Acercándome a la Ciudad. [Privado]

por **Atenea Tsartsarnioli** Jue Mayo 12, 2011 4:47 pm

...Árboles, follajes y flores
de gala se visten toditas,
con trajes multicolores
todas muy bien derechitas.

Hermoso aroma del campo
que alegra a cualquier olfato,
las aves desde lo alto
nos deleitan con su canto...

Y por fin los destellos de la ciudad se veían sobre la copa de los árboles, yo con mi pausado caminar avanzaba entre los árboles, las ramas, la tierra esta naturaleza que tanto sufre por nuestros problemas. Mire hacia la copa de un grueso árbol que con sus ramas proporcionaba una sombra en medio de esta tenue oscuridad apoye mi mano izquierda en el tronco del mismo gran árbol y pude sentir el vibrar que este proporcionaba, un viejo árbol que energía tenia por montón. Ya había caminado lo suficiente y necesitaba un poco de descanso, quizás pasaría la noche en este lugar que de seguro me acompañaría eternamente. ¿Qué sería mi vida sin la naturaleza? Nada, no podía imaginarme un mundo sin árboles, sin el colorido de las flores, sin el aroma que estas proporcionaban día y noche. Tome asiento apoyando mi espalda en el árbol.

Deje mi pequeña maleta desgastada a mi lado abriéndola, buscando en su interior las cartas de Flor de loto. Entre vestidos y vestidos encontré la baraja envuelta en un tul rosa pálido con ternura tome aquel genero entre mis manos lo deposite en el suelo, abrí con cuidado y delicadeza dejando como un mantel aquel tul rosa, las cartas están ordenadas y con el típico aroma que las caracteriza olor a lavanda para así traer la tranquilidad mía y de todo mi alrededor. Inspire llenando mis pulmones de ese aire especial que solo lo tenían los bosques que ocultaban tras su sombras más de un misterio por ser relevado. Con agilidad y completo silencio tome las cartas y comencé a revolverlas con cuidado, eran lo único que tenía como recuerdo de mi madre y las cuidaba como si de una bolsa de francos se tratara. Luego de barajarlas las extendí haciendo una media luna con ellas, pase mi mano sobre ellas cargándolas de mi energía. Tome tan solo 3 cartas y las di vueltas, estas cartas habían pasado generación tras generación eran tan antiguas que nadie sabía el año del cual provenían. Sus imágenes no eran las comunes en ellas poseían flores de todas las parte del mundo, de todas las partes donde la primera de mi linaje había cargado y creado con sus propias manos…

Di vuelta la primera carta en ella salía una flor, la margarita de pétalos blancos… pureza… luego di vueltas la segunda un rosal rojo invertido… confusión… y por ultimo una flor de cerezo… belleza… Según lo que podía predecir, en Paris encontraría lo que hacía falta en mi vida, no sería un camino fácil pero tenía a la naturaleza a mi favor, la margarita quería decir eso… habrían complicaciones pero todo siempre se podía solucionar, aquella era la combinación entre el rosal invertido y la margarita y por último y no menos importante gracias a la belleza conseguiría poner mi nombre o mis propósitos en lo alto… Era extraña la combinación de las cartas pero me dejaba en claro que para una gitana la vida era imposible… pero no por eso me echaría a morí… casi 20 años y aún estaba viva y con más fuerzas que nunca.

Deje las cartas en su lugar, me acomode en ese lugar y cerré los ojos por unos instantes, el cansancio volvía a mi cuerpo. Había caminado por más de diez horas sin detenerme ya estaba más cerca de la ciudad ahora podía darme el lujo de descansar aunque fuera en medio de la oscuridad del bosque.

por **Ever Van der Rosso** Dom Mayo 15, 2011 11:37 am

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

Caminos y senderos entre follajes y árboles, ocultos bajo la tierra que habitan sus viandantes. ¿Y qué sería de todo por culpa de los humanos? Destrozos y pérdidas sufridas en sus antes. Después de media hora de camino perdido, los pies adoptan la calma de pisadas incesantes. ¿A qué lugar me dirijo? Miró atrás, huellas dejadas, en la tierra y nada más. Solo rastros insondables que no volverá a pisar. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Tremendo paso del tiempo, ya casi 20 años tenía ella, ¿que sería en el futuro? Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. "¿Y el pasado?" Se preguntaba, el pasado pasado está. Flores y matojos acariciaba con sus dedos, ásperos troncos en inmutables viajeros. La naturaleza era algo que dependía del hombre. Una sola decisión firmaría el final. Contaminación y explotación, ambas cosas destructivas, y bien entonces ¿que serían permisivas?

Ever odiaba la ciudad, su viaje a Paris, tanta fe tenía en encontrar a su familia que sufriría por ella. Destrozos e infinidad de cosas le ocurrirían a aquel bosque. Lo sabía, lo había visto con tan solo un contacto, con oler el profundo aroma de la vegetación. Gran pena sufrirían aquellos árboles. En mal bosque fueron a parar. Negó con la cabeza con amagos de pesar. Había dejado a Gilles y al nuevo gatito en casa. Se había tomado un descanso en el lugar que quizás más le gustara de París: el bosque. Tranquilo, impenetrable y silencioso, salvo el ruido repiqueteante de las ramas contra los troncos al ser movidas por el viento. Y quizás sus pisadas también, o el latido de su corazón, y con lo silenciosa que era Ever, lo segundo sería lo más provable. Respiraba hondamente, sin hallar a buena hora su camino, ¿que le depararía el destino? Amigos, amigas, compañeros... ¿prometidos? Ever sabís que no podría tener tanta suerte, era un recién llegada en París.

Zigzagueó entre los árboles con los ojos cerrados, no había nada mejor que eso ¿que haría sin la naturaleza? Ella se consideraba ecologista. De un modo en que nadie le haría cambiar de opinión sobre el tema. Oyó el ruido de una respiración ajena. Esta se presentaba tranquila, como la suya propia. Abrió los ojos lentamente y intentó localizar al dueño del sonido. Lo consiguió en apenas unos cortos tres segundos. A su izquierda, apoyada en el tronco de un gran y hermosísimo árbol, se hallaba acurrucada una joven. Ever ledeó la mirada mientras decidía si acercarse o no. La chiquilla debía de tener su misma edad, quizá más. No dudó en que no le iba a hacer daño. Se acercó sin apenas hacer ruido, como si flotara en una nube. Intentó carraspear, pero desechó la idea al momento, aquello rompería la armonía del lugar. Finalmente optó por lo inseguro y se sentó a su lado, abrazándose las piernas con los brazós y mirando a la joven de abundante caberro fuego. -Perdone si la molesto, mademoiselle, parece que goza del lugar- comentó con un susurro, aunque audible para la joven de al lado -yo también lo hago, adoro la naturaleza- afirmó mientras entrecerraba los ojos y miraba a un pájaro que se posaba sobre una rama, cerca de ellas.

por **Atenea Tsartsarnioli** Miér Mayo 18, 2011 12:03 am

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

En medio del silencioso bosque que me ofrecía una extraña melodía de cómo seguir adelante, donde ya no era necesario llegar al destino si había encontrado un refugio para esta noche, donde las ramas silenciosas chocaban entre sí para entonar una melodía de la cual no podía alejarme. Silencio, el bosque no lo estaba pero mi corazón y mi alma sí. Algunos pasos más o quizás algunos muchos más y estaría envuelta en la ciudad de Paris aunque anhelaba llegar prefería llegar cuando el sol iluminara cada espacio de las calles parisinas. Aún seguía envuelta en sensaciones de tranquilidad mientras mi corazón seguía bombeando sangre a cada lugar de mi cuerpo una voz y todo se vio interrumpido, pero no así mi bienestar inspire de aquel húmedo aire y lentamente abrí mis ojos dirigiendo mi vista a la mujer que estaba a mi lado; una muy suave sonrisa le dedique mientras terminaba de escuchar sus palabras.

Este lugar es un espectáculo para quien lo sabe apreciar, con sus grandes árboles de diferentes especies, con las flores silvestres que crecen por doquier por las ramas que caen al suelo… - Dije mientras mis ojos iban del rostro de la dama hasta la mismísima intimidad del bosque. – Yo amo la naturaleza, no podría vivir sin estar en contacto con ella. Es la que me da la energía para vivir, la que me inspira para ser yo, la que me da el equilibrio y la gracia de conocerla. - Levante los hombros sin quitar esa sonrisa de mi rostro, hablar de lo que me apasionaba era algo de lo cual jamás me quedaría callada. – No me ha molestado, es mejor apreciar este espectáculo con alguien más – gire mi cabeza mirando en dirección a las luces de Paris. – Soy Atenea – me presente, al tiempo que estiraba mi mano en busca de la ajena para darle un saludo, algo formal.

No sabía de presentaciones, mas nunca me enseñaron como hacerlo solo dejaba fluir las palabras aun antes de que estas estuvieran en mi pensamiento. Me di cuenta que había hablado mucho y casi parecía un monologo pero era algo que no podía evitar, era por decirlo así el llamado de la naturaleza misma para que yo la halagara de todas las formas posibles, un pájaro comenzaba a cantar un canto que fue seguidamente contestado por otro de su misma especie y así sucesivamente varios pájaros formaron una hermosa melodía que con los sonidos o silencios del bosque parecían una verdadero orquesta digna de ser escuchada. Volví a prestar atención a la mujer que me hacía compañía a decir verdad me sentía tranquila de que fuera ella y no otra persona la que se hubiera acercado a mí. Entendía que los bosques servían de refugios para seres sobrenaturales, de los cuales muchos temían. El aura de aquella me tranquilizaba aún mas era parecido a aura del mismo bosque.

por **Ever Van der Rosso** Miér Mayo 18, 2011 2:10 pm

Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse...
Nunca perseguí la gloria.

Nunca persiguió la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres su canción; siempre fue una muchacha cual sutil pompa de jabón. Delicada exteriormente y letal en su interior. Sin albergar esperanzas, en busca de sus hermanos fue: caminante no hay camino, sino estelas en la mar. La naturaleza muerta, algo que le disgustó, ella la prefería viva, con sensillez y pasión. Su vida era ligera, sin austera confusión. Siempre supo lo que había, al compás de su canción. Una madre que la odiaba, un padre que moría por ella y un tío suspicaz casado con su doncella. Cosas naturales ve, escucha pájaros cantar, melodiosas armonías, encantadas de tocar. Al compás de su piano, dicha joven sucedió, el lugar de su espía, una pompa de javón.

Mirando al horizonte estaba, árboles y setos por en medio, color verde predominante, como el himno de su sello. Gitana era, gitana es, y gitana por siempre será. Devolvió la sonrisa dulce de vuelta a la otra joven, no parecía molestarle su presencia. Relajó los músculos y se dispuso a acomodarse. Escuchaba a la muchacha, al parecer de su condición ¿Sería gitana, como ella, al compás de su canción? Ella reconocía auras, el poder animal, el pasado era pasado, y el futuro visto está. Tendió su mano automáticamente al tenderla su acompañante, amante de los bosques, de la naturaleza, de lo verde. -Ever- respondió. Estrechando la mano de la otra joven, al compás de su canción. -La verdad, vivo para el bosque, y el bosque vive para mi. Si no hubiera naturaleza... simplemente no se lo que haría. No sería yo- comentó con un suspiro, pensando en la ovación, de la gente entusiasta, por ver su derrivación.

off: post corto = sin inspiración, sorry!.

por **Atenea Tsartsarnioli** Dom Mayo 22, 2011 12:31 am

Los astros son ronda de niños,
jugando la tierra a espiar...
Los trigos son talles de niñas
jugando a ondular..., a ondular...

Ever, lindo nombre – acompañe con una sonrisa amistosa, era extraño sonreír para alguien que no fuera ni un árbol, ni una flor pero aquella mujer si lo era, era una flor en un jardín si amaba la naturaleza formaba parte de esta tal como yo, Ever tenía esa pasión lo podía sentir, la podía ver en su aura vibrar. ¿Cómo explicar que la naturaleza está hecha para cuidarla y no lo contrario? Conocía muy pocas personas que apreciaban lo que la tierra nos entregaba día a día, vivir para algo es vivir para uno mismo sus sabias palabras me llenaban de un jubilo inexplicable. Mire las cartas que aún estaban en el suelo y asentí suavemente queriendo decirles, ¿Siempre son tan asertivas? Sabía que la respuesta la tenía en mis manos. Y asi era.

¿Parisina? – me atreví a preguntar, entablar una conversación ya en este momento salía con fluidez, otra sonrisa sincera y antes de cualquier respuesta hable nuevamente – Yo vengo viajando casi un mes para llegar a esta ciudad, que ahora parece tan lejana vista de acá – suspire acomodando mi cabellera detrás de uno de mis oído. – No sabe lo afortunada que me siento en conocer a una mujer, que como yo aprecia y ama la naturaleza – sabía que estaba hablando de forma casi ilógica, no tenía un patrón simplemente hablaba porque mi alma así lo deseaba. Estar en medio de un bosque que ofrecía tal canto místico para mis oídos me hacía caer en los brazos de las ninfas haciéndome hablar para que acompañadas con ellas una nueva amistad surja.

Este era el primer gran paso en mi nueva estadía por estas tierras tan misteriosas, hacer de amigos, gente en quien poder confiar y en quien poder compartir mis conocimientos. Si, sabía leer más que aprender fue una necesidad, no era de palabras muy arregladas ni de comentarios misteriosos, siempre hablaba de lo que sabía por qué hablar de lo desconocido era casi caer en un laberinto de mentiras del cual uno nunca podría salir. Doble la tela dejando las cartas en su interior ya estaban cargadas con la naturaleza misma, lista para ser tiradas el momento que fuera más preciso. Tirar las cartas era lo mismo que jugar una ronda de niños donde los astros juegan a la tierra espiar, todo era una ronda donde se sabía el principio pero no el final…

Los ríos son rondas de niños
jugando a encontrarse en el mar...
Las olas son rondas de niñas,
jugando la Tierra a abrazar...

Off: No te preocupes Smile

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