Dorian abrió aquellas puertas me quedé boquiabierta, en mi vida había pensado que llegaría a tener acceso a una biblioteca como esa. Pestañeé varias veces como si no creyera que todo eso era realidad, fui de un lado para otro admirando esa enorme cantidad de libros, repentinamente me sentía ignorante y pequeña, yo no era sino una pobre chica de campo sin educación, autodidacta. Acaricié con suavidad el lomo de un libro, Utopia de Thomas More, uno de tantos que deseaba leer y aun no había podido hacerlo, más allá pude ver uno de mis favoritos, La divina comedia de Dante Alighieri. Volví a su lado y lo miré sonriendo encantada –Esto es… maravilloso. Me conoces demasiado bien, me deslumbra este lugar, me deja sin palabras- susurré a su oído, reí sintiéndome algo tonta, sin saber como expresar lo que sentía –¿Tendré tutores? No sabes cuanto deseo aprender- mis ojos brillaban cual estrellas. Quería ser una dama que no lo pusiera en ridículo, quería aprender lo que la vida hasta entonces me había negado, los sueños que hasta ese entonces había mantenido escondidos, comenzaban a salir a flote. Pegué mi cuerpo al suyo y fundí mis labios en sus besos, esos que todo lo componían, que me hacían olvidar incluso donde me encontraba parada. Desde aquella noche en que lo había conocido no había vuelto a pertenecer a ningún otro hombre, mi piel tenía tatuada sus caricias, llevaba sus colmillos grabados en mi cuello, mi labios no había parado de suspirar por sus besos, pero por sobre todo mi corazón llevaba su nombre.
No quería dejar sus labios, sus dulces besos me sentaban bien, pero había que separarse, él debía atender asuntos con la servidumbre. Vi a la mucama saludarme respetuosamente, a lo que respondí con un movimiento de cabeza, me pregunté si eso estaría bien y que se comentaría entre la servidumbre sobre mi presencia ahí. Me mantuve en silencio, no tenía ni la más mínima idea de cómo tratar con sirvientes, suponía que no era lo mismo que en el burdel, mientras miles de pensamientos danzaban en mi mente aquella mujer se alejó. –Ya se donde pasaré mi tiempo libre- comenté riendo, para luego robarle un pequeño beso –Si, si tienes razón, ha sido uno de los días más intensos de mi vida, me muero de ganas de dejarme caer en la cama y abrazarte- dije antes de seguir caminando en silencio hacia la habitación. Paso tras paso encontraba algo de seguridad, seguridad con la que podía afrontar todos los retos que tendría por delante, pero aquella noche ya no importaban, éramos solo él y yo.
Nos encerramos en nuestra habitación, en nuestras cuatro paredes, aquel mundo resumido para él y yo, sentí su abrazo y solo quise deshacerme en él, posando mis manos sobre las suyas –Podré todo de mi para adecuarme a él, si estoy a tu lado no me será difícil- ladeé la cabeza y sonreí algo cansada. Me di la vuelta y me colgué de su cuello, llenándolo de besos y caricias, mis besos se derramaron sobre sus labios y su piel –Gracias… Al fin puedo ser solo yo- le susurré al oído, ya no era más la cortesana bien pagada, de sueños rotos y de alas recortadas. Ya no fingiría para vivir, podía besar sus labios sin temores, podía entregarle mi cuerpo en paz, era solo para él, el ir y venir de hombres entre mis sabanas se había acabado, y como lo había soñado, había dejado esa vida...
Vi la enorme edificación alzarse frente a nosotros, nos acercábamos lentamente, admiré algo sorprendida los hermosos y elegantes jardines, así como la laguna, era todo tan distinto a aquello me había rodeado hasta entonces, tanta opulencia era nueva para mí. Tendría que aprender de aquel nuevo mundo que se abría ante mí, lo suficiente para lograr encajar de algún modo en él, en ese mundo en el que nunca encajaría del todo mientras mi corazón siguiera latiendo, lo sabía bien, pero no por ello dejaría de poner todo de mi parte para lograrlo. Sus palabras me sacaron finalmente de mi ensimismamiento –Y a ratos pareciera que ha sido una eternidad. El chronos y el kairos se contraponen, el tiempo cruel y tirano, confrontado a la percepción femenina de este, marcada por las vivencias interiores- suspiré sonriendo en actitud pensativa. ¿Cómo era que una prostituta sin educación conocía aquellas antiguas concepciones temporales? Era sencillo, había aprendido demasiadas cosas de mis clientes, no solo referentes a las artes amatorias, lo más granado de la sociedad europea había pasado por mi cama, no podía sino alimentarme de aquellas experiencias y además del gran numero de libros que había leído.
Guardé silencio hasta que el carruaje se detuvo frente al que desde ese entonces sería mi hogar, descendí con su ayuda, aferrándome a su mano, mirando solamente al frente de forma simbólica, dando a entender que solo me interesaba la vida que tenia por delante, no le temía a los desconocido, no le había temido antes y no le temería ahora. Crucé el umbral hacia aquel nuevo mundo del brazo del hombre que me había arrebatado el corazón, me reí sinceramente ante sus palabras –Tienes razón, no recuerdo nada de aquella noche que no sea lo que ocurrió entre tus sabanas- volví a reír, para luego dedicarle una mirada cómplice. Esta vez me fijé en cada detalle de la habitación donde estábamos, no quería perderme nada ella, vi el piano y mis ojos se iluminaron –Dime que me dejaras tocarlo para ti cada noche- le rogué bastante emocionada –Aunque solo se tocar canciones de burdel- me apresuré a agregar, siendo bastante más realista. Me sentía algo abrumada, pero no por ello menos feliz, asentí a sus palabras en silencio, temerosa de que mi charla sin sentido puede arruinar el momento, apoyé mi cabeza en su hombro, intentando procesar todo aquello.
Cuando Dorian abrió aquellas puertas me quedé boquiabierta, en mi vida había pensado que llegaría a tener acceso a una biblioteca como esa. Pestañeé varias veces como si no creyera que todo eso era realidad, fui de un lado para otro admirando esa enorme cantidad de libros, repentinamente me sentía ignorante y pequeña, yo no era sino una pobre chica de campo sin educación, autodidacta. Acaricié con suavidad el lomo de un libro, Utopia de Thomas More, uno de tantos que deseaba leer y aun no había podido hacerlo, más allá pude ver uno de mis favoritos, La divina comedia de Dante Alighieri. Volví a su lado y lo miré sonriendo encantada –Esto es… maravilloso. Me conoces demasiado bien, me deslumbra este lugar, me deja sin palabras- susurré a su oído, reí sintiéndome algo tonta, sin saber como expresar lo que sentía –¿Tendré tutores? No sabes cuanto deseo aprender- mis ojos brillaban cual estrellas. Quería ser una dama que no lo pusiera en ridículo, quería aprender lo que la vida hasta entonces me había negado, los sueños que hasta ese entonces había mantenido escondidos, comenzaban a salir a flote. Pegué mi cuerpo al suyo y fundí mis labios en sus besos, esos que todo lo componían, que me hacían olvidar incluso donde me encontraba parada. Desde aquella noche en que lo había conocido no había vuelto a pertenecer a ningún otro hombre, mi piel tenía tatuada sus caricias, llevaba sus colmillos grabados en mi cuello, mi labios no había parado de suspirar por sus besos, pero por sobre todo mi corazón llevaba su nombre.
No quería dejar sus labios, sus dulces besos me sentaban bien, pero había que separarse, él debía atender asuntos con la servidumbre. Vi a la mucama saludarme respetuosamente, a lo que respondí con un movimiento de cabeza, me pregunté si eso estaría bien y que se comentaría entre la servidumbre sobre mi presencia ahí. Me mantuve en silencio, no tenía ni la más mínima idea de cómo tratar con sirvientes, suponía que no era lo mismo que en el burdel, mientras miles de pensamientos danzaban en mi mente aquella mujer se alejó. –Ya se donde pasaré mi tiempo libre- comenté riendo, para luego robarle un pequeño beso –Si, si tienes razón, ha sido uno de los días más intensos de mi vida, me muero de ganas de dejarme caer en la cama y abrazarte- dije antes de seguir caminando en silencio hacia la habitación. Paso tras paso encontraba algo de seguridad, seguridad con la que podía afrontar todos los retos que tendría por delante, pero aquella noche ya no importaban, éramos solo él y yo.
Nos encerramos en nuestra habitación, en nuestras cuatro paredes, aquel mundo resumido para él y yo, sentí su abrazo y solo quise deshacerme en él, posando mis manos sobre las suyas –Podré todo de mi para adecuarme a él, si estoy a tu lado no me será difícil- ladeé la cabeza y sonreí algo cansada. Me di la vuelta y me colgué de su cuello, llenándolo de besos y caricias, mis besos se derramaron sobre sus labios y su piel –Gracias… Al fin puedo ser solo yo- le susurré al oído, ya no era más la cortesana bien pagada, de sueños rotos y de alas recortadas. Ya no fingiría para vivir, podía besar sus labios sin temores, podía entregarle mi cuerpo en paz, era solo para él, el ir y venir de hombres entre mis sabanas se había acabado, y como lo había soñado, había dejado esa vida...
Juliette Blackwood- Realeza Inglesa
- Mensajes : 125
Fecha de inscripción : 25/05/2010
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Re: De ahora en adelante
Aquella ya no era más la residencia real donde llegaba cada vez que quería divertirme en Paris, no era más el lugar donde muchas mujeres entraban y salían sin saber donde se hallaban pues solo tenían en mente la noche que acababan de pasar allí quizá con un hombre o quizá con un demonio. La mujer que ahora me acompañaba era la causante de que aquella casa ya no fuera la misma, esa mujer tan delicada y perfecta en muchos aspectos era quién conocía al hombre y al demonio...pero sobre todo, era quién podía entender un poco la oscuridad de una existencia eterna. Juliette llegaba por segunda vez a aquella majestuosa residencia donde ella pasaría a ser parte de la majestuosidad...no habría una despedida ni la dejaría sola en la cama como la última vez porque en adelante solo quería verla dormir y despertar, sentir su aroma, su calidez y su risa, ver el brillo de sus ojos al verla hablar de algo que la apasionaba. No recordaba el tiempo en que me había convertido en alguien tan observador, quizá hace mucho, quizá no era prudente recordar porque no quería ni tenía tiempo para hacerlo, solo quería observarla a ella y romper después de décadas el auto-exilio que me había impuesto sobre llegar a sentir algo por alguien, no sabía lo que eran los sentimientos pero estaba dispuesto a tratar de recordarlos desde el tiempo en que fuera humano.
Pasábamos junto al piano después de entrar, nos detuvimos un breve instante y reí después de escucharla -Podrás tocar toda la noche, todo el día siempre que quieras, sean canciones de burdel o adagios...los aprenderás con tan solo un mandato- le dije y seguí llevándola entre corredores, estaba ansioso de mostrarle aquel lugar que era para mí un santuario y que seguramente lo sería también para ella. Las grandes puertas se abrieron para revelar la biblioteca una vez que llegamos, ella se impresiono tanto como esperaba pero sobre todo me sentí conforme con su emoción y sus ansias de conocimiento -Sabes que cuentas con todo lo que está a mi alcance para cumplir tus deseos pero...espero que no pases más tiempo aquí que conmigo- dije bromeando en la última parte y luego la bese bajo el mismo techo donde una vez había decidido no volverla a ver.
Irónicamente, después de haber ido de extremo a extremo por la residencia, la habitación fue el último lugar pero era la parada final, por lo menos por aquella noche. Sus cosas ya se encontraban dispuestas en la habitación que según mi deseo desde entonces pertenecía a los dos aunque podía no ser bien visto en el futuro hasta que llegara a mejores términos con ella. Se suponía que un rey podía tener cuantas amantes quisiera pero ¿ella solo era mi amante?, aún habían cosas que aclarar después de su llegada y una de ellas era como seria nuestra vida en adelante, quizá la emoción del momento estuviera aturdiendo mi razón y sería mejor pensar después...si, era mejor pensar después porque nada podía sacarme de ese frenesí semejante a cuando la mas deliciosa sangre era bebida, el deseo de volver a poseer su piel.
-Tu historia tiene un nuevo inicio, en adelante nunca dejaras de ser tú- respondí antes de rodearla con ambos brazos mientras ella se colgaba de mi cuello, sus labios fueron recibidos por los míos como si lo hubiera estado deseando siempre, la verdad era que la deseaba entera, esa parte de mi naturaleza era un estilo de vida, la carne siempre llamaba a la carne y no podía evitarlo. Ella que estaba acostumbrada a los placeres de la cama quizá encontraría que sus noches no serian tan diferentes pues siempre seria deseada y amada, las caricias recorrerían su piel una y otra vez porque aquel era yo, ella lo sabía, un ser que amaba por sobre muchas cosas el placer carnal. Por esta razón no me quede solo en besos, mis manos paseaban por su espalda y luego por las curvas de su cintura y caderas, su cuerpo bien torneado y deseable como lo recordaba solo llamaba a mi descontrol como muchas otras veces.
En vano le había pedido que se pusiera su mejor vestido, esa noche el vestido seria hecho jirones porque no importaba si fuera de seda o lana que de igual forma abría de desgarrarlo con ambas manos porque se interponía en mi camino hacia su piel. Quise deshacerme del vestido por la parte de la espalda, un crujir se escucho cuando los hilos estallaron y deslizaba la tela de un lado por su hombro, deje de besarla aunque me quede muy cerca a ella respirando de su mismo aliento cálido, el que yo no poseía -Ahora no tendrás que preocuparte por los vestidos, puedes ponerlos a una cuenta y te serán devueltos mas intereses- bromee y bese su cuello. Quedaba una eternidad para besarla cuando me detuve al sentir en mi lengua las marcas que aun ella conservaba en el cuello…un problema que surgió enseguida ¿podría detenerme y no beber de ella?, no quería matarla y a pesar de que el sabor de su sangre se había quedado grabado en el paladar, en la garganta y en la memoria…no quería herirla de nuevo.
Pasábamos junto al piano después de entrar, nos detuvimos un breve instante y reí después de escucharla -Podrás tocar toda la noche, todo el día siempre que quieras, sean canciones de burdel o adagios...los aprenderás con tan solo un mandato- le dije y seguí llevándola entre corredores, estaba ansioso de mostrarle aquel lugar que era para mí un santuario y que seguramente lo sería también para ella. Las grandes puertas se abrieron para revelar la biblioteca una vez que llegamos, ella se impresiono tanto como esperaba pero sobre todo me sentí conforme con su emoción y sus ansias de conocimiento -Sabes que cuentas con todo lo que está a mi alcance para cumplir tus deseos pero...espero que no pases más tiempo aquí que conmigo- dije bromeando en la última parte y luego la bese bajo el mismo techo donde una vez había decidido no volverla a ver.
Irónicamente, después de haber ido de extremo a extremo por la residencia, la habitación fue el último lugar pero era la parada final, por lo menos por aquella noche. Sus cosas ya se encontraban dispuestas en la habitación que según mi deseo desde entonces pertenecía a los dos aunque podía no ser bien visto en el futuro hasta que llegara a mejores términos con ella. Se suponía que un rey podía tener cuantas amantes quisiera pero ¿ella solo era mi amante?, aún habían cosas que aclarar después de su llegada y una de ellas era como seria nuestra vida en adelante, quizá la emoción del momento estuviera aturdiendo mi razón y sería mejor pensar después...si, era mejor pensar después porque nada podía sacarme de ese frenesí semejante a cuando la mas deliciosa sangre era bebida, el deseo de volver a poseer su piel.
-Tu historia tiene un nuevo inicio, en adelante nunca dejaras de ser tú- respondí antes de rodearla con ambos brazos mientras ella se colgaba de mi cuello, sus labios fueron recibidos por los míos como si lo hubiera estado deseando siempre, la verdad era que la deseaba entera, esa parte de mi naturaleza era un estilo de vida, la carne siempre llamaba a la carne y no podía evitarlo. Ella que estaba acostumbrada a los placeres de la cama quizá encontraría que sus noches no serian tan diferentes pues siempre seria deseada y amada, las caricias recorrerían su piel una y otra vez porque aquel era yo, ella lo sabía, un ser que amaba por sobre muchas cosas el placer carnal. Por esta razón no me quede solo en besos, mis manos paseaban por su espalda y luego por las curvas de su cintura y caderas, su cuerpo bien torneado y deseable como lo recordaba solo llamaba a mi descontrol como muchas otras veces.
En vano le había pedido que se pusiera su mejor vestido, esa noche el vestido seria hecho jirones porque no importaba si fuera de seda o lana que de igual forma abría de desgarrarlo con ambas manos porque se interponía en mi camino hacia su piel. Quise deshacerme del vestido por la parte de la espalda, un crujir se escucho cuando los hilos estallaron y deslizaba la tela de un lado por su hombro, deje de besarla aunque me quede muy cerca a ella respirando de su mismo aliento cálido, el que yo no poseía -Ahora no tendrás que preocuparte por los vestidos, puedes ponerlos a una cuenta y te serán devueltos mas intereses- bromee y bese su cuello. Quedaba una eternidad para besarla cuando me detuve al sentir en mi lengua las marcas que aun ella conservaba en el cuello…un problema que surgió enseguida ¿podría detenerme y no beber de ella?, no quería matarla y a pesar de que el sabor de su sangre se había quedado grabado en el paladar, en la garganta y en la memoria…no quería herirla de nuevo.
Invitado- Invitado
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