Taion (Takeshi)

El rechineo de la carroza al rodar, los cascos del caballo resonando en cada parte del bosque abriéndose paso entre ramas y piedras que hacen el camino algo movido, en la parte trasera un cuerpo aún caliente que se enfría con el paso de las horas a cabo de un par de días se pudrirá. Mi rostro cubierto por una capucha negra mantengo la cabeza gacha el caballo lo hace todo ya sabe a dónde dirigirse hemos recorrido esos caminos más de una vez. Regrese al anonimato de mis asesinatos solo procuro esconderlos bien y allí exactamente es a donde voy a un lugar donde las últimas gotas de humanidad desaparecen, donde el hombre más fuerte flanquea ante los hechos, donde vendes tu alma al mejor postor con tal de dejar el sufrimiento de lado, lugar en el que ya no existes y no le importas a nadie… sí, allí me dirijo para codearme con personas igual o más repugnantes que yo.

El día es un poco oscuro las nubes no han dejado que el sol haga su aparición, hoy ellas mandan, las sombras besan mis mejillas como viejas compañeras y yo las saludo gustoso con la mirada fija en el suelo rocoso. Allá a lo lejos unas enormes rejas viejas y oxidadas que resguardan la verdadera naturaleza del lugar el cual revine en ocasiones y gritos de terror carcomen los tímpanos de los seres que logran escucharlos ¡Shh! Silencio que los muertos oyen y más de una vez regresan a nosotros como viejos y sucios recuerdos –Abran que traigo a un ladrón– grite deteniéndome frente a la verja del lugar, los guardias se acercaron, examinaron mi carroza con demasiada sospecha, mi voz sonó como un simple campesino que hacía su buena acción del día, alguien que sirve a la sociedad por eso me dejaron pasar fue algo relativamente sencillo.

La reja se cerró detrás y continúe sin compañía alguna por el lugar, lento, tranquilo con un silencio sepulcral. Un viejo edificio con las ventanas rotas y con garrotes torcidos los cuales servían de protección, el moho en la fachada provocaba que te diera asco junto con un olor de putrefacción ese es el lugar perfecto para mi victima un lugar digno de sí. Baje un bulto de la parte trasera de mi hogar lo azote como se azota un costal de papas lo arrastre hacia dentro mientras silbaba una canción. Aquel bulto termino en una zona sucia y con grandes escaleras, lo deje rodar por ellas para facilitar las cosas y busque un lugar en aquel oscuro sitio donde solo entraba un haz de luz por una redonda ventanilla.

El chillido de la puerta al abrirse seguido de un golpe sordo eso fue lo que rompió la calma, un muerto más en esa sucia habitación. Sacudí la tierra de mis manos, tome mi saco colocándolo en mi brazo pase al lado del nuevo inquilino para colocarme en cuclillas, una tez blanca y lisa, cabello rubio (ahora cenizo y enmarañado) unos ojos azules como cual cielo reflejasen con ahora una mirada perdida al menos a mi parecer, no quise seguir describiéndolo en mi mente solo tome aquel pañuelo que limpia siempre mis manos y con sumo cuidado comencé a quitar la tierra con sangre de sus mejillas – ¿Sigues vivo? –

La oscuridad se apoderaba del lugar, había tardado más de lo debido y la luna aparecía en el cielo con tal arrogancia que te invitaba a odiarla, solo unos rayos entraron en el calabozo de suelo mugriento, aquellos mismos que iluminaban el rostro ensangrentado del nuevo inquilino.

Le limpiaba como si fuese una fina pieza de cristal, solo era un impulso, algo que debía hacer para ver su rostro, reconocerlo y si se me antojaba acabar con su sufrimiento de un solo golpe. Giro su cuerpo hacía mi con su mirada húmeda su voz apenas audible contesto mi pregunta pero mi semblante era el mismo, un ser frío y sin expresión en la mirada, sujetaba mi mano como si fuese él cura que le limpiara de todo pecado y mandará al cielo

No soy ningún salvador pero él aun tomaba mi mano con aquella suavidad de su tacto, aferrándose de tal manera que me resulto molesto aquella debilidad que muestra, la lagrimas rodando si parar por sus mejillas haciendo un camino de sal tan patético e insignificante como todo aquel que se encontraba en ese sitio, uno más que se arrepiente de sus actos, uno más que no defiende sus intereses y deja que lo atrapen, uno más que piensa merecer la vida.

La vista se desvío analizando su cuerpo, la heridas no eran muchas y un par de días aquí le harían fuerte, no iba a morir no por ahora las ratas tendrían comida por un tiempo el sujeto que deje en el fondo acapararía su atención por completo. Sin embargo la mano libre busco en el saco un plateado objeto ¿por qué? Liberarlo de su sufrimiento no estaría mal… después de todo no está hecho para esta vida. Solo un golpe seco e indoloro, sí, le haré un favor.

El filo apareció posándose en su mejilla para hacerle sentir el frío del acero eso era lo último que vería en este mundo, mis cuencas negras abrillantadas por la luz que toca la navaja, mientras ese objeto pasea hasta su cuello –No me iré – la voz profunda se escuchó claramente –No sin antes liberarte de tu agonía – el metal absorbió el poco calor del joven y se fue hundiendo en su piel, ningún corte aun y solo era cuestión de tiempo, un solo movimiento para abrir su cuello.

Un éxtasis que no mostré recorrió mi cuerpo al verle, sabe que es su final y el miedo se apodera de su cuerpo, su mente trabaja lo más rápido que puede intentando entender la razón de aquello pero sé que no hay respuesta alguna, no es el primero que morirá de esa forma , con el miedo reflejado en su rostro dándome paso a ver su alma la cual ahora esta descubierta, no tiene protección alguna es mía me pertenece solo porque yo quiero que así, sea soy como dios -por no decir que lo soy ya que hacer eso me convertiría en una persona arrogante- así que será fácil tomar aquella vida tan patética.

El regocijo siguió esparciéndose, tal vez, solo tal vez esa era la razón de mantenerlo vivo el dolor, el miedo y la desesperación mostrada aun no me cansa, quiero más ese tipo puede darme más, un corte por allí otro por allá que sienta y acaricie el frío de la muerte pero sin el privilegio de conocerla aun, no hay razón para avanzar tan rápido la noche es larga y el lugar silencioso sus gritos harán un eco perfecto pero nadie lo podrá oír a nadie le importara un vida más que se extingue.

El pañuelo aun seguía en mi mano la cual no sujetaba el mango plateado, limpie sus lágrimas con la misma delicadeza de antes pero la postura no cambia y mirar continua firme. Algo en mi se enojaba más y más al verle llorar de esa forma como un niño pequeño no tardaba en rogar por su vida, en decir algo que mueva a este corazón congelado y compadezca de su pobre desdicha, perdone su vida y ayude a escapar de este lugar ¡Ja! ¡Tonterías! Ilusiones de un crio, solo eso.

Su tartamudeo y tono de voz resonó en mi cabeza como un molesto zumbido y escusas tontas –Pobre pequeño incomprendido, que error tan grave se cometió al colocarte en este lugar inmundo – mis palabras eran fuertes, claras la navaja deicidio pasearse por su rostro, quería que supiera que estaba allí, esperando el momento oportuno para hacerse presente –Dime ¿Es injusta tu estancia aquí? – mire su rostro esperando una respuesta, a la vez quería seguir observando ese miedo pero también comenzaba a exasperarme tanto llanto e incluso miedo.

De un golpe guarde el filo de mi querida amiga, tome por los hombros a aquel demacrado sujeto en un acto involuntario, le hice que se levantará pero no me detuve a ver si podía sostener su propio peso simplemente lo alce colocando su brazo sobre mis hombros -era como se veía, indiscutiblemente liviano, una pluma en ese momento pesaría más que aquel cambiarformas de mirada húmeda- le lleve hacia la pequeña venta los rayos de la luna entraban tenuemente por el lugar, coloque su rostro a contra luz con el deseo de examinarlo, allá en la oscuridad no podía distinguir colores y quería gravarme ese rostro en mi cabeza como lo hago con todos aquellos desdichados que se topan conmigo. –Lindo– era todo lo que admitiría, debajo de los golpes y de la tierra se albergaba un rostro lindo, ingenuo, soñador pero lindo al fin y al cabo.