AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nadando en la laguna (Libre)
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Nadando en la laguna (Libre)
Aquella mañana había salido pronto de casa para evitar encontronazos con aquel que supuestamente debía ser un padre para mí. No me apetecía que nadie me arruinase un día tan bonito como aquel. El sol brillaba con fuerza y los olores de las flores se habían intensificado hasta el punto de poder identificar cada una de ellas si cerraba con los ojos e inspiraba con fuerza.
Me recogí el largo cabello blanco ondulado en una larga trenza que me llegaba hasta la cintura y cambié el vestido por unos pantalones cómodos que usaba cuando tenía que moverme con ligereza por el bosque. También me puse una simpática camisa confeccionada por mí y las botas de suela desgastada junto con los guantes con los que sujetaba el arco. Cuando se trataba de cazar la comodidad era indispensable.
Me eché el carcaj al hombro y caminé silenciosa, como un fantasma haciendo honor a el apodo con el que mi tribu solía llamarme. Cuando me hube alejado lo bastante como para que nadie me siguiese eché a correr por los bosques sintiéndome libre y feliz. Hacía tiempo que no salía cazar ya que mis hermanos habían traído suficiente dinero como para que no lo necesitásemos. Sin embargo, la carne era cara y empezaba a escasear en la tribu. Aunque algunos hombres eran increíblemente diestros con el arco, ninguno podía compararse a mí. Era lo suficientemente delgada, baja y silenciosa como para no alertar tanto a las presas. y, además, los animales confiaban en mí. Eso me otorgaba una clara ventaja.
Pero ya no estaba alegre por la caza en sí, no; sino por tener la excusa de alejarme un rato y despejarme. De olvidarme de las preocupaciones y de los problemas que me acechaban. Cuando estaba sola en el bosque no sentía miedo. Era libre.
Me encaminé hacia la laguna decidida a tomar un baño refrescante antes de emprender la cacería. El agua por la mañana era más clara y brillante que nunca y estaba bastante fresquita. Rebusqué en mi bolsillo hasta que di con unas bayas que había cogido en nuestro carromato y comencé a comerme una a una saboreándolas. Estaban buenas, pero nada podía compararse a un buen pedazo de carne de conejo o de ardilla. Incluso el resto de comida mejoraba con un pedazo de carne de conejo o de ardilla.
Cuando llegué a la laguna dejé el arco cerca de la orilla al tiempo que yo me desvestía. Me quité los pantalones y los dejé sobre una roca junto con las botas. Sentía la hierba a mis pies. Me quité la camisa y los guantes y luego me saqué la prenda de ropa interior que cubría mi pálido cuerpo lleno de moratones. Eso era precisamente lo que odiaba ver, los numerosos cercos morados que me recorrían entera. Los golpes de quien debía amarme.
Presioné un moratón especialmente grande y oscuro que estaba en mi vientre y sentí una punzada de dolor. Gemí y aparté la mano, temerosa. Ese era reciente. Quizás de los dos días anteriores, cuando Tharo descubrió que se me había olvidado volver a calentar la sopa. Sacudí la cabeza tratando de borrar la imagen de sus veloces y fuertes puños sobre mí y me concentré en meterme en el agua.
Una vez dentro me puse boca arriba para flotar con el agua. Mi trenza pesaba, húmeda y mi cuerpo dolorido se aliviaba ante el contacto del frío. Era como estar en el cielo, o lo que yo imaginaba que era el cielo...¿Quién podía pensar en preocuparse existiendo un lugar así? El miedo no tenía cabida aquí , ni la pena. Cerré los ojos y me zabullí en el agua. Estuve varios segundos debajo de ella y abrí los ojos para contemplar lo que me rodeaba. Luego volví a salir a la superficie para tomar aire.
Mi baño no duró demasiado, pues el deber me llamaba. Me fui acercando nuevamente a la orilla para tumbarme en la hierba a secar mi cuerpo. Salí del agua y me dirigí hasta la roca donde estaba mi ropa. Era una roca grande, bastante ancha somo para que yo me tumbase y pudiese tomar el sol para secarme más rápida. Cuando llegué a ella comencé a coger la ropa para hacerme hueco yo y entonces me quedé paralizada.
Mi arco no estaba en el lugar donde lo había dejado, cerca de la roca, junto a la orilla. No podía ser. Alguien había estado aquí y se lo había llevado. Comencé a mirar en derredor, asustada. Eso significaba que otra persona había estado aquí...¿Y si era un...?
Comencé caminar con lentitud aún sin vestir y con la ropa en la mano, rodeando con lentitud la roca. No podía ser. Quizás había dejado el arco en el lado contrario de la roca. En cuanto la rodease lo vería. Estaba segura...
Sí, mi arco estaba allí. Pero era otra persona la que lo sostenía entre sus manos y lo examinaba con curiosidad. Cuando alzó la mirada nuestros ojos se cruzaron.
Entonces empecé a gritar.
Me recogí el largo cabello blanco ondulado en una larga trenza que me llegaba hasta la cintura y cambié el vestido por unos pantalones cómodos que usaba cuando tenía que moverme con ligereza por el bosque. También me puse una simpática camisa confeccionada por mí y las botas de suela desgastada junto con los guantes con los que sujetaba el arco. Cuando se trataba de cazar la comodidad era indispensable.
Me eché el carcaj al hombro y caminé silenciosa, como un fantasma haciendo honor a el apodo con el que mi tribu solía llamarme. Cuando me hube alejado lo bastante como para que nadie me siguiese eché a correr por los bosques sintiéndome libre y feliz. Hacía tiempo que no salía cazar ya que mis hermanos habían traído suficiente dinero como para que no lo necesitásemos. Sin embargo, la carne era cara y empezaba a escasear en la tribu. Aunque algunos hombres eran increíblemente diestros con el arco, ninguno podía compararse a mí. Era lo suficientemente delgada, baja y silenciosa como para no alertar tanto a las presas. y, además, los animales confiaban en mí. Eso me otorgaba una clara ventaja.
Pero ya no estaba alegre por la caza en sí, no; sino por tener la excusa de alejarme un rato y despejarme. De olvidarme de las preocupaciones y de los problemas que me acechaban. Cuando estaba sola en el bosque no sentía miedo. Era libre.
Me encaminé hacia la laguna decidida a tomar un baño refrescante antes de emprender la cacería. El agua por la mañana era más clara y brillante que nunca y estaba bastante fresquita. Rebusqué en mi bolsillo hasta que di con unas bayas que había cogido en nuestro carromato y comencé a comerme una a una saboreándolas. Estaban buenas, pero nada podía compararse a un buen pedazo de carne de conejo o de ardilla. Incluso el resto de comida mejoraba con un pedazo de carne de conejo o de ardilla.
Cuando llegué a la laguna dejé el arco cerca de la orilla al tiempo que yo me desvestía. Me quité los pantalones y los dejé sobre una roca junto con las botas. Sentía la hierba a mis pies. Me quité la camisa y los guantes y luego me saqué la prenda de ropa interior que cubría mi pálido cuerpo lleno de moratones. Eso era precisamente lo que odiaba ver, los numerosos cercos morados que me recorrían entera. Los golpes de quien debía amarme.
Presioné un moratón especialmente grande y oscuro que estaba en mi vientre y sentí una punzada de dolor. Gemí y aparté la mano, temerosa. Ese era reciente. Quizás de los dos días anteriores, cuando Tharo descubrió que se me había olvidado volver a calentar la sopa. Sacudí la cabeza tratando de borrar la imagen de sus veloces y fuertes puños sobre mí y me concentré en meterme en el agua.
Una vez dentro me puse boca arriba para flotar con el agua. Mi trenza pesaba, húmeda y mi cuerpo dolorido se aliviaba ante el contacto del frío. Era como estar en el cielo, o lo que yo imaginaba que era el cielo...¿Quién podía pensar en preocuparse existiendo un lugar así? El miedo no tenía cabida aquí , ni la pena. Cerré los ojos y me zabullí en el agua. Estuve varios segundos debajo de ella y abrí los ojos para contemplar lo que me rodeaba. Luego volví a salir a la superficie para tomar aire.
Mi baño no duró demasiado, pues el deber me llamaba. Me fui acercando nuevamente a la orilla para tumbarme en la hierba a secar mi cuerpo. Salí del agua y me dirigí hasta la roca donde estaba mi ropa. Era una roca grande, bastante ancha somo para que yo me tumbase y pudiese tomar el sol para secarme más rápida. Cuando llegué a ella comencé a coger la ropa para hacerme hueco yo y entonces me quedé paralizada.
Mi arco no estaba en el lugar donde lo había dejado, cerca de la roca, junto a la orilla. No podía ser. Alguien había estado aquí y se lo había llevado. Comencé a mirar en derredor, asustada. Eso significaba que otra persona había estado aquí...¿Y si era un...?
Comencé caminar con lentitud aún sin vestir y con la ropa en la mano, rodeando con lentitud la roca. No podía ser. Quizás había dejado el arco en el lado contrario de la roca. En cuanto la rodease lo vería. Estaba segura...
Sí, mi arco estaba allí. Pero era otra persona la que lo sostenía entre sus manos y lo examinaba con curiosidad. Cuando alzó la mirada nuestros ojos se cruzaron.
Entonces empecé a gritar.
Última edición por Amaris Thervasi el Sáb Mayo 28, 2011 5:47 am, editado 2 veces
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
Decidí dar un paseo por los lugares en los que aun no había estado. Eso era difícil para alguien como yo, que como aquel que dice acababa de llegar a la ciudad hace mas o menos un mes.
Sin nada entra manos, ni bolsa, ni artilugios o herramientas para mi trabajo, pues así me sentía mas libre. La maleza empezaba a ser mas espesa, llegando a serme dificultoso el caminar por aquel lugar, hasta que por fín llegué a un descampado con un sonido reconocible y agradable. Estaba rodeado por escasas rocas, de las cuales convergían en un lago, enorme, pero dividido o separado en otros mas pequeños. Decidí que podía darme un baño.
Fue cuando me quité la camisa, y arremangué el bajo de mis pantalones, para sentir el agua fresca de aquel estanque. Observé en silencio una roca, había algo en ella que no era normal en la pulcra naturaleza que me rodeaba. Me acerqué dando pequeños pasos hasta poder ver que era un arco bastante precioso. Recordé en mis viejos tiempos en los que solía salir a dar un paseo con un arco que pude hacer con ayuda de mi padre, pero que con el tiempo había logrado tallar yo solo. Pero no era para cazar, simplemente jugaba a dar en el blanco a la diana, bien en otoño cuando las hojas caían con pesadez, o simplemente taladrando una manzana.
Volví de mis pensamientos cuando me dí cuenta de que tenía el semblante sonriente, cuando levanté la vista frente a mi había una mujer, de cabellos tan rubios que parecían blancos… sería una mujer albina? Su cara reflejaba molestia, seguramente aquella pieza tan magnifica sería suya, a lo que se la tendí procurando no ser maleducado.
- Perdone.. solo creí que se le había extraviado a algún cazador..
Me fijé de nuevo en la mujer, seguramente había dado un baño en aquella agua como habría hecho yo de no ser por mi curiosidad infinita. Su traje parecía de amazona, como los libros contaban. Era extraño ver por aquí una mujer con pantalones, aunque se me hacía realmente divertido.
Sin nada entra manos, ni bolsa, ni artilugios o herramientas para mi trabajo, pues así me sentía mas libre. La maleza empezaba a ser mas espesa, llegando a serme dificultoso el caminar por aquel lugar, hasta que por fín llegué a un descampado con un sonido reconocible y agradable. Estaba rodeado por escasas rocas, de las cuales convergían en un lago, enorme, pero dividido o separado en otros mas pequeños. Decidí que podía darme un baño.
Fue cuando me quité la camisa, y arremangué el bajo de mis pantalones, para sentir el agua fresca de aquel estanque. Observé en silencio una roca, había algo en ella que no era normal en la pulcra naturaleza que me rodeaba. Me acerqué dando pequeños pasos hasta poder ver que era un arco bastante precioso. Recordé en mis viejos tiempos en los que solía salir a dar un paseo con un arco que pude hacer con ayuda de mi padre, pero que con el tiempo había logrado tallar yo solo. Pero no era para cazar, simplemente jugaba a dar en el blanco a la diana, bien en otoño cuando las hojas caían con pesadez, o simplemente taladrando una manzana.
Volví de mis pensamientos cuando me dí cuenta de que tenía el semblante sonriente, cuando levanté la vista frente a mi había una mujer, de cabellos tan rubios que parecían blancos… sería una mujer albina? Su cara reflejaba molestia, seguramente aquella pieza tan magnifica sería suya, a lo que se la tendí procurando no ser maleducado.
- Perdone.. solo creí que se le había extraviado a algún cazador..
Me fijé de nuevo en la mujer, seguramente había dado un baño en aquella agua como habría hecho yo de no ser por mi curiosidad infinita. Su traje parecía de amazona, como los libros contaban. Era extraño ver por aquí una mujer con pantalones, aunque se me hacía realmente divertido.
Tyler Fausten- Hechicero Clase Alta
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
-Pues ya ve que no-le dije, arrebatándole el arco de las manos, visiblemente malhumorada. Enrojecí violentamente al darme cuenta de que quizás llevaba un buen rato allí y que posiblemente me había hecho hacer la idiota en el agua. Bufé y fui a por mi ropa para terminar de vestirme del todo.
Cuando por fin me coloqué las botas y los guantes y me trencé la larga melena blanca, miré al hombre nuevamente, esta vez armada también con las flechas. Lo examiné de arriba a abajo, tratando de decidir si era una amenaza o no. Cuando estaba armada me volvía más salvaje y fuerte de lo que yo era en realidad. Dejaba atrás a esa criatura débil a la que su padre golpeaba y me volvía más mortífera y sin piedad. Miré al hombre, pensando en que no parecía amenazante.
-¿Cómo se llama usted? ¿ Y qué le trae por aquí?-le pregunté, curiosa. No parecía gitano. No tenía los hermosos rizos negros de mis hermanos ni la piel tostada por el sol, signo distintivo de nuestra raza. Bueno, la de ellos. Yo era mestiza y la sangre blanca parecía haber ganado la partida dentro de mí. Mi piel era blanca y se sonrosaba con facilidad. Mis ojos azul verdoso eran extraños, por no hablar del cabello blanco. Era un espécimen extraño de gitana, desde luego.
Me acerqué al hombre más tranquila y me presenté.
-Mi nombre es Amaris-dije, sin decir el apellido. No hacía falta, en mi opinión. Mi apellido no era importantes, porque era de una persona odiosa. Observé sus facciones un instante y luego le dije, con suavidad-. Usted no es de aquí, Monsieur. Nunca le había visto antes.
Cuando por fin me coloqué las botas y los guantes y me trencé la larga melena blanca, miré al hombre nuevamente, esta vez armada también con las flechas. Lo examiné de arriba a abajo, tratando de decidir si era una amenaza o no. Cuando estaba armada me volvía más salvaje y fuerte de lo que yo era en realidad. Dejaba atrás a esa criatura débil a la que su padre golpeaba y me volvía más mortífera y sin piedad. Miré al hombre, pensando en que no parecía amenazante.
-¿Cómo se llama usted? ¿ Y qué le trae por aquí?-le pregunté, curiosa. No parecía gitano. No tenía los hermosos rizos negros de mis hermanos ni la piel tostada por el sol, signo distintivo de nuestra raza. Bueno, la de ellos. Yo era mestiza y la sangre blanca parecía haber ganado la partida dentro de mí. Mi piel era blanca y se sonrosaba con facilidad. Mis ojos azul verdoso eran extraños, por no hablar del cabello blanco. Era un espécimen extraño de gitana, desde luego.
Me acerqué al hombre más tranquila y me presenté.
-Mi nombre es Amaris-dije, sin decir el apellido. No hacía falta, en mi opinión. Mi apellido no era importantes, porque era de una persona odiosa. Observé sus facciones un instante y luego le dije, con suavidad-. Usted no es de aquí, Monsieur. Nunca le había visto antes.
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
Observé como el pudor de la muchacha la hacía enrojecer. Sonreí divertido pues era una actitud un tanto curiosa... si habían sido vistas mujeres en un lago mientras se bañaban... no era mi culpa el pillarlas así, sino la de ellas por su imprudencia.
De todos modos su pose se volvió mas fuerte, con mas auge que antes, digno de una guerrera, aunque su palabrería fuese digna de una gitana su cuerpo no me decía lo mismo.
- Tyler Fausten signorina... - Su nombre era extraño, tanto o casi igual que el color de su cabello acorde con su blanquecina tez. Era realmente una persona extraña, y por ello muy especial.
- Yo tampoco la había visto antes... "de eso ya me habría dado cuenta" - Murmuré ésto último y me sobé la nuca, con una mano distraidamente mientras mi mirasa viajaba por su larga trenza, definitivamente era distinta a las demás mujeres que había conocido, todas y cada una de ellas con un único pensamiento en mente: lo que pensaban los demás de ellas y... en algunos casos encontrar un buen marido.
Sonreí a la mujer, amablamente pues no había venido con ningún mal propósito, sino relajar mi exhausto cuerpo de aquella dura jornada de trabajo.
Sacudí mis botas dando un duro golpe contra el suelo, se había acumulado allí algo de barro, mas tarde las tendría que limpiar o no pensarían bien de un hombre con los zapatos manchados. Pero... qué mas dá en ésta sociedad tan elitista. Su naturalidad me abrumaba, tanto que deseé de una vez por todas que aquella persona no me mirase con tan mala gana, no me gustaba caer mal a nadie, todo fuese por mi naturaleza bondadosa.
- Una auténtica amazona, parece gitana pero... no eres igual que las demás. - Confirmó mas bien como pregunta, quería saber de aquella obra de la naturaleza, siempre era divertido ver a otras personas, distintas a las demás, con su propia personalidad latente.
De todos modos su pose se volvió mas fuerte, con mas auge que antes, digno de una guerrera, aunque su palabrería fuese digna de una gitana su cuerpo no me decía lo mismo.
- Tyler Fausten signorina... - Su nombre era extraño, tanto o casi igual que el color de su cabello acorde con su blanquecina tez. Era realmente una persona extraña, y por ello muy especial.
- Yo tampoco la había visto antes... "de eso ya me habría dado cuenta" - Murmuré ésto último y me sobé la nuca, con una mano distraidamente mientras mi mirasa viajaba por su larga trenza, definitivamente era distinta a las demás mujeres que había conocido, todas y cada una de ellas con un único pensamiento en mente: lo que pensaban los demás de ellas y... en algunos casos encontrar un buen marido.
Sonreí a la mujer, amablamente pues no había venido con ningún mal propósito, sino relajar mi exhausto cuerpo de aquella dura jornada de trabajo.
Sacudí mis botas dando un duro golpe contra el suelo, se había acumulado allí algo de barro, mas tarde las tendría que limpiar o no pensarían bien de un hombre con los zapatos manchados. Pero... qué mas dá en ésta sociedad tan elitista. Su naturalidad me abrumaba, tanto que deseé de una vez por todas que aquella persona no me mirase con tan mala gana, no me gustaba caer mal a nadie, todo fuese por mi naturaleza bondadosa.
- Una auténtica amazona, parece gitana pero... no eres igual que las demás. - Confirmó mas bien como pregunta, quería saber de aquella obra de la naturaleza, siempre era divertido ver a otras personas, distintas a las demás, con su propia personalidad latente.
Tyler Fausten- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/05/2011
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
-Encantada de conocerle, Monsieur Fausten, supongo-. Notaba como mi enfado poco a poco se iba disipando. Aunque fuese yo quien más solía frecuentar esta laguna, no era mía. Todo el mundo tenía derecho a venir aquí y yo tendría que aprender a tener cuidado con el lugar en el que me bañaba. Lo miré unos segundos antes de preguntarle- ¿Es usted italiano?
Parecía que yo tampoco le sonaba, por lo que supe que no frecuentaba el campamento gitano o el circo. Mi cabello albino solía ser objeto de miradas desagradables, e incluso había visto a gente persignarse al verme, como si estuvieran frente a un demonio. Suspiré y me pareció escucharle murmurar algo por lo bajini, pero decidí que era mejor no preguntarle. Quizás había sido imaginación mía.
No tardé demasiado en volverme a relajar y poner mis sentidos a punto, con lo que pude detectar gracias al don gitano, que no era una persona normal. Sentí la magia vibrando por las venas del hombre y supe que me encontraba frente a un brujo. Los gitanos nos llevábamos tan bien con ellos que ya los podíamos reconocer sólo con el sonido de sus pasos chispeantes de energía. Lo observé sacudirse sus botas embarradas con cansancio. La verdad es que parecía muy, pero que muy cansado, ahora que me fijaba bien, Me lamenté por haberle tratado mal.
Acertó al decir que era gitana y le sonreí, tratando de serenarme del todo y regresar a mi naturaleza amable y bondadosa. Tener un arma en las manos no me venía nada bien para el carácter. Me encogí de hombros cuando dijo que era diferente.
-Sí, bueno, sólo soy en parte gitana. Por parte de madre, si es a eso a lo que se refiere, Monsieur-le expliqué-. Ya sé que parezco más una gadji que una hembra gitana, pero tengo la fortuna de que me hayan dejado permanecer en el campamento pese a todo-lo miré-. Usted es brujo...Pero, ¿está de parte de la luz o de la oscuridad?
Parecía que yo tampoco le sonaba, por lo que supe que no frecuentaba el campamento gitano o el circo. Mi cabello albino solía ser objeto de miradas desagradables, e incluso había visto a gente persignarse al verme, como si estuvieran frente a un demonio. Suspiré y me pareció escucharle murmurar algo por lo bajini, pero decidí que era mejor no preguntarle. Quizás había sido imaginación mía.
No tardé demasiado en volverme a relajar y poner mis sentidos a punto, con lo que pude detectar gracias al don gitano, que no era una persona normal. Sentí la magia vibrando por las venas del hombre y supe que me encontraba frente a un brujo. Los gitanos nos llevábamos tan bien con ellos que ya los podíamos reconocer sólo con el sonido de sus pasos chispeantes de energía. Lo observé sacudirse sus botas embarradas con cansancio. La verdad es que parecía muy, pero que muy cansado, ahora que me fijaba bien, Me lamenté por haberle tratado mal.
Acertó al decir que era gitana y le sonreí, tratando de serenarme del todo y regresar a mi naturaleza amable y bondadosa. Tener un arma en las manos no me venía nada bien para el carácter. Me encogí de hombros cuando dijo que era diferente.
-Sí, bueno, sólo soy en parte gitana. Por parte de madre, si es a eso a lo que se refiere, Monsieur-le expliqué-. Ya sé que parezco más una gadji que una hembra gitana, pero tengo la fortuna de que me hayan dejado permanecer en el campamento pese a todo-lo miré-. Usted es brujo...Pero, ¿está de parte de la luz o de la oscuridad?
Amaris Thervasi- Gitano
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
Parecí no entender nada, pero casi al instante reaccioné volviendo a mi posición inicial. Ultimamente estaba muy encorvado y eso se resentía en mis huesos.
- No se a que se refiere señorita.. pero creo que diría de la "luz". Es algo que nació en mí y simplemente no me puedo designar de ninguna forma, creo. Aquello depende del punto de vista, permítame que le diga.
Sobé mi nuca con la mano, paseando mi vista del suelo a la mujer. Realmente era extraña, pero cabría entender que los misterios de la naturaleza eran impresionantes. Y mas aun si se trataba de jugar con el cabello y la piel de una jóven muchacha.
Miré aquel arco, un objeto precioso el cual yo de niño me habría atrevido a usar en un par de ocasiones. Pero todo era muy confuso.
- No pretendo hacerla daño, - sonreí un poco apesadumbrado. En toda mi vida habría intentado de todas las maneras posibles caer bien a las personas, y que alguien levantase un arma en mi contra de veras que me dolía en el alma. No estaba acostumbrado.
- No se a que se refiere señorita.. pero creo que diría de la "luz". Es algo que nació en mí y simplemente no me puedo designar de ninguna forma, creo. Aquello depende del punto de vista, permítame que le diga.
Sobé mi nuca con la mano, paseando mi vista del suelo a la mujer. Realmente era extraña, pero cabría entender que los misterios de la naturaleza eran impresionantes. Y mas aun si se trataba de jugar con el cabello y la piel de una jóven muchacha.
Miré aquel arco, un objeto precioso el cual yo de niño me habría atrevido a usar en un par de ocasiones. Pero todo era muy confuso.
- No pretendo hacerla daño, - sonreí un poco apesadumbrado. En toda mi vida habría intentado de todas las maneras posibles caer bien a las personas, y que alguien levantase un arma en mi contra de veras que me dolía en el alma. No estaba acostumbrado.
Tyler Fausten- Hechicero Clase Alta
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Re: Nadando en la laguna (Libre)
Lo escuché en silencio. Mi madre siempre me había explicado que había brujos llenos de "Luz", que hacían cosas buenas y eran bondadosos. Y que había libros llenos de "oscuridad", cuyo corazón era negro como la noche y buscaban el dolor del resto de los seres vivos. Parecía que el señor Fausten pertenecía a los primeros por lo que me calmé del todo y solté el arma cuando señaló que la sujetaba. Le sonreí disculpándome.
-Lo siento. últimamente hay bestias salvajes por todas partes y una debe estar preparada para defenderse-le expliqué. No en vano, el asta de las flechas era de madera, perfectas para matar vampiros si atacaban. No me gustaban nada aquellos seres.
-Lo siento. últimamente hay bestias salvajes por todas partes y una debe estar preparada para defenderse-le expliqué. No en vano, el asta de las flechas era de madera, perfectas para matar vampiros si atacaban. No me gustaban nada aquellos seres.
Amaris Thervasi- Gitano
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