Adelante el Occiso {Privé}

por **Pascale Osmont d'Amilly** Miér Dic 17, 2014 10:07 pm

Pascale sonreía, reluciente como ninguna de las estrellas del firmamento. Cosa curiosa para el contexto en el cual se hallaba, pues ella no se encontraba paseando por su jardín ni bailando con condes en algún palacio de lujo. Ni siquiera por la elegante vestimenta que había elegido se podía desprender que acudiera a algún evento de importancia. En realidad, no tenía relevancia alguna para la sociedad francesa lo que estaba haciendo; el trigo no subiría su precio y las relaciones internacionales de la nación no verían alteradas sus redes. Pero para ella tenía el nivel de un acontecimiento a nivel mundial.

¿Qué podía estar haciendo a esa hora de la madrugada una mujer solitaria vestida de etiqueta? Para contestar esa pregunta, primero había que preguntarse en dónde estaba. Ella caminaba por el cementerio, pero no había muerte ningún conocido. Y aunque hubiese habido un fallecido, esa despampanante sonrisa no coincidía con el ambiente fúnebre.

¿Sin respuestas? ¿Ni idea? Pues bien… Pascale se encontraba buscando la tumba perfecta no para quien hubiese dejado de respirar, sino para quien pronto dejaría de hacerlo. Hacía semanas que planeaba, se rebuscaba y masticaba su plan. Cada hombre era diferente, pero el método era el mismo: Casarse, poseerlos, celarlos, tomar sus vidas y luego huir del país para repetir el ciclo en alguna tierra lejana. Así no tendrían nada más para entregarle a ninguna otra mujer. Pascale estaba demente, hambrienta de posesividad, afecto y deseo. Necesitaba que la necesitaran. Le urgía prolongar esa necesidad hasta más allá de la vida. La única forma de hacer eso era a través de la muerte. Dulce muerte que regalaba con sus besos asesinos.

Detuvo su paseo por el cementerio cuando un mausoleo captó su atención. Ella inhaló como una quinceañera ante al hallazgo. Se apegó a las rejas como quien acababa de recibir un nuevo guardarropa. La emocionaba su plan como si ya lo estuviese viviendo. Muy pronto esa vacía estancia sería colmada con el lindo cadáver de un cónyuge fallecido. Pero primero tenía que casarse. Pues bien, eso estaba en trámite. Era cuestión de tiempo antes de que la historia volviera a repetirse.

Ahí enterraría a su futuro marido, junto a las rosas, para que cuando éstas crecieran en primavera, pudiera pincharse los dedos en ellas. Así recordaría la sangre derramada en las gotas carmesí que salieran del abrazo con sus manos.

Abstraída del mundo real casi en su totalidad, Pascale susurró al hombre que ocupaba su cabeza.

—¿No te gusta? Yo lo encuentro digno de un príncipe. Aquí estará tu cuerpo. Encerrado, lejos de otros ojos, de manos ajenas, de besos que no sean los míos. —rió coqueta, como si estuviese seduciendo con la mirada— Lo único que lamento es que este es el mejor lugar que he podido encontrar, pero una vez que te entierre, no volveré a verte, mi cielo. ¿No ves que no puedo dejar que me capturen?

Volvió a reír, pero esta vez sonó aún más descolocada. Era cada vez más excitante repetir ese ciclo de muerte. Casi podía verse con una guadaña guardándose almas. Hasta vislumbraba el día del funeral, con los familiares de su marido compadeciéndola por su pérdida.

De pronto, algo cortó el aire. Pascale se sintió acompañada.

—Oh… ¿no fui la única que vulneró el horario de visitas?

por **Balthazar DeMilan** Vie Dic 19, 2014 3:09 am

Después de varios días en París me apegaba a sus forma de vida y de la sociedad de esta cuidad con la que esperaba mezclarme pero siempre lo dejaba por ultimo de mis tareas, pues las reuniones eran mis favoritas, estaba de madrugada y yo deambulaba con mis trajes favoritos.
Caminaba por las calles mientras observaba a las mortales caminar a mis lados, entre mis pensamientos mas mórbidos de mi ultima victima, había sido una mujer atractiva que al igual que ami le gustaba el dolor mezclado con cierto placer, solo cerré mis ojos por un momento y sonreí al recordar ese olor a muerte y sangre.
Seguía mi camino hasta que me percate que estaba en cementerio, me dio curiosidad y mas por las fascinantes entes que podía ver en sus lugares, me desplazaba por las sombras y las frías lapitas que tenían cierto atractivo, mi mente estaba en la curiosidad plena , cuando de mis oídos escuche la voz de una mujer que al parecer estaba tramando algo, era mortal, lo sentía y olía a metros, avance unos pasos de ella, miraba su sangre como recorría todo su cuerpo por encima de sus ropas, solo sonreí, solo me recargue de espaldas en una lapida mientras la observaba cuando escuche lo que dijo, tal ves se había dado cuenta de mi presencia, me quede en el mismo lugar y me limite a contestarle
- al parecer... no ... mademoiselle..-

por **Pascale Osmont d'Amilly** Sáb Ene 17, 2015 7:34 pm

La viuda negra se sonrió en el acto ante tan peculiar coincidencia; estaba en un nido de muerte y más encima charlando con la Parca misma. Pero no terminaba allí, pues ¿quién no le decía que esa sería su última noche con vida? Era extraño: no quería morir, pero a la vez no temía a la muerte. Parecía que después de tantos años aniquilando el latir de los corazones ajenos, se había hecho socia de la defunción.

Se giró gradual y petulantemente para hacer frente a esa voz de ultratumba, convencida de estar protegida por los sepulcros que se había encargado de llenar con hombres vigorosos y acaudalados, como si aquello constituyera un amuleto contra los portadores de muerte. Esbozó una coqueta sonrisa al desconocido al comprobar sus elegantes ropas y porte garboso. Ay, sólo podía ser un loco o un temerario; sólo eso explicaría por qué un hijo de noble cuna arriesgaría su preciada vida visitando supuestamente a solas un cementerio sin escolta para protegerlo. No debía ser de pasos muy limpios, al igual que ella, pero podían fingir ser intachables miembros de la Corte, más de lo segundo que de lo primero.

—Pero qué aventurero paseo ha decidido tomar esta noche. Un paraje un poco inusual y tenebroso, si me permite decirlo. Debe haber amado apasionadamente a quien viene a ver y no haber sido correspondido. Siempre es más fácil dejar ir a de quien ya no queda nada más para tomar. —inclinó ligeramente su mentón en un elegante gesto y caminó naturalmente hacia el extraño hasta quedar a un par de metros.— ¿Estoy en peligro, señor, o es que puedo respirar tranquila entre quienes ya no lo hacen más?

Ahora la temeraria era ella.

por **Balthazar DeMilan** Vie Ene 23, 2015 3:36 am

La estaba observando pues sus movimientos y mi poder veía a través de ella , era una mujer astuta con una mentalidad sublime ante la muerte , solo sonreí de lado levemente pues personas y sobre todo mujeres con cierta habilidad de arrancar ese hilo mortal de los humanos, solo solte un suspiro pues tenían un mejor sabor en sus venas que aveces para mi era como un privilegio que mis labios los tocaran.

Esa mujer tenia clase y era educada y por la forma de vestir sobre todo de hablar notaba que era de clase, solo pase mis manos por detrás de mi escuchando sus palabras que portaban con cierta fluidez de decencia que daba amostrar, ya que no solo era atractiva, mire sus ojos y cuando bajo el mentón me incorpore un poco mas con mi mirada fría que solía poseer.

- puede usted... mademoiselle.. ya que soy un hombre de principios..- dije sosteniendo mi mirada y me le acerque a unos pasos para no incomodar - yo respeto en absoluto a personas importantes como usted... claro que si me permite decir que... por que una mujer ... tan atractiva y refinada ... hace en estos lugares tan tenebrosos?.- pregunte acercándome un poco mas - Lamentablemente yo... no tengo a alguien aqui... solo tomo estos lugares para desahogar mi depresión momentánea..- conteste a su primera pregunta - puedo preguntar como se llama mademoiselle?.- me limite a preguntarle ya que esperaba esa respuesta para saludarla con un beso en su mano.

por **Pascale Osmont d'Amilly** Mar Ene 27, 2015 4:55 pm

Qué mortal sonrisa. Tanto así que Pascale no pudo hacer nada más sino sonreír de vuelta, aunque estuviera —sin saberlo— siéndole risueña a uno de los depredadores de talla mundial de la faz de la tierra. Debía ser la especie poseedora del segundo lugar en la carrera de la destrucción; en primer lugar estaba el ser humano a secas, como ella. Y si llegaban a ser tan vesánicos como el hombre corriente, Pascale estaba dispuesta a admitir la superioridad de la ficticia raza vampírica. Cuando hubiera vuelto su amor en una condena de muerte absoluta, ella los reconocería. Mientras no pasara, seguiría embriagándose con su propia osadía con cada visita que hacía al baúl que contenía las ropas de sus difuntos maridos.

A medida que se acercaba tal varón, más diferente se le hacía. Tenía un no se qué que hacía que sintiera espinas en la nuca inmovilizándole los pies. Se parecía al efecto que le producía la presencia de Tristan, pero en vez de evocarle calor, le traía el hielo. Extraños dos contrarios medios para la misma consecuencia. Eso, lejos de repelerla, despertaban su curiosidad. Una letal pero medida curiosidad.

—Oh no, señor. De tenebroso este sitio nada. Los muertos están en paz; no nos harán daño. Aunque nosotros estamos aquí. Con principios, tal vez. Pero concordará conmigo en que es más sencillo compilar una centena de principios que cumplir uno solo de ellos, sin afán de desmerecer a vuestro señor. —inclinó su cabeza a un lado, como un ciervo oyendo al viento. Oía el réquiem del deceso seduciéndole los oídos. Por algún motivo ese hombre le recordaba aún más a su amada muerte— ¿No es costumbre presentarse antes de pedir el nombre de la otra persona? —hizo una pausa antes de seguir como si nada— No se preocupe; no soy rencorosa —qué mentira más fatal, pero no se le movió un músculo al decirla. Estiró su mano como si nada para ser besada— Puede llamarme Pascale.

No ofreció sus apellidos por obvias razones. Si Tristan llegaba a enterarse de que la señorita había estado en un cementerio a solas, su reputación podía estar en serio riesgo.

por **Balthazar DeMilan** Jue Ene 29, 2015 2:04 am

La seguida mirando al escuchar sus palabras de aquella mujer despampanante en ese lugar, me había cautivado desde el momento que la note entre unas lapidas, parecía pensativa en sus planes, sera de tema de estrategia con que ella actuaba y eso me había atraigo en un principio. Sonreí son cierta frialdad al escuchar como decía de los muertos , tenia razón ellos tenían paz, había recordando la ultima ves que vi un fantasma pero solo basto con mirar sus movimientos para olvidarme de ello.

Se había dado cuenta de mis palabras y a la hora de besar su mano en saludo escuche su nombre, la seguir mirando pues ella tenia cierta presencia en la sociedad - es un placer... conocerla.- susurre, mordí un poco me labio inferior mientras me incorporaba para verla mejor - usted.. tiene a alguien aquí verdad?.- dije mirando después hacia la tumba , después de todo los perversos tienen mejor sabor en la sangre - lamento .. su perdida mademoiselle...- volviendo mi mirada hacia ella.

Había espiado sus pensamientos , lo que ella veía en si , era fría por eso tal ves me llamo mucho la atención cuando la vi, escuchar sus palabras , fuera lo que fuera para que me contestara , estaba impaciente por conocerla mas , sin que mi poder de interpusiera, pues la mayor parte de los aristócratas no tenían esa mente de la muerte sino de fortunas pero casi no parecida a la de ella .

por **Pascale Osmont d'Amilly** Vie Feb 27, 2015 9:08 pm

—Un placer que tal vez usted prolongue de manera improvisada. Hacía tiempo que no charlaba con nadie que compartiera esta rutina, si me disculpa mi indagación aventurera. Es que no parece un principiante en estos paseos. Echaba de menos intercambiar palabras con una faz que no estuviera calcada en una lápida.

Un relámpago oscuro cruzó el rostro de Pascale, una furia silenciosa y poderosa como la muerte. Sus pómulos se veían más sobresalientes de lo usual con esa tensión en la boca. Su cara casi no era de este mundo. Algo perturbador tenía ese hombre que despertaba en ellas esos sentimientos oscuros que disfrazaba tras una apariencia joven y un acento de alta alcurnia.

—Sí —mantuvo esa sonrisa que dejaba fijos Porque dentro de su locura, esa era la única verdad. Todavía no existía un cuerpo que hubiese hecho propio bajo ese espacio de tierra, pero era lo de menos. Ella sentía el calor de su próxima víctima escurrirle entre las manos, aun enguantadas. Se llevaba bajo la piel, acariciando desde el ardor del bajo vientre hasta la punta de los pies.— Sí, tengo a alguien aquí. Es como un país de un mundo subterráneo, así como una réplica vampírica de la cotidianeidad. Me doy cuenta de que revelarle un hábito como este podría arruinar la impresión que usted está recién comenzando a formarse de mí, porque sí me atrevería a decir que difícilmente podría llamárselo apropiado.

Pascale permaneció con el rostro levantado, abstraído. Así hasta que pasaron escasos segundos y caminó por el lado de Balthazar hacia delante con un delicado gesto, como si reemprendiera su camino. Pero no se retiró por completo, sino que miró por sobre el hombro hacia atrás, donde unos ojos nocturnos le agujereaban la columna. Volvió a sonreír peligrosamente confiada. Gentil por nada.

—Ah… qué ganas de haber venido como hombre y ser inmune ante los reproches de decencia. —fingió un tono de femenina lástima— Pero ya que estamos aquí, lo invito a un juego improvisado: hagamos como si usted estuviera visitando a su ser más querido arrebatado cruelmente de sus manos y yo fuese una buena samaritana que le acompaña en su dolor.

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