"Chacun sait que les histoires sont imaginaires. Nous savons qu’elles ne sont pas vraies même quand elles nous disent des vérités plus importantes que celles que nous pouvons trouver ailleurs." [tiempo actual] [Joao]

- Sólo cinco minutos más... - fue lo primero que murmuré aquel día ante el siempre molesto y no tan efectivo sonido del despertador que tenía en mi mesita de noche. El fin de semana en Brasil había comenzado ayer por la noche con una fiesta que me había dejado absolutamente tirado (aunque confieso que no bebí...demasiado) en la cama sin ganas de levantarme. El despertador seguía y seguía sonando y yo pedía tregua con uno que otro ruego en el portugués más puro que había dicho desde hace bastante tiempo. Finalmente me senté en la cama y apagué el aparato y fue entonces cuando revisé la hora con los ojos entrecerrados.

¡DIEZ Y MEDIA! - fue lo que inmediatamente exclamé a la vez que de un salto me levantaba y de otro salto cruzaba la cama para alistarme. Me había centrado tanto en la fiesta que había olvidado por completo que tenía que hacerle clases de Surf a mi obsesión más reciente: Adda Giardelli. Una mujer hermosa en absolutamente todo sentido, pero que siempre rechazaba mis invitaciones (que no han sido pocas desde que llegó) a ir a beber algo o a bailar un poco de Samba. Pero bueno, tenía que apurarme para volver a ver esos ojitos azules y eso hice.

Me duché en prácticamente nada de tiempo y me puse mi short playero favorito: rojo de rayas negras. Tomé mis cosas y bajé velozmente, agradeciendo internamente que vivía sólo a unos cuantos pasos de la playa así que el atraso no sería TAN notorio. Sin embargo, algo no iba nada bien cuando di mis primeros pasos en la arena. Había bandera roja...y eso significaba sólo una cosa: prohibición de bañarse y prohibición de hacer clases, en consecuencia. Inmediatamente después vi gente corriendo hacia el mar que parecía muy bravo. ¿Qué estaban haciendo? ¡Pero si estaba prohibido bañarse! Fue entonces cuando un compañero de profesión me contó la situación con un grito.


¿Qué? ¿Adda ahogándose? ¡MALDITA SEA! - maldije en portugués y a toda velocidad superé a todos y me arrojé contra el imponente y desafiante océano por medio de un chapuzón practicado por años. Recuerdo haber oído gritos que intentaban en vano detener mi actuar pero esa mujer era mi responsabilidad, además de la persona que me había robado el corazón recientemente. Logré atraparla entre mis brazos siempre manteniendo su cabeza fuera del agua y comenzó allí la terrible lucha para salir de ese verdadero torbellino de agua y sal que nos hacía girar y dar volteretas con violencia; lucha que duró un buen rato hasta que mis compañeros gracias a una maniobra coordinada lograron sacarnos del agua.

Yo estaba mareado, y también había tragado bastante agua, pero el problema era Adda. Mis compañeros intentaron detenerme y dejarme tumbado en la arena pero ignoré sus recomendaciones para acercarme a mi alumna. Recuerdo haber visto a sus amigas también acudiendo igual que el típico grupo de curiosos pero les ignoré, ya que había sólo un objetivo en mente.

Revisé pulso, presioné pecho. No reaccionaba. Me mordí el labio y tras toser un poco a un costado y llevarme la mano al rostro continué, a pesar de las advertencias y consejos de mis amigos que buscaban apartarme. Escuché su respiración y era demasiado débil, lo que me estresó un poco más, por no decir muchísimo. Había que actuar rápido y sólo había una táctica: respiración boca a boca.

Ante la mirada atenta (y envidiosa) de ese grupo de gente le abrí la boca como rezan los manuales de primeros auxilios y posé mi boca sobre la suya para darle aire en varias secuencias que a la larga dieron su resultado trayendo de vuelta a la vida a la chica. Sonreí y me aparté para dejarle respirar pero terminé yo siendo el que tuvo dificultades para mantenerse conciente debido a que no me habían hecho esos ejercicios. Me tumbaron en la arena a unos metros de la chica mientras ésta era rodeada y cuidada por sus amigas y un par de salvavidas y me atendieron, aunque yo tenía mis ojos, mis labios y todos mis sentidos puestos en mi alumna.

Suspiré aliviado al verla despertar y aquel suspiro me valió una tos bastante fea, escupiendo un poco de agua, provocando la preocupación extrema de los que me acompañaban, quienes lograron estabilizarme con unas cuantas maniobras de respiración. Pero no me importaba, sólo quería el bienestar de Adda y así lo había conseguido. Y la verdad me sorprendió que se acercara a mí con tanta facilidad, aunque no tanto el alejamiento de mis compañeros, seguramente envidiosos por el posterior abrazo que recibí. Le correspondí rodeándola con ambos brazos y le susurré al oído .- Lo que importa es que estás viva, Adda.

Me miró a los ojos y me dijo indirectamente que fuese a donde se estaba quedando. Era un hotel conocido en Brasil para los extranjeros y más aún para mí que soy un originario de la zona que ha paseado por años en esas calles tanto de día como de noche. Asentí y le vi irse con sus amigas, recibiendo de inmediato unas cuantas burlas y ánimos de mis compañeros para ir a verla; lo que iba a hacer sin su "amable" recomendación.

Pasó un poco más de tres cuartos de hora cuando estaba ingresando al hotel en que Adda se hospedaba. Yo vestía una camisa blanca veraniega, con un par de botones desabrochados y unos shorts azules además de unas sandalias muy cómodas. Me puse frente a la puerta de la habitación e ingresé ya que estaba entreabierta, seguramente por acción de ella. Dije "permiso" muy suavemente y me adentré en aquel lugar, llamándome la atención de inmediato el ruido de una ducha. Y era obvio, se estaba bañando. Eso se sabía sin siquera ir a mirar. Pero me tenté y fui, sigilosamente apoyándome en la pared y asomando un ojo por la rendija, ojo que se abrió muchísimo al verla completamente desnuda, húmeda...y...caliente...

Retrocedí un par de pasos y me apoyé nuevamente contra la pared, en un estruendo que posiblemente ella notaría. Me llevé una mano al pecho, agitado y miré luego hacia abajo, a mi pantalón. Afortunadamente no había pasado nada pero...si volvía a mirarla por más tiempo en esas circunstancias no podía predecir lo que sucedería.

Mi cuerpo entero tembló cuando le escuché llamarme, y volvió a estremecerse cuando la vi con nada más que una toalla como impedimento a verla como estaba en la ducha. Me sonrojé mucho y asentí nervioso varias veces, luchando contra mi instinto varonil de no mirar e imaginar más allá de lo poco que tenía puesto. Había tenido la oportunidad de verla con la tenida para las clases de surf y unas cuantas ropas semiformales pero...así se veía por decirlo menos, distinta.

Me dio un beso en la mejilla como un saludo cualquiera y pareció darse cuenta del porqué de mi sonrojo tan marcado por lo que dijo y por lo que hizo. Esta vez no la seguí al armario, ya que me graduaría de pervertido y me ganaría además de una ley del hielo de por vida una cachetada que dejaría ronchas, además de burlas eternas por todos lados. Por eso me di ánimo y fortaleza y permanecí ya no tan apegado a la pared, dándome mi propio espacio e imaginando cómo se iba a vestir. Supuestamente ese armario estaba lleno de ropa de tres o cuatro personas distintas, así que seguro habria una variedad fantástica de prendas para vestir. Me entretuve imaginando qué cosas se podría poner hasta que la escuché, y luego la vi.

Mi boca quedó abierta, pero no precisamente por hambre. Mi respiración se agitó, pero no precisamente por haber corrido como desesperado. Mis ojos se abrieron, y no precisamente por haber despertado. Adda se veía espectacular con ese vestido. Era como si hubiera nacido con él puesto. Me preguntó si tenía hambre y yo con una cara de imbécil baboso. Me hubiera encantado tener un espejo para darme un par de cachetadas y reajustarme la boca que parecía no tener huesos, sintiéndola deslizarse por mi piel para caer al suelo. (Sí, fue demasiado exagerado, pero realmente me sentía así tras verla...véanla desnuda y luego con ese vestido y luego me cuestionan si exagero, eh?)

Se me fue acercando y yo sentía que el corazón se me aceleraba de manera increíble, siendo extrañamente calmado por esas manos que se pasearon por mi pecho y luego me abrazaron. Y lo que vino después no necesita descripción...era un sueño hecho realidad. Un contacto que había estado esperando por semanas y que por fin se capitalizaba de la manera más inesperada. Cerré los ojos y correspondí suavemente por un par de minutos, hasta que a ambos se nos acabó el aire y tuvimos que separarnos. Le miré más sonrojado, aún incrédulo por lo que acababa de suceder y le acaricié la cabeza y la mejilla con mi mano derecha, con un semblante tierno en mi rostro. En silencio volví a acercar mi boca a su piel pero esta vez me dirigí a su oído, para susurrarle de manera inesperadamente incitante.

-Sí, tengo hambre...

SI hubiera sido cualquier mujer la que me hubiera dicho "tenemos que esperar", me hubiera largado sin siquiera probar de la pizza que habìa pedido. Pero era ella; con ella no podía hacerlo. Me molestaba un poco, pero ella había sido tan considerada en invitarme a su departamento y preocupada pidiendo una pizza que al final lo único que hice fue simplemente negar con la cabeza y sonreir con una mezcla de ternura...y estupidez. Esa sonrisa dejó de ser tan boba cuando susurró en mi oído tras una serie de besitos que hicieron que todos mis pelos se parasen y cuando me rodeó entre sus brazos dentro de lo que podía, pero tocando perfectamente la tela de mi camisa. Busqué rodearla de nuevo por unos instantes y eso hice, hablándole con el silencio y con la mirada que ya se había instalado en mí. Esos ojos maravillosos me tenían hipnotizado, igual que su voz y su tacto...

Me tomó la mano y me mostró el lugar: realmente era perfecto y completamente digno de ella, aunque yo le compraría algo mejor aún que no tuviera que pagar. Fue un pequeño tour que culminó con una vista más maravillosa que la costa brasileña desde su ventana: ella misma dándome la "bienvenida" a su habitación, la cual era igual de vistosa que las demás, con detalles casi de lujo y que eran los que habían hecho tan famoso al hotel y tan recurrido por tantos años. Asentí ante su pregunta con una gran sonrisa y empecé a acercarme para tomarla y probar esa cama con ella pero Adda se encargó de romper con esas ilusiones, al menos temporalmente, corriendo hacia la puerta. La pizza había llegado. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Me acerqué rápidamente para acompañarla y observé que era un hombre el que traía el "alimento". Miró a Adda con un aprecio típico de un casanova y luego me miró a mí con desprecio y envidia, y yo obviamente le devolví esa mirada, con una de mis mejores advertencias de "largo de aquí o te moleré a puñetazos cuando te vea". Y como siempre, notó mi amenaza y se largó, aunque creo que fue más por el set de billetes que Adda le dio por la pizza. Luego la puerta se cerró y quedamos solos otra vez, con el olor de la pizza embriagando toda la habitación, pero francamente me daba lo mismo. Yo estaba hipnotizado otra vez y me relamí los labios ante sus palabras a la vez que mis piernas se movían solas hasta la puerta y mis brazos buscaban su perfecta y curvilínea cintura. Mis ojos encontraron los suyos y mi boca humedeciò su oído con la lengua, para luego responderle con voz ronca:

- Lo que quiero comer, está justo aquí frente a mis ojos.

Dicho eso, y sin esperar su reacción, volví a unir mis labios con los de ella, tomándolos con suavidad y pasión, con lentitud y ansias, con diversión y seriedad al mismo tiempo. La pizza iba a enfriarse, pero me daba igual. Lo único que quería era estar con Adda, tomarla, sentirla, disfrutarla y amarla como nunca nadie lo haría.

Ya no había vuelta atrás, ni pizza que nos detuviera. Nuestros labios parecían estar en guerra, atacando sin descanso al otro, buscando quitarnos el aire mutuamente con pasión y deseo completamente desatado a la vez que nuestras manos se paseaban por el cuerpo contrario como si fuera el propio, sin ninguna especie de permiso o reclamo, sin ningún tipo de contención o miedo. Ambos nos deseábamos, y la fricción entre nosotros era tal que no daba tiempo a nada, ni siquiera a respirar o a pensar lo que estábamos haciendo, porque ambos sabíamos en lo que iba a terminar, bastaba con mirarnos a los ojos y entendernos sin hablar, sabíamos donde tocar y cómo provocar al otro, y eso realmente era placentero, más aún que el mismo acto en que nos íbamos a envolver pronto.

Sus susurros me causaban sorpresa, ya que lo que decía no coincidía con cómo había actuado en todo ese tiempo: evitándome y mirándome como si yo fuera un casanova cualquiera que quería engañar o quizás qué estupidez hacer. Pero al mismo tiempo me aliviaban por hacerme confirmar que lo nuestro era mutuo, y que no me quedaría "con las ganas" de estar con ella sólo porque ella no lo quería; y , por supuesto, me excitaban muchísimo más, tanto así que cuando se colgó de mis caderas con sus maravillosas y esculpidas piernas mi pantalón dejó de ser tan cómodo y lo que antes no destacaba rápidamente se alzó, dando paso a algunas caricias de Adda que me hicieron bajar a su cuello besándolo y lamiéndolo, y regalándole unos cuantos suspiros graves que casi parecían gruñidos de un animal que estaba relajado; aunque relajación no era lo que yo precisamente sentía.

La apegué más contra la puerta para no tener problemas con el equilibrio y me dediqué por un rato a acariciar su cuerpo: abdomen, muslos, brazos, caderas...ni siquiera sus maravillosos atributos delanteros se escaparon de mis manos, manos que querían hacer a esa piel bendita total, completa y absolutamente mía sin ninguna oposición. Mi pecho sudoroso quedó al descubierto y mi pelvis empezó a empujar de manera casi inconsciente contra su cuerpo deseando más, y fue en ese momento cuando de nuevo hizo ese camino al oído que yo adoraba y dijo algo que por esos instantes yo había olvidado: su cama. Mi mente estaba tan enfocada en el placer previo y tenía asumido que nos ibamos a unir ahí mismo, pero la cama era una idea mucho más tentadora y útil, ya que tendríamos comodidad y espacio de sobra para amarnos de la manera más pasional que nuestra excitación permitiera. Le ayudé a quitarse el vestido y el brassier y quedé maravillado con lo que vi, pero que disfrutaría más tarde. Me quité las sandalias y la cargué tomando y presionando ese magnífico trasero contra mi hombría ya manifestada y deseosa de salir, llevándola entre besos, lamidas, mordiscos y susurros a su cama, ruta que disfruté de sobremanera por el roce entre ambos cuerpos completamente bañados de adrenalina.

Entré y la deposité en aquel doble colchón , dejando de apresarla por el trasero para apoyar mis manos a ambos lados de su rostro y volver con los besos apasionados, sumándole jadeos y suspiros que parecían que me iban a dejar sin aire en cualquier momento. Mi calor era desbordante y esperaba que el de Adda también lo fuera, aunque verla actuar de esa manera era suficiente prueba de mi deseo. Mi boca bajó por su cuello, trazando mi lengua un camino húmedo y ardiente hasta sus pechos, quedándome allí para hacerlos míos con lujuria, esperando escuchar lo que tanto quería escuchar: sus gemidos.

El tenerla bajo mi cuerpo era la sensación más agradable que había tenido en toda mi vida, tanto así que parecía irreal, parecía un sueño de esos húmedos que te hacen quitar las sábanas a mitad de la noche y levantarte para "enfriarte" de cualquier manera. Pero lo bueno para mí (y lo increíble y maravilloso de todo eso) era que esto no era un sueño, era una realidad...aunque una realidad tan buena que parecía siendo sueño, y por eso no me daba lugar a discutir en mi mente si era cierto o no, sino que simplemente me lancé y me dejé llevar tal y como estaba haciendo ahora, disfrutando el momento como era mi costumbre.

Entre tanta lamida, beso y caricia sentí que mi mano fue llevada a los bordes de la única prenda que me separaba de su desnudez total, tocando esa delgada línea de tela que daban ganas de romper y remover con furia, como si tuviera la culpa de algo...aunque efectivamente la tenía,
pero no me iba a dar la lata de plantearme esas preguntas existenciales cuando estaba sobre la mujer de mi vida en el acto de mi vida. Su desesperación por quitarme el short hizo que sus tocaciones fueran absolutamente alocadas, lo que no pude dejar pasar con unos jadeos profundos y llenos de placer, casi sobrecargado. - Adda....- dije en uno de ellos a la vez que alzaba la cabeza un poco para mirarla y tomar sus labios de nuevo con locura, dejando que tocara mi hombría con claras intenciones de quitar mi prenda, pero al parecer la ansiedad nos estaba pasando la cuenta a ambos, y eso quizás no sería bueno. Traté de calmarme y la apresé con mis manos en sus muñecas, mirándola fijamente a esos ojos cautivantes casi hipnotizantes; mis jadeos y mis suspiros, aunque controlados, resoplaban siempre en la boca de la dueña de ese cabello rubio que me encandilaba de sólo verlo. Le sonreí cómplice como si fuera a hacer una maldad y, la verdad no estaba lejos de ello, ya que mi boca empezó a bajar por su barbilla, por su cuello, luego por sus perfectos pechos y así, hasta que con una lamida lenta y desesperante bajé por su abdomen hasta la prenda tan maldita en esos instantes. Sonreí de nuevo, con más maldad todavía y con los dientes empecé a tirar. Una vez, dos veces, tres veces...cuatro... y así se fueron sucediendo, hasta que la húmeda prenda salió de mi camino con ayuda de mis manos, pasandola por las piernas de ella y tirándola lejos. Me incorporé un poco quedando de rodillas y me dediqué a admirar por lentos segundos su cuerpo completamente desnudo, completamente excitado y excitante, y completamente mío. Mi mano no pudo resistir más y fue al short, o a lo que estaba adentro de él pero tomándolo por fuera, y tuve que estimularme frente a ella, en una actitud completamente desinhibida y provocativa. De mis labios sólo salían gemidos, jadeos y frases de completa locura dedicada a ella, la persona que me había cautivado desde la primera vez que la vi.

Sí, así quería verla desde el momento en que por primera vez se me vino a la mente imaginarla desnuda: pervertida, excitada, lujuriosa, ardiente, sumisa y dominante al mismo tiempo. Esta última faceta era la que estaba más presente en ella, tras incorporarse tan elegante y felina y tomar mi hombría para tratarla como a cualquier hombre sobreexcitado le hubiera gustado. Lentamente mi boca fue cediendo igual que mi cuerpo y prontamente mi cabeza y mi espalda fueron los que ahora estaban sobre la cama, y con las pulsaciones a mil por tener a la mismísima Afrodita sobre mi cuerpo tentándome, queriendo hacerme caer en el placer más absoluto, queriendo que probara un manjar que sólo personas (o seres) como ella podían darme.

Aquel roce era tan exquisito que me costaba trabajo imaginar cómo sería el estar dentro de ella. ¿Y por qué intentaba imaginarlo, si estaba tan cerca, a centímetros de averiguarlo? Adda a esas alturas ya estaba torturándome, y no estaba dispuesto (aunque mi cuerpo sí que lo estaba) a tolerar un instante más sin hacerla por fin mía. Entre jadeos y fuertes suspiros logré llegar a sus labios a la vez que mis manos bajaban para quitarme el boxer (lo que fue un mero trámite para estar más cómodos), recorriendo luego su cuerpo endiosado de manera impredecible por mi rapidez, estacionándose en su trasero, presionándolo, impulsándolo, incitándolo contra mi cadera loca y ansiosa de contacto. - Ah...Add..a....- dije intentado llamarla, intentando rogarle, pero su boca estaba volviéndome loco, haciéndome incapaz de hacer otra cosa más que gemir y revolverme bajo ella, dejando de manifiesto mi extrema sensibilidad en "aquellas ocasiones". Sin embargo, hubo un momento en el que ambos supimos que no había sentido en seguir alargando lo que debía haber sucedido hace mucho, cuando nuestros cuerpos estaban apegados a la pared en ese roce caliente como la pizza que ahora estaba olvidada en nuestras mentes, porque estábamos completamente pendientes del otro: de disfrutarlo, de acariciarlo, de besarlo, de tocarlo como si no hubiera mañana. Me dejé llevar por esos deseos tan salvajes y tan vulgares que mordí su oído con un poco de fuerza, pero seguro que el dolor aparecería después por el placer tan inmenso que nos tenía a un sólo movimiento de ser uno solo. Ella tenía la llave, y yo tenía la clave para abrir esa cerradura. Lamiendo su oreja más sonrojado y ansioso que nunca se la dije, la palabra que parecía estar grabada en su frente para que yo sólo la leyera.

- Hazlo...

No pudo mas que oír aquella palabra y guiada por el deseo se abrió mas de piernas, cada caricia, cada beso, cada mirada e incluso desde que se habían conocido, hasta que la salvo… o importaban nada si se llegaba a este momento, este único momento, de seducción, de pasión de entrega, seria para el y ella de el y el de ella… lo quería en todas sus facetas, en las facetas de amistad, de surfista, en sus facetas de conquistador y de amante como estaba siendo ahora, solo seria de el por que era el hombre que estaba inundando sus deseos, haciendo de ella una esclava de sus besos, de su cuerpo… no hizo mas que introducir su miembro aunque el roce ya había echo que el encuentro fuera inminente, como si su miembro buscara y deseara con fervor sentir su sexo tan intensamente, que la entrada para adda fue un poco dolorosa, aquel miembro entraba con fuerza, nunca había experimentado el contacto con algún joven de su precedencia, o de la sangre tan caliente como el, todo en el era nuevo intrigante, quería sentirlo en todos sus efectos, amarlo quería entregarle su cuerpo y alma y lo estaba haciendo

Con sus manos se aferro a el acariciando sus labios con sus dedos mientras su sexo se introducía y salía de su miembro haciendo de ellos un baile, de seducción y entrega y sobre todo de amor… amor? Eso era lo que sentía, no podía evitarlo no veía este encuentro como algo tan casual, como si se acostaran esa noche y al otro día el no la recordara, lo quería todos los días, toda la vida dentro, busco sus labios besándolos con intensidad con la respiración entre cortada y con sus labios recorriendo su cuerpo, lo sentía tan adentro pese a no estar aun físicamente a fondo, lo sentía como si fuera así, comenzó el movimiento al principio un movimiento circular que le permitiera mas cabida dentro suyo, cada movimiento venia con sensaciones nuevas, de placer, un gemido se escapaba de sus labios solo al sentir como su miembro ansioso de mas volvía a introducirse dentro de ella, se movió continuamente hacia abajo mientras buscaba sus labios y al encontrarlos gimió en ellos antes de poderlos besar… lo quería, lo quería demasiado para impedirle amarlo era esclava de el, de sus besos seria esclava eternamente de su cuerpo y sus deseos…

“Joao si supieras todo lo que causas en mi… quien iba a pensar que después de unos pocos días joao causara todos esos efectos en mi, quería mas, quería todo su cuerpo, OH por Dios me destrozaba y a la misma vez la dulzura de sus labios me dicen que me quiere por igual, con mis manos en su cuello por su espalda intento calmar mi dolor, el dolor de la ausencia de relaciones durante un largo tiempo, ese dolor que te hacia adicto y a la misma vez entregada al cuerpo al sometimiento de sentir que deseas mas y mas, hasta que tu cuerpo no de mas… sentía las embestidas con fuerza y cada vez mas calmadas, controladas y descontroladas a la misma vez…”

Joao… -solo podía gemir su nombre en respuesta a que continuara, lo quería todo, ya lo estaba teniendo y solo quería mas…

Me demoraría seguro más de una vida en intentar plasmar en palabras lo que estaba sintiendo con Adda al momento en que la unión por fin se produjo. Era un sentimiento tan profundo como los movimientos que nos hacían dos bailarines en perfecta sincronización y armonía; tan profundo como el inmenso océano que bañaba las costas de mi natal Brasil, y tan profundo como lo que sentíamos el uno por el otro. No vi mueca de dolor o quejido en ella, así que todo parecia darme a entender que yo no era el primero con quien se acostaba: y...la verdad...dudo que una persona tan bella como Adda permaneciera virgen a la edad que tenía. La posibilidad de que lo fuera no podía descartarse, pero ella realmente encandilaba a todo quien la mirase, y yo fui una de esas víctimas...aunque francamente esperaba ser la última.

La besé, la toqué, la acaricié, le hice sentir placer como nunca antes lo había hecho. Y es que ella me estaba haciendo vibrar, sabía como complacerme sin tener la intención absolutamente clara. Nuestros cuerpos agitados sólo deseaban estar unidos, nuestros labios sólo deseaban estar unidos por el resto de nuestras vidas, nuestras almas sólo deseaban estar la una con la otra más aún de lo que ya estaban, unidas por el amor más fuerte que yo (al menos) jamás había sentido por una mujer. Entre jadeos roncos de placer le tomé de las caderas y rodamos sólo unos instantes para quedar ahora yo dominando la situación. Aún estábamos unidos, y por eso no tuve que gastar segundos en movimientos innecesarios. Le miré a los ojos con mi respiración agitada, con mi musculoso cuerpo sudado y ardiente, deseoso de más, y eso fue lo que le di a entender cuando le tomé las piernas para separárselas con cuidado hasta donde su elasticidad le permitía y volví a tomar su interior con movimientos un poco más fuertes, más lanzado, dejándome llevar por el deseo que me consumía cual calor que derrite una vela. Mi cuerpo se incllinó hacia el suyo y volví a besarla como si no hubiera mañana, gimiéndole en la boca y en el oído, besándole el cuello y el hombro, lamiéndole sus pechos y su mentón, disfrutando aquellos instantes que parecían eternos, pero que tarde o temprano acabarían.

Todo en el le daba una sensación de locura de querer mas y a la hora de obtenerlo disfrutarlo, Joao no solo era un hombre con mas pasión que se había cruzado en su camino si no el mas deseable, atrayente, incluso al único al que quería entregársele de aquí en adelante, ¿estaba siendo muy apurada? ¿Por qué estaba sintiendo tanto en tan poco? Recién tenían su primera relación y ya estaba deseando que no terminara nunca… cerro sus ojos sintiendo como era amada por aquel hombre que de sangre caliente, no lo creía nunca hubiera pensado que aquella mezcla chocolate y leche fueran tan exquisitos… suspiro aquel gemido saliendo de sus labios solo hacia de Adda presa de su cuerpo de sus propios deseos, ya no dejando que su mente interfiriera en sus asuntos si no dejándose llevar por Joao, el brasileño al que estaba deseando tener cada día de su vida… todas las noches todas las mañanas, al irse, al volver del trabajo.

-mmm joao… - un gemido pronunciando su nombre salio de sus labios, era una semejanza al deseo que estaba sintiendo, aunque no le hacia justicia, su deseo era aun mayor, y su cuerpo cada vez cedía ante los encantos de ese hombre que la estaba poseyendo en cuerpo y alma, de pronto el la toma de tal manera que el se pusiera encima, admiro y disfruto la forma en que el la tocaba, tan delicado y tan suave y a la misma vez tan fuerte y seductor que desearía que todos hubiesen sido así anteriormente aunque si hubiera sido así no estaría siendo presa de este hombre, no se estaría dejando llevar así y mucho menos estaría disfrutando de aquella entrega, ella estaba tan unida a el, lo sentía en cada movimiento, acabaría si… era un echo pero no seria ahora quería acabar con el que entrara lo suficiente como para los dos sentirse tan llenos uno del otro, quedaba suficiente noche para recuperarse y luego volverse a amar, abrió los ojos y en un movimiento apretó los labios por que sentía su miembro lo suficientemente adentro para advertirle que aquella había sido un dolor mas que placentero… miro sus ojos acariciándole con la yema de los dedos su espalda mientras sus piernas rodeaban su cintura para darle mas cabida a su miembro que entraba y salía de forma circular, haciendo de aquella entrega cada vez mas placentera, los gemidos ya no los sentía, era un deseo de el un deseo completo, tanto asi que solo se entrego a sus peticiones mientras gemía su nombre sin darse cuenta que lo estaba haciendo, no le importaban los gritos, ni la gente afuera, ni nada… solo su hombre y ella, y su cama, y Brasil y ellos…. Solo ellos.

Ya no sabía donde estaba. No sabía si estaba en el cielo, con un ángel que me regalaba amor en cantidades infinitas...o quizás estaba en el infierno, siendo tentado y dominado por el fuego de la pasión, del deseo y del placer más íntimo, conquistado completamente por la variante más instintiva y animal del ser humano. Sus gemidos sólo me hacían desearla más...su nombre en mis labios y el suyo en los míos...intercambiándose mutuamente en medio de una auténtica llamarada pasional entre dos cuerpos destinados a estar juntos, que el mismo destino se encargó de reunir en circunstancias poco comunes, pero circunstancias al fin y al cabo. - Adda...oh...Adda... - susurré con voz ronca y rasposa...sentía mi virilidad apresarse una y otra vez contra su cuerpo, ese manjar de los dioses que se unió aún más a mí con sus piernas en mi cintura. Una descarga deliciosa de calor me recorrió la espina dorsal al punto que me hizo arquearme, mas no detenerme, ya que incrementé el ritmo y la fuerza todavía más, haciéndole notar a Adda que ese sería sólo el primero de muchos momentos a lo largo de nuestras vidas; haciéndole notar que mi cuerpo podría detenerse, pero que mi alma ya estaba completamente unida a la de ella, y le podía asegurar que sería una unión difícil de romper, igual que la que yo establecí con su cuerpo en aquel nuevo instante: apegándome por completo a su cuerpo, con nuestros torsos y abdomen frotándose locamente y nuestras bocas llamándose y respondiéndose con la ferocidad de dos bestias.

Podía terminar aquello, pero ella ya había domado mi corazón.

Cerro sus ojos dejándose llevar por todo lo que estaba sintiendo, aquel hombre no solo tomaba todos sus sentidos sino que hacían de ellas un conjunto, un dúo, poseyéndose el uno al otro, deseándose cada vez mas, escuchar su gemido pronunciando su nombre no mas hizo que se sintiera a un nivel mas entregada a el si no que hizo que buscara sus labios, para calmar aquella frase que parecía una mezcla de sentimientos, deseo, dolor por que se acercaba el momento de acabar y aunque podrían terminar, pero tenían una vida entera que les decía a gritos que nunca se dejarían, Adda busco sus labios gimiendo y mirándole acaricio su cuerpo con sus manos recorriéndolo, disfrutando de aquel cuerpo que ahora estaba siendo suyo, y seria suyo para siempre… el arqueo su espalda haciendo de las embestidas mas y mas fuertes, mientras sentía sus embestidas llenarla de el supo que los espasmos previos al orgasmo inundaban su cuerpo.

Hizo lo mismo arqueo su espalda mientras apretaba las sabanas con sus manos sintiendo como llegarían al punto de explotar juntamente, en un impulso y un movimiento se acerco a sus labios con fiereza, con pasión y entrega buscando sus labios, tomándolos comos suyos –ya casi…- susurra con dificultad mordiendo sus labios, entregándose a el, besándole de la misma forma como se estaba sintiendo… suya

“lo quiero si.. lo quiero y ya se lo he demostrado. ¿Cómo pude considerar el echo de conocer el amor hasta antes que lo conocía a el? no, no era amor lo que pude haber sentido alguna vez… era pasión y calentura… ¿ahora era amor? No sabia… pero era lo que mas se aproximaba a ello.”

Sus caricias me regalaban una mezcla del más profundo amor que jamás antes había sentido bañado con una capa de deseo y sensualidad que hacía a la dueña de esas manos una mujer absolutamente irresistible. Los besos entre nosotros tomaron una carga emocional distinta a la que estábamos teniendo, y ya no eran de simple placer o disfrute carnal: eran románticos, hasta llegaban a ser tiernos, produciendo en mí una sensación de calidez que me superaba constantemente. Era la calidez al sentirse realmente querido por alguien...y Adda me estaba enseñando aquellas nuevas sensaciones con la facilidad de una maestra que ha enseñado a los mismos alumnos por varios años. Era realmente maravilloso, y de todo corazón esperaba que Adda estuviera percibiendo sentimientos similares en ese momento; porque nuestros cuerpos definitivamente estaban iguales: al borde del éxtasis continué incrementando mi ritmo en su interior y cerré los ojos para devorar su boca y beber de sus labios una y otra vez; entrando y saliendo de su cuerpo una y otra vez...gimiendo y jadeando sin control al tiempo que mis manos acariciaban absolutamente todo su cuerpo complementándose con las caricias de ella, haciendo que aquel acto fuera total y absolutamente perfecto. No podía pedir más que un poco de tiempo...sólo un poco de tiempo para disfrutar más del cuerpo de MI mujer...

...pero mi cuerpo se encargó de detenerme. Alcancé a bajar unos segundos a su cuello, estimulándolo con boca y lengua de todas las formas que se me ocurrían para luego subir a su oído y resoplar con fuerza algunas palabras que más bien eran frases que salían de mi boca con una desesperación tal que tenía que decirlas sí o sí; ella debía saberlas antes de aquel momento cúlmine que se acercaba a pasos agigantados, y maravillosa fue mi suerte ya que conseguí que me escuchara dentro de toda esa sinfonía de placer extremo, cuyo punto cúlmine llegó de manera tan abrumadora que no pude hacérselo saber con palabras, sino que con un fuerte y ronco gemido modelando su nombre en mis labios, además de la tensión generalizada de todo mi cuerpo que clavaba una y otra vez la esencia de la vida en su interior. Fui completamente sobrepasado, y mi mente pareció perderse por completo en una sensación de júbilo indescriptible: sólo eramos nosotros dos, llegando al éxtasis al mismo tiempo por lo que mis cada vez más lejanos sentidos pudieron percibir al tiempo que yo llegaba a mi cúspide sexual. La abracé con fuerza deseando que el apego nos fundiera de manera absoluta y cerré los ojos, extasiado por aquel brutal orgasmo que hacía mucho no sentía.

Adda sin duda era la mujer perfecta.